“Tu palabra es la verdad”
‘Los pensamientos de Jehová son más altos que los de los hombres’
NO ES raro que los humanos vean y juzguen a otros a la luz de sus propias ideas y acciones. Basándose en una norma que personalmente les conviene, muchos han tratado de emitir juicio aun sobre lo justo de las acciones de Dios. Esto mismo fue lo que hicieron los israelitas infieles en tiempos pasados.
Pero el Soberano supremo del universo, Jehová Dios, no permitió que esos israelitas continuaran imaginándose que ‘él positivamente llegaría a ser como ellos’ y vería las cosas del mismo modo que ellos. Él ‘los censuró y ciertamente puso en orden las cosas delante de sus ojos.’ (Sal. 50:21) ¿Cómo? Allá en el siglo octavo antes de la E.C., Jehová Dios, declaró por medio de su profeta Isaías: “Los pensamientos de ustedes no son mis pensamientos, ni son mis caminos los caminos de ustedes. . . . Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes.”—Isa. 55:8, 9.
Esas palabras llamaron la atención al hecho de que el punto de vista que el Israel apóstata tenía de los tratos de Jehová con la humanidad era incorrecto. ¿De qué manera? Bueno, entre otras cosas, ellos no apreciaron que la condición en la cual se encuentra una persona al tiempo de la ejecución del juicio adverso de Jehová determina si será perdonada o destruida. El pasado registro de maldad no se tomaría en su contra si en verdad está arrepentida y conforma su vida a los caminos de Dios. Por otra parte, las acciones justas de una persona no serían aplicadas a su favor si al tiempo de la ejecución del juicio adverso de Dios se encuentra andando en contra de los caminos de Dios.
Es por esto que Jehová hizo un llamamiento a los israelitas infieles para que abandonaran sus propios caminos egoístas y vivieran en armonía con sus caminos, diciendo: “Busquen a Jehová mientras pueda ser hallado. Clamen a él mientras resulte estar cerca. Deje el inicuo su camino, y el hombre perjudicial sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, quien tendrá misericordia de él, y a nuestro Dios, porque él perdonará en gran manera.”—Isa. 55:6, 7.
Cuando se estableció la congregación cristiana en el primer siglo de la E.C., Jehová Dios, mediante sus siervos, comenzó a animar a gente de todas las naciones a abandonar sus caminos incorrectos. A las personas congregadas en el Areópago de la antigua Atenas, Grecia, el apóstol Pablo dijo: “Visto, pues, que somos la progenie de Dios, no debemos imaginarnos que el Ser Divino sea semejante a oro, o plata, o piedra, semejante a algo esculpido por el arte e ingenio del hombre. Cierto, Dios ha pasado por alto los tiempos de tal ignorancia, sin embargo ahora le está diciendo a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan.” (Hech. 17:29, 30) El arrepentimiento envuelve pesar de todo corazón por haber seguido los caminos de uno en vez de los caminos de Dios.
Por supuesto, tal como en el antiguo Israel allá en el primer siglo de la E.C., hoy día mucha gente no quiere reconocer que los caminos de Dios son más altos que los suyos. Prefieren hacer las cosas de acuerdo con sus propias normas.
Hay personas que consideran que tienen derecho a recurrir a la falta de honradez para poder tener un modo de vivir “decente.” Puede ser que hagan trabajos de calidad inferior, usen materiales de segunda clase, sin embargo cobran por buenos materiales, roban a sus patronos o de otros modos tratan de obtener cosas a las cuales no tienen derecho. Su actitud es: ‘Tenemos que preocuparnos por nosotros lo mejor que podamos. Dios no nos va a mantener.’ Por consiguiente no tienen el deseo de obedecer el mandamiento de la Biblia: “Que el que hurta ya no hurte más, sino más bien que haga trabajo duro, haciendo con las manos lo que es buen trabajo.”—Efe. 4:28.
Pero, ¿es el camino falto de honradez de la mayoría de los humanos mejor que el camino de Dios? Definitivamente no. La falta de honradez no edifica confianza en el prójimo. Más bien, la gente se vuelve extremadamente cautelosa, pues teme que otros se aprovechen de ella. Los que han sido engañados quedan desilusionados y a menudo se amargan y se enojan. El trabajo deficiente y los materiales inferiores también han causado daños y hasta muertes.
Nada bueno viene de la falta de honradez. La persona que piensa que gana debido a su falta de honradez, al mismo tiempo pierde debido a la falta de honradez de otros. Él, también, paga precios más altos por mercadería y servicios debido a que los empleados roban. Por lo tanto la falta de honradez crea un círculo vicioso. A medida que más gente se aprovecha de otros, aumentan las frustraciones, las desilusiones, la violencia, los daños y las muertes.
La moralidad sexual es otro campo en el cual muchos creen que deberían poder seguir sus propios caminos. Piensan que la condena que la Biblia hace de la homosexualidad, el adulterio, la fornicación y la conducta relajada es una invasión a sus derechos de obtener placer de la vida.—1 Cor. 6:9, 10; Gál. 5:19-21.
Pero, ¿no es cierto que la moral relajada ha producido solamente malos frutos? ¿Qué persona jamás ha mejorado su relación matrimonial y vida de familia por medio de la moral relajada? A menudo, la separación, el divorcio y los hogares rotos son el producto de la inmoralidad sexual. Hoy día la repugnante enfermedad venérea se está esparciendo como una plaga. Los ataques sexuales están aumentando. Los amantes celosos han recurrido a la violencia física hasta el grado de cometer asesinatos. Hay también preñeces indeseadas, hijos ilegítimos y abortos, tanto “legales” como ilegales. Además del daño físico, muchos que participan en la inmoralidad sexual experimentan daño mental y emocional. Los hijos que nacen de la fornicación o el adulterio por lo general crecen sin verdadero amor o afecto.
Vez tras vez las parejas comprometidas que no mantienen gobierno de sí mismas en sus relaciones antes del matrimonio encuentran que sus fugaces momentos de placer dan lugar a dificultades posteriores. La fornicación o la conducta relajada que casi llega a la fornicación no inicia al matrimonio sobre una base sólida. Socavan el mutuo respeto, y así desgastan los cimientos para un hogar feliz.
Por lo tanto se puede ver que la persona que sigue los caminos de Dios, en vez de los suyos, está protegida de daños. Esto se debe a que las leyes establecidas por el Creador están diseñadas para asegurar la felicidad y el bienestar del hombre. Los mandamientos registrados en la Biblia no están allí para beneficio de Dios. Su posición como Soberano universal no es fortalecida de modo alguno solo porque ciertos humanos escojan guiarse por Sus caminos. Por otra parte, su posición tampoco cambia cuando la gente pasa por alto sus caminos, para su propio perjuicio. Este fracaso humano solamente hace más prominente la rectitud de Dios y prueba que los caminos de Dios son más altos que los de los pecadores imperfectos.
Todas las personas que siguen sus propios caminos egoístas pero que desean que les venga el bien deben abandonar arrepentidamente su derrotero y esforzarse por dirigir sus vidas en armonía con los caminos de Dios. Si vivimos ahora en armonía con los caminos de Dios, disfrutaremos de relaciones mejoradas con el prójimo así como de una vida de familia sana. Al mismo tiempo preservaremos una conciencia limpia a la vista de Dios y de los hombres. Y delante de nosotros está la gloriosa perspectiva de vida eterna en un justo nuevo orden donde todas las criaturas inteligentes vivirán en armonía con los elevados caminos de Dios.