Preguntas de los lectores
● ¿Por qué razón tenían ayunos religiosos los israelitas? Algunos arguyen que los cristianos deben ayunar, citando Mateo 9:15; 17:21 y Hechos 13:2, 3 como prueba. ¿Es esto correcto?—S. A., Argentina.
La ley mosaica no usa el término “ayuno”, pero con respecto al día de expiación manda: “Afligiréis vuestras almas.” (Lev. 16:29-31; 23:27; Núm. 29:7) Esto generalmente se entiende que significa ayunar, y la opinión tiene en su apoyo Esdras 8:21, Isaías 58:3, 5 y el Salmo 35:13. Aunque el día de expiación era la única ocasión específicamente prescrita por Dios como día de ayuno, no obstante en otras ocasiones especiales ordenó ayunos. Los judíos establecieron muchos ayunos, y en un tiempo tenían cuatro ayunos anuales para señalar los sucesos calamitosos del fatal año de 607 a. de J.C. Cuando Jesús estuvo sobre la tierra los fariseos acostumbraban ayunar dos veces a la semana, el día segundo y el quinto de la semana. (Zac. 8:19; Luc. 18:12) Los ayunos habían de manifestar dolor y arrepentimiento piadosos concernientes a pecados pasados. (1 Sam. 7:6; Joel 1:14; 2:12-15; Jonás 3:5) También eran a propósito al enfrentarse a gran peligro, o cuando necesitaban mucho la guía divina, o mientras aguantaban pruebas y hacían frente a tentaciones.—2 Cró. 20:3; Esd. 8:21; Ester 4:3, 16; Mat. 4:1, 2.
El ayuno religioso correcto no es una ascética aflicción al cuerpo con hambre, como si el dolor o la incomodidad corporal fuera en sí misma meritoria. Realmente, es la consecuencia natural de emociones fuertes. Si la mente está luchando con problemas apremiantes o el corazón conmovido por sentimientos profundos el cuerpo no desea alimento, y rehusaría digerirlo apropiadamente si fuera consumido. Si la tensión emocional es lo suficientemente grande destruye los apetitos naturales del cuerpo.
Es sobre esta base natural que el ayuno se funda como proceder religioso. Indica a Jehová el sentimiento intenso de la persona que ayuna. Manifiesta que la mente o las emociones del individuo están tan agobiadas con un sentido de pecado o tan cargadas de pesar que el cuerpo rehusa alimento. Las facultades mentales y emocionales de la persona quizás estén tan humilladas por transgresiones pasadas, tan ocupadas por anhelar perdón, tan interesadas en determinaciones para evitar la repetición de pecados, que ni queda lugar para pensar en tales cosas como alimento. Si el pesar es realmente grande y el arrepentimiento profundamente sentido, el comer en tal tiempo sería mal acogido y malsano. O la persona quizás se enfrente a un problema grave, que demande reflexión y meditación y estudio concentrado para determinar cuál es la voluntad y dirección de Jehová en el asunto. El honor del nombre de Jehová puede estar envuelto en la decisión o declaraciones que se hagan. En tal absorto estado mental uno difícilmente pensaría en su estómago.
Pero ¿qué hay del individuo que habla mucho acerca de su dolor por pecados pasados, su deseo de perdón, sus determinaciones de reformarse, o su interés intenso en hacer una decisión correcta en una hora decisiva, y no obstante todo el tiempo está muy ocupado hartándose de alimento? No puede estar muy profunda o genuinamente preocupado, a pesar de sus protestas verbales. Su buen apetito desmiente su actitud de profunda preocupación. Pero en cuanto a eso, los ayunos mismos pueden ser sólo una actitud fingida, una demostración exterior.
Por ejemplo, en un tiempo los pecados de los judíos eran graves, no obstante no se arrepintieron sinceramente. Pretendieron adorar a Jehová, dándole servicio de boca y ejecutando ritos religiosos para ostentación. El ayuno era uno de los tales, y ellos creyeron que debería conseguirles atención y favor divinos: “¿Por qué, dicen ellos, hemos ayunado, y tú no ves? ¿por qué hemos afligido nuestra alma, y tú nos desatiendes?” Jehová les dijo por qué, cuando les dijo que aun durante el ayuno ellos buscaban su propio placer e interés, daban rienda suelta a contienda, opresión y violencia, y no manifestaban nada del dolor y el arrepentimiento piadosos que respaldan a los ayunos sinceros. El ayuno no era tal como para hacer que su voz se oyera en el cielo, aunque sus lamentos ostentosos verdaderamente eran estrepitosos. Jehová denunció el acto hipócrita de exhibición que hacían: “¿Acaso como éste ha de ser el ayuno que yo escojo, día en que aflija el hombre su alma? ¿es por ventura traer encorvada su cabeza como junco, y que extienda saco y ceniza debajo de sí? ¿a esto llamaréis ayuno, día acepto a Jehová?”—Isa. 58:1-5.
El ayuno indicaba dolor y arrepentimiento, pero sus actos desmentían su pretensión o pose. Para que el ayuno sea aceptable tiene que estar acompañado de una corrección de los pecados pasados: “¿No es más bien éste el ayuno que yo elijo: desatar apretados lazos inicuos, desligar coyundas de yugo, dejar libres a los oprimidos y que todo yugo rompas? ¿No lo es el repartir tu pan con el hambriento, y que lleves a casa a los pobres vagabundos, que cuando veas a un desnudo lo vistas y de tu carne no te ocultes?” (Isa. 58:6, 7, BC) Estos judíos habían perdido la disciplina espiritual implicada en el ayuno correcto, habían omitido el espíritu de arrepentimiento genuino que el ayuno debía expresar. Consideraban el mero acto de ayunar como un medio de conseguir favor de Dios, como base para demandar ese favor, como un precio de compra del favor divino, muy parecido a como ahora algunos consideran el ritual de orar con cuentas, una cantidad especificada de tal oración ritualista disminuyendo en cierta cantidad de días los tormentos que han de aguantarse en un purgatorio imaginario. Estos judíos creían que la mera incomodidad implicada en afligir el alma era meritoria, semejante a los ascéticos, y de esta manera creían que ponían a Dios bajo obligación como debiéndoles algo en recompensa. Cuando esta recompensa no vino, ellos preguntaron a Dios acerca del pago que ellos creían que se les debía: “¿Por qué hemos afligido nuestra alma, y tú nos desatiendes?”
Los cuatro ayunos anuales para lamentarse por las calamidades de 607 a. de J.C. también fueron faltos de sinceridad, impuestos por ellos mismos. En estas ocasiones los judíos lloraban y ayunaban como sufridores, compadeciéndose a sí mismos y consiguiendo alguna satisfacción de esta compasión de sí mismos; pero no estaban verdaderamente apenados o humillados por los pecados que habían ocasionado estas calamidades, que habían provocado la ira de Dios en contra de ellos en primer lugar. Jehová les dijo que su ayuno era formalismo y una exhibición ostentosa y farisaica, hecho tanto para su propio interés como lo era el comer y el beber de ellos para su gratificación sensual. Deberían cesar de tal ayuno, y regocijarse en la restauración de la adoración verdadera y el recogimiento de otros al servicio de Jehová. (Zac. 7:3-7; 8:19, 23) Tal ayuno, sin acompañarse de adecuada penitencia, sólo gratificaba un sentimiento personal de superioridad y fariseísmo, como Jesús lo manifestó en el caso del fariseo ayunador. (Luc. 18:11, 12) El afligir el cuerpo con ayuno impuesto por uno mismo, por formalismo y con una humildad ficticia, no combate los deseos carnales ni consigue la aprobación de Dios: “Esas mismas cosas, en verdad, dan una apariencia de sabiduría consistente en una forma auto-impuesta de adoración y humildad ficticia, un tratamiento severo del cuerpo, pero no son de ningún valor en combatir la satisfacción de la carne.”—Col. 2:20-23, NM.
Así era el ayuno de los fariseos. De ellos Jesús dijo a sus seguidores: “Cuando ustedes estén ayunando, dejen de hacerse de rostro triste como los hipócritas, porque ellos desfiguran su rostro para que les parezca a los hombres que están ayunando. Verdaderamente les digo: Ellos están teniendo su recompensa plena. Pero ustedes, cuando estén ayunando, unjan su cabeza y laven su rostro, para que ustedes parezcan estar ayunando, no a los hombres, sino a su Padre que está en secreto; entonces su Padre que está mirando en secreto les recompensará.” (Mat. 6:16-18, NM) Los fariseos ayunaban por exhibición exterior, asumían expresiones tenebrosas y malhumoradas de dolor no sentido, y deliberadamente no se lavaban y se veían ojerosos para ostentación. El ser vistos de los hombres era lo que querían, y eso fué todo lo que obtuvieron. Careciendo de piedad genuina, no sabían expresarla. Su hipocresía era evidente. Nadie debe tratar de exhibir externamente más de lo que siente internamente. El ayuno a Dios no debería hacerse como una exhibición a los hombres.
Sin embargo, ¿no manifiesta este texto que los seguidores de Jesús debían de ayunar? El ayuno correcto estaría en orden, pero recuerde que esto todavía era bajo el sistema de cosas judío. ¿Qué hay de Mateo 17:21, que se menciona en la pregunta? Este texto, como también es el caso con Marcos 9:29, Hechos 10:30, 1 Corintios 7:5 y 2 Corintios 6:5, no contiene ninguna referencia a ayuno, según los manuscritos más exactos. (Compare la Versión del Rey Jaime y la Versión Moderna con la Traducción del Nuevo Mundo, Besson e Hispano-Americana.) Mateo 9:15 no manda a los cristianos que ayunen. Mientras Cristo estaba sobre la tierra no era correcto que ellos lo hicieran. Cuando él murió ellos sí se lamentaron y ayunaron, pero no se lamentaron después de su resurrección y especialmente después del derramamiento del espíritu santo. (Mar. 2:18-20; Luc. 5:33-35) Sin embargo, los cristianos primitivos sí ayunaron en ocasiones especiales. Cuando Bernabé y Pablo fueron enviados a una asignación misionera especial al Asia Menor hubo ayuno y oración. También se hacía cuando se designaban siervos para una nueva congregación. (Hech. 13:2, 3; 14:23) Se necesitaba especialmente la dirección divina. El ayuno era apropiado en aquellas ocasiones. No obstante, los cristianos no están bajo mandamiento de ayunar.—Rom. 14:5, 6.
Así como los discípulos no habían de ayunar al tiempo de la primera presencia de Cristo el Novio, así ellos no necesitan hacerlo ahora al tiempo de su segunda presencia. Es un tiempo de regocijo, no de lamentación. Algunos dicen que el ayuno cristiano ahora es un ayuno de deseos carnales o alimento inmundo para la mente. Sin embargo, esto difícilmente corresponde con el proceder del ayuno. El ayunar era abstenerse temporalmente del alimento adecuado. El alimento mental sucio o la conducta corporal inmoral jamás son correctas. La abstinencia de ellos debe ser permanente. Estos habían de ser amortecidos, empalados, y no reasumidos como alimento después de un ayuno. (Gál. 5:24; Col. 3:5; 1 Ped. 2:11, NM) El quebrantar la abstinencia de tales cosas sería fatal. (Heb. 10:26, 38, 39; 2 Ped. 2:20-22) El rehusar quebrantar un ayuno de alimento sería fatal. El ayuno generalmente implicaba la lamentación; la abstinencia del mal trae regocijo. El hacer dicho paralelo hace violencia al procedimiento del ayuno.
El que la organización cristiana como tal ayunara ahora sería un ayuno impuesto por sí misma, ayuno no mandado por Dios. Estaría fuera de orden ahora que el Novio ha regresado y la adoración verdadera ha sido restaurada. (Zac. 8:19; Mat. 9:15) Sin embargo, un individuo pudiera escoger ayunar en cierta ocasión a causa de razones espirituales. Si se enfrenta a una prueba especial, o asignación exigente, o está abatido de pesar por alguna transgresión, su preocupación o dolor pudiera reflejarse en la abstinencia de alimento. Tal vez prefiera ayunar para que su mente quede absorta en profunda reflexión y meditación, ininterrumpida por la ingestión de alimento por un período de tiempo. También, los cristianos pudieran abstenerse de vez en cuando de actividades que son correctas en sí mismas, pero en las cuales una extralimitación sería espiritualmente debilitadora. (1 Cor. 7:5, 29-31) Mientras más preocupación tengamos por lo material, menos tendremos por lo espiritual. Jamás ayune de alimento espiritual, el cual abarca tanto el aprender como el hacer la voluntad de Jehová.—Juan 4:34, NM.