Vida en un nuevo mundo paradisíaco
LA VIDA en el nuevo mundo será diferente a la que conocemos hoy. Por este hecho estamos agradecidos al Creador del nuevo mundo, quien declara: “Aquí estoy creando nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón.” ¿Qué son estas “cosas anteriores” que “no serán recordadas,” por haber desaparecido tan cabalmente?—Isa. 65:17.
Se habrá ido la amenaza de una Tierra arruinada. ¡Juntos con ella se habrán ido la horrenda mención de devastación nuclear, refugios contra el desprendimiento atómico y nuevas armas más mortíferas! ¿Por qué? La Palabra profética de Dios muestra que él en breve ‘traerá a la ruina a los que están arruinando la tierra’.—Apo. Rev. 11:18.
Prescindiendo de la cantidad de radiactividad que desaten las naciones armadas nuclearmente ahora o durante su destrucción en el Armagedón, esto no frustrará el propósito de Dios de que haya una Tierra paradisíaca. El Todopoderoso Dios puede limpiar milagrosamente de radiactividad nociva la Tierra y su atmósfera. Será invertida la tendencia actual, la de arruinar la Tierra. Después del Armagedón, cada día habrá progreso hacia la meta de una Tierra paradisíaca bajo el reino de los cielos.
¿Cómo, entonces, podrá haber guerras, o peligro de daño procedente de cualquier otra fuente? No los habrá. Aun tocante a las bestias salvajes se nos asegura: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en todo mi santo monte; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas están cubriendo el mismísimo mar.” (Isa. 11:9) “Para ellos ciertamente concluiré un pacto en ese día en conexión con la bestia salvaje del campo y con la criatura volátil de los cielos y las cosas que se arrastran por el suelo, y el arco y la espada y la guerra los quebrantaré de en medio de la tierra, y los haré echarse en seguridad.”—Ose. 2:18.
La seguridad será la porción permanente del hombre en el nuevo mundo paradisíaco. El Gobernante del nuevo mundo, Jesucristo, asegurará libertad de opresión y de violencia, como está escrito proféticamente acerca de él: “Él librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a quienquiera que no tiene ayudador. Se compadecerá del humilde y el pobre, y las almas de los pobres las salvará. De la opresión y de la violencia redimirá su alma, y la sangre de ellos será preciosa a su vista.”—Sal. 72:12-14.
Tan preciosa será la sangre de todos los fieles habitantes del nuevo mundo que su Creador pondrá fin a las enfermedades mortíferas y lisiadoras, junto con el dolor que ellas han causado. ¿Cómo lo sabemos? Porque la segura Palabra de profecía de Dios declara respecto al nuevo mundo: “Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni habrá más duelo ni lloro ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” Sí, aun la muerte, la muerte heredada por descendencia de Adán, pasará.—Apo. Rev. 21:3, 4.
En el nuevo mundo, por medio del reino de Dios, Jesucristo efectuará obras de curación en una escala mucho mayor que cuando él estuvo en la Tierra. El historiador Lucas nos dice que Jesús recibió a las muchedumbres “bondadosamente y se puso a hablarles acerca del reino de Dios, y sanó a los que necesitaban curación.” (Luc. 9:11) Él llevó a cabo curaciones en los ciegos, los sordos, los cojos, los enfermos y los leprosos; pero también les predicó acerca del reino de Dios, el medio que usa Dios para hacer posible la vida en un nuevo mundo paradisíaco. ‘Los que necesiten curación’ serán sanados. Todos los súbditos del reino de Dios alcanzarán salud perfecta.
Cuando estuvo en la Tierra el Señor Jesús no solo restauró la salud a muchas personas sino que resucitó de entre los muertos a la hija de doce años de Jairo, en Galilea; a un joven, hijo de una viuda, en Naín, y a su amado amigo, Lázaro, en Betania. Puesto que el Rey del nuevo mundo es “la resurrección y la vida,” él con el tiempo resucitará de entre los muertos a aquellas incontables cantidades de personas que están en la memoria de Dios. Asegurándonos esto, el Señor Jesús dijo: “No se maravillen de esto, porque la hora viene en la cual todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.”—Mar. 5:22-43; Luc. 7:11-15; Juan 11:1-44; 5:28, 29.
Estas personas serán resucitadas de entre los muertos, y tendrán la oportunidad de gozar de la Tierra paradisíaca eternamente. Esto es verdad aun respecto a los que reciben “una resurrección de juicio.” Uno de los que recibirá tal clase de resurrección es el malhechor creyente que murió al lado de Jesús en Gólgota. Expresando fe en Jesús, el malhechor había pedido: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino.” ¿Qué dijo Jesús en contestación? “Él le dijo: ‘En verdad te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso.’” (Luc. 23:42, 43) Por medio de su proceder futuro en el nuevo mundo paradisíaco, hombres como ese malhechor tendrán la oportunidad de probarse dignos del don de la vida eterna.
Lejos de ser una existencia monótona, la vida en el nuevo mundo paradisíaco estará llena de intereses embelesadores, trabajo gozoso y el placer interminable de aprender cosas nuevas.
No se hará nada en vano, porque la vida en el nuevo mundo paradisíaco traerá gloria diariamente a su Creador, Aquel que promete: “Ciertamente edificarán casas y tendrán toma de posesión; y ciertamente plantarán viñas y comerán el fruto de ellas. No edificarán y algún otro tomará posesión; no plantarán y algún otro comerá. Porque cual los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos la usarán a cabalidad. No se afanarán para nada.”—Isa. 65:21-23.
¿Le gustaría a usted vivir en el nuevo mundo paradisíaco de Dios? Entonces ahora es el tiempo para ‘agarrarse firmemente de la vida eterna.’ Viva ahora para el nuevo mundo.—1 Tim. 6:12.
Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo enderezará tus sendas.—Pro. 3:5, 6.