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La erudición católica... ¿es leal a la Palabra de Dios?La Atalaya 1984 | 15 de enero
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os he dicho” (Juan 14:26, BJ). Además, el testimonio del apóstol Pablo respecto a la resurrección de Cristo está perfectamente en armonía con el de los relatos de los Evangelios. (1 Corintios 15:1-8.)
¿Será usted leal a la Palabra de Dios?
La Iglesia Católica Romana ha declarado públicamente que insta al laicado a que lea la Biblia. Pero, como hemos visto, sus eruditos dicen muchas cosas que en realidad muestran que no son leales a la Biblia.
No obstante, ¿qué hay de usted? ¿Considera usted que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios? Si así es, entonces sea leal a ella. Lea las Escrituras con regularidad y estúdielas. Por supuesto, la Biblia está escrita de tal manera que es necesario buscar la ayuda de personas para aclarar el mensaje que contiene. Pero ¿no debería toda persona que ama la verdad asegurarse de que aquellos a quienes recurre para que le ayuden a entender la Palabra de Dios realmente sean leales a ésta?
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1984 | 15 de enero
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Preguntas de los lectores
◼ Cuando se dice en Hebreos 8:13 que el pacto de la Ley “envejece [y] está próximo a desvanecerse”, ¿se refiere al hecho de que se acercaba el fin del sistema judío en 70 E.C.?
No. Hay quienes han explicado Hebreos 8:13 de esta manera. Pero el contexto indica que se refiere a la situación en la que se encontraba el pacto de la Ley desde el tiempo en que Jeremías predijo el nuevo pacto.
En el capítulo ocho de Hebreos el apóstol Pablo establece un contraste entre dos pactos. El “primer pacto” fue el pacto de la Ley, cuyo mediador fue Moisés. El “segundo” o nuevo pacto es un ‘pacto mejor’, cuyo Mediador es Jesús y el cual “ha sido establecido legalmente sobre mejores promesas”. (Hebreos 8:6, 7.)
Pablo citó Jeremías 31:31-34, donde Jehová prometió ‘celebrar con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto’. Entonces el apóstol escribió: “Al decir él ‘un nuevo pacto’ ha hecho anticuado al anterior. Ahora bien, lo que se hace anticuado y envejece está próximo a desvanecerse”. (Hebreos 8:13.)
El libro de Hebreos fue escrito durante “la conclusión de los sistemas de cosas [judíos]”, probablemente unos nueve años antes de que los romanos destruyeran a Jerusalén en 70 E.C. (Hebreos 9:26). Por lo tanto, algunos han explicado el versículo en cuestión como sigue: Dios dejó de aprobar la Ley cuando murió Jesús, pero la adoración en el templo continuó hasta 70 E.C. Por eso cuando Pablo escribió Hebreos 8:13 el pacto de la Ley estaba ‘envejeciendo y próximo a desvanecerse por completo’, lo cual ocurrió en 70 E.C.
Pero hay otra explicación que está más en armonía con lo que dice el capítulo 8 de Hebreos.
Pablo estaba recalcando la declaración que Dios hizo mediante Jeremías de que un nuevo pacto reemplazaría al pacto de la Ley, el cual no era perfecto porque no podía producir un pueblo justo (Romanos 3:20). En los días de Jeremías debe haber sorprendido a los judíos oír que el pacto de la Ley había de ser reemplazado por un nuevo pacto mediante el cual podían perdonarse por completo los pecados.
No obstante, una vez que Dios había predicho específicamente que habría un nuevo pacto, el viejo pacto se hizo en cierto sentido anticuado. Aunque Dios permitió que éste permaneciera hasta que el Mesías llegara y sirviera de Mediador del nuevo pacto, podía decirse respecto al pacto de la Ley que sus días estaban contados desde que Jeremías escribió lo que se menciona arriba. Por eso el versículo Heb 8:13 empieza por decir: “Al decir él ‘un nuevo pacto’ ha hecho anticuado al anterior”. O, como J. B. Phillips vierte el texto al inglés: “El mero hecho de que Dios habla de un nuevo pacto [...] hace anticuado al viejo”.
La perspectiva de que el pacto de la Ley caería en desuso, perspectiva que existió desde que se escribió Jeremías 31:31-34, llegó a ser una realidad completa cuando la muerte de Jesús puso fin a la Ley. Por eso unos 28 años después, Pablo pudo agregar en el siguiente versículo: “Por su parte, pues, el pacto anterior tenía ordenanzas de servicio sagrado y su lugar santo mundanal”. (Hebreos 9:1.)
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