“La sabiduría está con los modestos”
¿LE GUSTARÍA a usted escaparse de muchas de las trampas y bochornos de la vida? ¿Le gustaría evitar el ofender innecesariamente a otros, sino más bien agradar a los que se hallan en su derredor? Y sobre todo, ¿le gustaría aminorar la probabilidad de ofender a su Creador? Entonces cultive la virtud de la modestia, porque le ayudará grandemente en todos estos respectos.
Mucho se ha escrito en alabanza de la modestia. Lo mejor de todo acerca del tema, sin embargo, se halla en la Palabra de Dios, la Biblia. Mediante precepto y ejemplos—que muestran tanto los buenos resultados de ser modesto como el mal que resulta del que uno carezca de esta calidad—la Biblia nos enseña la virtud de ser modesto.
“Modestia” y “modesto” tienen varios significados, tres de los cuales son de uso más general. Uno de los significados de modesto se relaciona con tamaño. Hablamos de una renta modesta, un hogar modesto o un modesto Salón del Reino. En este sentido modesto quiere decir lo que es moderado y no pretencioso. Los comienzos por lo general son modestos, y por eso Dios les preguntó a los judíos que regresaron del cautiverio en Babilonia: “¿Quién ha despreciado el día de las cosas pequeñas?” La reconstrucción del templo de Jehová en Jerusalén tuvo un comienzo modesto, pero no había de despreciarse. Después de todo, implicaba la adoración pura de Jehová Dios.—Zac. 4:10.
“Modesto” y “modestia” se usan también en el sentido de castidad, decencia y decoro. Generalmente los hombres necesitan guardarse del habla inmodesta, las mujeres contra el vestir inmodesto. Cuando el apóstol Pablo aconsejó a las mujeres a vestirse con modestia decorosa, usó el vocablo en este sentido: “Deseo que las mujeres se adornen con vestidos bien arreglados, con modestia y cordura.” La palabra griega que aquí se vierte “modestia” es aidós y proviene de una raíz que encierra la idea de ojos abatidos o encogimiento. El actual baile de furor “el twist” representa exactamente lo contrario de esta clase de modestia.—1 Tim. 2:9.
El tercer significado común que se da a modestia y el que nos interesa en particular en esta discusión es “conocimiento de las limitaciones de uno; ausencia de toda indebida confianza en sí mismo; careciendo de vanidad o engreimiento.” El ser modesto en este sentido es tener “una opinión limitada y no exagerada de las habilidades o el valor de uno.” (Webster) Significa el ejercer una reserva y es exactamente lo contrario del presumir demasiado: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra; pero la sabiduría está con los modestos.”—Pro. 11:2.
La palabra hebrea que aquí se vierte “modestos” se halla también en Miqueas 6:8, donde generalmente se traduce “humildemente.” Pero dice la Biblia de Soncino acerca de la expresión “andar humildemente”: “Uno está renuente a poner en tela de juicio una expresión que se haya hundido tan profundamente en el conocimiento religioso del género humano; sin embargo es dudoso que humildemente sea una traducción adecuada del hebreo. En la Biblia la raíz tsana se halla solamente aquí y en Pro. xi. 2 (en otras partes se usa anaw para expresar humildad). El léxico se dirige al hebreo rabínico para elucidación en cuanto a su significado, y allí la palabra significa ‘modestia,’ . . .” Pero ¿es “modestia” en el sentido de decencia o castidad, como sigue diciendo el hebreo rabínico? No, porque el contexto de Miqueas 6:8 deja muy patente que aquí, así como en Proverbios 11:2, lo que se recalca no es la modestia en el sentido de la castidad o decoro, sino modestia en el sentido de un conocimiento de las limitaciones de uno, de la relación de uno para con su Hacedor. Y por eso correctamente, y tal vez singularmente, la Traducción del Nuevo Mundo dice: “Él te ha dicho, oh hombre terrestre, lo que es bueno. ¿Y qué está pidiendo Jehová que le devuelvas sino que practiques la justicia y ames la bondad y seas modesto en andar con tu Dios?”
MODESTIA Y HUMILDAD
La modestia y la humildad están relacionadas estrechamente, pero no son idénticas. Lo contrario de la humildad es el orgullo; lo contrario de la modestia es el presumir demasiado, la vanidad y el engreimiento. “Humildad” proviene de la raíz humus, que significa tierra, y encierra la idea de no elevado. “Modestia” proviene de la raíz modestus, que significa moderado.
Podría decirse que la modestia es un aspecto de la humildad, la cual es la cualidad más básica. La persona humilde que sea de buen juicio, que sea sabia, que use mente sana, también será modesta. La persona humilde no se resentirá de sugerencias o crítica, pero la persona modesta tiene más probabilidad de preguntar: ¿En qué puedo mejorar? ¿Tiene usted algo que ofrecer?
Puesto que la modestia es el tener uno conocimiento de sus limitaciones, es una cualidad de personas que son finitas o limitadas. Todas las criaturas tienen sus limitaciones, y por eso la modestia les sienta bien. Empero el Creador, siendo infinito, no tiene limitación alguna, y por eso no leemos en ninguna parte de su Palabra que él sea modesto, pero sí leemos de su humildad: “Tu propia humildad me hará grande.” “¿Quién es como Jehová nuestro Dios, el que hace su morada en lo alto? Condesciende a mirar el cielo y la tierra.”—Sal. 18:35; 113:5, 6.
¿Significa esto que Dios es inmodesto? De ninguna manera. Sencillamente significa que la modestia es una virtud que no tiene aplicación a él.
Puesto que la modestia es un aspecto de la humildad que implica el pensar sano, la hallamos implícita en el consejo de Pablo a los romanos: “Digo a todo el que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que es necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga una mente sana.” Sí, así como es necesario que nos amemos y no obstante que no nos amemos demasiado a nosotros mismos, es necesario que pensemos algo de nosotros mismos pero no demasiado.—Rom. 12:3.
Nos ayuda a apreciar la distinción entre la modestia y la humildad el registro bíblico que muestra que, mientras que los fieles siervos de Dios siempre eran humildes, a veces erraron en cuanto a ser modestos. Por una parte, quizás hayan errado a causa de no conocer sus debilidades. El apóstol Pedro ciertamente era hombre humilde, sin embargo él repetidamente pensó mejorar lo que decía y hacía su Amo perfecto. Especialmente reveló su falta de modestia cuando dijo: “Aun si a todos los otros se les hace tropezar, a mí no se me hará.” Él era humilde, pero erró en cuanto a la modestia, porque no conocía sus propias limitaciones.—Mar. 14:29.
A veces la presión grande puede hacer que un siervo humilde de Dios yerre en este respecto. Moisés, aunque era el hombre más manso de toda la Tierra, en cierta ocasión, cuando se halló sumamente exasperado, presumió demasiado: “¡Oigan, ahora, rebeldes! ¿Es de este risco que les sacaremos agua a ustedes?” Dios tomó seriamente este error por parte de Moisés: “Porque no mostraron fe en mí para santificarme delante de los ojos de los hijos de Israel,” sino que inmodestamente tomaron el crédito para sí mismos, “ustedes no introducirán a esta congregación en” la Tierra Prometida.—Núm. 20:10, 12.
DIOS FAVORECE A LOS MODESTOS
¿Por qué se dice que “la sabiduría está con los modestos”? En primer lugar, porque Jehová Dios puede usar mejor a los que son modestos, que no confían en sí mismos, que conocen sus propias limitaciones. Los tales no quitarán de Jehová la atención atrayéndola a ellos mismos y también es más probable que los tales acudan a Jehová Dios por guía y fuerzas.
Tal como podría esperarse, Jesucristo es el más notable ejemplo de modestia que se halla en las Escrituras. Debido a esto su Padre pudo confiar tanto a sus manos. Aunque nadie podía convencerle de pecado y aunque Dios hizo que él fuese la única vía de acercamiento a su Padre, Jesús permaneció modesto, siempre dirigiendo a su Padre toda la gloria: “¿Por qué me llama usted bueno? Nadie es bueno, salvo uno, Dios.” “El Hijo no puede hacer ni una sola cosa de su propia iniciativa.” “Yo no busco mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió.”—Luc. 18:18, 19; Juan 5:19, 30; 8:46; 14:6.
Moisés, quien prefiguró a Jesucristo, de igual manera era por lo general modesto. En realidad, él estaba dolorosamente consciente de sus limitaciones. (Éxo. 3:11, 12; 4:10-13) Gedeón tenía la misma disposición mental: “Perdóname, Jehová. ¿Con qué he de salvar a Israel? ¡Mira! El millar mío es el menor en Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.” La presuntuosidad del rey Saúl hizo que él terminara mal, pero al principio él era modesto: “¿No fue cuando eras pequeño a tus propios ojos que fuiste cabeza de las tribus de Israel, y Jehová procedió a ungirte como rey sobre Israel?”—Jue. 6:15; 1 Sam. 15:17.
El rey Salomón también comenzó modestamente: “Dios, tú mismo has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, y yo no soy sino un niñito. No sé ni salir ni entrar.” Jeremías, cuando fue comisionado como profeta a las naciones, se expresó de manera parecida: “¡Ay, oh Señor Jehová! He aquí que realmente no sé hablar, pues solo soy muchacho.” Y sépase que en todos estos casos Jehová Dios suministró lo que ellos necesitaban además de alentarlos.—1 Rey. 3:7; Jer. 1:6.
No cabe duda respecto a ello, la modestia constituye una ventaja en nuestras relaciones para con nuestro Creador. El que quisiera ser usado más cabalmente por él tiene que ser modesto en andar con su Dios. Es verdad que es encomiable el que uno se esfuerce por el puesto de superintendente, pero esto debería hacerse, no ambiciosamente, sino con el debido conocimiento de las limitaciones de uno.—1 Tim. 3:1.
LA MODESTIA HACE AMIGOS
La sabiduría también está con los modestos porque la modestia ayuda a evitar ofender y a hacer amigos. Pocas cosas irritan tanto a otros como una falta de modestia, y pocas cosas conducen tanto a la buena voluntad como la modestia. Uno que presume demasiado tiende a pasar los límites de los derechos de otros y por eso despierta temor y antagonismo. Uno que no está consciente de sus propias limitaciones sin falta fastidiará a otros. Si somos modestos no estaremos hablando con demasía, no monopolizaremos las conversaciones, no nos pasaremos del tiempo asignado cuando damos un discurso programado. Además, no sonaremos ásperos, mal humorados o con volumen innecesariamente fuerte, sino que el tono mismo de nuestra voz será modesto, no presumido.
También, no alejaremos a nuestros conocidos, despertando envidia, rivalidad o el espíritu de tratar de mantenerse al paso con los vecinos pudientes mediante palabras o acciones. Más bien, seremos modestos en cuanto a la ropa que llevamos, en cuanto al automóvil que manejamos y en cuanto al hogar que ocupamos. No llamaremos atención a nuestros logros, fuesen en el negocio, en los deportes, en las artes o en el ministerio cristiano. Como nos recuerdan los proverbios: “El que la gente busque su propia gloria, ¿es gloria?” “Que un extraño, y no tu propia boca, te alabe; que un extranjero, y no tus propios labios, lo hagan.” La persona modesta no toca una trompeta para llamar atención a sus buenas obras sino que impedirá que su mano derecha sepa lo que hace su izquierda.—Pro. 25:27; 27:2; Mat. 6:1-6.
Aun podemos apaciguar a rivales ambiciosos por medio de incomodarnos para manifestar modestia. Eso es lo que hizo Gedeón, cuando los efraimitas “vehementemente trataron de armar pendencia con él.” Él calmó el enojo de ellos diciendo: ‘Pues, lo que yo hice no fue nada en comparación con ustedes. ¿No entregó Dios en sus manos, a los príncipes de Madián?’ La modestia de Gedeón dio resultados, porque “el espíritu de ellos se calmó para con él cuando habló esta palabra.”—Jue. 8:1-3.
LA MODESTIA UNA SALVAGUARDIA
La modestia también es el proceder de la sabiduría porque actúa como salvaguardia. Por una parte, ayuda a dar protección de las trampas del Diablo. Si Jesús no hubiera sido modesto bien pudiese haber cedido a una de las tentaciones por el Diablo. Satanás entrampó a muchos de la congregación de después de los apóstoles a causa de la falta de modestia de ellos.
La modestia también protege de las tentaciones que presenta el mundo. Ni Gedeón ni Jesús permitieron que la gente les hiciese reyes. Un hombre menos modesto habría cedido. La modestia protege a uno de los mundanos “deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno.”—1 Juan 2:16.
La modestia también nos protege de nuestras propias debilidades. Impedirá que seamos frustrados o desilusionados a causa de fijar demasiadas altas nuestras ambiciones o metas. Los dos discípulos que pidieron tener asientos a la derecha y a la izquierda de Jesús en su reino fueron desilusionados y Jesús tuvo que decirles: “No saben lo que están pidiendo.”—Mar. 10:38.
La modestia impedirá que seamos indebidamente afectados o por la alabanza de parte del público o por censura de parte del público. Hará que sea más fácil para los niños estar sumisos a sus padres; las esposas, a sus maridos; y los miembros de una congregación a sus superintendentes. La modestia impedirá que nos jactemos acerca del mañana. Y nos salvaguardará del bochorno innecesario, como cuando presumimos tomar el asiento más prominente en una fiesta y luego tenemos que cederlo a otro más distinguido que nosotros.—Luc. 14:8-10.
Verdaderamente “la sabiduría está con los modestos” y la Palabra de Dios nos da mucho consejo acerca de la modestia. La modestia nos pone en línea para ser usados más por nuestro Creador, sirve para mejorar las relaciones para con nuestros congéneres, nos salvaguarda de las tentaciones por parte de Satanás, del mundo y de la carne y nos ayuda a evitar desilusiones, frustraciones y bochornos innecesarios. De modo que hágase amigo de la modestia. Vístase de la modestia.
¡Ensalzado seas sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra sea ensalzada tu gloria!—Sal. 57:11, Mod.