Mostrando interés por los pobres
LAS campañas de caridad asociadas con el Día de acción de gracias, las navidades y el Día de año nuevo son tan regulares en su aparecimiento como los eternos monzones. Como un chubasco de lágrimas editoriales y oratorias viene desde la prensa y el púlpito el clamor por dinero para ayudar a los pobres, mientras que en alas de los despiadados vientos de la publicidad—a través del radio, la televisión, anuncios comerciales y cartelones, y muchos ardides sutiles—se lleva al público la enternecedora súplica. Tan grande es este diluvio de propaganda y tanto sacude esta súplica las emociones, que en muchos casos los pobres mismos son embaucados a tal grado que son los principales contribuyentes. Pero lo más triste de este doloroso cuadro es que además del número siempre creciente de personas que necesitan ayuda física la gente en general yace en desamparo espiritual y moral y está en una condición peligrosa.
Pero, ¿Por qué será, se preguntan los que meditan sobre ello, que existen tales condiciones? En el África nativa es la religión de brujería y demonolatría la causa básica, puesto que mantiene a la gente en ignorancia, superstición y temor. Lo mismo sucede con todas las razas primitivas. Las atrasadas condiciones de vida en la India se deben principalmente a viejísimas supersticiones y temores religiosos. En los países de comunismo impío es la “religión roja”, o sea, la adoración del estado, lo que mantiene a la gente en virtual cautiverio y esclavitud. Y en la cristiandad, aunque a algunos les parezca extraño, las falsas enseñanzas religiosas, los falsos credos y tradiciones y mandamientos de hombre son tanto directa como indirectamente responsables de la miseria física y espiritual de los pobres, no obstante la relumbrante ostentación de caridad por parte de la cristiandad.
No resta responsabilidad a la cristiandad el decir que el número creciente de viudas, huérfanos y tullidos, y las ruinas mentales, morales y físicas de esta época son sólo los productos resultantes de guerras, crímenes y calamidades. Es la cristiandad misma quien es responsable en gran medida por tales mortíferas condiciones. Si la cristiandad hubiese querido, podría haber evitado fácilmente las primera y segunda guerras mundiales. Si la cristiandad escogiera ser cristiana, su tierra no estaría llena de crimen e inmoralidad. Y si a su gente se le enseñara las leyes de Dios y sus mandamientos, su pobreza espiritual no existiría.
DESCÚBRESE EL FALSO INTERÉS POR LOS POBRES
Oiga la denuncia que Jehová Dios hace del prototipo de la cristiandad: “Porque entre mi pueblo se hallan hombres inicuos: están a la mira, como asechan los cazadores de aves; ponen trampas, . . . no defienden la causa, la causa del huérfano, y sin embargo prosperan; y no mantienen el derecho de los menesterosos.” “¡Ay de ti, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, raza de malhechores, hijos de vida estragada! ¡han abandonado a Jehová!” Y aun cuando Dios extiende misericordia y los invita a arrepentirse, rehusan: “¡Lavaos, limpiaos; . . . cesad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad lo justo; socorred al oprimido; mantened el derecho del huérfano, defended la causa de la viuda!” “Así habló Jehová de los Ejércitos a vuestros padres, diciendo: Ejecutad verdadera justicia, y usad de misericordia y de compasiones los unos para con los otros, y no oprimáis a la viuda y al huérfano, ni al extranjero, ni al pobre; ni maquinéis el mal en vuestros corazones los unos contra los otros. Mas ellos rehusaron escuchar.” El interés que la cristiandad aparentemente manifiesta por los pobres es pura hipocresía.—Jer. 5:26, 28; Isa. 1:4, 16, 17; Zac. 7:9-11.
Si Ezequiel, el profeta del Señor, viviera hoy no podría dar una descripción más exacta de la cristiandad que la que hizo por escrito hace 2,500 años. “Sus sacerdotes hacen violencia a mi ley, y profanan mis cosas santas; . . . Sus príncipes en medio de ella son como lobos que arrebatan la presa, derramando sangre, y destruyendo almas, a fin de obtener ganancias injustas. Y sus profetas les revocan la pared con tiza, viendo visiones vanas, y adivinando para ellos mentiras, diciendo: ¡Así dice Jehová el Señor! Cuando Jehová no ha hablado.” Y, como resultado, “el pueblo de la tierra practica la extorsión, y despoja fraudulentamente; y oprimen al pobre y al menesteroso, y al extranjero le saquean sin derecho.”—Eze. 22:26-29.
¡Oh cristiandad inicua! ¿Por qué has abandonado la adoración limpia de Dios? ¿Por qué te has unido con la inicua organización de Satanás que oprime a la gente y has venido a ser parte de ella? ¿Por qué no has mostrado interés por los pobres como manda Jehová? “¿No es más bien este el ayuno que yo escojo: Soltar las ligaduras de maldad, desatar las coyundas del yugo, enviar libres a los oprimidos, y que rompas todo yugo? ¿No es repartir al hambriento tu pan, y que a los pobres que no tienen hogar, los acojas en tu casa; que cuando veas al desnudo, le cubras?”—Isa. 58:6, 7.
PROVISIONES DE JEHOVÁ PARA LOS POBRES
Sabiendo que “nunca dejará de haber menesterosos en la tierra” hasta que el Armagedón destruya este sistema de cosas, Jehová Dios hizo provisiones específicas para el cuidado de los necesitados, no sólo de los que eran israelitas, sino también de los pobres que había entre los extranjeros y transeúntes en la tierra, incluyendo a las viudas y a los huérfanos y a las víctimas de la edad avanzada y la enfermedad. En el tiempo de la cosecha, por mandato especial de Dios, los rincones de los sembrados de grano habían de dejarse para los pobres. También las rebuscas de los viñedos y de los olivos eran para los pobres. Note la ilustración práctica de esta ley en el caso de Rut.—Lev. 19:9, 10; 23:22; Deu. 15:11; 24:19-21; Rut 2:2, 3.
Además de esto, cada tres años la décima parte o diezmo de todas las cosechas se había de dedicar al cuidado de los huérfanos y las viudas y personas en necesidad. Y entonces cada siete años cuando la tierra no habría de ser sembrada ni cultivada, lo que creciera por su propia cuenta era para satisfacer las necesidades de los pobres. (Éxo. 23:10, 11; Deu. 14:28, 29; 26:12, 13) El Dios de misericordia incluyó en su código de leyes otros reglamentos para cuidar y proteger a los pobres.—Lev. 25:25, 35-41, 47-54; Deu. 16:11, 14; 24:12-15.
Es verdad que los cristianos no están en sujeción al pacto de la Ley mosaico. Este con sus muchas ordenanzas fué borrado y clavado en el madero de tormento por Jehová, sin embargo el principio de mostrar liberalidad y prestar ayuda al desafortunado y oprimido es obligación para los cristianos hoy. Había una clase desdichada y oprimida en los días del ministerio de Jesús, y fué a ésta que él y sus discípulos prestaron atención especial.
Con relación a esto la Cyclopedia de McClintock & Strong hace la siguiente interesante observación bajo el tema “Pobres” (tomo 8, p. 400): “Esta palabra, en las Escrituras, muchas veces no denota tanto a un hombre desprovisto de las buenas cosas de este mundo como a un hombre que reconoce sus necesidades espirituales. En este sentido los hombres más grandes y ricos del mundo están a un mismo nivel con los más pobres a la vista de Dios.” De modo que encontramos que en su sermón del monte Jesús dice: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual, puesto que el reino de los cielos pertenece a ellos. Felices son los que tienen hambre y sed de justicia, puesto que serán saciados.”—Mat. 5:3, 6, NW.
A través de todo su ministerio Jesús amorosamente hizo cuanto pudo para consolar y ayudar al enfermo y necesitado. Dijo a los discípulos de Juan: “Los ciegos están viendo otra vez, y los cojos están andando, los leprosos están siendo limpiados y los sordos están oyendo, y los muertos están siendo levantados, y a los pobres se les está declarando las buenas nuevas.”—Mat. 11:4, 5, NW.
A su tiempo los apóstoles y discípulos mantuvieron ante sus hermanos cristianos la necesidad de la adoración limpia y pura de Jehová. Los pobres no habían de ser echados a un lado en las reuniones congregacionales para abrirle paso al rico. A los necesitados, a los huérfanos, a las viudas y a los pobres se les había de ayudar en toda forma posible. “La forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es ésta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación, y mantenerse sin mancha del mundo [del cual la cristiandad es una parte].”—Rom. 15:26; Gál. 2:10; Sant. 1:27; 2:1-9, 14-17, NW.
¡REGOCÍJENSE LOS POBRES!
Jesús describió de varias maneras cómo los líderes en los sistemas de religión falsa hacen una ostentación exterior de caridad en medio de mucho toque de trompeta; dan la apariencia de ser muy píos ante los demás debido a sus largas oraciones, pero internamente los tales hipócritas son codiciosos hasta el punto de devorar las casas de las viudas. (Mat. 6:1, 2; Luc. 20:46, 47) Son como el joven rico que pasaba por bueno pero que se puso triste cuando se le dijo que dispusiera de sus posesiones materiales en el interés de los pobres y siguiera a Jesús. Son como Judas Iscariote, el murmurador que simuló tanto amor a los pobres. La poca ayuda caritativa que los pobres consiguen de la cristiandad es como las migajas que el mendigo Lázaro recogía de la mesa del hombre rico, mientras los perros lamían sus llagas ulcerosas. Ni las migajas ni el lamido remedian la condición desdichada. Sólo Jehová librará al pobre de tal condición.—Mat. 19:16-24; Luc. 16:19-21; Juan 12:3-6.
¡Cuánto anima a la gente decaída saber que hay Uno ‘más alto que el más alto’ de los encumbrados de la cristiandad! (Éxo. 22:22-24; Ecl. 5:8, 9) Sí, Jehová el Todopoderoso oye el lamento de los medio muertos, y al oír, contesta sus oraciones y hace que acudan a su socorro sus ‘buenos samaritanos’, a saber, sus testigos despreciados por la cristiandad. Con ellos van compañeros que han demostrado que ellos también se interesan por los que tienen hambre y sed o están enfermos, desnudos o presos.—Mat. 25:34-36, 40; Luc. 10:29-37, NW.
El que oprime a los pobres vitupera a Jehová y “ciertamente morirá”. (Pro. 14:31; Eze. 18:12, 13; Sant. 5:1-6) Por otra parte, el que es generoso, el que sigue “el curso de la hospitalidad”, el que no es mezquino en sus regalos, como lo fueron Ananías y su esposa, el que abre la mano y distribuye voluntariamente “con liberalidad”, “no de mala gana o bajo compulsión,” ciertamente que “engordará” y “segará abundantemente” del amor y la misericordia de Jehová. “Dios ama al dador alegre,” y “hay más felicidad en dar que la que hay en recibir”, si se hace por amor.—Pro. 11:25; Hech. 5:1-6; 20:35; Rom. 12:8, 13; 1 Cor. 13:3; 2 Cor. 9:5-7, NW.