Por qué Edom ya no existe
¡QUÉ agradable es la vida cuando los miembros de una familia se quieren intensamente unos a otros! Los fuertes vínculos del cariño natural impiden que los celos, la amargura y los odios se desarrollen y desbaraten la paz y unidad de la familia. Pero cuando el cariño natural se desintegra, el resultado puede ser dificultad incalculable. En un caso, la corrosión de los vínculos naturales finalmente resultó en la extinción total de todo un pueblo, los edomitas.
Edom es solo otro nombre para Esaú, el hermano gemelo de Jacob del cual descendieron los israelitas. De modo que los israelitas y los edomitas estaban tan estrechamente relacionados como pudieran estarlo cualesquier personas. El Originador del arreglo de la familia, Jehová Dios, les mandó por lo tanto a los israelitas que mostraran debido respeto a su relación carnal con los edomitas. Se les mandó: “No debes detestar al edomita, pues es tu hermano.”—Deu. 23:7.
Sin embargo, desde el principio de su contacto con los israelitas como nación, los edomitas, que se establecieron en “la tierra de Seir,” no tomaron en consideración esta relación fraternal. (Gén. 32:3-8) Trataron a su nación hermana como a un verdadero enemigo. Fue una tribu edomita, la de los amalequitas, la que lanzó el primer ataque no provocado contra los israelitas después que éstos salieron de Egipto bajo la jefatura de Moisés.—Éxo. 17:8-16; Gén. 36:12.
Unos cuarenta años después, la petición respetuosa que les hizo Moisés de que les permitieran a los israelitas pasar por Edom por el camino del rey encontró oposición inflexible. Dos veces los edomitas rehusaron conceder permiso, y amenazaron con detener a los israelitas por la fuerza de las armas. La segunda vez una fuerza militar concentrada en realidad se colocó en posición de cerrarles el paso a los israelitas para que no pasaran por el país. Esto se hizo a pesar de que la súplica se había hecho con el fundamento de una relación fraternal. El mensaje que transmitieron los mensajeros enviados por Moisés principiaba así: “Esto es lo que tu hermano Israel ha dicho: ‘Tú mismo sabes bien toda la penalidad que nos ha alcanzado.’”—Núm. 20:14-21.
En los siglos que transcurrieron, la actitud de los edomitas para con su nación hermana no cambió. Durante el reinado del primer rey de Israel, Saúl, estalló guerra con Edom. (1 Sam. 14:47, 48) Luego, cuando David fue rey, los edomitas aprovecharon la oportunidad de invadir a Judá. Del Salmo 60 y su sobrescrito, parece que en esta ocasión los israelitas habían sufrido reveses mientras combatían en el norte con las fuerzas de Aram-naharaim y Aram-Soba. No obstante, los edomitas fueron subyugados, y David colocó guarniciones de tropas israelitas por todo Edom.—2 Sam. 8:14.
Después de eso, siempre que el poder de los reyes de Judá se debilitaba, los edomitas estaban prontos a aprovecharse de la situación, y hasta se aliaban con otros pueblos para combatir contra Israel.—2 Cró. 20:1, 2, 10, 11, 22; 28:16-20; Sal. 83:4-8.
Para fines del siglo séptimo a. de la E.C. la intensidad del odio de Edom por Israel sobresalió especialmente. En aquel tiempo los babilonios conquistaron el reino de Judá. Los edomitas se regocijaron por el desastre de su nación hermana, participaron en tomar despojo y hasta entregaron a los babilonios los escapados de Judá. (Abd. 1, 12-14) Codiciosamente trataron de ensanchar su territorio apoderándose de la tierra que anteriormente estaba bajo el control de los reinos de Israel y Judá.—Eze. 35:10-12.
Jehová Dios no dejó pasar inadvertidos estos hechos faltos de fraternidad. Por medio de sus profetas Abdías, Ezequiel y Jeremías, decretó ruina para Edom. En esencia, Jeremías y Abdías presentaron el mismo mensaje, lo cual hizo doblemente seguro el cumplimiento de la palabra de Jehová en cuanto a la caída de Edom: “Si fueran ladrones que vinieran a ti, si despojadores violentos vinieran de noche, ¿hasta qué grado se te hubiera reducido a silencio? ¿No hurtarían ellos tanto como quisieran? O si fueran vendimiadores que vinieran a ti, ¿no dejarían que algunos rebuscos quedaran? ¡Oh a qué grado han sido escudriñados los de Esaú! ¡Cómo han sido buscados sus tesoros ocultos!” (Abd. 5, 6; Jer. 49:9, 10) Sí, los ladrones solo roban lo que quieren, y los vendimiadores dejan rebuscos. Pero, en el caso de Esaú (Edom), nada sería pasado por alto cuando ellos fueran derrotados.
Y ¿por medio de quién vendría la calamidad? La respuesta profética fue: “Los hombres mismos que están en pacto contigo, todos te han engañado. Los hombres en paz contigo han prevalecido contra ti. Los que comen alimento contigo colocarán una red debajo de ti como uno en quien no hay discernimiento.” (Abd. 7) De modo que la derrota vendría a manos de las mismísimas personas con quienes los edomitas habían estado aliados, evidentemente los babilonios a quienes habían entregado los escapados de Judá.
Con el tiempo, según la profecía de Abdías, ‘no resultaría haber sobreviviente de la casa de Esaú.’ (Abd. 18) Los edomitas cesarían de existir como pueblo. Según la palabra profética dada por medio de Ezequiel, los israelitas iban a participar en el cumplimiento del juicio de Dios contra ellos. La palabra de Jehová por medio de Ezequiel fue: “Ciertamente traeré mi venganza sobre Edom por la mano de mi pueblo Israel; y tendrán que hacer en Edom según mi cólera y según mi furia.”—Eze. 25:14.
Nadie puede negar hoy que la palabra profética en cuanto a Edom se ha cumplido. Los edomitas han desaparecido completamente como pueblo. Y esto ha sucedido de la manera señalada en la profecía bíblica.
Josefo, el antiguo historiador judío, cuenta de la campaña militar de Nabucodonosor en Siria-Palestina durante el vigésimo tercer año de ese monarca. Sin duda en aquel tiempo los edomitas fueron subyugados, pero aquella derrota no quiso decir ruina total para su tierra. Desde aproximadamente el siglo quinto a. de la E.C. en adelante, nómadas árabes empezaron a ejercer presión en los edomitas. Para el tercer siglo a. de la E.C. los nabateos los habían hecho salir de su tierra central y situarse en el Neguev al sur de Judá. Con el tiempo los edomitas se mudaron más al norte, a la región en torno de Hebrón. Según el libro apócrifo de 1 Macabeos (5:3) sufrieron una derrota aplastante a manos del levita Judas Macabeo. Posteriormente, según Josefo, Juan Hircano, rey judío de la tribu de Leví, subyugó a los edomitas y les permitió permanecer en la tierra solo si se sometían a la circuncisión y concordaban en acatar la ley judía. Los edomitas obraron de acuerdo con aquella condición y con el tiempo fueron absorbidos por los judíos. Después de la destrucción de Jerusalén por los romanos en 70 E.C. los edomitas cesaron de existir totalmente como pueblo.
Así, una actitud de falta de fraternidad resultó en el fin de los edomitas como pueblo, en cumplimiento del decreto profético de Dios. Esto ilustra enérgicamente que Jehová Dios no pasa por alto la desatención voluntariosa a su voluntad y propósito. Además, los que persisten en actitudes y acciones contrarias a Sus caminos no podrán evitar el juicio adverso. Sabios de veras son todos los que viven en armonía con Su Palabra. Pues, como escribió el inspirado apóstol Juan, “el mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—1 Juan 2:17.