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El camino más excelente de amorLa Atalaya 1950 | 1 de mayo
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e impidan que goce de las cosas que tengo derecho de gozar?” Puesto que este proceder no resultaría en edificar a otros sino que posiblemente dañaría hasta a los que son cristianos, no sería un proceder amoroso. Porque no sufre su propia conciencia, debido al conocimiento que tiene, él podrá creer que no se está perjudicando. Pero sí se está perjudicando, porque está estorbando su propio crecimiento en amor, y Dios podría considerarlo responsable de la destrucción espiritual de otra persona por haber obrado de una manera egoísta en las cosas que él conocía como lícitas.
28 El conocimiento debe ayudarnos a expresar nuestro amor de una manera más servicial. Si el esposo conoce y entiende el caso de la mujer, él puede manifestar su cariño de una manera más sabia. Pedro aconseja a los esposos que hagan precisamente eso. Él dice: “Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia [conocimiento], dando honor á la mujer como á vaso más frágil, y como á herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas. Y finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables.” (1 Ped. 3:7, 8, Valera) Muy en armonía con la superioridad que tiene el amor sobre el conocimiento, Pedro manifiesta cómo los cristianos deben de crecer y obrar para no dejar de alcanzar el galardón celestial, y luego menciona el amor como el punto culminante. Dice que deben añadir diligentemente a su fe la virtud, y a su virtud el conocimiento, y luego al conocimiento no sólo el gobierno de sí mismos, la paciencia, y la piedad, sino también el cariño fraternal, y al cariño fraternal la cualidad coronaria de amor.—2 Ped. 1:5-7, margen.
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La fe con amorLa Atalaya 1950 | 1 de mayo
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La fe con amor
1. ¿Cómo podría uno adquirir fe, pero cómo únicamente sería de provecho?
EL CONOCIMIENTO es el fundamento para la fe. Romanos 10:14-17 lo manifiesta muy bien cuando dice: “¿Mas cómo le han de invocar, si no creen en él? o ¿cómo creerán en él, si de él nada han oído hablar? . . . Así que la fe proviene de oír, y el oír depende de la predicación de la palabra de Cristo.” (Torres Amat) Pero allá en los días de los apóstoles era posible recibir dones de fe por el poder del espíritu de Dios, cierta convicción que se implantaba en un cristiano por inspiración. Dice Pablo: “Porque a uno, por medio del espíritu, le es dada palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia, según el mismo espíritu; a otro, fe, por el mismo espíritu.” (1 Cor. 12:8, 9) Dicha fe o convicción que se concedía milagrosamente a ciertas personas era cosa necesaria en ese tiempo y resultaba en acciones. Porque los hombres y mujeres de la antigüedad mostraron su fe, se habla de ellos loablemente en el registro bíblico. La fe es cosa muy necesaria, porque la victoria sobre este mundo puede ganarse por un cristiano únicamente si tiene fe en el Dios Todopoderoso. Pero en este caso, también, el don de fe tiene que ir acompañado por el amor para que resulte en provecho eterno de uno mismo. Porque, dice el apóstol, “si tuviere toda la fe, de modo que pudiese remover montañas, mas no tuviere amor, nada soy.”—1 Cor. 13:2.
2. ¿Qué montañas debemos orar que sean removidas? ¿Con qué cualidad?
2 Cierto, Jesús sí les dijo a sus discípulos: “Si tuvieses fe como un grano de mostaza, pudierais decir a esta montaña: Pásate de aquí allá, y se pasaría; y nada os sería imposible.” (Mat. 17:20) Pero no existe registro que indique que él o alguno de sus discípulos jamás tuvo la necesidad de quitar del camino una montaña literal. No existe registro indicando que, sin dinamita o pala de vapor, ellos usaron nada más la fe y oraron al Dios Todopoderoso para que removiera una montaña, y, ¡presto! ésta haya sido alzada y depositada lejos de la vista en el mar. De modo que ninguno de nosotros debe pensar hoy día que jamás tendremos que orar con fe extraordinaria para que una montaña literal sea removida de nuestro camino. Sin duda el término montaña se refiere a obstáculos y dificultades vastos e imponentes que impiden nuestro progreso y que parecen ser tan invencibles e inmovibles como montañas literales. Como, por ejemplo, cuando el profeta Isaías describe la preparación del camino de Jehová para su pueblo desalojado, él dice que “todo monte y cerro [será] abatido”. O como cuando el profeta Zacarías le dice al gobernador judío Zorobabel acerca de la oposición organizada con que se confrontaba su obra de reconstrucción y luego le dice a los opositores organizados: “¿Qué eres tú, oh gran montaña? ante Zorobabel te convertirás en llanura; y él sacará la piedra de remate con aclamaciones de: ¡Gracia, gracia a ella!” (Isa. 40:4; Zac. 4:7) Pero para orar pidiendo la remoción de dichos obstáculos que se parecen a montañas requeriría una medida extraordinaria de fe, “TODA la fe.”
3. ¿Cómo tuvieron fe Adán y Eva y Judas, y con todo por qué fracasaron?
3 Entonces ¿qué? ¿No aseguraría esto que el poseedor de dicha fe excepcional vencería a todas las cosas en su camino, hasta el mismo mundo, y que por fin alcanzaría el premio de la vida eterna en el justo nuevo mundo? No, dice Pablo, a menos que junto con su fe tuviera amor. Pedro dijo que a la fe debe añadirse cariño fraternal y amor. Debido al conocimiento que Cristóbal Colón había adquirido por medio de cierta información y observaciones, él tenía fe de que esta tierra es redonda y actuó en armonía con esa fe y descubrió a la América; pero no tenía amor. Usando su fe sirvió a este mundo y sus intereses nacionales y comerciales. Debido a que Adán y Eva no vieron a Jehová Dios, su Creador, en el jardín del Edén era menester que tuvieran fe de que él existía, pero ellos fracasaron en la prueba de su amor hacia él. Dice Santiago: “Tú crees que Dios es uno solo. Bien haces: también los demonios lo creen, y tiemblan.” (Sant. 2:19)
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