Estados Unidos de América (Parte 1)
Nuestra narración empieza a mediados del siglo diecinueve. Todavía las carretas cubiertas que llevaban a los colonizadores a sectores remotos del Oeste americano cruzan las extensas llanuras. Grandes hatos de bisontes o búfalos —unos veinte millones en 1850— vagan todavía entre las cordilleras de los Apalaches y las montañas Rocosas.
La devastadora guerra de Secesión americana hace estragos en el país y siembra la muerte desde 1861 hasta 1865, después de lo cual viene una era de industrialización. En 1869 se completa el primer ferrocarril transcontinental. Durante los años setenta de aquel siglo se presentan en escena por primera vez la luz eléctrica y el teléfono. El tranvía eléctrico facilita el viaje en las ciudades para los años ochenta, y para el fin del siglo unos cuantos automóviles proclaman ruidosamente su presencia.
Predecir lo que sería el clima religioso de esta época era imposible, por no decir cosa peor. Carlos Darwin había abrazado la teoría de la evolución del hombre en su obra de 1859 Del origen de las especies. A medida que la evolución, la alta crítica de la Biblia, el ateísmo, el espiritismo y la incredulidad asaltaron a la religión organizada, la Iglesia Católica Romana celebró el primer Concilio del Vaticano (1869-1870), esforzándose así por fortalecer su posición, que se debilitaba. Varios otros grupos esperaban ansiosamente el pronto regreso de Cristo en la carne... pero en vano.
Sin embargo, “la conclusión del sistema de cosas” se acercaba. Ciertamente tenía que haber “trigo” —cristianos verdaderos— en algún lugar en el campo de Dios bajo cultivo por toda la Tierra. Pero ¿dónde?
‘UN DÍA DE COSAS PEQUEÑAS’
Es aproximadamente el año 1870, y el lugar es la ciudad de Allegheny, Pensilvania. Allegheny, que después llegó a ser parte de Pittsburgo, es una ciudad de muchas iglesias. Cierta noche un joven de dieciocho años transita por una de las calles de Allegheny. Según lo que él mismo admitió más tarde, su fe había sido “sacudida en cuanto a muchas doctrinas que había aceptado por largo tiempo” y él había caído “víctima fácil de la lógica de la incredulidad.” Pero esta noche lo atrae cierto cantar. Entra en un salón polvoriento y oscuro. ¿Qué busca? En sus propias palabras, “ver si el puñado de personas que se reunía allí tenía algo más inteligente que ofrecer que los credos de las iglesias prominentes.”
El joven se sentó y escuchó. Jonas Wendell, un segundo-adventista, pronunció el sermón. “Su exposición bíblica no era del todo clara,” declaró más tarde el joven que lo escuchó. Pero aquello tuvo cierto efecto. Él tuvo que admitir esto: “Fue suficiente, bajo Dios, para restablecer mi fe vacilante en la inspiración Divina de la Biblia, y para demostrar que los registros de los Apóstoles y los Profetas están indisolublemente enlazados. Lo que oí me envió a la Biblia a estudiar con más celo y cuidado que jamás antes.”
El joven inquisitivo era Charles Taze Russell, o Carlos Taze Russell. Nacido en Allegheny el 16 de febrero de 1852, era el segundo hijo de Joseph L. y Ann Eliza (Birney) Russell, ambos de descendencia escocesa-irlandesa. La madre de Carlos, que lo había dedicado a la obra del Señor desde el momento de su nacimiento, murió cuando él era un muchacho de nueve años. Pero de muy joven Carlos recibió de sus padres presbiterianos sus primeras impresiones en cuanto a religión. Con el tiempo se unió a la cercana Iglesia Congregacional debido a los puntos de vista más liberales de ésta.
Como simplemente un muchacho de once años, Carlos entró como socio en un negocio con su padre, y el jovencito mismo escribió los artículos de convenio según los cuales funcionó la empresa de ellos. A los quince años estaba asociado con su padre en una cadena creciente de tiendas de ropa para hombres. Con el tiempo, tenían tiendas en Pittsburgo, Filadelfia y en otros lugares.
Durante todo este tiempo, el joven Carlos era un estudiante sincero de las Escrituras. Quería servir a Dios hasta donde le permitieran sus habilidades. De hecho, en una ocasión, cuando tenía doce años, su padre lo halló en la tienda de la familia a las dos de la mañana, investigando una concordancia de la Biblia, ajeno a la hora.
A medida que creció, Russell se sintió perturbado espiritualmente. Especialmente le preocupaban las doctrinas del castigo eterno y de la predestinación. Razonaba: “Un Dios que usara su poder para crear a seres humanos de los que hubiese preconocido y predestinado que habrían de ser atormentados eternamente, no podría ser sabio, justo, ni amoroso. Su norma sería inferior a la de muchos hombres.” (1 Juan 4:8) No obstante, el joven Russell continuó creyendo en la existencia de Dios. Asaltada su mente por la preocupación en cuanto a doctrinas, examinó los varios credos de la cristiandad, estudió principales religiones orientales... y quedó gravemente desilusionado. ¿Dónde podía hallarse la verdad?
Un individuo que más tarde se asoció con Russell dice que para cuando éste tenía diecisiete años de edad razonó así: “Inútil es que trate de hallar algo razonable en cuanto al futuro en los credos o siquiera en la Biblia, así que lo que voy a hacer es olvidarme de todo y dar toda mi atención al negocio. Si obtengo dinero puedo usarlo para ayudar a la humanidad sufriente, aunque no pueda hacerles ningún bien espiritualmente.”
Fue mientras el joven Russell pensaba así que entró en aquel salón oscuro en Allegheny y oyó el sermón que ‘restableció su fe vacilante en la inspiración divina de la Biblia.’ Habló a varios jóvenes que conocía y les mencionó su intención de estudiar las Escrituras. Pronto este grupito —eran unos seis— empezó a reunirse semanalmente para estudiar la Biblia sistemáticamente. En sus reuniones regulares durante los años 1870 a 1875 el pensamiento religioso de estos hombres experimentó cambios profundos. Con el transcurso del tiempo, Jehová los bendijo con un aumento de esclarecimiento espiritual y verdad.—Sal. 43:3; Pro. 4:18.
“Llegamos a reconocer,” escribió Russell, “la diferencia entre nuestro Señor como ‘el hombre que se dio a sí mismo,’ y el Señor que vendría de nuevo, un ser espiritual. Vimos que los seres-espíritus pueden estar presentes, y sin embargo ser invisibles a los hombres. . . . nos sentimos grandemente apenados a causa del error de los segundo-adventistas, que esperaban a Cristo en la carne y que enseñaban que el mundo y todos los que estuvieran en él menos los segundo-adventistas serían consumidos por fuego en 1873 ó 1874, y cuyas computaciones de fechas y desengaños e ideas toscas en general sobre el tema del objeto y manera de su venida hicieron que nosotros y todos los que anhelaban y proclamaban Su Reino venidero recibiéramos cierto vituperio.”
Esforzándose solícitamente por contrarrestar aquellas enseñanzas erróneas, en 1873 C. T. Russell, entonces de veintiún años, escribió y publicó a costa de sí mismo un folleto intitulado “The Object and Manner of the Lord’s Return” (El objeto y manera de la vuelta del Señor). Se publicaron unos 50.000 ejemplares y se le dio amplia distribución.
Más o menos en enero de 1876 Russell recibió un ejemplar del periódico religioso The Herald of the Morning (El heraldo de la mañana). Por la cubierta, lo identificó con el movimiento adventista, pero su contenido le fue sorprendente. El director, N. H. Barbour, de Rochester, Nueva York, entendía que el objeto de la vuelta de Jesucristo no era destruir a todas las familias de la Tierra, sino bendecirlas, y que su venida sería como ladrón y no en la carne, sino como espíritu. De hecho, por profecías bíblicas relativas a tiempo Barbour pensaba que Cristo estaba entonces presente y que la obra de la siega de recoger el “trigo” y la “cizaña” (“mala hierba”) estaba ya en tiempo de efectuarse. Russell hizo arreglos para reunirse con Barbour y, como resultado de esto, la clase bíblica de Pittsburgo de unas treinta personas se afilió con el grupo de Rochester, Nueva York, de Barbour, que era un poco mayor. De sus propios fondos Russell contribuyó dinero para imprimir el Herald, que casi había sido suspendido, y llegó a ser director asociado de aquella publicación.
A la edad de veinticinco años, en 1877, Russell empezó a vender sus intereses de negocio y dedicó todo su tiempo a la actividad de predicar. Entonces estuvo viajando de ciudad en ciudad y pronunciando discursos bíblicos en reuniones públicas, en las calles y en iglesias protestantes. Debido a esta obra, se le llegó a conocer como “Pastor” Russell. Él se resolvió a gastar su fortuna en la promoción de la obra, dedicar su vida a la causa, prohibir colectas en todas las reuniones y depender de contribuciones no solicitadas para continuar la obra después que hubiese gastado todo su dinero.
En 1877, Barbour y Russell publicaron conjuntamente Three Worlds, and the Harvest of This World (Tres mundos, y la siega de este mundo). Este libro de 196 páginas combinaba información acerca de la Restitución con profecías bíblicas relativas a tiempo. Presentó el punto de vista de que la presencia invisible de Jesucristo y un período de cuarenta años que comenzaba con una siega de tres años y medio empezaron en el otoño de 1874.
Muy digna de nota fue la notable exactitud con la cual aquel libro señaló al fin de los Tiempos de los Gentiles, “los tiempos señalados de las naciones.” (Luc. 21:24) Mostró (en las páginas 83 y 189) que este período de 2.520 años, durante el cual las naciones gentiles o no judías gobernarían la Tierra sin la interferencia de un reino de Dios, comenzó con el derribo babilónico del reino de Judá a fines del siglo séptimo a. de la E.C. y terminaría en 1914 E.C. Aun antes de esto, sin embargo, C. T. Russell escribió un artículo intitulado “Tiempos de los Gentiles: ¿Cuándo terminan?” Fue publicado en el Bible Examiner (El escrutador de la Biblia) de octubre de 1876, y allí Russell dijo: “Los siete tiempos terminarán en 1914 A.C.” Correctamente había enlazado los Tiempos de los Gentiles con los “siete tiempos” que se mencionan en el libro de Daniel. (Dan. 4:16, 23, 25, 32) Según se había calculado, 1914 sí marcó el fin de esos tiempos y el nacimiento del reino de Dios en el cielo con Cristo Jesús como rey. ¡Imagínese! Jehová otorgó a su pueblo ese conocimiento casi cuatro décadas antes de vencerse aquellos tiempos.
Todo marchó bien por algún tiempo. Entonces vino la primavera del 1878. Barbour esperaba que los santos vivos en la Tierra serían entonces arrebatados corporalmente para estar con el Señor en el cielo para siempre. Pero esto no sucedió. Según Russell, Barbour “pareció pensar que necesariamente debería producir algo nuevo para distraer la atención del hecho de que los santos que vivían no habían sido arrebatados en masa.” Pronto hizo esto. “Para penosa sorpresa nuestra,” dice el relato de Russell, “el señor Barbour escribió poco después para The Herald un artículo en que negaba la doctrina de la expiación... en que negaba que la muerte de Cristo fuera el precio redentor para Adán y su raza, diciendo que la muerte de Cristo no tenía más mérito como pago por la pena incurrida por los pecados del hombre de lo que el pasar un alfiler a través del cuerpo de una mosca causándole sufrimiento y muerte podía ser considerado por un padre terrestre como pago justo por la mala conducta de su hijo.”
En el número de septiembre del Herald apareció el artículo de Russell “La expiación,” apoyando el rescate y contradiciendo el error de Barbour. Hasta diciembre de 1878 continuó la controversia en las páginas de aquella publicación. “Llegué a entender,” escribió Russell, “que el Señor ya no quería que ayudara monetariamente o que estuviera identificado con cualquier cosa que arrojara una influencia en oposición al principio fundamental de nuestra santa religión.” Por lo tanto, ¿qué hizo C. T. Russell? Él continúa así: “Por lo tanto, después de un esfuerzo cuidadoso, aunque infructuoso, por corregir el error, me separé completamente de The Herald of the Morning, y de todo compañerismo posterior con el señor Barbour.” Pero esto no era suficiente para mostrar su “lealtad continua hacia nuestro Señor y Redentor.” Por lo tanto, hizo más que aquello. Escribe Russell: “Por eso entendí que era la voluntad del Señor que yo empezara otra revista, en la cual se sostuviera en alto el estandarte de la Cruz, se defendiera la doctrina del Rescate, y se proclamaran las Buenas Nuevas de gran Gozo tan extensamente como fuera posible.”
C. T. Russell consideró que el Señor lo guiaba a dejar de viajar y a empezar a publicar una revista. Así, en julio de 1879 salió el primer número de Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence (La Torre del Vigía de Sión y Heraldo de la Presencia de Cristo). Esta revista, conocida ahora mundialmente como La Atalaya, siempre ha sostenido la doctrina bíblica del rescate. Según escribió Russell una vez: “Desde el principio ésta ha sido una defensora especial del Rescate; y, por la gracia de Dios, esperamos que lo siga siendo hasta el fin.”
El principio de esta publicación fue un “día de cosas pequeñas,” pues su primer número consistió en solo unos 6.000 ejemplares. (Zac. 4:10) C. T. Russell, presidente de la clase bíblica de Pittsburgo, era el director y publicador. Otros cinco estudiantes maduros de la Biblia sirvieron originalmente de contribuyentes regulares a sus columnas. La revista fue dedicada a Jehová y a los intereses del reino de Dios. Se colocaba la confianza en Dios, como se indica, por ejemplo, cuando se dijo en el segundo número: “‘Zion’s Watch Tower’ tiene, según creemos, a JEHOVÁ como su apoyador, y mientras éste sea el caso nunca mendigará ni hará petición a los hombres por apoyo. Cuando Aquel que dice: ‘Todo el oro y la plata de las montañas son míos,’ deje de proveer los fondos necesarios, entonces entenderemos que habrá llegado el tiempo de suspender la publicación.” Nunca ha sido suspendida la publicación. En vez de eso, la impresión ha aumentado a un promedio de más de 8.500.000 ejemplares de cada número para fines de 1974.
La resolución firme de defender y declarar la verdad bíblica había resultado en la bendición divina para aquellos estudiantes de la Biblia de los años setenta del siglo pasado. A pesar de que había crecido mucha “hierba mala” religiosa en el campo mundial, Dios había entrado en acción para identificar el “trigo” o los verdaderos cristianos. (Mat. 13:25, 37-39) Innegablemente Jehová estaba llamando a las personas “de la oscuridad a su luz maravillosa.” (1 Ped. 2:9) En 1879 y 1880 C. T. Russell y sus asociados fundaron unas treinta congregaciones en Pensilvania, Nueva Jersey, Nueva York, Massachusetts, Delaware, Ohio y Michigan. Russell mismo hizo arreglos para hacer visitas personales a cada congregación. Según su programa tenía una o varias reuniones bíblicas con cada grupo.
Aquellas primeras congregaciones fueron llamadas “ecclesias” (del griego ekklesía, que significa “congregación”) y a veces se les llamó “clases.” Todos los miembros de las congregaciones votaban como congregación sobre ciertos asuntos y también elegían una junta de ancianos, que tenían la responsabilidad de dirigir los asuntos de las congregaciones. Las ecclesias estaban vinculadas entre sí por aceptar el modelo o patrón de actividad de la congregación de Pittsburgo, donde C. T. Russell y otros escritores de la Watch Tower eran ancianos.
Jesucristo ‘predicó liberación a cautivos aprisionados.’ (Luc. 4:16-21; Isa. 61:1, 2) Para que personas de corazón honrado del siglo diecinueve obtuvieran la libertad que Dios da, era necesario que se denunciara el error religioso. Zion’s Watch Tower cumplía con ese propósito. Sin embargo, hubo otra cosa que ayudó a satisfacer esa necesidad... los “Tratados para Estudiantes de la Biblia” (también llamados “Antigua teología trimestral”), escritos en 1880 y después por Russell y sus colegas. Estos tratados se suministraban gratis para que los lectores de la Watch Tower los distribuyeran.
C. T. Russell y sus asociados creían que estaban en el tiempo de la siega, y ellos eran pocos... solo unos cien en 1881. Pero la gente necesitaba verdad libertadora, y por la bondad inmerecida de Dios la iban a recibir. “Se solicitan 1.000 predicadores” fue el título notable de un artículo de la Zion’s Watch Tower de abril de 1881. A los que podían dar la mitad de su tiempo o más exclusivamente a la obra del Señor, se les sugirió: “Salir a las ciudades grandes o pequeñas, según su habilidad, como Repartidores o Evangelizadores, buscando en todo lugar a los cristianos sinceros, muchos de los cuales tendrán un celo por Dios, pero no según conocimiento; a éstos tratar de manifestar las riquezas de la gracia de Nuestro Padre, y las hermosuras de Su palabra, dándoles tratados.” Entre otras cosas, estos repartidores (llamados en inglés colporteurs, predecesores de los publicadores precursores de hoy) habían de obtener suscripciones a la Watch Tower. Por supuesto, no todos los lectores de la Watch Tower podían ser predicadores de tiempo cabal, o que dedicaran todo su tiempo a la obra. Sin embargo, no se dejaba fuera a los que no pudieran dedicar todo su tiempo, porque se les dijo: “Si usted tiene media hora, o una hora, o dos, o tres, usted puede usarlas y esto será aceptable al Señor de la siega. ¿Quién puede prever las bendiciones que quizás fluyan de una hora de servicio bajo la dirección de Dios?”
Los deseados mil predicadores no respondieron entonces a la llamada a acción. (Durante 1885 hubo unos 300 repartidores.) Pero los siervos de Jehová sabían que debían predicar las buenas nuevas. Apropiadamente, Zion’s Watch Tower de julio y agosto de 1881 declaró: “¿Está usted predicando? Creemos que ninguno será de la manada pequeña aparte de los predicadores. . . . Sí, a todos se nos llamó para sufrir con él y para proclamar esas buenas nuevas ahora, para que al tiempo debido seamos glorificados y llevemos a cabo las cosas que ahora se predican. No se nos llamó, ni ungió para recibir honra y para acumular riquezas, sino para gastar y ser gastados, y para predicar las buenas nuevas.”
En aquel mismo año —1881— C. T. Russell completó dos folletos grandes. Uno se intitulaba “Tabernacle Teachings” (Enseñanzas del tabernáculo). El otro —Food for Thinking Christians (Alimento para cristianos pensadores)— denunciaba ciertos errores doctrinales y explicaba el propósito divino.
Originalmente la impresión de tratados y de Zion’s Watch Tower fue hecha casi enteramente por firmas comerciales. Pero si se había de dar expansión a la distribución de literatura, y si los Estudiantes de la Biblia (como se conocía entonces a los testigos de Jehová) habían de recibir contribuciones para efectuar la obra, se necesitaría alguna forma de sociedad. Por eso, a principios de 1881 se estableció la Sociedad Zion’s Watch Tower Tract como cuerpo no incorporado con C. T. Russell como su administrador. Él y otros contribuyeron generosamente unos 35.000 dólares para poner en funcionamiento esta organización de imprenta. Durante 1884 la Sociedad que anteriormente no estaba incorporada fue incorporada como la Zion’s Watch Tower Tract Society (Sociedad de Tratados La Torre del Vigía de Sión), y Russell fue su presidente. Hoy esta corporación religiosa es conocida como la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania (Sociedad de Biblias y Tratados la Torre del Vigía, de Pensilvania).
“El propósito con que se constituye la corporación,” dijo su escritura de constitución, “es: diseminar verdades de la Biblia en diferentes idiomas por medio de publicar tratados, folletos, papeles y otros documentos religiosos, y valiéndose de cualquier otro medio legal que su Junta Directiva, debidamente nombrada, considere conveniente para el adelanto del propósito expresado.”
El “diseminar verdades de la Biblia” dio un notable paso adelante con una serie de libros intitulados “Millennial Dawn” (La Aurora del Milenio) (más tarde llamados “Studies in the Scriptures” [Estudios de las Escrituras]). El tomo I, escrito por C. T. Russell en lenguaje fácilmente entendible, se publicó en 1886. Fue llamado primero “The Plan of the Ages” (El Plan de las Edades) y más tarde “The Divine Plan of the Ages” (El Plan Divino de las Edades) y trató temas como “La Existencia Establecida de un Supremo e Inteligente Creador,” “Venida de Nuestro Señor—Su Objeto, la Restitución de todas las Cosas,” “El Día del Juicio,” “El Reino de Dios” y “El Día de Jehová.” Durante un período de cuarenta años se distribuyeron seis millones de ejemplares de esta publicación, y éstos ayudaron a centenares de sinceros buscadores de la verdad a salir del cautiverio a la religión falsa y entrar en la libertad cristiana.
Con el transcurso del tiempo, C. T. Russell escribió otros cinco libros de la serie “Millennial Dawn.” Fueron: el tomo II, The Time Is at Hand (El tiempo ha llegado) (1889); el tomo III, Thy Kingdom Come (Venga a nos tu Reino) (1891); el tomo IV, The Battle of Armageddon (La batalla de Armagedón) (1897; originalmente llamado “The Day of Vengeance” [El día de la venganza]); el tomo V, The At-one-ment Between God and Man (La propiciación entre Dios y los hombres) (1899); el tomo VI, The New Creation (La nueva creación) (1904). Russell no sobrevivió para escribir un séptimo tomo de esta serie que se proponía producir.
¡Qué respuesta hubo a estas publicaciones cristianas! El espíritu de Dios impulsó a algunos individuos a entrar en acción. En algunos casos hubo un rápido retirarse de la religión falsa. “La verdad en él me cautivó el corazón inmediatamente,” escribió una señora en 1889, después de leer un tomo de Millennial Dawn. “Inmediatamente me aparté de la Iglesia Presbiteriana en la cual por largo tiempo había estado buscando a tientas la verdad en la oscuridad, sin encontrarla.” Un clérigo escribió en 1891: “Después de predicar en la iglesia M[etodista] E[piscopal] por tres años, mientras siempre buscaba solícitamente la verdad, ahora puedo, por la ayuda de Dios, ‘salir de ella.’”—Rev. 18:4.
En los pensamientos que otros le expresaron a la Sociedad por carta se despliega un profundo deseo de predicar las buenas nuevas. Por ejemplo, en 1891 un hombre y su esposa escribieron: “Hemos consagrado todo cuanto tenemos al Señor y a su servicio para que se use para la gloria de él; y, si es la voluntad del Señor, voy a tratar de emprender la obra de repartidor tan pronto como pueda hacer los arreglos para ello, y si el Señor acepta mi servicio y me bendice al hacer su obra, entonces dejaremos de mantener una casa y tanto mi esposa como yo participaremos en la obra de la siega.”
Muy interesante fue la correspondencia que la Sociedad recibió en 1894 de un hombre que había obtenido tomos de Millennial Dawn de dos repartidoras. Él leyó los libros, pidió más ejemplares, se suscribió a Zion’s Watch Tower, y se sintió impulsado a escribir: “Mi querida esposa y yo hemos leído estos libros con el interés más profundo, y consideramos una dádiva de Dios y una gran bendición el que hayamos tenido la oportunidad de recibirlos. En verdad son una ayuda para el estudio de la Biblia. Las grandes verdades reveladas en el estudio de esta serie sencillamente han cambiado por completo nuestros anhelos terrenales; y, dándonos cuenta, hasta cierto grado por lo menos, de la gran oportunidad de hacer algo por Cristo, es propósito nuestro valernos de esta oportunidad por medio de repartir estos libros, primero, entre nuestros parientes más cercanos y amigos, y luego entre los pobres que desean leerlos pero no tengan con qué comprarlos.” Esta carta estaba firmada por J. F. Rutherford, que se dedicó a Jehová doce años después y con el tiempo sucedió a C. T. Russell como presidente de la Sociedad Watch Tower.
LA CASA BÍBLICA
Los Estudiantes de la Biblia tuvieron oficinas centrales originalmente en el número 101 de la avenida Quinta, en Pittsburgo, y después en el 44 de la calle Federal, en Allegheny, Pensilvania. Para fines de los años ochenta del siglo pasado, sin embargo, la aceleración en la obra de publicar las buenas nuevas y recoger a las personas con cualidades de oveja hizo necesario que hubiera expansión. Por eso, el pueblo de Jehová construyó su propio edificio. Este edificio de ladrillo de cuatro pisos situado en el número 56-60 (más tarde cambiado a 610-614) de la calle Arch, en Allegheny, fue completado en 1889 al costo de 34.000 dólares y fue conocido como “Bible House” (Casa Bíblica). Originalmente tuvo el título de la propiedad la Compañía Tower Publishing, una empresa particular administrada por C. T. Russell que por varios años publicó literatura para la Sociedad Watch Tower a un precio convenido. En abril de 1898 la propiedad de este establecimiento y los bienes raíces fueron transferidos por donación a la Sociedad Watch Tower, y su junta de directores tasó en 164.033,65 dólares el edificio y el equipo.
La Casa Bíblica sirvió de oficina central de la Sociedad por aproximadamente veinte años.
“¿Qué clase de experiencia era vivir en la Casa Bíblica en 1907?” pregunta Ora Sullivan Wakefield. Contestando su propia pregunta, dice, en parte: “Éramos solo treinta en la ‘familia’ y puesto que el grupo era pequeño era verdaderamente una familia. . . . Todos comíamos, dormíamos, trabajábamos y adorábamos en aquel solo edificio. La capilla también tenía un lugar que servía para bautismos debajo de la plataforma.”
¡Imagínese! Allá en 1890 había solo unos cuatrocientos asociados activos de la Sociedad Watch Tower. Pero el espíritu santo de Jehová estaba obrando y produciendo excelentes resultados. (Zac. 4:6, 10) Por consiguiente, los años noventa fueron tiempos de aumento. De hecho, centenares de personas se reunieron para la conmemoración de la muerte de Jesucristo el 26 de marzo de 1899, y un informe incompleto da la cifra de 339 grupos con 2.501 participantes. Ciertamente las personas de cualidades de oveja estaban apresurándose a entrar “en el aprisco.”—Miq. 2:12.
El desarrollo de la obra de predicar había sido estimulado por el viaje de C. T. Russell al extranjero en 1891. En este viaje de más de 27.300 kilómetros él y sus acompañantes fueron a Europa, Asia y África. Después de eso se estableció un almacén de publicaciones en Londres. Además, se hicieron arreglos para publicar la literatura de la Sociedad en alemán, francés, sueco, danés-noruego, polaco, griego y, más tarde, en italiano.
“VAMOS A LA CASA DE JEHOVÁ”
David se regocijaba cuando se decía: “Vamos a la casa de Jehová.” (Sal. 122:1) Se puede comparar con esto el deleite que sentían los primeros Estudiantes de la Biblia al congregarse para reuniones y asambleas. (Heb. 10:23-25) Había muchas recompensas espirituales, pero una cosa siempre faltaba... el platillo de las colectas. A todas las reuniones y asambleas de los testigos cristianos de Jehová aplica el lema “Asientos gratis; no se hacen colectas.” Y eso es muy correcto, en vista de estas palabras de Jesucristo: “Recibieron gratis, den gratis.” Las contribuciones voluntarias han servido para cubrir todo gasto asociado con los lugares de reunión del pueblo de Jehová.—Mat. 10:8; 2 Cor. 9:7.
Supongamos que acompañamos a nuestros compañeros de creencia del pasado mientras viajan a sus reuniones semanales. “Antes y después del principio de este siglo,” comenta Ralph H. Leffler, “eran muy, muy pocas las reuniones que nos perdíamos. En aquellos días no teníamos automóviles. La única manera en que nosotros los que vivíamos en el campo a unos ocho kilómetros del pueblo podíamos llegar a las reuniones era o caminando . . . o usando un cochecillo tirado por un caballo. Muchas, muchas veces usamos un cochecillo o coche corriente para el viaje de ida y vuelta de más de quince kilómetros dos veces cada domingo para asistir a las reuniones. Año tras año, verano e invierno, bajo lluvia o sol, nos dábamos cuenta de que teníamos el privilegio de aprender cada vez más y más acerca de las verdades de la Biblia y fortalecer nuestra fe. No queríamos perder ninguna oportunidad de asociarnos con otras personas de la misma fe.” Hazelle y Helen Krull declaran: “Cuando la nieve cubría el suelo íbamos en trineo tirado por caballo, y cubríamos el caballo con una frazada durante la reunión. A veces el caballo esperaba pacientemente y a veces pateaba con impaciencia.”
¿Cómo eran aquellas reuniones del principio? Una de ellas se basaba en Tabernacle Shadows of the Better Sacrifices, (Sombras del Tabernáculo de los Sacrificios Mejores) publicado originalmente por la Sociedad en 1881. Esta publicación consideraba el significado profético del tabernáculo de Israel y los sacrificios que se ofrecían allí. Hasta los niñitos se beneficiaban mucho de estos estudios. Sara C. Kaelin, recordando estas reuniones como se celebraron en cierto hogar, dice lo siguiente: “El grupo había aumentado y a veces los niños tenían que sentarse en los escalones que llevaban al piso alto, pero todos tenían que aprender y contestar preguntas. ¿Qué representaba el toro? ¿El Patio? ¿El Santo? ¿El Santísimo? ¿El Día de la Expiación? ¿El sumo sacerdote? ¿El subsacerdote? Quedaba tan grabado en nuestra mente que podíamos visualizar al sumo sacerdote ejecutando sus deberes y sabíamos lo que aquello significaba.”
Los miércoles por la noche se celebraban “Reuniones de las Cabañas.” Estas también llegaron a conocerse como Reuniones de Oración, Alabanza y Testimonio. De ellas Edith R. Brenisen escribe: “Después de un himno y una oración, el que dirigía leía un texto bíblico apropiado, hacía unos comentarios, y entonces la reunión pasaba a los hermanos para que comentaran como quisieran. A veces era una experiencia gozosa que habían tenido en la obra del servicio o alguna evidencia de dirección o protección especial de Jehová. Uno tenía libertad para ofrecer una oración o pedir que se cantara cierto himno, cuyas palabras a menudo expresaban los pensamientos del corazón de uno mejor de lo que uno pudiera hacerlo. Era una noche para meditar en el cuidado amoroso de Jehová y para asociarnos estrechamente con nuestros hermanos y hermanas. Mientras escuchábamos algunas de sus experiencias llegábamos a conocerlos mejor. El observar su fidelidad, ver cómo vencían sus dificultades, a menudo nos ayudaba a resolver algunas de nuestras propias perplejidades.” Esta reunión fue precursora de lo que desde entonces ha llegado a ser la reunión de servicio, que celebran hoy los testigos de Jehová cada semana y que tan útil les es en su obra de predicar.
En aquellos días del principio, los viernes por las noches se celebraban los “Círculos de la Aurora.” Estos estudios bíblicos se llamaban así debido a que se usaban tomos de Millennial Dawn (La Aurora del Milenio). Ralph H. Leffler recuerda que se acostumbraba dedicar la noche del domingo a un estudio bíblico o un discurso acerca de las Escrituras. Era posible que se pronunciara lo que se conocía como un “discurso del mapa.” ¿Qué era esto? El hermano Leffler explica: “Debajo de la cubierta anterior del tomo I de Estudios de las Escrituras había una tabla gráfica larga . . . Aquella tabla se amplió al tamaño de un letrero largo . . . y podía comprarse de la Casa Bíblica en Allegheny, Pensilvania. Aquella tabla gráfica se colgaba de la pared frente al auditorio para que todos la vieran mientras el discursante de la ocasión explicaba sus muchos arcos y pirámides. La tabla era una ilustración gráfica de los principales acontecimientos bíblicos desde la creación del hombre hasta el fin del milenio y el principio de las ‘edades o épocas venideras.’ . . . Aprendíamos mucho acerca de la historia bíblica por medio de estos discursos del ‘mapa.’ Y se pronunciaban con frecuencia.”
Los “discursos del mapa” se podían presentar en los lugares de reunión corrientes del pueblo de Jehová o en otros lugares. ¿Eran eficaces estos discursos? C. E. Sillaway recuerda lo siguiente: “Los discursos tienen que haber llevado algún fruto, porque el grupito creció de seis adultos a unos quince en menos de dos años.” En cierta ocasión, William P. Mockridge pronunció un discurso del mapa en una iglesia bautista en Long Island City, Nueva York, “con el resultado de que varios miembros de la iglesia [del predicador bautista] entraron en la verdad y el ministro . . . C. A. Erickson también entró en la verdad y llegó a ser uno de los oradores . . . viajantes de la Sociedad.”
La conmemoración anual de la muerte de Jesucristo ofrecía a los Estudiantes de la Biblia de aquellos principios oportunidades de celebrar asambleas. (1 Cor. 11:23-26) Una de aquellas reuniones se celebró en Allegheny, Pensilvania, del 7 al 14 de abril de 1892. En el auditorio hubo unos 400 siervos de Jehová y personas que mostraban interés de unos veinte estados y de Manitoba, Canadá. Desde entonces, por supuesto, se han celebrado asambleas del pueblo de Dios espiritualmente recompensadoras en muchas ciudades por los Estados Unidos y el mundo. ¡Y cómo ha hecho crecer las cosas Jehová! ¡La Asamblea Internacional “Voluntad Divina” de los Testigos de Jehová en 1958, atrajo a la ciudad de Nueva York un auditorio combinado de 253.922 personas de más de 123 países al Estadio Yanqui y el Polo Grounds!
ANIMOSOS Y DE CORAZÓN FUERTE EN EL SERVICIO DE DIOS
“¡Se desean voluntarios!”... ése fue el notable título de un artículo de Zion’s Watch Tower del 15 de abril de 1899. En él se proponía un nuevo método de diseminar las verdades bíblicas... uno que indudablemente sorprendería al clero de la cristiandad. Para participar en esta obra, se tendría que ser animosos y de corazón fuerte. (Sal. 31:24) El pueblo de Jehová de aquel tiempo recibió la oportunidad de participar en una distribución gratuita, en escala grande, de 300.000 ejemplares de un nuevo folleto intitulado “The Bible vs. Evolution” (La Biblia contra la evolución). Este se entregaría a la gente cuando salieran de las iglesias los domingos. Voluntarios cristianos por miles respondieron de todo corazón, y se hizo una gran obra en los Estados Unidos, Canadá y Europa.
Esta obra voluntaria continuó por años, especialmente los domingos, y con el tiempo llegó a incluir la distribución de tratados de casa en casa. Se publicaban nuevos tratados por lo menos dos veces al año y se entregaban por millones a los que asistían a las iglesias. Desde 1909 en adelante, la Sociedad Watch Tower presentó una nueva serie de tratados llamados “Peoples Pulpit” (El púlpito de la gente) (que después fue llamado “Everybody’s Paper” [El periódico de todos] y más tarde “The Bible Students Monthly” [Mensuario de los Estudiantes de la Biblia]). Por medio de estos tratados mensuales se denunciaba el error religioso, se explicaban verdades bíblicas y se advertía a las naciones acerca del año muy significativo de 1914. Caricaturas e ilustraciones hacían más eficaces estos tratados. Por medio de esta distribución de tratados, los siervos de Dios se hicieron cada vez más conocidos al público, y llegaron a ser conocidos extensamente como Estudiantes de la Biblia y Estudiantes Internacionales de la Biblia.
“Cada clase tenía un Capitán Voluntario que planeaba la obra,” dice Edith R. Brenisen, “y a los trabajadores se les llamaba Voluntarios. . . . Pasábamos los domingos por la mañana en esta obra de voluntarios. Íbamos a las puertas de las iglesias. Entregábamos los tratados a la gente a medida que salían de las iglesias. . . . A las doce en punto, mientras la gente salía, les entregábamos la literatura y entonces esperábamos hasta la una para rendir el mismo servicio a los que permanecían allí para la escuela dominical. Casi todos tomaban los tratados. Algunos arrojaban el suyo al suelo, y por supuesto, nosotros los recogíamos. El mensaje que contenían los tratados era ‘Salid de ella, pueblo mío.’”
Se pasaban muchas noches agradables preparando los tratados para la distribución. Margaret Duth recuerda las noches en las cuales compañeros cristianos se reunían en su hogar con ese fin, y escribe: “Abríamos la mesa del comedor a toda su extensión y algunos de nosotros separábamos los tratados mientras otros los doblaban; otro grupo estampaba en ellos la hora y el lugar del discurso del domingo por la tarde.”
Después venía la distribución misma. Según Samuel Van Sipma, ésta “era una actividad de los Estudiantes de la Biblia en la cual casi todos participábamos.” Añade: “Muchos de nosotros nos levantábamos temprano el domingo por la mañana [como a las cinco] y dejábamos tratados en las entradas o debajo de la puerta de los hogares en una sección asignada de territorio; dos o cuatro por lo general trabajábamos juntos. Por supuesto, también se distribuían tratados en otras ocasiones . . . Algunos, sin equivocarse, han llamado a esta actividad de los tratados una de esparcir piedras preciosas como el rocío matutino, y sin duda alguna muchos individuos ciertamente fueron refrescados como resultado de leer estas inspiradoras páginas de verdad divina.”
Hasta los niños cristianos participaban en la obra de distribuir los tratados. Grace A. Estep recuerda que ella y sus dos hermanos mayores “subían de puntillas a las entradas de las casas los domingos por la mañana y metían los tratados por debajo de las puertas.” Ciertamente era posible encontrarse con oposición, según continúa diciendo la hermana Estep: “A veces, de repente se abría una puerta y aparecía una persona mayor que era un verdadero gigante, y por lo general salía gritando insultos y a veces nos hacía correr con escobas o bastones o brazos que azotaban el aire, y nos amenazaba para que no nos atreviéramos a volver jamás. . . . Sin embargo, en algunas ocasiones alguien aceptaba el tratado o se sonreía con nosotros, y entonces nos apresurábamos a casa a decírselo a nuestros padres.”
El uso de tratados produjo buenos resultados. Por ejemplo, Victor V. Blackwell nos dice: “Fue un tratado lo que llevó la verdad del Reino a nuestro hogar. Un tratado fue el principio de un sólido fundamento de verdad bíblica para mi padre, mi madre, para mí mismo y los hijos, además de muchas otras personas que aceptaron y abrazaron la información inspiradora de verdadera esperanza y fe acerca del gobierno del Reino para toda la humanidad.”
UTILIZANDO LA PRENSA PÚBLICA
“Otro rasgo [de la obra] que no puede pasarse livianamente por alto,” dice George E. Hannan, “fue la publicación de los sermones del Pastor Russell en los periódicos.” Se organizó un sindicato periodístico internacional que presentaba los sermones de C. T. Russell. Aunque Russell estuviera viajando, semanalmente enviaba a este grupo sindicado, compuesto de cuatro miembros del personal de la central de la Sociedad, un sermón de aproximadamente dos columnas periodísticas de largo. Ellos, en cambio, lo telegrafiaban de nuevo a periódicos de los Estados Unidos, Canadá y Europa. La Sociedad pagaba el gasto telegráfico, pero el espacio periodístico se suministraba gratis.
Una publicación llamada “The Continent” declaró lo siguiente en cierta ocasión acerca de C. T. Russell: “Se dice que cada semana sus escritos tienen mayor circulación periodística que los de cualquier otro hombre viviente; indudablemente mayor que la circulación combinada de los escritos de todos los sacerdotes y predicadores de la América del Norte; y aun mayor que la obra de Arthur Brisbane, Norman Hapgood, George Horace Lorimer, el Dr. Frank Crane, Frederick Haskins, y otra docena de los más conocidos redactores y escritores sindicados puestos juntos.” Pero lo importante no era Russell como hombre. La amplia circulación de las buenas nuevas era vitalmente significativa. “Más de 2.000 periódicos, con una circulación combinada de quince millones de lectores, publicaron en cierto tiempo sus discursos,” dijo The Watch Tower del 1 de diciembre de 1916. “En total, más de 4.000 periódicos publicaron estos sermones.” Esto era pues, otro medio de esparcir las verdades bíblicas.
“OBRA DE EXTENSIÓN DE LAS CLASES”
Las valerosas actividades de los siervos de Jehová se intensificaron a medida que otro rasgo de su obra se manifestó en 1911. Esta obra, conocida como la “obra de extensión de las clases,” fue una extensa campaña de discursos públicos. Cuarenta y ocho ministros viajantes empezaron esta nueva obra, al ser enviados en rutas asignadas como oradores públicos. Pero la “obra de extensión de las clases” envolvía más que esto. Se obtenían los nombres y las direcciones de las personas que mostraban interés y asistían a las conferencias, y estos individuos eran visitados en sus hogares por Estudiantes de la Biblia, todo en un esfuerzo por recoger a éstos y formar nuevas congregaciones. Los repartidores ayudaban a organizar estas congregaciones, y se formaron muchas nuevas. De hecho, para 1914 funcionaban 1.200 congregaciones relacionadas con la Sociedad Watch Tower por toda la Tierra.
“Una vez que se obtenía el uso de un salón para un discurso público,” dicen Hazelle y Helen Krull, “hacíamos arreglos para publicar anuncios en los periódicos semanales y visitábamos a la gente para invitarla personalmente. También colocábamos a la entrada del salón un cartel, con un anuncio de la reunión escrito en tiza. En muchos de estos salones solo había luz de lámpara. Si en la reunión inicial se mostraba interés, pronunciábamos otros discursos después. Nos asegurábamos de saludar y hablar personalmente con cada persona del grupito que se reunía (y por lo general era un grupo pequeñito) y visitar los hogares de los que mostraban interés para aumentar su interés.”
VIAJANDO CON LOS PEREGRINOS
En la fecha temprana de 1894, veintiún representantes viajantes de la Sociedad Watch Tower fueron enviados para celebrar reuniones públicas y edificar espiritualmente a las congregaciones de Estudiantes de la Biblia. Estos viajaban en una ruta fija, y a medida que el número de congregaciones creció, más peregrinos, como se les llamaba, fueron enviados. Los peregrinos atendieron los intereses del pueblo de Dios desde la década de los noventa del siglo diecinueve hasta fines de la década de los veinte del siglo veinte. Tenían una actitud como la de Pablo, quien dijo a cristianos romanos: “Anhelo verlos, para impartirles algún don espiritual a fin de que sean hechos firmes; o, más bien, para que haya un intercambio de estímulo entre ustedes, por cada uno mediante la fe del otro, tanto la de ustedes como la mía.”—Rom. 1:11, 12.
Las características personales de los peregrinos viajantes variaban, como variaron las de los apóstoles de Jesucristo. (Luc. 9:54; Juan 20:24, 25; 21:7, 8) “El hermano Thorn se comportaba con gran mansedumbre, era un hombrecito que presentaba una muy bien arreglada apariencia, y lucía una pequeña barba puntiaguda,” comenta Grant Suiter, y añade: “Los peregrinos presentaban una apariencia impresionantemente nítida. . . . Lo más importante era que ayudaban a los que les escuchaban a desarrollar fe en la Palabra de Dios.” Cuando Harold B. Duncan vio por primera vez al hermano Thorn, “quedó una impresión duradera de amor.” El hermano Duncan dice: “Su discurso al grupo era como el habla de un padre que estuviera dando consejo amoroso y afectuoso a sus hijos e hijas, y nietos, como si fuera a la manera de un patriarca de la antigüedad.”
Grace A. Estep recuerda lo siguiente: “Al hermano Hersee le agradaba mucho la música, y después que nosotros los niños habíamos sido enviados a la cama, mamá tocaba el piano, papá el violín, y el hermano Hersee cantaba los ‘himnos.’ . . . De los otros a quienes conocíamos y amábamos tanto —el hermano [Clayton J.] Woodworth, el hermano Macmillan y otros cuyas vidas eran tan excelente ejemplo de perseverancia— hay un afecto especial para el hermano Van Amburgh. Él estaba tan lleno de gentileza y ternura para con los ‘muy amados’ que muchas veces me hacía pensar en que así debería haber sido el amado apóstol Juan.”
Mirando atrás a los días de su juventud cuando hermanos peregrinos se alojaban en su hogar, Ethel G. Rohner declara: “Siempre estaban interesados en nosotros los jóvenes... también en mi hermana y mi hermano. Sus visitas eran siempre un gozo para nosotros. Como jovencita, me impresionaba hasta cierto grado la tranquila confianza y fe de ellos... que aceptaban todas las cosas como la voluntad de Jehová. Realmente dejaron para nosotros los jóvenes un excelente ejemplo de fortaleza y fe cristiana.”
Indudablemente muchos de los peregrinos también inspiraron afecto en sus compañeros de creencia porque se comportaban como “en su casa” cuando visitaban. “¿Qué hacía tan agradable la visita?” pregunta Mary M. Hinds. Contesta: “Terminados los saludos, el peregrino le hace preguntas a papá acerca de las reuniones públicas, si tiene o no preguntas en cuanto a los artículos de The Watch Tower, cómo van las cosas en el pueblecito, si hay otra persona que esté mostrando interés desde la última visita, y otras preguntas rutinarias. Por unos momentos dirige la atención a nosotros los niños (tres de nosotros para este tiempo) antes de retirarse a su habitación. ‘¡Qué amable es! ¡Nos habla!’ Quedamos emocionados y con un buen principio para disfrutar de cada minuto de su visita a nosotros, un período que por lo general era de un día o dos. Pudiera ser Benjamin Barton, que me ha dado una tarjeta postal que trajo de la asamblea de 1910 en Chatauqua Lake, y él ha pegado su fotografía detrás. O quizás el hermano J. A. Bohnet le ha hecho una cometa a mi hermano y está ayudándolo a hacerla volar. . . . Quizás el hermano A. H. Macmillan toma un momento para ir con nosotros al sembrado de maíz y seleccionar seis buenas mazorcas de maíz para su comida.”
“Algunos de los peregrinos tenían peculiaridades personales que, por supuesto, se notaban,” admite Harold P. Woodworth, “pero había cualidades sobresalientes... dádivas del espíritu santo que dejaban una influencia profunda y duradera.” La hermana Newell, esposa del hermano Earl E. Newell, dice: “Nunca jamás olvidaré una declaración que hizo el hermano Thorn que me ha ayudado hasta este día. Dijo, y cito: ‘Cuando llego a pensar demasiado de mí mismo, me llevo a un rincón, por decirlo así, y me digo: “Mira, motita de polvo. ¿Qué tienes para que se te suba el orgullo?”’” Un rasgo notable, ciertamente, porque “el resultado de la humildad y del temor de Jehová es riquezas y gloria y vida.”—Pro. 22:4.
A estos peregrinos viajantes no les era cosa fácil viajar de un lugar a otro continuamente. Acerca de los viajes de su esposo Edward, que en un tiempo rindió servicio de peregrino, Edith R. Brenisen escribió: “Con frecuencia para llegar a algunos de los lugares remotos era necesario viajar por tren, diligencia, carretas de toda clase y hasta a caballo. Algunos de aquellos viajes eran muy emocionantes. . . . Una asignación fue en Klamath Falls, Oregón, o cerca. Para llegar a aquel lugar después de viajar parte de la distancia por tren él tuvo que hacer un viaje de toda la noche por diligencia. El día siguiente lo recibió en un pueblecito un hermano que lo esperaba en un buckboard. (Por si usted nunca ha visto uno ni ha viajado en uno, le diré que es solo un carro de madera montado sobre cuatro ruedas fijadas sobre los ejes, sin muelles o resortes. Si antes de viajar en él a uno no le dolía la espalda, no cabe duda de que después sí le dolería.) Hicieron un largo viaje montañas adentro y llegaron a la hacienda del hermano en un hermoso valle al lado de un río montañés.”
¿Qué se puede decir acerca de aquella visita de peregrino en particular? La hermana Brenisen añade: “Pronto el patio estuvo repleto de coches y carros de toda clase, que traían a los hermanos desde lejos para oír al peregrino. La reunión empezó a las tres en punto con un discurso de dos horas, después de lo cual se les invitó a hacer preguntas, y hubo muchas. Sí hubo una pausa lo suficientemente larga como para una buena cena que las hermanas habían provisto, y después hubo otro discurso de dos horas, seguido de más preguntas.” Aquella noche las hermanas durmieron en la casa y los hermanos sobre el heno. En la casa se había reservado un cuarto para el peregrino, pero el hermano Brenisen prefirió irse a la granja junto con los hermanos. “Vino la mañana,” dice la hermana Brenisen, “y después de un buen desayuno el hermano ensilló tres caballos, uno para cargar cosas y los otros para ellos. Para llegar al tren que les llevaría a su siguiente asignación tuvieron que hacer un viaje de casi cien kilómetros a través del terreno inculto a la estación de ferrocarril más cercana. Algún tiempo después Edward recibió de la hermana una carta en que ésta le decía que después que él salió ella fue a la granja a recoger la almohada y allí estaba con la impresión que la cabeza de él había hecho en ella. Cuando ella la levantó, precisamente debajo de aquel lugar estaba una gran culebra de cascabel bien enroscada; había disfrutado del calor de la cabeza de él. A la culebra no le gustó que la hubieran perturbado y lo mostró. ¡Ciertamente muchas veces es mejor no saber de ciertas cosas!”
¿Qué se dice de los discursos de los peregrinos? ¿Cómo eran? Acerca de un peregrino, el hermano Toutjian, Ray C. Bopp dice: “Este hermano era un instructor. Enseñaba por medio de ilustraciones. . . . [Tenía] un modelo a escala del tabernáculo del desierto y lo colocaba sobre una mesa . . . El santo, el santísimo, el patio con el altar de la ofrenda quemada y la palangana estaban encerrados con una valla de tela de unos diez centímetros de altura que colgaba como cortinas de pequeñas barras de metal. Él colocaba en sus lugares correctos figurillas de sacerdotes en vestiduras auténticamente representadas y las movía mientras ejecutaban sus funciones . . . [mientras el hermano Toutjian] describía cada observancia con su significado profético, basándose en el libro de consulta Sombras del Tabernáculo.”
“Siempre se hacían arreglos para tener un discurso público,” comenta Mary M. Hinds, “y frecuentemente los peregrinos pronunciaban un discurso acerca del Mapa, explicando las ‘dispensaciones’ y ‘edades’ o ‘épocas’ marcadas en él. Por lo menos un hermano, M. L. Herr, tenía una conferencia ilustrada. Usando diapositivas, hacía que la pequeña Ruthie de su discurso viniera a la vida por medio de la resurrección. Sí, estos hermanos hacían impresiones que duraban toda la vida; eran el eslabón que conectaba en aquellos días a la oficina central de esta organización creciente con los suscritores aislados de la Watch Tower y las ‘ecclesias’ que estaban siendo organizadas.” Ollie Stapleton expresa su sentir, diciendo: “Estas visitas eran ocasiones para edificación e instrucción espiritual, y nos ayudaban a trabajar en unidad más estrecha con la organización de Jehová.”
EXPANSIÓN AL ACERCARSE EL FIN DE LOS TIEMPOS DE LOS GENTILES
Al encontrarse los Estudiantes de la Biblia en la primera década del siglo veinte, sabían que a las naciones se les estaba acabando el tiempo. Por mucho tiempo el pueblo de Dios había esperado el año 1914 como aquel en que terminarían los 2.520 años de los Tiempos de los Gentiles. (Luc. 21:24, Versión Moderna) Ahora faltaban muy pocos años para aquello, y C. T. Russell se preparó para emprender una campaña mundial por todo medio posible como testimonio a las naciones. Pero para tan extensa obra internacional la Casa Bíblica en Allegheny era demasiado pequeña.
Por lo tanto, en 1908 varios representantes de la Sociedad Watch Tower, incluso J. F. Rutherford (que entonces era su consejero jurídico), fueron enviados a la ciudad de Nueva York. ¿Por qué? Para conseguir un local más conveniente, propiedad que Russell mismo había encontrado en un viaje anterior. Esto lo hicieron, comprando el viejo “Plymouth Bethel” (Betel de Plymouth), en 13-17 de la calle Hicks, Brooklyn, Nueva York. Era un edificio misional completado en 1868 por la cercana Iglesia Congregacional de Plymouth, donde Henry Ward Beecher había servido de pastor. La delegación de la Sociedad también compró el viejo edificio arenisco de color pardo-rojizo de cuatro pisos que servía de rectoría en el número 124 de Columbia Heights, a pocas manzanas de distancia.
La antigua residencia de Beecher pronto llegó a ser el nuevo hogar del personal de la central de la Sociedad, más de treinta personas, y fue llamado “Bethel” (Betel), que significa “Casa de Dios.” El edificio remodelado de la calle Hicks llegó a ser conocido como “The Brooklyn Tabernacle” (El Tabernáculo de Brooklyn). En él se ubicaron las oficinas de la Sociedad y un excelente auditorio. El 31 de enero de 1909 hubo 350 personas presentes para la dedicación de la nueva central de la Sociedad.
En Betel estaba el estudio de C. T. Russell. En el piso de abajo estaba el comedor, con una larga mesa que podía acomodar a cuarenta y cuatro personas. Aquí se reunía la familia para cantar un himno, leer el “Voto” y orar juntos antes del desayuno. Al principio del desayuno se leía un texto bíblico del Daily Heavenly Manna for the Household of Faith (Maná celestial diario para la casa de la fe), y esto se consideraba durante el desayuno.
¿Quisiera usted oír el voto que se grababa cada día en sus mentes? Intitulado “Mi voto solemne a Dios,” dice así:
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Entre tu dominio en mi corazón cada vez más, y hágase tu voluntad en mi cuerpo mortal. Confiando en la ayuda de tu gracia prometida para auxiliar en todo tiempo de necesidad, por medio de Jesucristo nuestro Señor, hago este Voto.
“Diariamente recordaré ante el trono de gracia celestial los intereses generales de la obra de la siega, y particularmente la parte de la cual tengo el privilegio de disfrutar en esa obra, y los amados colaboradores del Betel de Brooklyn, y en todas partes.
“Hago el Voto de todavía escudriñar más cuidadosamente, si es posible, mis pensamientos y palabras y hechos, con el fin de estar mejor capacitado para servirte, y a tu rebaño amado.
“Hago el Voto a ti de que me mantendré alerta para resistir todo lo semejante al Espiritismo y Ocultismo, y que, recordando que hay solo dos amos, resistiré estos lazos de toda manera razonable, considerando que son del Adversario.
“Además hago el Voto de que, con las excepciones que se mencionan abajo, en todo tiempo y en todo lugar, me conduciré para con las personas de sexo distinto en privado exactamente como lo haría con ellas en público... en la presencia de una congregación del pueblo del Señor, y hasta donde sea razonablemente posible evitaré estar solo en la misma habitación con una persona de sexo distinto, a menos que la puerta al cuarto esté abierta de par en par: —En el caso de un hermano— esposa, hijos, madre y hermanas exceptuados. En el caso de una hermana... esposo, hijos, padre y hermanos exceptuados.”
La recitación de este voto fue descontinuada más tarde entre el pueblo de Dios en Betel y en todo otro lugar. Sin embargo, los elevados principios incorporados en sus palabras todavía son buenos.
A unas tres manzanas de Betel estaba el Tabernáculo de Brooklyn, un pintoresco edificio de ladrillos rojos que consistía en dos pisos y un sótano. Allí estaban las oficinas generales de la Sociedad, la sala de composición, donde se preparaba el tipo para The Watch Tower, un cuarto para las existencias de literatura y también una sala de envíos. En el segundo piso había un auditorio con asientos para 800 personas. Aquí el hermano Russell hablaba con regularidad.
Por un tiempo el personal de la central de la Sociedad estuvo alojado mayormente en el 124 de Columbia Heights. Más tarde se compró el edificio adjunto en el 122 de Columbia Heights, y así se amplió el hogar Betel. En el año 1911 se completó detrás del edificio una añadidura que se extendía nueve pisos hacia abajo por un precipicio que llegaba a la calle Furman. Suministraba mucho más espacio para viviendas y otras instalaciones o servicios, incluso un nuevo comedor. Para tener el título de aquellas propiedades, en 1909 los siervos de Jehová formaron la People’s Pulpit Association (Asociación del Púlpito de la Gente), conocida ahora como la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Incorporated. Esta y otras corporaciones formadas por el pueblo de Dios en diferentes países cooperan unas con otras y con el cuerpo gobernante de los testigos de Jehová.
‘BENDICIENDO A JEHOVÁ ENTRE LAS MULTITUDES CONGREGADAS’
Las asambleas regulares y otras reuniones públicas de los Estudiantes de la Biblia eran excelentes ocasiones para ‘bendecir a Jehová entre las multitudes congregadas,’ aun como habían hecho en el pasado los siervos de Dios. (Sal. 26:12) ¿Qué clase de acontecimientos eran éstos? Veamos.
‘Aun aquí, en el balcón más alto del mundialmente famoso Teatro Auditorium, hogar de la Gran Opera de Chicago, no hay un asiento desocupado. Mientras miro siete pisos abajo hacia el escenario, a media manzana de distancia, me pregunto si será necesario hacer gran esfuerzo para oír. Después de la introducción por el presidente, Carlos Taze Russell se pone de pie, coloca el dedo índice de su izquierda en la palma de su mano derecha y comienza a hablar en un tono de voz normal. No tiene notas. No hay atril. Se mueve con libertad en la plataforma. Toda palabra se entiende claramente, mientras describe el fin profético de los Tiempos de los Gentiles y la introducción de la Edad Milenaria.’
Esto es lo que recuerda Ray C. Bopp. Es solo un ejemplo. El lugar pudiera haber sido también la sala Royal Albert Hall de Londres, donde C. T. Russell habló a grandes auditorios en mayo de 1910. Además, pudiera haber sido el conocido Teatro Hippodrome de la ciudad de Nueva York, donde Russell habló a un gran auditorio judío el domingo 9 de octubre de 1910. Acerca de ese discurso, el American de Nueva York del 10 de octubre de 1910 dijo, en parte: “El espectáculo extraordinario de 4.000 judíos que aplaudieron entusiásticamente a un predicador gentil, después de haber escuchado un sermón que él les dirigió acerca de la propia religión de ellos, se presentó ayer por la tarde en el Hippodrome, donde el pastor Russell, el famoso director del Tabernáculo de Brooklyn, condujo un servicio muy poco usual.” Veintenas de rabinos y maestros estuvieron presentes. “No hubo preliminares,” dijo el periódico. “El pastor Russell, alto, erecto y con barba blanca, cruzó la plataforma sin introducción, levantó la mano, y su cuarteto doble del Tabernáculo de Brooklyn cantó el himno: ‘El día de alegría de Sión.’” Según se informó, al fin el auditorio se hizo ‘receptivo’ al orador. Después hubo aplauso y finalmente respuesta entusiástica. Al terminar el discurso, Russell hizo otra señal y el coro “entonó las notas singulares y de sonido extranjero del himno de Sión, ‘Nuestra esperanza,’ una de las obras maestras del excéntrico poeta del East Side, Imber.” ¿Qué efecto tuvo esto? Este, según el relato de prensa: “El incidente sin precedente de voces cristianas que cantaban el himno judío fue una tremenda sorpresa. Por un momento los oyentes hebreos quedaron casi sin poder creer lo que oían. Entonces, al asegurarse de que era su propio himno, primero aclamaron y aplaudieron con tanto entusiasmo que la música no se podía oír, y después, a la segunda estrofa, empezaron a cantar también por centenares. Durante lo más intenso del entusiasmo por la dramática sorpresa que preparó, el pastor Russell salió del escenario y la reunión terminó al terminar el himno.”
Los tiempos han cambiado, y lo mismo los puntos de vista cristianos de las profecías bíblicas que en cierto tiempo se pensó que aplicaban a los judíos naturales de nuestro día. Al aumentar la luz que Dios ha dado, su pueblo ha discernido que estas palabras predicen buenas cosas para el “Israel de Dios” espiritual, los seguidores ungidos de Jesucristo. (Rom. 9:6-8, 30-33; 11:17-32; Gál. 6:16) Pero hemos estado repasando el principio del siglo veinte, y así eran las cosas en aquellos días.
Puesto que el hermano Russell era tan extensamente conocido y habló a grandes auditorios en muchas ocasiones, usted quizás se pregunte qué impresión causaría el oírlo. “¡Qué diferente del predicador ordinario!” exclama C. B. Tvedt, y añade: “No había oratoria, no había emocionalismo. No había súplicas histéricas por conversiones. ¡Había algo mucho más eficaz y poderoso que todas estas cosas puestas juntas! Eso era la explicación sencilla, calmada y con aplomo de la Palabra de Dios... dejar que un texto bíblico abriera el entendimiento de otro hasta que aquello llegaba a ser, por decirlo así, un imán poderoso. En esta manera el hermano Russell cautivaba la atención indivisa de su auditorio.” Ralph H. Leffler dice que antes de pronunciar un discurso el hermano Russell hacía varias elegantes reverencias al auditorio. Al hablar, por lo general se paraba en una plataforma sin atril y andaba por ella, usando espontáneamente los brazos en ademanes. “Nunca usaba notas . . . sino que siempre hablaba espontáneamente desde el corazón,” según el hermano Leffler, que continúa diciendo: “No mantenía elevada la voz, pero ésta tenía la peculiaridad de transportarse a gran distancia. Sin jamás usar equipo amplificador (no había ninguno en aquellos días), podía ser oído y entendido por grandes auditorios, y los mantenía como fascinados por una, dos y a veces tres horas a la vez.”
Sin embargo, el hombre no era importante. El mensaje lo era, y la verdad bíblica estaba siendo declarada a multitudes. Había muchos cristianos capacitados proclamando las buenas nuevas en aquellos días, y algunas personas escuchaban sus palabras con aprecio. Había muchos opositores, por supuesto, y ellos a veces se esforzaban por promover sus puntos de vista no bíblicos en debate público con los siervos de Jehová.
En lo que más tarde pareció ser un intento por la alianza ministerial de Pittsburgo para desacreditar la erudición y los puntos de vista bíblicos de C. T. Russell, el 10 de marzo de 1903 el Dr. E. L. Eaton, ministro de la Iglesia Episcopal Metodista de la Avenida Norte, retó a Russell a un debate de seis días. Durante cada sesión de este debate, celebrado aquel otoño en el Carnegie Hall de Allegheny, en general Russell salió victorioso. Entre otras cosas, sostuvo bíblicamente que las almas de los muertos están inconscientes mientras sus cuerpos están en el sepulcro y que el objeto tanto de la segunda venida de Cristo como del milenio es bendecir a todas las familias de la Tierra. Russell también negó muy vigorosamente y bíblicamente la doctrina de un infierno de fuego. Según informes, un clérigo se le acercó después de la última sesión del debate y le dijo: “Me alegro de verle dirigir la manguera al infierno y apagar el fuego.” Es interesante el hecho de que, después de este debate, muchos miembros de la congregación de Eaton se hicieron Estudiantes de la Biblia.
Otro debate significativo aconteció del 23 al 28 de febrero de 1908, en Cincinnati, Ohio, entre C. T. Russell y L. S. White de la confesión “Discípulo.” Hubo una concurrencia de miles de personas. Russell sostuvo valerosamente enseñanzas bíblicas como el estado de inconsciencia de los muertos entre la muerte y la resurrección, y sostuvo bíblicamente que la segunda venida de Cristo precede al milenio y que el objeto de ambas cosas es bendecir a todas las familias de la Tierra. Hazelle y Helen Krull estuvieron allí y nos dicen: “La belleza y la armonía de la verdad y los excelentes argumentos bíblicos sobre cada tema del debate resaltaron en vivo contraste con las enseñanzas confusas de los hombres. Hubo un momento en que el ‘anciano White,’ el vocero y debatiente a favor de los puntos de vista de la oposición, dijo desesperado que recordaba el anuncio que había sobre el taller de un herrero y que decía: ‘Toda clase de torcedura y vueltas se hacen aquí.’ Pero, para el que buscaba honradamente la verdad, era una demostración de ‘manejar la palabra de la verdad correctamente’ [por parte de Russell; 2 Tim. 2:15], y el resultado era armonía.” Las hermanas Krull recuerdan que Jehová bendijo al hermano Russell con Su espíritu para que presentara la verdad hábilmente, y llamaron aquel acontecimiento “un triunfo de la verdad sobre el error.”
J. F. Rutherford aceptó un desafío bautista a un debate en representación de la Sociedad Watch Tower contra J. H. Troy. Esto aconteció en abril de 1915 en el auditorio Trinity, en Los Ángeles, California, ante un auditorio de 12.000 personas (y se calculó que 10.000 no pudieron entrar debido a que no había espacio) durante las cuatro noches del debate. Rutherford salió victorioso al defender valerosamente la verdad bíblica.
En los doce años posteriores al debate entre Eaton y Russell, los siervos de Dios aceptaron otros desafíos para debatir, aunque los opositores, quizás por miedo, por lo general desistían de presentarse. C. T. Russell mismo no favorecía los debates, porque sabía que no eran ventajosos para los cristianos. En The Watch Tower del 1 de mayo de 1915 señaló, entre otras cosas, que ‘los que son de la verdad se dirigen por la Regla de Oro y su presentación tiene que ser absolutamente justa, mientras que parece que sus opositores no tienen restricción.’ “Toda clase de argumento,” escribió Russell, “prescindiendo del contexto, prescindiendo de la Regla de Oro, prescindiendo de todo, se considera permisible.” También declaró: “En lo que respecta al director, él no desea más debates. No favorece los debates, cree que raras veces logran bien y a menudo despiertan cólera, malicia, amargura, etc., tanto en los discursantes como en los que los escuchan. Más bien pone delante de los que deseen oírlo, oralmente e impreso, el mensaje de la Palabra del Señor y deja a los opositores las presentaciones del error que les parezca propio hacer y tengan oportunidad de explotar.—Hebreos 4:12.”
Los discursos bíblicos mismos ofrecían mejores oportunidades de presentar las verdades bíblicas, y C. T. Russell a menudo habló a grandes auditorios. Durante los años de 1905 a 1907, por ejemplo, recorrió los Estados Unidos y el Canadá por tren especial o automóvil y condujo una serie de asambleas de un día. Su discurso público entonces era “Ida y vuelta al infierno.” Este discurso, presentado en salones atestados en casi toda ciudad grande de ambos países, presentaba un humorístico viaje imaginario de ida y vuelta al infierno. Louise Cosby recuerda que Russell concordó en pronunciar esta conferencia en Lynchburg, Virginia, y dice: “Mi padre mandó hacer grandes cartelones que anunciaban esta conferencia y obtuvo permiso para colocarlos en la parte del frente de los tranvías. Esto resultaba algo cómico y la gente preguntaba: Si este vehículo nos lleva al infierno, ¿nos traerá de vuelta?”
También se pronunciaban conferencias bíblicas durante los viajes de C. T. Russell al extranjero. En 1903 había hecho un segundo viaje a Europa, y hablado a auditorios en varias ciudades. Entonces, desde diciembre de 1911 hasta marzo de 1912, Russell, como presidente de un comité de siete hombres, hizo una gira alrededor del mundo, viajando al Hawai, Japón, China, y por el sur de Asia al África, de allí a Europa y de regresó a Nueva York. Se hizo un estudio de las misiones extranjeras de la cristiandad y se dictaron muchas conferencias, esparciéndose así semillas de la verdad que, con el tiempo, llevaron a actividad fructífera a grupos de cristianos ungidos en zonas de la Tierra muy distantes unas de otras. Además de esta gira mundial, sin embargo, C. T. Russell viajó a Europa con regularidad y viajó extensamente por toda la América del Norte en trenes especiales de “gira de asambleas,” acompañado por muchos colaboradores.
EN UN “TREN DE ASAMBLEAS”
Con el transcurso del tiempo, aumentaron las solicitudes de presentaciones personales de C. T. Russell. Para cumplir con algunos compromisos de discursante, a veces había viajado, acompañado de un grupito, en un “coche de asambleas” especial del ferrocarril. Pero se organizaron grupos más grandes en “trenes de asambleas,” y en cierta ocasión hasta 240 personas viajaron con Russell. Varios coches del ferrocarril se conectaban y el grupo viajaba de una ciudad a otra según un horario arreglado de antemano. Al llegar a una ciudad particular, los ayudantes de Russell anunciaban el discurso público distribuyendo hojas sueltas. En la reunión saludaban a los individuos, obtenían los nombres y direcciones de los que mostraban interés y, cuando era posible, visitaban a éstos y establecían congregaciones. No era inusitado el que se usaran estos “trenes de asambleas” para visitar a ciudades grandes de los Estados Unidos y el Canadá.
¿Por qué no subir a un “tren de asambleas” y viajar con una alegre compañía de cristianos? En junio de 1913 se consiguió un tren especial para más de 200 Estudiantes de la Biblia que acompañarían a C. T. Russell desde Chicago, Illinois, en un viaje que los llevaría a Texas, California, Canadá y entonces a una asamblea en Madison, Wisconsin, con un breve viaje secundario a Rockford, Illinois. Malinda Z. Keefer suministra estos detalles: “Nuestro tren había de salir desde la estación de Dearborn por el Ferrocarril de Wabash al mediodía del 2 de junio. Los hermanos empezaron a llegar más o menos a las diez, y fue una ocasión emocionante y feliz, al poder ver a viejos amigos que no había visto por mucho tiempo y llegar a conocer a otros. No necesitamos mucho tiempo para darnos cuenta de que éramos una gran familia. . . . y el tren era nuestro hogar por un mes.”
Finalmente, es tiempo de partir. “Mientras el tren salía de la estación en su viaje de casi trece mil kilómetros,” continúa la hermana Keefer, “los hermanos que habían venido a despedirnos cantaban ‘Bendito el vínculo que une’ y ‘Dios los acompañe hasta que nos volvamos a ver,’ mientras ondeaban sombreros y pañuelos hasta que ya no nos podían ver, y nosotros íbamos en un muy memorable viaje. Recogimos a unos hermanos en Saint Louis, Misuri, y a otros en varios otros lugares hasta que al fin fuimos doscientos cuarenta. El hermano Russell subió al tren en Hot Springs, Arkansas, donde estaba en sesión una asamblea de ocho días.”
Fue un viaje verdaderamente edificador en sentido espiritual. Dice la hermana Keefer: “En cada parada del viaje se estaban celebrando asambleas... la mayoría por tres días, y pasamos un día en cada asamblea. Durante estas paradas el hermano Russell pronunciaba dos discursos, uno a los hermanos en la tarde, y otro al público en la noche sobre el tema ‘Más allá del sepulcro.’” En cuanto a lo que ella misma pensó acerca del viaje, la hermana Keefer dice: “No puedo expresar con palabras lo mucho que aprecié el compañerismo de los hermanos en toda la ruta y los discursos e instrucciones espiritualmente edificadores que había recibido durante aquel viaje. Agradecí a Jehová haber tenido aquel privilegio.”
En aquellas primeras asambleas del pueblo de Dios algunas cosas eran algo diferentes de lo que son hoy. Considere por ejemplo la “fiesta de amor.” ¿Qué era eso? Recordando este rasgo de las primeras asambleas, J. W. Ashelman dice: “Algunas prácticas que no se necesitaban o no fueron continuadas sí parecían una bendición en aquel tiempo, como la de que los discursantes se alinearan enfrente de la plataforma mientras sostenían platos en que había pan cortado en cubitos mientras el auditorio pasaba por la línea participando del pan y dando la mano a cada discursante y cantando junto con ellos ‘Bendito el vínculo que une nuestros corazones en amor cristiano.’” Allí estaba... la “fiesta de amor.” Y era una experiencia conmovedora. Edith R. Brenisen prontamente lo admite: “El amor de unos a otros llenaba nuestro corazón hasta rebosar, y muchas veces esto se manifestaba por las lágrimas de gozo que bajaban por nuestras mejillas. No nos avergonzábamos de nuestras lágrimas ni tratábamos de ocultarlas.”
A veces los primeros cristianos celebraban “fiestas de amor,” pero la Biblia no las describe. (Jud. 12) Algunos piensan que eran ocasiones en las cuales cristianos que eran más materialmente prósperos que otros celebraban banquetes a los cuales invitaban a sus compañeros de adoración que no eran tan prósperos. Pero las Escrituras no hacen obligatorias las “fiestas de amor,” sea lo que haya sido su naturaleza temprana, y por eso no se acostumbran entre los cristianos verdaderos hoy.
UNA NUEVA MANERA DE DECLARAR LAS BUENAS NUEVAS
Los Estudiantes de la Biblia también estaban muy al tanto de esta profecía de Jesucristo: “Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio á todos los Gentiles; y entonces vendrá el fin.” (Mat. 24:14, Versión Valera) Por eso, a medida que se acercaba aquel año significativo de 1914, el pueblo de Dios emprendió una campaña de esfuerzo máximo y proporciones mundiales... una obra educativa y de advertencia sin paralelo hasta entonces. Emplearon un método nuevo y denodado de declarar las buenas nuevas.
Digamos que estamos en el año 1914. Imagínese sentado entre centenares de personas en un auditorio oscurecido. Ante usted hay una gran pantalla de proyectar películas. Para sorpresa suya, aparece la figura de un hombre de pelo blanco y vestido de levita, y este hombre, sin tener una nota a la mano, empieza a hablar. Bueno, usted ha ido al cine antes. Pero esta película es diferente. El hombre habla y usted oye sus palabras. Esta no es ninguna película común del cine silencioso. Es algo especial, tanto técnicamente como por el mensaje que comunica, y usted queda impresionado. ¿Quién es el hombre? Es Carlos Taze Russell. ¿Qué producción es ésta? Es el “Foto-Drama de la Creación.”
C. T. Russell reconoció que las películas eran un medio excelente de llegar a las masas de la gente. En 1912, por lo tanto, empezó a preparar el Foto-Drama de la Creación. Resultó ser una producción de transparencias fotográficas y películas que duraba ocho horas, a colores y con sonido. El Foto-Drama, preparado para ser exhibido en cuatro partes, llevaba a los espectadores desde la creación a través de la historia humana a la culminación del propósito de Dios para la Tierra y la humanidad al fin del reinado de mil años de Jesucristo. Las transparencias o diapositivas pictóricas y las películas estaban sincronizadas con grabaciones fonográficas de discursos y música. Se habían llevado a cabo diversos experimentos con películas a colores y de sonido, pero pasarían años antes que se usaran con buen éxito comercialmente. Hubo que esperar hasta 1922 para ver una película que fuera a todo color y tuviera la duración apropiada para una exhibición. Y los aficionados al cine en general tuvieron que esperar hasta 1927 para oír tanto diálogo como música combinados en una película comercial. Sin embargo, el Foto-Drama de la Creación no estuvo sin el color, la palabra hablada y la música. ¡Se había adelantado por años a su tiempo, y millones de personas la vieron gratis!
La Sociedad gastó lo que en aquellos días era una fortuna —unos 300.000 dólares— en la producción del Foto-Drama. Y del trabajo envuelto en ello Russell escribió: “Dios bondadosamente veló nuestros ojos con respecto a la cantidad del trabajo que estaba conectado con el DRAMA. Si hubiéramos sabido de antemano el costo en cuanto a tiempo y dinero y paciencia para el comienzo, nunca hubiéramos principiado. Pero tampoco teníamos idea de antemano del gran éxito que tendría el DRAMA.” Se prepararon grabaciones musicales selectas, y noventa y seis discursos grabados para fonógrafo. Se hicieron transparencias estereópticon de excelentes cuadros artísticos que ilustraban la historia mundial, y fue necesario hacer centenares de nuevas pinturas y dibujos. Todas las transparencias a color y las películas tuvieron que ser pintadas a mano, y parte de este trabajo se efectuó en el propio Estudio de Arte de la Sociedad. ¡Y, nótese! Esto tuvo que hacerse repetidamente, porque se prepararon por lo menos veinte juegos de cuatro partes, para que fuera posible mostrar una porción del Drama en ochenta diferentes ciudades en un día dado.
¿Qué aconteció tras bastidores durante las exhibiciones del Foto-Drama de la Creación? “El Drama comenzaba con una película que mostraba al hermano Russell,” dice Alice Hoffman. “Cuando él aparecía en la pantalla y sus labios empezaban a moverse, se comenzaba a tocar un fonógrafo en aquel mismo instante y disfrutábamos de escuchar su voz.”
El abrirse de una flor y la incubación de un pollito estuvieron entre los rasgos dignos de recordarse de las películas del Foto-Drama. Estos ejemplos de fotografía en que se acumulaba el paso del tiempo realmente impresionaron a los espectadores. “Al mismo tiempo que se mostraban estas fotos,” comenta Karl F. Klein, “se presentaba un acompañamiento de música muy fina, gemas como Narciso y Humoreske.”
También hubo muchas otras cosas dignas de recordarse. “En este mismo momento,” dice Martha Meredith, “me parece ver a Noé y su familia entrando en el arca con los animales, y el cuadro de Abrahán e Isaac caminando al monte Moría donde Abrahán se proponía sacrificar su hijo. Cuando vi a Abrahán poner a su hijo en el altar —este hijo a quien él amaba profundamente— derramé lágrimas. No es maravilla que Jehová llamara amigo suyo a Abrahán . . . sabía que Abrahán obedecería su voz siempre.”—Sant. 2:23.
Además del Foto-Drama de la Creación corriente, había equipos del “Drama Eureka.” Uno estaba compuesto de noventa y seis conferencias grabadas, así como grabaciones musicales. El otro consistía en las grabaciones y las transparencias. Aunque el Drama Eureka último no tenía películas cinematográficas, se tuvo muy buen éxito con él cuando se exhibió en zonas de menos población.
Durante 1914 el Foto-Drama de la Creación se exhibió gratis por todos los Estados Unidos. Esto fue muy costoso, tanto para la Sociedad como para los Estudiantes de la Biblia locales, que contribuían dinero para alquilar lugares convenientes para exhibirlo. Por eso, con el transcurso del tiempo ya no se exhibió a auditorios grandes. Pero el Foto-Drama de la Creación había hecho una gran obra en cuanto a familiarizar a la gente con la Palabra de Dios y Sus propósitos.
He aquí un ejemplo: En una carta a C. T. Russell, cierto individuo escribió: “Mi esposa y yo verdaderamente agradecemos a nuestro Padre celestial la grande e inestimable bendición que nos ha venido por medio de ustedes. Fue su hermoso Foto-Drama lo que hizo que viéramos y aceptáramos la verdad como cosa nuestra.” Y Lily R. Parnell nos dice: “Estas demostraciones pictóricas de los propósitos de Jehová para la humanidad despertaron el interés de muchos pensadores, de modo que la congregación [de Greenfield, Massachusetts] creció, puesto que hacían de la Biblia un libro viviente, y probaban a los que meditaban sobre la información preciosa que nuestro Dios había hecho provisión para la salvación de los que aprovecharan su provisión.”
Por lo tanto, no fue sin razón que Demetrius Papageorge, que por mucho tiempo ha sido miembro del personal de la central de la Sociedad, dijo: “El Foto-Drama fue una obra maestra como proyecto, cuando consideramos que los Estudiantes de la Biblia eran pocos y los fondos que estaban disponibles eran, proporcionalmente, una pequeña cantidad. ¡Realmente era el espíritu de Jehová lo que estaba tras ello!”
LOS REPARTIDORES ‘FULGURAN CON EL ESPÍRITU’
Por muchos años antes de 1914 celosos repartidores —hombres y mujeres cristianos ‘fulgurantes con el espíritu’— habían estado esparciendo las buenas nuevas extensamente. (Rom. 12:11) El servicio de repartidores empezó en 1881, cuando Zion’s Watch Tower presentó el artículo “Se solicitan 1.000 predicadores.” A las personas que no tenían familias dependientes y que podían ofrecer la mitad o más de su tiempo a la obra del Señor se les sugirió un plan. Era que fueran a ciudades grandes y pequeñas como repartidores o evangelizadores. ¿Con qué fin? Dijo la Watch Tower: “Buscando en todo lugar a los cristianos sinceros . . . a éstos tratar de manifestar las riquezas de la gracia de Nuestro Padre, y las hermosuras de Su palabra.” Las publicaciones bíblicas habían de colocarse en las manos de aquellas personas, y se permitía que los repartidores pagaran sus propios gastos con el dinero que recibieran de las colocaciones de la literatura y de las suscripciones a la Watch Tower que obtuvieran.
Para los repartidores Zion’s Watch Tower de mayo de 1887 tuvo unas excelentes sugerencias en cuanto a qué decir al estar a las puertas de la gente. También dijo: “Lleven un corazón grande lleno de amor a Dios y a las personas a quienes ustedes quieren llevar a la luz, lleno de fe en Dios y confianza en sus promesas, y lleno de esperanza en que Dios se complacerá en usarlos para su gloria ahora así como de ahora en adelante.”
Los repartidores, dispuestos a trabajar vigorosamente en el servicio de Jehová, dejaron su impresión. Dondequiera que iban —en ciudades, pueblos, aldeas— se hacían notar. Un escritor de The Gospel Messenger de fines de los años noventa del siglo pasado se sintió impulsado a decir: “En la ciudad de Birmingham [Alabama] trabajan ahora varias personas que se llaman ‘Cristianos No Sectarios.’ . . . Han trabajado esta ciudad de casa en casa, vendiendo AURORA DEL MILENIO y distribuyendo otra literatura breve. Expresan su religión en toda oportunidad y predican el domingo. Se llaman ‘Repartidores.’ Han distribuido más de dos mil ejemplares de sus libros en esta ciudad. . . . Pues bien, ¿por qué no podemos nosotros diseminar nuestra literatura y doctrina bíblica, según la entendemos, de esta manera? La realidad es, temo yo, que nos hemos estancado en los métodos, y Dios nos está indicando gradualmente que, si no nos ponemos a adelantar, nos pondrá en el asiento de atrás.”
“Sí, en aquellos primeros días los repartidores trabajaban los pueblos y las zonas rurales,” escribe Henry Farnick. Él los recuerda bien: “A veces trocaban la literatura por productos de granja, pollos, jabón y lo que fuera, que usaban o vendían a otros. A veces, en alguna zona no muy poblada, pasaban la noche en el alojamiento que les brindaran agricultores y rancheros, y en ciertas ocasiones hasta dormían sobre montones de heno . . . Estos fieles seguían adelante por años y años hasta que la edad los vencía.”
A través de los años Jehová suministró generosamente lo que necesitaron los fieles repartidores. Por eso, realmente no les faltó nada esencial. (Sal. 23:1) “Vivíamos frugalmente de las contribuciones que recibíamos por la colocación de la literatura,” dice Clarence S. Huzzey: “Para eso se necesitaba fe en las provisiones amorosas de Jehová y puedo decir honradamente que nunca pasamos hambre y que tuvimos el abrigo y la ropa necesarios durante los muchos años que estuvimos en el ministerio de tiempo cabal. (Sal. 37:25) ¡Qué maravillosamente suministró Jehová lo que se necesitaba!”
El costo de la vida no era muy alto años atrás, pero eso no significaba que los repartidores podían darse el lujo de ser derrochadores. Tome por ejemplo el año 1910. Malinda Z. Keefer recuerda una asignación de repartidora en Council Bluffs, Iowa, y escribe: “Council Bluffs era territorio más difícil, pero si se iba con una actitud positiva se podía subsistir. El costo de la vida era mucho más barato en aquellos días. Nuestro modo de transportación (caminar) no costaba mucho, ni el alimento: el pan costaba 5c de dólar la hogaza, el azúcar estaba a 5c la libra, la carne de res a 25c la libra... y esto era un verdadero deleite, si podíamos conseguirlo. El alquiler de los cuartos era razonable y el pasaje en los tranvías costaba 5c. ¡Qué mundo diferente en comparación con lo que sucede en los años setenta de este siglo!”
A fines de 1921 George E. Hannan entró en el servicio de repartidor. Acerca del costo de la vida, una vez escribió: “Por mi alimento tenía que pagar cuatro dólares por semana. Tenía una comida caliente cada día, y las otras dos consistían en frutas secas y algunos vegetables que recibía en trueque por la literatura. Cuando se me preguntaba qué haría cuando se me acabaran los fondos, decía: ‘Pues, esperar para ver lo que Jehová me depara.’ Había oído de algunos que habían cesado de hacer la obra al llegar a sus últimos 50 dólares. Yo pensaba que no se necesitaba que Jehová interviniera en el asunto mientras uno tuviera 50 dólares o hasta 10 dólares o un dólar. Confiaba en que él me ayudaría a pagar el gran costo de la vida, no el costo de una gran vida.”
¿Qué se dice de la transportación? Bueno, Charles H. Capen recuerda que trabajó varios condados de Pensilvania “a pie.” Para otros repartidores la bicicleta fue una buena ayuda. “En los años desde 1911 a 1914, había repartidores trabajando condados de nuestra sección de Ohio,” comenta LaRue Witchey, y continúa: “Se afanaban en el servicio, viajando muchos kilómetros en bicicleta, cargados con ‘Estudios de las Escrituras.’” Por supuesto, el primer viaje de un repartidor en una bicicleta podía ser una experiencia especial.
Quizás un caballo era mejor. Malinda Z. Keefer tiene buenos recuerdos del viejo Dobbin. “Dobbin era un caballo manso y nunca había que atarlo. Esperaba por mí cuando iba a las puertas y después caminaba al lado mío hasta el siguiente lugar.”
Pero, por supuesto, no todos los caballos eran como el viejo Dobbin, según aprendieron las repartidoras Anna E. Zimmerman y Esther Snyder. Imagínese a dos jóvenes en un cochecito alquilado tirado por un caballo que acababa de ser enviado del oeste. La hermana Zimmerman nos dice que el caballo “no dejaba que nada le pasara, ni siquiera el tren, que corría en una vía paralela a la carretera por varios kilómetros antes de llegar a la cochería de alquiler. Le grité al maquinista: ‘¿Puede esperar en la estación hasta que llevemos el caballo a la cochería?’ Replicó: ‘Bien. No hay prisa.’ El caballo continuó su galope tendido tan rápido como siempre. Llegamos bien a la cochería y el dueño se excusó por haber estado ausente comiendo cuando alquilamos el caballo, y dijo que el muchacho que atendía los caballos, temiéndole al caballo, al cual se suponía que domara, me había dejado el trabajo a mí.”
Hubo también el automóvil, usado por algunos repartidores años después. Hoy, por supuesto, las carreteras bien pavimentadas son cosa común en la mayor parte de los Estados Unidos. Pero no era así hace unas décadas. Por eso, el viaje en auto podía presentar problemas, también. En cierta ocasión, por ejemplo, “un hoyo que había sido cubierto era tan grande y el terreno con el que había sido llenado era tan blando, que de repente el auto se hundió en el hoyo hasta el eje,” escriben Hazelle y Helen Krull. “Para salir de este problema no bastó con la pala que tanto usábamos,” recuerdan. “Un vecino bondadoso nos permitió utilizar su mula, pero, además, buscamos por los lados de la carretera maderos, palos o ramas para ayudar a levantar la parte trasera del auto, que estaba muy hundida. Así, con potencia de mula al frente, potencia de motor en el medio y vigorosa potencia de empuje desde atrás, después de muchos intentos inútiles hubo para todos un momento de felicidad cuando el automóvil al fin salió del hoyo. Pero el día tuvo sus gozos. Antes que esto sucediera habíamos hecho unas visitas interesantes, algunas bien en el interior a un lado de la carretera, a las que caminamos; de modo que la dificultad estuvo equilibrada con el gozo. Como en el caso de David, muchas veces nuestros corazones suplicaban: ‘Oye, sí, oh Dios, mi clamor rogativo. De veras presta atención a mi oración.’—Sal. 61:1.”
De aspecto mucho más significativo que los problemas que encontraban eran las actividades de predicación de los repartidores. Imagínese que los acompañamos ahora mientras visitan los hogares de la gente. William P. Mockridge trabajó junto con Vincent C. Rice en la obra de los repartidores durante 1906 en Schenectady, Nueva York. Él nos ayuda a transportarnos mentalmente a aquellos días al decir: “El primer día trabajé todo el día sin lograr ni una sola colocación y sin embargo se suponía que yo era un gran vendedor. Aquella noche oré a Jehová que me ayudara a sacar de la mente el ‘asbesto’ y las cosas materiales y a aprender a seguir la manera humilde y bondadosa de tratar del hermano Rice, quien siempre tenía una palabra alegradora para el que venía a la puerta. Así, pronto comencé a colocar en las manos de la gente muchos libros encuadernados, usando un ‘prospecto’ suministrado por la Sociedad. . . . ‘Tomábamos pedidos’ para los primeros tres tomos [de Estudios de las Escrituras] por 98c de dólar o por los seis tomos por 1,98 dólares. Estos pedidos se entregaban en ‘el día de pago,’ por lo general el primero o quince del mes.”
¿Notó usted que el hermano Mockridge mencionó que usaba, un “prospecto”? Por años eso fue usado por los repartidores y otros Estudiantes de la Biblia que participaban en la obra de predicar de casa en casa. Era una agrupación de cubierta, para seis tomos de la Aurora del Milenio (Estudios de las Escrituras), unidos a manera de acordeón. A la puerta el ministro extendía esto a lo largo de su brazo y hablaba sobre el tema de cada tomo. Anotaba los pedidos y entregaba la literatura más tarde.
“Los días de entrega eran difíciles,” admite Pearl Wright, “porque era difícil cargar por dondequiera una maleta llena de libros.” Ciertamente era difícil. Supóngase que un repartidor o repartidora obtuviera pedidos para cincuenta tomos de Estudios de las Escrituras. Esta cantidad pesaba dieciocho kilos, una carga pesada para mujeres y hasta para muchos hombres. Con el tiempo, sin embargo, el repartidor James H. Cole inventó un aparato de dos ruedas, cubierto de níquel, en el cual podía ajustarse la maleta para moverla.
“Atraía la atención de la gente,” según Anna E. Zimmerman, que nos dice: “Recuerdo una ocasión mientras servía de repartidora en el pueblo de Hollidaysburg, Pensilvania, en que tuve que llevar mi maleta sobre las ruedas a través del sector de los negocios durante la hora del almuerzo. Temía tener que hacerlo, pero seguí adelante haciendo rodar mi maleta al lado mío, cuando súbitamente un caballero bien vestido se acercó cortésmente desde detrás de mí y, agarrando el asidero de la maleta, preguntó: ‘¿Me permite hacer rodar esto un poco? Quisiera saber cómo funciona. Parece que a usted se le hace muy fácil.’ Bueno, la hizo rodar a través de todo el sector de los negocios y yo no tuve que hacer nada. Me enteré de que era el director del periódico del pueblo.” El día siguiente hubo un informe detallado en el periódico local.
Con motivos altruistas, los fieles repartidores trabajaron diligentemente, dependiendo de Jehová. Y sus esfuerzos fueron recompensados. A veces se desarrollaban congregaciones como resultado de la actividad del repartidor. Había profundas satisfacciones y abundantes recompensas espirituales. Con gozo Edythe Kessler y su hermana Clara empezaron a participar en el servicio de los repartidores allá en 1907. Caminaban mucho, y tenían que entregar muchos tomos en el “día de las entregas.” Sí, se cansaban, pero Edythe parece hablar por los fieles repartidores de los viejos tiempos en general cuando dice: “Éramos jóvenes y nos sentíamos felices en el servicio, nos deleitábamos en gastar nuestras fuerzas en el servicio de Jah.”
‘NINGÚN ARMA FORMADA CONTRA TI TENDRÁ ÉXITO’
Durante todos los años que fieles repartidores y otros Estudiantes de la Biblia proclamaron celosamente las buenas nuevas, Satanás el Diablo nunca aflojó su mano ni se detuvo en sus esfuerzos por aplastarlos y destruirlos. Lo hubiera logrado también, si no fuera por la protección divina que tenían. (1 Ped. 5:8, 9; Heb. 2:14) En ellos se realizó la veracidad de esta promesa de Dios a su pueblo de la antigüedad: “Cualquiera que sea el arma que se forme contra ti no tendrá éxito, y cualquiera que sea la lengua que se levante contra ti en el juicio la condenarás.”—Isa. 54:17.
Jesucristo fue perseguido, y sus seguidores pueden esperar el mismo tratamiento por parte de los que practican la religión falsa y del mundo en general. (Juan 15:20) Sin embargo, a veces el ataque de Satanás ha sido interno, se ha originado de individuos sin escrúpulos dentro de la organización cristiana, brotando de incidentes en que han estado envueltas personas que realmente “no . . . son de nuestra clase.”—1 Juan 2:19.
Se recordará que en la década de los setenta del siglo pasado C. T. Russell dejó de asociarse con N. H. Barbour, publicador de The Herald of the Morning. Hizo esto porque Barbour negó la doctrina bíblica del rescate, que Russell sostenía firmemente. Entonces, temprano en la década de los noventa del siglo pasado ciertas personas que eran prominentes en la organización trataron de apoderarse inescrupulosamente del control de la Sociedad Watch Tower. Los conspiradores tenían planes de hacer explotar verdaderas “bombas” que tenían el propósito de poner fin a la popularidad de Russell y hacer que dejara de ser el presidente de la Sociedad. Después de hervir por casi dos años, la conspiración estalló en 1894. Principalmente, las quejas y las falsas acusaciones tenían que ver con supuesta falta de honradez en su actividad por parte de C. T. Russell. Ciertamente algunas de las acusaciones eran muy mezquinas y manifestaban la intención fundamental de los acusadores... difamar a C. T. Russell. Compañeros de creencia imparciales investigaron los asuntos y hallaron que Russell tenía la razón. Así, el plan de los conspiradores para “volar en pedazos al señor Russell y su obra” fue un fracaso completo. Igual que el apóstol Pablo, el hermano Russell había experimentado dificultades debido a “falsos hermanos,” pero se reconoció que esta prueba fue una trama de Satanás, y desde entonces en adelante se consideró a los conspiradores como personas que no merecían disfrutar del compañerismo cristiano.—2 Cor. 11:26.
Por supuesto, con esto no terminaron las pruebas y dificultades de C. T. Russell. Todavía sería tocado de manera muy personal, por circunstancias que surgirían dentro de su propia casa. Durante la dificultad de 1894, la esposa de C. T. Russell (anteriormente conocida como Maria Frances Ackley, con quien Russell se había casado en 1879) emprendió una gira desde Nueva York a Chicago, reuniéndose con Estudiantes de la Biblia de diferentes lugares de aquella ruta y hablando a favor de su esposo. Puesto que era una señora educada e inteligente, fue bien recibida cuando visitó las congregaciones en aquel tiempo.
La Sra. Russell estaba entre los directores de la Sociedad Watch Tower y sirvió de secretaria-tesorera por algunos años. También contribuía con regularidad a las columnas de Zion’s Watch Tower y por un tiempo fue directora asociada de esta publicación. Con el tiempo, se esforzó por hacer valer más su voz en cuanto a lo que debería publicarse en la Watch Tower. Una ambición de esa índole era comparable a la de Míriam, la hermana de Moisés, que se levantó contra su hermano como caudillo de Israel bajo Dios y trató de hacerse prominente... un proceder que recibió la censura divina.—Núm. 12:1-15.
¿Qué había contribuido a esta actitud por parte de la Sra. Russell? “Yo no lo sabía en aquel tiempo,” escribió C. T. Russell en 1906, “pero más tarde supe que los conspiradores se habían esforzado por sembrar semillas de discordia en el corazón de mi esposa por medio de adulación, argumentos en cuanto a ‘derechos de la mujer,’ y así por el estilo. Sin embargo, cuando vino la sacudida [en 1894], por providencia del Señor no tuve la humillación de ver a mi esposa entre aquellos conspiradores. . . . A medida que los asuntos empezaron a tranquilizarse, las ideas de ‘derechos de la mujer’ y la ambición personal comenzaron a salir a la superficie de nuevo, y percibí que la campaña activa de la Sra. Russell en mi defensa, y la muy cordial recepción que los queridos hermanos le dieron en aquel tiempo por todo un viaje . . . le habían causado daño al aumentar la estima en que a sí misma se tenía. . . . Gradualmente pareció llegar a la conclusión de que nada era precisamente apropiado para las columnas de la WATCH TOWER excepto lo que ella había escrito, y me hostigaba continuamente con sugerencias de alteraciones para mis escritos. Me dolió notar el desarrollo de esta disposición tan ajena a la mente humilde que la caracterizó durante los primeros trece felices años.”
La Sra. Russell comenzó a mostrarse muy renuente a cooperar, y continuó habiendo relaciones tirantes. Pero a principios de 1897 ella enfermó y su esposo le dio mucha atención. Este cuidado él lo dio gustosamente y pensó que su atención bondadosa llegaría al corazón de ella y le restauraría su condición anterior de corazón amoroso y tierno. Sin embargo, al recuperarse, la Sra. Russell convocó un comité y se reunió con su esposo “especialmente con el objeto de que los hermanos me dieran la instrucción de que ella tenía un derecho igual al mío en las columnas de la WATCH TOWER, y me dijeran que le estaba causando mal a ella al no otorgarle las libertades que deseaba,” escribió C. T. Russell. Pero resultó que el comité le dijo a ella que ni ellos ni ninguna otra persona tenían el derecho de interferir en la administración de la Watch Tower por el esposo de ella. La Sra. Russell dijo, en esencia, que, aunque no podía concordar con el comité, trataría de considerar los asuntos desde el punto de vista de ellos. Russell informó además: “Entonces le pedí en presencia de ellos que me diera la mano. Vaciló, pero finalmente me dio la mano. Entonces le dije: ‘Ahora, ¿por qué no me das un beso, amor, como muestra del grado de cambio de opinión que has indicado?’ De nuevo vaciló, pero al fin sí me besó y manifestó de otras maneras una renovación de afecto en presencia de su comité.”
De modo que los Russells ‘se reconciliaron con un beso.’ Más tarde, por solicitud de la Sra. Russell, su esposo hizo arreglos para que hubiera una reunión semanal de “Las Hermanas de la Iglesia de Allegheny,” con ella como directora. Esto produjo más dificultad... el esparcimiento de declaraciones calumniadoras acerca de C. T. Russell. Sin embargo, esta dificultad también se arregló.
No obstante, con el tiempo el resentimiento que crecía hizo que la Sra. Russell cortara su relación con la Sociedad Watch Tower y con su esposo. Sin notificación, se separó de él en 1897, después de casi dieciocho años de matrimonio. Vivió en separación por casi siete años, durante los cuales C. T. Russell le suministró una casa por separado y también le suministró lo financieramente necesario para su mantenimiento. En junio de 1903 la Sra. Russell puso en el Tribunal de Causas Comunes de Pittsburgo, Pensilvania, una demanda por separación legal. Durante abril de 1906 se vio el caso ante el juez Collier y un jurado. Casi dos años después, el 4 de marzo de 1908, se emitió un decreto que llevaba el título de “De Divorcio.” El lenguaje del decreto es: “Por la presente se ordena, juzga y decreta que Maria F. Russell, la Demandante; y Carlos T. Russell, el Demandado, estén en separación de cuerpos.” “Separación de cuerpos” es el lenguaje tanto del decreto como de las anotaciones de apuntamiento por el escribano del tribunal. Era una separación legal y nunca hubo un divorcio absoluto, como algunos han sostenido erróneamente. El Bouvier’s Law Dictionary (por la casa publicadora Banks-Baldwin Law Publishing Company, 1940) define esta acción como “Un divorcio parcial o limitado, por medio del cual a las partes se les separa y prohíbe vivir o cohabitar juntas, sin que se afecte el matrimonio mismo. 1 Bl. Com. 440.” (Página 314) En la página 312 dice que “más correctamente podría llamarse una separación legal.”
C. T. Russell mismo entendió cabalmente que el tribunal no había otorgado un divorcio absoluto, sino que esto era una separación legal. En Dublín, durante una gira a Irlanda en 1911, le preguntaron: “¿Es cierto que usted está divorciado de su esposa?” De su respuesta, Russell escribió: “‘No estoy divorciado de mi esposa. Lo que el tribunal decretó no fue divorcio, sino separación, otorgada por un jurado comprensivo, que declaró que ambos estaríamos más felices separados. La acusación de mi esposa fue crueldad, pero la única crueldad que se presentó en evidencia fue que en cierta ocasión yo había rehusado darle un beso cuando ella lo había pedido.’ Aseguré a mi auditorio que yo impugnaba la acusación de crueldad y creía que no había mujer que jamás hubiera sido mejor tratada por su esposo. El aplauso mostró que el auditorio creía mis declaraciones.”
Lo que aconteció en el funeral de C. T. Russell en Pittsburgo en 1916 también es significativo con relación a esto. Anna K. Gardner, cuyos recuerdos son similares a los de otros que estuvieran allí, nos dice esto: “Precisamente antes de los servicios en Carnegie Hall sucedió algo que era una refutación de las mentiras que se dijeron en el periódico acerca del hermano Russell. La sala se llenó mucho antes de la hora en que habían de comenzar los servicios y reinaba gran silencio, y entonces se vio una figura velada que se dirigió por el pasillo central al ataúd y colocó algo sobre él. Al frente se podía ver lo que era... un ramillete de lirios de los valles, la flor favorita del hermano Russell. El ramillete tenía una cinta que decía: ‘A mi amado esposo.’ Era la Sra. Russell. Nunca se habían divorciado y esto era un reconocimiento de ello en público.”
Uno sólo puede imaginarse el dolor de corazón y la tensión emocional que le causaron a C. T. Russell sus dificultades domésticas. En una carta manuscrita sin fecha a la Sra. Russell en cierto momento de sus dificultades maritales, escribió: “Para cuando ésta te llegue habrá pasado solo una semana desde que abandonaste a aquel a quien prometiste delante de Dios y del hombre amar y obedecer y servir, ‘para bien o para mal, hasta que la muerte los separe.’ Ciertamente es verdad que ‘la experiencia es excelente maestro.’ Solamente ella podría haberme persuadido de esto por parte de ti, de quien verdaderamente puedo decir que en un tiempo no pudo haber habido ayudante más amorosa y devota. Tengo la seguridad de que si hubieras sido otra cosa no me habrías sido dada por el Señor. Él lo hace todo bien. Todavía le doy gracias por Su providencia para conmigo en ese sentido, y rememoro con placenteras sensaciones el tiempo cuando me besabas por lo menos treinta veces al día, y repetidamente me decías que no veías cómo podrías vivir sin mí; y que temías que yo muriera primero . . . Y reflexiono en que algunas de estas manifestaciones de amor me las diste hace solo año y medio, aunque por un año antes tu amor había sido menos fervoroso... por celos y suposiciones, a pesar de que te confirmaba la intensidad de mi amor por ti, repitiéndolo cien veces, como todavía lo afirmo.”
A Russell sí le parecía que el gran Adversario tenía entonces “muy firmemente asida” a su esposa. Dijo: “He orado solícitamente al Señor por ti,” y también se esforzó por ayudarla. Entre otras cosas, escribió: “No pondré sobre ti las cargas de relatos de mi tristeza, ni trataré de ejercer influencia en tus simpatías describiendo mis emociones, cuando de vez en cuando veo trajes tuyos y otros artículos que vívidamente me recuerdan tu persona de antes... tan llena de amor y simpatía y disposición de ayudar... el espíritu de Cristo. Mi corazón clama: ‘Ay, que yo la hubiera enterrado, o que ella me hubiera enterrado a mí, en aquel tiempo de felicidad.’ Pero manifiestamente las dificultades y pruebas no habían adelantado lo suficiente. . . . Considera, por favor, con oración lo que voy a decir. Y puedes estar segura de que el poder heridor de mi dolor, su acerbidad, no es que me hallaré solo yo por el resto del viaje de la vida, sino tu caída, mi amor, tu pérdida eterna, hasta donde puedo ver.”
NO INMORAL
Como si no bastara con la tensión de las dificultades matrimoniales de Russell, sus enemigos se rebajaron a levantar acusaciones difamatorias contra él diciendo que era inmoral. Estas falsedades deliberadas giraron alrededor del llamado cuento de la “medusa.” Durante el juicio de abril de 1906, la Sra. Russell testificó que cierta Srta. Ball le dijo que en una ocasión C. T. Russell había dicho: “Yo soy como una medusa. Voy flotando por aquí y por allá. Toco a ésta y a aquélla, y si responde la traigo a mí, y, si no, sigo flotando hacia otras.” En la silla de los testigos C. T. Russell negó enfáticamente el cuento de la “medusa,” y todo este asunto fue tachado del registro del tribunal; además el juez dijo al aconsejar al jurado: “Este pequeño incidente acerca de esta muchacha que estaba en la familia, eso está fuera de la base de la demanda y no tiene nada que ver con el caso.”
La muchacha en cuestión vino a los Russells en 1888 como huérfana de unos diez años de edad. Ellos la trataban como si fuera su propia hija y ella daba las buenas noches con un beso tanto al Sr. Russell como a su esposa cada noche cuando se retiraba. (Registro del Tribunal, páginas 90 y 91) La Sra. Russell testificó que aquel suceso alegado ocurrió en 1894, cuando esta muchacha no pudiera haber tenido más de quince años de edad. (Registro del Tribunal, página 15) Después de eso, la Sra. Russell vivió con su esposo por tres años y se separó de él por unos siete años más antes de poner demanda para conseguir una separación. En su demanda de separación no se hizo referencia a este asunto. Aunque la Srta. Ball vivía entonces y la Sra. Russell sabía dónde, no hizo ningún esfuerzo por conseguirla como testigo y no presentó ninguna declaración procedente de ella. C. T. Russell mismo no pudiera haber conseguido que la Srta. Ball estuviera presente para testificar porque él no tuvo notificación ni indicación de que su esposa hubiera de sacar tal asunto a relucir en el caso. Además, tres años después del incidente que se alegó, cuando la Sra. Russell había reunido un comité delante del cual ella y su esposo consideraron ciertas diferencias, ni siquiera hubo insinuación del cuento de la “medusa.” En la demanda en que se pidió mantenimiento por separado, el abogado de la Sra. Russell había dicho: “No hacemos ninguna acusación de adulterio.” Y el registro (página 10) muestra que en realidad la Sra. Russell jamás creyó que su esposo fuera culpable de conducta inmoral. Su propio abogado le preguntó a la Sra. Russell: “Usted no quiere decir que su esposo fuera culpable de adulterio, ¿verdad?” Ella respondió: “No.”
A través del penoso período de las dificultades domésticas de Carlos Taze Russell y las penurias relacionadas con ellas, Jehová lo sostuvo por medio del espíritu santo. Dios continuó utilizando a Russell durante aquellos años, no solo para escribir material para Zion’s Watch Tower, sino para cumplir con otros deberes de peso y para escribir tres tomos de La Aurora del Milenio (o Estudios de las Escrituras). ¡Qué animador es esto para los cristianos hoy mientras siguen haciendo la voluntad divina aunque se enfrenten a varias pruebas! Especialmente alentadora para los fieles seguidores ungidos de Jesús son estas palabras de Santiago: “Feliz es el hombre que sigue aguantando la prueba, porque al llegar a ser aprobado recibirá la corona de la vida, que Jehová prometió a los que continúan amándolo.”—Sant. 1:12.
TRIGO MILAGROSO
No fueron solo los asuntos domésticos de C. T. Russell lo que sus enemigos usaron contra él, sino también otras “armas.” Por ejemplo, sus enemigos han levantado la acusación de que él vendió una gran cantidad de semillas ordinarias de trigo bajo el nombre de “Trigo Milagroso” a un dólar la libra, o sesenta dólares el bushel. Han dicho que por medio de esto Russell obtuvo enorme beneficio personal. No obstante, estas acusaciones son absolutamente falsas. ¿Cuál es la realidad?
En 1904 el Sr. K. B. Stoner notó una planta poco usual que crecía en su jardín en Fincastle, Virginia. Resultó ser trigo de una clase singular. La planta tenía 142 tallos y cada uno tenía una cabeza de trigo plenamente maduro. En 1906 él la llamó “Trigo Milagroso.” Con el tiempo otros la obtuvieron y cultivaron, y disfrutaron de cosechas extraordinarias. De hecho, el Trigo Milagroso ganó premios en varias ferias. C. T. Russell estaba muy interesado en todo lo que estuviera relacionado con las predicciones bíblicas de que “el yermo se gozará, y florecerá como la rosa” y “la tierra dará su fruto.” (Isa. 35:1; Eze. 34:27, Valera) El 23 de noviembre de 1907, H. A. Miller, auxiliar en asuntos agrícolas del Gobierno de los Estados Unidos, presentó en el Departamento de Agricultura un informe en el cual daba encomio por este trigo cultivado por el Sr. Stoner. Por todo el país la prensa pública tomó en consideración aquel informe. Esto le llamó la atención a C. T. Russell, y por eso en Zion’s Watch Tower del 15 de marzo de 1908, en la página 86, publicó unos comentarios de prensa y porciones que sacó del informe gubernamental. Entonces, concluyendo, comentó: “Aunque estos relatos solo dijeran la mitad de la verdad, es testimonio fresco de que Dios puede suministrar las cosas que se necesitan para los ‘tiempos de la restitución de todas las cosas que Dios ha hablado por boca de todos los santos profetas desde el comienzo del mundo.’—Hechos 3:19-21.”
El Sr. Stoner no era Estudiante de la Biblia ni asociado de C. T. Russell, como no lo eran varias otras personas que hicieron experimentos con el Trigo Milagroso. No obstante, en 1911 J. A. Bohnet de Pittsburgo, Pensilvania, y Samuel J. Fleming de Wabash, Indiana, lectores de la Watch Tower, le regalaron a la Sociedad Watch Tower Bible and Tract el conjunto de unos 30 bushels de este trigo y propusieron que se vendiera a un dólar la libra y que la Sociedad recibiera los réditos como una donación procedente de ellos, para que se usara en su obra religiosa. La Sociedad recibió el trigo y lo envió y los réditos totales alcanzaron la suma de aproximadamente 1.800 dólares. Russell mismo no recibió ni un centavo de este dinero. Él simplemente publicó una declaración en The Watch Tower indicando que el trigo había sido contribuido y podía obtenerse a un dólar la libra. La Sociedad misma no alegó nada para el trigo por propio conocimiento y el dinero que se recibió fue como donación a la obra misional cristiana. Cuando otros criticaron esta venta, a todos los que habían contribuido se les informó que si no estaban satisfechos se les devolvería su dinero. De hecho, el dinero mismo que se recibió para el trigo fue retenido por un año con ese fin. Pero ni una sola persona pidió que se le devolviera. El comportamiento del hermano Russell y de la Sociedad con relación al Trigo Milagroso fue completamente franco y sin engaño.
Debido a que Carlos Taze Russell enseñó la verdad de la Palabra de Dios, fue odiado y difamado, a menudo por el clero religioso. Pero, después de todo, los cristianos de tiempos modernos esperan esta clase de tratamiento, porque Jesús y sus apóstoles recibieron trato semejante de los opositores religiosos.—Luc. 7:34.
“JEHOVÁ NO ABANDONARÁ A SU PUEBLO”
Jehová es un Dios fiel. El profeta Samuel aconsejó al pueblo de Israel que sirviera a Dios con todo su corazón, y declaró: “Jehová no abandonará a su pueblo por amor de su gran nombre, porque Jehová ha tomado a su cargo hacerlos pueblo suyo.”—1 Sam. 12:20-25.
Ciertamente los Estudiantes de la Biblia vieron que esto fue cierto en el caso de ellos. Algunas de sus experiencias durante los años de 1914 hasta 1916, por ejemplo, trajeron desilusión y tristeza. Sin embargo, Jehová sostuvo a su pueblo, y jamás los abandonó.—1 Cor. 10:13.
ESPERANDO GRANDES COSAS
En aquel tiempo también hubo razones para manifestar regocijo. Por años el pueblo de Dios había señalado a 1914 como el año que marcaría el fin de los Tiempos de los Gentiles. No fueron desilusionados en lo que esperaban. El 28 de julio de 1914 estalló la I Guerra Mundial, y a medida que el tiempo siguió su marcha hacia el 1 de octubre, más y más naciones e imperios se envolvieron en ella. Como los testigos cristianos de Jehová saben por su estudio de la Biblia, el período de gobernación mundial gentil ininterrumpida terminó en 1914, con el nacimiento del reino celestial de Dios con Jesucristo como rey. (Rev. 12:1-5) Pero también se esperaban otras cosas en cuanto a 1914. Sobre éstas, el hermano A. H. Macmillan escribió en su libro Faith On the March (La fe en marcha): “El 23 de agosto de 1914, como bien recuerdo, el pastor Russell empezó un viaje al noroeste, bajando por la costa del Pacífico y pasando a los estados del Sur, y terminando entonces en Saratoga Springs, Nueva York, donde celebramos una asamblea del 27 al 30 de septiembre. Aquel fue un tiempo muy interesante debido a que unos cuantos de nosotros pensábamos seriamente que nos iríamos al cielo durante la primera semana de aquel octubre.”
Entre algunos Estudiantes de la Biblia estaba muy arraigada la idea de irse al cielo en 1914. “Pensábamos,” dice la hermana Kenyon, esposa de Dwight T. Kenyon, “que la guerra pasaría a una revolución y de allí a la anarquía. Entonces los ungidos o consagrados en aquel tiempo morirían y serían glorificados. Cierta noche soñé que toda la ecclesia (congregación) estaba en un tren que iba a algún lugar. Hubo truenos y relámpagos, y de pronto los hermanos empezaron a morirse alrededor de mí. Pensé que eso estaba bien, pero por más que yo trataba, no podía morir. ¡Esto me inquietó mucho! Entonces de pronto morí y me sentí muy aliviada y satisfecha. Cuento esto solo para mostrar lo seguros que estábamos de que todo terminaría pronto en lo que tenía que ver con este viejo mundo y que el resto del ‘rebaño pequeño’ sería glorificado.—Luc. 12:32.”
Hazelle y Helen Krull recuerdan que durante 1914 los asuntos que se consideraban en la mesa del comedor de Betel solían girar alrededor del fin de los Tiempos de los Gentiles. De vez en cuando, se dice, el hermano Russell hablaba por largo tiempo, instando a mostrar fidelidad y explicando que los rasgos que tenían que ver con tiempo habían sido repasados y todavía parecían exactos, pero también que “si esperábamos más de lo que las Escrituras garantizaban, entonces teníamos que doblegarnos ante la voluntad de Jehová y ajustar nuestra mente y corazón con fe a Su camino, todavía vigilando y esperando con fe el desenvolvimiento de los acontecimientos asociados.”
Algo que sucedió en la asamblea de Saratoga Springs destaca el punto de vista del hermano Macmillan en cuanto a “irse a casa” al cielo en aquel año. Escribió él: “Tenía una invitación para hablar el miércoles (30 de septiembre) sobre el tema: ‘El fin de todas las cosas se ha acercado; por lo tanto seamos sobrios, vigilantes y oremos.’ Bueno, como diría uno, eso era lo que me gustaba. Yo mismo lo creía sinceramente... que la iglesia ‘se iría a casa’ en octubre. Durante aquel discurso hice esta lamentable declaración: ‘Probablemente éste sea el último discurso público que pronunciaré porque pronto nos iremos a casa.’”
La mañana siguiente, el 1 de octubre de 1914, unos quinientos Estudiantes de la Biblia disfrutaron de un hermoso viaje por el río Hudson en un vapor de Albany a Nueva York. El domingo los delegados habían de empezar las sesiones en Brooklyn, donde terminaría la asamblea. Un buen número de delegados se alojó en Betel, y, por supuesto, los miembros del personal de la central estuvieron presentes a la mesa del desayuno el viernes 2 de octubre por la mañana. Todos estaban ya sentados cuando entró el hermano Russell. Como de costumbre, dijo alegremente: “Buenos días a todos.” Pero esta mañana en particular pasó algo diferente. En vez de ir prontamente a su asiento, palmoteó y anunció gozosamente: “Los tiempos de los gentiles han terminado; sus reyes ya han tenido su día.” “¡Cómo aplaudimos!” exclama Cora Merrill. El hermano Macmillan admitió lo siguiente: “Estábamos intensamente excitados y no me hubiera sorprendido si en aquel momento sencillamente hubiéramos empezado a elevarnos, como señal de empezar a ascender al cielo... pero, por supuesto, no hubo nada semejante, realmente.” La hermana Merrill añade: “Después de una breve pausa él [Russell] dijo: ‘¿Se siente desilusionado alguien? Yo no. ¡Todo sigue moviéndose precisamente a su tiempo!’ De nuevo aplaudimos.”
C. T. Russell dijo unas cosas, pero no pasó mucho tiempo antes que A. H. Macmillan se hiciera el foco de la atención. Afablemente, Russell dijo: “Vamos a hacer unos cambios en el programa para el domingo. A las 10:30 de la mañana este domingo el hermano Macmillan nos pronunciará un discurso.” Eso hizo que todos se rieran con gusto. Después de todo, precisamente aquel miércoles próximo pasado el hermano Macmillan había pronunciado lo que él pensaba que probablemente sería su “último discurso público.” “Bueno,” escribió A. H. Macmillan años después, “entonces tuve que ponerme a buscar algo que decir. Hallé Salmo 74:9: ‘No vemos ya nuestras señales; no hay más profeta, ni entre nosotros hay quien sepa hasta cuándo.’ Pues, eso era diferente. En aquel discurso traté de hacer que los hermanos vieran que algunos de nosotros quizás nos habíamos apresurado un poquito al pensar que nos iríamos al cielo inmediatamente, y lo que teníamos que hacer era mantenernos ocupados en el servicio del Señor hasta que él determinara cuándo cualquiera de sus siervos aprobados sería llevado a casa al cielo.”
C. T. Russell mismo había advertido contra conjeturas particulares. Por ejemplo, consideró el fin de los Tiempos de los Gentiles y entonces dijo en The Watch Tower del 1 de diciembre de 1912: “Finalmente, recordemos que no nos consagramos [dedicamos] ni a octubre de 1914 ni a octubre de 1915 ni a ninguna otra fecha, sino ‘hasta la muerte.’ Si por alguna razón el Señor nos ha permitido calcular mal las profecías, las señales de los tiempos nos aseguran que no nos podemos haber equivocado mucho en los cálculos. Y si la gracia y paz del Señor está con nosotros en el futuro como en el pasado, según Su promesa, nos regocijaremos igualmente en irnos o quedarnos en cualquier tiempo, y estar en Su servicio, sea a este lado del velo o al otro lado [en la Tierra o en el cielo], según mejor le plazca a nuestro Amo.”
Aun al empezar el año culminante de 1914, Russell escribió en The Watch Tower del 1 de enero: “Quizás no leamos los rasgos de tiempo con la misma certeza absoluta que los rasgos doctrinales; porque en las Escrituras el tiempo no se declara tan definitivamente como las doctrinas básicas. Todavía andamos por fe y no por vista. Sin embargo, no somos gente sin fe y descreída, sino gente de fe y que espera. Si más tarde se demuestra que la Iglesia no es glorificada para octubre de 1914, trataremos de sentirnos contentos con lo que sea la voluntad del Señor.”
Así, pues, muchos Estudiantes de la Biblia esperaban grandes cosas en cuanto a 1914. Pero también habían recibido amonestación sana en las páginas de The Watch Tower. En realidad, algunos cristianos pensaban que ‘se irían a casa’ al cielo en el otoño de aquel año. “Pero,” dice C. J. Woodworth, “el 1 de octubre de 1914 llegó y pasó —y los años se acumularon después de aquella fecha— y los ungidos estaban todavía aquí en la Tierra. Algunos se amargaron y apostataron de la verdad. Los que pusieron su confianza en Jehová vieron que 1914 fue verdaderamente un tiempo marcado —el ‘principio del fin’— pero también se dieron cuenta de que el concepto anterior de ellos acerca de la ‘glorificación de los santos,’ como se declaraba, estaba equivocado. Ahora percibieron que todavía quedaba mucho trabajo para los fieles ungidos... y de ese grupo mi padre [Clayton J. Woodworth] fue uno.”
Pero las desilusiones acerca de ir al cielo en 1914 en realidad eran una cosa muy pequeña, en comparación con las grandes cosas esperadas que se realizaron con relación a aquel año. Durante los primeros seis meses de 1914, nada les pasó a las naciones gentiles, aunque los Estudiantes de la Biblia por mucho tiempo habían señalado que los Tiempos de los Gentiles caducarían en aquel año. Por lo tanto, líderes religiosos y otras personas ridiculizaron a C. T. Russell y a la Sociedad Watch Tower. Sin embargo, Jehová ciertamente no había abandonado a su pueblo ni había permitido que fueran extraviados. Impulsados por Su espíritu santo, ellos siguieron efectuando su trabajo de testimonio, pues no esperaban el fin de los Tiempos de los Gentiles sino hasta el otoño de aquel año. A medida que los meses pasaron, la tensión aumentó por toda Europa, y todavía aumentaba la mofa contra el mensaje del Reino. Sin embargo, cuando nación tras nación se vio envuelta en la primera guerra mundial hubo una diferencia. Esto llamó atención prominentemente a la obra de los testigos cristianos de Jehová.
Una típica respuesta de la prensa de aquel tiempo se vio en The World, que entonces era un periódico prominente de la ciudad de Nueva York. Su sección de revista dominical del 30 de agosto de 1914 contuvo el artículo “Fin de todos los reinos en 1914.” Allí se declaró, en parte:
“El tremendo estallido de guerra en Europa ha cumplido una profecía extraordinaria. Durante el pasado cuarto de siglo, por medio de predicadores y por medio de la prensa, los ‘Estudiantes Internacionales de la Biblia,’ a quienes se conoce mejor como ‘Auroristas Milenarios,’ han estado proclamando al mundo que el Día de la Ira profetizado en la Biblia amanecería en 1914. ‘¡Tengan cuidado con 1914!’ ha sido el lema de centenares de evangelizadores viajeros que, en representación de este credo raro, han viajado por todo el país enunciando la doctrina de que ‘el Reino de Dios se ha acercado.’ . . .
“El Rdo. Carlos T. Russell es el hombre que ha estado presentando esta interpretación de las Escrituras desde 1874. . . . ‘En vista de esta evidencia fuerte de la Biblia,’ escribió el Rdo. Russell en 1889, ‘consideramos como una verdad establecida el que el fin cabal de los reinos de este mundo y el establecimiento completo del reino de Dios se realizarán para el fin de 1914 d. de J.C.’ . . .
“Pero el decir que la tribulación habría de culminar en 1914... eso era raro. Por algún motivo extraño, tal vez porque el Rdo. Russell tiene en sus escritos un estilo que es sereno, típico de la matemática superior, más bien que los modales rimbombantes de los que predican en las esquinas de las calles, el mundo en general casi no lo ha tomado en cuenta. Los estudiantes allá en su ‘Tabernáculo de Brooklyn’ dicen que esto había de esperarse, que el mundo en ningún tiempo escuchó las advertencias divinas y que nunca lo hará, hasta que haya pasado el día de la tribulación. . . .
“Y en 1914 viene la guerra, la guerra que todo el mundo temía pero que al mismo tiempo todo el mundo pensaba que no podía suceder en verdad. El Rdo. Russell no está diciendo: ‘Les dije que sería así’; tampoco está enmendando las profecías para hacerlas cuadrar con la historia corriente. Él y sus estudiantes están satisfechos con esperar... esperar hasta octubre, fecha que ellos calculan será el fin verdadero de 1914.”
Es verdad que los Estudiantes de la Biblia no fueron ‘llevados a casa’ al cielo en octubre de 1914. Pero los Tiempos de los Gentiles de 2.520 años de duración terminaron entonces. Y, como más tarde comprendieron más plenamente los siervos de Jehová, tenían mucho trabajo que hacer después de aquel tiempo aquí mismo en la Tierra en la predicación de las buenas nuevas del reino establecido de Dios. Evidentemente muchos todavía habían de responder favorablemente a la verdad bíblica. En cuanto a esto, Russell escribió en The Watch Tower del 15 de febrero de 1915: “Hay ciertas indicaciones de que el Señor tiene una gran obra para todo Su pueblo, Sus santos vigilantes, en la actualidad. . . . Hay algunos de los hijos del Señor que parecen estar dominados por la idea de que ‘la puerta se ha cerrado,’ y que no hay más oportunidad para servicio. De modo que llegan a hacerse indolentes con respecto a la obra del Señor. ¡No debemos perder tiempo soñando que la puerta se ha cerrado! Hay personas que están buscando la Verdad... personas que están sentadas en las tinieblas. Nunca ha habido un tiempo como el actual. Nunca ha habido tantas personas dispuestas a escuchar el buen Mensaje. En todos los cuarenta años de la Siega nunca ha habido oportunidades para proclamar la Verdad como las que ahora se están presentando. La gran guerra y las señales ominosas de los tiempos están despertando a la gente, y muchas personas ahora están inquiriendo. De manera que el pueblo del Señor debería ser muy diligente, haciendo con sus fuerzas lo que su mano halla que hacer.”
“HAY UNA GRAN OBRA ESPERANDO”
En esencia, pues, al pueblo de Dios se le dijo que permaneciera firme y que ‘tuviera mucho que hacer en la obra del Señor.’ (1 Cor. 15:58) Otro indicio de que el hermano Russell estaba convencido de que a los siervos de Jehová les esperaba una gran obra fue un suceso que relató años más tarde A. H. Macmillan. C. T. Russell siempre pasaba sus mañanas, desde las ocho hasta el mediodía, preparando artículos de la Watch Tower y escribiendo otras cosas y haciendo investigación bíblica. Macmillan escribió: “Nadie se acercaba jamás al estudio durante aquellas horas a menos que se le llamara o tuviera algo muy importante. Unos cincos minutos después de las ocho, un mecanógrafo bajó corriendo las escaleras y me dijo: ‘El hermano Russell quiere verlo en el estudio.’ Pensé: ‘¿Y ahora qué he estado haciendo?’ El ser llamado al estudio por la mañana quería decir que había algo importante.” Escuche lo que sigue narrando el hermano Macmillan:
“Fui al estudio y él dijo: ‘Entre, hermano. Por favor pase a la sala.’ Era una extensión del estudio. Dijo: ‘Hermano, ¿está usted tan profundamente interesado en la verdad como lo estuvo cuando comenzó?’ Reflejé sorpresa. Él dijo: ‘No se sorprenda. Eso fue solo una pregunta que sugiere la respuesta.’ Entonces me describió su condición física, y yo sabía lo suficiente en cuanto a diagnosis física para saber que él no viviría muchos meses más a menos que recibiera algún alivio. Dijo: ‘Pues bien, hermano, lo que yo quería decirle es esto. Ya no puede seguir haciendo la obra por más tiempo, y sin embargo hay una gran obra que hacer. . . .’
“Dije: ‘Hermano Russell, no veo que esté saliendo claro lo que usted dice. No puedo entenderlo bien.’
“‘¿Qué quiere decir, hermano?’ preguntó.
“‘¿Que usted va a morir y esta obra va a seguir?’ contesté. ‘Lo que va a pasar es que cuando usted muera todos vamos a cruzarnos de brazos complacientemente y esperar irnos al cielo con usted. Entonces dejaremos de trabajar.’
“‘Hermano,’ dijo él, ‘si eso es lo que usted piensa, no ve la cuestión. Esto no es la obra del hombre. Yo no soy importante para esta obra. La luz está haciéndose más brillante. Hay una gran obra esperando.’ . . .
“Después de bosquejar el trabajo que nos esperaba, el hermano Russell dijo: ‘Mire, lo que quiero es alguien que entre aquí para tomar de mí la responsabilidad. Todavía dirigiré el trabajo, pero no puedo atenderlo como lo he hecho en el pasado.’ De modo que consideramos a varias personas. Finalmente, cuando salí y pasé por una puerta corrediza al pasillo, dijo: ‘Aguarde un minuto. Vaya a su cuarto y háblele al Señor sobre este asunto y venga y dígame si el hermano Macmillan quiere aceptar este trabajo.’ Cerró la puerta sin que yo dijera nada más. Bueno, creo que me quedé allí medio aturdido. ¿Qué podía hacer yo para ayudar al hermano Russell en este trabajo? Esto exigía un hombre que tuviera algunas habilidades de administración, y todo lo que yo sabía era predicar religión. Sin embargo, reflexioné en cuanto a ello y más tarde regresé y le dije: ‘Hermano, haré todo lo que pueda. No importa dónde me ponga.’”
C. T. Russell, convencido de que le esperaba muchísimo trabajo al pueblo de Dios, dijo a los que estaban estrechamente asociados con él que se prepararan para un aumento en la cantidad de asociados. Hizo ciertos cambios que significarían mayor unión en la organización, y recomendó cambios futuros por si no podía efectuarlos personalmente. A. H. Macmillan fue colocado a cargo de la oficina y del hogar Betel. Entonces, a pesar de que la salud de Russell iba fallando rápidamente y él se encontraba en situación de extrema incomodidad física para el otoño de 1916, salió a efectuar una gira de conferencias ya fijada.
UN VIAJE FINAL
Partiendo de Nueva York el 16 de octubre de 1916, el hermano Russell y su secretario, Menta Sturgeon, viajaron a Detroit, Michigan, por vía de Canadá. Los dos hombres siguieron entonces a Chicago, Illinois, cruzando por Kansas y siguiendo adelante a Texas. La condición de salud de Russell era tal que su secretario tuvo que sustituir por él en varios compromisos de discursante. En la noche del martes 24 de octubre, en San Antonio, Texas, Russell pronunció su último discurso público, sobre el tema “El mundo en fuego.” Durante este discurso tuvo que salir de la plataforma tres veces, y ser sustituido por su secretario.
El martes por la noche el hermano Russell y su secretario y viajero asociado estaban en un tren que se dirigía a California. Russell, enfermo, permaneció en cama todo el día el miércoles. En una ocasión, tomando la mano del enfermo, el asociado de viaje de Russell dijo: “¡Esa es la más grande mano aplastadora de credos que he visto!” Russell contestó que no pensaba que aquella mano aplastaría más credos.
Los dos hombres tuvieron que permanecer un día en Del Río, Texas, porque un puente había sido quemado y hubo que levantar otro. Salieron de Del Río el jueves por la mañana. El viernes por la noche cambiaron de tren en un punto de empalme en California. Durante todo el sábado Russell sintió grandes dolores y experimentó gran debilidad. Llegaron a Los Ángeles el domingo 29 de octubre, y allí aquella noche C. T. Russell pronunció su último discurso a una congregación. Para entonces estaba tan débil que no pudo estar de pie para el discurso. “Lamento que no puedo hablar con vigor o potencia,” dijo Russell. Entonces le pidió al presidente que quitara el atril y le trajera una silla, diciendo mientras se sentaba: “Perdónenme que me siente, por favor.” Habló por unos cuarenta y cinco minutos, entonces contestó preguntas por un rato. Dwight T. Kenyon dice de aquella ocasión: “Tuve el privilegio de asistir al último discurso del hermano Russell en Los Ángeles el 29 de octubre de 1916. Él estaba muy enfermo y permaneció sentado durante su discurso acerca de Zacarías 13:7-9. ¡Cómo me impresionó su texto de despedida, Números 6:24-26!”
Dándose cuenta de que su grave condición no le permitiría seguir, Russell decidió cancelar los demás compromisos de pronunciar conferencias y regresar rápidamente al hogar Betel en Brooklyn. El martes 31 de octubre C. T. Russell estaba a punto de morir. En Panhandle, Texas, un médico solicitado previamente por telégrafo subió temporeramente al tren y observó la condición de Russell, reconociendo los síntomas críticos. Entonces el tren partió de nuevo. Poco después, temprano en la tarde del martes 31 de octubre de 1916, murió Carlos Taze Russell en Pampa, Texas, a los sesenta y cuatro años de edad.
‘DIOS TODAVÍA AL TIMÓN’
Las muchas pruebas, actividades de predicación, responsabilidades de escritor y otros deberes de Carlos Taze Russell habían gastado mucho su vitalidad. Por unos treinta y dos años había servido de presidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. Según informes, viajó más de un millón seiscientos mil kilómetros como conferenciante, y predicó más de 30.000 sermones. Escribió literatura que en total alcanzó la cifra de más de 50.000 páginas, y a menudo dictó mil cartas al mes, mientras administraba una campaña de evangelización mundial que en un tiempo utilizó a 700 discursantes. Además, Russell personalmente compiló el más informativo drama bíblico que se ha exhibido, el Foto-Drama de la Creación.
Puesto que el hermano Russell había desempeñado tan prominente papel en la obra de declarar las buenas nuevas, muchos Estudiantes de la Biblia lo echaron mucho de menos. “Cuando leí el telegrama acerca de su muerte a la familia de Betel en el desayuno la mañana siguiente,” dice A. H. Macmillan, “hubo gemidos por todo el comedor.” Entre el pueblo de Dios en general hubo una variedad de respuestas a esta situación. Arden Pate, quien, de paso, era acomodador en el Teatro Majestic de San Antonio cuando C. T. Russell pronunció su último discurso público, menciona lo siguiente: “Algunos dijeron: ‘Se acabó,’ y para ellos se acabó porque no veían a Jehová conduciendo a su pueblo, sino que esperaban demasiado de un solo hombre.” En los servicios funerales de Russell el domingo 5 de noviembre de 1916, en el Templo de la ciudad de Nueva York, varios de los que habían estado estrechamente asociados con él hablaron acerca de la gran pérdida. No obstante, hubo también exhortaciones a continuar en fidelidad. Se celebraron servicios separados en el Carnegie Music Hall de Pittsburgo (Allegheny), Pensilvania, comenzando a las dos de la tarde del 6 de noviembre, y el entierro se efectuó en el terreno de la Familia de Betel en el cementerio llamado Rosemont United Cemeteries, en Allegheny, al crepúsculo de aquel día.
Durante el servicio funeral de la mañana en la ciudad de Nueva York, A. H. Macmillan mencionó la conversación que el hermano Russell tuvo con él poco antes de su muerte, y señaló también ciertos pasos que Russell dio con relación al trabajo en las oficinas centrales de la Sociedad. Entonces, entre otras cosas Macmillan declaró: “La obra que nos espera es grande, pero el Señor nos dará la gracia y fortaleza que necesitamos para efectuarla. . . . algunos trabajadores de corazón débil quizás piensen que ha llegado el tiempo de poner a un lado nuestros instrumentos de siega y esperar hasta que el Señor nos llame a casa. Este no es tiempo para oír a los que se aflojan. Es un tiempo para acción... ¡acción más resuelta que nunca!”
Casi al fin de su discurso en el servicio de la noche, J. F. Rutherford dijo: “Mis amados hermanos —nosotros los que estamos aquí, y todos los que hay en la Tierra— ¿qué haremos? ¿Aflojaremos nuestro celo por la causa de nuestro Señor y Rey? ¡No! Por su gracia aumentaremos nuestro celo y energía, para terminar nuestra carrera con gozo. No temeremos ni vacilaremos, sino que estaremos hombro a hombro, contendiendo por la fe, regocijándonos en nuestro privilegio de proclamar el Mensaje de su Reino.”
Dignas de nota, también fueron las declaraciones del secretario-tesorero de la Sociedad, W. E. Van Amburgh. En los servicios funerales de Russell, declaró: “Esta gran obra mundial no es la obra de una sola persona. Es demasiado grande para eso. Es la obra de Dios y no cambia. Dios ha usado muchos siervos en el pasado y sin duda usará a muchos en el futuro. No estamos consagrados a un hombre, ni a la obra de un hombre, sino a hacer la voluntad de Dios, como Él nos la revelará por Su Palabra y modos de dirigir providenciales. Dios todavía está al timón.”
Para el pueblo de Dios aquellos ciertamente fueron días difíciles. Sin embargo, esperaban la ayuda de Jehová. (Sal. 121:1-3) Dios levantaría a otros para llevar responsabilidades principales en su organización. La predicación continuaría.
Los siervos de Jehová acababan de pasar por un tiempo difícil, pero les esperaban años de crisis. Habiendo muerto C. T. Russell el 31 de octubre de 1916, la Sociedad Watch Tower estaba sin presidente. Hasta su reunión anual el 6 de enero de 1917, un comité ejecutivo administró los asuntos de la Sociedad. Durante aquel período, por supuesto, surgió la pregunta de quién sería el siguiente presidente. Cierto día el hermano Van Amburgh le preguntó a A. H. Macmillan: “Hermano, ¿qué piensa en cuanto a esto?” “Solo hay una persona, gústele a uno o no,” respondió Macmillan. “Solo hay un hombre que puede encargarse de esta obra ahora, y ése es el hermano Rutherford.” Tomando la mano de Macmillan, el hermano Van Amburgh dijo: “Soy de la misma opinión.” J. F. Rutherford no sabía nada de esto y no hizo ninguna campaña electoral por votos. Pero en la reunión anual de la Sociedad el 6 de enero de 1917 fue presentado como candidato y elegido presidente de la Sociedad Watch Tower.
Asumiendo su nueva responsabilidad humildemente, el hermano Rutherford habló brevemente en aquella ocasión, solicitando las “oraciones unidas, profunda comprensión y cooperación completa” de sus compañeros de creencia. Les aseguró: “El que hasta ahora nos ha conducido continuará conduciéndonos. Tengamos corazones valerosos, mentes dispuestas y manos prestas, confiando siempre implícitamente en el Señor, buscando Su guía. Él nos conducirá a la victoria segura. Renovando nuestro Pacto con Él hoy, unidos en los vínculos sagrados del amor cristiano, salgamos a proclamar al mundo: ‘El Reino de los Cielos se ha acercado.’”
ANTECEDENTES DE RUTHERFORD
Rutherford mismo era un animoso combatiente por la verdad. Nació de padres bautistas en el condado de Morgan, Misuri, el 8 de noviembre de 1869. De la hermana Ross, la hermana carnal mayor de Joseph Franklin Rutherford, o José Franklin Rutherford, A. D. Schroeder aprendió esto: “El padre de ellos era un firme bautista allá en Misuri donde la familia vivía. José el hermano menor de ella nunca pudo aceptar la enseñanza bautista de un infierno de fuego. Como resultado de esto hubo muchos debates acalorados en la casa aun antes que hubieran oído acerca de la verdad. El hermano de ella siempre había sido una persona de profundas convicciones con un profundo sentido de la justicia. Desde la juventud quiso ser abogado y juez. El padre de ellos quería que él se quedara en la granja en vez de ir a la universidad a estudiar jurisprudencia. José tuvo que conseguir un amigo que le prestara dinero, no solo para alquilar a alguien que lo reemplazara en la granja de su padre, sino también para pagarse sus estudios de derecho.”
José Rutherford se pagó sus propios estudios. Entre otras cosas, se hizo perito en taquigrafía, una habilidad que le fue muy útil años después para hacer rápidos apuntes de sus pensamientos para artículos bíblicos y otros asuntos. Mientras todavía estaba en la escuela, José Rutherford llegó a ser estenógrafo de tribunal. Esto le permitió terminar de pagar su curso de estudios y también le suministró experiencia práctica. Después de completar su educación académica, Rutherford pasó dos años bajo la tutela del juez E. L. Edwards. A los veinte años de edad, José Rutherford llegó a ser el relator oficial para los tribunales del Circuito Judicial Decimocuarto de Misuri. Cuando tenía veintidós años, fue admitido al ejercicio de la abogacía en Misuri. Según los registros del Tribunal de Circuito de Cooper, obtuvo su licencia para practicar el derecho en aquel estado el 5 de mayo de 1892. Rutherford comenzó a ejercer la abogacía en Boonville, Misuri, como abogado de tribunal con la empresa de abogados de Draffen y Wright.
J. F. Rutherford sirvió más tarde por cuatro años de fiscal público en Boonville, Misuri. Después de eso llegó a ser juez especial en el mismo Distrito Judicial Decimocuarto de Misuri. En esta capacidad, si el juez ordinario no podía presidir, Rutherford presidía como juez sustituto. Los registros del tribunal confirman que fue nombrado juez especial en más de una ocasión. Por eso, llegó a ser conocido como el “juez” Rutherford.
Hazelle y Helen Krull recuerdan que oyeron a J. F. Rutherford contar cómo se interesó originalmente en la verdad que proclamaban los siervos de Jehová. Nos dicen: “Durante una de sus visitas el hermano Rutherford sugirió un paseo a la luz de la Luna en el campo. Mientras caminábamos, habló, y contó acerca de su vida de joven y cómo se interesó en la verdad. Fue criado en una granja, pero deseaba estudiar derecho. Su padre pensaba que necesitaba su ayuda en la granja pero finalmente consintió en dejarlo ir si él se pagaba sus propios estudios y también le pagaba a un ayudante que tomara su lugar en la granja. Durante las vacaciones del verano él vendía libros para cumplir con este acuerdo. . . . Se hizo una promesa a sí mismo de que cuando llegara a ser abogado practicante, si alguien venía alguna vez a su oficina a vender libros, los compraría. Aquel día vino [en 1894], pero su socio de abogacía habló a la visitante. Era una ‘repartidora’ —la hermana Elizabeth Hettenbaugh— y estaba presentando tres tomos de la Aurora del Milenio. El socio de Rutherford no estaba interesado en lo que se le ofreció y la despidió a ella [y a su compañera repartidora, la hermana Beeler]. El hermano Rutherford, saliendo de su oficina particular por haber oído algo acerca de libros y recordando la decisión que había hecho, la hizo regresar, tomó los libros y los colocó en su biblioteca en su casa y allí permanecieron por un tiempo. Cierto día mientras convalecía de una breve enfermedad abrió uno de los libros y comenzó a leer. Ese fue el principio de un interés de toda la vida y una devoción y servicio sin cesar a su Dios.”
No se celebraban reuniones de los Estudiantes de la Biblia cerca del hogar de Rutherford. No obstante, Clarence B. Beaty dice: “Desde 1904 en adelante se celebraron reuniones en nuestro hogar. La hermana Rutherford y el juez Rutherford vinieron desde Boonville, Misuri, para el Memorial [de la muerte de Cristo]. . . . Él participó de su primer Memorial y pronunció su primer discurso de peregrino a los hermanos en nuestro hogar. No había nadie en la verdad en Boonville excepto ellos.”
Pero, ¿cómo comenzó a ser predicador de las buenas nuevas J. F. Rutherford? Bueno, A. H. Macmillan fue en gran medida responsable de esto. Macmillan conoció a Rutherford en 1905 en Kansas City durante un viaje que él y el hermano Russell hacían a través de los Estados Unidos. Poco tiempo después el hermano Macmillan se detuvo para visitar al juez Rutherford por un día o dos. Una conversación entre ellos fue así:
“Juez, usted debería estar predicando la verdad por aquí.”
“No soy predicador. Soy abogado.”
“Pues, mire, juez, le voy a mostrar lo que puede hacer. Vaya y saque un ejemplar de la Santa Biblia y busque un grupito de personas, y enséñeles sobre la vida, la muerte y el más allá. Muéstreles de dónde obtuvimos nuestra vida, por qué entramos en la condición de muerte y lo que significa la muerte. Tome las Escrituras como testigo, y entonces termine, diciendo: ‘Ahí está; todo lo he cumplido como dije,’ tal como lo haría ante el jurado en un juicio, y remáchelo para concluir.”
“Eso no parece muy difícil.”
¿Qué sucedió después de eso? ¿Hizo Rutherford algo en cuanto a aquel consejo? El hermano Macmillan informó: “Había un individuo de color que trabajaba en una pequeña granja que estaba junto a la casa que él tenía en la ciudad, al borde casi de la población. Allí había unas quince o veinte personas de color, y él fue allí a darles un sermón sobre ‘La vida, la muerte y el más allá.’ Mientras él hablaba ellos seguían diciendo: ‘¡Alabado sea el Señor, juez! ¿Dónde aprendió todo eso?’ Fue una ocasión feliz para él. Aquélla fue la primera conferencia bíblica que pronunció.”
Poco después de eso, en 1906, J. F. Rutherford simbolizó su dedicación a Jehová Dios. Escribió el hermano Macmillan: “Tuve el privilegio de bautizarlo en Saint Paul, Minnesota. Fue una de las 144 personas que bauticé personalmente en agua aquel día. Por eso, fue un placer especial para mí cuando él llegó a ser presidente de la Sociedad.”
En 1907 Rutherford llegó a ser el consejero jurídico de la Sociedad Watch Tower, y sirvió en las oficinas centrales de Pittsburgo de ésta. Tuvo el privilegio de negociar los asuntos cuando la Sociedad transfirió sus operaciones a Brooklyn, Nueva York, en 1909. Para hacer esto, solicitó admisión al colegio de abogados de Nueva York y fue aceptado, de modo que llegó a ser abogado reconocido para ese estado. El 24 de mayo de aquel mismo año Rutherford fue también admitido para ejercer la abogacía delante del Tribunal Supremo de los Estados Unidos.
J. F. Rutherford con frecuencia pronunciaba discursos como peregrino, representante viajante de la Sociedad Watch Tower. Viajó extensamente como conferenciante bíblico en los Estados Unidos, habló en muchos colegios y universidades por solicitud, y también a grandes auditorios por toda Europa. Rutherford visitó a Egipto y Palestina, y en 1913, acompañado por su esposa, viajó a Alemania, donde habló a auditorios que alcanzaron un total de 18.000 personas.
SUS CARACTERÍSTICAS
Jesucristo dijo que todos sus seguidores eran “hermanos” y que “el mayor entre ustedes tiene que ser su ministro.” (Mat. 23:8-12) Por eso, ningún verdadero cristiano da a ningún compañero de creencia importancia indebida. Sin embargo, la Biblia revela las características de varios siervos de Dios. Moisés, por ejemplo, fue notable por su mansedumbre; Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, por su entusiasmo fervoroso. (Núm. 12:3; Mar. 3:17; Luc. 9:54) Puesto que a José F. Rutherford se le encomendó mucha responsabilidad en la organización terrestre de Dios, resulta interesante notar sus rasgos y cualidades.
“Rutherford siempre había manifestado un profundo amor cristiano a sus asociados,” dijo A. H. Macmillan, “y era de corazón muy bondadoso; pero no tenía naturalmente la misma disposición tierna y tranquila de Russell. Era directo y franco y no escondía lo que sentía. Su brusquedad al expresarse, aun cuando la bondad lo impulsaba a hablar, a veces se entendía mal. Pero solo había sido presidente por corto tiempo cuando quedó manifiesto que el Señor había escogido al hombre que se necesitaba para la tarea.”
Se aprende más acerca de la personalidad de Rutherford por lo que aconteció en el viejo Tabernáculo de Londres de los Estudiantes de la Biblia cuando pronunció el discurso del Memorial allí el 18 de abril de 1924. Acerca de esto, la hermana Heath, esposa del hermano William P. Heath, escribe: “El Tabernáculo era una vieja iglesia episcopal que la Sociedad había comprado a poco costo, y que se usaba para reuniones dominicales como nosotros usamos un Salón del Reino hoy. . . . El lugar para el orador estaba bien arriba hacia el techo, a seis metros del piso. Solo se le veía la cabeza cuando hablaba al auditorio. Quizás por esta razón el hermano Rutherford llamaba a aquello ‘el comedero de los caballos.’ Rehusó hablar desde allí, de hecho, sacudió a los hermanos al bajar y pararse al mismo nivel en que ellos estaban.”
Cuando originalmente el hermano Rutherford entró en la presidencia de la Sociedad Watch Tower, se necesitaba valor, fidelidad y resolución. Él manifestó esas cualidades. Por ejemplo, Esther I. Morris recuerda un discurso que Rutherford pronunció delante de un gran auditorio como peregrino en lo que entonces era el mayor teatro de Boise, Idaho. Declara ella: “Su denunciación de la religión falsa despertó la ira de varios clérigos locales, que trataron de interrumpir su discurso y desafiarlo, pero su enfático ‘¡Siéntense! ¡Exijo la protección de la ley!’ le hizo posible continuar. Estudiantes de la Biblia de pueblos adyacentes vinieron y alquilamos un salón y así tuvimos una pequeña asamblea. Él dejaba saber muy enfáticamente que este mensaje y ministerio no era nada pequeño.”
Un punto algo conmovedor acerca de la naturaleza del hermano Rutherford lo suministra Anna Elsdon. Recordando su juventud, ella escribe: “Muchas veces visitamos al hermano Rutherford. En cierta ocasión varios de nosotros los jóvenes nos habíamos reunido y el hermano Rutherford vino adonde estábamos. Le hicimos muchas preguntas acerca de la escuela, el saludo a la bandera, etc., y él nos habló por largo tiempo. Cuando estaba para despedirse, tomó muy amorosamente las manos de nosotros cinco en sus dos grandes manos, y tenía lágrimas en los ojos. Le alegraba y emocionaba mucho vernos, tan jóvenes y sin embargo hablando de las cosas profundas de la verdad. Nunca lo he olvidado. Tal como el hermano Russell era amoroso, sentimos también el amor de este gran hermano Rutherford.”
¡ADELANTE CON LA OBRA!
El hermano Rutherford estaba resuelto a seguir adelante con la obra de predicar el Reino. Por años, bajo la guía del espíritu santo de Jehová, los Estudiantes de la Biblia habían efectuado una campaña notablemente extensa de declarar la verdad de Dios. Imagínese, desde 1870 hasta 1913 inclusive habían distribuido 228.255.719 tratados y folletos y 6.950.292 libros encuadernados. Tan solo en el año importante de 1914 los siervos de Jehová distribuyeron 71.285.037 tratados y folletos y 992.845 libros encuadernados. Sin embargo, en los años 1915 y 1916 hubo una disminución en las actividades de publicación debido a la expansión de la I Guerra Mundial y el rompimiento de las comunicaciones. Pero en 1917 la obra empezó a mostrar adelanto. ¿Por qué?
El nuevo presidente de la Sociedad prontamente reorganizó la oficina central en Brooklyn. Además, se puso en acción para hacer revivir la obra en el campo. Sin embargo, estos cambios y los programas que él aceleró eran los que C. T. Russell había comenzado. El número de representantes peregrinos de la Sociedad fue aumentado de sesenta y nueve a noventa y tres. Se aceleró la distribución de tratados gratis en algunos domingos frente a las iglesias y con regularidad de casa en casa. Se publicó un nuevo tratado de cuatro páginas, The Bible Students Monthly (Mensuario de los Estudiantes de la Biblia), y tan solo en 1917 se distribuyeron 28.665.000 ejemplares gratis.
También se aceleró una nueva actividad que había empezado antes de la muerte de C. T. Russell. Esta obra, llamada la “obra pastoral,” fue precursora de las revisitas que ahora hacen los testigos cristianos de Jehová. En el tiempo de Russell esta actividad se limitaba a unas 500 congregaciones que voluntariamente lo habían elegido su pastor. En una carta a éstas él describía aquella empresa como “una importante Obra de Atender el Interés que es posible con relación a las direcciones que recibimos en las Reuniones Públicas, en las Exhibiciones del DRAMA, de las Listas de los Repartidores, etc.... a personas que supuestamente tienen algún interés en asuntos religiosos y supuestamente responderían más o menos dócilmente a la Verdad.”
Las mujeres de la congregación que estaban interesadas en efectuar esta obra elegían a una de entre ellas para que sirviera de teniente y a otra como secretaria-tesorera. Una ciudad se dividía en distritos territoriales, asignados a hermanas individualmente, y éstas visitaban a las personas cuyos nombres se les habían suministrado como de personas que mostraban interés. Las visitantes prestaban libros, que podían ser leídos y estudiados por la persona que los tomaba prestados. “Entonces nadie tenía la excusa de ‘no tengo dinero,’ puesto que era un préstamo gratis,” dice Esther I. Morris. Al fin de la visita se le decía al amo de casa que pronto se presentaría en aquel distrito un discurso con un cuadro gráfico acerca del “Plan Divino,” y se estimulaba a asistir a las personas que mostraban interés. Después se hacían otras visitas para suministrar ayuda a los individuos que asistían, en un esfuerzo por comenzar un estudio con el primer tomo de Estudios de las Escrituras, intitulado “El Plan Divino de las Edades.” Así, la culminación de aquel programa era recoger en “clases” a las personas, primero para que escucharan discursos del mapa o cuadro gráfico y más tarde para que llegaran a ser grupos regulares llamados “clases bereanas.”—Hech. 17:10, 11.
El nuevo presidente de la Sociedad, J. F. Rutherford, dio otros pasos para hacer revivir la predicación. Dio expansión al servicio de repartidor. Esto hizo que el total de repartidores subiera de 373 a 461. Para ayudarlos, a principios de 1917 la Sociedad comenzó a publicar un periódico llamado “Bulletin” (Boletín). Este contenía instrucciones periódicas para el servicio desde la central. Más tarde, después de octubre de 1922, el Bulletin se hizo disponible mensualmente a los Estudiantes de la Biblia en general. (Con el tiempo fue llamado “Director,” entonces “Informant” [“Informador”] y después de eso “Kingdom Ministry” [“Ministerio del Reino”].) La hermana H. Gambill dice que, después, “tuvo testimonios preparados que llamábamos ‘recorridos’ y se nos animaba a aprenderlos de memoria para usarlos en el servicio del campo. Mi cuñada . . . me seguía de cuarto en cuarto tratando de aprenderse cada palabra con la mayor precisión. Se esforzaba mucho por aprenderlo bien.” Reflexionando en el hecho de que el Bulletin contenía testimonios preparados, Elizabeth Elrod dice: “Yo apreciaba esto, porque no teníamos un arreglo como el que tenemos ahora de que una persona acompañe a otra para entrenarla y ayudarla a hacerse publicador eficaz. Esto unificaba el mensaje que salía.”
Al continuar la campaña de rejuvenecimiento, la nueva administración de la Sociedad tomó otras medidas allá en 1917. Por ejemplo, se celebraron varias asambleas regionales. Estas tenían el propósito de estimular a los Estudiantes de la Biblia a seguir adelante con su obra y no cansarse de hacer el bien.
Precisamente antes de 1914 C. T. Russell dio énfasis a un programa de discursos públicos. Ahora había llegado el tiempo para hacer arreglos para que más discursantes capacitados representaran a la Sociedad Watch Tower desde la plataforma pública. ¿Cómo se hizo esto? El programa que se usó fue el arreglo de V. D. M. Estas letras representaban las palabras latinas Verbi Dei Minister, que significan “Ministro de la Palabra de Dios.” El programa consistía en un cuestionario que se facilitaba tanto a los hombres como a las mujeres que se asociaban con las congregaciones de los Estudiantes de la Biblia.
He aquí unas muestras de las preguntas que se presentaban en el cuestionario V. D. M. ¿Qué contestaciones daría usted? (1) ¿Cuál fue el primer acto de creación de Dios? (4) ¿Cuál es el castigo divino por el pecado para los pecadores? ¿y quiénes son los pecadores? (6) ¿De qué naturaleza fue el Hombre Cristo Jesús desde la infancia hasta la muerte? (7) ¿De qué naturaleza es Jesús desde la resurrección; y cuál es su relación oficial con Jehová? (13) ¿Cuál será la recompensa o bendiciones que le vendrán al mundo de la humanidad por medio de la obediencia al reino del Mesías? (16) ¿Se ha vuelto usted del pecado para servir al Dios vivo? (17) ¿Ha consagrado plenamente su vida y todas sus facultades y talentos al Señor y su servicio? (18) ¿Ha simbolizado esta consagración por bautismo en agua? (22) ¿Cree que tiene un conocimiento sustancial y permanente de la Biblia que le hará más eficaz como siervo del Señor durante el resto de su vida?
Los que enviaban sus respuestas al departamento V. D. M. de la Sociedad recibían una respuesta que incluía “unas sugerencias y puntos bondadosos” respecto a sus respuestas. Entre otras cosas, se deseaba que las preguntas fueran contestadas por los individuos en sus propias palabras.
George E. Hannan explica un poco más estos asuntos al escribir: “Estas preguntas habían de servir de guía para determinar lo bien que el individuo entendía las doctrinas fundamentales de la Biblia. A la persona dedicada que obtenía una calificación de 85 por ciento se le consideraba capacitada para enseñar. Todos aquellos hermanos estaban capacitados para pronunciar discursos públicos y discursos del cuadro o mapa. Estas preguntas estimulaban a todos los que se asociaban con la Sociedad a leer los seis tomos de Estudios de las Escrituras y buscar todas las referencias a la Biblia.”
Así fue que, como nuevo presidente de la Sociedad Watch Tower, J. F. Rutherford dio pasos inmediatos para acelerar la obra de predicar las buenas nuevas del reino de Dios. Vinieron bendiciones. En el año 1917 hubo un aumento en la actividad del campo para alabanza de Jehová Dios.
“NO ESTÉN PERPLEJOS A CAUSA DEL INCENDIO ENTRE USTEDES”
No todas las personas dentro de la organización, sin embargo, se alegraron cuando J. F. Rutherford fue elegido presidente. De hecho, desde principios de 1917 varios individuos se esforzaron ambiciosamente por obtener el control administrativo de la Sociedad. Mostraron mucha falta de cooperación, y por eso comenzó un período de prueba ardiente. Por supuesto, los cristianos esperan que enemigos mundanos se opongan a ellos y los persigan. Pero a menudo las pruebas que se originan dentro de la organización cristiana misma son inesperadas y es más difícil soportarlas. Sin embargo, con ayuda divina todas estas dificultades se pueden sobrellevar. Pedro dijo a compañeros de creencia: “Amados, no estén perplejos a causa del incendio entre ustedes, que les está sucediendo para prueba, como si algo extraño les sobreviniese. Al contrario, sigan regocijándose por cuanto son partícipes de los sufrimientos del Cristo.”—1 Ped. 4:12, 13.
Jehová y su “mensajero del pacto,” Jesucristo, vinieron a inspeccionar el templo espiritual en 1918 E.C. Entonces comenzó el juicio con la “casa de Dios” y un período de refinación y limpieza. (Mal. 3:1-3; 1 Ped. 4:17) Otra cosa también sucedió. Hombres que manifestaban las marcas de un “esclavo malo” se presentaron y figurativamente empezaron a “golpear” a sus coesclavos. Jesucristo había predicho cómo se trataría con éstos. Al mismo tiempo mostró que una clase del “esclavo fiel y discreto” se manifestaría, y dispensaría alimento espiritual.—Mat. 24:45-51.
La identidad del “esclavo fiel y discreto,” o “siervo fiel y prudente” (Versión Valera), fue un asunto de mucho interés allá en aquellos años. Mucho antes, en 1881, C. T. Russell escribió: “Nosotros creemos que todo miembro de este cuerpo de Cristo está participando, sea directa o indirectamente, en la obra bendita de dar alimento a su tiempo a la familia de la fe. ‘¿Quién, pues, es aquel siervo fiel y prudente, a quien su Señor ha puesto sobre su familia,’ para darles el alimento a su tiempo? ¿No es esa ‘manada pequeña’ de siervos consagrados que está cumpliendo fielmente sus votos de consagración —el cuerpo de Cristo— y no es verdad que el entero cuerpo, individual y colectivamente, está dando alimento a su tiempo a la familia de la fe... a la gran compañía de creyentes?”
De manera que se entendía que el “siervo” que Dios usaba para dispensar el alimento espiritual era una clase. Sin embargo, con el transcurso del tiempo la idea que en general adoptaron muchos fue que C. T. Russell mismo era el “siervo fiel y prudente.” Esto hizo que algunos cayeran en el lazo de la adoración de criaturas. Pensaron que toda la verdad que Dios quería revelar a su pueblo había sido presentada a su pueblo por medio del hermano Russell, que nada más podía salir. Annie Poggensee escribe: “Esto causó un gran zarandeo que sacó a los que optaron por quedarse atrás con las obras de Russell.” En febrero de 1927 se aclaró este pensamiento erróneo de que Russell mismo fuera el “siervo fiel y prudente.”
Poco después que el hermano Rutherford llegó a ser presidente de la Sociedad Watch Tower, se produjo una verdadera conspiración. Se plantó la semilla de rebelión y entonces se esparció la dificultad, como se explica abajo.
C. T. Russell había visto la necesidad de enviar a una persona de las oficinas centrales a la Gran Bretaña para fortalecer a los Estudiantes de la Biblia allí después del estallido de la I Guerra Mundial. Tenía intenciones de enviar a Paul S. L. Johnson, un judío que había abandonado el judaísmo y se había hecho ministro luterano antes de llegar a conocer la verdad de Dios. Johnson había servido de discursante viajante de la Sociedad y era bien conocido por su aptitud. Por respeto al deseo de Russell, el comité ejecutivo que sirvió por poco tiempo antes de la elección de Rutherford como presidente envió a Johnson a Inglaterra, dándole ciertos documentos que le facilitarían la entrada en aquel país. Se suponía que aprendiera todo lo que pudiera acerca de la obra en Inglaterra y entonces hiciera un informe completo a la Sociedad, pero no había de hacer cambios en el personal de la central británica. No obstante, la recepción que se le dio en Inglaterra durante noviembre de 1916 aparentemente torció su juicio y finalmente su razón, “hasta que,” según declaró A. H. Macmillan, “llegó a la ridícula conclusión de que era el ‘mayordomo’ de la parábola del denario de Jesús. Más tarde pensó que era el sumo sacerdote del mundo.” En discursos a Estudiantes de la Biblia por toda Inglaterra, Johnson se caracterizó como el sucesor de Russell, y afirmó que el manto del pastor Russell había caído sobre él tal como la capa (“prenda de vestir oficial”) de Elías cayó sobre Eliseo.—2 Rey. 2:11-14.
Evidentemente, las aspiraciones de Johnson se habían desarrollado aun antes de esto, porque Edythe Kessler recuerda lo siguiente: “En 1915 salí de Betel y, antes de partir para Arizona, visité a dos viejos amigos a quienes había conocido por años, y mientras estuve allí ellos tuvieron como huésped a un peregrino, de nombre P. S. L. Johnson. Satanás ya estaba mostrando sus feos métodos disimulados de obtener control, sin importar cómo. Johnson dijo: ‘Quisiera hablar con ustedes. Sentémonos en la sala,’ lo cual hicimos. Comenzó diciendo: ‘Hermana, sabemos que es posible que el hermano Russell muera en cualquier momento, pero no es necesario que los hermanos estén en temor cuando eso suceda. Yo puedo ocupar su lugar y encargarme inmediatamente de las cosas sin que la obra tenga que detenerse.’”
Mientras estuvo en Inglaterra, Johnson se esforzó por apoderarse completamente del control del campo de actividad británico, y hasta trató, sin autoridad, de despedir a ciertos miembros del personal de la oficina central de Londres. Como resultado hubo tanta confusión que el superintendente de la sucursal se quejó al hermano Rutherford. En cambio, Rutherford nombró una comisión de varios hermanos de Londres que no eran miembros del personal de la central. Estos se reunieron, oyeron y pesaron los hechos y recomendaron que se llamara a Johnson a los Estados Unidos. Rutherford le dijo a Johnson que regresara. En vez de hacer eso, Johnson envió cartas y cablegramas acusando al comité de prejuicio, y también tratando de justificar su proceder. Esforzándose por hacer que su puesto fuera indispensable en la Gran Bretaña, impropiamente utilizó los documentos que la Sociedad le había suministrado y se apropió de sus fondos en el banco de Londres. Más tarde se hizo necesario acudir a los tribunales para obtener este dinero de nuevo.
Johnson finalmente regresó a Nueva York, donde persistentemente intentó persuadir a J. F. Rutherford para que lo enviara de regreso a Inglaterra, pero no tuvo éxito. Johnson, que pensaba que Rutherford no era el hombre apropiado para el puesto que ocupaba, estaba seguro de que él mismo debería ser el presidente de la Sociedad. Se esforzó por ejercer influencia en la junta de directores. Haciendo que pareciera que el hermano Rutherford era inepto como presidente, Johnson persuadió a cuatro de los siete miembros de la junta a ponerse de parte de él. Los cuatro se opusieron al presidente, vicepresidente y secretario-tesorero de la Sociedad, y los directores disidentes se esforzaron por quitarle el control administrativo al presidente.
J. F. Rutherford celebró reuniones con los opositores y trató de razonar con ellos. A. H. Macmillan dice que Rutherford “hasta vino a varios de nosotros y preguntó: ‘¿Debo renunciar como presidente y dejar que los que se oponen se encarguen de las cosas?’ Todos respondimos: ‘Hermano, el Señor lo puso a usted donde está, y el renunciar o salirse sería deslealtad al Señor.’ Además, el personal de la oficina amenazó con irse si estos hombres obtenían el control.”
En una sesión de la reunión anual de 1917 de la Sociedad que duró más de lo ordinario, los cuatro directores disidentes trataron de presentar una resolución en enmienda de los reglamentos de la Sociedad. El propósito de esto era colocar los poderes de administración en manos de la junta de directores. Puesto que esto iba en contra tanto del arreglo de organización que funcionó durante la presidencia del hermano Russell como del deseo de los accionistas, Rutherford declaró fuera de orden la moción y el plan fracasó. Después de eso la oposición se hizo más firme, pero sucedieron ciertas cosas que los opositores nunca esperaban.
“THE FINISHED MYSTERY”
Durante su entera administración como presidente de la Sociedad, el hermano Russell, junto con el vicepresidente y el secretario-tesorero, había tomado decisiones en cuanto a las nuevas publicaciones. No se había consultado a la junta de directores como grupo. Rutherford siguió la misma norma. Por eso, con el transcurso del tiempo los tres oficiales de la Sociedad tomaron una decisión trascendental.
Carlos Taze Russell había escrito seis tomos de Millennial Dawn (Aurora del Milenio), o Estudios de las Escrituras, pero con frecuencia habló acerca de escribir un séptimo tomo. “Cuando halle la clave,” dijo, “escribiré el Séptimo Tomo; y si el Señor da la clave a otro, él puede escribirlo.” Los oficiales de la Sociedad hicieron arreglos para que dos Estudiantes de la Biblia, Clayton J. Woodworth y George H. Fisher, compilaran un libro que consistiera en comentarios sobre Revelación, El Cantar de los Cantares y Ezequiel. Estos redactores asociados recogieron material de los escritos del hermano Russell y esto fue publicado bajo el título “The Finished Mystery” (El misterio terminado) como el séptimo tomo de Estudios de las Escrituras. Esta obra, que contenía en su mayor parte el pensamiento y comentarios de C. T. Russell, fue llamada la “obra póstuma del pastor Russell.”
Para mediados de 1917 llegó el tiempo de hacer público el nuevo libro. Aquel día significativo fue el 17 de julio. “Yo estaba de servicio en el comedor [del Betel de Brooklyn] cuando el teléfono sonó,” dice Martin O. Bowin. “Nos estábamos preparando para la comida del mediodía. Yo era el que más cerca estaba del teléfono, de modo que contesté. El hermano Rutherford llamaba. ‘¿Quién está ahí con usted?’ preguntó. Respondí: ‘Louis.’ Dijo que fuéramos a su estudio inmediatamente, y ‘No se molesten en tocar a la puerta.’ Se nos entregó un apilamiento de libros, con órdenes de colocar uno en el lugar de cada persona a la mesa y terminar antes que la familia llegara para la comida del mediodía.” Pronto el comedor se llenó de miembros de la familia de Betel.
“Como de costumbre,” continúa el hermano Bowin, “se dieron gracias a Dios. ¡Entonces comenzó aquello! . . . Encabezada por . . . P. S. L. Johnson, . . . empezó esta manifestación contra el estimado hermano Rutherford. Arrojando crueles acusaciones en voz alta, anduvieron de un lado a otro, deteniéndose solo enfrente de la mesa del hermano Rutherford para sacudir los puños contra él y seguir denunciándolo. . . . Todo esto duró unas cinco horas. Entonces todo el mundo se levantó de la mesa, quedando todavía allí todos los platos y muchísimo alimento sin tocar, lo que tuvo que ser limpiado por hermanos sin mucha energía con la cual hacerlo.”
Este incidente reveló que algunos miembros de la familia de Betel simpatizaban con los opositores. Si continuaba aquella oposición, con el tiempo perturbaría todo el funcionamiento de Betel. En vista de eso, J. F. Rutherford tomó acción para corregir aquella situación. Aunque estaba plenamente familiarizado con la estructura jurídica o legal de la Sociedad, Rutherford había consultado a un prominente abogado de corporaciones de Filadelfia, Pensilvania, acerca del status de la junta de directores de la Sociedad. La opinión escrita que recibió reveló que los cuatro disidentes no eran miembros legítimos de la junta. ¿Por qué?
C. T. Russell había nombrado directores a aquellos hombres, pero la escritura de constitución de la Sociedad exigía que los directores fueran electos por el voto de los accionistas. Rutherford le había dicho a Russell que los nombrados tenían que ser confirmados por voto en la siguiente reunión anual, pero Russell nunca dio aquel paso. Por eso, solo los oficiales que habían sido electos en la reunión anual de Pittsburgo eran miembros de la junta debidamente constituidos. Los cuatro nombrados no eran miembros legítimos de la junta. Rutherford estuvo al tanto de esto durante todo el período de dificultad, pero no lo había mencionado, con la esperanza de que estos miembros de la junta dejaran de presentar oposición. Sin embargo, la actitud de ellos mostró que no calificaban para directores. Correctamente Rutherford los despidió y nombró a cuatro nuevos miembros de la junta cuyo nombramiento podría ser confirmado en la siguiente reunión general de la corporación, a principios de 1918.
El hermano Rutherford no despidió inmediatamente de la organización cristiana a los anteriores directores. En vez de eso, les ofreció puestos de peregrino. Ellos rehusaron, salieron de Betel voluntariamente y comenzaron a esparcir su oposición por medio de una extensa campaña de conferencias y de escribir cartas por todos los Estados Unidos, Canadá y Europa. Por consiguiente, después del verano de 1917 muchas congregaciones de Estudiantes de la Biblia estuvieron compuestas de dos partidos... los que eran leales a la organización de Jehová y otros que habían caído en soñolencia espiritual y víctimas del habla blanda de los opositores. Estos últimos empezaron a no querer cooperar y no querían participar en la obra de predicar las buenas nuevas del reino de Dios.
ESFUERZOS INÚTILES POR OBTENER EL CONTROL
El grupo de oposición que recientemente había salido de Betel pensaba que podría controlar la asamblea de los Estudiantes de la Biblia que se celebró en Boston, Massachusetts, en agosto de 1917. Mary Hannan, que asistió a aquella asamblea, informa: “El hermano Rutherford esperaba este esfuerzo por parte de ellos y no les dio oportunidad de subir a la plataforma en ningún momento durante las sesiones. Presidió continuamente.” La asamblea fue un éxito rotundo, para alabanza de Jehová, y los opositores no pudieron desbaratarla.
J. F. Rutherford sabía que la reunión anual de la corporación el 5 de enero de 1918 presentaría a los disidentes otra oportunidad de apoderarse del control. Él estaba razonablemente seguro de que los Estudiantes de la Biblia en general no favorecían tal acción. Sin embargo, ellos no tendrían oportunidad de expresarse en las elecciones, puesto que era un asunto del cual se encargarían solo los miembros de la corporación legalmente constituida, la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. Por eso, ¿qué podía hacer Rutherford? Podía dar a todos los siervos dedicados de Jehová la oportunidad de expresarse. Por consiguiente, The Watch Tower del 1 de noviembre de 1917 sugirió que cada congregación tomara un voto plebiscitario. Para el 15 de diciembre, 813 congregaciones enviaron sus votos y la encuesta indicó que 10.869 de los 11.421 votos favorecían a J. F. Rutherford como presidente de la Sociedad. Entre otras cosas, el voto plebiscitario también mostró que se prefería a todos los miembros fieles de la junta de directores según reconstituida en julio de 1917 y se rechazaba a los individuos rebeldes que afirmaban ser miembros de la junta.
En la reunión anual de accionistas del sábado 5 de enero de 1918 los siete individuos que recibieron el más alto número de votos fueron J. F. Rutherford, C. H. Anderson, W. E. Van Amburgh, A. H. Macmillan, W. E. Spill, J. A. Bohnet y George H. Fisher. Ninguno de los opositores logró establecerse en la junta. Los oficiales de la Sociedad fueron elegidos entonces de entre los miembros de la junta debidamente seleccionados, y J. F. Rutherford recibió todos los votos que se depositaron para presidente, Charles H. Anderson todos los de vicepresidente y W. E. Van Amburgh todos los votos para secretario-tesorero. Por lo tanto, estos hombres fueron debidamente elegidos como oficiales de la Sociedad. El intento de los opositores por obtener el control había sido completamente frustrado.
Ya no podía haber reconciliación entre los fieles y los opositores. El grupo de la oposición formó una organización enteramente separada encabezada por un “Comité de Siete.” Ciertamente la separación quedó completa para el 26 de marzo de 1918, cuando los opositores celebraron el Memorial de la muerte de Cristo aparte, separados de las congregaciones fieles del pueblo de Dios. La unidad de los que formaban el grupo de la oposición no duró mucho, sin embargo, porque en la asamblea que celebraron en el verano de 1918 surgieron diferencias y hubo una división. P. S. L. Johnson organizó un grupo con su central en Filadelfia, Pensilvania, donde publicó The Present Truth and Herald of Christ’s Epiphany (La verdad presente y el heraldo de la epifanía de Cristo). Allí permaneció, caracterizándose como el “gran sumo sacerdote de la Tierra” hasta su muerte. Más disensiones desde 1918 en adelante causaron divisiones hasta que el grupo disidente original que se había separado de la Sociedad Watch Tower se desintegró en una cantidad de sectas cismáticas.
Muchos que se apartaron en los años posteriores a la muerte de C. T. Russell no se opusieron activamente a sus anteriores asociados cristianos. Algunos regresaron, se arrepintieron de sus acciones y se asociaron de nuevo con el pueblo de Dios. Este fue un tiempo de prueba severa, como lo indica Mabel P. M. Philbrick al declarar: “Mi propio dolor fue grande cuando me di cuenta de que mi propio padre y mi muy amada madrastra que estaban en vías de recibir el premio celestial estaban apostatando. Hice muchos esfuerzos y derramé muchas lágrimas hasta que me hice firme, porque bien sabía que el que perdía su corona no podía esperar la vida en ningún lugar. El pensamiento de que ellos cayeran en la muerte segunda me parecía insoportable. No obstante, un día en oración Jehová me dio mucho consuelo mientras empecé a querer plenamente que se hiciera su voluntad. Súbitamente empecé a comprender que el amor y justicia de él eran mucho mayores que los míos y que, si él no los consideraba dignos de la vida, yo tampoco podía apegarme a ellos, porque mi padre y mi madre no eran diferentes del padre y la madre de otra persona. Desde aquel momento en adelante tuve paz mental.”
Los que se apartaron de los fieles siervos de Jehová en aquellos días no solo se dividieron en sectas, sino que, en la mayoría de los casos, menguaron en número y sus actividades se hicieron insignificantes o cesaron enteramente. De seguro no están cumpliendo la comisión de Jesús a sus seguidores de predicar las buenas nuevas en toda la Tierra y hacer discípulos.—Mat. 24:14; 28:19, 20.
¿Cuántos abandonaron el cristianismo verdadero durante los años críticos de 1917 y 1918? Un informe mundial incompleto muestra que el Memorial de la muerte de Jesucristo el 5 de abril de 1917 tuvo una concurrencia de 21.274 personas. (Debido a dificultades dentro y fuera de la organización en 1918, no se recogieron cifras de concurrencia en ese año.) Para la celebración del Memorial del 13 de abril de 1919 un informe parcial dio una concurrencia de 17.961 personas. Aunque incompletas, estas cifras muestran claramente que mucho menos de 4.000 personas habían cesado de andar con sus asociados anteriores en el servicio de Dios.
LOS CRISTIANOS EN EL CRISOL
Durante 1917 a 1919 los Estudiantes de la Biblia fueron también el objeto de una conspiración internacional fomentada particularmente por el clero de la cristiandad. The Finished Mystery (El misterio terminado), el séptimo tomo de Estudios de las Escrituras, despertó la ira clerical de éstos. Dentro de siete meses de haber visto la luz pública inicialmente, esta publicación estuvo disfrutando de una circulación sin paralelo. Los impresores de afuera que imprimían para la Sociedad estaban ocupados con la edición de 850.000 ejemplares. Para fines de 1917 el libro también se podía obtener en sueco y francés, y se estaba traduciendo a otros idiomas.
El 30 de diciembre de 1917 comenzó la distribución masiva de 10.000.000 de ejemplares del nuevo número del tratado de cuatro páginas de tamaño de periódico ilustrado The Bible Students Monthly (Mensuario de los Estudiantes de la Biblia). Este tratado intitulado “The Fall of Babylon” (La caída de Babilonia) y con los subtítulos “Ancient Babylon a Type—Mystic Babylon the Antitype—Why Christendom Must Now Suffer—the Final Outcome” (La antigua Babilonia un tipo —La Babilonia mística el antitipo—Por qué la cristiandad tiene que sufrir ahora—el resultado final), tenía citas del Séptimo Tomo, con muy directas referencias al clero. En su última página aparecía una caricatura gráfica que pintaba un muro que se derrumbaba. Algunas de sus piedras tenían palabras como “Protestantismo,” “Teoría del tormento eterno,” “Doctrina de la trinidad,” “Sucesión apostólica” y “Purgatorio.” Con fundamento bíblico el tratado mostró que la mayoría grande del clero “han sido hombres infieles, desleales, injustos” que llevaban más responsabilidad que cualquier otra clase en la Tierra por la guerra que entonces rabiaba y la gran dificultad que vendría después de ella. Como parte de la campaña para distribuir el tratado, en aquel mismo día se pronunciaron discursos públicos que recibieron amplio anuncio.
¿Le gustaría distribuir un tratado como aquél? C. B. Tvedt admite que ‘nunca olvidará aquel día en particular,’ y declara: “Era un día extremadamente frío. Pero el mensaje que yo distribuía ciertamente era candente. . . . Yo tenía mil de estos impresos para distribuirlos por debajo de las puertas de las casas de apartamentos y a veces directamente a individuos al encontrarme con ellos. No puedo negar que prefería hacer la distribución por debajo de las puertas, porque me daba cuenta de que éste era un mensaje candente y resultaría en repercusiones explosivas.”
Para fines de 1917 y comienzos de 1918 The Finished Mystery se estaba distribuyendo en cantidades cada vez mayores. El clero, encolerizado, alegó falsamente que ciertas declaraciones de este libro eran de naturaleza sediciosa. Se resolvieron a “atrapar” a la Sociedad Watch Tower y, como los líderes religiosos judíos del tiempo de Jesús en la Tierra, quisieron que el Estado les hiciera ese trabajo. (Compare con Mateo 27:1, 2, 20.) Tanto clérigos católicos come protestantes dieron a entender falsamente que los Estudiantes de la Biblia eran empleados del gobierno alemán. Por ejemplo, refiriéndose a la obra de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, una agencia jurídica del pueblo de Dios, el doctor Case de la Escuela de Divinidad de la Universidad de Chicago publicó esta declaración: “Se gastan dos mil dólares por semana en el esparcimiento de su doctrina. No se sabe de dónde viene el dinero; pero hay fuerte sospecha de que viene de fuentes alemanas. Es mi opinión que esos fondos serían un lucrativo campo para la investigación gubernamental.”
“Esto, estimulado por acusaciones similares de parte de otros eclesiásticos nominales, evidentemente tuvo algo que ver con que oficiales de la Información Secreta del Ejército se apoderaran de los libros del tesorero de la Sociedad,” dijo The Watch Tower del 15 de abril de 1918. Continuó: “Sin duda alguna las autoridades pensaban que hallarían alguna evidencia que daría sustancia a la acusación de que nuestra Sociedad trabaja en el interés del gobierno alemán. Por supuesto, los libros no revelan nada de eso. Todo el dinero que utiliza nuestra Sociedad es contribuido por personas que están interesadas en predicar el Evangelio de Jesucristo y Su reino, y nada más.” La publicidad nacional que los periódicos dieron a la toma de los libros de la Sociedad tendió a despertar sospechas.
El 12 de febrero de 1918 fue una fecha marcada para el pueblo de Dios en el Canadá. La Sociedad Watch Tower fue entonces proscrita en todo aquel país. Un despacho de la prensa pública declaró: “El secretario de Estado, bajo los reglamentos de la censura de la prensa, ha emitido decretos prohibiendo la posesión en el Canadá de varias publicaciones, entre ellas el libro publicado por la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, intitulado ‘STUDIES IN THE SCRIPTURES—The Finished Mystery,’ conocido generalmente como la publicación póstuma del pastor Russell. La circulación de ‘The Bible Students Monthly,’ también publicado por esta Asociación en su oficina de Brooklyn, Nueva York, también queda prohibida en el Canadá. La posesión de todo libro prohibido deja al poseedor expuesto a una multa que no excederá de 5.000 dólares y cinco años en prisión.”
¿A qué se debió la proscripción? El Tribune de Winnipeg, Manitoba, arroja alguna luz sobre eso, al decir: “Se alega que las publicaciones proscritas contienen declaraciones sediciosas y contra la guerra. Extractos de uno de los números de fechas reciente de ‘The Bible Students Monthly’ fueron denunciados desde el púlpito hace unas semanas por el Rdo. Charles G. Paterson, pastor de la Iglesia de San Esteban. Después de eso el fiscal de la corona, Johnson, pidió al Rdo. Paterson un ejemplar de la publicación. Se cree que la orden del censor es el resultado directo.”
Poco después de la proscripción inspirada por el clero en el Canadá, se hizo patente la naturaleza internacional de la conspiración. En febrero de 1918 el Departamento de Información Secreta del Ejército de los Estados Unidos en la ciudad de Nueva York empezó a investigar la oficina central de la Sociedad Watch Tower. No solo se había dado a entender falsamente que la Sociedad estaba en comunicación con el enemigo alemán; también se le había informado mentirosamente al gobierno de los Estados Unidos que la oficina central de la Sociedad en Brooklyn era un centro para la transmisión de mensajes al régimen alemán. Con el tiempo la prensa pública informó que agentes del gobierno se habían apoderado de un aparato inalámbrico que se había erigido y estaba listo para usarse en el hogar Betel. Pero, ¿cuál era la realidad?
En 1915 a C. T. Russell le dieron un pequeño receptor inalámbrico. Personalmente él no estaba muy interesado en el aparato, pero en el techo de Betel se levantó una pequeña antena y a algunos de los hermanos jóvenes se les dio la oportunidad de aprender a trabajar con el equipo. No obstante, no se obtuvo mucho éxito en cuanto a recibir mensajes. Cuando los Estados Unidos estaban por entrar en la guerra, se requirió que todos los instrumentos inalámbricos fueran desmantelados. Por eso, la antena fue removida y los palos fueron cortados y se utilizaron con otros fines, mientras que el instrumento mismo fue empacado cuidadosamente en el Estudio de Arte de la Sociedad. Por más de dos años no había sido utilizado en absoluto cuando dos agentes de la Información Secreta del Ejército supieron acerca del equipo mientras conversaban con un miembro de la familia de Betel. Fueron llevados al techo y se les mostró dónde había estado. Entonces se les mostró el instrumento mismo, todo empacado. Con consentimiento, estos hombres se lo llevaron porque no había uso para aquello en Betel. El aparato era solo un receptor, no un transmisor. Nunca hubo un instrumento de enviar mensajes en Betel. De modo que era imposible transmitir un mensaje a lugar alguno.
La oposición y presión contra el pueblo de Jehová continuó aumentando. El 24 de febrero de 1918, J. F. Rutherford pronunció una conferencia pública en Los Ángeles, California, a un auditorio de 3.500 personas. La mañana después el Tribune de Los Ángeles imprimió un informe de la conferencia que ocupó una página completa. Esto despertó la indignación de los clérigos locales. La asociación ministerial celebró una reunión el lunes por la mañana y envió su presidente a los adminstradores del periódico, exigiendo que explicaran por qué habían publicado tanto acerca de la conferencia. El jueves siguiente, el Departamento de Información Secreta del Ejército se apoderó de la central de los Estudiantes de la Biblia en Los Ángeles, y también se apoderó de muchas publicaciones de la Sociedad.
El lunes 4 de marzo de 1918 Clayton J. Woodworth (uno de los compiladores de The Finished Mystery) fue arrestado en Scranton, Pensilvania, junto con varios otros hermanos. Se les acusó falsamente de conspiración y se les puso bajo fianza para comparecer para juicio en mayo. Además, a medida que la presión externa aumentó rápidamente contra la Sociedad, más de veinte Estudiantes de la Biblia fueron detenidos en campamentos del ejército y prisiones militares debido a que se les negó exención militar. Algunos de ellos fueron sometidos a juicios de tribunal de guerra y sentenciados a largos términos de prisión. El 14 de marzo de 1918 el Ministerio o Departamento de Justicia de los Estados Unidos se refirió a la distribución de The Finished Mystery como una violación del Acta contra Espionaje.
Una contraofensiva por el pueblo de Dios... eso era una necesidad. Tenía que haber una denuncia de la oposición que el clero fomentaba a la obra cristiana de los Estudiantes de la Biblia. Por eso, el 15 de marzo de 1918 la Sociedad Watch Tower publicó un tratado de tamaño de periódico, de dos páginas, el Kingdom News (Noticias del Reino) Núm. 1. Este llevaba el encabezamiento en letras muy visibles: “Intolerancia religiosa—Los seguidores del pastor Russell perseguidos porque hablan la verdad a la gente—Tratamiento de los Estudiantes de la Biblia huele a ‘edad del oscurantismo.’” Este tratado ciertamente denunció la persecución inspirada por el clero contra los testigos cristianos de Jehová en Alemania, Canadá y los Estados Unidos. Se distribuyeron millones de ejemplares.
Es interesante el hecho de que este tratado decía: “Reconocemos que el Gobierno de los Estados Unidos, siendo una institución política y económica, tiene el poder y la autoridad, bajo su ley fundamental, de declarar la guerra y de reclutar a sus ciudadanos para el servicio militar. No tenemos disposición alguna de estorbar el reclutamiento o la guerra de manera alguna. El hecho de que algunos de nuestros miembros hayan tratado de recibir la protección de la ley se ha usado como otro medio de persecución.”
El Kingdom News Núm. 2 salió el 15 de abril de 1918. Su notable encabezamiento decía “‘The Finished Mystery’ y por qué suprimido.” Bajo el subtítulo “El clero tiene parte en ello,” este tratado mostró que el clero estimuló a las agencias gubernamentales a hostigar a la Sociedad, arrestar a algunos, levantar objeciones a The Finished Mystery y ejercer presión en los Estudiantes de la Biblia para que cortaran ciertas páginas (247-253) de aquella obra. Además, el tratado explicó por qué los clérigos se oponían a los siervos de Jehová, y mostró claramente la posición de ellos en cuanto a la guerra, así como su creencia en cuanto a la iglesia verdadera.
Se circuló una petición con relación a la distribución de este Kingdom News. Dirigida al presidente Wilson de los Estados Unidos, la petición decía: “Nosotros, los suscritos americanos, sostenemos que cualquier intervención de parte del clero contra el estudio independiente de la Biblia es intolerante, antiamericano y anticristiano; y que cualquier tentativa por unir la Iglesia con el Estado es radicalmente incorrecta. En los intereses de la independencia y la libertad religiosa, nosotros protestamos solemnemente contra la supresión de The Finished Mystery, y pedimos al Gobierno la remoción de todas las restricciones que gobiernan su uso, para que se le permita a la gente comprar, vender, poseer y leer esta ayuda para el estudio de la Biblia, sin intervención o molestia.”
El 1 de mayo de 1918, solo seis semanas después de salir el primer Kingdom News (Noticias del Reino), salió el Kingdom News Núm. 3, con el encabezamiento “Dos grandes batallas se pelean—La caída de la autocracia es segura” y el subtítulo “Estrategia satánica destinada al fracaso.” Este número trataba de la Descendencia Prometida contra la descendencia de Satanás el Diablo. (Gén. 3:15) Describía el desarrollo del anticristo desde su nacimiento hasta los actos del momento del clero católico y protestante. Denodadamente este tratado mostraba cómo el Diablo usaba a aquellos agentes en un esfuerzo por destruir al resto de los seguidores ungidos de Jesucristo en la Tierra.
Se necesitó valor para distribuir los números de Kingdom News que entonces se publicaron. Algunos Estudiantes de la Biblia fueron arrestados. A veces los suministros de Kingdom News fueron confiscados temporeramente. Los siervos de Jehová, aunque se hallaron en un crisol de oposición y persecución, mantuvieron la fidelidad a Dios y continuaron efectuando su obra cristiana.
SE COMETEN ATROCIDADES
Se cometieron atrocidades contra los siervos de Jehová a medida que aumentó la oposición de clero y legos. Una publicación de la Sociedad Watch Tower que salió más tarde dio un informe parcial de las increíbles persecuciones que padecieron los Estudiantes de la Biblia, y dijo en parte:
“El 12 de abril de 1918, en Medford, Oregón, una chusma atacó y echó del pueblo a E. P. Taliaferro por publicar el evangelio, y a George R. Maynard lo desnudaron, lo pintaron y lo echaron del pueblo por permitir que en su hogar se estudiara la Biblia. . . .
“El 17 de abril de 1918, en Shawnee, Oklahoma, G. N. Fenn, George M. Brown, L. S. Rogers, W. F. Glass, E. T. Grier y J. T. Tull fueron encarcelados. Durante el juicio el fiscal dijo: ‘Al infierno con su Biblia; ustedes deberían estar en el infierno con sus espaldas rotas; deberían ser ahorcados.’ Cuando G. F. Wilson, de Oklahoma City, trató de obrar como abogado para la defensa, él también fue arrestado. A cada uno le impusieron una multa de 55 dólares y el costo; la ofensa, distribución de literatura protestante. El juez del juicio incitó a la chusma para que tomara acción después del juicio, pero las chusmas fueron frustradas.
“El 22 de abril de 1918, en Kingsville, Texas, L. L. Davis y Daniel Toole fueron perseguidos por una chusma dirigida por el alcalde y el juez del condado y subsecuentemente se les prendió y encerró en la cárcel sin orden de arresto. Davis fue despedido de su empleo. En mayo de 1918, en Tecumseh, Oklahoma, prendieron y encerraron a J. J. May por trece meses en un asilo de dementes por orden de un juez, después de habérsele amenazado e insultado. A su familia no se le avisó lo que le habían hecho. . . .
“El 17 de marzo de 1918, en Grand Junction, Colorado, una reunión para estudiar la Biblia fue desbaratada por una chusma compuesta del alcalde, periodistas prominentes y otros hombres de prominencia en los negocios. . . .
“El 22 de abril de 1918, en Wynnewood, Oklahoma, a Claud Watson primeramente lo encarcelaron y entonces lo soltaron deliberadamente a una chusma formada por predicadores, comerciantes y otros que lo derribaron a golpes, hicieron que un individuo de color lo azotara y, cuando se hubo recobrado parcialmente, que lo azotara de nuevo. Entonces lo cubrieron completamente con brea y plumas, frotando y haciendo que penetrara en su pelo y el cuero cabelludo. El 29 de abril de 1918, en Walnut Ridge, Arkansas, W. B. Duncan, de 61 años de edad, Edward French, Charles Franke, un Sr. Griffin y una Sra D. Van Hoesen fueron encarcelados. La cárcel fue invadida por una chusma que usaba lenguaje vil y obsceno, la cual los azotó, los cubrió de brea y plumas y los sacó del pueblo. A Duncan se le obligó a caminar a pie cuarenta y dos kilómetros a su hogar y casi no se recuperó. Griffin quedó virtualmente ciego y murió de resultas del ataque pocos meses después.”
Después de todos estos años, T. H. Siebenlist recuerda bien lo que le sucedió a su padre en Shattuck, Oklahoma. Escribe:
“En septiembre de 1917 comencé a asistir a la escuela y todo fue bien hasta aproximadamente marzo cuando se exigió que todos los niños de la escuela compraran un botón de la Cruz Roja. Al mediodía llevé la nota a casa. Papá estaba en el trabajo y mamá solo podía leer alemán en aquel tiempo. Sin embargo, el hermano Howlett, un hermano peregrino, estaba visitando a la ‘clase’ y se encargó del asunto. ¡No compramos ningún botón!
“Fue poco después de esto que los funcionarios fueron a buscar a papá en el trabajo y trataron de hacer que se pusiera de pie sobre el libro The Finished Mystery y saludara la bandera... esto allí mismo en la calle Main en Shattuck. Lo llevaron a la cárcel . . .
“Poco después de esto fueron a buscar a papá de nuevo y lo retuvieron por tres días. Esta vez le dieron poco alimento. La manera en que salió de la cárcel esta vez fue otra historia. Aproximadamente a medianoche tres hombres simularon un ‘asalto’ a la cárcel. Le pusieron una cobertura a mi padre en la cabeza y le hicieron caminar apresuradamente, descalzo, al borde occidental del pueblo. Aquel terreno era áspero y lleno de espinos. Aquí lo desnudaron hasta la cintura y lo azotaron con un látigo para caballos que tenía un alambre en el extremo. Entonces le aplicaron brea caliente y plumas y, dándolo por muerto, se fueron. Él logró levantarse y andar y arrastrarse alrededor del pueblo hacia el sudeste. Entonces pensaba encaminarse al norte y a su hogar. Sin embargo, un amigo de él lo encontró y lo trajo a casa. Nunca lo vi aquella noche, pero fue una sacudida terrible para mamá, especialmente habiendo un infante pequeñito en la casa, y la abuela Siebenlist se desmayó al verlo. Mi hermano Juan había nacido solamente unos cuantos días antes de suceder todo esto. Sin embargo, mamá se sostuvo muy bien en medio de toda esta dificultad, y jamás perdió de vista el poder protector de Jehová. . . .
“Abuela y tía Katie, la medio hermana de papá, empezaron a atenderlo y lo revivificaron. La brea y las plumas se habían incrustado en su carne; por eso usaron grasa de ganso para sanar las heridas y gradualmente la brea salió. . . . Papá nunca vio el rostro de sus asaltantes, pero había reconocido sus voces y sabía quiénes eran. Nunca les dijo. De hecho, era difícil hacer que alguna vez hablara de aquello. Sin embargo, llevó aquellas cicatrices consigo hasta la tumba.”
“CAUTELOSOS COMO SERPIENTES”
La proscripción de The Finished Mystery y ciertas otras publicaciones cristianas puso a los siervos de Jehová en circunstancias difíciles. Sin embargo, tenían que hacer la obra que Dios les había dado y siguieron adelante con ella, resultando “cautelosos como serpientes y sin embargo inocentes como palomas.” (Mat. 10:16) En armonía con eso, a veces escondían las ayudas para el estudio de la Biblia en diferentes lugares... quizás en una guardilla, o en la carbonera, bajo la madera de los pisos o en los muebles.
El hermano C. W. Miller nos cuenta esto: “Puesto que nuestro hogar era la central local de los Estudiantes de la Biblia en aquel tiempo, los hermanos venían a medianoche en un camión para traer la literatura y nosotros escondíamos las cajas de libros en una pollera, camuflada con gallinas rojas de Rhode Island y follaje.”
El hermano D. D. Reusch, recordando un incidente que ocurrió en aquellos días, escribe: “En casa de la familia Reed, los libros estaban almacenados afuera de modo que no se vieran, detrás de la casa, y, al acercarse la policía, los Reeds retuvieron el aliento con aprensión al ver a la policía acercarse al lugar donde la literatura estaba escondida. Precisamente entonces cayó del techo una gran precipitación de nieve que cubrió completamente aquella sección.”
“FORJANDO PENOSO AFÁN POR MEDIO DE DECRETO”
Hace siglos el salmista preguntó: “¿Acaso el trono que causa adversidades estará aliado contigo mientras está forjando penoso afán por medio de decreto?” (Sal. 94:20) Los siervos de Jehová siempre obedecen todas las leyes de las naciones que no están fuera de armonía con las leyes de Dios. Pero, como pudiera esperarse, cuando hay un conflicto entre las exigencias de simples hombres y las leyes de Dios, los cristianos adoptan la posición apostólica y ‘obedecen a Dios como gobernante más bien que a los hombres.’ (Hech. 5:29) A veces leyes buenas se aplican mal en un esfuerzo por detener su obra. En otros casos, los enemigos logran hacer que se aprueben decretos que causan daño al pueblo de Dios.
El Acta de Reclutamiento Selectivo fue aprobada por el Congreso de los Estados Unidos el 15 de junio de 1917. Estipulaba el reclutamiento de los hombres, pero también la exención a los hombres que, por creencias religiosas, no pudieran participar en la guerra. Muchos jóvenes de todo el país escribieron a la Sociedad Watch Tower, preguntándole al juez Rutherford qué proceder tomar. Él dijo más tarde acerca de esto: “Muchos jóvenes de todo el país me preguntaron qué proceder tomar con relación a esto. En todo caso mi consejo fue en este sentido, dado a jóvenes que lo solicitaron, a saber: ‘Si usted no puede por conciencia participar en la guerra, la Sección 3 del Acta de Reclutamiento Selectivo estipula que debe solicitar exención. Debe registrarse y someter su solicitud de exención, dando la razón para ello, y la junta de reclutamiento juzgará su solicitud.’ Nunca hice otra cosa sino aconsejarles que aprovecharan esta acta del Congreso. Siempre insistí en que todo ciudadano debe obedecer la ley del país mientras esa ley no esté en conflicto con la ley de Dios.”
Allá en la era de la I Guerra Mundial se manifestó una conspiración clara contra los siervos de Jehová. Para darle adelanto, muchos clérigos celebraron una conferencia en Filadelfia, Pensilvania, en 1917. Allí nombraron un comité para que visitara la capital de la nación, Washington, D.C., e insistiera en que se revisara el Acta de Reclutamiento Selectivo y la Ley contra Espionaje. El comité visitó el Departamento de Justicia. Por urgirlo los clérigos, se seleccionó a John Lord O’Brian, miembro del departamento, para que preparara una enmienda a la Ley contra Espionaje e hiciera que ésta fuera presentada en el Senado de los Estados Unidos. Esta enmienda estipulaba que todas las ofensas que se cometieran en violación de la Ley contra Espionaje fueran juzgadas por un tribunal militar y que se impusiera la pena de muerte a los que fueran hallados culpables. No obstante, el proyecto de ley no fue aprobado.
Una estipulación conocida como la “Enmienda France” se presentó cuando el Congreso empezó a enmendar la Ley contra Espionaje. Esta enmienda eximía de la estipulación del Acta a cualquier persona que expresara “lo que es cierto, con buenos motivos y con fines justificables.”
No obstante, el 4 de mayo de 1918 el senador Overman hizo que en el Congressional Record (4 de mayo de 1918, páginas 6052, 6053) se pusiera un memorándum procedente del ministro de justicia o procurador general. Este declaraba, en parte:
“La opinión de la Rama de la Información Secreta Militar se opone enteramente a la enmienda a la ley contra espionaje en el sentido de que la sección 3, Título I, no haya de aplicar a los que expresan: ‘lo que es cierto, con buenos motivos y con fines justificables.’
“La experiencia enseña que una enmienda de esa índole nulificaría a buen grado el valor de la ley y haría que cada juicio se convirtiera en un debate académico acerca de enigmas insolubles en cuanto a lo que es la verdad. Los motivos humanos son demasiado complicados para ser objetos de consideración, y la palabra ‘justificable’ es demasiado elástica para uso práctico. . . .
“Uno de los ejemplos más peligrosos de esta clase de propaganda es el libro llamado ‘The Finished Mystery,’ una obra escrita en lenguaje extremadamente religioso y distribuida en cantidades enormes. El único efecto de esto es hacer que los soldados desacrediten nuestra causa e inspirar un sentimiento de resistencia al reclutamiento en el sector doméstico.
“El Kingdom News, de Brooklyn, imprime una solicitud en la cual exige que se remuevan las restricciones que se han impuesto a ‘The Finished Mystery’ y obras similares, ‘para que a la gente se le permita, sin interferencia o molestia, comprar, vender, tener y leer esta ayuda para el estudio de la Biblia.’ El aprobar esta enmienda abriría de nuevo nuestros campamentos a esta influencia venenosa.
“La Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia pretende tener los motivos más religiosos, pero hemos hallado que por mucho tiempo se ha informado que sus oficinas centrales son lugar frecuentado por agentes alemanes. . . .
“El aprobar esta enmienda debilitaría grandemente la eficacia americana y solo ayudaría al enemigo. Los resultados son lo que cuenta en la guerra, no los motivos, y por lo tanto la ley y los que la ejecutan deben interesarse en procurar los resultados deseables y evitar los resultados peligrosos, dejando los motivos a la misericordia de los jueces o a la perspectiva de los historiadores.”
Como consecuencia de estos esfuerzos por el Departamento de Justicia, el Acta contra Espionaje enmendado fue aprobada el 16 de mayo de 1918, sin la “Enmienda France.”
“¡SABEMOS CÓMO ATRAPARLO, Y LO VAMOS A HACER!”
Para este tiempo, unos jóvenes asociados con los Estudiantes de la Biblia fueron llamados para el servicio militar y, como objetores por conciencia, habían sido enviados al campamento Upton en Long Island, Nueva York. Este campamento estaba bajo la superintendencia del general James Franklin Bell. Él visitó a J. F. Rutherford en la oficina de éste y se esforzó por hacer que éste diera a estos hombres la instrucción de desempeñar cualquier servicio que Bell les asignara, fuera en ultramar o en cualquier otro lugar. Rutherford rehusó. El general insistió y finalmente Rutherford escribió una carta, que decía, en esencia: “Cada uno de ustedes tiene que decidir por sí mismo si desea participar en servicio militar activo o no. Hagan lo que consideren su deber y lo que sea correcto a la vista del Dios Todopoderoso.” Esta carta no satisfizo de ninguna manera a Bell.
Pocos días después, J. F. Rutherford y W. E. Van Amburgh visitaron al general Bell en el campamento Upton. Bell, en la presencia de su teniente y Van Amburgh, le contó a Rutherford acerca de la conferencia de clérigos de Filadelfia. Mencionó que ellos habían seleccionado a John Lord O’Brian para presentar los asuntos al Senado, con el resultado de que se presentó un proyecto de ley para que todos los casos contra la Ley contra Espionaje fueran vistos ante un tribunal militar, con la muerte como pena. El general Bell “se mostró considerablemente acalorado,” según Rutherford, quien informó: “Delante de él, en su escritorio, había un paquete de documentos, y con su índice los golpeó y, dirigiéndose a mí, dijo con verdadera emoción: ‘¡Ese proyecto de ley no fue aprobado, porque Wilson lo impidió; pero sabemos cómo atraparlo, y lo vamos a hacer!’ A esa declaración respondí: ‘General, usted sabrá dónde encontrarme.’”
GOLPE DE MUERTE A LOS “DOS TESTIGOS”
Después del principio de octubre de 1914, los seguidores ungidos de Cristo proclamaron que los Tiempos de los Gentiles habían terminado y que las naciones se acercaban a su destrucción en Armagedón. (Luc. 21:24; Rev. 16:14-16) Estos “dos testigos” figurativos declararon este mensaje de lamentación para las naciones por 1.260 días, o tres años y medio (del 4/5 de octubre de 1914 al 26/27 de marzo de 1918). Entonces el sistema político bestial del Diablo guerreó contra los “dos testigos” de Dios, y con el tiempo ‘los mató’ en cuanto a la obra atormentadora que ellos hacían de profetizar “vestidos de saco,” para gran alivio de sus enemigos religiosos, políticos, militares y judiciales. (Rev. 11:3-7; 13:1) Esa era la profecía, y se cumplió. Pero, ¿cómo?
El 7 de mayo de 1918 el Tribunal de Distrito de los Estados Unidos para el Distrito Oriental de Nueva York emitió una orden para el arresto de ciertos siervos principales de la Sociedad Watch Tower. Esto envolvía al presidente J. F. Rutherford, el secretario-tesorero W. E. Van Amburgh, Clayton J. Woodworth y George H. Fisher (los dos compiladores de The Finished Mystery), F. H. Robison (miembro del comité redactor de la Watch Tower), A. H. Macmillan, R. J. Martin y Giovanni DeCecca.
El mismo día siguiente, 8 de mayo de 1918, los de este grupo que estaban en el Betel de Brooklyn fueron arrestados. Con el tiempo todos fueron arrestados. Poco después tuvieron que presentarse en el Tribunal Federal, bajo la presidencia del juez Garvin. Todos tuvieron que enfrentarse a una acusación previamente hecha por el Gran Jurado, que levantaba contra ellos el cargo de:
“(1, 3) La ofensa de ilegal, criminal y voluntariosamente causar insubordinación, deslealtad y negación de servicio en las fuerzas militares y navales de los Estados Unidos de América, en, por y mediante incitaciones personales, cartas, discursos públicos, distribuyendo y haciendo circular públicamente a través de los Estados Unidos de América cierto libro llamado ‘Volume Seven—SCRIPTURE STUDIES—The Finished Mystery’; y distribuir y hacer circular públicamente por todos los Estados Unidos ciertos artículos presentados en folletos llamados: ‘BIBLE STUDENTS MONTHLY,’ ‘THE WATCH TOWER,’ ‘KINGDOM NEWS’ y otros folletos no mencionados, etcétera;
“(2, 4) La ofensa de obstruir ilegalmente, criminalmente y voluntariosamente el reclutamiento y servicio de alistamiento de los Estados Unidos cuando los Estados Unidos estaban en guerra.”
Principalmente, la acusación se basaba en un solo párrafo de The Finished Mystery. Este decía: “En ningún lugar en el Nuevo Testamento se estimula el Patriotismo (un odio de miras estrechas a otros pueblos). En todo lugar y siempre se prohíbe el asesinato en toda forma; y sin embargo, bajo pretexto del Patriotismo los gobiernos civiles de la Tierra exigen de hombres que aman la paz que se sacrifiquen a sí mismos y sacrifiquen a sus amados y que degüellen a sus semejantes, y aclaman esto como un deber que exigen las leyes del cielo.”
Los hermanos Rutherford, Van Amburgh, Macmillan y Martin se enfrentaron a una segunda acusación de hacer negocios con el enemigo, basada en la alegación de que los oficiales de la Sociedad habían enviado 500 dólares al administrador de la sucursal suiza de la Sociedad en Zurich. A cada hermano acusado se le retuvo bajo fianza de 2.500 dólares por cada una de las acusaciones. Se les puso en libertad bajo fianza y comparecieron ante el tribunal el 15 de mayo de 1918. El juicio se fijó para el 3 de junio de 1918 en el Tribunal de Distrito de los Estados Unidos para el Distrito Oriental de Nueva York. Los hermanos se declararon “inocentes” a ambas acusaciones y se consideraron completamente inocentes de todos los cargos.
Debido a las emociones que se manifestaron en audiencias preliminares, los acusados presentaron declaraciones juradas que mostraban por qué pensaban que el juez Garvin estaba prejuiciado contra ellos. Con el tiempo, se trajo al juez de distrito de los Estados Unidos Harland B. Howe para que presidiera en el juicio. Según A. H. Macmillan, aunque los acusados no estaban al tanto de los puntos de vista de Howe, el gobierno sabía que él “tenía prejuicio especial a favor de la prosecución de la ley y en contra de los acusados de violarla.” Macmillan también declaró: “Pero no quedamos largo tiempo en la oscuridad. Desde la primera conferencia de los fiscales en las cámaras del juez antes que comenzara el juicio se manifestó su animosidad, y él indicó: ‘Les voy a dar a estos acusados todo lo que les corresponde.’ No obstante, ahora era demasiado tarde para que nuestros abogados sometieran una declaración jurada acerca de prejuicio por parte del juez.”
Macmillan dijo que la acusación, según se presentó originalmente, decía que los acusados habían entrado en una conspiración en algún tiempo entre el 6 de abril de 1917, cuando los Estados Unidos declararon la guerra, y el 6 de mayo de 1918. Por moción, el gobierno especificó que la fecha de la ofensa alegada estuvo entre el 15 de junio de 1917 y el 6 de mayo de 1918.
ESCENAS EN EL TRIBUNAL
Los Estados Unidos estaban en guerra. Un juicio de Estudiantes de la Biblia bajo acusación de sedición por eso atrajo gran atención. ¿Qué hay del sentir del público? Favorecía todo lo que diera adelanto al esfuerzo de guerra. Fuera del tribunal las bandas tocaban y los soldados marchaban alrededor cerca del Ayuntamiento de Brooklyn. Dentro del tribunal siguió el juicio de quince días, acumulando una verdadera montaña de testimonio. Pasemos adelante y seamos testigos de lo que sucede.
A. H. Macmillan, uno de los acusados, nos ayuda a captar el ambiente, porque más tarde escribió: “Durante el juicio el gobierno dijo que si uno se paraba en la esquina de la calle y repetía el padrenuestro con la intención de desanimar a los hombres de ingresar en el ejército, podía ser enviado a la penitenciaría. De modo que se puede ver lo fácil que era para ellos interpretar intención. Pensaban que podían saber lo que otra persona estaba pensando, y por eso obraron contra nosotros con esa base aunque testificamos que jamás en tiempo alguno conspiramos para hacer cosa alguna que afectara el reclutamiento y nunca estimulamos a nadie a resistirlo. De nada sirvió. Ciertos caudillos religiosos de la cristiandad y sus aliados políticos estaban determinados a acabar con nosotros. El fiscal, con consentimiento del juez Howe, tuvo como mira el fallo de culpabilidad, insistiendo en que nuestro motivo era inaplicable y que la intención debería deducirse de nuestros actos. Fui hallado culpable únicamente por haber refrendado un cheque, el propósito del cual no pudo ser determinado, y porque firmé una declaración de hecho que fue leída por el hermano Rutherford en una reunión de la junta. Aun entonces no pudieron probar que aquélla era mi firma. La injusticia de esto nos ayudó más tarde en nuestra apelación.”
En cierto punto del proceso, cierto individuo que había sido oficial de la Sociedad presentó juramento como testigo. Después de mirar a un documento que llevaba dos firmas, dijo que reconocía una de ellas como la de W. E. Van Amburgh. Aquí la Transcripción del Registro dice:
“P. Pongo en sus manos el Documento 31 para identificación, y le pido que mire a las dos firmas o supuestas firmas, de Macmillan y Va[n] Amburgh, y le pregunto primero en cuanto a Van Amburgh, si en su opinión, ¿es ésa una copia al mimeógrafo de su firma? R. Creo que sí. La reconozco como tal.
“P. ¿La del Sr. Macmillan? R. La del Sr. Macmillan no se puede reconocer al mismo grado, pero creo que es su firma.”
Acerca de la defensa que presentaron los que estaban siendo sometidos a juicio, el hermano Macmillan escribió más tarde:
“Después que el Gobierno había completado su caso presentamos nuestra defensa. Esencialmente mostramos que la Sociedad es una organización completamente religiosa; que los miembros aceptan como principios de creencia de ellos la santa Biblia según la explica Carlos T. Russell; que C. T. Russell durante su vida escribió y publicó seis tomos, Estudios de las Escrituras, y que ya en 1896 prometió el séptimo tomo que consideraría Ezequiel y Revelación; que en su lecho de muerte declaró que otro escribiría el séptimo tomo; que poco después de su muerte el comité ejecutivo de la Sociedad autorizó a C. J. Woodworth y George H. Fisher a escribir y presentar un manuscrito para consideración sin que hubiera promesa acerca de que sería publicado; que el manuscrito sobre Revelación fue completado antes que los Estados Unidos entraran en la guerra y que todo el manuscrito del libro entero (excepto un capítulo acerca del Templo) estaba en manos del impresor antes de la aprobación de la Ley contra Espionaje; por lo tanto, era imposible que se hubiera entrado en ninguna conspiración como la alegada para violar la ley.
“Testificamos que en ningún tiempo nos combinamos, ni concordamos o conspiramos para hacer cosa alguna que afectara el reclutamiento o interfiriera con el Gobierno en la prosecución de la guerra, ni tuvimos idea alguna de hacer aquello; que nunca tuvimos intención alguna de interferir de modo alguno con la guerra; que nuestra obra era enteramente religiosa y en ningún sentido política; que no solicitábamos miembros y jamás aconsejábamos o estimulábamos a nadie a resistir el reclutamiento; que las cartas que se habían escrito eran para aquellos de quienes sabíamos que eran cristianos dedicados que bajo la ley tenían derecho a consejo; que no nos oponíamos a que la nación fuera a la guerra, pero como cristianos dedicados no podíamos participar en combate mortal.”
Pero no todo lo que se dijo e hizo en aquel juicio se hizo franca y abiertamente. Más tarde Macmillan informó: “Algunos de los nuestros que estaban observando el juicio me dijeron más tarde que uno de los abogados del Gobierno había salido a la galería, donde habló en voz baja con algunos de los que habían dirigido la oposición dentro de la Sociedad. Dijeron: ‘No dejen que se vaya ese individuo [Macmillan]; es el peor de ellos. Si no se lo llevan con los otros va a hacer que las cosas sigan.’” Recuerde que en este tiempo unos hombres ambiciosos habían estado tratando de obtener el control de la Sociedad Watch Tower. No extraña que más tarde Rutherford diera la siguiente advertencia a los hermanos que quedaron a cargo de Betel: “Se nos informa que siete que se opusieron a la Sociedad y su obra durante el año pasado asistieron al juicio y prestaron ayuda a nuestros acusadores. Les advertimos amados, contra los esfuerzos sutiles que harán algunos de ellos para adularlos servilmente ahora en la tentativa de apoderarse de la Sociedad.”
Finalmente, después del largo juicio, llegó el día esperado del fallo. El 20 de junio de 1918, como a las cinco de la tarde el caso fue al jurado. J. F. Rutherford más tarde recordó: “El jurado vaciló por largo tiempo antes de dar el fallo. Finalmente el juez Howe les envió el mensaje de que tenían que traer un veredicto de ‘Culpables,’ según nos declaró más tarde uno de los jurados.” Después de unas cuatro horas y media de deliberación, a las 9:40 de la noche, el jurado regresó con su veredicto... “Culpables.”
La sentencia se dictó el 21 de junio. La sala del tribunal estaba llena. Cuando se les preguntó si tenían algo que decir, los acusados no respondieron. Entonces vino la sentencia por parte del juez Howe. Coléricamente dijo: “La propaganda religiosa en que participan estos hombres es más dañina que una división de soldados alemanes. No solo han puesto en tela de juicio a los oficiales de la ley del Gobierno y al departamento de información secreta del ejército, sino que han denunciado a todos los ministros de todas las iglesias. Su castigo debe ser severo.”
Lo fue. Siete de los acusados fueron sentenciados a ochenta años en la penitenciaría (veinte años por cada uno de cuatro cargos, a servirse consecutivamente). La sentencia para Giovanni DeCecca se tardó, pero al fin recibió cuarenta años, o diez años por cada uno de los mismos cuatro cargos. Los acusados habían de cumplir sus sentencias en la penitenciaría de los Estados Unidos en Atlanta, Georgia.
El juicio había durado quince días. El testimonio que se había registrado había sido voluminoso y a menudo los procedimientos habían sido injustos. De hecho, más tarde se demostró que el juicio contuvo más de 125 errores. Con el tiempo el Tribunal de Apelaciones solo necesitó unos cuantos de éstos para condenar todo el procedimiento como injusto.
“Fui y lo sufrí todo con los hermanos mientras se les sometía a esta prueba injusta,” comenta James Gwin Zea, que estuvo presente como observador. Continúa: “Todavía puedo ver al juez negándole al hermano Rutherford la oportunidad de defenderse. ‘La Biblia no rige en este tribunal’ fue su comentario. Me alojé con el hermano M. A. Howlett en Betel aquella noche y como a las diez vino la noticia de que se les había hallado culpables. El día siguiente fueron sentenciados.”
A pesar de que se les había hallado culpables injustamente y de las sentencias severas que habían recibido, el hermano Rutherford y sus asociados permanecieron sin arredrarse. Es interesante que el Tribune de Nueva York del 22 de junio de 1918 informó: “José F. Rutherford y seis de los otros ‘russelistas,’ convictos por violación de la Ley contra Espionaje, fueron sentenciados ayer a 20 años en la penitenciaría de Atlanta, por el juez Howe. ‘Este es el día más feliz de mi vida,’ dijo el Sr. Rutherford, en camino desde el tribunal al presidio, ‘el sufrir castigo terrestre por la creencia religiosa de uno es uno de los privilegios más elevados que el hombre puede tener.’ Una de las manifestaciones más raras que se han presenciado en la oficina del alguacil en el Tribunal Federal de Brooklyn, fue llevada a cabo por los familiares y amigos íntimos de los hombres convictos poco después que los prisioneros fueron llevados al cuarto del Gran Jurado. La compañía entera hizo resonar el viejo edificio con las melodías de ‘Bendito el vínculo que une.’ ‘Todo esto es la voluntad de Dios,’ se decían unos a otros, con rostros casi resplandecientes. ‘Algún día el mundo se dará cuenta del significado de todo esto. Mientras tanto, estemos agradecidos por la gracia de Dios que nos ha sostenido a través de nuestras pruebas, y esperemos el Gran Día que ha de venir.’”
Mientras se apelaba el caso, dos veces los hermanos trataron de obtener fianza, pero primero el Juez Howe y más tarde el juez Martin T. Manton la negaron. Mientras tanto, originalmente los tuvieron en la cárcel de la calle Raymond en Brooklyn, “el hoyo más sucio en que me he metido,” según A. H. Macmillan. Clayton J. Woodworth lo llamaba bromeando el “Hotel de Raymondie.” Aquella estadía desagradable de una semana fue seguida por otra semana en la prisión de Long Island City. Finalmente, el cuatro de julio, el Día de la Independencia de los Estados Unidos, aquellos hombres que habían sido injustamente condenados fueron enviados por tren a la penitenciaría de Atlanta, Georgia.