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La salvación del hombre secundaria a la vindicación de DiosLa Atalaya 1958 | 15 de febrero
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debido lugar secundario. A menudo los hombres estiman su buen nombre más que su vida, prefiriendo morir más bien que acarrearle deshonra a su nombre. Si el nombre del hombre es más importante que su vida, ¡ciertamente el nombre de Dios es más importante que la vida del hombre! Jesús puso como el primer gran mandamiento el amor a Dios, y en la posición secundaria él puso el amor al hombre. También en la oración modelo que él enseñó a sus seguidores a orar él dió el lugar de primera importancia a lo sagrado del nombre de Jehová, a saber: “Nuestro Padre en los cielos, santificado sea tu nombre.” Cuando usted reza esta oración usted también pone primero el nombre de Jehová y su santificación y vindicación. Al rezar esta oración usted también pone los intereses humanos en lugar secundario con relación a la vindicación de Jehová.—Mat. 6:9; 22:37-39.
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Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1958 | 15 de febrero
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Siguiendo tras mi propósito en la vida
Según lo relató A. E. Tharp
HABIENDO completado un cuarto de siglo en el servicio de tiempo cabal a Jehová y su Rey, estoy reflexionando sobre lo agradable y ocupado que ha sido este tiempo.
En 1929 mi padre era suscriptor a Luz y Verdad. Él también tenía algunos libros de la Watch Tówer de aquellos días. “Cuando el mundo se volvió loco,” un artículo en serie por Daniel Morgan en Luz y Verdad, me llamó la atención y me gustó. El siguiente verano vi en la casa de un vecino el ejemplar del libro Creación que pertenecía a mi padre. Yo tenía dieciséis años, y habiendo recién terminado un curso de geología en la escuela secundaria, llevé ese libro a casa y lo leí con interés creciente. Al llegar a la parte acerca de la “consagración,” me dediqué incondicionalmente a Jehová. El verano después de graduarme de la escuela secundaria fuí bautizado en un estanque de castores y comencé a salir en el servicio con los pocos hermanos locales, siguiendo tras mi propósito en la vida.
Ese otoño La Atalaya anunció que nos visitarían dos representantes viajeros de la Sociedad, A. H. Macmillan, acompañado de G. Y. McCormick. Durante esa visita el hermano Macmillan me preguntó: “¿Por qué no emprende el precursorado?” Me aseguró que la Sociedad me dejaría ser precursor aunque todavía era menor de edad; de manera que se mandó a toda prisa una carta a Brooklyn. Pronto llegó el nombramiento apreciado. En enero de 1932 estaba “cruzando el cerro” a pie para ir a mi territorio que estaba a unos cinco kilómetros de distancia. El verano siguiente usé la bicicleta de mi hermano; entonces se me dió una yegua vieja y usé un carruaje hasta el otoño, cuando mi hermano vino a acompañarme y siguió de precursor conmigo hasta que murió, dos años más tarde.
En Miles City, Montana, otro compañero y yo esperamos recibir una asignación como precursores especiales. Resultó ser a Milwaukee, Wisconsin. Allí ese año (1938) tocábamos un disco de fonógrafo en el umbral de las puertas y colocábamos el libro Enemigos. Muchas fueron nuestras experiencias. Entre ellas se destaca la que tuve cuando conseguí una audiencia con el director general de la corporación Allis Chalmers y toqué el disco “Resolución” para él y sus oficinistas. En esos días, también, presenciamos los principios de la violencia de turbas que había de encenderse por toda la nación
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