Vaya al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo
“Hemos dejado todas las cosas y le hemos seguido a usted”—Mat. 19:27, NM.
1. ¿Qué es la sociedad del Nuevo Mundo, y por qué es imperativo que los amantes de la justicia vayan al mismo paso que ella?
LA SOCIEDAD del Nuevo Mundo es una sociedad de ministros que se ensancha, extendiendo su influencia hasta los cabos de la tierra habitada. Es una organización que vive, que se mueve, que respira, cuya prosperidad espiritual no tiene igual en la historia del cristianismo. Adondequiera que se dirige, la influencia que ejerce inspira la atención de personas de corazón honrado. Es un faro en este mundo obscuro, ofreciendo palabras de esperanza y vida a todos los que vienen a quedar dentro de sus confines. Es imperativo hoy día que los que desean vivir en el nuevo mundo de justicia vayan al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo. ¿Por qué? Porque, ya pronto, pasará a todos sus miembros a salvo a través de la más grande de todas las tribulaciones, la guerra del Armagedón, y los introducirá a un brillante nuevo mundo hecho por Dios, donde el género humano disfrutará de paz, prosperidad y felicidad eternas.—Mat. 24:21, NM.
2. (a) ¿Por qué podemos decir que Jehová está respaldando a la sociedad del Nuevo Mundo? (b) ¿Cómo refleja dicha sociedad la mente de Jehová?
2 Respaldando a esta organización productora de prodigios y responsable de su buen éxito está su Edificador y Hacedor, Jehová Dios. Sólo él pudo concebir un arreglo tan maravilloso para la preservación de su pueblo. Sólo él tiene el poder de sustentar tan grande empresa durante estos tiempos peligrosos. Y sólo él tiene la sabiduría y espíritu que se necesitan para dirigirla a fin de que logre su propósito de acuerdo con su voluntad divina. Por lo tanto Jehová es el Responsable de su existencia, de su crecimiento fenomenal y de su buen éxito. Con razón, entonces, toda alabanza y honor se dirigen a él. Como el apóstol Pablo lo declaró tan aptamente: “¿Qué, entonces, es Apolos? Sí, ¿qué es Pablo? Ministros por medio de quienes ustedes llegaron a ser creyentes, así como el Señor concedió a cada uno. Yo planté, Apolos regó, pero Dios siguió haciéndolo crecer; de modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que lo hace crecer. Ahora el que planta y el que riega son uno, pero cada persona recibirá su propia recompensa según su propio trabajo. Porque nosotros somos los colaboradores de Dios. Ustedes son el campo de Dios que está bajo cultivación, el edificio de Dios.” Siendo el edificio de Dios, su ‘campo que está bajo cultivación,’ la sociedad del Nuevo Mundo refleja la mente de Jehová en relación con el género humano, por medio de ensanchar la adoración verdadera en la tierra, por medio de avanzar con conocimiento aumentado, por medio de hacer provisión para el crecimiento y prosperidad espirituales, por medio de llevar el paso con su cabeza, Cristo Jesús, quien está mostrando el camino hacia el día perfecto.—1 Cor. 3:5-9, NM; Sal. 127:1.
3. ¿Cómo ha inspirado Jehová esperanza en el nuevo mundo, y cómo ha influido esta esperanza en los hombres?
3 Antes de que el hombre pudiera esperar un nuevo mundo, Jehová Dios comenzó a edificar sus fundamentos y a inspirar esperanza en él. Él impulsó a ciertos hombres a escribir y declarar profecías concernientes al mundo venidero donde la justicia habrá de morar. Estas profecías llegaron a ser una fuente de gozo, esperanza y ánimo inconmensurables para hombres de buena voluntad de toda generación. Proporcionaron a los hombres el ímpetu necesario para avanzar en fe y esperar su cumplimiento final. Cuando Jehová mandó a Abrán: “Vete de tu país y de tus parientes y de la casa de tu padre al país que yo te mostraré,” Abrán obedeció sin vacilar, porque él creyó la promesa de Dios de un nuevo mundo. Pablo nos dice que Abrahán obedeció a Dios “al salir a un lugar que él había de recibir como herencia, y salió aunque no sabía adónde iba. Por fe él residió temporalmente en la tierra de la promesa como en tierra extranjera, y habitó en tiendas con Isaac y Jacob, los herederos con él de la mismísima promesa. Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos verdaderos y cuyo edificador y creador es Dios.” Fué el gran deseo de Abrahán de vivir en el nuevo mundo que Jehová Dios había prometido lo que hizo posible que él dejara su tierra natal y se contentara con vivir, como residente temporario, en tiendas de campaña, para poder heredar la promesa. Sara, su esposa, voluntariamente se unió a él en sus viajes, desplegando así su firme fe en la promesa de Dios. Por fe los dos anduvieron hacia adelante a una nueva tierra con esperanza en un nuevo mundo.—Gén. 12:1-3; Heb. 11:8-10, NM.
4-6. (a) ¿Quiénes fueron otros que consideraron esta promesa de un nuevo mundo? (b) ¿Cómo demostró Jesús que estaba deseoso de participar en la promesa de Jehová?
4 La pregunta subsiste: ¿Estamos deseosos de hacer lo mismo, es decir, de ejercer la misma fe en la promesa de Dios y buena disposición como Abrahán y su esposa Sara? El hecho de que Abrahán no heredó la promesa durante su vida no impidió que Isaac o Jacob siguieran en las pisadas de Abrahán de ejercer fe en Dios y recomendar el mismo proceder a sus hijos. Jesús dijo de Abrahán: “Abrahán el padre de ustedes se regocijó grandemente por la perspectiva de ver mi día, y lo vió y se regocijó.” Tan grande era la fe de estos patriarcas en la promesa de Dios que estaban dispuestos a dar todas las cosas, aun su misma vida, para poder heredar la promesa del nuevo mundo.—Juan 8:56; Heb. 11:39, NM.
5 Moisés ejerció la misma fe en la promesa de Dios. Aquel que había sido criado en las cortes de Faraón “estimó el vituperio del Cristo como riquezas más grandes que los tesoros de Egipto.” Moisés respondió la llamada de Dios cuando tenía ochenta años de edad, dejando atrás la vida de pastor para ser testigo de Jehová ante Faraón y el caudillo de la nación de Israel. En Israel tenemos un ejemplo de cómo una nación entera halló esperanza en la promesa de Jehová de un nuevo mundo. Pablo habla de una gran ‘nube de testigos’ que se quitaron todo peso para poder llegar a ser participantes de la promesa.—Heb. 11:26, 27; 12:1, NM.
6 El principal de esta gran ‘nube de testigos’ fué Cristo Jesús: “Quien, aunque estaba existiendo en forma de Dios, no dió consideración a un arrebatamiento, a saber, que debía ser igual a Dios. No, sino que se despojó a sí mismo y tomó la forma de un esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres. Más que eso, cuando se halló en forma de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento. Por esta misma razón Dios también le exaltó a un puesto superior.” Jesús dió su todo, lo cual era muchísimo más que todo lo que la raza humana pudiera dar, para poder participar en la promesa de Jehová de un nuevo mundo. Él ilustró cuán deseoso estaba de hacer esto en varias parábolas: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre halló y escondió, y por el gozo que tiene va y vende las cosas que tiene y compra aquel campo. Otra vez, el reino de los cielos es semejante a un comerciante viajero que busca perlas finas. Hallando una perla de gran valor, se fué y prontamente vendió todo lo que tenía y la compró.” Tan completamente se había despojado Jesús que pudo decir a cierto escriba que deseaba seguirle: “Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen perchas, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza.” En vez de lamentar la pérdida de “todas las cosas” Jesús recomendó este proceder a sus seguidores, si querían alcanzar el Reino.—Fili. 2:5-9; Mat. 13:44-46; 8:20; Col. 1:15, 16, NM.
7. (a) ¿Qué consejo útil para alcanzar el nuevo mundo dió Jesús? (b) ¿Qué significa seguir a Cristo?
7 Jesús sabía lo que se necesitaría para vencer a este mundo; por eso dijo: “Si alguien quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo y levante su madero de tormento y me siga continuamente. Porque cualquiera que desee salvar su alma la perderá; pero cualquiera que pierda su alma por mi causa la hallará. Porque ¿de qué beneficio le será a un hombre si adquiere todo el mundo pero pierde su alma? o ¿qué dará un hombre en cambio por su alma? Porque el Hijo del hombre está destinado a venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno de acuerdo con su comportamiento.” Por lo tanto, el seguir a Jesucristo significa practicar el cristianismo; significa el negarse uno mismo en una vida de dedicación a los principios del cristianismo. Requiere que uno levante el “madero de tormento” y participe de algunos de los trabajos y sufrimientos que Jesús dejó atrás. Significa que uno abandona sus propias ambiciones y los deseos personales que tenga de acumular riquezas, prestigio y poder. El profeta Job dijo: “Si he puesto el oro por mi esperanza, y al oro fino he dicho: ¡Tú eres mi confianza! . . . yo hubiera renegado de Dios que está allá arriba.” De modo que el seguir a Cristo significa el abandonar el viejo mundo, todo el mundo y la vida, si es necesario. Requiere plena obediencia y lealtad al cristianismo, como las que el soldado da a la causa de la independencia y la libertad. Pablo hace claro este punto, diciendo: “Ningún hombre que sirve como soldado se envuelve en los negocios comerciales de la vida, a fin de que pueda alcanzar la aprobación de aquel que lo alistó como soldado.” Los cristianos que siguen a Cristo tienen que estar listos para responder al deber con la misma buena disposición que mostró el profeta Isaías, quien, cuando oyó la pregunta: “¿A quién enviaré? ¿y quién irá por nosotros?” contestó: “¡Aquí estoy yo; envíame a mí!” Dado que no tenía ningún apego a este viejo mundo, estaba libre para responder a la llamada de Jehová. Esta fué la porción envidiable que hombres fieles, como Abrahán, Isaac y Jacob y otros, tuvieron por su fe. Esta tiene que ser la porción de todos los que hoy día van al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo.—Mat. 16:24-27, NM; Job 31:24, 28; 2 Tim. 2:4, NM; Isa. 6:8.
EXHORTADOS A DAR TODO
8. ¿Qué exhortación dió Jesús a sus seguidores, y cómo respondieron?
8 Cuando estableció el cristianismo Jesucristo exhortó a sus seguidores a exhibir esta misma fe, la fe de Abrahán. Y sus apóstoles inmediatos mostraron que tenían esta fe. Note en particular la buena disposición con que respondieron a la llamada de Jesús: “Vengan en pos de mí.” El relato inspirado dice acerca de Pedro y Andrés, que estaban pescando con sus redes al tiempo que Jesús los llamó: “Dejando al instante las redes, le siguieron.” De Santiago y Juan, a quienes se les llamó cuando estaban reparando sus redes, el relato dice: “Dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.” Cuando un discípulo quiso volver para enterrar a su padre, Jesús respondió: “Continúa siguiéndome, y deja que los muertos entierren a sus muertos.” La idea que esto encierra es que ellos no dejaron que nada se interpusiera en su camino; ocupación, familia, amigos no se consideraban de primera importancia. Pusieron estas cosas en una posición secundaria y la cosa más deseable, el reino de Dios, ocupó el primer lugar en su vida. No hubo meses de ahorrar antes de dejar su trabajo, ni una consideración cautelosa de las cosas para ver si valdría la pena o no. Tampoco preguntaron los apóstoles: ¿Qué sacaré yo de ello? Más bien, respondieron inmediatamente, desplegando gran fe en Jehová, su Hijo y el arreglo que se había hecho para su existencia continuada.—Mat. 4:18-22; 8:22, NM.
9. ¿Cómo habían de evaluar sus privilegios del Reino?
9 Jesús había impresionado a sus seguidores con el valor de alcanzar el Reino. Valdría la pena obtenerlo, al costo que fuera. Él dió énfasis a lo necesario que serían la abnegación, el trabajo arduo, el aguante y la paciencia para lograr la meta de la fe, que es la salvación de nuestra alma. Él recalcó que el seguirlo continuamente significaba que uno tenía que estar libre de los vínculos y obligaciones mundanos. El alimento, ropa, abrigo y las otras necesidades de la vida fueron hechas cosas incidentales. “Porque todas éstas son las cosas que las naciones buscan con anhelo. Porque su Padre celestial sabe que necesitan todas estas cosas. Sigan, pues, buscando primero el reino y su justicia, y todas estas otras cosas les serán añadidas. Por tanto, nunca estén ansiosos en cuanto al día siguiente, porque el día siguiente tendrá sus propias ansiedades. Suficiente para cada día es su propio mal.” La cosa principal era el Reino; en comparación todas las demás cosas se convertían en nada. Pablo expresó cómo él se sentía acerca de ello: “Por motivo de él [Cristo] he aceptado la pérdida de todas las cosas y las considero un montón de basura, para que pueda ganar a Cristo.” Y el apóstol Juan razonó de esta manera: “El mundo está desapareciendo y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” ¿Qué mejor razón podría darse en cuanto a por qué abandonar este mundo y dedicarse completamente y sin reservas al reino de Dios? Si era necesario tener fe y confianza absolutas en Jehová y Cristo Jesús para ir al mismo paso que la creciente iglesia cristiana del primer siglo, ¿será posible hacerlo con menos hoy día?—Mat. 19:27; 6:32-34; Fili. 3:8; 1 Juan 2:17, NM.
10. ¿Cuál ha sido el resultado de la respuesta fiel al mandato de hacer “discípulos de gente de todas las naciones”?
10 El obedecer fielmente a la comisión de ir y hacer “discípulos de gente de todas las naciones” ha hecho que la congregación cristiana crezca hasta que hoy día se halla representada en toda la tierra por ministros dedicados que declaran estas buenas nuevas del reino establecido de Dios. Particularmente en los últimos treinta y siete años cientos de millones de personas han llegado a oír acerca del gobierno divino del nuevo mundo. De estos millones, cientos de miles han reconocido que éste es el mensaje dador de vida que Dios tiene para este día. Estos han respondido con la misma fe y gozo con que respondieron los profetas de la antigüedad y los discípulos de Jesús, y han dedicado su vida a Dios por medio de Jesucristo y se han unido para mantener en alto esta antorcha brillante del Reino. Todos juntos, estos testigos cristianos forman una sociedad que no es parte de este viejo mundo. Están a favor del nuevo mundo de justicia de Dios; por lo tanto forman una sociedad del Nuevo Mundo.—Mat. 28:19, 20; 24:14, NM.
11. ¿Se requiere que los miembros de la sociedad del Nuevo Mundo hagan los mismos sacrificios que los testigos cristianos del primer siglo?
11 Ahora, siendo éstos miembros de la sociedad del Nuevo Mundo, ¿se requiere que hagan los mismos sacrificios y desplieguen la misma fe que aquellos testigos cristianos del primer siglo? Sí. Porque no hay ninguna colección separada de reglas de comportamiento o del ministerio para los cristianos de cierto siglo. Todos ellos siguen el mismo Dechado, Cristo Jesús. Pedro escribió: “De hecho, ustedes fueron llamados a este curso, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles un modelo para que siguieran cuidadosamente sus pisadas.” Pablo exhortó: “Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo.” Y otra vez: “Sean imitadores de aquellos que por medio de la fe y la paciencia heredan las promesas.” “Porque todas las cosas que fueron escritas de antemano fueron escritas para nuestra instrucción, para que por medio de nuestro aguante y por medio del consuelo de las Escrituras tengamos nosotros esperanza.” Por lo tanto, además del ejemplo perfecto de Cristo, tenemos por escrito el ejemplo de Abrahán y de todos los profetas de antes de nosotros que podemos estudiar como lecciones provechosas si queremos ir al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo.—1 Ped. 2:21; 1 Cor. 11:1; Heb. 6:12; Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11, NM.
12. ¿Cuál tiene que ser la actitud mental de los que van al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo?
12 Se está haciendo cada vez más claro que para que cualquiera de nosotros vaya al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo tenemos que responder a las instrucciones de Jehová con la misma prontitud y buena disposición con que respondieron los profetas y apóstoles fieles. No nos podemos dejar atar a este viejo mundo y al mismo tiempo pensar que podemos llevar el mismo paso que esta sociedad cristiana de ministros. Tenemos que estar libres para contestar llamadas como las contestaron Abrahán y Moisés, deseosos de avanzar y dejar atrás los intereses del viejo mundo. Tenemos que estar deseosos de contestar la llamada del Maestro: “Venga y sea mi seguidor,” y contestarla en el sentido completo de Pedro: “Hemos dejado todas las cosas y le hemos seguido a usted.” Dejar atrás “todas las cosas,” no con un anhelo por ellas, como la esposa de Lot, sino al contrario sin ningún pesar, y con gozo de que se nos haya extendido tal oportunidad para que la cumplamos. Como dijo Pablo, quien lo abandonó todo: “Estoy listo no sólo para ser atado sino también para morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.” Esta debe ser nuestra determinación y devoción.—Mar. 10:21; Mat. 19:27; Hech. 21:13, NM.
13. ¿Qué puede decirse de aquellos que todavía se adhieren al viejo mundo, y qué exhortación puede dárseles?
13 Sin embargo, todavía hay algunos “cristianos” que piensan que es posible vivir en la sociedad del Nuevo Mundo y en el viejo mundo al mismo tiempo. Pero aun éstos que parecen lentos en aprender están descubriendo que la tarea es cada vez más difícil. Su dedicación no ha sido completa. No han dejado verdaderamente “todas las cosas” y seguido a Cristo. Su dedicación ha sido con reservas, “condicional.” Todavía anhelan los lujos y placeres del sistema de cosas que está desapareciendo. Saben que el llevar el mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo demanda tiempo, y los placeres del viejo mundo demandan tiempo. En consecuencia los afectos de uno son puestos a prueba, hay un estiramiento en diferentes direcciones, lo cual resulta en tensión y frustración. Una persona inestable, de mente dividida, no es grata a la vista de Jehová. “De hecho,” dice Santiago, “que no piense ese hombre que recibirá algo de Jehová; él es un hombre indeciso, inconstante en todos sus caminos.” “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. Límpiense las manos, pecadores, y purifiquen su corazón, ustedes indecisos. Siéntanse afligidos, laméntense y lloren. Conviértase su risa en lamento, y su gozo en desaliento. Humíllense a la vista de Jehová, y él los ensalzará.” Los que insisten en llevar vidas dobles no son verdaderamente humildes. Siempre se les halla al punto de pasarse de la línea de limitación. Prefieren pasar por alto el consejo sabio de Jehová. Renuentes a romper completamente con el viejo mundo, se prenden a duras penas del nuevo, hasta que el viejo mundo los arrastra completamente al olvido. Es peligroso tratar de estar de ambas partes en el punto en disputa, e imposible ser esclavo de dos amos. “Porque u odiará al uno y amará al otro, o se adherirá al uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden ser esclavos de Dios y de las Riquezas.”—Sant. 1:7, 8; 4:8-10; Mat. 6:24, NM.
NO HAY LUGAR PARA INDECISIÓN
14, 15. (a) ¿Por qué no hay lugar para indecisión ahora? (b) ¿Por qué hay que tener determinación y valor para ir al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo?
14 Ahora el paso acrecentado de la sociedad del Nuevo Mundo no deja lugar para indecisión. Aun un ligero titubeo significa terreno perdido. Y mientras más titubeemos y mientras por más tiempo lo hagamos, tanta más distancia tendremos que recobrar si hemos de ir al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo. Eso significa que tendrá que hacerse mayor esfuerzo y emplearse mayor determinación. La verdad trágica es que el perder distancia casi siempre resulta ser desastroso, porque la marcha progresiva de la sociedad del Nuevo Mundo es inflexible, al avanzar constantemente hacia el día perfecto. Hay que tener fe, valor y determinación para ir al mismo paso que ella. Especialmente ahora, dado que se exige más y más de nuestro tiempo. Se hacen llamadas al precursorado, al servicio misional y al de Betel a las cuales contestar con un “¡Aquí estoy yo; envíame a mí!” Más atención ha de dedicarse al ministerio de casa en casa, al entrenamiento de nuevos publicadores del Reino, a hacer revisitas a los que muestran interés en el mensaje del Reino, y a estudios bíblicos de casa que han de conducirse con personas de buena voluntad. Todo esto requiere tiempo, nuestro tiempo y fuerza vital. Pero dado que es tiempo dedicado, entonces justamente pertenece a Jehová. “No pertenecen a ustedes mismos, porque fueron comprados con un precio. Sin falta, glorifiquen a Dios en el cuerpo de ustedes en conjunto.” “Devuelvan . . . las cosas de Dios a Dios.”—Isa. 6:8; 1 Cor. 6:19, 20; Mat. 22:21, NM.
15 Pero eso no es todo lo que hay que hacer. Hay estudios y reuniones de congregación a las cuales asistir y prestar apoyo. Estas requieren pensamiento y el prepararse con anticipación. Nuestros estudios personales no deben ser descuidados, ni nuestras obligaciones de familia. El menor enredo con el viejo mundo puede ser un obstáculo y estorbar nuestro progreso hacia el nuevo mundo. Por eso Jesús aconsejó a los que querían seguirlo que se negaran a sí mismos y levantaran el madero de tormento y lo siguieran continuamente. Pablo aconsejó de manera parecida: “Quitémonos también todo peso y el pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros, mientras miramos atentamente al caudillo y perfeccionador de nuestra fe, Jesús.” Si prestamos atención a esta exhortación sabia, el ir al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo no será tan difícil como lo es para los que están abrumados con las cosas de esta vida.—Heb. 12:1, 2; Mat. 16:24, NM.
16. ¿Qué debe preguntarse todo miembro de la sociedad del Nuevo Mundo?
16 El estar atados innecesariamente a este viejo mundo sólo tiende a desalentarnos; impide nuestro progreso y destruye el gozo que normalmente derivamos de servir a Jehová. En realidad, si no ejercemos dominio sobre las actividades del viejo mundo, nos llevarán a una parada en seco. Todo miembro de la sociedad del Nuevo Mundo debe interesarse en su progreso hacia el nuevo mundo. Debe preguntarse: ¿Cuál es mi lugar en relación con la sociedad del Nuevo Mundo? ¿Estoy yendo al mismo paso que ella? ¿Estoy descuidando intereses del Nuevo Mundo por las actividades del viejo mundo? ¿Respondo yo a las llamadas teocráticas como lo hicieron los profetas y apóstoles fieles? ¿O estoy dejando que los intereses seglares consuman mi tiempo? A un joven rico y moral que deseaba conseguir la vida eterna, Jesús dijo: “‘Una cosa falta acerca de usted: Vaya, venda las cosas que tiene y dé a los pobres, y usted tendrá tesoro en el cielo, y venga y sea mi seguidor.’ Pero él se entristeció por ese dicho y se fué afligido, porque tenía muchas posesiones. Después de mirar alrededor Jesús dijo a sus discípulos: ‘¡Qué cosa tan difícil les será a los que tienen dinero entrar en el reino de Dios!’” No vaya a dejar que el dinero, el materialismo, las cosas de este mundo, le impidan conseguir la vida.—Mar. 10:17-30, NM.
17. ¿Pierde algo el cristiano por romper completamente con el viejo mundo?
17 Fué después de la conversación de Jesús con el joven que Pedro dijo: “¡Mire! nosotros dejamos todas las cosas y le hemos estado siguiendo a usted.” Jesús contestó de esta manera: “Verdaderamente les digo: Nadie ha dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mi causa y por causa de las buenas nuevas que no haya de recibir un céntuplo ahora en este período de tiempo, casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el sistema de cosas venidero vida eterna.” En otras palabras, Jesús le dijo a Pedro que el cristiano no pierde ni una sola cosa al abandonar el viejo mundo, ni pierde cosa alguna ningún testigo cristiano de Jehová que haga lo mismo por causa de ir al mismo paso que la sociedad del Nuevo Mundo. Ganamos un céntuplo de todo lo que abandonamos, y más. El resto ungido conseguirá además de esto una vida gloriosa en los cielos como novia de Cristo, y las otras ovejas del Señor conseguirán vida eterna en una nueva tierra paradisíaca. Todo esto por no perder la fe, y por avanzar confiadamente con la sociedad del Nuevo Mundo en su camino al nuevo mundo.