“Tu palabra es la verdad”
‘Felices los que están conscientes de su necesidad espiritual’
SIN duda, entre los dichos mejor conocidos de Jesús están los que se hallan en su Sermón del Monte. Concerniente a ellos el redactor David Lawrence aptamente declaró: “Jamás hemos inventado una mejor fórmula para el comportamiento humano que el Sermón del Monte.” (U.S. News & World Report, 4 de enero de 1971) Bien se ha dicho que ninguna otra porción de la Biblia es tan altamente elogiada y sin embargo tan poco practicada.
El Sermón del Monte comienza con las nueve llamadas “bienaventuranzas.” ¿Llamadas? Sí, porque la palabra griega que se vierte aquí “Bienaventurados” en muchas traducciones al principio de estas nueve es makarios, que en varias traducciones modernas se vierte “felices.” (Vea Today’s English Version, Emphasized Bible de Rotherham y la Traducción del Nuevo Mundo.) Hay otra palabra griega para “bienaventurados,” a saber eulogetós. De modo que éstas son nueve “felicidades” que Jesús pronunció al principio de su Sermón. Están llenas de significado y se les debe considerar debidamente para apreciar su importancia plena.—Mat. 5:3-12.
Es importante notar que Jesús dirigió estas felicidades principalmente a sus discípulos, a los que habían ‘tomado su madero de tormento’ y lo estaban siguiendo. (Mat. 16:24) “Después que se sentó, vinieron a él sus discípulos; y abriendo la boca se puso a enseñarles.” Sin embargo, parece que muchedumbres de otras personas se les unieron para escuchar, por decirlo así, porque leemos que quedaron impresionados por lo que oyeron.—Mat. 5:1, 2; 7:28, 29.
La primera de estas felicidades dice literalmente: “Felices los pobres (en cuanto) al espíritu.” La palabra griega para “pobres” que se usa aquí es muy significativa. En el griego hay dos palabras para “pobre.” Una es penikhrós. Se refiere a los que no son ricos, sino que tienen que afanarse para vivir. La otra palabra es ptokhós. Se refiere al que es miserablemente pobre, menesteroso, mendigo. Esta es la palabra que se usa en la primera felicidad de Jesús. Una persona en esa condición está vivamente consciente de su pobreza. Por eso una nota al pie de la página de la Traducción del Nuevo Mundo (ediciones de 1950, 1963) dice: “los que son mendigos del espíritu.” Today’s English Version dice: “Felices son los que saben que están espiritualmente pobres.” Por lo tanto, muy aptamente la Traducción del Nuevo Mundo vierte las palabras de Jesús: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual.”
¿Qué quiso decir Jesús al decir que éstos eran felices? La palabra griega aquí, makarios, no quiere decir simplemente estar alegre, festivo, como cuando uno se está divirtiendo. Más bien tiene el significado de gran bienestar, porque tanto de Dios como de Jesucristo se dice que son ‘felices.’—1 Tim. 1:11; 6:15.
Se pudiera decir que las personas a quienes Jesús llamó felices son felices de tres maneras o en tres respectos. Están disfrutando de un grado de felicidad ahora. También son felices porque tienen un punto de vista feliz, una esperanza feliz. Y con el tiempo verán realizada la felicidad suprema y completa.
¿Cómo muestra uno que es ‘mendigo del espíritu,’ que está ‘consciente de su necesidad espiritual,’ y por qué se puede decir que uno es feliz en virtud de ello? Hay varias maneras. Una es al mostrar una dependencia constante en Jehová Dios, tal como advirtió Jesús: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá.” Entre las cosas que pedirán está el espíritu santo de Dios. Jesús dijo que su Padre celestial estaba más dispuesto a dar su espíritu santo a los que se lo pedían que lo que los padres terrestres estaban a dar buenas dádivas a sus hijos. Ciertamente a los que reciben el espíritu santo se les puede pronunciar felices aun ahora.—Mat. 7:7; Luc. 11:13.
El que es ‘mendigo del espíritu’ no es materialista, pues el materialista solo está consciente de sus necesidades y deseos materiales. Más bien, la clase de persona a quien Jesús se refirió reconoce que el ‘hombre no vive solamente de pan, sino de toda expresión que sale de la boca de Dios.’ (Mat. 4:4) De modo que compra el tiempo de otras cosas, como de la recreación, para estudiar la Palabra de Dios. El conocimiento, la fe y la esperanza que obtiene de su estudio de la Palabra de Dios lo hacen verdaderamente feliz. Se siente como Jeremías, que dijo: “Fueron halladas tus palabras, y procedí a comerlas; y tu palabra llega a ser para mí el alborozo y el regocijo de mi corazón.” (Jer. 15:16) También muestra que está consciente de su necesidad espiritual asociándose con compañeros cristianos en las reuniones de congregación para recibir estímulo y a su vez estimular a otros, así como para participar en incitar a otros al amor y a las obras excelentes, todo lo cual contribuye a la felicidad.—Heb. 10:23-25.
Por otra parte, la persona que está consciente de su necesidad espiritual está vivamente consciente de sus pecados y faltas. Tiene una conciencia tierna. Comprende que Jesús murió por ‘el pecado del mundo,’ y por eso ejerce fe en esa provisión del rescate y ora a Dios para que lo perdone con el sacrificio de Cristo como base. (Juan 1:29; Mat. 20:28; 1 Juan 1:9) Suya por lo tanto es la felicidad de aquel de quien escribió el salmista David: “Feliz es aquel cuya sublevación le es perdonada, cuyo pecado le es cubierto.”—Sal. 32:1.
Además, el que está consciente de su necesidad espiritual también siente un fuerte impulso o necesidad de compartir con otros las buenas cosas del espíritu que ha aprendido. Por lo tanto busca oportunidades para hacer esto y compra tiempo de sus actividades seglares con ese fin. El llevar buenas nuevas confortantes a otros ciertamente aumentará su felicidad, porque “hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35; Efe. 5:15, 16.
Es con este entendimiento de las palabras de Jesús en Mateo 5:3 que tenemos que considerar la versión de Lucas de las palabras de Jesús en Lucas 6:20: “Felices son ustedes, los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios.” Obviamente, la ‘pobreza’ es estar consciente de la necesidad espiritual. Evidentemente Lucas condensó la fraseología de esta felicidad misma así como condensó su número, alistando solo cuatro de las nueve.—Luc. 6:20-23.
Debido a que Jesús se estaba dirigiendo principalmente a los seguidores de sus pisadas, pudo decir de ellos: “A ellos pertenece el reino de los cielos.” Es a éstos que Jesús dijo además: “Voy [a mi Padre] a preparar un lugar para ustedes . . . para que donde yo estoy también estén ustedes.” El tener ese punto de vista o esperanza en realidad es otra razón para que éstos estén felices. Y cuando esta esperanza se les haga realidad estarán suprema y completamente felices. Otros textos muestran que el número de estas personas está limitado a 144.000.—Juan 14:2, 3; Rev. 14:1, 3.
¿Está la felicidad de que habló Jesús limitada a este número pequeño? De ninguna manera, porque su principio aplica a un sinnúmero de otras personas. Hoy existe una “grande muchedumbre” de “otras ovejas” que también están conscientes de su necesidad espiritual y que disfrutan de la felicidad que esto trae. (Rev. 7:9; Juan 10:16) Estos también tienen una esperanza, una expectativa, que les da felicidad ahora, la de habitar en la región terrestre del reino de Dios. Cuando lo hagan, su felicidad también será completa.—Mat. 25:34.