Cumpliendo el nuevo mandamiento del amor
“Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros.”—Juan 13:34.
1. Según el argumento del apóstol Pablo, ¿qué clase de amor expresó Dios al suministrar el rescate?
LA BASE del mayor don de Dios a la humanidad fue el amor que se basa en principios, no cariño. Esto es lo que el apóstol Pablo argumenta en Romanos 5:7-10, diciendo: “Porque apenas morirá alguien por un justo; en verdad, por el bueno, quizás, alguien aun se atreva a morir. Mas Dios recomienda su propio amor [agape] a nosotros en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. . . . Porque si, cuando éramos enemigos [no amigos], fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más, ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida.” No, no fue afecto lo que Jehová Dios expresó a la humanidad imperfecta, pecaminosa por el don de su Hijo. ¿Qué cualidades tenía la humanidad por las cuales sentir afecto? Sin embargo, él ejerció amor, un interés basado en principios, altruista, en su bienestar y en sus necesidades. Él proveyó para su necesidad principalísima, el medio por el cual podrían obtener reconciliación con él, la Fuente de la vida, mediante el sacrificio de rescate de su Hijo.
2, 3. (a) ¿Por qué se necesita tal amor basado en principios para llevar a cabo el mandato de Mateo 24:14, y cómo manifiestan ese amor los testigos de Jehová? (b) ¿Cómo fue diferente Jesús de los filántropos modernos?
2 El ser nosotros seguidores cristianos del Hijo de Dios requiere esa clase de amor hoy en día. Sin esta cualidad la profecía de Jesús, de que “estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones” antes del fin de este sistema de cosas, jamás podría llevarse a cabo. Él advirtió a los portadores de estas buenas nuevas que “los entregarán a ustedes a tribulación y los matarán, y serán objetos de odio de parte de todas las naciones por causa de mi nombre.”—Mat. 24:9, 14.
3 Hoy en día en 194 países e islas los testigos de Jehová están llevando las buenas nuevas del Reino y lo están haciendo por amor altruista. ¿Qué otra cosa podría mantenerlos yendo a la gente en sus ciudades, poblaciones y aldeas, usando su tiempo y energía, y no obstante en tantos hogares el ser recibidos con desaires o injurias? Ellos no tienen la manera fácil de los filántropos modernos que preparan el terreno para entrar en un estado de afecto con la gente mediante dádivas de dinero, alimento u obras que atraen a los intereses carnales, humanos, de la gente. Es verdad, en dos ocasiones Cristo Jesús hizo que el alimento se multiplicara milagrosamente para provecho de las muchedumbres que habían viajado una larga distancia para oírle. Pero él no hizo una práctica de esto y mostró que no quería “cristianos de arroz” entre sus seguidores. A una muchedumbre de tales personas él le dijo: “Ustedes me buscan, no porque vieron señales, sino porque comieron de los panes y quedaron satisfechos. Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, que el Hijo del hombre les dará.” Luego prosiguió hablando verdades fuertes que muchos hallaron ‘ofensivas,’ con el resultado de que “muchos de sus discípulos se fueron a las cosas de atrás y ya no andaban con él.” Amaban el pan que perece, pero no la verdad, que “permanece para vida eterna.”—Juan 6:25-27, 60, 66.
4, 5. ¿Qué muestra que Jesús no se estaba refiriendo a un amor al prójimo en general cuando dio su nuevo mandamiento de amor?
4 Otros de sus discípulos permanecieron con él hasta el fin de su ministerio. En su última noche con ellos él dijo: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros.” (Juan 13:34) ¿Cómo puede decirse que éste era un “nuevo mandamiento”?
5 La Ley dada a Israel por medio de Moisés unos quince siglos antes había expresado: “Debes amar a tu compañero como a ti mismo.” (Lev. 19:18) Aunque la historia de esa nación mostró que había fracasado miserablemente en llevar a cabo esta ley, no obstante había estado allí en su código de ley durante todos esos siglos. De modo que el simple amor al prójimo ciertamente no era un nuevo mandamiento. Jesús citó esta ley cuando contestó a un indagador experto de la Ley judía quien le pidió que expresara el mayor mandamiento de la Ley. Jesús contestó: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ El segundo es éste: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’” (Mar. 12:29-31) Aunque ese pacto de la ley con Israel fue cumplido y fue quitado del camino después de la muerte de Jesús y después de la institución de un nuevo pacto, no obstante los principios de estos dos grandes mandamientos fueron transferidos a la congregación cristiana recién establecida. (Rom. 12:1, 2; 13:8-10; Sant. 2:8) Para entender lo que quiso decir el nuevo mandamiento de Jesús haríamos bien en ver primero qué requerían estos mandamientos previos.
MENTE, CORAZÓN, ALMA Y FUERZAS
6. ¿Qué requiere de nosotros el amar a Dios con toda nuestra mente?
6 ¡Cuán omnímodo es el decir que tenemos que amar a Jehová con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas! (Mar. 12:30; Mat. 22:37) La mente es el asiento de la inteligencia, y el amar a Dios con toda nuestra mente ciertamente requeriría el que usáramos toda nuestra inteligencia para aprender en cuanto a nuestro Creador y sus propósitos y principios, y luego aplicar inteligentemente este conocimiento en todas las cosas de la vida en armonía con su voluntad. Esto jamás podría hacerse con una manera de vivir ritual, participando en ceremonias rutinarias o en la repetición de oraciones y alabanzas aprendidas de memoria, cosas que no requieren más ejercicio de la inteligencia que un simple niño pudiera usar. Ciertamente el Dios Sapientísimo que hizo este universo inmenso y maravilloso con toda su grandeza y variedad jamás podría aceptar expresión tan raquítica como digna de ser llamada amor verdadero a él. El amor a Dios con toda la mente requiere el ser ‘transformados rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios.’—Rom. 12:2.
7. ¿Bastará el aceptar mentalmente nuestra obligación de servir a Dios y nuestra obediencia sobre esa base para demostrar verdadero amor a él? ¿Por qué?
7 El corazón es una expresiva cualidad altruista y desinteresada del individuo, la central de electricidad del cariño y los motivos de uno, de la conciencia y de la conducta moral. El amar nosotros a Dios con todo el corazón jamás permitirá que demos obediencia y servicio a él simplemente a causa de una sensación de obligación o necesidad de hacer lo que le agrada. Una expresión indiferente como ésa mostraría que uno se interesa en solo una cosa: obtener beneficios de Dios, de manera muy semejante al hombre que trabaja para otro con el solo interés en el salario que recibirá. El que ama a Jehová Dios con todo su corazón hará la voluntad de su Creador, no solo porque sabe que debe hacerlo y que su mismísima vida depende de que lo haga, sino también porque quiere hacerlo, porque anhela hacerlo. El fuerte cariño del corazón lo impulsa a agradar a su Padre celestial.—1 Juan 5:3.
8. ¿Cómo podemos amar a Dios ‘con toda nuestra alma’?
8 El amar a Dios con toda su alma equivale a decir que usted lo ama con su mismísima vida como una criatura inteligente. Esto ciertamente elimina el ser un simple adorador del sábado, un amador de Dios de un día a la semana, o uno que adora a Dios solo en ocasiones determinadas durante el año. La vida y el tiempo son inseparables para nosotros; mientras vivimos tenemos tiempo a nuestra disposición y, cuando morimos, el tiempo se ha acabado para nosotros, por lo menos hasta el tiempo en que nuestro Padre celestial crea adecuado despertarnos mediante una resurrección para vivir otra vez. Si amamos a Dios con toda nuestra alma, entonces nuestra entera vida girará en torno de hacer su voluntad. No pensaremos que podemos reservar la primera mitad para nosotros mismos y darle la segunda mitad, nuestra vejez, a él.—Ecl. 12:1.
9, 10. (a) ¿Podemos amar a Jehová Dios con ‘todas nuestras fuerzas’ y todavía trabajar para nuestras necesidades físicas o las de nuestra familia? ¿Cómo? (b) ¿Por qué es el amor genuino a Dios tal expresión íntima?
9 Todas nuestras fuerzas usadas para amar a Dios significarán un servicio vigoroso a él, verdadero esfuerzo hecho para hacer su buen placer. Aunque las fuerzas pueden usarse apropiadamente para ganarse la vida, para atender un hogar, o hasta en diversión de vez en cuando, no obstante Jehová Dios siempre tiene prioridad sobre nuestras fuerzas vitales. Escribiendo a personas que ya habían dedicado su vida a Dios, el apóstol dijo: “Les suplico por las compasiones de Dios, hermanos, que presenten sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio.” ¿No es solo razonable que, puesto que Jehová “hace que todas sus obras cooperen juntas para el bien de los que aman a Dios,” debamos tratar de hacer que todas nuestras obras cooperen para su alabanza y para el bien de todos los demás que lo aman?—Rom. 12:1; 8:28.
10 ¿Qué podría ser más íntimo que este amor que la Biblia dice que debemos tener a Dios? Podemos discutir el papel que la mente, el corazón, el alma y las fuerzas desempeñan separadamente al expresarlo, no obstante en realidad todos tienen que combinarse para que sea genuino. Esto implica el todo de nosotros, sin reserva alguna.
AMANDO A NUESTRO PRÓJIMO COMO A NOSOTROS MISMOS
11. ¿De qué maneras podemos ‘amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos’?
11 Jesús dijo que tenemos que amar a nuestro prójimo, no en vez de a nosotros mismos, sino como a nosotros mismos, haciendo para él lo que quisiéramos que él hiciera para nosotros. No esperamos, ni quisiéramos, que otros suministren para nosotros todas las cosas necesarias sin ningún esfuerzo de nuestra parte. A la vida se le robaría la mayor parte de su interés si otros nos sirvieran en todo y a toda hora. Pero ciertamente apreciamos la generosidad, el compartir cosas buenas, no solo cosas físicas, materiales, sino aun más aquellas cosas que satisfacen nuestras necesidades mentales y espirituales, la conversación estimulante, las palabras edificantes de ánimo. Apreciamos la protección de daño, o las advertencias cuando no nos percatamos del peligro, la guía cuando estamos en duda, el consejo cuando estamos desorientados. Pero también apreciamos cuando otros no nos quitan nuestro derecho de hacer nuestras propias decisiones finales o ejercer nuestro propio juicio en asuntos personales cuando tenemos los hechos a la mano. No queremos que otros se inmiscuyan en nuestros derechos de propiedad mediante robo o uso incorrecto de las cosas que poseemos, y aun más no queremos que se interpongan egoístamente entre nosotros y aquellos a quienes amamos: nuestros cónyuges, nuestros miembros de familia o nuestros amigos. Queremos todas estas cosas y privilegios para nosotros mismos. También debemos querer que nuestro prójimo disfrute de cosas semejantes, y debemos hacer lo que podamos para encargarnos de que lo haga. Como lo expresó Jesús: “Esto, de hecho, es lo que significan la Ley y los Profetas.”—Mat. 7:12.
EL NUEVO MANDAMIENTO
12, 13. (a) El nuevo mandamiento de Jesús sobre el amor quiso decir que se expresara éste ¿de qué manera especial? (b) ¿Cómo mostró Jesús amor extraordinario durante su obra misional en la Tierra?
12 Puesto que por siglos la Ley y los Profetas habían instado a este amor al prójimo en el sentido de tener un interés general en su bienestar, entonces Jesús debe haber querido decir algo más cuando les dijo a sus discípulos que les estaba dando un “nuevo mandamiento.” ¿Qué? Sus palabras nos dicen: El amarse unos a otros “así como yo los he amado.” Aun ellos no apreciaron cabalmente cuánto abarcaba eso, pero pronto lo supieron.—Juan 13:34.
13 Como sus discípulos entendieron después, Jesús había dejado su hogar para estar con ellos, sí, dejó a su Padre, a sus hermanos, a sus asociados más allegados y a sus amigos más afectuosos, y todas sus posesiones y privilegios. Todos éstos estaban en la región celestial de la que había venido en una asignación misional al renunciar a su vida de espíritu como la “Palabra de Dios” y nacer como humano en un establo común. (Juan 1:14; Luc. 2:7) Verdaderamente fue un cambio drástico, inmensamente mayor del que uno pudiera experimentar al dejar el país más progresivo, más próspero, hoy en día y luego ir al país más atrasado, el más azotado por la pobreza en la Tierra. Pero su amor no terminó allí; eso solo fue el principio. Aunque vino a ser un hombre perfecto, sin pecado, superior en todo respecto a los que se hallaban a su alrededor, vivió y trabajó, comió, bebió y durmió entre gente que era imperfecta, pecaminosa, enferma y moribunda. Si los primeros treinta años de su vida pudieran llamarse “normales,” los últimos tres años y medio ciertamente no. Él había amado a sus prójimos como a él mismo durante todos esos años, pero ahora los amó de una manera singular. De un extremo de Palestina hasta el otro incansablemente les enseñó y agotó sus fuerzas a favor de ellos y a favor de la verdad en cuanto a los propósitos de su Padre. Cuando no estaba enseñando al público, estaba entrenando a sus discípulos; aunque a veces la afluencia de gente a él era tal que “ni oportunidad tenían siquiera para tomar una comida.”—Mar. 6:31.
14. ¿Qué muestra que Jesús no abogó por la manera de vivir ascética aunque fue abnegado?
14 ¿Ascetismo? De ninguna manera. Aceptó muchas invitaciones a comidas y hasta a banquetes, así como por lo menos a una boda, y sin duda se divirtió. Apreciaba las cosas buenas que le hacían. Cuando comía con su amigo Lázaro, la hermana de Lázaro, María, usó aceite costoso que valía unos 50 dólares para ungir sus pies. Judas expresó indignación y profesó interés amoroso en los pobres que pudieran haber sacado provecho de la venta del aceite. Pero Jesús le dijo: “Déjala, para que guarde esta observancia en vista del día de mi entierro. Porque a los pobres siempre los tienen con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.” (Juan 12:1-8) Pero sea que su amor altruista expresado en su ministerio incitaba a otros a responder con amor o no, el propio amor de Jesús continuó sin disminuir.
15. (a) ¿Cómo dio énfasis Jesús a la necesidad del amor a sus discípulos? (b) El nuevo mandamiento requirió que ellos amaran a ¿quiénes, y sobre qué base?
15 ¿Nos sorprendemos, entonces, de que en su noche final con sus discípulos diera tal énfasis al amor, el amor genuino basado en principios? Más de treinta veces habló de amor y de ser amorosos, y tres veces repitió el mandamiento de que “se amen los unos a los otros.” (Juan 13:34; 15:12, 17) ¿Cómo podrían probar ellos mismos ser discípulos suyos si carecían de tal amor? ¿Fue su mandamiento que ‘amaran a su prójimo como a ellos mismos’? Deberían hacerlo y lo hicieron, pero éste no era el nuevo mandamiento. Habían de amarse unos a otros, tener amor entre ellos mismos como discípulos cristianos, y un amor como el que Jesús les había mostrado como discípulos amados, hombres que amaban a su Padre, que amaban la verdad, y que lo amaban a él. Él les dijo: “Nadie tiene mayor amor [agape] que éste: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando.” (Juan 15:13, 14) A la mañana siguiente supieron lo que él quiso decir.
16. (a) ¿Cómo mostró Jesús amor superlativo a sus amigos? (b) ¿Qué palabras deben haber recordado entonces sus discípulos?
16 Uno de ellos pudo haberlo visto, si solo desde lejos, mientras que nosotros solo podemos imaginárnoslo: sus manos sujetadas, una sobre la otra, hasta que el clavo largo perforó y atravesó la carne hasta introducirse en la madera. Lo rojo de su sangre comenzó a manchar sus manos cuando otro clavo largo fue introducido en sus pies. Luego el madero fue puesto verticalmente hasta que todo su peso pendía de estos dos puntos. Seis horas después estaba muerto y así fue eximido de que sus piernas fueran rotas brutalmente. Si todos sus discípulos no lo vieron, pronto tuvieron noticia de ello de parte de los que lo vieron. (Juan 19:25-27) ¿Se avergonzarían de él? ¿Querrían negar que habían seguido a este hombre, que habían creído en sus enseñanzas, que habían creído que él era el escogido de Dios para gobernar en Su reino? Pedro por lo menos debe haber recordado lo que Jesús les dijo después de reprender a Pedro por sus objeciones sentimentales a predicciones de estas mismísimas cosas. “Si alguien quiere venir en pos de mí,” Jesús dijo, “repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo. Porque el que quiera salvar su alma la perderá; mas el que pierda su alma por causa de mí y de las buenas nuevas la salvará. . . . Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del hombre también se avergonzará de él cuando llegue en la gloria de su Padre con los santos ángeles.”—Mar. 8:34-38.
17, 18. (a) ¿Qué propósitos amorosos efectuó Jesús mediante su muerte? (b) ¿En qué maravillosa relación podemos entrar ahora, y cómo?
17 Mediante su muerte Jesús efectuó su propósito principal al venir a la Tierra: vindicar el nombre amado de su Padre. (Juan 17:6; 18:37) También suministró un rescate para toda la humanidad que quiera aceptarlo y a quienes pueda decir: “Ustedes son mis amigos [porque] hacen lo que les mando.” (Juan 15:14) Él consiguió el derecho para servir como rey de un nuevo gobierno capital con su trono en los cielos y para servir a favor de sus seguidores como sumo sacerdote de Dios, “no . . . a uno que no pueda condolerse de nuestras debilidades, sino a uno que ha sido probado en todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado.”—Heb. 4:15.
18 Cuarenta días después de su resurrección Jesús fue a casa otra vez a la región celestial, pero nunca ha olvidado esta asignación misional donde sirvió durante treinta y tres años y medio. Hoy en día él gobierna como rey hacia esta Tierra en su reino establecido, y aun ahora podemos disfrutar de su amor y cariño y del amor y cariño de su Padre, Jehová Dios, si nosotros también probamos ser sus discípulos. Se requerirá amor de nuestra parte.—Mat. 25:31-40; Juan 15:7-10.
19. (a) ¿Qué cualidad manifestada entre los testigos de Jehová ha observado la gente alrededor del mundo, y por qué es rara? (b) ¿Por qué los obliga el amor verdadero a llevar vidas que muchos no consideran como “normales”?
19 Los fieles discípulos de Jesús cumplieron el nuevo mandamiento, y hoy en día la sociedad del nuevo mundo de testigos de Jehová se está esforzando sinceramente por cumplirlo también. Sus asambleas, nacionales e internacionales, los han colocado ante los ojos del público, así como su actividad de casa en casa los ha puesto en comunicación con familias individuales en millones de hogares alrededor del globo terráqueo. Su amor fuerte a Dios, al prójimo, y unos a los otros se ha comentado en periódicos, por radio, y en noticiarios de muchas naciones. Las fricciones internacionales, las facciones nacionales, las diferencias raciales no pueden quebrantar su vínculo de amor. La persecución y el oprobio no los ha amargado. (1 Cor. 13:6, 7) Quizás para muchos la vida que llevan no parezca “normal” ya que asisten con regularidad a sus reuniones de congregación tres veces a la semana y emplean mucho de su tiempo libre los fines de semana y las noches en obra de instrucción bíblica. Pero los testigos de Jehová saben que el mundo de hoy en día no es un mundo “normal” ni estos tiempos son “normales.” El cumplimiento inequívoco de las profecías bíblicas, que señalan a éste como el tiempo más extraordinario y significativo de la historia de la Tierra, suministra factores que el amor verdadero no pasará por alto. Sí, hoy en día, encarándonos al Armagedón, debemos tener presente el pensamiento sobrio de que millones, aun miles de millones, de vidas en breve pueden llegar a un fin veloz y decisivo, poniendo a sus dueños anteriores fuera del alcance de cualquier expresión de amor de nuestra parte.—Mat. 24:34-42.
20. (a) En cuanto a tal modo de vivir “normal,” ¿qué requiere de cada uno de nosotros el nuevo mandamiento del amor? (b) ¿Por qué es tan vital el aprender y el desarrollar amor genuino ahora?
20 ¿Qué hay en cuanto a nosotros como individuos? ¿Cumpliremos individualmente el mandamiento: “Que se amen unos a otros . . . así como yo los he amado”? ¿Estamos anuentes a sacrificar lo que el mundo llama una vida “normal” para dedicarnos a ayudar a nuestros hermanos y a las personas interesadas que muestran amor a la justicia a conseguir vida eterna, aun arriesgando o perdiendo nuestra vida a favor de ellos? Cada día algunos testigos de Jehová están haciendo exactamente esto, detrás de la Cortina de Hierro y en otros lugares. ¿Por qué no? “En esto hemos venido a conocer el amor, porque ése entregó su alma por nosotros; y nosotros estamos obligados a entregar nuestras almas por nuestros hermanos.” (1 Juan 3:16) Necesitamos aprender el amor verdadero ahora y aprenderlo bien para que en pruebas futuras, situaciones tentadoras, decisiones difíciles, el amor nos impulse a hacer lo que sea correcto y a aguantar. Entonces, aunque el mundo trate de influir en nuestras emociones, excitar el sentimiento, o cegarnos a principios y a los verdaderos intereses de la vida de otros, veremos claramente qué es la cosa amorosa que hacer.—Sant. 1:12; 1 Juan 4:17, 18.
21. Con el nuevo orden de Dios que se ha acercado, ¿qué expectativas nos asegura el amor verdadero, y a hacer qué debemos ser estimulados?
21 El nuevo orden de Dios se ha acercado y en él sus súbditos terrestres, mediante el amor, producirán logros mil veces más maravillosos que cualquier cosa que el egoísmo haya podido hacer en este presente orden. Harán de esta Tierra no solo un paraíso literal sino también un paraíso espiritual, lleno del fruto del espíritu de Dios: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y gobierno de uno mismo. Con los intereses de la vida de usted en el fondo nuestra oración es “que el amor de ustedes abunde todavía más y más con conocimiento exacto y pleno discernimiento; para que se aseguren de las cosas más importantes, para que estén exentos de defectos y no estén haciendo tropezar a otros hasta el día de Cristo, y estén llenos de fruto justo, que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.”—Fili. 1:9-11.