¿Favorece Dios una unión de todas las religiones?
EL Concilio Ecuménico Católico Romano ha causado bastante sensación entre los clérigos de la cristiandad. El Concilio “tal vez produzca un efecto tan profundo como cualquier cosa que ha sucedido desde los días de Martín Lutero,” dijo un vocero de la Iglesia Presbiteriano.1 “Si hay persona alguna en el mundo hoy por la cual debiéramos orar,” dijo el teólogo protestante Pablo Tillich, “deberíamos orar por el papa Juan.”1 Y poco antes de la conclusión de la primera sesión del Concilio, un afamado teólogo católico, el Dr. Hans Küng, dijo que mucho más importante que la promulgación formal de decretos ha sido el desarrollo de una nueva “teología de unión.”2
Con los católicos romanos hablando de una “teología de unión” y los protestantes excitados acerca del Concilio y del habla papal acerca de unidad, surge la pregunta: ¿Favorece Dios una unión de todas las religiones?
Mucho dependería de lo que fuere el objetivo. ¿Es un movimiento para volver a las enseñanzas y prácticas puras de los cristianos primitivos? ¿O es un movimiento para lograr unidad de centro de dirección y una fácil tolerancia de enseñanzas religiosas antagónicas? El apóstol Pablo escribió a los cristianos primitivos de Corinto: “Les exhorto, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos hablen de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar.” (1 Cor. 1:10) ¿Es éste el objetivo del movimiento de unidad de la cristiandad?
Para ver si el desarraigo de falsedades y tradiciones y el volver a la adoración inmaculada de los cristianos primitivos son los objetivos del llamado movimiento ecuménico o de unidad, examinemos brevemente la historia del movimiento.
EL MOVIMIENTO HACIA LA UNIDAD RELIGIOSA
Uno de los esfuerzos tempranos por promover la unión religiosa fue el Parlamento Mundial de Religiones, que se celebró en la ciudad estadounidense de Chicago, Illinois, en 1893. El tema del último día de aquella asamblea clerical fue “La unión religiosa de toda la familia humana.” El clérigo T. Chalmers, de la Iglesia de los Discípulos, dijo:
“Parece que este primer Parlamento de Religiones es el precursor de una fraternidad que será aun mayor y que combinará en una religión mundial lo que es mejor, no de una sola, sino de todas las fes históricas. Puede ser que, bajo la guía de esta esperanza más grande, tengamos que revisar nuestra fraseología y hablar más de la unidad religiosa que de la unidad cristiana.”3
Tome nota de que el énfasis se puso en que todas las religiones se unieran más bien que en que todos los cristianos volviesen a la enseñanza unida de los cristianos primitivos. La idea era que los cristianos no solo toleraran doctrinas contradictorias sino también que toleraran religiones paganas, ya que un informe de periódico dijo acerca de aquella reunión de Chicago: “Los credos de la cristiandad, budista y bautista, mahometano y metodista, católico y confuciano, brahmán y unitario, sinto y episcopal, presbiteriano y panteísta, monoteísta y politeísta, representando todas las diferencias de pensamiento y condiciones de los hombres, al fin se han reunido.”3
¿Cómo procederían aquellos guías religiosos para unir semejante baturrillo de religiones? La fórmula para tal unión la discutió allá en 1893 el clérigo J. H. Barrows, quien dijo:
“Aquellas iglesias que más se aproximan a estar en un terreno común de fe y doctrina deberían unirse—las distintas ramificaciones metodistas y presbiterianas, por ejemplo. Entonces cuando las sectas estén unidas entre ellas mismas se unirá el protestantismo en general. En el progreso de la educación los católicos y los protestantes descubrirán que las diferencias entre ellos no son en realidad cardinales, y abordarán la reunión. Logrado esto, la unión con otras religiones distintas [paganas] será solo cuestión de tiempo.”3
¿Cómo ha prosperado esta “teología de unión” desde 1893? El progreso, admiten los clérigos, ha sido lento. En 1908, vino a la existencia el Concilio Federal de Iglesias de Cristo en América. Luego siguió un número de conferencias, tales como la Conferencia de Lausana de 1927 sobre la Fe y el Orden, la cual instó a las iglesias a tratar de entenderse las unas a las otras a pesar de sus enseñanzas antagónicas. Entonces en Ámsterdam, en 1948, el Concilio Mundial de Iglesias vino a la existencia formal.
Desde entonces el Concilio Mundial de Iglesias ha promovido el movimiento ecuménico entre iglesias protestantes y no católicas romanas. Desde su formación, este concilio se ha reunido dos veces en asamblea general. Se reunió en 1954 en Evanston, Illinois, exaltándose hasta cierto grado el clero protestante porque la Iglesia Católica Romana envió observadores no oficiales. Luego en 1961 el Concilio Mundial de Iglesias se reunió en Nueva Delhi, India; esta vez había observadores oficiales católicos portadores de tarjetas de identidad, hasta marchando los católicos en la procesión eclesiástica de apertura, codeándose con participantes ortodoxos, bautistas y pentecosteses.
Al hacerse más y más prominente el deseo de fusionarse, siguieron varias fusiones, como en la India, donde las Iglesias Episcopal, Congregacional y Presbiteriana fueron moldeadas en una sola Iglesia de la India Meridional, la cual se basa en las teologías de las tres. También en los Estados Unidos de la América del Norte, por ejemplo, las Iglesias Reformada, Cristiana, Congregacional y Evangélica se unieron para formar la Iglesia Unida de Cristo.
Además de algunas verdaderas fusiones ha habido muchas expresiones del creciente deseo de fusionarse; por ejemplo, entre las Iglesias Anglicana y Metodista de Inglaterra. En los Estados Unidos el guía presbiteriano Eugenio Carson Blake propuso dramáticamente una fusión de su denominación con los grupos episcopal, metodista y la Iglesia Unida de Cristo.
Lo que en especial ha estimulado el movimiento de fusión, por supuesto, ha sido la llamada del papa Juan XXIII a una conferencia ecuménica—no una conferencia con protestantes sino una asamblea para guías católicos, con protestantes asistiendo tan solo en calidad de observadores. Esta conferencia católica ha llegado a llamarse la Vaticana II, puesto que es solo el segundo concilio católico que se haya reunido en el Vaticano mismo. (Concilios anteriores se reunieron en otras partes; el primero en reunirse en el Vaticano fue en 1869.) Uno de los propósitos del Concilio, declaró el papa Juan XXIII, era el de ayudar a “despejar algunos de los obstáculos del camino” a la reunión de las religiones.
PUNTOS DE VISTA ACERCA DEL CONCILIO CATÓLICO
En la mente de algunos clérigos el concilio católico tuvo antecedentes propicios en el hecho de que el papa Juan XXIII había celebrado una reunión privada con el arzobispo de Cantórbery, el primer arzobispo de Cantórbery que visitara a un papa desde que la Iglesia de Inglaterra se separó de Roma en 1534.
Informes entusiastas y resplandecientes acerca del concilio católico han aparecido hasta en revistas no religiosas. Típicas de muchas son las palabras de The Saturday Evening Post, que dijo: “El Concilio Ecuménico del papa Juan XXIII . . . sigue siendo uno de los acontecimientos más significativos de la historia religiosa. Constituye un movimiento hacia la unidad, en la tradición lenta de la Iglesia, como lo manifiestan invitaciones a las Iglesias Ortodoxas Orientales, y a observadores procedentes de la Iglesia de Inglaterra, el Concilio Mundial de Iglesias, la Federación Mundial Luterana, y la Alianza Mundial Presbiteriana, grupos que efectivamente representan a 351 iglesias no católicas en más de ochenta países.”4
Contagiándose del espíritu de la teología de la unión, la revista religiosa The Christian Century, la cual se había llamado “Un semanario no denominacional,” cambió y comenzó a llamarse “un semanario ecuménico,” diciendo: “El concilio tal vez resulte ser el acontecimiento religioso más importante de nuestro tiempo. . . . El Segundo Concilio Vaticano extendió el movimiento ecuménico. . . . El éxito del Concilio Mundial [de Iglesias] ha hecho posible que el papa trajera a la existencia un concilio católico mucho antes de lo que hubiera sido posible de otra manera.”5
Ilustra el agudo interés protestante en el concilio católico el hecho de que guías de las iglesias Episcopal, Presbiteriana Unida, Luterana, Ortodoxa Griega y otras han instado a sus miembros a orar a favor del concilio. Por ejemplo, el obispo anglicano E. S. Reed, del Canadá, instó a su grupo: “¿Orará usted, anglicano leal, por la Conferencia Ecuménica del papa para que Dios la use para Su gloria?”
Por lo tanto, mientras hablan los guías religiosos acerca de la unidad religiosa e instan a oraciones por la conferencia del papa, es apropiado que los cristianos verdaderos consulten la Palabra de Dios, la Santa Biblia, para ver cuál es la voluntad divina concerniente a la unión de todas las religiones.
EL PUNTO DE VISTA DE DIOS ACERCA DE UNA UNIÓN RELIGIOSA
Puesto que los israelitas fueron el pueblo de Dios en tiempos antiguos, es bueno preguntar: ¿Dirigió Dios a los israelitas a fusionarse con otras religiones? El registro bíblico muestra que en vez de fusionarlos con otras religiones, Dios los separó. El libró a su pueblo de Egipto y de la adoración idólatra allí. Cuando los israelitas entraron en la Tierra Prometida, el Dios Todopoderoso les instruyó que se mantuvieran alejados de la religión cananea de la gente; por eso el registro bíblico dice:
“Jehová continuó hablando a Moisés, diciendo: ‘Habla a los hijos de Israel, y debes decirles: “Yo soy Jehová el Dios de ustedes. Como hace la tierra de Egipto, en la cual habitaron, no deben hacer ustedes; y como hace la tierra de Canaán, dentro de la cual estoy llevándolos, no deben hacer; y en los estatutos de ellos no deben andar. Mis decisiones judiciales deberían llevarlas a cabo y mis estatutos deberían observarlos de modo que anden en ellos. Yo soy Jehová su Dios.”’”—Lev. 18:1-4.
Cuando los israelitas desobedecieron ese mandato divino y comenzaron a mezclarse con las religiones paganas, se despertó la ira de Dios: “Por lo tanto a mi vez he dicho: ‘No los echaré más de delante de ustedes, y deben llegar a ser lazos para ustedes y sus dioses servirán como señuelo para ustedes.’”—Jue. 2:3.
La voluntad de Dios no era de ninguna manera distinta para con los cristianos primitivos; ellos habían de evitar la unión con cualesquier religiones falsas, lo cual eran todos los otros grupos. Jesucristo dejó en claro que los cristianos verdaderos no habían de unirse con otros grupos, ni siquiera con grupos tales como los fariseos, quienes alegaban adorar al mismo Dios verdadero, Jehová. Declaró el Hijo de Dios: “Toda planta que mi Padre celestial no plantó será desarraigada. Déjenlos. Guías ciegos es lo que son. Si, pues, un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo.” Jesús explicó que las tradiciones de aquellos guías religiosos habían ‘invalidado la palabra de Dios,’ de modo que los cristianos verdaderos deberían evitar tales religiones; porque tal como el apóstol de Cristo, Pablo, había de declarar más tarde: “Un poco de levadura hace fermentar toda la masa.”—Mat. 15:13, 14, 6; Gál. 5:9.
De modo que los cristianos verdaderos no pueden condonar tradiciones de hombres que invalidan la Palabra de Dios. Sin embargo, el actual movimiento hacia la unidad en la cristiandad requeriría de los cristianos el ser tolerantes de doctrinas antagónicas, muchas de las cuales tienen que ser falsas. Dijo el Dr. Samuel McCrea Cavert, quien se jubiló recientemente del puesto de secretario ejecutivo de la oficina de Nueva York del Concilio Mundial de Iglesias: “La pregunta es si acaso podemos encontrar una iglesia unida en la cual haya suficiente espacio para diferencias.” La suposición, entonces, es que Dios toleraría la falsedad, siquiera un poco de falsedad. Pero al contrario, el apóstol de Cristo declaró: “¿No saben ustedes que un poco de levadura hace fermentar toda la masa?”—1 Cor. 5:6.
DIOS DIVIDE A LA GENTE
Además, ¿cómo pueden los guías religiosos esperar que Dios favorezca una unión de todas las religiones cuando Dios por medio de su Rey Jesucristo está dividiendo a la gente?
Sí, Jesucristo predijo una gran obra divisora para estos últimos días en su parábola ilustrativa de las ovejas y las cabras: “Cuando el Hijo del hombre llegue en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre su glorioso trono. Y todas las naciones serán juntadas delante de él, y separará a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha, pero las cabras a su izquierda.”—Mat. 25:31-33.
Por lo tanto personas de todas las naciones están siendo separadas, algunas a la clase de las ovejas, algunas a la clase de las cabras. En vista de la declaración de Jesús de que “ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él,” está claro que la mayoría de la gente está siendo separada a la clase de las cabras. (Mat. 7:13) ¿Cómo, entonces, podrían los que son verdaderamente de la clase de las ovejas siquiera pensar en una unión con los que dan manifestación evidente de ser de la clase de las cabras? ¿Podrá el hombre unir lo que Dios está dividiendo?
Eso no significa que Dios no favorece la unidad cristiana verdadera; si la favorece, pero no a costa de la pureza de doctrina. Dios favorece la unidad de cristianos en una sola religión verdadera—adoración que gira en torno de la religión pura según la practicaron los cristianos primitivos antes de que llegara a corromperse con doctrinas contradictorias y tradiciones corruptoras. Dios favorece el cristianismo verdadero, el cual se basa en su Santa Palabra y gira en torno del reino de Dios. Ese es el camino de Dios a la unidad religiosa, y es el camino que ha escogido seguir la sociedad del nuevo mundo de testigos de Jehová. Para detalles vea la ¡Despertad! especial del 8 de octubre de 1962 intitulada “El cristianismo primitivo y la religión moderna,” que puede obtenerse de la Sociedad Watch Tower. En ella se presentan los hechos acerca de la adoración de los cristianos primitivos y quiénes cumplen con ella hoy en día.
Puesto que Dios está dividiendo a la gente, él jamás podría favorecer una unión de todas las religiones. Lo que Dios favorece es una sola religión verdadera y el desarraigo, no la unión, de todas las demás. Esto acontecerá en la guerra de Dios del Armagedón cuando ‘toda planta que el Padre celestial no plantó será desarraigada.’—Mat. 15:13.
REFERENCIAS
1 Time del 4 de enero de 1963.
2 Times de Nueva York del 6 de diciembre de 1962.
3 Studies in the Scriptures, tomo IV, págs. 181-183.
4 Número del 6 de octubre de 1962.
5 Número del 2 de enero de 1963.