Cómo satisface Dios las necesidades del hombre
CASI diariamente se nos recuerda la necesidad que el hombre tiene de recibir ayuda para solucionar sus problemas. “Los problemas del día,” declaró U.S. News & World Report, “actualmente parecen estar más allá de la habilidad para resolver que tenga gobierno alguno.”
Señalando a lo desesperado de la situación mundial, el redactor médico Dr. Frank J. Ayd dijo: “Es atemorizador el que tantas personas previsoras crean que quizás no sobreviviremos para ver el siglo 21,” para el cual faltan menos de treinta años.
La condición de la humanidad ha sido comparada a la de pasajeros en un barco que avanza a la deriva en un mar tormentoso. “Estamos sin guía, sin timón y no estamos seguros de adónde vamos,” se lamentó el Dr. Wilson Head, profesor canadiense de ciencias sociales. El redactor de Intelligence Digest dijo: “Solo Dios puede resolver los asuntos del mundo.”
Pero, ¿se puede confiar en que Dios resolverá los problemas que los hombres no han podido resolver? ¿Hay razón para esperar que lo haga?
Lo que Dios ha estado haciendo
Bueno, ¿qué esperaría usted de un buen Dios, uno que ha provisto el Sol y la lluvia y todas las cosas hermosas que hacen de esta Tierra un lugar tan deleitable para vivir? ¿No esperaría que él haría algo para satisfacer las necesidades que el hombre tiene de paz y felicidad duraderas? ¿Ha estado él haciendo algunos preparativos?
La Biblia muestra que los ha estado haciendo. Fue el propósito original de Dios que los humanos vivieran en perfecta salud y felicidad en una Tierra paradisíaca, y él nunca ha cambiado este propósito. Así es que inmediatamente después que Satanás apartó a Adán y Eva de Dios, Dios prometió levantar a un libertador o descendencia para aniquilar a Satanás y establecer un justo nuevo orden de paz para el beneficio de toda la prole de Adán y Eva que escogerían ser leales a Dios. Dios explicó en lenguaje profético cómo este Libertador destruiría a Satanás, diciendo: “Él [la descendencia] te magullará [a Satanás] en la cabeza.”—Gén. 3:15.
Con el tiempo Dios reveló por medio de qué línea familiar vendría la “descendencia,” diciendo a su fiel siervo Abrahán: “Por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra.” (Gén. 22:18) Más tarde, Dios prometió con respecto al rey David de Israel: “Ciertamente estableceré su descendencia para siempre y su trono como los días del cielo. Su descendencia misma resultará ser aun hasta tiempo indefinido, y su trono como el sol enfrente de mí.”—Sal. 89:29, 36.
A través de los siglos Dios también indicó en su Palabra muchas de las bendiciones que el justo gobierno de esta “descendencia” prometida le traería a la humanidad. Por ejemplo, predijo que todos los inicuos serían exterminados, que solo lo justos lograrían vivir para siempre en la Tierra, y que los humanos disfrutarían de salud y paz perfectas en el restaurado paraíso terrenal. (Sal. 37:9-11, 29; Isa. 11:1-9; 25:6-8) Así en vez de olvidar al hombre, Dios ha estado haciendo preparativos durante todos estos años para la bendición eterna de la humanidad.
No obstante, un paso necesario en el desarrollo de los propósitos de Dios fue el mandar a la Tierra al Libertador y Gobernante que él había prometido. ¿Por qué?
Cuando llegó el prometido, fue propiamente identificado como la “‘descendencia,’ que es Cristo.” (Gál. 3:16; 4:4) Al tiempo de nacer se hizo el siguiente anuncio: “Éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo . . . y gobernará como rey . . . y de su reino no habrá fin.”—Luc. 1:30-33.
Sin embargo éste, Jesucristo, no asumió su gobernación mientras estuvo en la Tierra. ¿Debería haberlo hecho? No, no en ese entonces. Lo que él hizo fue demostrar lo deseable que él sería como gobernante proveyendo las necesidades de la gente de maneras milagrosas. Por ejemplo, en dos ocasiones él alimentó a miles de personas hambrientas con solo unos pocos panes y algunos pescados.—Mat. 14:19-21; 15:34-37.
Además, Jesús curó milagrosamente a los enfermos. De hecho, ¡curó a todos los que fueron traídos a él! (Mat. 15:30, 31) ¡Aún más notable fue que Jesús levantara a la vida a los muertos! Por ejemplo, había una viuda que se lamentaba en el funeral de su único hijo. Jesús se encontró con esta patética escena, y le dijo a ella: “Deja de llorar.” Entonces fue adonde estaba el cuerpo de su hijo muerto y le dijo: “Joven, yo te digo: ¡Levántate!” Y el hombre recobró la vida, y Jesús “se lo dio a su madre.”—Luc. 7:11-16.
Sin embargo, Jesús trajo a la gente algo más que beneficios materiales. También les mostró cómo vivir juntos en paz y felicidad, demostrándoles cómo practicar amor genuino. Dijo: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros.”—Juan 13:34, 35.
Entonces Jesús fue muerto por los opositores. Pero su muerte sirvió un propósito vital, proveyendo un medio de liberación de la muerte para la prole de Adán. ¿Cómo es esto?
Bueno, los humanos mueren porque heredan el pecado y la muerte de su antepasado Adán. (Rom. 5:12) Sin embargo, Jesús no recibió su vida del pecador Adán, pues Jesús había sido un ángel en el cielo, y su fuerza de vida fue transferida desde allí a la Tierra. Así la vida perfecta de Jesús podía ser dada como un rescate para comprar el derecho de vida que se perdió para todos los descendientes de Adán por su pecado.—Mat. 20:28; Juan 3:16.
Así es que en realidad la muerte de Jesús no fue algo inesperado. De hecho, la profecía de Dios había predicho que la “descendencia” sería magullada en el talón. (Gén. 3:15) Como una herida en el talón, la muerte de Jesús fue dolorosa pero no lo incapacitó permanentemente. Esto se debió a que Dios lo levantó a la vida de nuevo. Muchos testigos presenciales testificaron de su resurrección.—Mat. 28:1-10; Hech. 1:8-11; 2:32.
Su significado en la actualidad
‘Pero, ¿qué utilidad tienen para mí todas estas cosas dichas en la Biblia?’ quizás pregunte alguien. ‘Aun si Jesús realmente hizo todos esos milagros y Dios lo resucitó, ¿cómo beneficia esto hoy a los hambrientos, a los enfermos y a los que mueren?’
Nosotros y el resto de la humanidad nos podemos beneficiar de una manera muy importante. ¿Cómo es esto? Bueno, el que Jesús hiciera todas aquellas cosas maravillosas para la gente en tiempos pasados en una escala limitada ¡es la seguridad que Dios nos da de que Jesús puede hacerlas en una escala mayor, por toda la Tierra ahora que ha sido levantado a la vida celestial! ¡Y Dios nos promete que él hará todas estas cosas para la humanidad!
Pero, ¿cuándo? ¿Cuándo quebrantará la “descendencia” prometida a Satanás y bendecirá a la humanidad obediente? Hace ya casi 6.000 años desde que Satanás indujo a la primera pareja humana a rebelarse en contra de Dios. ¿Cómo sabemos que está cerca el tiempo de Dios para terminar con este inicuo sistema?
Por una razón, porque Jesús predijo que las condiciones de extraordinaria agitación que ahora existen marcarían la ‘conclusión del sistema de cosas.’ Dijo que habría ampliamente esparcidas escaseces de alimento, pestilencias, guerras, desafuero y otras condiciones que ahora claramente están en evidencia.—Mat. 24:3-14.
Y por otra razón, ya se ha permitido suficiente tiempo para resolver todas las cuestiones que surgieron debido a la rebelión. Claramente se ha mostrado que Satanás no ha podido apartar a toda la humanidad de Dios, como evidentemente él afirmó que podía hacer. (Job capítulos 1 y 2) Los pasados 6.000 años de historia también han mostrado que los humanos, independientes de Dios, han sido completamente incapaces de establecer un gobierno que traiga paz y felicidad a sus súbditos.
El tiempo para satisfacer las necesidades del hombre
Por lo tanto ha llegado el tiempo para que la “descendencia” prometida por Dios descargue el golpe fatal a la “cabeza” de Satanás, y saque del medio a este corrupto sistema de cosas. (Gén. 3:15) ¿No es un mundo libre de corrupción algo que la humanidad necesita mucho? Sin embargo ahora se reconoce en general que el hombre no puede crear semejante gobierno. El escritor editorial David Lawrence dijo: “Mientras más buscamos una coartada, más descubrimos que la infelicidad que existe en la Tierra es hechura del hombre. Nuestra debilidad clave es que no hemos resuelto el problema de gobernarnos nosotros mismos.”
¿No deberíamos, entonces, regocijarnos de que Dios satisfará esta necesidad que el hombre tiene de un gobierno deseable? Bajo el gobierno de Su Rey nombrado, Cristo Jesús, la entera Tierra realmente disfrutará de una justa administración de sus asuntos. Dice una profecía acerca de la “descendencia” prometida:
“Con justicia tiene que juzgar a los de condición humilde, y con rectitud tiene que administrar censura a favor de los mansos de la tierra. Y tiene que golpear la tierra con la vara de su boca; y con el espíritu de sus labios dará muerte al inicuo. Y la justicia tiene que resultar ser el cinto de sus caderas, y la fidelidad el cinto de sus lomos.”—Isa. 11:1-5.
Hoy día hasta las necesidades básicas de cientos de millones de personas quedan sin satisfacerse bajo el injusto gobierno humano. Por ejemplo, los gobiernos pagan a los agricultores para que entierren sus cultivos y almacenen el alimento, mientras diariamente miles se mueren de hambre. La situación es tan crítica que el Dr. G. Borgstrom, experto en alimentos de la Universidad Estatal de Michigan, dijo: “Sencillamente no nos damos cuenta de las dimensiones de nuestras dificultades. Debido a nuestra actitud, con más de la mitad de la familia humana desesperadamente escasa de las necesidades de la vida, creo que ya nos ha sobrevenido el desastre.”
Al mismo tiempo, la gente por todo el mundo necesita desesperadamente un lugar conveniente en donde vivir. Esto es cierto hasta bajo los gobiernos humano más ‘adelantados.’ Señaló Saturday Review: “En 1972, por lo menos diez millones de familias norteamericanas —una de cada seis en la nación— todavía viven en viviendas que se deterioran, crasamente insalubres, o completamente inservibles.”
Además, la enfermedad, la vejez y la muerte continúan plagando a la familia humana. Hay una impotencia completa para satisfacer la necesidad que el hombre tiene de salud y vigor juvenil. El Dr. Nathan W. Shock admitió: “No tenemos ni la menor idea de qué es lo que causa el envejecimiento.” Y es aun un misterio mayor para el hombre cómo curar o prevenir el envejecimiento y la muerte.
¿No es obvio, entonces, que el hombre moderno necesita a Dios? Dependemos de Él para sustentar los procesos de la vida en nuestro cuerpo, para la milagrosa elaboración de alimentos de las plantas y todos los otros recursos de la Tierra. Pero también necesitamos la guía de Dios en cuanto a cómo usar estas cosas apropiadamente. Y en especial necesitamos que Dios ajuste nuestro cuerpo para que no se enferme, envejezca y muera.
No obstante, ¿podemos estar seguros de que Dios hará estas cosas para el hombre? Bueno, ¿qué esperaría uno de un buen Dios? Si usted tuviera el poder, ¿no satisfaría las necesidades del hombre, bendiciéndolo con vida en paz y felicidad? ¿Deberíamos esperar que el amoroso Creador del hombre hará menos que eso?
En su Palabra Dios promete crear “nuevos cielos,” es decir, un gobierno justo con Cristo a la cabeza, y una “nueva tierra,” o una nueva sociedad terrestre completamente justa. Después de hablar de ese nuevo sistema como si ya estuviera funcionando, dice el portavoz de Dios:
“¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento, ni clamor, ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”
¿Suenan semejantes promesas como algo demasiado bueno para ser realidad? Sin embargo usted puede confiar en ellas. El Dios Todopoderoso nos asegura que podemos confiar, porque él mismo dice: “¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas. . . . Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.”—Rev. 21:1-5.
¿No es maravillosa la manera en que Dios se propone satisfacer la necesidad que el hombre tiene de genuina paz, salud y felicidad? ¿Se siente usted agradecido por sus provisiones? Jesús mostró cómo podemos mostrar a Dios nuestro aprecio. En su Sermón del Monte él dijo: “Sigan, pues, buscando primero el reino [de Dios] y Su justicia.”—Mat. 6:33.
El reino de Dios es el gobierno en las manos de su “descendencia” prometida. Este es el instrumento de Dios para satisfacer las necesidades del hombre. Buscamos ese gobierno del reino de Dios haciendo todo lo que esté a nuestro alcance para informarnos acerca de él. Así desarrollamos confianza en su realidad. Entonces apoyamos ese reino delante de otros, anunciándolo como la única esperanza del hombre para la paz y felicidad, tal como hizo Jesús cuando estuvo en la Tierra.
Esa es la obra que los testigos de Jehová están haciendo al ir al hogar de las personas y considerar gratuitamente la Biblia con ellas. También, se reúnen con regularidad para estudiar acerca de las provisiones de Dios en sus Salones del Reino. Allí consideran información que edifica la fe en Dios y en su reino. Usted está cordialmente invitado a asistir a sus reuniones y disfrutar con ellos de esta valiosa instrucción.
[Ilustración de la página 16]
Dios pronto realizará su promesa de crear una sociedad humana completamente justa