¿Ha ‘dejado usted de acumular tesoros sobre la tierra’?
“Dejen de acumular para ustedes tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el moho consumen, y donde ladrones entran por fuerza y hurtan.”—Mat. 6:19.
1. (a) ¿Qué mira tienen los hombres del comercio hoy día? (b) ¿Por qué no hay satisfacción en realizar los ‘deseos creados’?
EN LA actualidad el mundo abunda en artículos y posesiones materiales. No hay fin ni límite para la variedad de cosas materiales que el dinero puede comprar. El comercio, dándose cuenta de esto, tiene como objetivo hoy obtener grandes ganancias para sí más bien que satisfacer las necesidades fundamentales de la gente. En armonía con ello, los hombres del comercio están invirtiendo grandes sumas de dinero en anunciar, anunciar, anunciar. ¿Con qué fin? Con el fin de crear en uno un deseo, el deseo de adquirir sus productos, para explotar a uno. Habiendo uno entrado en el camino de no solo satisfacer sus necesidades verdaderas, sino también tratar de satisfacer estos deseos creados, se halla en una senda interminable que consume la mayor parte de su tiempo, energía, atención e interés sin darle a uno, al fin, la satisfacción que desea. ¡Qué ciertas las palabras del sabio Salomón, que escribió: “Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos [de rédito]. Esto también es vanidad”!—Ecl. 5:10.
2, 3. (a) ¿Qué excelente consejo dio Jesús con respecto al tesoro terrestre? (b) ¿Cómo puede beneficiar este consejo tanto al “resto” como a las “otras ovejas”?
2 En su Sermón del Monte el Salomón Mayor, Jesucristo, mostró que los que estuvieran buscando las bendiciones del reino mesiánico de Dios se ocuparían con tesoro mucho más importante. Por consiguiente, ¡qué oportuno es hoy día este consejo que dio a sus discípulos: “Dejen de acumular para ustedes tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el moho consumen, y donde ladrones entran por fuerza y hurtan. Más bien, acumulen para ustedes tesoros en el cielo, donde ni polilla ni moho consumen, y donde ladrones no entran por fuerza y hurtan”!—Mat. 6:19, 20.
3 ¡Qué excelente consejo es éste para los que son el resto de los discípulos ungidos del Señor Jesucristo que tienen la expectativa de una “herencia . . . inmarcesible” en los cielos espirituales! (1 Ped. 1:4; Efe. 1:18) Pues a la larga, al fin de su carrera en la Tierra, tienen que dejar TODAS sus posesiones materiales atrás. No pueden llevárselas con ellos al cielo. Lo mismo sucede respecto de los de la “grande muchedumbre” de “otras ovejas” que tienen la expectativa de pasar vivos a través de la “grande tribulación” que está en el futuro cercano, para vivir eternamente en una Tierra paradisíaca. (Rev. 7:9-14; Mat. 24:21, 22; Sal. 37:29) Jehová Dios no les ha prometido a estas “otras ovejas” que él haya de conservarles todas sus posesiones materiales aquí en la Tierra a través de esa “grande tribulación” para que las usen después.
EJEMPLOS HISTÓRICOS
4. ¿Cómo muestra Pedro que Jehová puede librar, y qué aprendemos del ejemplo de Noé?
4 Es cosa absolutamente segura que no tenemos razón alguna para dudar que Jehová puede preservar y librar. Este poder se ha demostrado en muchas ocasiones y de muchas maneras en el pasado. El apóstol Pedro nos recuerda esto y nos asegura que “Jehová sabe librar de la prueba a personas de devoción piadosa.” (2 Ped. 2:9) Respecto a esto nos da algunos ejemplos notables, como cuando Jehová “no se contuvo de castigar a un mundo antiguo, pero guardó en seguridad a Noé, predicador de justicia, con otras siete personas cuando trajo un diluvio sobre un mundo de gente impía.” (2 Ped. 2:5) Con claridad y exactitud la Palabra de Dios conserva para nosotros este relato, que se remonta más de cuatro mil años en el pasado hasta el tiempo en que Jehová libró a este patriarca fiel, Noé, y a su familia a través del diluvio global en un arca que Noé tuvo el privilegio de construir en armonía con las instrucciones que Dios le suministró. (Gén. 6:14-16) Sin embargo, tenemos que notar que no se hace ninguna mención de que Dios haya preservado el hogar, la morada fija, de Noé y su familia en la Tierra. No hay duda de que estas posesiones terrenales, materiales, se fueron con lo demás cuando “todos los manantiales de la vasta profundidad acuosa y las compuertas de los cielos fueron abiertas. Y siguió la fuerte precipitación sobre la tierra por cuarenta días y cuarenta noches.”—Gén. 7:11, 12.
5. ¿Cómo recalca más este punto la liberación de Lot?
5 Pedro alude entonces al tiempo de Lot el sobrino de Abrahán. Cuando Dios impuso un fin ardiente a las ciudades inicuas, inmorales, de Sodoma y Gomorra, “libró al justo Lot, que se hallaba sumamente angustiado por la entrega a conducta relajada de parte de la gente desafiadora de ley —porque ese hombre justo por lo que veía y oía mientras moraba entre ellos de día en día atormentaba su alma justa a causa de los hechos desaforados de ellos.” (2 Ped. 2:7, 8) En este caso observamos también que, cuando Lot huyó con su esposa y dos hijas, no hay registro de que llevaran consigo sus posesiones materiales. No pudieron hacerlo. La instrucción angélica para ellos fue: “¡Escapa por tu alma!” Pero sin duda la esposa de Lot todavía retuvo un “anhelo” por las cosas materiales que quedaron atrás. Desobedeció las instrucciones angélicas y miró atrás, con el resultado de que quedó hecha una columna de sal.—Gén. 19:17, 23-26.
6. ¿Qué instrucciones se les dieron a los judíos convertidos al cristianismo con relación a Jerusalén?
6 De manera parecida, en el primer siglo de nuestra era común, después que la Ciudad Santa de Jerusalén fue sitiada temporalmente por las legiones romanas dirigidas por el general romano Cestio Galo, los judíos convertidos al cristianismo tuvieron que obedecer el consejo del Señor Jesucristo. Tuvieron que abandonar sus propiedades y posesiones en Jerusalén y Judea y ‘huir’ a las montañas que estaban fuera de la provincia de Judea, dejando casi todo atrás. Los que en aquel tiempo estuvieran fuera de este distrito no habrían de entrar para tomar lo que quizás tuvieran allí de índole material.—Luc. 21:20-24.
7, 8. En 607 a. de la E.C., ¿qué dos hombres recibieron la bendición especial de Jehová, y cómo?
7 Remontándonos más atrás en la historia, hallamos una situación similar. La Palabra de Dios muestra que en el año 607 a. de la E.C. hubo dos hombres a quienes Jehová Dios mencionó por nombre particularmente y que recibirían Sus bendiciones especiales cuando la Ciudad Santa de Jerusalén fuese destruida por los ejércitos babilonios. Uno de estos hombres fue un etíope llamado Ebed-melec. Este fue quien intercedió ante el rey Sedequías de Jerusalén a favor del profeta Jeremías, para que el rey rescatara a Jeremías, que estaba en peligro de morir en una cisterna. (Jer. 38:6-13) Hablando del galardón por la consideración que Ebed-melec le mostró al siervo de Jehová, Jehová le dijo: “‘Sin falta te suministraré un escape, y no caerás a espada; y ciertamente llegarás a tener tu alma como despojo, porque has confiado en mí,’ es la expresión de Jehová.”—Jer. 39:18.
8 El otro hombre mencionado por Jehová fue Baruc, el secretario fiel del profeta Jeremías. Él tuvo el maravilloso privilegio de escribir al dictado de Jeremías dos rollos en los cuales se pronunciaba el mensaje profético de la ruina de Jerusalén. Mientras escribía el primer rollo, que más tarde fue quemado pedazo a pedazo por Joaquim, Baruc se quejó de estar cansado. Jehová le advirtió: “Pero en cuanto a ti, tú sigues buscando cosas grandes para ti. No sigas buscando.” Sin embargo, debido a su fidelidad se le prometió preservación y seguridad, no solo durante este terrible sitio de Jerusalén sino también más tarde cuando los rebeldes escapados obligaron a él y a Jeremías a bajar a Egipto con ellos. (Jer. 36:4-32; 43:4-7) Pero note en qué consistiría esta preservación: “‘Porque aquí estoy trayendo una calamidad sobre toda carne,’ es la expresión de Jehová, ‘y ciertamente te daré tu alma como despojo en todos los lugares adonde vayas.’” (Jer. 45:1-5) De modo que ni a Baruc ni a Ebed-melec se les prometió nada sino su “alma,” su vida sin nada más, durante el tiempo de sitio y destrucción de la ciudad de Jerusalén.
PREGUNTAS QUE DEBEMOS HACERNOS
9. En vista del tiempo en el cual vivimos, ¿qué preguntas deberíamos considerar seriamente?
9 El considerar estos excelentes ejemplos y comprender hoy que “el fin de todas las cosas se ha acercado” (1 Ped. 4:7), que estamos viviendo en un período mucho más serio en el cual amenaza una destrucción mucho mayor, hace que nos preguntemos seriamente: ¿Es mostrar sensatez el que dediquemos mucho tiempo y esfuerzo a adquirir entrenamiento especializado para algún trabajo profesional en este sistema de cosas mundano, con el fin de aumentar nuestros ingresos? ¿Es razonable que querramos aumentar nuestras posesiones terrestres de modo que sobrepasen de lo que verdaderamente necesitamos a fin de hacernos más “suave” la vida futura aquí en la Tierra y vivir más cómoda y lujosamente en el corto tiempo que queda antes de la “grande tribulación”? ¿No vemos que hay algo mucho más importante y valioso en lo cual debemos interesarnos ahora? ¿Carecemos de fe en que, si ponemos a nuestro Gran Preservador en primer lugar en nuestra vida, Él nos cuidará en los días venideros? Estas son preguntas que cada uno de nosotros, individualmente, tiene que considerar. ¡Nuestra vida depende de ello!
10. ¿Por qué debemos interesarnos en las palabras de Jesús en Lucas 17:26-30?
10 Al vivir en una generación en la cual hay tantas cosas que pueden consumir nuestro tiempo, interés y atención, ¡qué necesario se nos hace mantener claramente presentes las palabras proféticas de Jesús! Él dijo: “Además, así como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, los hombres se casaban, las mujeres se daban en matrimonio, hasta aquel día en que Noé entró en el arca, y llegó el diluvio y los destruyó a todos. De igual modo, así como ocurrió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban. Mas el día en que Lot salió de Sodoma llovió del cielo fuego y azufre y los destruyó a todos. De la misma manera será en aquel día en que el Hijo del hombre ha de ser revelado.” (Luc. 17:26-30) Poseyendo usted este conocimiento por adelantado, ¿dónde se halla? ¿Se está sumergiendo debido a los asuntos de la vida cotidiana? ¿Es en esto que está su tesoro, donde está su corazón? (2 Ped. 3:17; Mat. 6:21) ¡Qué apropiado es, por lo tanto, que Jesucristo haya dado a todos sus discípulos, incluso a nosotros hoy, que vivimos en el fin de este sistema de cosas, el consejo de que acumulemos para nosotros tesoros en el cielo! ¡Qué bendición será para nosotros el hacer eso!
11, 12. (a) ¿Qué significa ‘acumular tesoros en el cielo’? (b) ¿Cómo es posible?
11 Pero usted quizás se pregunte: ¿Qué significa esto de acumular tesoros en el cielo? ¿Cómo se puede hacer esto? Significa esto: Que nos esforcemos por obtener y mantener una posición acepta ante nuestro Creador, Jehová Dios. Significa seguir en la vida un derrotero de ser “rico para con Dios.” (Luc. 12:21) El registro de “obras excelentes” del individuo es como riquezas depositadas al cuidado del Creador en el cielo, que le aseguran beneficios eternos que ni la muerte misma puede llevarse. (Heb. 10:24; Sant. 3:13; Juan 11:25) Mantenemos esta posición al continuar constantes en la fe y lealtad a nuestro Dios, Jehová, y al hacer la voluntad divina.—Rom. 11:20; 2 Cor. 1:24.
12 Jesús enfatizó continuamente estos tesoros celestiales y fijó el modelo para nosotros. (1 Ped. 2:21; Heb. 10:5-10) Después de aconsejar a sus discípulos acerca de los tesoros terrestres, les dio esta exhortación: “Sigan, pues, buscando primero el reino y Su justicia, y todas estas otras cosas les serán añadidas.” (Mat. 6:33) De modo que, para acumular estos tesoros celestiales, es de suma importancia que vivamos nuestra vida y obremos ahora con la mira de conseguir un registro de aprobación ante nuestro Padre que está en el cielo, Jehová Dios.—Sal. 5:12; Pro. 12:2; Juan 6:27.
13, 14. ¿Quién fue Zaqueo, y qué cambio dramático se produjo en su vida?
13 En el primer siglo de nuestra era común tenemos el ejemplo de un hombre que hizo eso, que abandonó sus tesoros aquí en la Tierra para poder dedicarse a los intereses del reino mesiánico. ¿Quién fue éste? Fue un hombre muy rico llamado Zaqueo, un principal recaudador de impuestos que vivía en la ciudad de Jericó. Hasta este día el distrito en torno de Jericó, que está justamente al oeste del río Jordán, es muy fértil y productivo. No hay duda de que en tiempos antiguos producía considerables beneficios. Copiando a muchos recaudadores de impuestos de su tiempo, Zaqueo utilizó prácticas dudosas con relación a su puesto para conseguir parte de su caudal notable.—Luc. 19:2, 8.
14 Jesús vino a Jericó en la primavera de 33 E.C., precisamente antes de ir a Jerusalén y a su muerte. Zaqueo deseaba ver a Jesús, pero puesto que era pequeño de estatura y no podía ver por encima de la muchedumbre, corrió adelante y subió a una posición ventajosa trepándose a un árbol. Manifiestamente esto atrajo la atención de Jesús y éste le pidió que bajara y le informó que se alojaría en su casa mientras estuviera en Jericó. Esto perturbó a los vecinos, que levantaron esta queja: “Entró a alojarse con un varón que es pecador.” (Luc. 19:3-7) Sin embargo, el asociarse con Jesús tuvo un efecto dramático en Zaqueo. Al prestar atención a Jesús, evidentemente obtuvo aprecio del tesoro verdadero, pues exclamó: “¡Mira! La mitad de lo que poseo, Señor, la doy a los pobres, y todo cuanto le arranqué a persona alguna por acusación falsa le devuelvo el cuádruplo.” Sí, expresó su deseo de prescindir de su caudal y hacerse fiel seguidor del Señor Jesucristo. ¡Qué maravilloso gozo debe haber sentido Zaqueo cuando Jesús le dijo: “Este día ha venido la salvación a esta casa, porque él también es hijo de Abrahán”!—Luc. 19:8, 9.
EJEMPLOS DE TIEMPOS MODERNOS
15. ¿Qué ejemplo de tiempos modernos tenemos de poner uno los tesoros celestiales en primer lugar en su vida?
15 De modo que hoy es con gozo que notamos ejemplos de tiempos modernos de individuos que han creído conveniente fijar su atención en las cosas del Reino y le han dado la espalda a acumular más riquezas aquí en la Tierra. Uno de esos ejemplos es el de un hermano cuya biografía se informó en La Atalaya del 1 de octubre de 1968, próspero hombre de negocios. Sus habilidades naturales le permitieron alcanzar mucho éxito en el campo de la compra, venta y administración de bienes raíces. En una ocasión ciertos asociados del campo de los negocios que conocían bien su perspicacia en los negocios lo abordaron con una oferta de negocios evidentemente tentadora. ¿Qué era? ¡Era una proposición por la cual podría ganar un millón de dólares en un solo año! ¿Qué hizo él? ¡La rechazó! ¿Por qué? Porque tendría que dedicar todo su tiempo durante ese período a intensos asuntos de los negocios. Como dijo: “Es imposible que yo vaya a renunciar a mis maravillosos privilegios de servir a Jehová aquí ni siquiera por un año, no, ni por TODO el dinero del mundo. El servir a mis hermanos aquí en Washington me es más precioso, y yo sé que aquí tengo la bendición de Jehová. Sin duda ganaría un millón de dólares, pero al fin del año de esa clase de vida, ¿en qué condición espiritual, o aun física, me hallaría?” ¿Tomaría usted una decisión similar si le presentaran tentadoramente una oferta como ésa?
16. ¿Qué otro ejemplo podemos apreciar hoy día? ¿Por qué?
16 Considere, también, otro ejemplo de algún tiempo antes, el de un hombre que entraba en sus años veinte allá en los años setenta del siglo pasado en Allegheny County, Pensilvania. Estaba en los negocios con su padre, dirigiendo una cadena de tiendas de artículos para caballero, e iba en camino de convertirse en millonario. Esto fue antes de que John D. Rockefeller iniciara sus actividades en el negocio del petróleo para convertirse en multimillonario. Pero ¿qué hizo este joven de Allegheny? Vio la prioridad de estudiar la Biblia, de enterarse de lo que ésta enseñaba y de cuál era su mensaje para la actualidad. En 1879 vio la necesidad de publicar una nueva revista religiosa, Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence (ahora La Atalaya). Más tarde llegó a ser el primer presidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. Su nombre fue Charles T. Russell, y él invirtió toda su fortuna en la predicación de las buenas nuevas del Reino. ¡Sí, qué excelentes ejemplos tenemos, tanto en el pasado como en el presente, de haber puesto los intereses del Reino en primer lugar en la vida! ¿Está usted tomando decisiones sabias como ésas para acumular para usted tesoros en el cielo?
17, 18. (a) ¿Cómo es posible que antes de que uno se dé cuenta de ello pueda ser víctima de un robo espiritual? (b) ¿Qué derrotero de Jesús nos ayuda a apreciar el valor verdadero de las riquezas de este mundo?
17 ¿Qué hay si alguien le hiciera una oferta de darle 10.000 dólares a condición de que renunciara a su fe en Jehová y su privilegio de servirle? ¿Aceptaría? ¿Qué hay de 100.000 ó 1.000.000 de dólares? “Pues no; ni se piense,” dice usted. “¡Por ninguna cantidad de dinero en el mundo podría yo hacer eso!” ¿No es ésa la única decisión apropiada que se pudiera tomar? Sin embargo, ¡cuántos, a fin de tener “algún dinerito extra” o algo que desean mucho, han asumido mayores responsabilidades, quizás un trabajo adicional o simplemente trabajar unas “cuantas” noches a la semana o unos “cuantos” fines de semana! Esto, por supuesto, les impide asistir a las reuniones de la congregación programadas con regularidad y sacar provecho de la excelente asociación que hay allí. También estorba su actividad de predicar y afecta la influencia del espíritu de Dios en su vida. Antes de darse cuenta de ello han sido víctimas de un robo espiritual, han perdido su amor y aprecio a Jehová y su organización. Materialmente son más ricos, sí, pero tanto más pobres espiritualmente. ¡Qué precio han pagado por “algún dinerito extra” o alguna posesión adicional, y hasta habiendo tenido que trabajar duro por ello!
18 Cuando el Diablo llevó a Jesús a una montaña alta y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria y le dijo que todos serían suyos si solo “caes y me rindes un acto de adoración,” Jesús dijo: “¡Vete, Satanás! Porque está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios que tienes que adorar, y es a él solo que tienes que rendir servicio sagrado.’” (Mat. 4:8-10) Apreciemos nosotros, igualmente, el valor del tesoro celestial, y tomemos decisiones que produzcan crédito ante Dios y consigan su aprobación.
EL VALOR DEL TESORO CELESTIAL
19. ¿De qué manera es derrotero de sabiduría el prestar atención al consejo de Jesús respecto a las posesiones materiales?
19 Apreciemos siempre la sabiduría de las palabras de Jesús respecto a las posesiones materiales. Él dijo que sufren corrosión, que están en peligro continuo de perderse, de ser hurtadas o destruidas. Mientras más tiene uno, más tiene de lo cual preocuparse. ¡Con cuánta frecuencia es esto una carga innecesaria! El dar uno demasiada atención a estas posesiones materiales también puede hacer que salga perdiendo en cuanto a la “vida que lo es realmente.” (1 Tim. 6:19) Tenemos un ejemplo de esto tomado del primer siglo.
20-22. (a) ¿Qué consejo dio Jesús a un rico gobernante joven, y qué mostró el joven que estaba en primer lugar en su vida? (b) Si siguió viviendo hasta 70 E.C., ¿qué le sucedió, probablemente, a este gobernante joven?
20 Alrededor del año 33 E.C. Jesús estaba cruzando la provincia de Perea, en la costa oriental del río Jordán. Un hombre, un rico gobernante joven, vino corriendo hasta donde estaba Jesús y le preguntó: “Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?” (Mat. 19:16) Jesús le dijo qué hacer y le aconsejó que no permitiera que sus posesiones materiales en la Tierra le impidieran conseguir el tesoro eterno en el cielo. Jesús dijo: “Ve, vende tus bienes y da a los pobres y tendrás tesoro en el cielo, y, ven, sé mi seguidor.” (Mat. 19:21) Estando bajo la Ley, el joven estaba obligado a ayudar a los israelitas necesitados. (Lev. 25:35; Deu. 15:7-11; Isa. 58:6, 7; Eze. 18:5, 7-9) Pero ¿apreció este consejo de Jesús? ¡No! (Mat. 19:22) ¿Qué le sucedió entonces a este joven? ¿Siguió adelante en prosperidad con mayores riquezas? Si vivió treinta y siete años más hasta 70 E.C., le esperaban cambios drásticos.
21 Como se mencionó, el joven vivía en la provincia adonde la mayoría de los judíos cristianizados huyeron en 66 E.C., a fin de salvar su vida de la destrucción de Jerusalén, que se había acercado. Los soldados romanos no se vieron obligados a invadir la provincia de Perea a fin de sofocar una rebelión de judíos allí. Pero ¿qué le pasó a este rico gobernante joven que vivía en esa provincia con todas sus posesiones terrestres? Era un observador muy concienzudo de la ley de Moisés. (Mat. 19:20) Si sobrevivió hasta 70 E.C. lo probable sería que este concienzudo guardador de la Ley hubiera atravesado el río Jordán hasta el lado occidental, entrado en la provincia de Judea y subido a la ciudad de Jerusalén para celebrar la Pascua anual a Dios.—Deu. 16:1, 2.
22 Estando entonces en la ciudad, habría sido atrapado por las legiones romanas que rodearon el Lugar Santo. De modo que, o habría perecido en la destrucción de Jerusalén, o habría sobrevivido para ser tomado cautivo por los soldados romanos y ser llevado a la esclavitud a alguna parte del Imperio Romano. En todo caso, habría tenido que dejarlo todo atrás sobre esta Tierra, pero no por causa de Jesucristo, no por ser uno de sus seguidores. ¡Qué estupidez de parte de ese joven! Respecto a cada uno de nosotros, ¡cómo necesitamos un crédito, una posición acepta, ante Dios allá en los cielos! Y nuestro crédito o posición con él es algo valiosísimo y durará para siempre.
23. ¿De qué manera se puede ver la sabiduría de Proverbios 23:4, 5?
23 Los gobiernos de esta Tierra no pueden garantizar que nuestras posesiones materiales no hayan de perder su valor con el transcurso del tiempo, ya sea por depresión económica, inflación, revaluación de la moneda o por una quiebra desastrosa en la bolsa. La Palabra de Dios nos asegura, en Proverbios 23:4, 5: “No te afanes por obtener riquezas. Cesa de tu propio entendimiento. ¿Has hecho que tus ojos les echen un vistazo, cuando no son nada? Porque sin falta se hacen para sí alas como las de un águila y vuelan hacia los cielos.”
24. ¿Qué ilustra lo tonto que es confiar en tesoros terrestres?
24 ¡Qué cierto es esto cuando consideramos las condiciones económicas dentro de solo esta generación! “En Alemania al fin de 1923 se necesitaban 1.200.400.000.000 de marcos de papel para comprar lo que solo dos años antes se podía comprar con únicamente 35 marcos, y en 1946 en Hungría se necesitaban 1,4 quintillones de pengos para comprar lo que se podía obtener con un solo pengo en 1938. (Un quintillón equivale a 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.)” (Vea Money and Economic Activity, por Houghton Mifflin.) Hace poco, en Uruguay, América del Sur, en el curso de un año, el costo de la vida subió en aproximadamente 500 por ciento. En el país vecino de Chile la cifra fue de 375 por ciento. Ciertamente si acumulamos tesoros en el cielo no sufrirán tales alteraciones en su valor, abaratándose y finalmente quedando sin valor alguno.—Luc. 12:33.
25, 26. (a) En vista del tiempo, ¿qué derrotero debemos estar siguiendo? (b) ¿Qué futuro hay para los que acumulan “tesoros en el cielo”?
25 Por eso, entonces, nos incumbe hoy día seguir el consejo del Señor Jesucristo y, en vez de sumergirnos en el juego de adquirir más riquezas para nosotros, sumerjámonos en la obra más urgente de todos los tiempos: predicar las buenas nuevas del reino de Dios y hacer discípulos de gente de todas las naciones. (Mat. 28:19, 20; Hech. 1:8) Recordemos que ninguna cantidad de riquezas materiales nos llevará a través de la venidera “grande tribulación.” Tal como está escrito en Proverbios 11:4: “Las cosas valiosas no serán de ningún provecho en el día del furor, pero la justicia misma librará de la muerte.”
26 Dejemos que nuestra decisión sea la de volvernos hacia el cielo y poner el reino de Dios y su interés en primer lugar en nuestra vida. Si hacemos esto, nos estamos asegurando un sinnúmero de bendiciones, bendiciones indescriptibles, tanto materiales como espirituales, para nosotros ahora y también, después del Armagedón, vida eterna en el nuevo sistema de cosas de Dios. Eso es algo que no puede ser comprado por todo el dinero del mundo. ¿Es eso lo que usted desea? Entonces sepa que la vida eterna, la paz y la felicidad en el justo nuevo orden de Dios bajo el reino de Cristo son el galardón de todos los que hoy dejan de acumular para sí tesoros sobre la Tierra.—Isa. 9:7; 1 Tim. 6:17-19.