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Su fe salvó vidasLa Atalaya 1979 | 1 de enero
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color de la sangre, que es lo que sostiene la vida, el cordón muy bien pudo representar el arreglo por el cual Rahab y todos los que se refugiaran en su casa podían ser preservados con vida. Una tercera condición era que solo habría seguridad dentro de la casa de Rahab. Si alguno de sus parientes se aventuraba a salir a las calles durante la conquista de Jericó, no podía esperar que se le salvara de la ejecución.—Jos. 2:14-20.
SE RECOMPENSA LA FE DE RAHAB
Llegó el tiempo en que, por medio de un milagro, las murallas de Jericó se desplomaron. Pero la sección de la muralla donde estaba la casa de Rahab permaneció intacta. Bajo la dirección de Josué, los dos espías fueron a la casa de Rahab y sacaron a todos los que estaban allí. (Jos. 6:22, 23) A Rahab todavía le esperaban más bendiciones. Con el tiempo entró en matrimonio honorable con un hombre de Judea, Salmón. Un hijo de Rahab, Booz, llegó a ser un eslabón vital en la línea de descendencia que condujo a David y finalmente al Mesías o Cristo, Jesús.—Rut 4:21, 22; Mat. 1:5-16.
Ciertamente la fe de Rahab fue recompensada ricamente. Su ejemplo sirve de estímulo para que los cristianos vivan su fe y la demuestren por obras. Esto está respaldado por lo que las Escrituras Griegas Cristianas dicen acerca de Rahab. En la carta a los hebreos, leemos: “Por fe Rahab la ramera no pereció con los que obraron desobedientemente, porque recibió a los espías de manera pacífica.” (Heb. 11:31) Señalando a lo que la fe de ella y la de otros debería mover a los cristianos a hacer, la carta continúa: “Porque tenemos tan grande nube de testigos que nos rodea, quitémonos nosotros también todo peso y el pecado [la pérdida de fe] que fácilmente nos enreda, y corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros.” (Heb. 12:1) El discípulo Santiago, al enfatizar la importancia de obras que estuvieran en consistencia con la fe, escribió: “De la misma manera también Rahab la ramera, ¿no fue declarada justa por obras, después que hubo recibido hospitalariamente a los mensajeros y los hubo enviado por otro camino? En verdad, como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”—Sant. 2:25, 26.
El registro acerca de Rahab demuestra también que el haber llevado una vida de pecado no evita que una persona cambie su modo de vivir y obtenga la aprobación de Dios. Aun Jesucristo dijo a los líderes religiosos no creyentes de su día: “En verdad les digo que los recaudadores de impuestos y las rameras van delante de ustedes al reino de Dios. Porque Juan [el Bautizante] vino a ustedes en camino de justicia, pero no le creyeron. No obstante, los recaudadores de impuestos y las rameras le creyeron, y a ustedes, aunque vieron esto, no les pesó después de modo que le creyesen.”—Mat. 21:31, 32.
Por otra parte, tal como la fe de Rahab resultó ser salvadora de vidas, así, también, nuestra fe en la provisión de Dios para salvación por medio de Jesucristo puede ser salvadora de vidas para nosotros y para todos los que se benefician de ella.
Seguramente nosotros tenemos buena razón para demostrar nuestra fe, como hizo Rahab. Y, tal como ella se interesó en la vida de sus parientes, nosotros podemos demostrar un interés semejante por medio de ejercer esfuerzos diligentes por ayudar a nuestros parientes, conocidos y otras personas a aprender acerca de los arreglos de Jehová para la salvación.
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‘Para nada se tiende la red’La Atalaya 1979 | 1 de enero
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‘Para nada se tiende la red’
COMO parte de una advertencia contra envolverse con desaforados, Proverbios 1:17 declara: “Es para nada que se tiende la red ante los ojos de cualquier cosa que posee alas.” Los pájaros son naturalmente cautelosos y poseen un penetrante sentido de la vista. Por eso, si alguien extendiera una red a plena vista de un pájaro, no podría esperar atraparlo. Sus esfuerzos serían en vano. De manera similar, los que viven por hurto y robo no están en realidad ganando nada. Simplemente están colocando una red para sí mismos, y con el tiempo todos sus planes terminan en nada.—Pro 1:19.
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