Preguntas de los lectores
● ¿Qué quiere decir Marcos 9:49, 50 (NM): “Pues todos tienen que ser salados con fuego. La sal es excelente; pero si alguna vez la sal pierde su fuerza, ¿con qué la mezclarán? Tengan sal en ustedes mismos, y mantengan paz entre unos y otros”?—A. C., Estados Unidos.
La ley mosaica exigía que los sacrificios fueran sazonados con sal: “Sazonarás con sal toda ofrenda de tus ofrendas de grano, y no debes dejar que falte de tu ofrenda de grano la sal del pacto de tu Dios. Junto con toda ofrenda tuya presentarás sal.” ¿Por qué? La sal es un preservativo y evita la putrefacción. Dos versículos antes se prohibía el ofrecer cualquier cosa fermentada. El sacrificio era salado con el propósito de evitar la fermentación. Puesto que impedía cambio que naciera de la descomposición, la sal daba garantía de permanencia, y se usaba en conjunto con un pacto para indicar la invariabilidad y permanencia del acuerdo, que los contratantes implicados en el pacto habían de ser firmes y leales a sus términos, y no los corromperían: “Todas las contribuciones santas que los hijos de Israel contribuirán a Jehová, las he dado a ti y a tus hijos y a tus hijas contigo, como una porción concedida hasta tiempo indefinido. Es un pacto de sal delante de Jehová para ti y para tu prole contigo.” También, “¿No debéis vosotros saber cómo Jehová, el Dios de Israel, dió a David el reino sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, por pacto de sal?” Así que la sal simboliza permanencia e incorruptibilidad, y se ofrecía con las ofrendas de grano y de carne.—Lev. 2:13, 11; Núm. 18:19, NM; 2 Cró. 13:5; Eze. 43:24.
Entre los pueblos antiguos el comer sal juntos era señal de amistad y simbolizaba fidelidad y lealtad perpetuas. Este punto de vista de tiempos antiguos se refleja en Esdras 4:14: “Ahora por cuanto nosotros comemos la sal del palacio, y no conviene que miremos callados la deshonra del rey, por tanto hemos enviado para certificar esto al rey.” Al que sacrificaba en el altar de Jehová se le consideraba como partícipe con Jehová; de modo que el uso de sal con los sacrificios era símbolo de participar de sal con él, lo que era una figura de lealtad perpetua.
Si la amistad se corrompía con deslealtad o conducta impura solía decirse que la sal simbólica había perdido su fuerza: “La sal, a buen seguro, es excelente. Pero si aun la sal pierde su fuerza, ¿con qué se mezclará? No sirve ni para terreno ni para abono. La gente la echa afuera.” En la página 525 The Westminster Dictionary of the Bible dice: “La sal impura de Siria, cuando se expone a la lluvia y el sol o la almacenan en casas húmedas, tiende a perder su sabor y hacerse inservible. No puede usarse, como mucho otro desperdicio, como abono, porque para nada sirve.” A causa de que los seguidores verdaderos de Jesús, por su ejemplo y por predicar, serían una influencia para preservar de putrefacción y corrupción moral, Jesús los llamó “la sal de la tierra.” También los llamó “la luz del mundo.” Así como ellos eran una luz para dispersar la oscuridad que envolvía al mundo, asimismo eran como sal, capaces de conservar bien la tierra y evitar que se corrompiera. Pero si perdían su fuerza espiritual no servirían para nada y serían desechados: “Si la sal pierde su fuerza, ¿cómo será restaurado su sabor salado? Ya no sirve para nada sino para ser echada afuera para que la pisoteen los hombres.”—Luc. 14:34, 35; Mat 5:13, 14, NM.
Habiendo establecido el hecho de que la sal es un símbolo de pureza e incorruptibilidad, de permanencia y firmeza y lealtad, ahora procedemos a considerar el texto citado en la pregunta. “Pues todos tienen que ser salados con fuego.” A causa de su creencia errónea en un infierno ardiente de tormento, y a causa de los versículos que anteceden a éste, muchos comentadores bíblicos dicen que esto quiere decir que los inicuos son conservados permanentemente en los fuegos del infierno, aunque al mismo tiempo admiten las dificultades implicadas en aceptar este punto de vista. Tengamos presentes las circunstancias. Jesús se encuentra hablando, no a los inicuos, ni al público en general, sino reservadamente a sus discípulos: “Y si alguna vez tu mano te hace tropezar, córtatela; porque te es más excelente entrar manco en la vida que con dos manos irte al Gehena, al fuego que no puede ser apagado. Y si tu pie te hace tropezar, córtatelo; te es más excelente entrar lisiado en la vida que con dos pies ser echado al Gehena. Y si tu ojo te hace tropezar, tíralo; te es más excelente entrar con un ojo en el reino de Dios, que con dos ojos ser arrojado en el Gehena, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. Pues todos tienen que ser salados con fuego. La sal es excelente; pero si alguna vez la sal pierde su fuerza, ¿con qué la mezclarán? Tengan sal en ustedes mismos, y mantengan paz entre unos y otros.”—Mar. 9:43-50, NM.
Obviamente éste es lenguaje figurativo que no ha de aplicarse literalmente. ¿Quién será tan absurdo como para decir que Jesús quiso decir que sus seguidores debieran cortar manos o pies o arrancar ojos? Nadie que cree en el infierno de fuego aplica esto literalmente hoy en día, cortándose la mano cuando ésta hace algo incorrecto o un pie cuando se desvía o arrancándose un ojo cuando mira con lujuria. Sabemos que la sal es cosa simbólica. Por consistencia, el fuego tiene que serlo también. En este lenguaje figurativo Jesús estaba diciendo que si cualquier cosa tan preciada como una mano o un pie o un ojo estorbara el servicio fiel, ¡sepárese de ella! Mejor sería encontrarse sin esta cosa acariciada y ser puro y fiel y firme ante Jehová y entrar en el reino de los cielos, que apegarse a la persona o posesión o práctica preciada y ser destruido, como se representa por el Gehena, el valle fuera de Jerusalén donde se echaban desperdicios y aun los cadáveres de criminales a quienes se consideraba indignos de una resurrección para que los consumieran los fuegos que ardían continuamente de día y de noche, o para que los gusanos dispusieran de ellos si se encontraran fuera del alcance de las llamas. El fuego era símbolo de la destrucción eterna.
El fuego con que han de ser salados los seguidores de Jesús es un fuego destructor, un fuego purgador. Se hace referencia a la aplicación de éste como salar para demostrar que resulta en preservación o conservación, purificación, permanencia y perseverancia leal. A veces la verdad es difícil de aceptar. Semejante a un fuego, ella consume ideas que acariciábamos en un tiempo pero que realmente son falsas. Nos purificamos por medio de borrarlas de la mente, y nos conservamos debidamente por medio de poner fin a los males que hayamos cometido debido a haber entendido las cosas erróneamente. Siendo estabilizados por la verdad sin la mezcla de falsedad, podemos mantener permanencia, lealtad y pureza. El fuego salador de la verdad nos preserva de la corrupción de las mentiras y la maldad y nos libra de la ira destructora de Jehová. Hay numerosos textos que demuestran que la Palabra de Jehová es como un fuego, que ella purifica por medio de quemar la falsedad dejando un mensaje de verdad purificado para que lo prediquemos, y que podemos ser salvados, conservados y establecidos de manera permanente por su fuego si dejamos que queme de nuestra vida las obras erróneas que nos corromperían y nos conducirían a la destrucción.—Isa. 6:5-7; Jer. 23:29; Mal. 3:1-3; 1 Cor. 3:10-15.
Los seguidores de Jesús son salados también con el fuego de la persecución. Esta pone a prueba y purifica su lealtad. Pone al descubierto si están listos para sacrificar cosas tan preciadas como una mano o un pie o un ojo. La tribulación puede hacer que tengamos que escoger entre una persona querida y Jehová, escoger entre bienes materiales y Jehová, o escoger entre apegarnos a una práctica errónea o apartarnos de ella. Si aguantamos fielmente este fuego, escogiendo sabiamente, éste será para nosotros como sal por el hecho de que nos establecerá en lealtad y resultará en nuestra conservación y demostrará nuestra incorruptibilidad. El apóstol Pedro se refiere a la tribulación como un “ardor de fuego entre ustedes, lo cual les está sucediendo como una prueba,” y que demostrará “la calidad probada de su fe” lo que dará prueba de ser “causa para alabanza y gloria y honor al tiempo de la revelación de Jesucristo.” El apóstol Pablo demuestra que la tribulación, como sal, produce firmeza y permanencia: “Regocijémonos mientras estemos en tribulaciones, dado que sabemos que la tribulación produce aguante.” Es una prueba ardiente la que establece a los fieles perseveradores en una gloria eterna: “Aunque la tribulación es momentánea y liviana, efectúa para nosotros una gloria que es de más y más sobrepujante peso y es eterna.” Así que ¡cuán apto es que el fuego de la verdad y de la persecución sea asemejado al proceso de salar que purifica y preserva permanentemente, y simboliza lealtad y firmeza!—1 Ped. 4:12; 1:6, 7; Rom. 5:3; 2 Cor. 4:17, NM.
Las palabras que siguen en el texto que aquí se considera hablan de que la sal pierde su fuerza, lo cual ya se ha explicado. Luego dice: “Tengan sal en ustedes mismos, y mantengan paz entre unos y otros.” En otras palabras, estén seguros de mantener en ustedes mismos lo que la sal simboliza, a saber, pureza, integridad, firmeza, lealtad, incorruptibilidad y el ser confiables. Y cabe, en conexión con esto, el mencionar mantener “paz entre unos y otros,” puesto que comer sal con otros significaba amistad y fidelidad perpetuas.
Un texto final que usa sal con significado es Colosenses 4:6 (NM): “Que lo que digan siempre sea con gracia, sazonado con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno.” Los cristianos no ofrecen sacrificios de grano o de carne a Jehová como hacía la nación de Israel, pero sí ofrecen un sacrificio de alabanza por medio de las palabras de sus labios, y a éstas se les asemeja a novillos y frutos. (Ose. 14:2, Val; Heb. 13:15) Y así como los sacrificios materiales de Israel habían de ofrecerse con sal, asimismo las palabras del cristiano, los novillos simbólicos de sus labios, han de sazonarse con sal. Esto quiere decir que sus declaraciones de verdad deben ser puras, que deben tener un efecto preservativo tanto para el que habla como para el que oye, y que deben ser leales y fieles a Jehová. También, las palabras serán apetitivas a los amadores de la justicia. La sal es un condimento apetitivo tanto en la comida del hombre como en la de la bestia: “¿Se comerá lo insípido sin sal?” “Los bueyes y los asnos que labran la tierra comerán forraje salado.” (Job 6:6; Isa. 30:24, NC) Así que los sacrificios en forma de palabras que los cristianos ofrecen han de ser sazonados con sal espiritual, no han de ser sin sabor, insípidos y corruptos, sino apetitivos y de poder preservativo.