Estudie para dar fruto
ES FÁCIL para nosotros beber agua, porque corre hacia abajo. Es difícil para un árbol beber agua, porque corre cerro arriba. El cerro es empinado, erguido, a veces alcanzando a más de cuatrocientos pies de altura. El agua tiene que viajar rápidamente, a veces hasta a ciento cincuenta pies por hora. Tiene que subir en grandes cantidades, ya que algunos árboles sedientos usan cien galones al día. ¿Cómo pueden beberla rumbo arriba, en tan grandes cantidades, y tan rápidamente?
La ciencia no está segura, pero la evidencia señala a dos fuerzas. Una es la presión de la raíz. El sistema de raíces se extiende en forma de dedos por la tierra, absorbe humedad del suelo y cuando está saturado ejerce alguna presión para poner en marcha el agua hacia arriba. Sin embargo, esta presión de raíz no es suficiente en sí misma, y la ciencia asigna el principal papel a lo que llama tensión de vástago, la cual es un tirón hacia arriba ejercido sobre las columnas de agua dentro del tronco del árbol, el cual tirón origina de muy arriba dentro del árbol mismo. En la hoja el agua se deja escapar por medio de la transpiración y se usa para hacer alimento y producir fruto. A medida que el agua se usa en las regiones superiores del árbol y más se necesita, una fuerza de succión levanta las columnas de agua. De modo que aunque las raíces suministran algún empuje, es principalmente la necesidad urgente de agua en la copa del árbol la que la hace subir desde las raíces, la absorbe cuesta arriba, rápidamente, y en grandes cantidades. Y todo esto solamente para dar fruto.
Los cristianos tienen que dar fruto también. Así como la raíz tiene que penetrar por el suelo húmedo para recoger agua, así la mente del cristiano tiene que penetrar por los cientos de páginas de la Biblia, la cual es el gran depósito de las aguas de la verdad. La mente mediante estudio cuidadoso tiene que llegar a todo libro, todo capítulo, todo versículo, para sacar las aguas de la verdad, para llenar con ellas tanto la mente como el corazón, hasta que dichas aguas dentro del cristiano lleguen a ser como un pozo hondo para que otros saquen agua de él. Algunas personas meticulosas en cuanto a alimentos dicen: Usted es lo que usted come. Pero la Biblia dice: Usted es lo que usted piensa. Proverbios 23:7 declara: “Porque según piensa en su alma [corazón, VA], así es.” Con el tiempo la verdadera condición de corazón se manifiesta tanto por palabra como por hechos. (Mat. 12:34; 15:19) Por esto hay la necesidad de llenar el corazón con verdad bíblica, como un pozo hondo lleno de agua pura.
Esto de tener la mente y el corazón llenos de verdad como resultado de estudiar la Palabra de Dios edifica una presión dentro de nosotros que tiende a hacernos hablar, así como las raíces saturadas desarrollan alguna presión para poner en marcha el agua hacia arriba. No obstante, así como la presión de la raíz sola no es suficiente para empujar el agua a las copas de los árboles para producir fruto ahí, así el estudio y el conocimiento solos no son suficientes para impulsar al cristiano a actividad predicadora y a la producción de fruto del Reino. Algunos estudian mucho y obtienen conocimiento, empero se quedan en casa y no predican. Así como en las plantas la fuerza más importante es la tensión de vástago que resulta de la necesidad urgente de agua en las copas de los árboles, así en los cristianos las circunstancias rodeantes y el medio ambiente que urgentemente necesitan la verdad son los que poderosamente la sacan de los siervos de Jehová. En nuestros alrededores hay millones de personas que necesitan las aguas de la verdad desesperadamente. Muchos no se dan cuenta de que las necesitan, pero otros sí. “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual.” (Mat. 5:3, NM) Cuando encuentran a los testigos de Jehová, por medio de preguntas y discusiones extraen de estos vasos de Dios las aguas de la verdad. La presencia de dichos necesitados, de dichos sedientos en los territorios es la fuerza tirante que hace a los siervos de Jehová salir a la obra predicadora. El amor impulsa a los testigos de Dios a ponerse al alcance de los sedientos, a estar a su disposición para que ellos puedan sacar las aguas de la verdad y apagar su sed espiritual.
MANTENIENDO PROFUNDA EL AGUA
Esta fuerza tirante se manifiesta en Proverbios 20:5: “Como aguas profundas son los designios en el corazón de un hombre; mas el varón de entendimiento sabrá sacarlos.” Muchas veces usted encontrará que el individuo que ha estudiado mucho y meditado en la ley de Dios día y noche se inclina a estar ocupado con sus propios pensamientos. Tal vez no hable mucho, ni ofrezca información no solicitada. No exhibe su sabiduría, pero si usted le habla, le interroga, le sondea, usted puede aprender mucho, cosas que usted jamás se dió cuenta que él sabía. A menudo los que hablan más son los que saben menos. Dedican tanto tiempo a hablar que les queda poco para aprender. Cuando usted habla usted enseña, pero cuando usted escucha usted aprende. Hay el debido tiempo para las dos cosas, y ni una ni la otra debe ser descuidada. Es necesario estudiar y almacenar la verdad en mente y corazón como agua honda; también es necesario impedir que se estanque, poniéndola al alcance de otros para que la extraigan. Una vez que se adquiere, tiene que ponerse al alcance de otros.
Muchos en los territorios de testificación no desearán sacar las aguas espirituales de la verdad, pero hay otros que son hombres de entendimiento, hombres que entienden su necesidad espiritual y anhelan entender los propósitos de Jehová. Ellos interrogarán al informado ministro de Jehová y así sacarán información que él almacenó con anterioridad en su mente y corazón. Las verdaderas ovejas de Jehová ejecutan este trabajo mental con el celo de un hombre que arroja un cubo dentro de un pozo y luego lo sube para traer agua a la superficie para usarla. Y esto beneficia al dador del agua de la verdad. Cuando se saca agua de un pozo, agua fresca se escurre dentro para reemplazarla. Esto impide que el agua dentro del pozo pierda su frescura o se estanque, la conserva pura y fresca. Es igual con nosotros en la obra predicadora. El que los hombres de buena voluntad y entendimiento extraigan de nuestro abastecimiento de aguas de la verdad, el que saquen de nuestra mente y corazón las verdades que están ahí, refresca nuestra mente sobre estos puntos que de otra manera pudieran perder algo de su frescura y vigor en nuestra memoria.
A medida que testificamos a otros y más y más preguntas se nos ponen en frente, tenemos que dirigirnos continuamente a la Biblia y sacar de ella para que el agua de nuestro pozo quede fresca y honda. Si no hacemos esto, si llegamos a ser de poca profundidad, si las aguas de la verdad almacenadas dentro de nosotros disminuyen, un investigador puede arrojar el cubo de averiguación y sacarlo sólo lleno hasta la mitad, o sólo hasta la cuarta parte, y no satisfacer su sed. Sus preguntas no serán contestadas plenamente. En vez de sacar agua de la verdad de nosotros tal vez sólo saque un torrente de palabras secas. Él no puede conseguir agua de un pozo seco. Pero no hay excusa para que nuestro pozo se seque. La Biblia es un almacén inagotable de agua de la verdad. Si somos hombres de entendimiento recurriremos con regularidad a este Libro de consejo divino que es semejante a agua honda, y de él sacaremos mucha agua para mantenernos llenos hasta rebosar, para que cuando otros saquen de nosotros no se hallen con sólo un cubo vacío. ¡Estudie!—2 Tim. 2:2; Heb. 5:12.
La pregunta es, ¿Cuánto queremos servir a Dios? ¿Cuánto queremos hablar por él, estar equipados para hablar por él, poder defender y dar razones de la esperanza del nuevo mundo dentro de nosotros, dar respuestas sazonadas con sal que sean sabrosas al oyente y que le ayuden en cuanto a su conservación? (Col. 4:6; 1 Ped. 3:15, NM) La única manera en que podemos manifestar que queremos hacer esto muchísimo es estudiando muchísimo, aprendiendo las respuestas que Dios en su Palabra da a estas preguntas. No se necesita mucho tiempo para obtener alguna agua de la verdad en nuestro sistema, pero será poco profunda al principio. Así como el agua quizás se escurra lentamente a un pozo, así se necesita tiempo para que las aguas de la verdad entren a nuestra mente. El hacer que las primeras aguas poco profundas se profundicen, el entender las verdades más profundas de la Palabra de Dios, el digerir la carne maciza de ella, requiere mucho estudio personal y también repaso y concurrencia a las reuniones.
Proverbios 18:4 declara: “Aguas profundas son palabras de la boca del hombre sabio; el manantial de sabiduría es como un arroyo abundoso.” El agua corriente es agua dulce, y la sabiduría profunda debe salir en abundancia para refrigerio de muchos. Nuestras palabras deben ser aguas profundas, no aguas poco profundas; deben salir como un arroyo abundoso, no como un arroyo de escasas aguas. No debemos ser y no seremos charladores triviales si estamos interesados verdaderamente en las aguas profundas de la Palabra de Dios. Las cosas que nos interesan son las cosas que recordamos. Algunos están más interesados en la chismografía y rumores ociosos, que son para ellos bocados sabrosos, y estas tonterías penetran rápidamente en su mente y se alojan ahí, para ser recordadas y sacadas a relucir en muchas ocasiones después, tanto para daño del que habla como del oyente. Es como declara Proverbios 18:8: “Las palabras del chismoso son bocados muy suaves, pues descienden a lo más interior del cuerpo.” Porque los chismosos se consumen de interés en tales cuchicheos, los recuerdan y abrigan y por medio de ellos producen fruto impío. Los testigos de Jehová, por otra parte, no deben estar interesados en oír o recordar o repetir tales tonterías, sino que deben estar interesados profundamente en las aguas de la verdad de la Palabra de Jehová, y cuando la estudian y la oyen ésta debe penetrar en lo más recóndito de su corazón y llenarlos como a un pozo hondo, y después deben deleitarse en sacarla a relucir en toda oportunidad y ofrecerla a otros.
“Las armas de nuestra guerra no son carnales, sino poderosas por parte de Dios para trastornar cosas fuertemente atrincheradas. Porque estamos trastornando razonamientos y toda cosa encumbrada que se ha levantado contra el conocimiento de Dios.” (2 Cor. 10:4, 5, NM) ¿Usted no iría a derribar una fortaleza con una cerbatana, verdad? Se necesitaría más que un frijol impulsado por aire caliente para abrir a la fuerza una fortaleza. Se necesitaría una catapulta que lanzara piedras enormes. “Granizo barrerá la acogida de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo.” (Isa. 28:17, Va) Las aguas poco profundas difícilmente podrían arrollar, sino que se necesitarían aguas profundas para inundar las mentiras y los mentirosos. Asimismo, se necesitan verdades fuertes e importantes arrojadas infaliblemente para derribar los falsos razonamientos religiosos que se han levantado contra el conocimiento de Dios, y una inundación más bien que un gotear de prueba bíblica para arrollar el refugio de mentiras doctrinales detrás del cual las organizaciones religiosas de la cristiandad se esconden. También, nuestra lucha es contra “las inicuas huestes espirituales en los lugares celestiales,” el caudillo de las cuales, “el Diablo, anda en derredor como león rugiente, tratando de devorar a alguien.” ¿Trataría usted de detener el ataque de un león con un alfiler cuando hubiera una espada a su alcance? Entonces ¿por qué ser poco profundo en conocimiento y tratar de trabajar sólo con unos cuantos textos bíblicos que sólo serían una picadura de alfiler a Satanás y su sistema, cuando por medio de estudio podemos tener para uso una completa “espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios”?—Efe. 6:12, 17; 1 Ped. 5:8, NM.
De todo lo susodicho, entonces, podemos ver la importancia de estudiar para tener las aguas de la verdad de la Biblia dentro de nosotros mismos y luego sacarlas para otros, para que fruto del Reino se produzca abundantemente. Cuando tenemos la verdad dentro de nosotros, y vemos todas las blasfemias contra Jehová alrededor de nosotros, y la necesidad de las otras ovejas que tienen sed de la verdad que podrían sacar de nosotros, no podemos con una conciencia buena quedarnos sentados ociosamente, sino que nos sentimos impulsados por nuestro conocimiento y halados por las necesidades del territorio. A medida que predicamos y la verdad es sacada de nosotros y la demanda crece y el fruto aumenta, nos mantenemos al paso con las necesidades por medio de estudiar más y más para conseguir más y más verdad, para conservarla fresca y abundante para contestar todas las preguntas.
LAS ILUSTRACIONES DE JESÚS
Así como Cristo Jesús habló a muchos para hallar a los pocos, así tenemos nosotros que acercarnos a cientos para hallar a uno que realmente esté interesado. Las palabras de Jesús eran puestas de tal modo que él podía probar a los oyentes, para determinar si eran dignos de un conocimiento más completo o no, si eran hombres que entendían su necesidad espiritual o no. Él usaba parábolas o ilustraciones. Muchos se intrigaron por ellas, pero después de oírlas siguieron su camino. ¿Por qué? ¿Por qué pensaron que eso era todo lo que eran, sólo unos cuentecitos? No. Por siglos ese pueblo se había especializado en ilustraciones, estaba acostumbrado a ellas, sus Escrituras estaban llenas de ellas, y el Salmo 78:2 hasta predijo que su Mesías abriría la boca para hablarles en parábolas y así les enseñaría. Por eso sabían que había sentido significativo detrás de las ilustraciones que Jesús dijo, pero estuvieron renuentes a sacar de él el significado escondido y así beber profundamente de las aguas de la verdad. No tuvieron suficiente interés. Temieron que el significado fuera severo para ellos, que los desenmascarara, que no les trajera ganancia, que significara un cambio para ellos en su manera egoísta de vivir. No estaban ansiosos por la verdad y preferían permanecer felizmente ignorantes, irresponsables, y por eso siguieron su camino.—Mat. 13:1-15, 34, 35, NM.
Pero no todos los oyentes le dejaron. Los de corazón honrado se quedaron. Entendieron su necesidad espiritual, y preguntaron a Jesús el significado escondido, y así sacaron de él conocimiento más completo. A los que tuvieron deseo de conocimiento más se les dió, pero los que no tuvieron deseo hasta perdieron el poco conocimiento que tenían. Por medio de ilustraciones Jesús eliminó a los que no estaban interesados, y luego se concentró en los hombres de entendimiento que se quedaban para sacar el significado pleno. (Mat. 13:16-18, 36, NM) Hoy día los testigos de Jehová tienen que ir de puerta en puerta y dar un testimonio de introducción. La mayoría de las personas no se interesa, pero unos cuantos son atraídos al mensaje, escuchan, y hacen preguntas para sacar más información. En dichos interesados los testigos se concentran por medio de revisitarlos y conducir estudios con ellos.
Pero la cristiandad en general está tan estéril como lo estuvo la nación judía al tiempo que Jesús estuvo sobre la tierra. Esa nación fué representada por una higuera que no daba fruto, porque esa nación no aceptó al Mesías y no produjo frutos de alabanza a Dios. En una ilustración Jesús habló de una higuera que había estado estéril por tres años, y se le iba a dar un año más de cuidado especial para ver si producía fruto durante esta época de oportunidad añadida. (Luc. 13:6-9) Jesús dió esta ilustración en el otoño de 32, después de predicar tres años como Mesías. Durante esos tres años se había concentrado en la nación judía, pero como organización nacional ésta no produjo fruto aceptable. Había de concedérsele una cuarta época de cuidado y atención especiales a este árbol. Luego en el cuarto año de su ministerio mesiánico, tres días antes de ser muerto por la nación judía, Jesús participó en otro incidente con una higuera. Viniendo de Betania hacia Jerusalén vió a una higuera llena de hojas, pero cuando la inspeccionó en busca de fruto no encontró ninguno, y el árbol fué maldecido y se marchitó y murió. (Mar. 11:12-14, 20) De modo que aunque tuvo un año adicional de cuidado especial la nación judía como tal no dió fruto, aunque se hizo ver piadosa, así como la exhibición de hojas de la higuera haría que uno esperara fruto.
La nación judía se marchitó y murió en cuanto a ser el pueblo para el nombre de Jehová, pero hubo un resto que no se marchitó y murió. Estos oyeron las ilustraciones de Jesús, les gustaron, sacaron sus significados escondidos por medio de preguntar, y siguieron a Jesús en la obra de predicar. Con el tiempo su celo produjo tanto fruto que los opositores gritaron que estaban trastornando al mundo. (Hech. 17:6) Hoy los cristianos tienen que ser igual de celosos en su producción de fruto. Los acusarán de trastornar a este viejo mundo porque enseñan lo contrario a él; realmente señalan el camino a un nuevo mundo que no será un mundo trastornado sino que estará en orden y permanecerá así para siempre. Para señalar el camino eficazmente, tenemos que estudiar y estar llenos de las verdades concernientes a ese nuevo mundo.
Pero nuestro alimento no consta simplemente de adquirir conocimiento mediante estudio. Tenemos que darlo a otros por medio de predicar de acuerdo con la voluntad de Jehová. Como dijo Jesús: “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envió y terminar su obra.” (Juan 4:34, NM) Si estudiamos la verdad pero nunca la repartimos se estancará y seremos personas introversas. Empero si la repartimos pero no la reponemos mediante más estudio nos pondremos secos en cuanto a nuevo material y entraremos en una rutina estancada y estéril. Tenemos que estudiar y predicar. Obténgala, luego repártala. Mantenga la corriente de la verdad fluyendo de la Biblia a nosotros y de nosotros a otros. Si la columna de savia dentro de una planta se rompe ésta cesa de correr. Si la corriente de verdad de la Biblia que va a través de nosotros a otros se rompe, nos marchitamos y morimos espiritualmente, dejando de producir fruto para gloria de Dios. Y si no producimos fruto bueno Jehová no nos reconocerá como sus siervos y sufriremos la destrucción.—Mat. 7:16-20, NM.
Si producimos buen fruto somos buenos árboles; si producimos mal fruto, somos malos árboles; si no producimos fruto, somos árboles perezosos, inútiles, dignos solamente de ser descartados. (Judas 12; Apo. 3:15, 16) Debemos ser buenos árboles produciendo los frutos de vida de la Palabra de Dios. “El fruto del justo es un árbol de vida; y el que gana las almas es sabio.” (Pro. 11:30) De modo que en esta obra de vida y muerte tenemos que equiparnos y usar el tiempo sabiamente.
CONSERVANDO FUERZA PARA PRODUCIR FRUTO
Si uno solamente estudiara y citara textos y exhibiera su conocimiento y aparentara ser cristiano pero no diera frutos en el servicio del Reino, sería como la higuera cuya única cosecha fué hojas ostentosas. Ese árbol estaba lleno de savia, pero la savia no se usó para ningún propósito bueno. La savia sólo se usó para hacer una apariencia de hojas ostentosas. Nosotros no queremos ser como árboles estériles llenos únicamente de savia. Queremos podar las hojas y ramitas sobrantes para que la fuerza usada en un tiempo para ellas pueda usarse mejor en producir fruto. Un cultivador de huertos poda ramas improductivas para que la fuerza que usan pueda ser empleada para producir fruto. Mediante este proceso de podar, el árbol produce más fruto. Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el cultivador. Toda rama en mí que no produce fruto él la quita, y toda la que produce fruto él la limpia, para que produzca más fruto.”—Juan 15:1-3, NM.
Las raíces sólo pueden enviar hacia arriba cierta cantidad de savia. Si toda ésta se dirige a las ramitas y hojas no habrá fruto. Por eso tenemos que podar las ramas estériles para que la savia pueda emplearse en producir fruto. Nosotros sólo tenemos cierto tiempo y energía. Si usamos éstos en cosas no esenciales no queda tiempo para producir fruto del Reino. Si nos ramificamos a ver excesivamente televisión o películas o a demasiadas excursiones de fin de semana u otras búsquedas de placer que nos roban nuestro tiempo y energía, estas ramas que no producen fruto deben ser podadas, cortadas de nuestra vida, para que en este tiempo de oportunidad no malgastemos el tiempo, fallando en producir fruto. (Efe. 5:16, NM) Esto nos hará más maduros. Y así como un árbol produce más fruto cuando llega a la madurez, así también será con nosotros.
En lo que toca a la obra predicadora, ahora es el tiempo del verano, ahora es el tiempo de la cosecha, ahora es el tiempo para producir fruto para la salvación. (Jer. 8:20) En el invierno la savia no corre y no se forma el fruto. Los árboles que no hayan producido fruto para el tiempo del Armagedón serán marchitados por juicios ardientes. No habrá ninguna época añadida para que tengan oportunidad de producir fruto tardío. Por eso ahora es el tiempo para estudiar y trabajar y prepararse para sobrevivir a la tormenta del Armagedón.
El sistema de raíces de algunos árboles grandes se extiende por tres acres y se introduce muy debajo de tierra para conseguir alimento y agua. Este sistema de raíces no sólo alimenta al árbol, sino que también lo asegura contra el ser desarraigado por ventarrones. Igualmente tenemos que hundir nuestra mente profundamente en la Palabra de Dios, no sólo para obtener alimento y bebida espirituales sino también para asegurarnos contra las ventoleras de la sabiduría mundana y la tempestuosa persecución. De esta manera podremos producir fruto del Reino “en tiempo favorable, en tiempo dificultoso.” (2 Tim. 4:2, NM) Entonces cuando llegue el Armagedón y los que hayan sembrado el viento sieguen el torbellino y sean desarraigados de la tierra de los vivos, nosotros, teniendo nuestras raíces profundamente afianzadas en la Palabra de Dios, podremos permanecer rectos a vista de él y producir fruto para su alabanza por siempre jamás en el nuevo mundo.—Ose. 8:7; Heb. 13:15.