“Mejores son dos que uno”
PARA que seamos felices, tenemos que sentir que se nos aprecia y se nos quiere... sí, que se nos ama. Y para ser amados, nosotros mismos tenemos que ser amorosos. Debemos estar dispuestos a incluir a otras personas en nuestras actividades. El sabio rey Salomón dijo: “Mejores son dos que uno, porque tienen un buen galardón por su duro trabajo.”—Ecl. 4:9.
¿En qué consiste ese galardón? Salomón continúa: “Si cayese uno de ellos, el otro puede levantar a su socio. Pero ¿cómo será con el que está solo y cae cuando no hay otro que lo levante? Además, si dos se acuestan juntos, entonces ciertamente se calentarán; pero ¿cómo puede mantenerse caliente uno solo? Y si alguien pudiese sobreponerse a uno solo, dos juntos pudieran mantenerse firmes contra él.” (Ecl. 4:10-12) Por lo tanto, el trabajar con un buen compañero resulta en galardones en la forma de ayuda, estímulo y protección. Además, ¿no se le hace a usted más fácil efectuar un trabajo con un amigo, y no parece que el tiempo sencillamente vuela? Aun en el caso de una tarea desagradable, el sentido de que es un trabajo pesado pasa a último plano.
No es solo en asuntos seglares que un compañero confiable es una bendición. La obra vital de predicar las “buenas nuevas” es también una actividad en la que “mejores son dos que uno.” Esto se confirma por lo que Jesucristo hizo cuando encargó a los 70 discípulos proclamar: “El reino de Dios se ha acercado a ustedes.” Él “los envió de dos en dos.” Aquel arreglo sirvió bien para la edificación de ellos, y para ayuda mutua.—Luc. 10:1, 5-9.
AL PREDICAR LAS “BUENAS NUEVAS”
Después de la resurrección de Jesús, y de su ascensión al cielo, a menudo resultó provechoso para sus discípulos trabajar con compañeros. Al enterarse de que muchas personas de Samaria habían respondido a la predicación de Felipe, los apóstoles enviaron a Pedro y Juan para que se impartiera “espíritu santo” a los samaritanos que habían llegado a ser creyentes. (Hech. 8:14, 15) Aunque a Bernabé se le envió sin compañía desde Jerusalén para ayudar a la congregación de Antioquía, pronto vio que necesitaba un compañero que le ayudara a difundir a mayor grado las “buenas nuevas” allí. De modo que partió hacia Tarso para buscar a Saulo (Pablo). De entonces en adelante ambos trabajaron juntos en Antioquía en la obra de hacer discípulos y enseñarles. El esfuerzo en que ambos cooperaron fue bendecido abundantemente con aumento. (Hech. 11:22-26) Más tarde, por dirección del espíritu santo Pablo y Bernabé participaron en declarar las “buenas nuevas” en la isla de Chipre y en Asia Menor.—Hech. 13:2.
Note que Bernabé hizo un esfuerzo considerable por encontrar un compañero que fuera una ayuda para él. Si Bernabé tomó la ruta por tierra, viajó unos 200 kilómetros hasta llegar a Tarso y entonces buscó diligentemente a Pablo. Aunque el encontrar un compañero para que participe con usted en predicar las “buenas nuevas” a su prójimo quizás no envuelva tanto esfuerzo como aquél, ¿es usted como Bernabé en lo que tiene que ver con realmente querer un compañero? En la congregación con la cual usted se asocia, ¿con quién o quiénes le gustaría efectuar esta obra? ¿Ha tomado usted la iniciativa de considerar esto con esa persona, o personas?
NO ESPERE DEMASIADO
Por supuesto, no debemos esperar demasiado de nuestros compañeros; tampoco debemos darnos por vencidos cuando los arreglos no funcionen tan bien como hubiésemos deseado. Aunque Pablo y Bernabé disfrutaron de servir juntos por varios años como evangelizadores, no continuaron siendo compañeros. Después que ayudaron a establecer muchas congregaciones nuevas, Pablo recomendó que ambos regresaran a visitarlas. Bernabé estuvo de acuerdo, pero quería llevar consigo a su primo Marcos. Sin embargo, Pablo no estuvo de acuerdo con aquello, porque Marcos no había continuado con ellos hasta el fin durante el primer viaje misional. Como resultado de esto, Bernabé decidió ir con Marcos a Chipre, mientras que Pablo escogió como compañero a Silas y viajó por Siria y Cilicia, “fortaleciendo a las congregaciones.”—Hech. 15:36-41.
Como revela el libro bíblico de Hechos, este cambio no estorbó la proclamación de las “buenas nuevas.” De manera similar, si usted pierde a un compañero con quien haya disfrutado por algún tiempo de compañerismo en la actividad de predicar, no se desanime. Hay otros miembros de la congregación que pueden llenar ese lugar si usted está dispuesto a aceptarlos para ello. Quizás se sorprenda de lo animador que puede ser predicar de casa en casa con otros compañeros de creencia. Por supuesto, esto no significa que siempre tenemos que estar acompañados por otra persona. Podemos lograr mucho al trabajar solos mientras nuestros compañeros predican cerca.
BENEFICIO DE EJEMPLOS BÍBLICOS
Los ejemplos bíblicos de los que en compañía de otros han trabajado fielmente en dar adelanto a las “buenas nuevas” pueden ayudarnos hoy a ver ‘un buen galardón por nuestro duro trabajo.’ Bernabé era un hombre afectuoso y compasivo. De hecho, por eso los apóstoles le dieron el sobrenombre de Bernabé, que significa “Hijo de Consuelo.” (Hech. 4:36) Aunque Bernabé tenía cualidades excelentes, hay indicaciones de que Pablo tenía ciertos dones superiores. En lo que tenía que ver con presentar las “buenas nuevas,” evidentemente Pablo tomaba “la delantera al hablar.” (Hech. 14:12) Pero no hay ninguna indicación de que eso diera lugar a sentimientos de envidia o rivalidad. Por eso, si deseamos disfrutar de servir con otras personas, tenemos que comprender que Jehová Dios usa a todos los miembros de la congregación para efectuar Su trabajo. (1 Cor. 3:9) Podemos aprender unos de otros y animarnos y edificarnos mutuamente. El apóstol Pablo reconoció esto y, por lo tanto, escribió a los romanos: “Anhelo verlos, para impartirles algún don espiritual a fin de que sean hechos firmes; o, más bien, para que haya un intercambio de estímulo entre ustedes, por cada uno mediante la fe del otro, tanto la de ustedes como la mía.”—Rom. 1:11, 12.
Cuando realmente apreciamos las aptitudes y excelentes cualidades de nuestros compañeros de creencia, nos sentimos movidos a usar mejor nuestros propios dones. Por ejemplo, puede que una persona piense que es amigable y bondadosa para con la gente que encuentra al testificar. Sin embargo, después de trabajar con una abuela o abuelo compasivo, quizás llegue a comprender que solo es superficialmente amigable. Al acompañar a alguien que es un cuidadoso estudiante de las Escrituras, uno cuyas palabras sencillamente parecen fluir de la boca, la persona pudiera llegar a reconocer que necesita reflexionar más en cuanto a lo que dice. Además de ayudarnos unos a otros por el ejemplo que demos, el que trabajemos con un compañero significa a menudo que dedicaremos más tiempo a la testificación, puesto que no deseamos dejar solo o sola a nuestro compañero o compañera.
A Jehová Dios y al Señor Jesucristo les ha agradado usar a gente común para efectuar la obra más importante que se efectúa en toda la Tierra. Esa obra es ayudar a otras personas a hacerse siervos fieles del Altísimo y leales discípulos de su Hijo, y a permanecer como tales. (Mat. 28:19, 20; 1 Cor. 1:26, 27) Puesto que ésa es la obra de Dios, no sabemos qué medios usa Jehová Dios para abrir el corazón de los individuos. Este no es asunto de simplemente hablar palabras. Es especialmente importante el espíritu con el que se presenta el mensaje. Cuando dos personas trabajan juntas, ambas contribuyen a ese espíritu. Es posible que meses o hasta años más tarde nos enteremos de que no fue el que presentáramos con soltura el mensaje de la Palabra de Dios lo que hizo que alguien nos escuchara. Más bien, puede haber sido la radiante sonrisa de nuestro compañero, quien solo hacía poco tiempo había comenzado a declarar las “buenas nuevas” junto con nosotros.
¿Está usted actualmente disfrutando de la bendición que viene de testificar con un compañero? ¿Ha descubierto que esto le ha ayudado a dedicar más tiempo a esparcir las “buenas nuevas” y a disfrutar más de esta obra? Por otro lado, si usted testifica sin compañía con frecuencia, recuerde a Felipe el evangelizador. Debido a la persecución que se desató en Jerusalén, huyó a Samaria y bautizó a samaritanos que se hicieron creyentes. Más tarde, el ángel de Jehová lo envió para que convirtiera y bautizara al eunuco etíope. Después, “el espíritu de Jehová prontamente condujo de allí a Felipe, . . . se halló que Felipe estaba en Asdod, y pasó por el territorio y siguió declarando las buenas nuevas a todas las ciudades hasta que llegó a Cesarea.” (Hech. 8:1-40) De igual manera, en tiempos modernos muchos Testigos valerosos que trabajan solos con la ayuda del espíritu de Dios han abierto nuevos campos para testificar acerca del Reino.
[Ilustración en la página 27]
Como en el día de Jesús, el compañerismo al predicar las “buenas nuevas” es edificante