Nubes sin agua, árboles sin fruto
DESPUÉS de citar el Evangelio de Lucas donde habla de que Cristo envió a algunos de sus seguidores a que predicaran de puerta en puerta, el artículo de la revista católica Information, de enero de 1952, levemente afirma: “Esos comisionados así, ordenados así fueron legos católicos.” La misma comisión está sobre los legos católicos hoy día, el escritor sostiene. Pero, “parece ser que son otros los que andan de dos en dos” predicando. Él tiene presente a tales como los testigos de Jehová, y deplora su celo en esparcir un “revoltijo de error” mientras lamenta el que los católicos dejen de predicar la “eterna y dinámica verdad”.
En un comentario corto después de este artículo un sacerdote jesuíta parece estar perturbado por la misma condición. Después de inquietarse por el celo de los testigos de Jehová y administrar una tiznadura sutil mediante el asociarlos con los comunistas, se pone a regañar a un rebaño apático:
“Hoy la Iglesia debe esperar que los legos católicos de ambos sexos alcancen el gran número de personas que no asisten a las iglesias en los EE. UU. ahora calculados entre setenta y cien millones. Muchas de estas personas están fuera de todo contacto con la enseñanza católica, y parece que realmente estarían en una posición mejor de conocer la verdad católica si estuvieran en el África, o en alguna otra región misionera, donde la voz de los misioneros o catequistas pudiera alcanzarlos. Muchos millones en los EE. UU., quienes en realidad no son miembros de alguna denominación religiosa, están más lejos de la enseñanza católica que si estuvieran en un país bien servido por misioneros. La gente lega católica está íntimamente asociada con estas personas no religiosas en los negocios y en la vida social. Ellos saben que estas personas han recibido poca o ninguna enseñanza religiosa. Los legos católicos tienen muchas oportunidades para ayudarlas de un modo atinado, a tener mejor conocimiento de la enseñanza y demandas de la Iglesia. Pueden ofrecer darles materia de lectura católica, llevarlos a un sermón o instrucción, o hasta a una retirada, e introducirlos a un centro de información católica. Sin embargo parecería, en muchos casos, que aun nuestros legos católicos quienes han asistido a escuelas católicas, nunca piensan en su deber y responsabilidad de ayudar a otros a conocer la Fe, y traerlos a la única Iglesia verdadera fundada por Jesucristo.”
Pero no es justo sermonear a la población católica de los modos susodichos. Hay muchos de ellos que aman al Señor y le servirían si estuvieran equipados. La organización de la Iglesia Católica es la culpable. No le ha dado a su pueblo ningún evangelio, ninguna buena nueva que predicar. Católicos devotos podrían decirles a otros acerca de rezar repetidamente con el rosario, o arrodillarse delante de las imágenes, o aguantar ceremoniales en un idioma muerto, o salpicar agua supuestamente santa, o comprar absolución o liberaciones purgatoriales, o participar en juegos de azar en funciones de la iglesia. No hay buenas nuevas en tal enseñanza. Nada inspirador. Quizás muchos católicos lo probaron al principio, sólo para encontrar que sus oyentes les hicieron frente con textos bíblicos desenmascarando tales tonterías. De modo que se retiraron en silencio.
¿Cómo puede uno desempeñar obras espirituales cuando está muriéndose de hambre por falta de alimento espiritual? ¿Cómo pueden las nubes sin agua derramar lluvia refrescante? ¿Cómo pueden los árboles estériles producir fruto nutritivo? La siguiente condición predicha en profecía prevalece en todos los grandes sistemas religiosos ortodoxos: “Enviaré hambre sobre la tierra; no hambre de pan, ni escasez de agua, sino de oír las palabras de Jehová.” (Amós 8:11) El vulgo que depende de estos sistemas para sustento espiritual no tiene agua de verdad, ningún fruto del espíritu; sólo tradiciones, formalismos, ceremonias, rituales religiosos, y filosofías verbosas de hombres que a sí mismos se llaman sabios. De modo que son como “nubes sin agua llevadas por aquí y por allí por los vientos; árboles en tiempo de otoño, pero sin fruto”.—Judas 12, NM.
Marcos 11:12-14 habla de una higuera que tenía hojas pero ningún fruto, y cuando Jesús fué a ella para obtener fruto y no halló ninguno la maldijo y ella se marchitó y murió. De nuevo, Lucas 13:6-9 habla de una higuera que había sido improductiva por tres años, y cuando el dueño ordenó que fuera desarraigada el que la cuidaba pidió que se le concediera a él darle atención especial por otro año, para ver si reaccionaría y produciría fruto, y si no entonces él la cortaría.
Estas ilustraciones fueron declaradas teniendo presente a la nación judía. Cuando el Mesías Cristo vino tenía hambre de ver fruto piadoso producido por la nación judía en pacto para hacer la voluntad de Dios. Pero no encontró ninguno, y por eso con el tiempo esa nación se secó y murió en cuanto a ser el pueblo escogido de Jehová. Esa nación fué como la higuera que tenía la apariencia de ser fructífera pero no lo era. Como se muestra por la ilustración de Lucas, a esta nación se le dió atención especial y exclusiva por años antes de que fuera desechada y el evangelio fuera a los gentiles. Empero nunca fué fructífera en obras piadosas, como nación.
Cuando Judas 12 habla de las nubes sin agua y árboles sin fruto, añade respecto a los árboles, “habiendo muerto dos veces, habiendo sido desarraigados.” ¿Cómo destruídos dos veces? Primero, estos árboles estaban como muertos porque no producían fruto. No sólo estaban ocupando espacio sino que también estaban costando dinero, porque en ese tiempo en Palestina cobraban impuesto por los árboles frutales. Por eso para usar el espacio para buen provecho y evitar el pagar impuesto por un árbol inútil, lo desarraigaban. Eso marcaría la muerte segunda y final para él, no siendo dejado un tocón del cual pudieran crecer nuevos vástagos. De modo que el árbol en un tiempo considerado como muerto debido a su esterilidad en realidad viene a estar muerto cuando es desarraigado, o muerto dos veces. Ilustra el fin de hombres y organizaciones que pretenden servir a Dios pero que no lo hacen.
Si vamos a agradar a Dios debemos producir el fruto del Reino. Juan 15:1-8 muestra esto claramente. Ramas que no producen fruto son cortadas por completo de la organización teocrática y mueren. Ramas que producen fruto son podadas para que puedan producir más. Así como las ramitas y vástagos sobrantes son podados de una rama para que la savia y la fuerza que ellos en un tiempo usaron vaya ahora a la producción de fruto, así todas las ocupaciones inútiles son cortadas de la vida del cristiano para obtener libertad para la predicación del evangelio.
Los cristianos verdaderos así usarán su tiempo y energía. Ellos no necesitan ser regañados para hacerlo. Un entendimiento correcto de las buenas nuevas del reino de Cristo los conmueve y los inspira a servir a Dios. De modo que la Iglesia Católica debe reconsiderar el bagazo seco que compone su menú espiritual, y verá por qué aquellos que se alimentan a su mesa son indiferentes y apáticos, sin vigor y celo espirituales. Y que los católicos sinceros examinen la Biblia para conocer la fuente de fortaleza de los testigos de Jehová.