Curación para vida en el nuevo mundo
“Y las hojas de los árboles eran para la sanidad de las naciones.”—Apo. 22:2, NM.
1, 2. ¿Qué programa futuro de sanidad está Jehová al punto de principiar, y cuál es el objetivo principal del presente programa de sanidad?
JEHOVÁ Dios ha estado llevando a cabo un programa de sanidad extraordinario durante los últimos mil novecientos años. Ahora está a punto de principiar una obra sanativa que curará a todos los humanos que vivirán en el nuevo mundo eterno. El programa de sanidad venidero hará posible que todos los hombres y mujeres que obedezcan la receta divina vivan para siempre jamás gozando un perfecto bienestar físico y mental sobre una tierra que estará libre de toda señal de enfermedad y vejez.
2 Las maravillas que se llevarán a cabo para recobrar la humanidad a la salud perfecta fueron prefiguradas por las admirables curaciones que Jesucristo y sus apóstoles llevaron a cabo al principio del programa de sanidad que ha estado en progreso durante los últimos diecinueve siglos. En cuanto al programa presente, éste se ha empleado especialmente para preparar a ciertas personas, a un grupo limitado de entre la humanidad, para vida eterna en las regiones celestiales. Es decir, se ha empleado para beneficio especial de la congregación cristiana de 144,000 fieles vencedores de este mundo, que han de estar unidos con Jesucristo en su reino celestial. Pero ese reino en sí mismo será un instrumento sanativo. Por medio de él todas las familias de la tierra serán bendecidas con vida perfecta y felicidad.
3. En su principio ¿cómo recibió prominencia el presente programa de sanidad?
3 Según se explicó en el último número anterior de La Atalaya, el programa presente de sanidad para la congregación cristiana recibió mucha prominencia cuando principió hace diecinueve siglos con curaciones físicas milagrosas. Con una palabra o un toque de Jesucristo se abrían los ojos ciegos, se destapaban los oídos sordos, se llenaban con palabras articuladas las bocas mudas; los cojos andaban sin cojear y sin muleta, los postrados en cama se levantaban milagrosamente sanados, los desafortunados que sufrían de lepra fueron limpiados de todos sus estragos y los muertos se levantaban de sus ataúdes o tumbas memoriales. Lucas, que era médico él mismo, escribió con finura acerca de esta manifestación de terapéutica divina al decir: “Y el poder de Jehová estaba allí para que él hiciera curaciones.” (Luc. 5:17, NM) No por medio de algún curso misterioso en metafísica, mesmerismo u otro poder hipnótico, sino por concesión directa, Jesús dió a los discípulos a quienes él escogió especialmente la autoridad para efectuar curaciones físicas. ¡Y dió el mandato expreso de que habían de hacerlas sin cobrar dinero! Luego murió la muerte de un mártir, este hombre de quien se había profetizado: “Pero ciertamente nuestras enfermedades él cargó, y en cuanto a nuestras dolencias él cargó el peso de ellas, . . . el castigo por nuestro bienestar estaba sobre él, y por medio de sus azotes hay curación para nosotros.”—Isa. 53:4, 5, Rótherham; 1 Ped. 2:24.
4. ¿Por qué no cesó el programa de sanidad con la muerte de Jesús?
4 ¿Cesó repentinamente y para todo tiempo el programa de sanidad cuando murió Jesús? No; fué salvado de un fracaso cuando Jehová Dios levantó a Jesús de entre los muertos para tomar su asiento a la diestra de Dios en el cielo y allí ejercer toda autoridad para Dios en el cielo y sobre la tierra. Diez días después de ascender y regresar al cielo, a saber, el día de Pentecostés, el glorificado Jesús derramó espíritu santo sobre sus fieles discípulos en la tierra, y así confirió sobre muchos de ellos el don o poder para efectuar curaciones físicas milagrosas. De ese modo el programa de sanidad desde el cielo continuó entre la humanidad.
5. ¿Por qué no hay curaciones físicas divinas ahora, y significa esto una verdadera pérdida para nosotros?
5 Según se explicó también en el número anterior de La Atalaya, la curación milagrosa de cuerpos humanos continuó hasta que murió el último de los apóstoles y sus asociados cristianos. Por medio de esos milagros la congregación cristiana se había establecido en su fe y se había identificado también como el verdadero “Israel de Dios”, tomando el lugar de la casa natural de Israel que había rechazado a Jesús como el Mesías o Cristo. Al debido tiempo la congregación cristiana creció de su niñez. Hoy, después de una carrera de diecinueve siglos, ha llegado a la madurez o al desarrollo cabal de su virilidad cristiana. Dios ha apartado de ella varias cosas teniendo que ver con su niñez, entre ellas el don del espíritu para efectuar curaciones instantáneas sobre el cuerpo y la mente. De modo que el resto de esta congregación cristiana que todavía está sobre la tierra no ejerce ese don del espíritu. No tiene razón bíblica para esperar que de alguna fuente o por algún conducto habrá de haber en su caso algún milagro de curación divina. Pero esto no resulta en ninguna pérdida o embarazo verdadero para ellos, porque su esperanza y destino eterno son espirituales, celestiales, y no físicos, terrenales.
6. ¿Han estado y todavía están los cristianos sujetos a enfermedades? ¿Cómo buscan ellos alivio?
6 Hasta en el primer siglo y durante la operación de curaciones divinas los más fieles entre los cristianos estaban sujetos a las enfermedades físicas y a los padecimientos que afligen a todo el resto de la humanidad, y murieron debido a los tales. No todos ellos sufrieron la muerte violenta de un mártir ni vivieron hasta alcanzar la vejez extremada del apóstol Juan, el cual recibió la Revelación y que posiblemente murió debido a la decadencia y desfallecimiento causados por su gran edad. Los cristianos que recibieron como un don la autoridad para curar no fueron autorizados para usar ese poder para sí mismos ni para hacer que otros de sus hermanos con los mismos dones los usaran sobre ellos para el bienestar, comodidad y conveniencia de los cristianos. Ni tampoco oraron ellos pidiendo tales curaciones milagrosas para sus organismos físicos. Usaban remedios de confianza o los servicios de médicos practicantes. De modo que al tiempo presente, mucho después de la pasada del don del espíritu para hacer curaciones físicas, los fieles cristianos se enferman o son víctimas de las enfermedades principales de estos tiempos. Ellos, también, buscan alivio de una manera razonable.
7. ¿Deben considerarse como curaciones divinas los recobros extraordinarios de hoy en día?
7 Algunas veces hay que someterse a operaciones quirúrgicas como último remedio. La vida del enfermo parece colgar de un hilo delgado. El recobro parece ser muy dudoso. Hay casi toda razón para perder esperanza de que viva. Pero luego acontece un cambio, y el enfermo o la persona que se sometió a la operación quirúrgica se recobra y reasume sus actividades anteriores. Porque es algo tan maravilloso ¿debemos considerar eso como un caso de curación divina en este siglo veinte? La persona recobrada quizás lo considere así. Usará expresiones de gratitud a Dios y describirá el asunto en términos que hacen de ése un caso de curación divina. Dirá que Dios fué misericordioso para con él y que le perdonó la vida especialmente para la obra adicional que Dios ha propuesto para él.
8. ¿Cuáles son los argumentos cuerdos contra tal opinión?
8 Pero si Dios realizó la curación, es decir, si fuera ése un caso de curación divina, ¿por qué, pues, tuvo que recurrir este cristiano a doctores y a las medicinas que se recetaron? O ¿por qué tuvo que someterse a una operación y quizás hasta violar la ley de Dios y tomar una transfusión de sangre o una inyección de plasma de sangre?, ¿Fueron estas cosas los preliminares para las curaciones divinas en los tiempos apostólicos cuando ésa fué una de las operaciones del espíritu de Dios? De ninguna manera. En aquel tiempo los milagros de Dios eran directos e instantáneos, sin la ayuda de médicos humanos ni recetas medicinales, y donde estas cosas habían fracasado. Pero no es así hoy en día. Por eso, cuando un cristiano experimenta un recobro y supervivencia sobresaliente, él no debe persuadirse a creer que fué debido a una intervención especial desde el cielo. Personas fuera de la congregación cristiana experimentan recobros inesperados, extraordinarios, también. Además, entre tanto que un cristiano quizás haya experimentado un recobro incomprensible de las mismas garras de la muerte, otro cristiano o muchos otros cristianos bajo las mismas circunstancias no han sido tan afortunados sino que han sucumbido a esa enfermedad física. Entonces ¿qué? ¿Se sonríe el favor divino sobre el que experimenta la revivificación de sus poderes físicos y que vuelve a la salud y a las actividades normales? Pero ¿mira con ceño a los que no experimentan una mejora física, sino que siguen sufriendo, empeoran y por fin mueren debido a su aflicción u operación? No sería justo decir eso, especialmente cuando los que sucumbieron eran tan fieles y devotos a Dios como el que experimentó el recobro inesperado.
9. ¿Qué más manifiesta que la falta de recobro no es señal de desagrado divino ni de falta de atención?
9 Acuérdese que poco después que Dios se apareció a Jacob y pronunció que su nombre de allí en adelante sería “Israel”, su amada esposa Raquel tuvo un parto difícil al dar a luz su segundo hijo Benjamín y murió. Podemos estar seguros que no fué como señal de algún desagrado divino. (Gén. 35:9-20) A la edad de 147 años Jacob mismo se enfermó y murió debido a esa enfermedad. Pero no porque estaba fuera del favor de Dios, porque él siguió como profeta de Dios hasta el mismo fin. Jacob fué embalsamado por los médicos de Egipto. (Gén. 47:28 a 48:1; 49:33 a 50:3) Elíseo, también, se enfermó de una enfermedad de la cual murió, pero él profetizó aun en su lecho de muerte como testigo de Jehová Dios. (2 Rey. 13:1-20) Es posible, también, que los padecimientos del estómago y las frecuentes enfermedades de Timoteo hayan seguido con él hasta su muerte, y que el vino que Pablo le recomendó le haya servido sólo para darle algún alivio. (1 Tim. 5:23) De manera que el sucumbir durante una operación o enfermedad no constituye evidencia del desagrado de Dios ni de su falta de interés y atención. Del mismo modo como un recobro fenomenal no ha de interpretarse como intervención y favor especiales de él. Es menester que seamos razonables y de mente equilibrada. Tengamos presente que hay muchos factores corporales que juntamente con las circunstancias acompañantes pueden obrar para hacer que uno triunfe sobre una operación o un ataque serio de enfermedad, pero que no están presentes en el caso de los que sucumben.
10. ¿Es la enfermedad un asunto apropiado para oración? ¿Con qué limitación?
10 Esto no quiere decir que no debemos ser agradecidos a Dios y que no debemos expresar nuestra gratitud a él si convalecemos. Tampoco quiere decir que no podemos llevar el asunto a Él en oración cuando nos enfermamos o cuando se enferman nuestros amados compañeros cristianos. Toda circunstancia y problema en nuestra vida son asuntos que podemos presentar delante de él en oración. No obstante, no podemos pedir curación divina y esperar recibirla, aunque usemos como base las palabras de Jesús: “Si permanecen en unión conmigo y mis dichos permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y eso acontecerá para ustedes.” (Juan 15:7, NM) Conocemos cuales son los dichos de Jesús para sus seguidores de este día, y no dicen nada acerca de milagros en los organismos físicos de sus seguidores en este tiempo.
11. Durante una enfermedad ¿qué podemos pedir apropiadamente? Y si morimos, ¿a quién pertenecemos todavía?
11 Lo que correctamente podemos pedir es que nuestro Padre celestial nos ayude para aguantar con fortaleza cristiana durante una enfermedad o estropeo físico. Podemos pedir que nos ayude a portarnos como fieles testigos a través de todo eso, sin perder fe en él, sin sufrir ningún daño espiritual a causa de eso. Podemos orar para que seamos guiados en el uso apropiado de los remedios que estén disponibles o en cuanto al servicio médico apropiado. Hasta en la enfermedad podemos dejar que brille nuestra luz. Nuestra obligación es ‘predicar la palabra, hacerlo urgentemente en tiempo favorable, en tiempo dificultoso’. (2 Tim. 4:2, NM) Ha habido casos en que los físicamente enfermizos han mejorado corporalmente al probar su celo por el Reino saliendo activamente al servicio del campo, aunque la salud pobre parecía dictar en su contra. Debemos recordar que, citando al apóstol, “si vivimos, vivimos para Jehová, y si morimos, morimos para Jehová. Por lo tanto, si vivimos o si morimos, pertenecemos a Jehová. Porque con este fin murió Cristo y volvió a vivir otra vez, para que pudiera ser Señor tanto sobre los muertos como sobre los vivos.” (Rom. 14:8, 9, NM) Entonces el cristiano fiel que no recobra y que muere todavía pertenece al Señor Jesús.
ECHÁNDOLE LA CULPA AL DIABLO
12. ¿Al caso de quién se refieren algunos para argüir que Satanás causa enfermedades y accidentes?
12 Alguien ahora hará la pregunta, ¿No es Satanás el Diablo quien nos hace enfermar y así nos inutiliza? ¿No es él quien hace que los fieles de Jehová sufran accidentes fatales o accidentes que invalidan su utilidad en el servicio de él? Para apoyar una contestación afirmativa ellos se refieren al caso de Job. Allí Satanás hizo que cayera fuego del cielo y que consumiera las grandes manadas de ovejas que tenía Job junto con sus mozos, y también hizo que una gran tempestad hiriera la casa donde sus diez hijos estaban banqueteando para que ésta cayera sobre ellos causando su muerte. Además de esto el inicuo hirió a Job con una enfermedad horrorosa que le cubría desde la cabeza hasta los pies con úlceras corrosivas y molestas.
13, 14. ¿Por qué no suministra el caso de Job una regla para medir todos los casos?
13 Pero el caso de Job no nos suministra una regla con qué debemos medir todos los casos de enfermedad y accidente. Job fué hecho un caso de prueba especial. Primeramente, Jehová llamó la integridad de Job a la atención de Satanás, y luego el adversario acusó a Job de servir a Dios por el beneficio egoísta que recibía, porque Dios le había cercado en derredor a él y todas las cosas buenas que tenía con protección divina, de manera que era asunto próspero para Job servirle a Dios. Pero ahora que quitara Dios esa protección y permitiera que Satanás le tocara en cuanto a esos beneficios egoístas, y Job renunciaría a Dios, maldiciéndole en su cara. Cuando Job rehusó ser forzado a tal infidelidad a causa de la pérdida de su propiedad e hijos, entonces Satanás recibió permiso para tocar la piel y la carne de Job y amenazarlo con la muerte de una enfermedad incurable. Además de todo eso, la misma esposa de Job se puso en contra de él y tres de sus amigos prominentes lo condenaron como un hipócrita afligido por la justa mano de Jehová Dios. Pero estas pruebas agudas de parte del Diablo no hicieron que Job se apartara de su integridad. El desafío que Satanás hizo a Dios concerniente a este hombre piadoso así fué derrotado, y el Todopoderoso Dios curó a Job milagrosamente e hizo más que reponer las cosas que Job había perdido durante la prueba decisiva.
14 Es verdad, nosotros que somos cristianos todos estamos bajo una prueba de integridad en medio de este mundo hostil. Pero nadie debe pensar que él es de tanta importancia que es escogido de entre los demás y hecho un caso de prueba especial como sucedió con Job. Si ése fuera el caso, entonces tendríamos que seguir el cuadro de Job hasta su fin en lo que toca a su aplicación a cada cristiano individual. En ese caso a cada cristiano se le tendría que restaurar en esta vida el doble de lo que había perdido por los accidentes efectuados por Satanás. Tendría que experimentar una curación divina milagrosa y después de eso vivir una vida larga y saludable, para corresponder con los 140 años que vivió Job después que sanó.—Job, capítulos 1, 2, 42.
15. ¿A quién prefiguró Job, y por eso qué prefiguró la prueba de él?
15 Además, la prueba sobre Job fué permitida por Dios y fué escrita para servir como una profecía. Prefiguró cómo la clase de Job, principiando con Jesús mismo (que nunca se enfermó), sería expuesta a una prueba de su integridad hacia Dios por Satanás. No obstante, esa prueba no habría de venir mediante accidentes, pérdidas y terribles enfermedades literales causadas por Satanás. No; sino mediante persecuciones y oposición de parte de este mundo que resultarían en la pérdida de asociados muy cercanos, y que nos darían una apariencia vergonzosa y tergiversada a los ojos del mundo, teniendo nosotros un aspecto repugnante para ellos, de modo que nos acusarían de ser religiosos hipócritas y bajo la maldición de Dios. Por ejemplo, cuando los sistemas religiosos ortodoxos de la cristiandad nos acusan de ser blasfemadores, odiadores de todos, y nazistas, fascistas e imperialistas por un lado y comunistas por el otro. La restauración milagrosa de Job, por lo tanto, prefiguró, no la curación divina de nuestras dolencias físicas y el ser hechos inmunes contra más accidentes, sino cómo el Todopoderoso Dios restauraría a su fiel resto de testigos ungidos a su favor delante de todas las personas de buena voluntad y contrarrestaría todas las acusaciones falsas y tergiversaciones lanzadas contra sus siervos.
16. ¿Por qué no arguyen el caso de la mujer con el espíritu de debilidad y el caso de la espina en la carne de Pablo que Satanás causa toda enfermedad?
16 Por eso consideremos nosotros con cordura el asunto de enfermedades y accidentes. Hay muchas cosas aparte de enfermedades y accidentes que Satanás puede usar para probar nuestra integridad. Es verdad que Jesús le dijo a la mujer que estaba encorvada y a quien él curó: “¿No era propio, pues, que esta mujer que es hija de Abrahán, y a quien Satanás tuvo atada, ¡fíjense! dieciocho años, fuera librada de esta atadura en el sábado?” Pero notamos que el registro dice que la mujer tenía un “espíritu de debilidad” y que evidentemente estaba bajo el poder de un demonio que no la dejaba enderezarse. (Luc. 13:10-16, NM) Es verdad, también, que Pablo habló de su “espina en la carne” como un “ángel de Satanás, que siguiera hiriéndome”; pero eso no fué una enfermedad ni un accidente como lo explicamos en nuestro número anterior de La Atalaya. Sea lo que fuere la espina, era algo que Satanás el adversario podía usar para hacer que todo fuera difícil para Pablo y así mortificarlo. Podrá ser igual con las dolencias y accidentes nuestros. Aunque no podemos echarle la culpa a Satanás por estas cosas, sin embargo él puede usarlas una vez que hayan venido sobre nosotros para mortificarnos, debilitar nuestra fe en Dios, quebrantar nuestro celo para el servicio de Dios, hacernos perder el espíritu de Dios y renunciar.
17. ¿Producen los mismos malos efectos las causas normales en cristianos como en los demás? Al hacerse cristianos ¿experimentan algún cambio en su cuerpo?
17 Las enfermedades, malestares y accidentes vienen de causas normales. Estas causas producen los mismos resultados en la vida de los cristianos devotos como en la vida de los mundanos no consagrados. En Listra, Asia Menor, cuando los paganos querían adorar como dioses a los obradores de milagros Pablo y Bernabé, ellos se lanzaron entre la muchedumbre y se opusieron: “Hombres, ¿por qué hacen ustedes estas cosas? Nosotros también somos criaturas humanas teniendo las mismas flaquezas que ustedes.” (Hech. 14:8-15, NM) Y todos estamos de acuerdo con el salmista David que dijo: “¡He aquí, en iniquidad nací yo, y en pecado me concibió mi madre!” (Sal. 51:5) Entonces Dios no obra un milagro para así cambiar el organismo corporal de una persona simplemente porque ésta cree las buenas nuevas del reino de Dios y se dedica a seguir en las pisadas de Jesús. Ah, quizás pueda prolongar su vida porque como cristiano vivirá una vida mejor de allí en adelante, tanto moral como físicamente, debido a que aprende más y más de la verdad y trata su cuerpo de una manera más decente y no abusa de él como hacen con sus cuerpos los del mundo. La actividad altruísta en el servicio de Dios es saludable y buena para la mente y también para el cuerpo. El estudio de la Palabra de Dios y la aplicación de ella en palabra, pensamiento y acción surten efectos saludables en uno en todo sentido. Citando de lo que dijo Salomón: “Teme a Jehová y apártate del mal; sanidad será esto para tus músculos, y refrigerio para tus huesos.”—Pro. 3:7,8.
18. Más bien que un toque directo de Satanás, ¿qué produce enfermedades sin distinción alguna?
18 Toda la enfermedad que ha entrado a la tierra vino como resultado de la violación original de la ley de Dios. Asimismo hoy, la enfermedad y el malestar se deben a alguna violación de las leyes de Dios concernientes al bienestar físico. No se deben a un toque directo de Satanás. Quizás muchos de nosotros hayamos heredado tendencias hacia ciertas dolencias corporales las cuales se den a conocer después que ciertas condiciones causales las hagan desarrollarse y manifestarse. Diremos que una plaga está recorriendo el país. Un mundano que tiene una constitución fuerte quizás la pase sin ser afectado, entre tanto que un fiel cristiano puede ser abatido por ella y morir o tener un recobro difícil. La razón quizás se deba enteramente a que tenía una estructura física más débil y al no saber qué precauciones tomar para no ser infectado. De modo que son procesos naturales, físicos, que bien pueden producir efectos en cualquier persona o en toda persona sin importar cuál sea su fe. Sería irrazonable echarle la culpa directamente al Diablo.
19, 20. Si no es Satanás, ¿qué es lo que causa accidentes, imparcialmente?
19 Es igual con los accidentes: Estos se deben generalmente al descuido. Bajo las mismas circunstancias el descuido por cualquier persona resultaría en el mismo accidente. Un ómnibus repleto de convencionistas los trae de regreso a sus hogares y el conductor se duerme mientras maneja. El ómnibus choca, muchos mueren y casi todos los demás reciben heridas. ¡Ah, el Diablo tiene la culpa! No; más bien el descuido e inadvertencia del conductor. Asimismo, un grupo de testigos que han estado trabajando en el servicio del campo esparciendo las nuevas del Reino en su automóvil después toman un paseo y estacionan su automóvil en una curva del camino. Otro automóvil viene por el camino y, para compensar el impulso, hace una vuelta muy amplia y choca con el automóvil estacionado y mata a todos los pasajeros. ¿Una obra del Diablo? ¡No! Falta de consideración y de cuidado en una curva.
20 Un cristiano pisa una alfombra suelta que está sobre un piso encerado, se resbala, cae y se quiebra la cadera. ¿Echarle la culpa al Diablo? No; cualquier persona que hubiese pisado apresuradamente esa alfombra sobre el piso resbaloso hubiera experimentado la misma cosa, hasta el favorito del Diablo. Dos cristianos se casan y desean permanecer sin hijos para tener más libertad de acción sin preocupaciones y cargas. Súbitamente, causándoles mucha congoja y a pesar de todo su cuidado, ¡les llega un niño! Pretenden ellos que el Señor fué quien los guió para que se encontraran y se casaran, pero en cuanto al niño, pues, allí es donde el Diablo se les adelantó para estorbar su servicio a Dios. Pero si no deseaban niños, ¿por qué se casaron en primer lugar? El propósito primario del matrimonio es la producción de niños sobre esta tierra, ¿no es así? Mediante el matrimonio ellos pusieron en peligro la libertad que tenían para la obra y se expusieron a las cargas y responsabilidades de tener y cuidar hijos. No, Satanás no es quien puso el poder de reproducción en el hombre y la mujer. Él no es quien principió la vida de ese niño, vida que los padres cristianos tienen que considerar como “santa” a la vista de Dios. (1 Cor. 7:14) No, ese niño no se debió a un “accidente”. No se engañe a sí mismo acerca de la operación de la ley natural que Dios el Creador fijó inalterablemente en el sistema humano. Esa ley sigue operando aunque usted quizás se crea muy listo y a pesar de las muchas precauciones que tome para impedir su operación.
21. ¿Deben esperar los cristianos que ciertas condiciones físicas generales tengan resultados diferentes en el caso de ellos que en el caso de otros? ¿Por qué contesta así?
21 Entonces hay que esperar que la enfermedad, los malestares virulentos, los accidentes y la vejez sigan su curso acostumbrado entre los cristianos devotos igual como sucede entre los demás de la humanidad. Cuando el cuerpo envejece y ya no tiene el poder de la juventud para repararse o para producir nuevos tejidos, puede esperarse un decaimiento, sea uno cristiano o no. Isaac, el hijo de Abrahán, se puso ciego en su vejez y estuvo sin vista por unos 50 años, aunque fué un tipo de Jesucristo. (Gén. 27:1, 21-23; 35:28, 29) Podemos tratar de remediar el cuerpo desgastado, pero si las medicinas, el tratamiento de un especialista, o una operación quirúrgica no logran añadir un codo a la vida del cristiano, él no tiene la culpa directamente. No obstante, cuando esos medios fracasan, él no debe esperar ni orar por una curación divina. Hace mucho que se suspendió esa operación del espíritu santo hacia ellos. Quizás recuerde usted como Dios retardó el tiempo en el caso del rey Ezequías, y el profeta Isaías puso un emplasto de higos sobre la úlcera virulenta que tenía Ezequías como un símbolo del poder de Dios para curar. (Isa. 38:1-22) Pero ya no estamos viviendo en los días de los profetas y apóstoles a quienes se les concedió el poder para ejecutar curaciones sobrenaturales. Por lo tanto, no debemos esperar ni orar por cosas extraordinarias simplemente porque somos cristianos fieles.
22, 23. ¿Podrán sucumbir algunos a la muerte en el Armagedón por causas naturales? ¿Indicaría esto que se ejecutó juicio contra ellos?
22 Cuando la batalla venidera del Armagedón estalle en su furia y cause sus desolaciones, muchos cristianos devotos estarán en su vejez o en una condición enfermiza. Por eso durante el progreso de esa batalla y las condiciones que producirá sobre y alrededor de la tierra, es posible que muchos cristianos que están en su vejez, que tienen una constitución débil, o que tienen corazones enfermizos, mueran debido a causas completamente normales. Cuando leemos los registros proféticos describiendo esa batalla, por ejemplo, en el Salmo 46, que dice como será conmovida la tierra, como las montañas serán trasladadas al centro de los mares, como rugirán las aguas y se agitarán en gran manera y como las mismas montañas se estremecerán por causa de esa agitación, podemos darnos cuenta de que será un tiempo difícil para los corazones y constituciones físicas de aun las personas más fuertes. Quizás tendremos que soportar muchas privaciones en común con la gente del mundo, incluyendo escasez de alimentos, estar expuestos a los elementos rigurosos, etc., de modo que será un tiempo difícil, exigiendo gran aguante de nuestros poderes físicos. Algunos, debido a su condición física, su edad u otras circunstancias, quizás no podrán soportar las durezas del Armagedón mejor que las demás personas.
23 Pero la muerte de fieles testigos de Jehová en ese entonces debido solamente a que sus cuerpos no pudieron aguantar la dureza no será un juicio adverso para ellos, significando que fueron ejecutados por las huestes celestiales de Jehová. Ellos sucumbirán a la muerte en fidelidad, en vindicación de su Dios, y su muerte no querrá decir una extinción perpetua, sino que habrá lugar para una resurrección en el nuevo mundo que sigue después del Armagedón. Pero si le place a Dios, él puede fortalecer hasta al más débil de su pueblo de una manera anormal para que soporte todas las durezas de ese tiempo incomparable de angustias y sobreviva. La supervivencia de cualquier parte de su pueblo se deberá a que él los haya preservado entre la destrucción que él traerá contra todos sus enemigos.
24. ¿Qué curso, entonces, debemos seguir en cuanto a salud y seguridad?
24 Estando nosotros en el servicio activo de Dios debemos cuidar bien nuestra salud y vitalidad física y protegernos todo lo posible contra el dar rienda suelta a nuestros deseos y contra riesgos y accidentes. Así como hacemos cuando cerramos nuestras puertas con llave, cerramos y afianzamos las ventanas, aseguramos la puerta del subterráneo, y hacemos otras cosas para resguardar nuestros hogares contra la entrada de ladrones. Después de lo cual podemos confiar en nuestro Padre y Guardián celestial para lo que falte. Pero, si nos enfrentamos con peligros debido a nuestra fidelidad en su servicio, podemos aceptar lo que él permita venir de acuerdo con su voluntad, y le podemos dar gracias cuando nos libra de peligros reconocidos. No tome usted riesgos innecesarios. No ponga Jehová a prueba de una manera inexcusable. “Por esto, aunque estén comiendo o bebiendo y haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para gloria de Dios.” “Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová, y no para los hombres.”—1 Cor. 10:31 y Col. 3:23, NM.
Para vosotros empero que teméis mi Nombre, se levantará el Sol de justicia, trayendo salud eterna en sus alas.—Mal. 4:2.