Preguntas de los lectores
● ¿Es correcto que los hombres se quiten el sombrero ante las mujeres?—G. S., Misurí.
Algunos dicen que el quitarse el sombrero empezó en los días de los caballeros en armadura. En un libro de costumbres leemos: “En la presencia de su oficial superior el soldado ordinario indicaría su inferioridad quitándose su yelmo protector. Hasta el día en que la armadura fué abandonada para siempre, ningún hombre se atrevió a aparecer con el yelmo puesto delante de su rey. De nuevo el hábito se hizo costumbre, y cuando se encontraban dos caballeros cada uno se quitaba su casco de metal en señal de respeto al otro.” Otro libro sobre el tema indica que comenzó aun antes de ese tiempo: “Algunas autoridades suponen que esta costumbre no originó sino hasta los días de la caballería durante la Edad Media, pero hay evidencia de que fué común entre los griegos, romanos y algunos otros pueblos antiguos. De todos modos, se cree que después se hizo cosa usual quitarse la cofia para mostrar deferencia a un superior o como señal de respeto a una persona distinguida. Sólo fué dar un paso más el levantar la cofia como un acto de urbanidad o galantería a las damas. Después de la introducción de los sombreros de hombre hace unos cuantos siglos, el levantarse el sombrero o quitárselo completamente, vino a ser un método general de saludar a las mujeres. La práctica retiene algo de su significado más primitivo y muchas personas todavía se quitan el sombrero para saludar a personas distinguidas de ambos sexos. El respeto por la bandera nacional se muestra de la misma manera.”
Incidentalmente, no sólo se le da significado patriótico a este ademán como se muestra por hacerlo a la bandera, sino también se le otorga significado religioso cuando los hombres católicos se quitan el sombrero cuando pasan por la iglesia católica. Hacen esto como acto de adoración hacia el pan y el vino que están dentro de la iglesia Y que de acuerdo con su creencia vienen a ser la carne y sangre reales de Cristo. De modo que al hacer esto creen que están rindiendo homenaje a Jesucristo, quien ellos piensan está dentro de la iglesia en la hostia consagrada.
El hombre y la mujer no fueron creados iguales en poder y gloria; el hombre vino primero y se le dieron prerrogativas especiales. Así como Jehová es la cabeza de su organización esposa, y así como Cristo es la cabeza de su iglesia desposada, así el hombre es la cabeza de la mujer. Es a la mujer que se le ordena que manifieste respeto y reconocimiento de la posición de jefatura del hombre y las mujeres que se rebelan contra ella no están rebelándose tanto contra los hombres como lo hacen contra Dios.—Gén. 3:16; 1 Cor. 11:2-10; Efe. 5:33.
Pero en su mundo Satanás ha invertido el asunto. Empezando en el Edén, ha empujado a la mujer delante del hombre, la ha exaltado por encima del hombre y la ha usado para lograr la caída de hombres dedicados a Jehová. Se ha mofado de Dios, cambiando el puesto relativo de los sexos. Pero es muy sutil en su manera de hacerlo, encubriendo su obra bajo el disfraz de costumbre inofensiva. Muchas costumbres son inofensivas, pero cuando contradicen un principio teocrático Satanás está detrás de ello para desacreditar a Dios. Es un experto en engaños como ése. (2 Cor. 11:14) En este asunto particular de quitarse el sombrero recurre a la vanidad de las mujeres y a las cualidades así llamadas caballerosas de los hombres, y cualquier hombre que no obra de acuerdo con la costumbre sutil es considerado tosco y descortés, irrespetuoso de la mujer. Así que, por el temor de lo que otros puedan pensar, la mayoría se amolda a ello.—Pro. 29:25.
El abstenerse de quitarse el sombrero ante una mujer no significa que uno le falta al respeto. Frecuentemente los que son excesivamente corteses y galantes con las mujeres son los que manifiestan el menor respeto para la mujer. Ellos usan estos ademanes lisonjeros y formas de cortesía exterior hipócritamente, como medio que abre oportunidad para requerimientos impropios que al fin manifiestan falta de respeto y conducen al abuso de mujeres. No es bueno lisonjear a las personas, hacerlas presumidas; eso es para su propio daño. Específicamente, ¿por qué ha de querer la mujer esta muestra especial de respeto del hombre? Una mujer dijo en respuesta a esta pregunta: “Usted no sabe cuán importante le hace sentir a una mujer el que un hombre se quite el sombrero ante ella.” Esa es razón suficiente para que los cristianos se abstengan de la costumbre. No es en el interés del individuo el hacerle sentirse importante, sea el individuo hombre o mujer.
Algunos podrían argüir que la inclinación amistosa de la cabeza provino de la práctica de hacer reverencia—pero la inclinación de la cabeza se hace sin hacer caso del sexo, tanto por los hombres como por las mujeres. No exalta a la mujer. Si el quitarse el sombrero se hiciera por hombres y mujeres mutuamente, como saludo mutuo y señal de respeto mutuo, por lo menos no sería exaltar a una por encima del otro. Cuando una señal acostumbrada de respeto se efectúa entre hombres así como también entre hombre y mujer, cuando no coloca a la mujer aparte para recibir honor especial debido a su sexo, entonces no parece cosa censurable conforme a la Biblia. ¿Sería demasiado inconveniente para la mujer quitarse el sombrero? Entonces ¿por qué es el hombre el que se supone que ha de levantarse cuando una mujer entra a una habitación o llega o abandona la mesa y nunca la mujer? ¿Es demasiado inconveniente de nuevo? ¿Está ella sujeta a la silla, como el sombrero está sujeto a su cabeza? ¿Qué costumbre existe mediante la cual las mujeres manifiestan respeto a los hombres? La ausencia de alguna no es sólo casualidad, sino que es propósito satánico para elevar antiteocráticamente a la mujer por encima del hombre. De muchos modos Satanás ha tomado a la mujer de la posición asignada a ella por Dios, la ha tomado del hogar y sus deberes y la ha puesto en la política y el comercio y la dirección religiosa, y mediante eso ha causado mucho del derrumbe moderno en el terreno de lo familiar.—Heb. 13:4; Apo. 2:20.
Las cortesías superficiales que son lisonjeras para la vanidad humana no es lo que las mujeres verdaderamente cristianas quieren; en vez de eso fomentan el respeto y el amor de un cristiano hacia otro, y éstos se manifiestan en modos más importantes que las costumbres antiteocráticas del mundo sensual de Satanás. Hombres y mujeres deberían permanecer en el lugar que Dios les asignó, en las relaciones humanas y en la adoración divina. Sólo los que estén contentos con estos lugares asignados vivirán en el nuevo mundo. La adoración y exaltación de criaturas, sea de modo franco o sutilmente disfrazado no tendrán lugar allí. No tienen lugar entre los cristianos verdaderos ahora.
● ¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que los cristianos tenían que odiar a su padre y madre?—C. D., California.
Esta instrucción se da en Lucas 14:26 (NM): “Si alguno viene a mí y no odia a su padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas; sí, y hasta su propia alma, no puede ser mi discípulo.” Las palabras de Jesús fueron dirigidas a sus seguidores que tomarían el “madero de tormento” tal como él lo hizo, como se manifiesta en el Lu 14 versículo 27 siguiente. El odio había de incluir la propia alma o vida del individuo, y no sólo los miembros de su familia. Ahora bien ¿qué hacen los seguidores ungidos de Jesucristo? Para descender en muerte sacrificatoria con él, ¿qué hacen acerca de su alma humana? Al convenir en sacrificarla están odiándola, ¿verdad? Jesús dijo: “El que halla su alma la perderá, y el que pierde su alma por causa mía la hallará.” (Mat. 10:39, NM) Ellos odian su alma, la pierden, la sueltan; convienen en que sea sacrificada y para siempre después renuncian toda esperanza de vivir con vida terrestre en el paraíso del nuevo mundo. Jesús dijo que tenían que poner sus relaciones terrestres al mismo nivel que su alma. Deberían estar anuentes a dejarlas para siempre; dejar la tierra e ir al cielo, y nunca habrían de permitir que padre, madre, hermano, hermana, esposa, hijos, o aun su propia vida terrestre les estorbaran en su observación de la Palabra y la voluntad de Dios. Odian a parientes terrestres y su propia vida al grado de estar anuentes a sacrificarlos si ésa es la voluntad de Dios y nunca dejar que ellos o su propia vida les estorben en el fiel cumplimiento de su acuerdo con Jehová Dios. De modo que no significa que hemos de odiar a padre y madre en el sentido usual del término, así como no debemos odiar nuestro propio cuerpo. Nos amamos a nosotros mismos; hemos de amar asimismo a nuestro prójimo, incluyendo los miembros de nuestra familia. Pero los seguidores ungidos de Cristo no han de permitir que nada impida que dejen escenas terrestres y vínculos terrestres para ir al cielo y reinar con Cristo.
● ¿Tienen las “otras ovejas” tanto espíritu del Señor como el que tiene el resto ungido, y un entendimiento tan claro de los propósitos de Jehová como el de los ungidos?—A. M., Colorado.
Si ellos están llenos del espíritu santo, ¿cómo podrían algunos otros tener más que eso? Si un recipiente está lleno, ¿cómo puede contener más? Ambas clases deben ser igualmente fieles, bajo las mismas condiciones adversas. Es sólo mediante el espíritu de Jehová que alguno de nosotros puede estar en pie. Así que, si las “otras ovejas” no tienen tanto espíritu del Señor, y sin embargo tienen que aguantar las mismas pruebas y manifestar la misma cualidad elevada de fidelidad que los ungidos, estarían operando bajo una desventaja grande en la prueba de integridad. Jehová Dios no les pone ese estorbo, sino que les da ayuda igual para pruebas semejantes. Los hombres fieles de la antigüedad tenían el espíritu de Jehová, para escribir escrituras inspiradas, curar leprosos, levantar a los muertos, causar lluvia o sequía, derribar templos paganos, matar leones y osos, y ejecutar muchas otras obras poderosas posibles sólo con la ayuda de la fuerza activa de Dios. Aunque no eran de la clase ungida, fueron llenos del espíritu santo.
Las “otras ovejas” hoy ejecutan la misma obra de predicación que el resto, bajo las mismas condiciones penosas, y manifiestan la misma fidelidad e integridad. Se alimentan a la misma mesa espiritual, comiendo el mismo alimento, absorbiendo las mismas verdades. Por ser de la clase terrestre, con esperanzas terrestres y un interés vivo en las cosas terrestres, podrían interesarse más en textos de la Biblia relacionados con condiciones terrestres en el nuevo mundo; mientras que el resto ungido, con esperanzas celestiales y fuerte interés personal en las cosas del espíritu, podría estudiar más diligentemente esas cosas en la Palabra de Dios. Así que por causa de estos diferentes intereses personales las dos clases podrían mostrar mayor interés en diferentes rasgos del mensaje, y comprender más de esos campos por su estudio especial de ellos; empero el hecho permanece de que las mismas verdades y el mismo entendimiento son accesibles para ambas clases, y sólo es el cómo se aplican los individuos a estudiar lo que determina la comprensión de las cosas celestiales y terrestres que ellos adquieren. El espíritu del Señor es accesible en porciones iguales a ambas clases, y el conocimiento y entendimiento se ofrecen igualmente a ambas, con iguales oportunidades para absorberlos.
Por eso, en vez de estar el factor determinativo en que uno sea de la clase ungida o de las otras ovejas, éste descansa en el individuo mismo. Uno quizás esté más anuente a recibir el espíritu del Señor y su guía en la vida que otro, que quizás esté apagando el espíritu por no caminar completamente de acuerdo con su guía. Posiblemente uno pase más tiempo estudiando o naturalmente tenga mayores capacidades mentales para aprender que otro, que posiblemente descuide el estudio y el ejercicio de la capacidad mental.
● Lucas 2:39 declara: “Así que cuando hubieron cumplido todas las cosas. de acuerdo con la ley de Jehová, regresaron a Galilea a su propia ciudad, Nazaret.” (NM) Dado que la matanza de los bebés por Herodes vino un año o más después del nacimiento de Jesús, ¿no prueba este texto que el niño estaba en Nazaret cuando vino la campaña infanticida de Herodes, y que la huida a Egipto fué desde Nazaret y no desde Belén como dice una Atalaya reciente?—R. B., Nueva York.
Los relatos del Evangelio son breves, y lo que uno omite otro a menudo lo incluye. No podemos asumir que Lucas relató completamente los movimientos de José y María y el bebé Jesús; en realidad, positivamente sabemos que Lucas no lo hizo, puesto que ni siquiera menciona la huída a Egipto. Lucas 2:39 sólo atraviesa el lapso de tiempo entre el cumplimiento de la ley concerniente al bebé recién nacido y el establecimiento posterior de residencia en Nazaret, sin tratar de relatar todo lo acontecido en el ínterin.
Sin embargo, el relato de Mateo nos proporciona más detalles. Muestra que los astrólogos fueron enviados a Belén por Herodes, y puesto que el relato no dice nada acerca de un cambio en las direcciones debemos de asumir que allí es donde fueron, siendo necesaria la reaparición de la “estrella” para guiarlos, no tanto a Belén, sino a la casa particular donde el niño estaba. Después de eso el relato dice de la huída a Egipto para escapar del infanticidio en masa por Herodes. Note que esta matanza asesina de niños de dos años de edad para abajo fué limitada a ‘Belén y a todos sus distritos’. (Mat. 2:1-16, NM) Los distritos de Belén serían áreas cercanas, ni siquiera alcanzando a Jerusalén, y ¡seguramente no serían lugares cerca de Nazaret en la distante Galilea! Si el niño hubiera estado en Nazaret no hubiera estado en ningún peligro extremo. Pero la matanza hirió la región en donde el niño residía, haciendo necesaria la amonestación angelical y la subsecuente huída a Egipto.
Luego Mateo dice de la muerte de Herodes, que abre el camino para el regreso seguro de Jesús y sus padres a Israel. Al parecer José iba a regresar a Judea para vivir en Belén, de donde había huido en primer lugar. Pero el hijo de Herodes gobernaba allí y José temió por la seguridad del niño. Por medio de un sueño recibió amonestación divina de no regresar a Judea; en cambio habría de ir al territorio de Galilea. A fin de cumplir profecía adicional, la familia se estableció en Nazaret. (Mat. 2:19-23) Todo esto claramente denota que José estaba regresando al lugar de donde había huído, Judea, y más particularmente a Belén, pero que mediante intervención divina se efectuó un cambio en los planes, para la seguridad del niño y para el cumplimiento de profecía. De modo que fueron a Nazaret en lugar de ir a Belén, y estamos de vuelta en el punto de la narración de Lucas registrado en la parte final de Lucas 2:39.
Por eso creemos qué La Atalaya del 15 de abril de 1952 formuló correctamente el asunto en su respuesta publicada sobre esta pregunta, en la página 255.