La persecución—distintivo del cristiano verdadero
¿Tiene usted esta marca de distinción?
UN DISTINTIVO se lleva principalmente para darle a saber a la gente lo que uno representa, o a qué grupo pertenece, sea religioso, político o social. El valor de tal distintivo disminuye al llevarlo personas no autorizadas o indignas. Por eso, sea una pequeña cruz, estrella, media luna, o escarabajo, de metal, tal distintivo frecuentemente no es identificación verdadera. Su portador pudo haberlo recogido en la calle, o quizás ya no tenga ningún interés genuino en lo que representa ni identificación con lo que representa.
¡Cuán diferente el distintivo que marca al cristiano verdadero! Hay varias marcas mediante las cuales se puede identificar al genuino seguidor de Cristo, pero ésta es una que fácilmente observan todos. De hecho, su ausencia coloca en grave duda la afirmación de ser tal seguidor. El apóstol Pablo enfoca la atención en ella cuando escribe: “De hecho, todos los que desean vivir con devoción piadosa en asociación con Cristo Jesús también serán perseguidos.” (2 Tim. 3:12) El Señor Jesús ya había dictado la regla: “El esclavo no es mayor que su amo. Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán.” (Juan 15:20) La persecución identifica verdaderamente al cristiano.
En esto no solo cualquier clase de persecución llenará el requisito. La persecución por lo correcto o por la justicia en lo abstracto, o por el derecho y opinión personales en los campos de la religión, la política y el mejoramiento social no está envuelta aquí. Tiene que ser persecución por causa de la justicia, y, puesto que es la justicia de Dios, esta clase de sufrimiento viene sobre una persona simplemente porque insiste en hacer la voluntad de Dios. Millones de personas han sufrido por sus propias ideas personales, tengan razón o no, pero no obstante no han sido identificadas mediante ello como cristianos verdaderos.
No es cualquier persona quien puede llevar este distintivo. Los indignos rápidamente quedan descubiertos y puestos de manifiesto. Los que sufren debido a sus esfuerzos fervorosos por “vivir con devoción piadosa en asociación con Cristo Jesús” reaccionan a sus sufrimientos de una manera que no puede ser duplicada por los hipócritas. Como sucedió con su Precursor, así sucede con ellos: “Cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que siguió encomendándose al que juzga con justicia.” (1 Ped. 2:23) Por otra parte, los cristianos espurios se harán amargados, se autojustificarán y se harán combativos.
LA IDENTIFICACIÓN PREDICHA
Amonestando a sus seguidores de los sufrimientos que podrían esperar después de dejarlos, Jesús declaró: “Pero antes de todas estas cosas les echarán mano a ustedes y los perseguirán, entregándolos a las sinagogas y prisiones, siendo llevados ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre.” (Luc. 21:12) El registro en los Hechos de los Apóstoles muestra que a aquellos cristianos primitivos ciertamente les sobrevino esa clase de persecución. ¿Por qué? Porque estuvieron ocupados haciendo la voluntad de Dios, proclamando denodadamente el mensaje del Reino a todos. No siguieron el derrotero pasivo de solo pertenecer a algún grupo religioso respetable y asistir a los servicios una vez a la semana si les era conveniente. Si hubieran hecho eso habrían evitado la persecución. No adoptaron la posición de que le estaban pagando a algún clérigo para que hiciera la predicación. Sabían bien que ante Dios tenían una responsabilidad personal de ser testigos de las cosas que habían visto y oído acerca del Cristo.
Hoy en día los cristianos fieles también están viviendo en un mundo anticristiano y están sufriendo persecuciones semejantes. La forma más común y esparcida de sufrimiento que se pide a los cristianos que aguanten hoy en día es la actitud que adoptan muchísimas personas a quienes les hacen visitas amigables. Gente que en otras circunstancias es cortés se hace intolerante e insultante. Desaire tras desaire se experimenta, además de lo que Jesús mismo sufrió, a saber, el “habla contraria de pecadores en contra de sus propios intereses.” (Heb. 12:3) Esta clase de sufrimiento, ideada como lo es para acabar con la paciencia y el ánimo, no tiene éxito en desalentar a los ministros leales de Dios, porque ellos obedecen el mandamiento inspirado de “sigan consolándose los unos a los otros y edificándose los unos a los otros.”—1 Tes. 5:11.
En vez de retirarse a la inactividad para no llegar a ser blanco del enemigo, han avanzado denodadamente con su trabajo en todos los países, sí, aun en la Alemania de Hitler y ahora en la Rusia sin Dios, aunque se han visto obligados a funcionar clandestinamente. Han aguantado confiscaciones, amenazas, arrestos, golpizas sádicas y tormentos, y han arrostrado el peligro de la muerte, ‘regocijándose porque se les había considerado dignos de sufrir deshonra a favor del nombre de Cristo.’ (Hech. 5:41) Obtienen gran consuelo de la seguridad de Jesús: “Resultará para ustedes en testimonio.” (Luc. 21:13) ¿No es ése el principal propósito de su vida, dar testimonio al nombre de Dios y al reino de su Cristo? Las persecuciones, las citas para comparecer ante los tribunales y las encarcelaciones solo ensanchan las oportunidades de dar testimonio de la verdad. Funcionarios de tribunales, carceleros, jueces y gobernantes, todos han escuchado el mensaje del Reino en circunstancias que han servido para grabarlo en su mente, sea que lo acepten o no.
Los que meramente afirman ser cristianos se retraen de tales experiencias porque carecen de ánimo, y el ánimo, a su vez, falta porque no han participado de un estudio cabal de la Palabra de Dios para estar “siempre listos para hacer una defensa ante todo el que les exija razón de la esperanza que hay en ustedes.” (1 Ped. 3:15) El genuino seguidor de Cristo hace de tal estudio progresivo una parte de su vida para que cuando llegue el tiempo de suministrar prueba de su fe bajo persecución esté preparado para esa contingencia. Por eso Jesús pudo decir: “Por lo tanto resuélvanlo en sus corazones que no ensayarán de antemano cómo hacer su defensa, porque yo les daré boca y sabiduría, que todos sus opositores juntos no podrán resistir ni disputar.” (Luc. 21:14, 15) Una fe bien fundada que se basa en conocimiento exacto de la Biblia equipa a cualquiera a presentar y mantener la verdad ante todos los que inquieran, aun en medio de las circunstancias más adversas.
Durante los siglos primitivos del cristianismo muchas familias se dividieron debido a la aceptación de Cristo y su mensaje. Durante períodos de intensa persecución podemos estar seguros que los sentimientos de patriotismo, fanatismo religioso pagano o temor abyecto por su propia seguridad impulsó a algunos a entregar a miembros de su propia familia a los rigores de las autoridades perseguidoras. Frecuentemente esto resultaba en una muerte cruel en la arena. Jesús había advertido esto, diciendo: “Además, serán entregados hasta por padres y hermanos y parientes y amigos, y a algunos de ustedes los harán morir.” (Luc. 21:16) En nuestro día, igualmente, bajo gobernaciones totalitarias ha habido casos en que los cristianos verdaderos han sido entregados en las manos de perseguidores sádicos por parientes y amigos de tiempos convenientes.
Hoy, como en los días del cristianismo primitivo, los elementos gobernantes y encumbrados de la sociedad que controlan los diversos medios para la información pública, y que así establecen las normas humanas en cuanto a qué es y qué no es aceptable o respetable, frecuentemente se ocupan de difamar a los verdaderos testigos cristianos. Cualquier pretexto se usa para desprestigiarlos ante el público. El odio contra ellos se mantiene vivo porque los elementos gobernantes se han propuesto desacreditar y acallar su denodado mensaje bíblico. (Luc. 21:17) Después de todo, ese mensaje perturba la complacencia de los que pasan por alto a Dios e insisten en que pueden resolver los problemas nacionales e internacionales e introducir una era de paz y abundancia. Si los cristianos verdaderos no fueran odiados ni perseguidos ni se hablara contra ellos, ¿cómo pudieran hallarse entre aquellos descritos por Jesús: “Felices son los que han sido perseguidos por causa de la justicia, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos. Felices son ustedes cuando los vituperen y los persigan y mentirosamente digan toda suerte de cosa inicua contra ustedes por mi causa”?—Mat. 5:10, 11.
AGUANTANDO PACIENTEMENTE
Los cristianos aguantan pacientemente y prosiguen con su ministerio de predicación a pesar de todo tipo de persecución. Y cuando sus consiervos sufren en otras partes del mundo, hablan denodadamente en su defensa, sin avergonzarse de ser identificados con ellos. Su compasión no solo es una compasión pasiva para con los perseguidos, sino una anuencia a gastarse por medio de participar celosamente en rasgos de la obra de predicación que se les niegan a los que están encarcelados. También, están muy gozosos de contribuir para sufragar los costos legales para defender a los que sufren en los tribunales. Esto está de acuerdo con el modelo fiel de los cristianos primitivos, de quienes está escrito: “Ustedes aguantaron una gran contienda bajo sufrimientos, a veces estando expuestos como en un teatro tanto a vituperios como a tribulaciones, y a veces llegando a ser partícipes con los que estaban experimentando cosa semejante. Porque ustedes se condolieron de los que estaban en prisión y también aceptaron gozosamente el despojo de sus bienes.”—Heb. 10:32-34.
Los cristianos genuinos aguantan bajo la persecución porque tienen muchas garantías de la palabra de Dios, como la que se encuentra en Lucas 21:18, 19: “Y con todo no perecerá ni un cabello de sus cabezas. Mediante la perseverancia de parte suya adquirirán sus almas.” No esperan alguna liberación milagrosa de maltrato o aun de la muerte. Confían en que el poder de Jehová los puede resucitar de la muerte a un magnífico galardón en armonía con la promesa de Jesús: “El que halla su alma [vida] la perderá, y el que pierde su alma por causa de mí la hallará.”—Mat. 10:39.
Los compañeros testigos de Jesús están determinados a que ninguna cantidad de persecución los separará de la congregación de los que aman y obedecen a Dios. Aunque nunca cortejan la persecución, como lo hacen algunos fanáticos, saben por la Palabra de Dios que ésta vendrá sobre ellos, y cuando viene están dispuestos a recibirla sin vacilación. Para ellos la persecución por la razón correcta, por causa de la justicia, es un distintivo de honor y una causa de gozo.
Que su amor fraternal continúe. No olviden la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. Recuerden a los que están en cadenas de prisión como si estuviesen ustedes encadenados con ellos, y a los que son maltratados, puesto que ustedes mismos también están todavía en un cuerpo. Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes, los cuales les han hablado la palabra de Dios, y al contemplar detenidamente en lo que resulta la conducta de ellos, imiten su fe.—Heb. 13:1-3, 7.