¡Venza sus temores!
ESTA es una época que asusta. El terror y la calamidad gobiernan con despotismo. El temor parece tan común como el mal y el dolor, tan inevitable como la pena y la muerte. Desde la niñez hasta la tumba las negras sombras del temor y la zozobra, en una u otra forma grotesca, persiguen a los habitantes de la tierra. Algunos temen las tinieblas y todos sus males reales o imaginarios. El Oriente teme al Occidente, el Occidente al Oriente. El rico teme un fracaso económico y la pobreza. El pobre teme la falta de empleo y el hambre. Y así sigue sucesivamente.
Los problemas de vivir de un día al otro, también los recuerdos y experiencias del pasado, producen temor del futuro. Los destituídos, los huérfanos y viudas de la Europa bombardeada y cicatrizada por la guerra son testimonio viviente de un pasado reinado de temor. El recuerdo de Hítler y Mussolini está vívida e imborrablemente grabado en la mente de millones, los horrores y el hedor de los campos de concentración están marcados en su carne e impregnados en su nariz. ¿Es de extrañar que personas amadoras de la libertad teman que el totalitarismo las alcance?
Tales nombres como White Sands, N. México, Isla Bikini, Hiroshima y Nagasaki han producido nuevos temores para plagar la mente de los hombres. Considere el futuro, los planes y preparaciones para aun mayores sacrificios al dios de la matanza. ¡Qué horrible escena, guerra atómica total! Con razón los políticos y estadistas tiemblan y están horrorizados con temor. Los líderes militares temen; los financieros temen; los sacerdotes y ministros de la religión organizada temen. ¡Escuche sus amonestaciones, sus clamores de terror, sus lamentaciones y aullidos por lo que ven venir! Es precisamente como la Escritura dice que sería: ‘Hombres desmayándose debido al temor y la expectativa de las cosas que ven venir sobre los habitantes de la tierra.’—Luc. 21:26, NM.
El temor ha esculpido crueles arrugas en el rostro de los hombres, ha encanecido muchas cabezas, hecho otras blancas, ha causado mucha calvicie prematura. El temor hace que las rodillas flaqueen, que las manos tiemblen, que el paso confiado disminuya y vacile. El temor produce fatiga mental, miseria, dolor y pena. El temor a menudo mata. Por lo tanto no es natural que los hombres vivan en constante temor. Por naturaleza el hombre no fué hecho para ser encadenado al temor. No fué creado para vivir en una caja de presión de propaganda, para que sus nervios sean constantemente bombardeados en una guerra fría. Tampoco fué creado para ser despedazado en una guerra caliente de bombas atómicas y matanza. Personas inteligentes, pensadoras, desean vivir, no morir. Más que eso, desean vivir en paz, mental y físicamente, muy lejos de refugios contra bombas, depósitos de pertrechos, nidos de ametralladoras y cercas de alambre de púas. Y por eso es sólo natural que el hombre pelee reciamente para vencer las causas de sus temores.
Las dos últimas guerras globales se pelearon presumiblemente para remediar el motivo básico de los temores. Pero ¡ay! en vez de vencer estos temores las grandes guerras produjeron nuevos. Asimismo, todas las conferencias, pactos, tratados y alianzas de paz desde 1945 han fracasado en su esfuerzo por establecer verdadera libertad de temor. A pesar de los dramáticos esfuerzos de las Naciones Unidas para borrar el temor y hacer del mundo una familia agradable, el mundo está más enfermo de nervios que nunca antes.
La ciencia también ha tratado de vencer el temor. Pero ¡qué fracaso infeliz ha sido! El crédito por los modernos tanques, naves de guerra, proyectiles guiados, lanzallamas, bombas atómicas y armas biológicas es para la ciencia. Alrededor del cuello de la ciencia penden los laureles por reducir a Londres, Berlín, Hamburgo y cientos de otras ciudades a escombros de ruinas. A la ciencia va la gloria por las ciudades desentrañadas, los soldados lisiados, las mujeres y niños torturados, la muerte de millones. Ciertamente le tomará a la ciencia mucho tiempo para salvar tantas vidas como las que ha destruído y quizás destruya todavía en esta generación presente. La ciencia de ningún modo es la vencedora, sino más bien la creadora, del temor. ¡Cuán cierto el dicho, los líderes científicos, sociales, políticos, comerciales, militares y religiosos de este mundo prometen a la gente libertad del temor, cuando ellos mismos son esclavos de corrupción y temor!—2 Ped. 2:19, NM.
Ahora bien, ¿no hay remedio? ¿No hay escapatoria de estas condiciones destructivas y terribles? Verdaderamente la hay, pero no en los planes de los hombres. El gran Maestro, Cristo Jesús, extiende la invitación: “Vengan a mí, todos ustedes que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré.” (Mat. 11:28, NM) Todos los que sinceramente acepten esta extensión de misericordia tendrán gran paz mental. “Guardarás en perfecta paz al pensamiento que se apoya en ti, por lo mismo que en ti confía.” (Isa. 26:3, margen) Tales reciben el cántico y con regocijo cantan: “Dios es nuestro refugio y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por tanto no temeremos.” “He aquí que Dios es mi salvación; confiaré y no tendré temor; porque mi fortaleza y mi canción es Yah Jehová; el cual también se ha hecho mi salvación.”—Sal. 46:1, 2; Isa. 12:2.
Si usted coloca plena fe y confianza en Jehová Dios, y rehusa confiar en líderes de hombres semejantes a príncipes o en sus carros blindados bélicos, usted no se preocupará por las condiciones mundiales o por la amenaza de otra guerra global. Estos son dichos fieles: “El temor del hombre trae un lazo; mas el que confía en Jehová será puesto en alto.” “En Dios he confiado; ¡no temeré! ¿Qué puede hacerme el hombre? (Sal. 146:3; Isa. 31:1; Pro. 29:25; Sal. 56:11) Ejerciendo fe en Jehová y exhibiendo amor por su reino, usted puede vencer todos los temores mundanos. “Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” “No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor ejerce una restricción. Verdaderamente, el que está bajo temor no ha sido hecho perfecto en el amor.”—1 Juan 5:4; 4:18, NM.
Aquí está otro secreto para vencer con buen éxito la preocupación: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría.” (Sal. 111:10) Si usted teme a este Altísimo y Excelso estudiará su preciada Palabra la Biblia y obedecerá sus mandamientos rectos. “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” (Juan 8:32, NM) A su vez, esto no sólo le proporcionará paz mental ahora, sino que lo conducirá hacia el nuevo sistema de cosas que muy pronto reemplazará al presente, donde libertad ilimitada de toda suerte de temor será suya para siempre jamás.
¡Piénselo bien! No más lamento, no más lloro, no más muerte. Ningún temor de guerras frías ni calientes. Ningún temor de inflaciones o depresiones. Un hermoso paraíso lleno de paz, bondad, amor y gozo. ¡Un nuevo mundo sobre el cual Jehová Dios reinará como supremo! El cifrar la esperanza en tales cosas quita todo temor del desplome y destrucción del presente sistema satánico.