Un médico afectuoso registra el Evangelio
UNA gran narración bien relatada. Esto es particularmente verdad respecto al relato de las buenas nuevas por el médico afectuoso. Sí, el registro más amplio de la vida de Jesús es el que escribió “Lucas el médico amado,” como el apóstol Pablo lo llama afectuosamente. Y según tales autoridades como la Cyclopoedia de McClintock & Strong, de los cuatro Evangelios, el de Lucas es el más erudito en cuanto a estilo de redacción.—Col. 4:14.
De su Evangelio está claro que Lucas era a la vez bien educado y médico muy afectuoso. Aunque su nombre no aparece en él, todo el testimonio primitivo cristiano es inequívoco en cuanto a quién lo escribió. Además, su estilo de escritura identifica el Evangelio entero como siendo de Lucas.
Jesús había asegurado a sus apóstoles que el espíritu santo les guiaría a toda verdad, y sin duda esta promesa aplicaba también a los asociados de los apóstoles a quienes Dios consideró conveniente inspirar para que tuvieran participación en escribir las Escrituras Cristianas Griegas, tales como Marcos, Lucas, Santiago y Judas. Esto, sin embargo, no significaba que estos escritores fueran meros autómatas. Más bien, parece que se les dio alguna libertad en cuanto a lo que deberían escribir así como en cuanto al estilo de su redacción; dirigiéndoles el espíritu santo de Dios para que lo que ellos escribieran fuese verdaderamente la verdad.—Juan 16:13.
Es muy probable que Lucas haya sido judío helenizado. Argumentos de que él no era judío descansan principalmente en la suposición de que Pablo tuvo la intención de indicar que Lucas no era circuncidado al alistarle después de mencionar a “los circuncidados.” Pero éste es un hilo muy tenue, especialmente en vista del hecho de que solo a los judíos ‘fueron confiadas las declaraciones sagradas de Dios.’ Si Lucas no fuese judío sería singular entre los escritores de la Biblia.—Col. 4:11, 14; Rom. 3:2.
EL MÉDICO ERUDITO
Registros primitivos nos dicen que Lucas fue un bien educado nativo de Antioquía en Siria, una gran ciudad en el día de él, y de su libro de Hechos se desprende que él la conocía bien. Su introducción clásica, su excelente selección de lenguaje y su extenso vocabulario, mayor que el de los otros tres Evangelios combinados, son lo que deberíamos esperar de semejante médico.
Lucas emplea más de trescientos vocablos médicos, o palabras a las que él atribuye significado médico, que o no se usan de manera alguna o no se usan en sentido médico por ningún otro escritor de las Escrituras Cristianas Griegas. Así, en Lucas 5:12 leemos: “¡Mire! ¡un hombre lleno de lepra!” Los otros escritores que relataron este caso usaron para lepra la misma palabra que Lucas usa al hablar de los diez leprosos en Lucas 17:12. Para los otros la lepra era sencillamente lepra, pero no para Lucas; éste sufría de un período especial, o más grave, o más avanzado, de lepra. Así también es singular de Lucas la palabra griega que se usa para describir al mendigo Lázaro y que se traduce “lleno de úlceras.” Solamente Lucas nos dice que la suegra de Pedro tenía una “fiebre alta.”—Luc. 16:20; 4:38.
Puesto que Lucas no fue testigo ocular de las cosas que registró, ¿de qué fuentes sacó él información? Él mismo nos dice que había “investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud.” Es muy probable que él haya estado familiarizado con el Evangelio de Mateo, pues éste fue escrito años antes de que Lucas escribiera el suyo. Por medio del apóstol Pablo él quizás haya tenido también el beneficio de los apuntes de Marcos, quien, a su vez, había recibido mucha información directamente del apóstol Pedro. Es muy probable también que Lucas haya obtenido información personalmente de María, madre de Jesús, así como de apuntes hechos por Santiago, hermano de Juan—hipótesis no sin importancia en vista del contenido de su Evangelio. Y en vista de la manera en que concluye su libro de Hechos es razonable fechar su Evangelio entre 56 y 58 d. de J.C.—Luc. 1:1-3.
Lucas, aunque estaba menos inclinado a designar a individuos por sus nombres propios que lo que estaban los escritores de algunos de los otros Evangelios, fue, no obstante, escrupulosamente exacto. Teniendo en cuenta a aquellos para quienes escribía, él se aseguraba de vincular con su escrito acontecimientos de la historia seglar. Así él nos dice que cuando Juan comenzó su ministerio era “el año decimoquinto del reinado de Tiberio César, cuando Poncio Pilato era gobernador de Judea, y Herodes era gobernante de distrito de Galilea, pero Felipe su hermano era gobernante de distrito de la región de Iturea y de Traconite, y Lisanias era gobernante de distrito de Abilina.” ¿Qué podría ser más explícito? —Luc. 3:1, 2; 1:5; 2:1.
¿Para quiénes escribió Lucas? No primariamente para los judíos, como lo hizo Mateo, ni primariamente para los romanos, como lo hizo Marcos, sino para los “hombres de buena voluntad” de entre todas las naciones. Apropiadamente él traza la genealogía de Jesús hasta “Adán, el hijo de Dios.” Él muestra que Cristo es el medio de “quitar el velo de las naciones,” y cuenta que “toda la humanidad verá el medio de salvar de Dios.”—Luc. 2:14; 3:38; 2:29-32; 3:6.
“BUENAS NUEVAS A LOS POBRES”
Al escribir su Evangelio Lucas dedicó un tercio de éste a narración y dos tercios a la palabra hablada. Él registra once parábolas o ilustraciones y seis milagros que los otros tres no mencionan. En conjunto, el 59 por ciento de su Evangelio, o unos 540 versículos, es singular de él.
Lucas parece fijar el tema de su libro al relatar que Jesús vino a su propio pueblo de Nazaret en un día de sábado, entró en la sinagoga y leyó y aplicó a sí mismo la profecía: “El espíritu de Jehová está sobre mí, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres,” y así sucesivamente.—Luc. 4:17-21.
Lucas parece haber señalado con especialidad a los pobres, los oprimidos, los aplastados, las víctimas de prejuicio. El hecho de ser médico lo llevaría en particular a dar reconocimiento debido a las mujeres y los niños. Así, hallamos que solamente Lucas relata acerca de la infecundidad de Elisabet, su concepción y el nacimiento de Juan de ella, y del aparecimiento del ángel Gabriel a María, su contestación acerca de no haber tenido relación con ningún hombre y su cántico de alabanza. Solo a un médico se le ocurriría escribir que el bebé de Elisabet saltó en su vientre cuando María le habló. Únicamente Lucas nos cuenta acerca de la circuncisión de Jesús, del ser presentado él en el templo y de la profetisa anciana Ana dando testimonio de que Jesús era la esperanza de Israel. Lo que sabemos acerca de la niñez de tanto Juan el Bautista como de Jesús se lo debemos a Lucas.—Lucas Capítulos 1 y 2.
En página tras página vemos evidencias del entendimiento y conmiseración del médico para con el sexo más débil. Solamente Lucas nos cuenta del pesar de la viuda de Naín al perder su hijo único y de la resurrección de él por Jesús, y de la mujer pecaminosa que ungió los pies de Jesús, para fastidio de su huésped fariseo. Solo Lucas relata de mujeres que acompañaban a Jesús y le ministraban y del excelente consejo que Jesús dio a todas las mujeres que estén propensas a descuidar sus intereses espirituales al cuidar de las necesidades físicas de los varones como lo hizo Marta en contraste con María. De nuevo es Lucas quien menciona el incidente de una mujer que en una ocasión exclamó: “¡Feliz el vientre que te cargó y los pechos que mamaste!” así como el incidente de la sinagoga en que Jesús sanó a una mujer que estaba lisiada durante dieciocho años. Así leemos también que Jesús, cuando iba camino a Calvario, fue seguido por “una multitud grande de la gente y de mujeres que seguían golpeándose de pesar y plañendo por él.” Y fue a las mujeres que Jesús se dirigió, diciendo: “Hijas de Jerusalén, dejen de llorar por mí.”—Luc. 11:27, 28; 23:27, 28.
Como médico afectuoso Lucas muestra su compasión o conmiseración comprensiva a través de su Evangelio. Entre otros oprimidos—la suerte de las mujeres en el día de Jesús era una de opresión—se hallaban los samaritanos, los recaudadores de impuestos y los que se habían extraviado moralmente. Mateo había sido un despreciado recaudador de impuestos, pero uno nunca lo aprendería por el registro de Lucas. Al relatar acerca de la fiesta de Mateo como recaudador de impuestos Lucas le da su otro nombre, Leví, ¡atribuyendo a Leví arrepentimiento y generosidad y no obstante eximiendo a Mateo! Solamente Lucas registró la ilustración de Jesús acerca de los dos hombres que subieron al templo para orar, el fariseo y el recaudador de impuestos, y que no el fariseo pagado de su propia rectitud sino el contrito recaudador de impuestos fue oído por Dios. El incidente conmovedor del pequeño Zaqueo, un recaudador de impuestos jefe que se subió a un árbol para ver a Jesús y a quien Jesús dijo que cenaría en su casa, es de igual modo singular de Lucas.
Reconociendo el mérito de los samaritanos, solo Lucas escribió la ilustración de Jesús sobre el buen samaritano que amparó al hombre a quien habían golpeado y robado, así como el que Jesús curó a diez leprosos, de los cuales solamente el samaritano volvió para dar las gracias a Dios por su curación. De valor parecido es la parábola de Jesús acerca del hombre rico y Lázaro por medio de la cual Jesús ilustró el contraste entre el clero de su día y los que tenían hambre y sed de justicia. Y por lo que bien ha sido llamado la “más grande novela corta que se ha escrito,” la ilustración del hijo pródigo, también estamos endeudados a Lucas—otro hermoso despliegue de compasión.
En este respecto se ha observado que el Evangelio de Lucas muestra muchos contrastes notorios, revelando a la vez una mente perspicaz y un corazón afectuoso. Entre los tales están Simón el fariseo y la mujer pecadora; María y Marta; el un solo leproso agradecido y los nueve ingratos; el buen samaritano y el sacerdote y el levita; el hombre rico y el mendigo Lázaro; el fariseo y el recaudador de impuestos orando en el templo; el hijo pródigo y su hermano mayor; el malhechor que pidió a Jesús que se acordara de él y aquel que se burló de Jesús.
OTROS RASGOS SINGULARES
Entre otras características únicas del Evangelio de Lucas tiene que mencionarse que él nos dio un relato lleno y bien equilibrado. Mateo recalcó la predicación por Jesús; Marcos, las actividades de Jesús; Juan, los discursos íntimos de Jesús; pero Lucas se esforzó por lograr un registro verdaderamente representativo, lo cual es sin duda la razón por la cual es el más largo de los cuatro. Así, hallamos que él registra solo uno de los milagros de Jesús de alimentar a las multitudes, solo parte del Sermón del Monte y solo parte de la denunciación de los escribas y fariseos por Jesús.
Esto le dejó espacio para contarnos, además de todas las cosas susodichas, acerca de la primera redada de peces que los discípulos pescaron a instancia de Jesús, después de lo cual dejaron todo para seguir a Jesús; las ilustraciones del mayordomo injusto, de las minas y la que enseñaba el punto de que cuanto mayor el perdón tanto más grande el amor; también el envío de los setenta evangelistas; la referencia al pacto del Reino; los ministerios posteriores de Jesús en Judea y Perea; la profecía de Jesús de que Jerusalén sería rodeada por estacas puntiagudas y el relato acerca de los dos discípulos que iban camino a Emaús con quienes Jesús se encontró la mañana de su resurrección.
De acuerdo con su tema de consuelo para los oprimidos hallamos que Lucas, por una parte, hace menos referencias a males y enfermedades que las que hacen Mateo y Marcos, y, por otra parte, él menciona curaciones y remedios mucho más a menudo que estos dos. Típico es el hecho de que él es el único que relata que Jesús sanó la oreja del esclavo del sumo sacerdote, la cual Pedro había cortado, aunque los otros tres cuentan que Pedro le cortó la oreja y que Jesús le reprendió. De igual manera Lucas hace muchas más referencias a gozo y alegría que la que hacen Mateo y Marcos.
Hay todavía otra característica distintiva del Evangelio de Lucas que merece mención y ésa es el énfasis en el tema de la oración. Lucas cuenta que la multitud oraba mientras Zacarías estaba en el templo, que Juan el Bautista fue dado en contestación a oraciones por un hijo y que la profetisa Ana oraba día y noche. Solamente él nos cuenta que Jesús oró al tiempo de su bautismo, que Jesús pasó toda la noche en oración antes de escoger a los doce y que él oraba mientras era transfigurado. Singular del registro de Lucas también es la admonición de Jesús de perseverar en la oración como perseveró cierta viuda que había sido agraviada. Solamente Lucas nos dice de la petición de los discípulos de que Jesús les enseñara a orar, que Dios envió un ángel para fortalecer a Jesús en contestación a sus oraciones mientras estuvo en Getsemaní, la petición del malhechor que estaba a su lado (la cual tenía la naturaleza de una oración), y la oración de clausura por Jesús: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.”—Luc. 23:46.
Posiblemente se han preguntado muchos por qué Dios hizo que se escribiera cuatro registros de Evangelio. Pero de lo anterior podemos ver cuán individualista es el Evangelio de Lucas. Como resultado se fortalece nuestra fe en que éstos son verdaderamente registros separados y distintos acerca de la vida de Jesucristo.
Si cualquier cristiano dedicado pensara a veces que su personalidad está siendo sofocada porque se requiere de él que obedezca instrucciones y haga lo que otros están haciendo, que reflexione en el hecho de que Lucas tuvo la misma asignación que Mateo, Marcos y Juan, y sin embargo, dentro de la esfera de los hechos de la vida de Jesús ¡qué relato distintivo nos dio! Él no tuvo la necesidad de apartarse de la vida de Jesús ni de inventar cosas para hacerlo tan distintivo.
El tema que escogió Lucas, el énfasis que puso en la misericordia, la compasión, el interés común o conmiseración comprensiva, nos enseña enérgicamente lo necesario que es que imitemos a nuestro Amo por medio de manifestar estas mismas cualidades. Si Jesús, el Hijo de Dios perfecto y obrador de maravillas, pudo manifestar tal interés amoroso, ciertamente que nosotros estamos obligados aun más a hacerlo, puesto que nosotros mismos fallamos y tenemos necesidad de misericordia y compasión. Verdaderamente, ‘la Palabra de Dios es una lámpara para nuestros pies, y una luz para nuestra calzada.’—Sal. 119:105.