Los hijos de Dios imitan lo que es bueno
“No seas imitador de lo que es malo, sino de lo que es bueno. El que hace el bien se origina de Dios.”—3 Juan 11.
1. ¿En qué cosa en particular se interesan los viejos y los jóvenes, y por qué?
¿QUÉ niño hay a quien no le encante tomar una semilla de cualquier clase, y ponerla en un tarro, y ver el comienzo de una nueva vida? Cada día el niño atisba, observando atentamente las señales de crecimiento. Los adultos también se interesan vivamente en aprender cuanto pueden acerca de cómo comienza una nueva vida. El germen o célula inicial es microscópico; no obstante, contiene un código o patrón complejo que gobierna su desarrollo futuro. Como dice la Biblia de cada forma de vida, produce “según su género.” (Gén. 1:11, 12, 21, 24) La tremenda cantidad de energía almacenada en esa célula diminuta, con su potencialidad de ser renovada interminablemente, también despierta admiración. Aunque se ha descubierto mucho que da evidencia de propósito y diseño, la vida todavía es un misterio. Con razón nos encanta ver cuidadosamente el comienzo de una nueva vida, sea humana, o animal, o de las plantas. Si proviene de buena cepa, seguirá el mismo patrón, e imitará lo que es bueno.
2. ¿Mostraron interés parecido los ángeles? ¿Cómo se indica esto?
2 La Biblia revela una actitud parecida de parte de los ángeles. Podemos imaginarnos su intenso interés en lo que Jehová, el Creador, estaba haciendo que se efectuara en nuestro planeta diminuto, microscópico en comparación con el universo, cuando estaba siendo preparado para sustentar la vida en variedad y belleza interminables. Se registra que, en aquel tiempo, ellos “gozosamente clamaron a una, y todos los hijos de Dios empezaron a gritar en aplauso.” ¡Y qué emoción cuando vieron la culminación de todo ello, la creación del hombre, “a la imagen de Dios”!—Job 38:7; Gén. 1:27.
3. ¿Se interesó también el “obrero maestro” de Dios? ¿Tiene todavía ese interés?
3 Aquella obra de creación fue llevada a cabo por medio del “obrero maestro,” Jesús, en su existencia prehumana, y él, también, halló que era de interés absorbente. La Palabra de Dios dice que él dijo entonces: ‘Yo estaba alegre por el terreno productivo de su tierra, y las cosas que eran el objeto de mi cariño estaban con los hijos de los hombres.’ Él jamás ha perdido ese interés en la familia humana. Igual sucede con los ángeles. Hablando del propósito de Dios, que gira en torno de Cristo y los seguidores de sus pasos, Pedro dice que “en estas mismas cosas los ángeles desean mirar con cuidado.”—Pro. 8:30, 31; Heb. 13:8; 1 Ped. 1:12; vea también Colosenses 1:15, 16.
EL APÓSTOL JUAN
4. (a) ¿Cómo expresó Juan su interés en la “palabra de vida”? (b) ¿Por qué deberíamos sentirnos atraídos a Juan?
4 ¿Mostró el apóstol Juan estar igualmente interesado? Escuche las palabras de apertura de su primera carta: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado atentamente y nuestras manos palparon, respecto a la palabra de vida . . . lo que hemos visto y oído se lo estamos informando también a ustedes, para que ustedes también estén teniendo participación con nosotros. Además, esta participación nuestra es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.” No hay duda de su interés, ¿verdad? ¡Y qué bondadosa invitación! Él quiere que usted, que nosotros, participemos con él. Desea que nos sintamos atraídos a él, porque tiene cosas que valen la pena que quiere decirnos, cosas que han entusiasmado su corazón, y entusiasmarán el nuestro, y nos ayudarán a enderezar las cosas. Como dice: “Les estamos escribiendo estas cosas para que nuestro gozo sea en medida plena.” Ciertamente será una ayuda ver estas cosas buenas a través de sus ojos, para que aprendamos a evaluar apropiadamente, e imitar, lo que es bueno.—1 Juan 1:1-4.
5. ¿De qué manera esperamos que nos ayude la primera carta de Juan?
5 ¿Nos ayudará la carta de Juan a obtener un aprecio más profundo de nuestra relación con Jehová? ¿Nos ayudará a mantener esa relación a pesar de presiones adversas y tentaciones sutiles? Pues, su introducción, que se acaba de citar, indica exactamente eso. Pero, primero, permítasenos presentar al escritor mismo. Esto nos ayudará a obtener un mejor entendimiento de lo que escribió, y por qué lo escribió.
6. (a) Como lo indica su estilo de escritura, ¿qué clase de hombre era Juan? (b) ¿Cuál fue la relación de Juan con Jesús, y qué sobrenombre recibió Juan, y por qué?
6 ¿Qué clase de hombre era Juan? A menudo se le llama el apóstol del amor, y correctamente, porque el tema del amor está difundido en sus escritos. ¿Significa esto, como a veces se dice, que tenía una disposición apacible, serena, de modo que jamás decía una palabra dura? Si usted tiene esa idea, le espera una sorpresa. Juan pensaba de acuerdo con su corazón, así como de acuerdo con su mente. Sustentaba puntos de vista fuertes, acompañados de sentimientos fuertes, y no tenía temor de expresarse. Hablaba sin ambages, sin suavizar el habla. Para impartir la fuerza de su argumento, y remachar el punto, a menudo usaba un contraste fuerte. La pregunta es: ¿Está usted preparado para aceptarlo y arrostrarlo? Escribió sus tres cartas alrededor de 98 E.C., cuando estaba bien entrado en años, y podía escribir con autoridad como cristiano maduro. Como antecedentes, había gozado de asociación sumamente estrecha con Jesús durante todo el ministerio de Jesús. Juan llegó a estar más cerca de Jesús que cualquier otra persona. (Mar. 1:19, 20; 5:37; Juan 13:23; 19:26, 27; 21:20) Juan estaba lejos de ser apacible por disposición natural. En una ocasión, cuando los samaritanos rehusaron hospedar a Jesús, entonces Juan y su hermano Santiago le preguntaron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los aniquile?” No fue sin motivo que Jesús les dio a aquellos dos hermanos el sobrenombre “Boanerges, que significa Hijos del Trueno.” No hay contradicción en esto. El amor verdadero, además de ser bondadoso y tener gran paciencia, se caracteriza por lealtad. Juan fue intensamente leal. Escribió sus cartas cuando, como se predijo, había muchos que estaban resultando desleales.—Luc. 9:54; Mar. 3:17; Mat. 13:25; Hech. 20:29, 30; 1 Juan 2:18.
DIOS ES LUZ
7. (a) ¿Cuál fue el mensaje que oyó Juan, y de qué fuente? (b) ¿Cómo relacionó Jesús la luz y la oscuridad con la base para juicio?
7 Después de su introducción, Juan llega directamente al punto, diciendo: “Este es el mensaje que hemos oído de él . . . que Dios es luz y no hay oscuridad alguna en unión con él.” (1 Juan 1:5) ¿Cómo oyó Juan este mensaje? En su Evangelio, Juan testificó tocante a Jesús: “La luz resplandece en la oscuridad, mas la oscuridad no la ha subyugado,” y que Jesús dio a los que ejercían fe en él autoridad para que llegaran a ser hijos de Dios. Estos no nacieron de nuevo por nacimiento humano, sino que nacieron de Dios por su espíritu. (Juan 1:5, 12, 13) Entonces Juan registró cómo Jesús mismo había confirmado esto cuando habló con Nicodemo, que vino, sin ser visto, a Jesús de noche. Jesús le habló acerca de ‘nacer del espíritu,’ y que “a menos que uno nazca otra vez, no puede ver el reino de Dios.” También habló de la “base para el juicio, que la luz ha venido al mundo pero los hombres han amado la oscuridad más bien que la luz, porque sus obras eran inicuas,” y entonces contrastó al que odia y evita la luz con el que “viene a la luz, para que sus obras sean puestas de manifiesto como obradas en armonía con Dios.” Esto perturbaría a Nicodemo, porque, aunque tenía cierto amor a la verdad, su lealtad a ella quedaba eclipsada por el temor al hombre.—Juan 3:1-8, 19-21.
8. ¿Qué podemos aprender del Evangelio de Juan tocante a la luz y la oscuridad, y nuestra liberación?
8 Así aprendemos que la luz representa la verdad y la justicia, en contraste con la oscuridad, que representa el error y la falsedad, y las cosas inicuas e inmundas. También hemos aprendido más acerca de nuestra liberación de la oscuridad, y de ser trasladados al reino de Dios, y a su familia, significando esto el comienzo de una nueva vida.—Col. 1:13.
9. (a) Tocante a 1 Juan 1:5, ¿cómo aplicó Juan esto a su día? (b) ¿Con qué significado hizo referencias Juan a mentiras y mentirosos?
9 Siguiendo el principio dado en 1 Juan 1:5, Juan procede a aplicarlo como un desafío directo, diciendo: “Si hacemos la declaración: ‘Estamos teniendo participación con él,’ y sin embargo seguimos andando en la oscuridad, estamos mintiendo y no estamos practicando la verdad.” Él recalca el punto, diciendo: “El que dice: ‘Yo he llegado a conocerlo,’ y sin embargo no está observando sus mandamientos, es mentiroso [griego: pseústes], y la verdad no está en esta persona.” (1 Juan 1:6; 2:4) Estas expresiones repetidas: “Si hacemos la declaración,” y “el que dice,” como en 1 Juan 1:6, 8, 10; 2:4, 6, muestran que Juan estaba vivamente al tanto del empeoramiento de las condiciones dentro de la congregación cristiana. El enemigo no había perdido tiempo en cuanto a sembrar “mala hierba entre el trigo,” hombres que hablaban “cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí.” (Mat. 13:25; Hech. 20:30; vea también Santiago 4:1-4.) Estos decían estar en la verdad, pero sus hechos y proceder verdaderos desmentían sus afirmaciones, y demostraban que eran pseudocristianos, cristianos falsos, anticristos. Juan usa las palabras “mentira” y “mentiroso” varias veces, comenzando en Juan 8:44, y siguiendo hasta Revelación 22:15. Un mentiroso no es uno que, por error, dice una falsedad involuntariamente. Un mentiroso es aquel que a sabiendas dice una falsedad, con el intento de engañar y extraviar. Las mentiras y la verdad no se mezclan. Juan era intensamente leal a la verdad. Sabía que “ninguna mentira se origina de la verdad.”—1 Juan 2:21.
10. (a) ¿Por qué no esperamos una apostasía general entre los cristianos verdaderos? (b) ¿Por qué todavía es preciso vigilar cuidadosamente?
10 ¿Cómo nos aplican hoy estas cosas? No es difícil ver que la cristiandad se compone en gran parte de los que simplemente dicen ser cristianos. Sin embargo, los testigos de Jehová adoptan una posición enteramente separada de la cristiandad, una posición que se basa únicamente en la Palabra de Dios y en sus principios de verdad y justicia. Se nos asegura que en este tiempo de la siega, que mencionó Jesús, no volverá a haber una apostasía en gran escala. (Mat. 13:30, 43; 2 Tes. 2:3, 8) Pero no nos conviene ser indiferentes. El mismo enemigo, Satanás, el dragón, está en guerra, más airado que nunca antes. La historia del día moderno de los testigos de Jehová muestra que algunos, que forman una clase del “esclavo malo,” han intentado asumir el control de la obra de Jehová y de su pueblo. Esto se vio especialmente durante el período de la I Guerra Mundial. Sin embargo, Jehová ha limpiado su organización, y la ha hecho enteramente teocrática. El crédito le corresponde a él, no al hombre. Individualmente, todavía hay que vigilar cuidadosamente. Los registros muestran que, en nuestras congregaciones, a algunos es necesario amonestarlos, a otros ponerlos bajo prueba, y a otros se les tiene que expulsar. ¿Por qué? Porque aunque alegan estar en la verdad, no practican la verdad. Esto a menudo comienza de manera pequeña, pero, si se persiste en ello, aleja de la luz y lleva a la oscuridad afuera.—Rev. 12:17; Mat. 24:48; 25:30.
11. ¿Cómo puede mantenerse una posición aceptable ante Jehová?
11 Tenemos que estar en guardia. Ninguno de nosotros es físicamente perfecto. Juan dice: “Si hacemos la declaración: ‘No tenemos pecado,’ a nosotros mismos nos estamos extraviando y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia.” Esto se puede hacer porque “tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, . . . [que] es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, empero, no solo por los nuestros [los de nosotros que tenemos la esperanza celestial], sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 1:8-2:2) Sí, los que tienen una esperanza terrestre, la “grande muchedumbre” de todas las naciones, “han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Rev. 7:14) Más tarde Juan hace la distinción entre el hermano que peca “un pecado que no incurre en muerte,” por quien podemos orar, y el pecado deliberado, voluntarioso, “pecado que sí incurre en muerte,” por el cual no oramos. “Toda injusticia es pecado; y sin embargo hay un pecado que no incurre en muerte.” Esto muestra que Juan no era extremista, sino que estaba bien equilibrado como varón maduro, de mayor edad.—1 Juan 5:16, 17.
DIOS ES AMOR
12. (a) ¿Por qué estamos obligados a amarnos unos a otros? (b) ¿Por qué se halla en una posición peligrosa el que odia a su hermano? ¿Qué proceder debe adoptar?
12 Estrechamente enlazado con la definición de que “Dios es luz” está también el dicho de Juan de que “Dios es amor.” (1 Juan 4:8, 16) Juan aprendió por primera vez acerca de esto de la misma fuente que se mencionó previamente. Registró que Jesús le dijo a Nicodemo: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) La misma verdad se expresa en 1 Juan 4:9, 10. Como antes, Juan hace una aplicación directa de esta verdad vital, diciendo: “Amados, si Dios nos amó así a nosotros, entonces nosotros mismos estamos obligados a amarnos los unos a los otros.” Más tarde recalca el punto a modo de un contraste enérgico, diciendo: “Si alguno hace la declaración: ‘Yo amo a Dios,’ y sin embargo está odiando a su hermano, es mentiroso.” (1 Juan 4:11, 20) En otras palabras, si usted está enemistado con su hermano, aunque sea con solo uno, y deliberadamente lo evita y rehúsa hablarle, o reconocer a éste o ésta como miembro de la congregación, entonces usted está colocándose en una posición muy peligrosa. En realidad está obrando como juez, por encima de la congregación. Si Jehová acepta a ese individuo como uno de Su familia, ¿le conviene a usted tratarlo a él, o a ella, como expulsado en lo que a usted toca, endureciéndosele el rostro si acaso ese individuo pasa al alcance de su vista? ¿Le convendría a usted que Jehová lo tratara a usted de ese modo? Quizás usted diga que, en primer lugar, es su hermano quien está enemistado con usted. Bueno, por más doloroso que sea, si se reconoce, queda por decirse que usted tiene que ser el primero en disipar la enemistad. No imite lo que es malo. Si se trata de una aversión fuerte y un sentimiento malo, siga buscando oportunidades, quizás en cosas pequeñas, para mostrar su deseo de ser amigable. Si hay algún motivo de queja, que todavía no se ha zanjado, entonces el proceder que ha de seguirse está claramente detallado en Mateo 18:15-17. Juan dice: “En esto hemos venido a conocer el amor, porque ése entregó su alma por nosotros; y nosotros estamos obligados a entregar nuestras almas por nuestros hermanos.” Ese es el buen ejemplo que se debe imitar.—1 Juan 3:16.
13. ¿Trató con frialdad Jesús a alguno de sus seguidores? ¿Cómo puede vencerse la tendencia de hacer eso?
13 Esto no quiere decir que tenemos que tratar a todos los hermanos exactamente de la misma manera. Jesús no lo hizo. Se hizo manifiesto que había un vínculo especial entre él mismo y Juan. Pero Jesús no trató con frialdad a ninguno de sus seguidores, ni siquiera a Judas Iscariote, hasta el mismo fin. En evidencia de esto, ninguno de sus discípulos tuvo idea alguna, por el modo de proceder de Jesús, en cuanto a quién iba a traicionarlo. No nos apresuremos demasiado a ser demasiado rectos a nuestros propios ojos, demasiado obstinados en nuestros propios juicios. “El que odia a su hermano está en la oscuridad . . . y no sabe adónde va, porque la oscuridad le ha cegado los ojos.” Para contrarrestar toda tendencia de esa índole, practiquemos lo que Juan dice acerca de ser altruistas, cabales y prácticos, no cerrando la puerta de nuestra tierna compasión cuando vemos a nuestro hermano necesitado. “No amemos de palabra, ni [solo] con la lengua, sino en hecho y verdad.”—1 Juan 2:11; 3:17, 18.
14. ¿Qué significa permanecer en el amor, y qué gran bendición produce esto?
14 Para estímulo nuestro, note esta magnífica expresión de Juan: “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en unión con Dios y Dios permanece en unión con él. Es así que el amor ha sido hecho perfecto con nosotros.” (1 Juan 4:16, 17) El permanecer en el amor significa ser determinado y consistente al persistir en un proceder que siempre esté gobernado por el amor verdadero, divino. Debido a la imperfección y los deseos incorrectos, uno quizás tropiece, pero “el inicuo no logra asirlo,” haciendo que abandone ese proceder. ¡Jamás suceda eso! Más bien, al demostrar que es constante, uno “permanece en unión con Dios y Dios permanece en unión con” uno. ¡Qué estimulante! El saber que el Dios verdadero, Jehová, está en unión con uno, a su lado entrenándolo, haciéndolo firme y fuerte, conduciéndolo hasta el fin, pues, eso le da a uno confianza y ánimo inmovibles.—1 Juan 2:16; 5:18; vea también Juan 10:27-30; 1 Ped. 5:9, 10.
15. (a) ¿Qué buenas cualidades se requieren para probar nuestro amor a Dios? (b) ¿Cuál es la distinción entre el ser sensitivo y el ser quisquilloso? (c) ¿Cuándo y cómo mostraron Jesús y su madre las buenas cualidades?
15 “Ahora, pues, hijitos, permanezcan en unión con él.” (1 Juan 2:28; vea también Juan 17:20-26.) Ese tema se manifiesta en toda la carta de Juan. Permanecemos en unión con Dios “cuando estamos amando a Dios y cumpliendo sus mandamientos.” (1 Juan 5:2) Para esto se requiere determinación. Jesús estaba determinado, resuelto. Él también era profundamente sensitivo. Nada pasaba inadvertido para él. Aunque sensitivo a grado de perfección, de ninguna manera era quisquilloso o sentido, ni se ofendía fácilmente, porque de ninguna manera era orgulloso ni presuntuoso. No se compadecía de sí mismo. Jesús mostró estas cualidades de manera interesante, y también su madre, María, cuando estuvieron en un banquete de bodas en Caná de Galilea. (Juan 2:1-11) Como situación embarazosa para todos, se acabó el vino. La madre de Jesús le dijo: “No tienen vino.” Ella no dejó que la voz bajara o cayera como al hablar de manera normal. Evidentemente levantó la voz en forma interrogativa, y Jesús inmediatamente se dio cuenta a grado cabal de lo que ella pensaba: “No tienen vino. ¿No vas a hacer algo?” Aunque ella se extralimitó al tratar de dirigir a Jesús en su ministerio, él no lo tomó como ofensa personal. En cambio, firmemente, y a la vez bondadosamente, contestó: “¿Qué tengo que ver contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.” ¿Cómo respondió a esto ella? ¿Se irguió y dijo: “Ese no es un modo muy agradable de hablarle a tu madre, enfrente de estos siervos”? En vez de eso, mostrando su determinación, ella siguió con lo que tenía pensado, y dijo a los siervos: “Todo cuanto les diga, háganlo.” ¡Ah! ahora, ¿le llegó el turno a Jesús para sentirse profundamente ofendido? ¿Acaso se dirigió encolerizadamente a ella y le dijo: “Te acabo de decir que te mantengas en tu lugar. ¿Por qué no prestas atención?” En lugar de eso, hizo una cosa asombrosa. Aunque su hora todavía no había llegado, hizo exactamente lo que su madre había indicado. Dijo a los siervos que hicieran algo. Ciertamente pudo haber ejecutado un milagro, y producido todo el vino que se necesitaba, sin decir una sola palabra a los siervos.
16. (a) ¿Por qué tenía buena razón María para esperar que Jesús ejecutara milagros? (b) ¿De qué maneras fue introducida María en un círculo de relación estrecha?
16 Sin importar cómo se considere el asunto, tanto Jesús como María demostraron determinación y sensibilidad, sin embargo sin ser quisquillosos. Recuerde que nadie tenía razón más fuerte que María para esperar que Jesús ejecutara milagros tan pronto como comenzara su ministerio, considerando el maravilloso milagro que ella había experimentado en su propio cuerpo poco más de treinta años antes. Para ella, fue el comienzo de una nueva vida dentro de ella. El ángel de Dios, Gabriel, en una visita personal (no por un sueño), había explicado que, por espíritu santo, ella concebiría en su matriz, y que “lo que nace será llamado santo, Hijo de Dios.” (Luc. 1:26-38) Desde ese momento, ella estuvo al tanto, con profunda sensibilidad, del hecho de que de veras era “altamente favorecida” de Jehová. De manera sumamente singular e íntima fue introducida en el círculo de relación estrecha de Su favor, y ella se mostró resuelta o determinada a permanecer allí. No pudo acompañar a Jesús durante su ministerio, pero cuando llegó el fin, y su Hijo estuvo en aquel terrible madero de tormento, ella estuvo allí, lo suficientemente cerca para que Jesús le hablara. Jesús, aunque estaba en gran agonía mental y física, muy bondadosamente hizo arreglos para que su madre fuera aceptada dentro del círculo de relación estrecha del hogar de Juan, el “discípulo a quien él amaba.” Además de eso, unas cuantas semanas después, cuando estaba formándose aquel círculo de relación estrecha aun más maravilloso con aquella pequeña compañía en Jerusalén, ella estaba allí y fue incluida entre ellos. Dios escogió aquel grupito para formar el núcleo de la congregación cristiana, el comienzo de una “nueva creación.”—Juan 19:25-27; Hech. 1:14; 2 Cor. 5:17.
17. ¿De qué manera es bueno ser tanto determinado como sensitivo?
17 Es bueno ser determinado y ejercer sensibilidad en cuanto a los privilegios que se nos hacen asequibles. El ser introducidos en el círculo de la familia de Dios es verdaderamente un gran favor, y siempre debemos estar deseosos de adquirir el “alimento sólido” espiritual para mantener nuestra sensibilidad, manteniendo entrenadas nuestras “facultades perceptivas” a fin de retener estos privilegios. (Heb. 5:14) Si llegásemos a tener un privilegio especial, al ser siervos de tiempo cabal de Jehová en un hogar misional o de Betel, debemos estar determinados a permanecer allí, si es posible. Por supuesto, a veces se hace necesario un cambio, y puede que esto no sea debido a infidelidad, ni debido a ser sentido o quisquilloso, ni haberse ofendido. Por ejemplo, la razón del cambio quizás sea que uno haya decidido casarse, y se reconoce inmediatamente que hay una gran diferencia entre el que sale desamorado y el que sale enamorado.
18, 19. (a) ¿Qué contraste señala Juan entre “los hijos de Dios y los hijos del Diablo”? (b) ¿Cómo se asemeja el espíritu de Dios, y también la fe, a una semilla? ¿Qué confianza nos proporciona esto, y al mismo tiempo con qué necesidad para nuestro día?
18 Juan contrasta agudamente a los que se ‘originan del Diablo,’ con los que se ‘originan de Dios,’ o que han “nacido de Dios.” Aunque en un tiempo hayamos formado parte del mundo que está “yaciendo en el poder del inicuo,” al responder a la invitación de Dios podemos ser trasladados, o pasados, a su familia. Dice Juan: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos.” Esto es “debido al espíritu que [Dios] nos dio.” Ese espíritu, como una semilla, si se planta dentro de un buen corazón, será el comienzo de una nueva vida. Como Juan escribe: “Todo el que ha nacido de Dios no ejecuta pecado, porque la semilla reproductiva de Él permanece en el tal, y no puede practicar pecado, porque ha nacido de Dios.” (1 Juan 3:8, 9, 14, 24; 5:19) Esto tiene que aunarse a la fe, que Jesús asemejó a un grano de mostaza, “la más pequeña de todas las semillas.” Aunque es microscópica al comenzar, si se le atiende o alimenta apropiadamente crece con energía que se renueva interminablemente, y uno puede remover, o salvar, todo obstáculo. “Nada [le] será imposible,” si está en armonía con la voluntad de Dios. La fe hará posible que nosotros, como hijos de Dios, imitemos con éxito lo que es bueno, “porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.”—Mat. 13:31, 32; 17:20; 1 Juan 5:4.
19 En estos días finales del viejo sistema de cosas, los obstáculos y obstrucciones a nuestra vida y servicio cristianos son muy severos. Hay muchos problemas. Jehová previó esto, y suministró consejo útil y oportuno en su Palabra. Será bueno considerarlo a la luz de lo que dicen las Escrituras en cuanto a circuncisión, especialmente la del corazón, como ya se mencionó.
[Ilustración de la página 727]
Cuando se acabó el vino en un banquete de bodas, tanto Jesús como su madre mostraron determinación y sensibilidad sin ser quisquillosos... y Jesús ejecutó su primer milagro