Las Escrituras, la razón y la trinidad
PARA la gran mayoría de cristianos profesos la enseñanza más vital es la de la trinidad. Expresando bien los sentimientos de ésta se halla la declaración que aparece en la publicación nazarena Heraldo de santidad: “Nadie puede dar poca importancia a la doctrina de la Trinidad y al mismo tiempo ser leal al cristianismo.”—11 de junio de 1952.
Al discutir la trinidad en una misa solemne en la catedral de San Patricio, el Mons. Greene sostuvo que Jesús enseñó la trinidad mediante sus palabras registradas en Mateo 28:18-20 (Confrat. Cat.): “Todo el poder en el cielo y sobre la tierra me ha sido dado. Id, por lo tanto, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” Conforme a este monseñor: “En Su bautismo en el río Jordán, todas las personas de la Trinidad se manifestaron. El Padre fué oído como una voz procedente del cielo. El Hijo estuvo allí en la persona de Jesús. El Espíritu Santo apareció en forma de paloma. No existe solución en este mundo a este misterio impenetrable, el cual no es contrario a la razón sino superior a la razón. De alguna manera misteriosa, hay tres personas en un solo Dios—empero sólo hay un solo Dios. Esto es lo que aceptamos sin entenderlo.”—El Times de Nueva York, 9 de junio de 1952.
CONSIDERANDO LAS “PRUEBAS”
Pero ¿prueba la mera asociación del Padre, el Hijo y el espíritu santo que ellos constituyen una trinidad? Ciertamente eso en sí mismo no es base para el concepto trinitario como está expresado en el credo Atanasio: “En la Trinidad ninguno está delante o después del otro; nadie es mayor o menor que otro. Sino que las tres personas enteras son coeternas juntas, y coiguales.” Si ése fuera el caso entonces ‘Abrahán, Isaac y Jacob’ serían una trinidad y también ‘Pedro, Santiago y Juan’.
Ni puede su presencia al tiempo del bautismo de Jesús servir de argumento para una trinidad. Así como no lo puede la presencia en la inauguración presidencial de los Estados Unidos del presidente, el juez que administra el juramento y la Biblia sobre la cual el juramento se presta, aunque los tres son esenciales para la ceremonia. El hecho es que las circunstancias en aquella ocasión prueban todo lo contrario. Vemos a Dios en el cielo, como el Superior, expresando su aprobación de su Hijo; vemos a su Hijo sobre la tierra expresando deleite en hacer la voluntad de su Padre; claramente dos personalidades separadas y distintas y de ninguna manera iguales. Separado y distinto también se muestra el espíritu santo que desciende como paloma. No hay nada aquí que indique que sea una persona, mucho menos que sea igual a Dios Jehová.—Mat. 3:16, 17; Heb. 10:5-7, NM.
Para prueba de la trinidad algunos citan 1 Juan 5:7: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son una misma cosa.” (TA) Sin embargo, estas palabras no son parte de la Palabra inspirada de Dios y no se encuentran en ningún manuscrito griego de antes del siglo quince, ni en la Vulgata latina de Jerónimo, ni en ninguna versión latina escrita antes del siglo nueve.
Tampoco puede usarse Juan 1:1 para probar la trinidad: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” (Scío) En primer lugar sólo dos personas están implicadas, no tres. Note, además, que en el griego original hay un artículo determinado antes de Dios cuando aplica a Jehová, pero no cuando aplica al Verbo. De consiguiente, traductores modernos lo vierten: “El Verbo era divino.” (UTA) “El Logos era divino.” (Mo) “La Palabra era un dios.”—NM.
Pero, alguien preguntará, ¿no dijo Jesús: “Yo y el Padre somos uno”? (Juan 10:30) Sí, pero ¿quiso decir él unidad de persona o substancia, o unidad de trabajo y propósito? Evidentemente lo último, pues él dijo: “Si no estoy haciendo las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las estoy haciendo, aun si no me creen a mí, crean las obras, para que ustedes puedan entender el hecho y puedan seguir sabiendo que el Padre está en unión conmigo y yo estoy en unión con el Padre.” Claramente manifestando que Jesús quiso decir unidad de propósito, de trabajo, de organización, están sus palabras adicionales en su oración por sus seguidores: “Que ellos sean uno así como nosotros somos uno. Yo en unión con ellos y tú en unión conmigo.”—Juan 10:25, 37, 38; 17:20-23, NM.
Otro texto usado frecuentemente para probar la trinidad es 1 Timoteo 3:16, que dice, en parte: “Dios ha sido manifestado en carne.” (Va) Sin embargo, la erudición bíblica moderna vierte este texto “Aquel [es decir, Cristo Jesús] que fué manifestado en la carne”. (Mod; AN) Y una nota al pie de la página de la versión AN declara: “La palabra Dios, en lugar de Aquel que, no está apoyada en suficiente evidencia antigua.”—Vea también Una traducción americana; Móffatt; Rótherham; Traducción del Nuevo Mundo; Bover-Cantera; Torres Amat.
LAS ESCRITURAS PRUEBAN FALSA LA ENSEÑANZA DE LA TRINIDAD
Habiendo considerado la más fuerte evidencia bíblica presentada a favor de la trinidad y habiéndola encontrado nula, consideremos ahora la evidencia bíblica que prueba falsa esta enseñanza. El sostener que Jehová Dios el Padre y Cristo Jesús su Hijo son coeternos es ir en contra de la razón. El mismo hecho de que el Hijo recibió la vida de parte del Padre prueba que él no podría ser coeterno con él. Según las Escrituras, Jehová Dios, el gran Padre y fuente de vida, siempre ha existido. “¡Desde la eternidad hasta la eternidad, tú eres Dios!” (Sal. 36:9; 90:2) Pero el Hijo recibió la vida de su Padre: “Yo vivo a causa del Padre.” (Juan 1:18; 6:57, NM) Claramente Jesús debía su existencia a Dios; pero Dios no debe su existencia a nadie. Jesucristo “es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación”. Dios no es la imagen de nadie, sino que él creó criaturas a su imagen. (Gén. 1:26) Dios no nació, pero sus criaturas sí; ellas tuvieron un comienzo, pero él no. La primera de sus criaturas fué su Hijo unigénito, “el principio de la creación por Dios.”—Col. 1:15; Apo. 3:14, NM.
Y no sólo en este respecto sino también en todo otro es Jehová Dios el Padre superior a su Hijo Cristo Jesús. Jesús mismo nos asegura, “El Padre es mayor que yo.” (Juan 14:28, NM) Y no puede argüirse que Dios era superior a Jesús sólo porque Jesús entonces era humano, porque Pablo aclara que Cristo Jesús en su forma prehumana no fué igual a su Padre. En Filipenses 2:1-11 (NM) él aconseja a los cristianos a no ser impulsados por el egotismo sino a tener humildad de mente así como Cristo Jesús la tuvo, quien, aunque existía en forma de Dios antes de venir a la tierra, no ambicionaba llegar a ser igual a su Padre.
Por todas las Escrituras repetidamente se llama a Jehová Dios el Dios Todopoderoso. “Yo me aparecí a Abraham, . . . como Dios Todopoderoso.” (Gén. 17:1; Éxo. 6:3; Eze. 10:5) Pero a su Hijo sólo se le llama un poderoso. “Ciñe tu espada sobre tu muslo, oh poderoso.” “Y será llamado . . . Poderoso Dios.” (Sal. 45:3; Isa. 9:6, AN) Jesús apreció esta distinción. Al responder a los caudillos religiosos de su día, quienes lo acusaban de blasfemia, él dijo: “¿No está escrito en su Ley, ‘Yo dije: Ustedes son dioses’? Si él llamó ‘dioses’ a aquellos en contra de quienes la palabra de Dios vino, y sin embargo la Escritura no puede ser nulificada, ¿me dicen ustedes a mí, a quien el Padre santificó y despachó al mundo: ‘Usted blasfema,’ porque yo dije, Soy el Hijo de Dios?” (Juan 10:34-36, NM) Sí, Jesús no pretendió ser El Dios, sino sólo el Hijo de Dios.
Que Jesús es inferior a su Padre también es evidente de las palabras de Pablo en Hebreos 7:7 (NM): “Y sin ninguna disputa, el menor es bendecido por el mayor.” ¿Bendijo Jesús a Dios? No, sino que fué ‘Dios quien ungió a Jesús con el aceite de gozo más que a sus compañeros’. (Heb. 1:8, 9, NM) Jesús también fué inferior a su Padre en el asunto de conocimiento, él mismo expresándose así concerniente al tiempo de cierto evento futuro: “Concerniente a ese día y hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos ni el Hijo, sino únicamente el Padre.” (Mat. 24:36, NM) Jesús confesó: ‘El Padre me enseñó,’ y Pablo dice que Jesús no se agradó a sí mismo sino que aprendió obediencia por las cosas que sufrió. Pero, “¿Quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, o quién ha llegado a ser su consejero?” Sí, “¿Quién primero le ha dado, de modo que se le tenga que recompensar?”—Juan 8:27-29, 58; Rom. 11:34, 35; 15:1-3; Heb. 5:8, NM.
Jehová Dios mandó a los ángeles que adoraran al Hijo, pero él mismo no se postró ante su Hijo. (Heb. 1:6) Mas Jesús reconoció que él tenía que postrarse y adorar a su Padre. (Mat. 4:8-10) Después de su resurrección tanto los apóstoles como Jesús mismo, aunque Jesús entonces ‘era la representación exacta del mismo ser de su Padre’, todavía reconocieron que Jehová Dios era el “Dios” de Jesucristo.—2 Cor. 1:3; Efe. 1:3, 17; Heb. 1:3; Apo. 1:6; 3:12, NM.
Jehová Dios, siendo el Dios de Jesucristo, por lo tanto también era su Cabeza: “La cabeza de todo hombre es el Cristo; . . . en cambio, la cabeza del Cristo es Dios.” Repetidamente, por lo tanto, leemos que Jesús es el siervo de Dios a quien Dios envió para el cumplimiento de la voluntad de Dios.—Isa. 42:1-4; Mat. 12:17-21; Juan 8:42; 17:18, 25; 1 Cor. 11:3, NM.
Jesús oró a su Dios y fué oído. “En los días de su carne Cristo ofreció súplicas y también peticiones al que podía salvarlo de la muerte, con fuertes clamores y lágrimas, y fué oído favorablemente por causa de su temor piadoso.” ¿Podemos imaginarnos a Jehová Dios pidiendo ayuda de su Hijo?—Mat. 26:39; 27:46; Juan 11:41, 42; Heb. 5:7, NM.
EL “ESPÍRITU SANTO”
La palabra griega traducida “espíritu” a través del “Nuevo Testamento” simplemente quiere decir “una corriente de aire”, ‘aliento o ráfaga de viento, o brisa.’ (Concordancia de Strong) El “Espíritu Santo” es la fuerza activa de Dios mediante la cual él ejecuta sus propósitos, sea que incluyan el de crear, escribir las Escrituras o ayudar a sus siervos a entenderlas.—Gén. 1:2; 2 Sam. 23:2; Juan 14:26; 15:26; 1 Cor. 2:10; 2 Ped. 1:21, NM.
No hay base para inferir que el espíritu santo es una persona. La Biblia habla de ser bautizado, lo cual realmente quiere decir el ser zambullido o sumergido en agua, con fuego y con el espíritu santo. ¿Cómo podrían las 120 personas en el Pentecostés haber sido bautizadas con una persona? (Hech. 1:5; 2:1-4) El mero hecho de que al espíritu santo a veces se le da personalidad no arguye contra esto, porque frecuentemente en las Escrituras se atribuye personalidad a cosas que no son personas, tales como a Jerusalén, Sión, etc. Pero en ninguna parte leemos que se hace referencia a Jehová Dios y Jesús con pronombres que designan una cosa en vez de a una persona como es el caso en ciertas referencias al espíritu santo. Vemos esto en Hechos 2:33 donde dice: “Siendo pues por la diestra de Dios ensalzado, y habiendo recibido del Padre la promesa del espíritu santo, él ha derramado ESTO que veis y oís.” Esto se confirma más por la frecuente falta del artículo determinado antes de espíritu santo, como en Hechos 2:4 (NM): “Y todos fueron llenados de espíritu santo.” Ni Esteban ni Juan vieron algún “Espíritu Santo” en sus visiones del cielo.—Hech. 7:55; Apo. 5:1-6.
DE ORIGEN PAGANO
Habiendo visto que no hay apoyo bíblico para la enseñanza de la trinidad sino mucha evidencia bíblica que la contradice, evidentemente no es de origen divino. ¿De dónde, entonces, originó? Note el siguiente testimonio:
“El reconocimiento de una trinidad era universal en todas las naciones antiguas del mundo.”—Las dos Babilonias, Híslop.
“La palabra tríada, o trinidad, fué tomada de las escuelas paganas de filosofía e introducida a la teología de los cristianos de a mediados del siglo segundo por Teófilo, obispo de Antioquía.”—Biblioteca eclesiástica, Dupin.
“La trinidad es un rasgo muy señalado del hinduísmo, y es discernible en las mitologías persa, egipcia, romana, japonesa, india y las más antiguas griegas.”—Diccionario religioso, Abbott.
Sí, la trinidad encuentra su origen en el concepto pagano de una multiplicidad, pluralidad o panteón de dioses. La ley que Jehová Dios dió a los judíos expresó diametralmente lo contrario: “Jehová nuestro Dios, Jehová, uno solo es.”—Deu. 6:4.
Jehová Dios dice: “Venid pues, y razonemos juntos.” (Isa. 1:18, VA) Los defensores de la trinidad admiten que ésta no está sujeta a la razón o lógica, y por eso recurren a llamarla un “misterio”. Pero la Biblia no contiene misterios divinos. Contiene “secretos sagrados”. Cada uso de las palabras “misterio” y “misterios” en la Versión del rey Jaime viene de la misma raíz griega que quiere decir “cerrar la boca”, es decir, guardar en secreto. Hay inmensa diferencia entre un secreto y un misterio. Un secreto es sólo aquello que no ha sido dado a conocer, pero un misterio es aquello que no puede entenderse.
Los defensores de la trinidad admiten que ellos no pueden entenderla. En vano tratan de hacer lo imposible, dilucidarla por analogías que no son análogas en respectos vitales; una práctica que los condena de inconsistencia y falta de confianza en los méritos de su posición. Jehová Dios mediante su Palabra nos suministra amplias razones y bases lógicas para todo aquello respecto a lo cual él espera que ejerzamos fe. Mediante el apóstol Pablo él aconseja: “Estén seguros de todas las cosas; retengan firmemente lo que es correcto.” (1 Tes. 5:21, NM) Podemos estar seguros de lo que es correcto sólo mediante un proceso de razonamiento sobre la Palabra de Dios.
El hecho de que la enseñanza de la trinidad no se menciona, no se discute, no se explica ni se vindica en parte alguna de las Escrituras cuando tantos otros puntos principales de enseñanza sí (y eso a pesar del hecho de que ha sido la enseñanza más controversial del llamado cristianismo) es fuerte evidencia circunstancial de que ni Cristo Jesús ni sus apóstoles ni discípulos, ni, si a eso vamos, ninguno de los profetas de la antigüedad reconoció o enseñó tal misteriosa enseñanza. Dios mediante su Palabra nos invita a razonar. La doctrina de la trinidad es una negación de las Escrituras y la razón.