¿Quién puede salvar al mundo?
EN RESPUESTA a esta pregunta, algunos dirían: ‘Nadie’. Y ninguno de nosotros puede negar que los problemas del mundo se multiplican tan rápidamente, y se han hecho de naturaleza tan compleja, que la tarea de salvar al mundo parece estar más allá de lo que pueden hacer los gobiernos humanos de la actualidad, o hasta la Organización de las Naciones Unidas.
Sin embargo, puesto que nuestra vida y nuestro futuro están implicados en esto, tenemos buena razón para querer que se nos contesten estas preguntas: ¿Habrá alguna manera de salvarlo? Si la hay, ¿quién puede hacerlo?
Los líderes mundiales tienden a prever un futuro sombrío. En un informe de 26 páginas sobre el escenario internacional, Kurt Waldheim, ex secretario general de las Naciones Unidas, dijo: “Con el año que ha pasado han venido nuevas crisis y pocos estímulos [...] Se ha hecho que el patrón de los asuntos mundiales haya variado de modos inesperados y a veces amenazadores, [...] y la tendencia ha sido hacia intensificar la gravedad de muchos problemas existentes”. Añadió que la gente tiene razón cuando “se preocupa por esta situación”.
A fines de 1981, en un artículo de fondo del Daily Post latinoamericano, se hizo esta pregunta directa: “Al despertar esta mañana y leer los titulares, ¿no se le ocurrió a usted, de repente, que parece que en estos días el mundo es un lugar tremendamente peligroso e inestable?”. Después de considerar varios aspectos de los problemas internacionales, el artículo de fondo concluyó así: “Desearíamos despertar mañana, examinar los titulares y salir con la impresión de que los asuntos están mejorando. Pero, por alguna razón, sencillamente no podemos pensar que eso vaya a suceder”.
Los jóvenes, especialmente, tienden a adoptar un punto de vista negativo sobre la situación mundial. Según informes, Alemania Occidental se preocupa por un “ejército creciente de jovencitos sin dirección, a veces violentos, incapaces de expresarse, por lo general desempleados y muchas veces incapacitados para tener un empleo”. Un asistente social los describió como personas “sin horizontes, sin perspectivas y sin esperanza”. Uno de estos jóvenes declaró: “En el fondo creo que el mundo, a lo más, durará cinco o diez años más. Pero tenemos que hacer algo en cuanto a la miseria general. Hemos llegado a la etapa de negarnos a aceptar responsabilidad por un sistema que no aprobamos”.
¿Qué opina usted, personalmente? ¿Puede examinar retrospectivamente la corta vida que ha vivido y decir que hoy día el mundo es mejor lugar en el cual vivir? Sin vacilación, la mayoría de las personas contestaría que no. Más bien, parece claro que el mundo se encamina hacia la destrucción. ¿Puede ser salvo? Usted indudablemente conviene en que esta Tierra es un lugar maravilloso en el cual vivir, y hace cuanto puede para vivir por el mayor tiempo posible. ¿En qué consiste el problema? ¿Notó usted las palabras del joven a quien se citó en el párrafo anterior? Él habló acerca de un “sistema” que no tenía su aprobación. Es interesante el hecho de que los apóstoles de Jesucristo interrogaron a Jesús acerca de “la conclusión del sistema de cosas” (Mateo 24:3-14). En respuesta, Jesús dio una profecía de largo alcance que se está cumpliendo en nuestro día. Por eso, cuando hablamos de salvar al mundo, no debemos pensar en la salvación de este globo terráqueo. Tampoco debemos pensar en la salvación del sistema de cosas actual que, según dice la Palabra de Dios, será eliminado. Más bien, la cuestión se concentra en la gente... el mundo de la humanidad.
Entonces, ¿quién ha de salvar al mundo de la humanidad? No se nos deja con dudas, porque la Palabra de Dios declara: “Dios no envió a su Hijo al mundo para que juzgara al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de él” (Juan 3:17; 12:47). Sí, es el Creador del hombre quien ha dado pasos para salvar al mundo mediante su Hijo, Jesucristo. Hasta un grupo de samaritanos, quienes anteriormente odiaban a los judíos, dijo de Jesús: “Sabemos que este hombre es verdaderamente el salvador del mundo”. (Juan 4:42.)
Un fenómeno religioso de nuestros días es el aparecimiento de muchos grupos de la llamada “gente de Jesús”. Se ve el nombre de Jesús adherido a automóviles y edificios, pintado sobre rocas en las zonas rurales. Se lee acerca de enormes reuniones al aire libre celebradas por la “gente de Jesús”. Por lo general estas personas han abandonado las iglesias tradicionales. Proclaman a gran voz que la esperanza de la humanidad está en Jesucristo. Muchas de estas personas creen que, si Jesús estuviera vivo hoy, estaría al lado de ellas en su propia revolución particular, y que estaría peleando contra la corrupción e injusticia del “sistema”.
En Brasil se pidió a un grupo de tales personas que pusieran por escrito lo que pensaban acerca de Jesús. La idea en que concordaron fue la de que él era un hombre de buenas intenciones que predicó el amor en un mundo cruel y desamorado. Dijeron que él enseñó la igualdad de los hombres y dio un excelente ejemplo de valor, fe y esperanza. Pero no pensaban que Jesús hubiera tenido mucho éxito en su misión. Como lo expresó un sacerdote católico: “Mire a Jesús. Siempre estuvo envuelto en discusiones con los sacerdotes, y lo único que sacó de ello fue la cruz”.
¿Cómo considera usted a Jesucristo? ¿Como un ardiente revolucionario? ¿Como un gran filósofo y sabio, hasta profeta? No hay duda de que sus enseñanzas han ejercido tremenda influencia en la humanidad durante los pasados 1.950 años. De hecho, millones de personas hoy alegan que ya han sido salvadas personalmente por él.
No se puede negar que Jesús es el medio por el cual algunos del mundo de la humanidad se salvan, como hemos notado por lo que dice Juan 3:17. El apóstol Pablo confirmó esto, al declarar: “No hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos” (Hechos 4:12). Pero ¿cómo salvará Jesús al mundo? Si no todo humano ha de aceptar a Jesús y satisfacer los requisitos de Dios para la salvación, ¿cómo es que alguien se salva? Si la persona que se salva ha de ser usted, ¿de qué recibe salvación, y hacia qué? Consideremos estas preguntas tan pertinentes.