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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1959 | 1 de agosto
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Preguntas de los lectores
● ¿Muestra la oración de Esteban a Jesús, que se halla en Hechos 7:59, que según entendía él las cosas Jesús era Jehová?—W. R., EE. UU.
La oración que Esteban hizo cuando estaba siendo martirizado está registrada en Hechos 7:59, 60, la cual dice: “Y seguían apedreando a Esteban mientras él suplicaba y decía: ‘Señor Jesús, recibe mi espíritu.’ Entonces, doblando las rodillas, clamó con voz fuerte: ‘Jehová, no les imputes este pecado.’ Y después de decir esto se durmió en la muerte.” En vez de indicar que según Esteban entendía las cosas Jesús y Jehová eran la misma persona, su oración muestra que él sabía que no lo eran, porque él diferencia entre los dos. Su súplica a Jesús él no la dirige meramente al Señor, sino al Señor Jesús, de ese modo eliminando cualquier ambigüedad. Además, su declaración poco antes de esto, como se registra en el versículo 56, indica dos personas: “Y él dijo: ‘¡Miren! Veo abiertos los cielos y al Hijo del hombre en pie a la diestra de Dios.’” Él no dice que el Hijo del hombre, Cristo Jesús, es Jehová Dios, sino que él estaba de pie a la mano derecha de Dios.
La súplica de Esteban, “Señor Jesús, recibe mi espíritu,” no sólo no prueba la trinidad; más bien, la ferviente oración de Jesús parecida a ésta: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu,” muestra conclusivamente que Jesús y su Padre Jehová no son el mismo.—Luc. 23:46.
En la fraseología de su oración Esteban mostró que él entendía la diferencia entre Jehová y el Señor Jesús tal como se expone en Salmo 110:1 y como lo aplicó Jesús en Mateo 22:42-46. La aplicación que Jesús hizo de este salmo no confundió a Esteban, como confundió a los fariseos a quienes Jesús habló y quienes fueron silenciados por su respuesta.
Jesús les había enseñado a sus seguidores que el Padre lo había autorizado a resucitar a otros a la vida. (Juan 5:26; 6:40; 11:25, 26) De modo que fué apropiado el que Esteban dirigiera a Jesús su petición respecto a este asunto, y su oración indica que por su parte él entendió bien. No apoya la trinidad.
● ¿Deberíamos considerar la inyección de sueros tales como toxina antitoxina de difteria y fracciones de sangre tales como gamma globulina en la corriente sanguínea, con el propósito de edificar la resistencia a la enfermedad por medio de anticuerpos, lo mismo que el beber sangre o recibir sangre o plasma de sangre mediante la transfusión ?—N. P., EE. UU.
No, no parece que sea necesario poner las dos cosas en la misma categoría, aunque lo hemos hecho en tiempos pasados. Cada vez que la prohibición de sangre se menciona en las Escrituras es en conexión con el tomarla como alimento, y por lo tanto es como nutritivo que nos concierne en lo de ser prohibida. Así cuando por la primera vez se le permitió al género humano comer la carne de animales, al tiempo de la reiteración del mandato ele procreación a los sobrevivientes del Diluvio, la sangre se prohibió específicamente. (Gén. 9:3, 4) En la ley de Moisés se prohibió la sangre como alimento, y por eso la hallamos asociada repetidamente con el sebo como cosas que no habían de comerse. (Lev. 3:17; 7:22-27) Y así también en los días ele los apóstoles; fué en relación al comer carne sacrificada a ídolos que se prohibió el comer animales estrangulados y sangre.—Hech. 15:20, 29.
La inyección de anticuerpos en la sangre en un vehículo de suero sanguíneo o el uso de fracciones de sangre para crear tales anticuerpos no es lo mismo que el tomar sangre, sea que fuere por vía oral o por transfusión, como nutritivo para fortalecer las fuerzas vitales del cuerpo. Aunque no era el propósito de Dios que el hombre contaminara su corriente sanguínea con vacunas, sueros o fracciones de sangre, el hacerlo no parece estar incluído en la expresa voluntad de Dios que prohibe la sangre como alimento. Por lo tanto sería un asunto de criterio particular el que uno acepte o no acepte tales clases de medicación.
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La selva de credosLa Atalaya 1959 | 1 de agosto
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La selva de credos
“Los credos,” dijo en una ocasión el poeta estadounidense Lizett Woodworth Reese, “crecen con tan gran frondosidad por lo largo del camino que sus ramas esconden a Dios.”
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