¿Está usted recibiendo agradecidamente lo que Jehová provee?
TODOS nosotros sin excepción somos recipientes de provisiones por las cuales debemos estar agradecidos. Sea que participemos de alimento, inhalemos aire o absorbamos calor del Sol, estamos recibiendo algo para sostener nuestra vida. Además de estas provisiones esenciales, recibimos muchas otras cosas cada día. Posiblemente sea atención en el hogar, entrenamiento en el trabajo, una carta con buenas nuevas, una muestra de cariño, un saludo amigable, o quizás un invitado a nuestra casa. Estas y otras provisiones satisfacen una necesidad o ayudan a que disfrutemos de la vida. ¿Se da usted tiempo alguna vez para expresar gracias por estas cosas?
El recibir no está limitado en alcance a solo aceptar cosas materiales que se nos ofrecen o a admitir una persona en nuestra presencia o dentro de nuestro hogar. Podemos abrir nuestra mente a una corriente de ideas. Podemos tomar a pechos provisiones espirituales, consejo o estímulo basados en la Biblia.
Sin importar lo que poseamos o consideremos que es nuestro, si investigamos su origen, en realidad fue recibido de otra fuente. Para recordarnos este hecho, el apóstol cristiano Pablo preguntó: “¿Qué tienes tú que no hayas recibido? Si, pues, verdaderamente lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” (1 Cor. 4:7) No hay razón para jactarnos de nosotros mismos debido a lo que tengamos material o espiritualmente. Es necesario que estemos agradecidos, que reconozcamos la fuente verdadera de cada provisión provechosa y la usemos con el propósito pensado.
SUPERIORIDAD DE COSAS ESPIRITUALES
De todas las cosas que recibimos, ¿qué nos produce la mayor felicidad y bien duradero? Si nuestro avalúo se basa en la Palabra de Dios, tenemos que contestar que son dones espirituales. ¿Es eso lo que opina usted? Debemos ser particularmente susceptibles a lo que Jehová Dios da, puesto que la Biblia lo identifica como el Dador de toda dádiva buena y todo don perfecto. (Sant. 1:17) Teniendo en cuenta esto, es lógico, como declaró el apóstol Pablo, que los cristianos “cifren su esperanza, no en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas.”—1 Tim. 6:17.
No obstante, aunque Jehová es un Dador sin rival, ¿no es raro que la mayoría de la humanidad no acepte Sus provisiones espirituales? El que sigan rechazándolas así resultará en que con el tiempo ya no puedan recibir cosa alguna. Para asegurar nuestra felicidad continua y asirnos firmemente de la esperanza puesta delante de nosotros, es preciso que determinemos si individualmente estamos recibiendo agradecidamente las provisiones divinas que llevan a “la vida que lo es realmente.”—1 Tim. 6:19.
DONES QUE DIOS PROVEE
¿Cuáles, pues, son algunos de los dones espirituales procedentes de Dios que debemos apreciar? Bien se ha dicho que, de todos los dones, Jesucristo es el mayor don de Dios para la humanidad. Nada podría sobrepujar a ese Hijo amado como don. “Tanto amó Dios al mundo [de la humanidad] que dio a su Hijo unigénito.” (Juan 3:16) No obstante, a pesar de que Jesucristo fue el que Dios designó principal agente de la vida, ¿cuántas personas lo recibieron como tal? La nación judía de la cual él formó parte no lo hizo, tampoco lo hace la mayoría de la humanidad hoy. ¿Y usted?
Además de dar a su Hijo, Jehová proveyó a la humanidad su “palabra de la verdad,” las Santas Escrituras. (2 Tim. 2:15; 3:16) Estas Escrituras no son, como algunos alegan, el producto del hombre. Aunque se usó a hombres para escribirlas, el apóstol Pedro explica que espíritu santo impelió a estos hombres a escribir. ¿Es éste el punto de vista que usted tiene acerca de la Biblia?—2 Ped. 1:20, 21.
Estrechamente enlazado con el don de Dios de su Hijo y su Palabra la Biblia está el espíritu santo. Antes de ascender a los cielos, Jesús les dijo a sus discípulos que esperaran en la ciudad de Jerusalén el cumplimiento de la promesa de Jehová de enviar el ayudante o espíritu santo. Diez días después de ascender Jesús a los cielos, este don del espíritu santo fue derramado sobre 120 discípulos. (Hech. 1:4, 8; 2:1-4) La operación del espíritu santo en ese día del Pentecostés trajo una bendición significativa y produjo esclarecimiento progresivo a los que agradecidamente lo recibieron. El mismo espíritu santo puede beneficiarnos hoy.
Un cuarto don de parte de Jehová Dios, provisto por medio de su Hijo, consiste en hombres dedicados para edificar la congregación cristiana. El apóstol cristiano Pablo se refirió a éstos en relación con un salmo bíblico, diciendo: “‘Cuando ascendió a lo alto se llevó cautivos; dio dones en la forma de hombres.’ Y [Jesucristo] dio algunos como apóstoles, algunos como profetas, algunos como evangelizadores, algunos como pastores y maestros, teniendo en mira el entrenamiento de los santos, para obra ministerial, para la edificación del cuerpo del Cristo.”—Efe. 4:8, 11, 12; Sal. 68:18.
Además de estos cuatro dones, Jehová ha hecho disponibles muchos otros, incluso ‘el don de la vida eterna.’ (Rom. 6:23) Pero para que uno sea digno de esta remuneración de vida primero tiene que recibir agradecidamente los dones ya mencionados. ¿Estamos individualmente recibiendo agradecidamente estas provisiones espirituales? ¿Estamos, por ejemplo, recibiendo a Jesucristo? ¿Cómo podemos determinar si lo estamos recibiendo o no?
RECIBIENDO EL DON DEL HIJO DE DIOS
En el primer siglo, cuando Jesús anduvo en la Tierra y presentó el mensaje del Reino, era bastante obvio el hecho de si la gente lo recibía o no. Los pocos que lo recibieron se hicieron discípulos de él. Aceptaron a Jesús como provisión de Dios por medio de quien se podría obtener vida eterna y participaron con él en predicar esas buenas nuevas a otros.—Luc. 8:1.
Por supuesto, en el primer siglo la mayoría de las personas no aceptaron a Jesús, y algunas de éstas llegaron al grado de causarle la muerte. Pero, ¿cómo mostraba la persona que aceptaba o rechazaba al Hijo de Dios después de la muerte de Jesús en 33 E.C.?
El principio que Jesús expresó aplicó: “El que los recibe a ustedes [representantes míos], me recibe también a mí, y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió.” (Mat. 10:40) Este principio se ilustra por la pregunta que le hizo la voz celestial al fariseo Saulo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me estás persiguiendo?” Inmediatamente Saulo quiso saber esto: “¿Quién eres?” Y la voz celestial contestó: “Soy Jesús, a quien tú estás persiguiendo.”—Hech. 9:4, 5.
Saulo, por supuesto, no estaba rechazando a Jesús por medio de perseguirlo directamente. Jesús estaba en el cielo donde Saulo no podía tocarlo. No obstante, Saulo estaba persiguiendo a los discípulos de Jesús, y esto era, de hecho, perseguir a Jesús mismo. Era por eso que en una ilustración Jesús había dicho: “En verdad les digo: Al grado que lo hicieron a uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mí me lo hicieron.”—Mat. 25:40.
De modo que la pregunta es: ¿Está usted recibiendo agradecidamente al Hijo de Dios mostrando bondad y hospitalidad a sus representantes terrestres que están tomando la delantera en predicar las buenas nuevas del Reino? ¿Acepta usted agradecidamente el consejo y dirección de estos individuos que están “sustituyendo por Cristo”? ¿Está usted participando con ellos en la obra de predicación pública que Jesús asignó a sus discípulos?—2 Cor. 5:20; Heb. 13:17; Hech. 1:8.
RECIBIENDO LA PALABRA DE DIOS
¿Cuál es la actitud de usted para con la provisión de Dios que es su Palabra? Los apóstoles Pablo y Bernabé dijeron en cuanto a ciertos judíos del primer siglo: “Era necesario que la palabra de Dios se les hablara primero a ustedes. Puesto que la están echando de ustedes y no se juzgan dignos de vida eterna, ¡miren! nos volvemos a las naciones.” (Hech. 13:46) ¡El rechazar el don de la Palabra de Dios significaba rechazar la vida misma! ¡Que jamás tengamos tal actitud para con la Palabra de Dios! Más bien, a semejanza de los primeros cristianos tesalonicenses, aceptémosla, “no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios.”—1 Tes. 2:13.
Probablemente usted se emocionó mucho cuando oyó por primera vez las grandiosas verdades acerca del reino de Dios, la Tierra paradisíaca y la esperanza de resurrección para los muertos. Pero, ¿está usted recibiendo agradecidamente también los principios de la Biblia en lo que toca a la moralidad apropiada?
Por ejemplo, en las recientes Asambleas Internacionales “Paz en la Tierra” diversas partes del programa trataron de la apropiada conducta moral para el cristiano. ¿Ha puesto usted en práctica personalmente todo este consejo en su propia vida? ¿Concuerda todo lo que usted hace con las elevadas normas morales de la Palabra de Dios? ¿Está usted dispuesto a recibir los consejos de la Palabra de Dios sobre la moralidad con la misma prontitud de ánimo con que usted recibió las verdades doctrinales? Si lo está, entonces usted está desechando su vieja personalidad, y está vistiéndose con una nueva personalidad que es creada de acuerdo con la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad. Esta aceptación de la Palabra de Dios hará que llene los requisitos para la vida eterna.—Efe. 4:22-24; Rom. 12:2.
RECIBIENDO EL ESPÍRITU SANTO DE DIOS
Jesús dijo: “¡Dará el Padre en el cielo espíritu santo a los que le piden!” (Luc. 11:13) El espíritu santo es un don que Dios da a los que sinceramente lo desean. Pero no todos lo desean. El discípulo Esteban dijo de ciertos líderes judíos del primer siglo: “Hombres obstinados e incircuncisos de corazón y de oídos, siempre están ustedes resistiendo el espíritu santo.” (Hech. 7:51) La condición de corazón de aquellos hombres era mala. Resistían el espíritu santo haciéndose sordos al mensaje que Dios estaba haciendo que proclamaran sus representantes.
¿Está usted recibiendo agradecidamente espíritu santo? El apóstol Pablo mostró lo que era necesario para hacerlo cuando reprendió a algunos por estar tratando nuevamente de guardar la ley mosaica. Dijo: “¿Recibieron ustedes el espíritu debido a obras de ley, o debido a oír por fe?” (Gál. 3:2) ¡He allí la clave!... “oír por fe.” Para recibir el espíritu santo de Dios hay que escuchar las instrucciones de Dios con fe, y entonces vivir en armonía con esas instrucciones. ¿Lo hace usted?
También, es necesario realmente pedirle a Dios espíritu santo. ¿Cuán a menudo lo hace usted? ¿Simplemente da usted por sentado que Dios conoce que usted necesita su espíritu? Usted le pide otras cosas, ¿verdad? También es vital que usted le siga pidiendo espíritu santo, porque el Padre da “¡espíritu santo a los que le piden!”
RECIBIENDO “DONES EN LA FORMA DE HOMBRES”
Entre los que son llamados “dones en la forma de hombres” en la Biblia están incluidos “apóstoles, . . . pastores y maestros.” (Efe. 4:11) Por lo tanto, el apóstol Juan fue uno de aquellos “dones” provistos por Dios. Sin embargo, no toda persona recibió a Juan. Él mismo escribió que Diótrefes “no recibe nada de nosotros con respeto.” (3 Juan 9) Diótrefes ciertamente no estuvo recibiendo agradecidamente las provisiones de Jehová.
¿Qué hay en cuanto a la actualidad? ¿Está usted recibiendo los “dones en la forma de hombres” que Jehová Dios está suministrando para su fortalecimiento espiritual? Cuando representantes viajeros visitan su congregación para edificar su espiritualidad, ¿los recibe usted apoyando los arreglos durante el tiempo que están con usted? Dichas ocasiones son estimulantes y provechosas, tal como lo fueron las visitas de los hermanos cristianos maduros del primer siglo.
Hoy los que no reciben estos dones de Dios, “dones en la forma de hombres,” ciertamente se pierden una bendición; no reciben la ayuda espiritual que tanto necesitan ahora. Por otra parte, al recibir a personas de esta clase usted derivará mucha ayuda. Lo que es más, al recibir también esta provisión usted mismo se pone en posición de recibir el galardón de Dios de vida eterna.
MANTENGA APRECIO POR LOS DONES DE DIOS
Al recibir todas estas provisiones de la mano generosa de Jehová usted será feliz. Por lo tanto es bueno que se pregunte: ¿Aprecio todos estos dones espirituales? ¿Estoy recibiendo agradecidamente lo que Jehová provee? ¿O me parece que hay demasiado a lo cual renunciar en este sistema de cosas a fin de ser recipiente de los dones de Dios? ¿Qué hay si renuncio a todo para seguir los pasos de Jesucristo?... ¿vale la pena hacerlo?
El apóstol Pedro planteó una pregunta semejante. Dijo: “‘¡Mira! Nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido; ¿qué habrá para nosotros realmente?’ Jesús les dijo: ‘En verdad les digo: En la re-creación, cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso, ustedes que me han seguido también se sentarán sobre doce tronos . . . Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras, por causa de mi nombre, recibirá muchas veces más y heredará la vida eterna.’”—Mat. 19:27-29.
¡Ciertamente vale la pena recibir agradecidamente las provisiones de Dios! Pues, prescindiendo de lo que usted deje atrás en este sistema, recibirá un céntuplo más de parte de Dios, así como también vida eterna. Jesús renunció a más de a lo que cualquier humano podría renunciar. Puso a un lado la existencia como espíritu glorioso en el cielo. Hasta sacrificó la vida misma en obediencia fiel a la voluntad de su Padre en la Tierra. Pero considere el galardón que recibió... ¡la sonrisa de aprobación de su Padre y ensalzamiento a un puesto superior todavía al que tenía antes de venir a la Tierra!—Fili. 2:5-11.
Cuando avaluamos el verdadero valor espiritual de los dones bondadosos y amorosos de Jehová, nuestros corazones nos impelen a dar más de aquello que tenemos en lo que toca a tiempo, energía y esfuerzo para hacer su voluntad. Así demostramos ser dignos de aquel don que solo Jehová puede suministrar; a saber, vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.—Rom. 6:23.