“Buenas nuevas”... ¡hasta para nuestro día!
“MI ESPOSA murió, perdí mi trabajo, mi TV se dañó y el radio también. He tenido un mal accidente, resulté herido y me encuentro en gran dolor. La vida ya no significa nada para mí. Así que voy a acabar de una vez con todos mis problemas.” Así le dijo un hombre en Ohio, EE. UU., a otra persona a quien jamás había conocido antes. Obviamente este hombre necesitaba desesperadamente buenas noticias, “buenas nuevas.” Pero, ¿hay hoy día “buenas nuevas” que pudieran consolar a un hombre como éste y a otros millones de criaturas humanas en angustia?
Un libro que ha existido por siglos puede con derecho alegar que suministra las mejores noticias. Su mensaje ha animado y alegrado a millones de personas, entre ellas aquel hombre de Ohio que se encontraba en dificultades. Ha renovado la esperanza de muchas personas y ha puesto significado en sus vidas. El libro tiene atracción universal. De hecho, sus “buenas nuevas” están dirigidas a “toda nación y tribu y lengua y pueblo.” (Rev. 14:6) Apropiadamente, este libro, la Biblia, ha sido traducido, totalmente o en parte, en más de 1.575 idiomas y dialectos.
LA RAZÓN PARA LAS “BUENAS NUEVAS”
Para comprender precisamente lo que son las “buenas nuevas” que se hallan en la Biblia, es necesario que sepamos por qué estamos viviendo en un mundo lleno de enfermedades, dolor, desafuero, violencia y muerte. De nuevo, la Biblia es lo que suministra esta información. ¿Qué nos dice?
Nunca fue el propósito de Dios que la gente sufriera. El Creador, Jehová Dios, puso ante las primeras criaturas humanas, Adán y Eva, la posibilidad de una vida sin fin en un deleitable paraíso terrenal. (Gén. 2:8, 9, 15) Sin embargo, el Hacedor del hombre arregló los asuntos de tal manera que la vida de la humanidad dependiera de ajustarse a ley. Por ejemplo, el hombre tiene que respirar, comer y beber para continuar viviendo. De igual manera, la obediencia a los mandatos declarados de Dios es esencial para la continuación de la vida del hombre. Por lo tanto, cuando Adán desobedeció la ley de Dios, perdió la perfección y, como hombre pecador, solo podía engendrar prole imperfecta. Dice la Biblia: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.”—Rom. 5:12.
Felizmente, Jehová Dios se propuso librar a la raza humana del pecado y la muerte a su propio tiempo debido. Mientras tanto, con pocas excepciones, permitió que las criaturas humanas siguieran sus propios deseos y no les impidió disfrutar de los beneficios de los ciclos naturales que puso en funcionamiento hace muchísimo tiempo. Por esta razón el apóstol cristiano Pablo pudo decir lo siguiente a los idólatras de Listra: “En las generaciones pasadas [Dios] permitió a todas las naciones seguir adelante en sus caminos, aunque, verdaderamente, no se dejó a sí mismo sin testimonio por cuanto hizo bien, dándoles lluvias desde el cielo y épocas fructíferas, llenando sus corazones por completo de alimento y de alegría.”—Hech. 14:16, 17.
Por supuesto, si la gente opta por no prestar atención a su conciencia o insensatamente pasar por alto las leyes físicas, no puede escapar de acarrearse daño y probablemente también traer daño sobre otros. Jehová Dios no interviene para impedir el funcionamiento de la ley inalterable que dice: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.” (Gál. 6:7) Por eso, el Altísimo ha permitido que la humanidad experimente tanto el bien como el mal, mientras va desenvolviendo Su propio propósito respecto a ella.
LIBERANDO A LA HUMANIDAD
Las Escrituras revelan que Jehová Dios ya ha colocado la base para libertar del pecado y la muerte a la humanidad. Lo hizo al suministrar un precio de rescate para la raza humana. ¿Cómo y por qué hizo esto?
Cuando Adán violó la ley de Dios, perdió la vida humana perfecta para sí mismo y para su prole todavía no nacida. Así, toda la raza humana quedó en esclavitud al pecado y la muerte. Se necesitaba un precio de rescate que librara a la familia humana de esta esclavitud. Ese precio tenía que ser el equivalente exacto de lo que Adán había perdido por medio de su desobediencia... vida humana perfecta.
Ningún esfuerzo humano podía suministrar este valioso precio. El salmista inspirado describe bien lo inútil que es esperar que el hombre haga esto: “Ninguno de ellos puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él; (y el precio de redención del alma de ellos es tan precioso que ha cesado hasta tiempo indefinido) para que todavía viva para siempre y no vea el hoyo.”—Sal. 49:7-9.
Sin embargo, por medio de un milagro Jehová Dios suministró lo que se necesitaba. Por medio de su espíritu santo, transfirió la vida de su Hijo unigénito desde los cielos a la matriz de la virgen judía María. Por eso, éste, que llegó a ser conocido como Jesucristo, pudo nacer “santo,” libre del pecado. El ángel Gabriel mostró esto claramente cuando le dijo a María: “Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso también lo que nace será llamado santo, Hijo de Dios.”—Luc. 1:35.
Jesús, siendo perfecto como lo era Adán al ser creado, podía ofrecer su vida en sacrificio y así suministrar el precio de rescate necesario. En realidad se puso en el lugar de la raza humana, tomando sobre sí la pena que merece la humanidad pecaminosa... muerte. Explicando esto, el apóstol Pedro escribió: “Él mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que acabásemos con los pecados y viviésemos a la justicia. Y ‘por sus heridas ustedes fueron sanados.’” (1 Ped. 2:24) Desde ese tiempo a las criaturas humanas se les ha dado la oportunidad de aceptar, según las condiciones puestas por Dios, los beneficios de esta provisión de rescate.
UNA GOBERNACIÓN JUSTA TRANSFORMARÁ LA TIERRA
Allá en el primer siglo E.C., a los que aceptaron la provisión de Dios para la salvación se les ofreció la oportunidad de llegar a estar asociados con Jesucristo como reyes-sacerdotes después de terminar su vida terrestre en fidelidad y ser resucitados a la vida celestial con inmortalidad. La Biblia dice lo siguiente acerca de los que son escogidos como coherederos de Cristo: “Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre éstos no tiene autoridad la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y gobernarán como reyes con él por los mil años.”—Rev. 20:6.
Por siglos, pues, Dios ha estado seleccionando personas para ocupar el cargo de reyes y sacerdotes con su Hijo. Hasta donde es humanamente posible, los que son escogidos deben demostrar que son personas a quienes se puede describir de este modo: “No se halló en su boca falsedad; son sin tacha.” (Rev. 14:5) Solo se podría permitir que siervos probados y fieles de Dios participaran en la pesada responsabilidad de restaurar la perfección a la raza humana. Como los sacerdotes del antiguo Israel que ofrecían sacrificios animales para expiar los pecados, éstos participarán en aplicar los beneficios expiatorios del sacrificio de Jesús para con la humanidad en la Tierra.
Por eso, por medio de Jesucristo y sus compañeros reyes-sacerdotes, Jehová Dios realizará el cumplimiento de la magnífica promesa que dice: “Él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—Rev. 21:4.
¡Qué maravillosas “buenas nuevas” son éstas! La gobernación de Jesucristo y sus asociados librará por completo a la gente de todo lo que ha hecho desagradable la vida en la Tierra. La remoción de todo dolor indeseable necesariamente significará también el fin del delito, la pobreza, la violencia, la injusticia, la opresión y el hambre. Habrán desaparecido también los efectos debilitadores de la enfermedad y la vejez. Toda la humanidad disfrutará de fortaleza y vigor juvenil. Ya no se derramarán amargas lágrimas debido al sufrimiento y la muerte. A la luz de lo que se logrará, podemos comprender por qué la Biblia habla sobre las “buenas nuevas del reino.”—Mat. 24:14.
Sin embargo, sorprendentemente, no son “buenas nuevas” para todos los habitantes de la Tierra. Las Santas Escrituras indican que el reino de Dios por Cristo tendría muchos enemigos y que las naciones preferirían sus propios arreglos de gobernación. No obstante, su alinearse contra el reino de Dios está condenado al fracaso. La profecía de Daniel nos informa: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.” (Dan. 2:44) Sí, los arreglos humanos de gobernación y todos sus firmes defensores serán abatidos en derrota delante del “Rey de reyes y Señor de señores,” Jesucristo.—Rev. 19:11-16.
La destrucción será tan tremenda como para encajar con la descripción bíblica de “un tiempo de angustia como el cual no se ha hecho que ocurra uno desde que hubo nación.” (Dan. 12:1) Aunque esta “grande tribulación” será terrible, traerá alivio deseado a todos los que verdaderamente desean ser súbditos del reino de Dios por Cristo. (Rev. 7:14) Las Escrituras nos dan esta seguridad: “Jehová sabe librar de la prueba a personas de devoción piadosa, pero reservar a personas injustas para el día de juicio para ser cortadas.” (2 Ped. 2:9) Del libro bíblico de Revelación aprendemos que habrá más que solo unos cuantos sobrevivientes. Se les describe como “una grande muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas.”—Rev. 7:9.
Estos sobrevivientes, entre los cuales habrá muchos niños, entonces llegarán a estar bajo la gobernación directa de Jesucristo. Experimentarán el interés y la compasión que se le atribuyen proféticamente a él: “Él librará al pobre que clama por auxilio, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará. De la opresión y de la violencia les redimirá el alma, y la sangre de ellos será preciosa a sus ojos.” (Sal. 72:12-14) También tendrán el privilegio de recibir su ayuda para vencer las debilidades e imperfecciones, y finalmente estarán delante del Altísimo como criaturas humanas sin pecado. Revelación 7:17 señala a esto cuando dice que el Cordero, Cristo Jesús, “los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida.”
¿Qué hay de los que mueran antes de que la “grande tribulación” destruya a todos los enemigos del reino de Dios por medio de Cristo? Se les dará la oportunidad de obtener los beneficios del sacrificio de Cristo por medio de una resurrección de entre los muertos. Imagínese el gozo de los que hayan pasado con vida a través de la tribulación cuando reciban de regreso a los muertos —hombres, mujeres y niños— en cumplimiento de estas palabras de Jesús: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán.”—Juan 5:28, 29.
¿CUÁNDO SERÁ?
La noticia electrizante para nuestro día es que se acerca rápidamente el tiempo en el cual el reino de Dios asumirá cargo de los asuntos de la Tierra. Note, por ejemplo, lo que dice la Biblia acerca de las condiciones que caracterizarían a los “últimos días” del sistema de cosas impío: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad, traicioneros, temerarios, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa mas resultando falsos a su poder.”—2 Tim. 3:1-5.
De manera similar, Jesucristo les dijo a sus discípulos que la liberación vendría en un tiempo de gran temor e inquietud entre las naciones. Después de decir que en la Tierra habría “angustia de naciones, no conociendo la salida,” Jesús pasó a decir estas palabras animadoras: “Al comenzar a suceder estas cosas, levántense erguidos y alcen sus cabezas, porque su liberación se acerca.” Ilustrando su punto, continuó así: “Noten la higuera y todos los otros árboles: Cuando echan ya brotes, al observarlo conocen por ustedes mismos que ya se acerca el verano. Así también ustedes, cuando vean suceder estas cosas, conozcan que está cerca el reino de Dios. En verdad les digo: Esta generación no pasará de ningún modo hasta que sucedan todas las cosas.”—Luc. 21:25-32.
¿No hemos sido testigos de las mismas cosas que se predicen en la Biblia? Por lo tanto, ¿no tenemos buena razón para esperar liberación pronto? Sí, esto significa que hoy viven personas que posiblemente vean el fin del sistema impío actual, con sus injusticias y su opresión. Los que quizás mueran antes de ese tiempo no saldrán perdiendo en cuanto a las bendiciones que solo el reino de Dios por Cristo puede traer... librar completamente de la enfermedad, el dolor y la muerte. Todo daño o perjuicio que hayan experimentado en este sistema será completamente deshecho al resucitárseles con la expectativa de vida sin fin.
De seguro la Biblia sí contiene “buenas nuevas” para nuestro día. ¡Qué animador es saber que pronto esta Tierra será un lugar de paz, un paraíso deleitable, en el cual no habrá enfermedad, dolor ni muerte!