¿Tropieza usted por la imperfección?
CUANDO alguien dice o hace algo que usted no aprueba—algo que le afecta personalmente—¿se ofende usted? Si esa persona afirma ser cristiana, ¿se ofende usted aun más que si no fuera así debido a que espera mejores cosas de ella? Hay muchos que están en esta condición, siempre tropezando por las imperfecciones de otros. Quizás hasta se retraigan del servicio de Dios. ¿Es correcta esta reacción?
Tal vez opinen que un cristiano debiera haber sabido cómo portarse en vez de actuar como lo hizo. Puede que esperen de esa persona la perfección debido a que Jesús nos dijo que deberíamos “ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto.” (Mat. 5:48) Pero Jesús no hablaba de perfección en cuanto a capacidades mentales y físicas, ni se refería a la perfección en cuanto a impecabilidad. Sobre esta Tierra solamente Adán y Cristo tuvieron esa clase de perfección. Así como lo manifiestan los versículos anteriores, Jesús quiso decir que debemos ser fieles, de corazón sano y completo, no fáciles de ofender, sino deleitándonos en la misericordia, así como lo hace Jehová.
Las Escrituras manifiestan que ningún seguidor de Cristo está libre de imperfecciones. Por ejemplo, Pedro preguntó: “Señor, ¿cuántas veces ha de pecar mi hermano contra mí y debo yo perdonarlo?” Evidentemente los cristianos estaban pecando unos contra otros en ese tiempo, o de otra manera Pedro no hubiera hecho esa pregunta. Al contestar, “Hasta setenta y siete veces,” Jesús también mostró que nuestros hermanos tal vez pequen contra nosotros frecuentemente, y nosotros contra ellos. (Mat. 18:21, 22) En realidad, Santiago, hermano de Jesús, declara enfáticamente: “Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, éste es un hombre perfecto, capaz de refrenar también todo su cuerpo.” (Sant. 3:2) ¿Dónde entre las filas de los cristianos desde la muerte de Cristo se ha hallado un hombre tan perfecto? ¿Es perfecto usted? Ciertamente que no. Tampoco lo es su hermano.
Si usted ha sido ofendido, es muy probable que aquello en que esté tropezando no sea ninguna ofensa moral grande, porque si eso fuera el caso, la congregación cristiana hubiese tratado al ofensor de una manera disciplinaria. No, su tropiezo es probablemente alguna acción personal insignificante que reflejó el modo de pensar de un individuo imperfecto. No fueron ni Jehová ni Cristo quienes impulsaron a la otra persona a hacer o decir lo que lo ofendió a usted. Pero usted quizás esté restringiendo su relación para con Dios y Cristo debido a que no han enviado fuego desde el cielo y disciplinaron al ofensor. Quizás usted, aun sin darse cuenta de ello, no crea que pueda asociarse con la organización si esta clase de imperfección va a ser tolerada por Dios. Pero, ¿es razonable esto?
¿Qué si los ángeles de la guarda del pueblo terrenal de Jehová dijeran: ‘Jehová, no podemos asociarnos con estos hombres y mujeres imperfectos que tú estás usando en la Tierra para hacer tu voluntad. O ellos se van o nos vamos nosotros’? No, usted no puede imaginarse que los ángeles adopten esa actitud, pero ¿no es ésa la actitud que adopta si tropieza por la imperfección de su hermano?
Realmente, es para ventaja de todos nosotros el que Jehová sea de larga paciencia para con su pueblo. Si él ha tolerado por mucho tiempo al mundo que se le opone, ¿debería ser menos misericordioso hacia los hombres y mujeres que sinceramente tratan de hacer su voluntad? Nunca olvide la paciencia y misericordia que Dios ha manifestado hacia usted al perdonar su deuda de pecado. No es justo de parte de usted el que le niegue perdón a su hermano por una deuda mucho más pequeña, ¿no es cierto?—Mat. 18:23-35.
Más bien que tropezar por la imperfección, imite el proceder sabio de los siervos de Jehová de tiempos anteriores. Cuando los discípulos de Jesús lo abandonaron, esto no lo hizo tropezar. Juan dice que él “los amó hasta el fin.” (Juan 13:1) Cuando Juan y Santiago permitieron que su madre buscara un lugar favorecido para ellos en el Reino, los otros apóstoles se indignaron, pero no tropezaron por esta imperfección. No amenazaron con abandonar a Jesús ni disminuyeron su servicio a Dios. Cuando Pablo rehusó llevar a Marcos en una gira y un arrebato de cólera surgió entre Pablo y Bernabé, ellos no tropezaron cada cual por la falta de gobierno de sí mismo del otro. Aunque tomaron asignaciones distintas, todos ellos continuaron en el servicio de Jehová. (Hech. 15:36-40) Seguramente sería un error el sostener que Jesús, los apóstoles, Bernabé y Marcos debieran haber dejado de servir a Dios debido a la imperfección de sus hermanos o a sus acciones desagradables. Al ser confrontado de situaciones parecidas, siga usted el ejemplo de ellos.
Esto no quiere decir que algún cristiano tenga el derecho de ofenderle a usted ni a ningún otro. No lo tiene, ni se imagina él que lo tenga. Él tiene presente que Jesús dijo a sus discípulos: “Vean que no desprecien a uno de estos pequeños.” (Mat. 18:10) Es muy probable que su hermano esté tratando de seguir el consejo de Pablo: “Es bueno no comer carne ni beber vino ni hacer cosa alguna por la cual tropiece tu hermano.” (Rom. 14:21) Él no hará que usted tropiece intencionalmente. Sabe que tiene que esforzarse por abundar en amor y discernimiento, para que ‘no tenga tacha y no esté haciendo tropezar a otros hasta el día de Cristo.’ (Fili. 1:9, 10) Esa es la norma perfecta hacia la cual se esfuerza—y a la cual nunca alcanza a llegar mientras esté en la carne imperfecta, así como usted no lo hace. Si usted se hace concesiones, ¿por qué no hacerlas para él?
En realidad la imperfección de su hermano pone una prueba a su amor y devoción a Jehová Dios y a su Hijo. ¿Está usted empeñado en vindicar el nombre y la justicia de Jehová o los de usted mismo? Si usted sinceramente desea sostener el nombre y la Palabra de Dios no tomará las faltas de su hermano como licencia para que usted deje de pagar sus votos a Dios. La vida de usted depende de que siga asociándose con el pueblo de Jehová y teniendo parte en el testimonio final. (Heb. 10:25; Mat. 24:14) Su liberación para entrar en el nuevo mundo de Dios no depende menos de que siga amando a Jehová con todo su corazón y a su prójimo como a sí mismo. Este amor “no lleva cuenta del daño.” (1 Cor. 13:5) El amor impedirá que usted tropiece en la imperfección. “Ante todas las cosas,” entonces, “tengan amor intenso los unos para los otros, porque el amor cubre una multitud de pecados.”—1 Ped. 4:8.