La sinagoga—precursora de la asamblea cristiana local
PARA la mayoría de los cristianos hoy en día una sinagoga es un lugar poco familiar. Pero esto no era el caso respecto a los cristianos primitivos. Muchos de ellos no solo habían adorado en sinagogas antes de hacerse cristianos, sino que podían observar que sus asambleas locales seguían en mucho el modelo de la sinagoga.
Originalmente la palabra griega para “sinagoga,” synagogé, tuvo el mismo significado que ekklesía, es decir, una asamblea o congregación. Esto se ve por la manera en que se usaba la raíz verbal synago. Una ocasión típica es la que se registra en Mateo 18:20: “Donde están dos o tres reunidos [synago] en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Es por eso que “ekklesía” y “sinagoga” se utilizan indistintamente en la traducción de la Biblia de los Setenta.
Al pasar el tiempo, no obstante, “ekklesía” retuvo su significado original—por el cual motivo la Traducción del Nuevo Mundo (en inglés), así como lo hizo Tyndale, utiliza la palabra “congregación” en vez de “iglesia” al traducirla-mientras que “sinagoga” tomó el significado de un lugar de asamblea judío. Todavía no perdió del todo este término su significado original, porque la Gran Sinagoga no era un edificio grande sino una asamblea de eruditos de renombre, a quienes se les acredita con establecer el canon de las Escrituras Hebreas para los judíos de Palestina. Y de las sesenta veces más o menos que aparece “sinagoga” en las Escrituras Cristianas Griegas, en unas tres o cuatro ocasiones también se usa en este sentido. Por eso leemos de la “Sinagoga de los Libertos,” la “sinagoga de Satanás, y de ciertas personas que mostraban parcialidad cuando un hombre en un espléndido ropaje entraba “en su asamblea [sinagoga].”—Hech. 6:9; Apo. 2:9; Sant. 2:2, nota al pie.
Las sinagogas judías comenzaron en el tiempo del cautiverio de setenta años o poco tiempo después. En los días de Jesucristo todo pueblo a no ser pequeñísimo tenía su propia sinagoga y las ciudades más grandes tenían más de una. Tiberíades se enorgullecía de tener doce y la tradición le asigna centenares a Jerusalén. Era la costumbre edificarlas en una elevación en el pueblo o cerca del pueblo o ciudad y hacer que miraran hacia el este, hacia Jerusalén. En la actualidad no se sabe claramente cómo se financiaba su edificación, aunque las Escrituras nos dicen que en una ocasión un oficial del ejército construyó una para los judíos.—Luc. 7:5.
En la sinagoga misma, hacia el frente, estaba el arca o cofre que contenía la posesión más valiosa de la sinagoga, los rollos de las Escrituras. También al frente estaba la plataforma del orador y a cada lado de ella ‘los asientos del frente de la sinagoga,’ los cuales ambicionaban tanto los escribas y fariseos. Estos estaban de frente al auditorio y los ocupaban los dirigentes que presidían la sinagoga y los invitados de distinción. No obstante, era desde el centro de la sinagoga que se conducía la mayor parte del servicio, facilitando esto el que cualquiera participara y todos oyeran. Alrededor de los tres lados había bancos para el auditorio, con una sección separada para las mujeres.—Mat. 23:6.
Tal como era el caso con las sinagogas, los lugares de reunión cristianos estaban diseminados por todo el país, teniendo las ciudades más grandes más de uno. Al principio se usaron las sinagogas judías, los judíos cristianos de Jerusalén también se reunían en los pórticos del templo, pero con el tiempo los cristianos llegaron a ser persona non grata, personas que no eran bienvenidas, de modo que se les obligó a reunirse de manera independiente. Entre los primeros lugares separados de reunión estuvieron sus propios hogares. Una vez que comenzaron a edificar naturalmente siguieron las líneas generales de la sinagoga.—File. vs. 2.
PROPÓSITO
La sinagoga sirvió en particular como la precursora de los lugares de reunión de los cristianos primitivos en lo que se refiere a su propósito. La sinagoga judía era, por sobre toda otra cosa, como se indica en el Talmud, una escuela. Era un lugar donde se impartía instrucción, enseñanza, exhortación y ánimo. Las religiones paganas no tenían absolutamente nada que se le comparara.
Este es el motivo por el cual Jesús y sus apóstoles y discípulos primitivos entraban con frecuencia en las sinagogas, para enseñar, instruir y animar a los allí presentes. Este propósito era bien comprendido por los que estaban a cargo de la sinagoga, porque leemos que cuando Pablo y Bernabé llegaron a Antioquía en Pisidia y entraron en la sinagoga allí un sábado y tomaron asiento, “los oficiales presidentes de la sinagoga los mandaron llamar, diciendo: ‘Hermanos, si tienen alguna palabra de ánimo para la gente, díganla.’”—Hech. 13:14, 15.
También fue así con los lugares de reunión de los cristianos primitivos. Por sobre toda otra cosa, eran escuelas, lugares no meramente para alabar a Dios y ofrecer oraciones, sino donde se hacía declaración pública de la esperanza de uno, donde se consideraban unos a otros para incitarse al amor y a las obras correctas y se hablaban palabras de ánimo.—Heb. 10:23-25.
FORMA DE ADORACIÓN
Consistente con el ser la sinagoga una escuela estaba su forma de adoración. Parece que consistía de alabanza, oración, recitación y lectura de las Escrituras, exposición y exhortación o predicación. El dar alabanza trataba principalmente los Salmos. Las oraciones, aunque se tomaban de las Escrituras hasta cierto grado, eran puestas en un molde ritualista que era extremadamente largo, la parte más solemne del cual consistía en diecinueve bendiciones.
La parte más importante de la adoración de la sinagoga, sin embargo, era la lectura y exposición de la Tora. Tan importante la consideraban que la Midrás declara que sin la Tora no podría haber sinagoga.
De hecho, la lectura de las Escrituras consistía de tres partes. Primero venía la recitación del Semá, o lo que equivale a la confesión de fe judía. Se tomaba de Deuteronomio 6:4-9; 11:13-21 y Números 15:37-41. Recibía su nombre de la primera palabra del primer texto bíblico, “Escucha [Shema‛], oh Israel: Jehová nuestro Dios es un Jehová,” y todo judío debía aprender esto de memoria y repetirlo no solo en la sinagoga sino dos veces al día dondequiera que estuviera. No obstante, la tradición hizo que se abstuvieran de pronunciar el nombre de Dios mismo. Luego venía la lectura de la Tora o Pentateuco, la Ley, la cual se completaba en el transcurso de un año, y luego una lectura de pasajes de los Profetas, conocidos como los Haftarás, cada uno con su exposición. Al principio la lectura de las Escrituras se limitaba a la Tora, pero cuando por un tiempo la lectura de la Tora fue prohibida por su gobernante pagano, los judíos comenzaron a leer de los Profetas. Después que se levantó la prohibición se restauró la lectura de la Tora, pero también se retuvo la lectura de los pasajes de los Profetas. Donde los judíos hablaban griego se usaba la versión griega de los Setenta. En otros lugares la lectura era de las Escrituras Hebreas en su idioma original y había un traductor presente donde había necesidad de interpretar.
Cuando Jesús entró en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde vivía, se le dieron para leer los rollos que contenían los Haftarás, después de lo cual hizo una exposición sobre la lectura, tal como era la costumbre. Y fue debido al énfasis en la lectura de la Tora que el discípulo Santiago bien pudo decir a los miembros de la junta directiva en Jerusalén: “Porque desde tiempos antiguos Moisés ha tenido en ciudad tras ciudad aquellos que le predican, porque es leído en voz alta en las sinagogas cada sábado.”—Hech. 15:21; Luc. 4:17-21.
Después de la lectura de la Tora y de los Haftarás, junto con su exposición, venía la predicación o exhortación, la cual se hacía desde el frente de la sinagoga; el resto se hacía desde el centro. Así, pues, leemos que Jesús enseñó y predicó en las sinagogas a través de toda Galilea. Igualmente registra Lucas que fue “después de la lectura pública de la Ley y de los Profetas” que Pablo y Bernabé fueron invitados a hablar, a predicar.—Mat. 4:23; Hech. 13:15.
Los rasgos básicos de la adoración de la sinagoga fueron trasladados a los lugares de asamblea cristianos. También aquí había alabanza, oración, lectura de la Escritura, exposición y predicación o exhortación y ánimo, pero sin las acrecencias ritualistas y sin las especulaciones que tanto les gustaba hacer a los escribas. Como lo describió el apóstol Pablo: “¿Qué ha de hacerse, entonces, hermanos? Cuando ustedes se reúnen, uno tiene un salmo, otro tiene una enseñanza, otro tiene una revelación, otro tiene una lengua, otro tiene una interpretación. Que todas las cosas se efectúen para edificación.... Además, que dos o tres profetas hablen, y que los demás disciernan el significado. Pero si hay una revelación a otro mientras está sentado allí, que el primero permanezca callado.... que todas las cosas procedan decentemente y por arreglo.” Con el tiempo las cartas de Pablo y otras fueron incluidas en la lectura de las Escrituras en esos lugares.—1 Cor. 14:26-33, 40; Col. 4:16.
LA ORGANIZACIÓN
Tal como con otros rasgos básicos de la sinagoga, su organización también sirvió como una precursora o modelo para las asambleas o lugares de reunión de los cristianos primitivos—un punto probado conclusivamente por Vitringa en su De Synagoga, el libro más autoritativo sobre el tema de la sinagoga en el tiempo de Cristo, así como también por Litton en su libro The Church of Christ.
Así que ni en la sinagoga ni en las asambleas de los cristianos primitivos había una clase sacerdotal puesta aparte, ni siquiera una división de clero y lego. El participar en la lectura y en la exposición estaba abierto a todo judío devoto. Por eso es que leemos que Jesús enseñó y predicó por todas las sinagogas de Galilea así como también “en las sinagogas de Judea.” Sus apóstoles y discípulos primitivos hicieron lo mismo, siendo el apóstol Pablo el ejemplo más digno de mención. A medida que viajaba enseñaba en una sinagoga tras otra, en Antioquía de Pisidia, Tesalónica, Berea, Atenas, Corinto y Éfeso.—Mat. 4:23; Luc. 4:44; Hech. 13:14; 17:1, 10, 17; 18:4, 19; 19:8.
Por lo tanto hallamos que en la congregación cristiana todos habían de hacer declaración pública e incitar al amor y a las obras correctas. Todos debían tener una parte en la adoración, así como Pablo aconsejó: “Porque todos pueden profetizar uno por uno, para que todos aprendan y todos reciban ánimo.” Por supuesto, tal como se muestra en otros lugares, las mujeres no enseñaban ni ejercían autoridad sobre los hombres, y eso era cierto tanto en la sinagoga como en la asamblea cristiana primitiva.—1 Cor. 14:31; 1 Tim. 2:11, 12.
Aunque todos los varones maduros podían tener así una parte en la adoración, había algunos que tenían ciertos puestos de confianza y superintendencia. Como bien observa Litton: ‘Los nombres que llevan los tales en las Escrituras Cristianas Griegas son todos derivados de la sinagoga.’ Las sinagogas tenían oficiales presidentes y superintendentes y así también las congregaciones cristianas primitivas. (Mar. 5:22; Luc. 13:14; Hech. 20:28; Rom. 12:8) La sinagoga tenía asistentes o auxiliares e igualmente los tenían los cristianos en su forma de adoración. También había uno llamado el enviado o mensajero de la sinagoga. Aunque no se encuentra su igual en el registro histórico de la congregación cristiana primitiva, una designación similar, “ángel,” aparece en los mensajes que Juan envió a las siete congregaciones de Asia Menor.—Luc. 4:20; 1 Tim. 3:8-10; Apo. 2:1, 8, 12, 18.
Entre otros aspectos en los cuales la sinagoga sirvió como la precursora de las asambleas cristianas se hallan las siguientes: Las sinagogas locales reconocían la autoridad del Sanedrín en Jerusalén, así como las congregaciones cristianas reconocían la autoridad de la junta administrativa en Jerusalén, como lo demuestra tan claramente el capítulo 15 de los Hechos Hechos capítulo 15. En ninguna de las dos se hacían colectas, y no obstante se hacía provisión en ambas para contribuciones para la asamblea y sus ministros y para los pobres.
Ambas también servían como cortes de justicia. La sinagoga era el lugar donde se oían y dictaminaban todos los casos menores que tenían que ver con judíos; y asimismo sostiene el apóstol Pablo que los cristianos deben dejar que los hermanos maduros de la congregación juzguen los asuntos más bien que ir a las cortes de justicia mundanas para arreglar las diferencias entre ellos. Aunque el arreglo de la sinagoga hacía provisión para administrar azotes, en la congregación cristiana el castigar estaba limitado a reprensiones. Pero el tipo de castigo más severo que podían infligir los oficiales de una sinagoga a un judío era el de expulsarlo de la sinagoga. De la misma manera las medidas más severas que se tomaban contra uno que afirmaba ser cristiano era y es el de expulsarlo, desasociándolo o excomulgándolo de la congregación cristiana.—1 Cor. 6:1-8; 1 Tim. 5:20; 1 Cor. 5:12, 13.
En vista de lo antedicho, se puede ver claramente que la sinagoga sirvió por cierto como la precursora de las reuniones cristianas locales. Su estructura local y general, su propósito, forma de adoración y organización fueron traspasadas por cierto al lugar de reunión cristiano. No obstante, se hizo un refinamiento, tanto en la manera de conducir la adoración, cortando completamente con las inútiles acrecencias ritualistas, como también en cuanto a la sustancia, pasando el énfasis de la Ley a la bondad inmerecida y a las buenas nuevas del reino de Dios. Y aunque no todos los que servían en una capacidad especial en la sinagoga tenían sus partes correspondientes en las asambleas cristianas, las que había en éstas tuvieron su prototipo en la sinagoga. Además, debe notarse que no se tomó prestado nada de fuentes paganas.
Bien se puede hacer la pregunta ahora: ¿Dónde rigen actualmente arreglos de organización como los que existían entre estos cristianos primitivos? ¿Dónde se celebran reuniones o asambleas en el idioma vernáculo, en las cuales hay superintendentes y ayudantes pero no una distinción de clero y lego, en las cuales el énfasis está sobre la Palabra de Dios y las cuales tienen la naturaleza de una escuela? Puede haber solo una respuesta: en el Salón del Reino de los testigos de Jehová.