Ninguna división en la Ley Mosaica
ALGUNAS organizaciones religiosas sostienen que la Ley mosaica se componía de dos partes: el Decálogo, o “ley moral”, y la “ley ceremonial”. Alegan que el Decálogo todavía es obligatorio entre tanto que la “ley ceremonial” fué abolida con la venida del Mesías.
Mucho provecho se saca de esta división, particularmente por esas sectas que sostienen que el sábado del cristiano es él séptimo día de la semana y que una observancia literal de él es imperativa para la salvación. Cuando se citan textos que manifiestan que Cristo terminó con la ley, éstas contestan que tales textos sólo aplican a la “ley ceremonial”. Examinemos el registro bíblico y determinemos si tal división es razonable.
Jesús en el sermón del monte no indicó ninguna división. Él entremezcló referencias al Decálogo con referencias a otras partes de la ley mosaica, tales como el asunto de traer ofrendas al altar, de conceder divorcio, de “ojo por ojo”, y de amar al prójimo como a uno mismo. Compare Mateo 5:21, 28, 24, 27, 31, 33, 38, 43 con Éxodo 20:13; Deuteronomio 16:16, 17; Éxodo 20:14; Deuteronomio 24:1; Levítico 19:12; Deuteronomio 19:21; y Levítico 19:18.
Por esto fué concerniente a todo el arreglo de la ley que Jesús dijo: “No piensen que vine a destruir la Ley o los Profetas. Vine, no a destruir, sino a cumplir; porque en verdad les digo que primero desaparecerían los cielos y la tierra antes que la letra más pequeña o una partícula de letra desapareciera de la Ley de modo alguno sin que se efectuaran todas las cosas.” (Mat. 5:17, 18; NM) Jesús con eso manifestó que la ley consistía de cuadros proféticos que de seguro habrían de cumplirse, y cuando el cumplimiento viniera los cuadros serían quitados.
Por ejemplo, los israelitas estaban obligados a observar la pascua anualmente. Pero cuando Cristo, el verdadero Cordero pascual, fué sacrificado, el requisito para observar la pascua típica fué abolido. (Éxo. 12:14; 1 Cor. 5:7, 8) Anual mente también el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo del templo el día diez del mes séptimo con la sangre de expiación. Pero después que Cristo Jesús entró al lugar santísimo de los cielos con el mérito de su propia sangre, los sacrificios animales no tuvieron más valor.—Lev. 16:14; Heb. 9:11-14; 10:1.
PABLO NO HACE NINGUNA DIVISIÓN
El apóstol Pablo tuvo mucho que decir acerca de las leyes que Dios les dió a los israelitas por mano de Moisés, pero buscamos en vano por alguna división entre el Decálogo y los otros rasgos del arreglo de la ley. Cuando él declaró que “[Dios] bondadosamente nos perdonó todas nuestras transgresiones y borró el documento manuscrito contra nosotros que consistía en decretos y que estaba en oposición a nosotros, y Él lo ha quitado del camino clavándolo al madero de tormento”, no estaba refiriéndose sólo a la así llamada “ley ceremonial”. ¿Cómo lo sabemos? Por su argumento en el contexto: “Por tanto que ningún hombre les juzgue en comida o en bebida o con respecto a un día de fiesta o la observancia de la nueva luna o de un sábado, porque esas cosas son una sombra de las cosas por venir, pero la realidad pertenece al Cristo.” (Col. 2:13, 14, 16, 17, NM) El argüir que esto se refiere sólo a sábados anuales es admitir que el caso de uno es tan débil que es copado sin prueba alguna en su contra.
De nuevo, en Romanos 7:6 (NM), leemos: “Pero ahora hemos sido desligados de la Ley, porque hemos muerto con respecto a aquello mediante lo cual se nos estaba sujetando firmemente, para que pudiésemos ser esclavos en un nuevo sentido por el espíritu, y no en el viejo sentido por el código escrito.” ¿Sólo la “ley ceremonial”? No. Pablo incluyó el Decálogo o “ley moral” en su “código escrito”, citando el décimo mandamiento en el versículo siguiente. Él continuó: “Entonces, ¿qué diremos? ¿Es pecado la Ley? ¡Jamás lo sea! Realmente yo no hubiera llegado a conocer . . . la codicia si la Ley no hubiese dicho, ‘No codiciarás.’” (Rom. 7:7, NM) Sí, la ley de la que los cristianos fueron exonerados incluyó al Decálogo.
Note también las palabras de Pablo en Gálatas 3:24, 25 (NM): “En consecuencia, la Ley ha llegado a ser nuestro maestro para guiarnos a Cristo, para que seamos declarados justos por causa de la fe. Pero ahora que ha llegado esta fe, ya no estamos bajo un maestro.” Claramente, mediante el manifestar su necesidad de un Rescatador el Decálogo señaló tan directamente al Mesías como lo hicieron las otras partes del arreglo de la ley, tales como sus sacrificios propiciatorios anuales. Y habiendo dirigido los judíos a Cristo el arreglo de la ley había servido su propósito.
Ni podemos hallar base alguna para una división en la ley mosaica en las palabras de Pablo como se registran en Gálatas 4:21-31, NM, donde Pablo les habla a aquellos cristianos judíos que todavía querían estar bajo la ley de Moisés. Él contrasta el Sinaí en Arabia con la Jerusalén que es celestial y manifiesta cómo el primero fué representado por Agar y la otra por la mujer libre, Sara. El arreglo completo de la ley fué dado en el monte Sinaí, no únicamente la así llamada “ley ceremonial”, y si los cristianos están libres del arreglo Agar-Sinaí entonces también están libres del Decálogo. Luego Pablo insta a los cristianos a que permanezcan firmes por la libertad, puesto que fué para libertad que Cristo los libró. (Gál. 5:1) Pero ¿cómo podría decirse que los cristianos son libres si todavía estuvieran sujetos por el Decálogo? Ni la ley de Moisés ni el tratar de guardarla pueden producir justicia, sino sólo la sangre de Cristo. (Rom. 3:19; 20; 1 Juan 1:7) Los cristianos no están “bajo ley sino bajo bondad inmerecida”.—Rom. 6:14, NM.
Discutiendo el fin de la ley mosaica, Pablo en otro lugar declara: “Pero ahora en unión con Cristo Jesús ustedes que en un tiempo estaban lejos han venido a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, el que hizo de los dos grupos uno solo y destruyó el muro de en medio que como una valla los separaba. Por medio de su carne abolió el aborrecimiento, la Ley de mandamientos que consistía en decretos, para que pudiera crear de los dos pueblos en unión consigo mismo un nuevo hombre y hacer la paz, y para que pudiera reconciliar cabalmente a los dos pueblos en un cuerpo con Dios por medio del madero de tormento, porque él había acabado con el aborrecimiento por medio de sí mismo.” (Efe. 2:13-16, NM) Fué todo el arreglo de la ley y no sólo la así llamada “ley ceremonial” lo que distinguía a los judíos de la gente de las naciones; y fué todo este arreglo, “la Ley de mandamientos que consistía en decretos,” que servía de pared o barrera, lo que fué removido por Cristo.
Tampoco se puede dividir la ley mosaica basándose en las palabras de Pablo como se encuentran en 2 Corintios 3, donde él muestra que el arreglo de la ley fué reemplazado por algo mejor, un pacto nuevo. Todo el arreglo de la ley se incluye en las “tablas de piedra” y la “ley escrita” que condenaban a muerte y que fueron reemplazadas por las leyes escritas por el espíritu y sobre los corazones y que vivifican. “Además, si el código que administra muerte y que fué grabado con letras en piedras se efectuó con una gloria, . . . ¿Por qué no debería ser la administración del espíritu con mucha más gloria? . . . Porque si lo que habría de ser quitado se introdujo con gloria, mucho más sería con gloria lo que permanece.” (2 Cor. 3:7-11, NM) Claramente todo el arreglo de la ley fué introducido con gloria y fué el Decálogo o la así llamada “ley moral” lo que fué grabado “con letras en piedras”. Todo ello administraba muerte a los judíos y se quitó para abrir paso a algo mejor.
SÁBADO TAMBIÉN SUPRIMIDO
Pero algunos argüirán que Dios mandó que el sábado se observara como “pacto perpetuo”. (Éxo. 31:16, 17) Cierto, la palabra “perpetuo” se usa allí, pero note que el original hebreo que es olam no significa a través de la eternidad, sino un espacio de tiempo indefinido, incierto y encubierto. La misma palabra se usa en conexión con otros detalles del arreglo de la ley, tales como el sacerdocio aarónico, que el apóstol Pablo manifiesta que fué abolido. En esa conexión también note que Pablo declara que un cambio de sacerdocio quiso decir también un cambio de leyes.—Éxo. 40:15; Lev. 6:18, 22; Hebreos, capítulo 7.
Hasta que el arreglo de la ley fué clavado al madero de tormento Jesús y sus apóstoles guardaron todas sus provisiones, ya que nacieron bajo la ley. Pero después de eso ya no estuvieron obligados así y gradualmente este asunto se les hizo claro a los cristianos. (Hechos 10) El mero hecho de que después de eso Pablo predicaba los sábados no indica que él consideraba obligatoria la observancia del sábado, no más de lo que su predicación en el cerro de Marte indicó que él aprobaba la adoración de Marte. Pablo predicó en toda ocasión, lugar y tiempo oportunos. Dado que el sábado era un día de descanso para los judíos y era el día en que se congregaban en los mercados y las sinagogas, Pablo lo usó para predicarles las buenas nuevas. Del mismo modo la conveniencia indica que discursos públicos en la cristiandad se den los domingos. Pablo mismo no dió ningún mandato tocante a guardar el sábado y él declara que no había faltado en declarar todo el consejo de Dios. Por lo contrario, él manifestó que el sábado fué pictórico.—Hech. 20:27; Hebreos, capítulos 3 y 4.
ASAMBLEA EN JERUSALÉN
En conexión con esto note la acción tomada por la asamblea de apóstoles y hermanos ancianos convocada en Jerusalén para determinar con qué detalles del arreglo de la ley todavía tenían que cumplir los conversos gentiles. Arguyendo contra el atar el yugo de la ley sobre los nuevos conversos, Pedro dijo: “Ahora, pues, ¿por qué están convirtiendo a Dios en una prueba por medio de imponer sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros antepasados ni nosotros fuimos capaces de llevar? Por el contrario, confiamos en ser salvados por medio de la bondad inmerecida del Señor Jesús de la misma manera que esas personas también.” (Hech. 15:10, 11, NM) El yugo inaguantable no podría haber sido limitado sólo a la así llamada “ley ceremonial”, porque el Decálogo era una carga mucho mayor. Note también que la salvación no viene mediante el guardar el Decálogo, sino mediante la “bondad inmerecida del Señor Jesús”.
Y ¿qué fué lo que ese cuerpo gobernante instruyó a los nuevos conversos cristianos que hicieran? ¿Guardar los Diez Mandamientos? ¿Observar el sábado? No, sino más bien: “Dado que hemos oído que algunos de entre nosotros los han perturbado con discursos que tratan de trastornarles el alma a ustedes, aunque nosotros no les dimos instrucción alguna, hemos llegado a un acuerdo unánime . . . Porque al espíritu santo y a nosotros nos pareció bien no agregarles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias, que se mantengan libres de cosas sacrificadas a los ídolos y de la sangre y de cosas que matan sin extraerles su sangre y de la fornicación. Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán.” (Hech. 15:24-29, NM) Puesto que la verdadera pregunta que surgió fué concerniente a qué detalles de la ley todavía eran válidos, ¡qué oportunidad perdieron los hermanos de aclarar que la observancia del sábado todavía era obligatoria, si tal fuera el caso!
CRISTIANOS BAJO UNA LEY POSITIVA
Los que sostienen que los Diez Mandamientos todavía aplican y que los otros rasgos del arreglo de la ley que ya no pueden llevarse a cabo eran parte de la “ley ceremonial” que desapareció, evidentemente se adhieren tan tenazmente al Decálogo por temor de lo que pasaría si los cristianos estuvieran sin esa guía o regla. Ellos olvidan el hecho de que las leyes de Dios para sus siervos difieren de vez en cuando. A la nación de Israel, por ejemplo, se le ordenó que usara armas carnales y obrara como ejecutora de Dios, pero a los cristianos específicamente se les dijo que sus armas no son carnales.—1 Sam. 15:2, 3; 2 Cor. 10:4, 5.
Pero la remoción del Decálogo no necesita producir temores o aprensiones. A lo más sólo fué un acceso negativo a la justicia. La ley de los cristianos es positiva: Ame a Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerza y ame a su prójimo como a sí mismo. Haga a otros lo que a usted le gustaría que le hicieran. (Mat. 7:12; 22:37-40) Las cabras, en la ilustración de las ovejas y las cabras, fueron condenadas a la destrucción no por haber quebrantado alguno de los mandamientos negativos sino por no hacer el bien a los hermanos de Cristo. (Mat. 25:45) El rico gobernante joven que quería conseguir la vida eterna había guardado los Diez Mandamientos, pero eso no fué suficiente. (Mat. 19:16-24) Para otros ejemplos ilustrando el mismo punto, vea Lucas 10:29-37; 18:9-14.
En la despedida de Jesús con sus discípulos, ¿recalcó él: ‘no hagan ídolos, guarden el sábado, no roben o maten o cometan adulterio o den falso testimonio’? Cuán extraña amonestación hubiera sido ésa. Más bien él dijo positivamente: “Les estoy dando un nuevo mandamiento, que se amen los unos a los otros; igual como yo los he amado.”—Juan 13:33-35, NM.
De igual modo, el apóstol Pablo manifiesta la superioridad de la ley positiva del amor sobre la ley negativa de Moisés: “No le deban a nadie ni una sola cosa, sólo el amarse los unos a los otros; porque el que ama a su prójimo ha cumplido la ley. . . . y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber, ‘Debes amar a tu prójimo como a ti mismo.’ El amor no produce mal al prójimo; por lo tanto el amor es el cumplimiento de la ley.”—Rom. 13:8-10, NM.
Lo mismo sucede con el apóstol Juan. En su primera y principal epístola, ¿qué subraya él? ¿El guardar los Diez Mandamientos? No, sino la importancia suprema del amor. “El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor.” (1 Juan 4:8, NM) De modo que no hay necesidad de temer acerca de la remoción del Decálogo cuando se reemplaza con amor.
De este modo se ve que la división de la ley dada a Moisés en una “ley moral”, el Decálogo, y una “ley ceremonial”, que se referiría a otros asuntos de conducta y adoración, no tiene el apoyo de las Escrituras, la lógica o la necesidad. En vez de manifestar que estaba dividida, tanto Jesús como sus discípulos tratan del entero arreglo de la ley como una unidad, como una sombra, como un maestro, que Jehová Dios clavó en el madero de tormento de Jesús después que su propósito fué efectuado. Los siervos de Dios desde ese tiempo no han estado “bajo ley sino bajo bondad inmerecida”.—Rom. 6:14, NM.