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Conmemorando la muerte de CristoLa Atalaya 1954 | 1 de abril
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con Cristo Jesús, y concerniente a quienes el apóstol Juan escribió: “Amados, ahora somos hijos de Dios, pero aun no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando él sea manifestado nosotros seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es.”—Rom. 8:16; 1Juan3:2, NM.
Sin embargo, aun éstos tienen que examinarse para asegurarse de que están cumpliendo con todo lo que se requiere de ellos. No hay mérito particular en el participar de los emblemas mismos, aparte de un acto de obediencia, y por lo tanto el que uno participara del pan y la copa sin vivir en conformidad con lo que estos emblemas representan lo haría culpable de hipocresía. Aunque multitudes innumerables han profesado ser hijos de Dios y abrigar la esperanza de ir al cielo al morir, la Palabra de Dios nos dice en el Apocalipsis, capítulos 7 y 14, que el número que estará con Cristo en su trono en el cielo sólo es 144,000.—Apo. 20:5, 6.
Debido a que sólo los cristianos que tienen esta esperanza celestial pueden participar apropiadamente de la cena del Señor, de los 742,565 que asistieron a su observancia por los testigos de Jehová en 1953 sólo 19,183 participaron del pan y la copa. Los que no participaron se reconocieron como parte de la grande muchedumbre que Juan vió de pie delante del trono con “palmas en sus manos”; aquéllos a quienes Jesús describió como las “otras ovejas, que no son de este redil,” como las “ovejas” que hacen el bien a los hermanos de Cristo y cuya esperanza no es vida divina, inmortal, en los cielos sino vida eterna en un paraíso terrestre donde tendrán el privilegio de llevar a cabo el mandato original dado a Adán y Eva, a saber, ‘llenar de una raza justa la tierra, sojuzgarla y ejercer dominio sobre los animales inferiores.’—Gén. 1:28; Mat. 25:31-46; Juan 10:16; 1 Cor. 15:53, 54; 2 Ped. 1:4; Apo. 7:9; 21:4, NM.
Este año los testigos ungidos de Jehová y sus compañeros de buena voluntad se reunirán el 17 de abril, después de las 18 horas, para celebrar otra vez la cena del Señor, para conmemorar otra vez la muerte de Cristo. Y usted, estimado lector, sea que usted profese ser miembro del cuerpo de Cristo o ser uno cuyas esperanzas son terrestres, está invitado a asistir y recibir una rica bendición.
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‘Palabras dichas oportunamente’La Atalaya 1954 | 1 de abril
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‘Palabras dichas oportunamente’
● En la región de las minas de hulla del nordeste de Francia se hallan, por lo general, tres clases de personas: católicos firmes, comunistas y los indiferentes. Allí sucede a menudo que un católico le diga a un testigo de Jehová: “Su religión no es francesa. Viene de América,” completamente pasando por alto el hecho de que su religión tampoco es francesa, sino que viene de Roma.
● En un pueblecillo de esta región un sacerdote le preguntó a un testigo de siete años de edad que estaba de pie en la esquina de una calle ofreciendo literatura bíblica a los que iban pasando si se le estaba pagando por hacer eso. “Pues sí,” contestó él, “naturalmente. Todo trabajador merece un salario. Jehová me dará vida eterna en el nuevo mundo. ¿Qué creía usted que mi pago sería?” El sacerdote se fué sin decir una sola palabra.
● En otro pueblo un testigo de Jehová que tenía 78 años de edad fué visitado por su presbítero católico. Este le dijo: “No entiendo por qué usted ha abandonado su religión después de haber estado en ella tanto tiempo. ¿Cómo es que se volvió tan loco a su edad?” El testigo contestó: “Usted está muy equivocado—precisamente lo contrario es la verdad. Yo estaba loco y me encontré entre locos por setenta y siete años. Desde entonces he sido sanado espiritualmente. Sí, teniendo 77 años todavía le estaba llamando a usted ‘Padre,’ cuando tengo bastantes años para ser su abuelo.”
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