Preguntas de los lectores
● Hemos recibido una cantidad bastante extensa de preguntas de personas casadas en cuanto a asuntos sexuales, como resultado de puntos de vista que han recibido extensa publicidad por fuentes de información mundanas. Estas preguntas han tenido que ver con actos conyugales, control de la natalidad, esterilización y aborto. Aquí comentamos sobre tales asuntos al grado que nos sentimos autorizados para hacerlo.
El matrimonio brota de una fuente divina, Jehová Dios. Fue el Creador del hombre quien suministró una esposa como complemento para Adán. ¿Fue ésta solo para compañerismo platónico, desprovisto de actos sexuales entre marido y mujer? No de acuerdo con la Biblia. Ésta dice que Dios le mandó a la primera pareja: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra.”—Gén. 1:28.
Esto nos ayuda a ver cómo Jehová mismo considera el matrimonio. Tiene como propósito principal la reproducción o el dar a luz hijos. (Gén. 1:28; 2:18) Esto no se habría de efectuar mediante partenogénesis, el desarrollo de un óvulo sin fecundación. Más bien, el obedecer las instrucciones de Dios requería relaciones sexuales o actos conyugales entre el marido y su esposa. En consecuencia, tal intimidad casta y agradable no debería considerarse como incorrecta o indigna. Es honorable y sagrada, un medio que sirve para transmitir vida humana. Sin embargo, la Biblia claramente muestra que entre los cristianos el coito tiene que restringirse a un esposo y su esposa. El Creador condena las relaciones sexuales fuera de esta esfera: “Dios juzgará a los fornicadores y a los adúlteros.”—Heb. 13:4.
Sin embargo, sabiendo que las relaciones maritales también sirven para satisfacer deseos apasionados, algunas personas han preguntado acerca de ciertas prácticas sexuales. Nos hemos visto obligados a responder que no les toca a extraños dictarle a un matrimonio lo que ha de hacer en este aspecto íntimo de su matrimonio.
Dios proveyó los órganos sexuales masculinos y femeninos para que se usaran al cumplir la asignación noble de ser ‘fructíferos y hacerse muchos.’ No es necesario que describamos cómo estos órganos cooperan para el logro de ese fin. Su diseño es bastante evidente. Las personas casadas reconocen la manera obvia en que el órgano del esposo encaja en el conducto natal de su esposa para que se cumpla el propósito serio de la reproducción.
Sin embargo, algunos han sostenido que absolutamente todo lo que se haga entre esposo y esposa es permisible. Sin embargo, ese punto de vista no tiene apoyo en la Biblia. En Romanos 1:24-32, donde se habla tanto de hombres como de mujeres que participaban de prácticas sexuales inmorales, incluso actos de lesbianismo y sodomía, la Biblia menciona un “uso natural de la hembra.” Así se muestra que el entregarse a tal uso pervertido de los órganos reproductivos para satisfacer un deseo codicioso de excitación sexual no es aprobado por Dios. Esto también sería cierto con relación a los matrimonios; ellos no deben pervertir este “uso natural de la hembra.” En muchos lugares hasta la ley del país respalda esto, haciendo ilegales ciertos actos entre marido y mujer. Por ejemplo, hablando acerca de los Estados Unidos, Time del 8 de agosto de 1969 declaró: “La sodomía es ilegal en casi todo estado, aun entre esposos.” (Los que no han aprendido cómo se practican esas perversiones deben estar agradecidos de eso, porque Jehová Dios insta a los cristianos a que “sean pequeñuelos en cuanto a la maldad.”—1 Cor. 14:20.)
Tomando en cuenta sus necesidades mutuas, las relaciones maritales son la manera en que el esposo y la esposa se expresan uno al otro amor tierno y cariño intenso. ¿Sería consistente con eso el egoístamente pedir que el cónyuge de uno participara en una degradación de los órganos reproductivos, obrando de una manera que al cónyuge le pareciera repugnante, solo para satisfacer los propios sentidos de uno? ¿Sería ése el derrotero tierno y amoroso? Ninguna persona cuerda abusaría de su propio cuerpo humano, ni le impondría una práctica que fuera repugnante. Las Escrituras dicen que el esposo y la esposa son una sola carne. (Efe. 5:28-31) Por eso, ¿exigiría un esposo o esposa cuerdo y amoroso actos sexuales que el otro cónyuge considerara correctamente como contranaturales y repugnantes? Es obvio que la autoridad sobre el cuerpo del cónyuge de uno no es ilimitada ni queda sin ser afectada por los principios bíblicos.—1 Cor. 7:1-5; Pro. 5:15-19.
A veces hay individuos que opinan que el gobierno de uno mismo en cuanto al sexo es necesario para una persona soltera pero que una vez que uno se casa ya no se necesita. Este punto de vista, sin embargo, no es correcto. El gobierno de uno mismo es un fruto del espíritu y debe manifestarse en todos los tratos de uno. (Gál. 5:22, 23) El hecho de que por lo general el varón tenga mayor deseo sexual sugiere que despliegue un mayor grado de gobierno de sí mismo, aunque su esposa amorosamente quiera satisfacerlo. Debe asignarle “honra como a un vaso más débil, el femenino.” (1 Ped. 3:7) Y en parte puede hacer esto reconociendo que la naturaleza sexual de ella es diferente de la de él. Al morar con ella “de acuerdo con conocimiento,” no debe pensar únicamente en satisfacerse rápidamente de cualquier modo y siempre que quiera, sino que debe tenerle consideración a ella tanto física como emocionalmente.
Sin embargo, más allá de las observaciones ya hechas acerca de los actos conyugales no podemos ir. Con amor, respeto y altruismo, los cónyuges mismos tienen que decidir lo que harán. Pueden tener presente la importancia del gobierno de sí mismos y que “hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.
Se relaciona con este asunto la cuestión del control de la natalidad. Como mencionamos al principio, la reproducción es un propósito principal del matrimonio, de acuerdo con la Biblia. Firmemente creemos que los hijos son una bendición, o como lo expresa el Salmo 127:3: “El fruto del vientre es un galardón.” ¿Significa esto, sin embargo, que todos los cristianos están obligados a casarse y producir hijos? ¿Son hoy los siervos de Dios responsables de aplicar personalmente el mandato que Dios dio a Noé y sus hijos: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra”?—Gén. 9:1.
No, la Biblia no dice que esto sea una obligación hoy. Jesús mismo indicó que ciertos discípulos evitarían el casarse “por causa del reino de los cielos.” (Mat. 19:10-12) Y bajo inspiración el apóstol Pablo explicó específicamente que la soltería suministra mayor libertad para servir al Señor. (1 Cor. 7:32-34, 38) Algunos cristianos casados, también, para disfrutar de mayor libertad para servir a Dios, o por razones de salud o económicas, han decidido limitar el tamaño de sus familias practicando el control de la natalidad. La Biblia no trata directamente el control de la natalidad, y por eso cada matrimonio puede considerar los puntos ya mencionados y llegar a su propia conclusión. Los que se esfuerzan por evitar el tener hijos ahora no están violando ningún mandato de Dios a los cristianos, pero tampoco los que sí tienen prole ahora están obrando incorrectamente al tenerla.—Gál. 6:5.
Hay numerosos métodos para el control de la natalidad. No nos toca como sociedad bíblica recomendar o apoyar alguno de éstos. Si un matrimonio quiere practicar el control de la natalidad —y queremos recalcar que esto es enteramente una decisión personal— tienen que decidir cómo hacerlo. Pudiera haber efectos secundarios físicos debido a ciertos métodos contraceptivos. Por consiguiente, eso se debe considerar. Otro aspecto que avaluar es si acaso cierto método viola principios cristianos de alguna manera.
Por ejemplo, los científicos mismos no están seguros de la manera en que funciona el artefacto intrauterino (IUD), que a veces se llama “abrazadera” o “anillo.” Un informe de 1968 de la Organización de Salud Mundial de las Naciones Unidas declaró: “El que la presencia de un IUD afecte o no la fecundación en la hembra humana no se ha demostrado de manera concluyente. . . . Los hallazgos en otras especies sugieren que la prevención de la unión del esperma y el óvulo [concepción] en el conducto [falopio] no es la explicación de la acción antifecundadora del IUD en los mamíferos.” (Serie de informes técnicos Núm. 397, página 11) SI este artefacto permite la concepción pero interrumpe el desarrollo del óvulo fecundado en alguna etapa posterior, equivaldría a aborto desde un punto de vista bíblico. (El aborto se considerará más tarde.) Nosotros como Sociedad no hemos llevado a cabo experimentos con el IUD y por eso no podemos decir ni una cosa ni otra. Cada matrimonio individual tiene que considerar los factores y estar dispuesto a asumir ante Dios la responsabilidad por su decisión.
Una medida contraceptiva que tiene muchos partidarios en el mundo es la esterilización voluntaria. Se han diseñado operaciones quirúrgicas mediante las cuales se puede esterilizar a un varón o a una hembra con propósitos de control de la natalidad. A veces a estas operaciones se les llama “temporales” porque se alega que pueden ser invertidas. Pero subsiste el hecho de que entre el 4 por ciento de que se informa que busca tal reversión, menos de la mitad tiene éxito y aun entonces hay extraordinarios riesgos para las mujeres en preñeces subsecuentes. Con buena razón, entonces, un escritor hizo la observación de que “la esterilización tiene que considerarse un procedimiento permanente, irrevocable.” (Por supuesto, nos referimos a una operación que tiene como objetivo la esterilización, no a una operación para remover tejido enfermo como cáncer de la matriz. En esta última situación, la pérdida de la habilidad reproductiva de una persona pudiera ser un resultado triste y posiblemente inevitable, y no el propósito de la operación.)
Sea que se le llame “temporal” o no, ¿cuál es exactamente el punto de vista bíblico sobre la esterilización? Dios no permitió esterilización entre los israelitas. Al contrario, prohibió a su nación que hiciera eunucos, diciendo: “Ningún hombre a quien se haya castrado aplastándole los testículos o que tenga cortado su miembro viril podrá entrar en la congregación de Jehová.” (Deu. 23:1) Además, dio leyes que protegían las facultades de reproducción. Si una mujer casada ponía en peligro las facultades de reproducción de un hombre en una lucha, era castigada severamente por su acto.—Deu. 25:11, 12.
Es verdad que los cristianos no están bajo los requisitos de la ley mosaica. (Rom. 6:14) Pero, ¿realmente quiere uno saber lo que Dios piensa sobre el asunto de la esterilización? La información que acabamos de dar es la única indicación que tenemos en la Biblia. Los que son espiritualmente maduros aprecian intensamente el tener discernimiento del punto de vista de Dios para poder guiar sus pasos de acuerdo con eso. Es verdad que para algunas personas la esterilización pudiera parecer ser un derrotero que exigiera menos en lo que toca a gobierno de sí mismo o evitaría los peligros asociados con la preñez de una mujer que tenga mala salud, pero note la actitud que se refleja en el Salmo 143:10: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Tu espíritu es bueno; que me guíe en la tierra de rectitud.” Hoy los cristianos maduros manifiestan esa misma actitud al tomar sus decisiones.
Un asunto final apropiado para lo que tratamos es el aborto. En el mundo va aumentando el clamor que pide que se reformen las leyes sobre el aborto. A menudo los proponentes de esto declaran que se deben legalizar los abortos cuando un médico con licencia “cree que hay bastante peligro de que la continuación de la preñez perjudique gravemente la salud física o mental de la madre o de que el niño nazca con graves defectos físicos o mentales,” o alguna variación de esto. No nos ponemos a favor de un lado ni del otro en este asunto legal, pero podemos comentar sobre lo que la Biblia dice que tiene que ver con la cuestión de si es lícito o no el aborto para el cristiano.
Fundamental en esta cuestión es el punto de vista bíblico de que la vida es un don de Dios y es sagrada. Tanto a Noé como el progenitor de la raza humana posdiluviana como a la nación de Israel Jehová les prohibió el asesinato o el quitar la vida a otro humano. (Gén. 9:5, 6; Éxo. 20:13) Pero, ¿cuándo comienza la vida humana? Teólogos y científicos han argüido sobre este punto de un modo y otro. Sin embargo, lo que les interesa a los cristianos es el punto de vista de Jehová.
Según la ley de Dios dada por medio de Moisés el feto o embrión humano en desarrollo se consideraba una vida o alma. Dios declaró: “En caso de que haya hombres luchando el uno con el otro y realmente lastimen a una mujer encinta y efectivamente salgan sus hijos pero no ocurra un accidente fatal, sin falta ha de imponérsele el pago de daños . . . Pero si ocurre un accidente mortal, entonces tienes que dar alma por alma.” (Éxo. 21:22, 23) Note que Dios no dijo que esto solo aplicaba después que hubiera pasado cierto número de semanas de la preñez. Si la mujer había concebido y estaba encinta, la acción que resultara en matar al niño que se desarrollaba en ella —el cual con el tiempo en circunstancias normales viviría como alma separada— sería asesinato.
En consecuencia, el aborto efectuado simplemente para librarse de un hijo indeseable es igual a quitar voluntariamente una vida humana. (1 Juan 3:15) Lo mismo aplica cuando se trata de obtener un aborto solo porque un doctor teoriza que si se deja que la preñez llegue a su término completo será perjudicial para la salud o vida de la madre.a Es bueno recordar que las opiniones médicas, prescindiendo de lo sincero de su motivación, todavía son opiniones. Según un informe de la Prensa Unida Internacional, una señora de Hull, Inglaterra, tenía un problema del corazón tan serio que tenía que depender de un artefacto eléctrico que le estimulaba el corazón. Cuando quedó encinta los doctores le dijeron que “las tensiones del parto serían demasiado.” Le aconsejaron que tuviera un aborto. No obstante, ella rehusó someterse a un aborto. Buscó ayuda médica para permanecer viva. Finalmente dio a luz una hija sana y, sosteniendo a la niña recién nacida en los brazos, dijo: “Valió el riesgo.”
A causa de los efectos de la imperfección hay peligros asociados con toda preñez humana. ¡Cuán agradecidos podemos estar de que Dios haya prometido cambiar las cosas en el futuro y restaurar la perfección y la salud humanas, hasta resucitar a los que le han sido fieles! Por eso seguramente hoy el derrotero sabio es hacer cuanto uno pueda para preservar el grado de vida y salud que tenga, pero evitar el hacer cualquier cosa que resultara en que uno perdiera la esperanza de vida eterna en perfección.—Mat. 16:25-27; Rev. 21:8.
En conclusión, deseamos mencionar que comprendemos que cuando se trata del control de la natalidad y las relaciones maritales hay muchos puntos de vista personales. No hemos tratado de considerar todos éstos ni lo haremos. Esta consideración es para manifestar lo que encontramos en la Biblia. Algunas personas posiblemente deseen que les demos consejo más detallado sobre estos asuntos o tomemos decisiones por ellas. No podemos hacer esto. Sin embargo, esperamos que lo que se ha considerado aquí les resulte útil.
[Nota]
a Si al efectuarse el parto se tiene que hacer una selección entre la vida de la madre y la del hijo, les toca a los individuos envueltos en el caso hacer esa selección. Algunos que han estado en esta situación han decidido salvar la vida de la madre debido a la importancia de ella para su esposo y sus otros hijos, si tienen algunos. Sin embargo, los adelantos en los procedimientos médicos de muchas naciones han hecho muy rara esta situación.