La predestinación y la presciencia de Jehová
“Conocidas a Dios son todas sus obras desde el comienzo del mundo.”—Hech. 15:18, VA.
1. ¿Qué diferencia hay entre la predestinación y la presciencia?
JEHOVÁ tiene el poder de la predestinación y la facultad de la presciencia. Lo que él predestina acontece porque él ha preordenado que acontecerá, prescindiendo de lo que cualquier criatura en el universo haga para impedirlo o detenerlo. Lo que él prevé acontece debido a la infalibilidad de su facultad de percepción en el futuro, el ejercicio de la cual de ninguna manera viola el libre albedrío de criatura alguna. Generalmente, la predestinación tiene que ver con clases o grupos y con sucesos, sin preordenar a los individuos específicos que estarán implicados en estas clases o sucesos. Por otra parte, la presciencia divina no se limita a grupos o sucesos sino que frecuentemente indica a individuos específicos que estarán implicados en ellos.
2. ¿Qué fué la nación de Israel?
2 En nuestro número anterior se colocó una base sólida para la conclusión de que cuando las Escrituras griegas hablan de predestinación o preordenación relativas a los que reinarán con Cristo en el cielo, se refieren a los tales como clase y no como individuos. Lo mismo es cierto cuando Jehová expresa su propósito de tener una nación santa. En tiempo antiguo Israel llegó a ser la típica nación santa, porque a ella Jehová dijo: “Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa.” De nuevo, “Pueblo santo eres para Jehová tu Dios; a ti te escogió Jehová tu Dios, para que le seas un pueblo de exclusiva posesión, más que todos los pueblos que están sobre la haz de la tierra.” (Éxo. 19:6; Deu. 7:6) Fué una nación electa o escogida, a la cual se hacía referencia como “Israel mi escogido.”—Isa. 45:4.
3. Aunque eran de una nación electa, ¿en qué podían fracasar individualmente los israelitas?
3 Pero el mero hecho de que era una nación electa no incluyó automáticamente a cada israelita individual como finalmente escogido. Jehová mismo destruyó a muchos de ellos en los recorridos del desierto y después de ellos, así como también permitió que los enemigos redujeran sus filas por causa de infidelidad. Cuando Cristo vino sólo un resto de los judíos le aceptó, y no israelitas fueron introducidos para completar el número preordenado del “Israel de Dios.” (Gál. 6:15, 16; Efe. 2:11-22, NM) No era suficiente ser un judío exteriormente, de manera carnal. Los miembros del “Israel de Dios” tienen que ser judíos interiormente, de manera espiritual. (Rom. 2:28, 29; 9:6, NM) Cuando muy pocos israelitas naturales aceptaron al Mesías, “Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para tomar de ellas un pueblo para su nombre.” Cuando las ramas israelitas naturales rehusaron producir fruto piadoso fueron quebradas y las ramas gentiles hasta entonces silvestres fueron injertadas para ocupar su lugar. De esta manera Dios, cuando los sentimientos de muchos del Israel natural quedaron embotados a su deber, introdujo gentiles para completar el número preordenado del Israel espiritual, o el “Israel de Dios”: “Un embotamiento de sensibilidades ha sucedido en parte a Israel hasta que haya entrado el número completo de personas de las naciones, y de esta manera todo Israel será salvo.”—Juan 15:1-8; Hech. 15:14; Rom. 11:17-21, 25, 26, NM.
4. ¿Qué manifiesta que el Israel espiritual incluye a gentiles, y dónde encaja la “grande muchedumbre” en el tipo y antitipo?
4 Que la típica nación santa de Dios, el Israel natural, prefiguró al Israel espiritual, y que éste sería formado en parte por gentiles, se manifiesta por la aplicación que hace Pedro de Éxodo 19:6 y Deuteronomio 7:6 a los miembros del cuerpo de Cristo compuesto de judíos y gentiles: “Ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó fuera de la oscuridad a su luz maravillosa. Porque ustedes en un tiempo no eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios.” (1 Ped. 2:9, 10, NM) El número completo de los que reinan con Cristo se fija en 144,000. (Apo. 14:1-4) En el Apocalipsis 7:4-8 este mismo número es prorrateado entre las doce tribus de Israel, y dado que éste es el número completo e incluye a gentiles, el Israel mencionado aquí tiene que ser el Israel espiritual. La “grande muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de entre todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” que se ve en seguida no podría ser de la clase celestial, porque eso engrosaría el número mucho más allá de los 144,000 preordenados. (Apo. 7:9, NM) Realmente, ésta hace el paralelo completo. Así como cuando el típico Israel natural salió de Egipto fué acompañado de una “multitud mixta” de no israelitas, así en el antitipo cuando el Israel espiritual se separa de este viejo mundo bajo Satanás una grande multitud, una muchedumbre gentil cuando se compara con el Israel espiritual, se asocia con él. La salvación la consiguen por medio de la sangre redentora de Cristo.—Apo. 7:10, 14.
5. ¿Qué revela todo esto tocante a la predestinación?
5 ¿Qué revela todo esto tocante a la predestinación? Manifiesta que aunque el Israel natural fué electo como nación, muchos de esa nación apostataron y sólo un resto permaneció fiel. Siendo típico del Israel espiritual, manifiesta que el Israel espiritual es electo como clase o nación santa, pero no en cuanto a individuos que componen su número, porque muchos individuos apostataron y sólo un resto del número total en un tiempo llamado, santificado, justificado, redimido y de la elección permanece fiel. Además, lo susodicho manifiesta que no sólo el Israel espiritual electo o escogido que reina con Cristo en el cielo es redimido por la sangre de Cristo, sino que una grande muchedumbre sin número fijo o predestinado también viene a estar bajo los beneficios salvadores del rescate. Los presbiterianos, principales defensores de la predestinación, niegan esto, diciendo: “Ni hay algunos otros redimidos por Cristo . . . sino solamente los electos.”a Al contender que sólo los electos que reinan con Cristo son salvados, los predestinarios hacen surgir otro dilema para ellos mismos: Dado que los electos o escogidos llegan a ser una parte de la simiente abrahámica, junto con Cristo Jesús, ¿quiénes son las familias y naciones de la tierra bendecidas por esta simiente? (Gén. 12:3; 22:18; Gál. 3:16, 29) Realmente, es una clase terrestre cuyos miembros se sacan de todas las naciones, y la parte que es del tiempo actual llega a ser la “grande muchedumbre” del Apocalipsis 7:9.
PRESCIENCIA CONCERNIENTE A INDIVIDUOS
6. ¿Son prueba de predestinación los casos de Sansón, Jeremías y Juan el Bautista?
6 Al tratar de probar su punto de que los individuos generalmente están predestinados, los fanáticos apoyadores de esa doctrina citarán como casos de prueba a personas como Sansón, Jeremías, Ciro, Esaú y Jacob, Juan el Bautista y Judas, y también a Jesús. Es verdad que antes de que nacieran Jehová previó que Sansón comenzaría a librar a Israel, que Jeremías sería un profeta a las naciones, y que Juan el Bautista ejecutaría una obra semejante a la de Elías en preparar al pueblo para la venida del Mesías. (Jue. 13:3-5; Jer. 1:5; Luc. 1:13-17) Sin embargo, estos casos no concuerdan con la doctrina de la predestinación. Esa doctrina exige que el destino final de los individuos sea ordenado inflexiblemente desde antes del tiempo de Adán y Eva; pero no hay evidencia de eso en estos casos. No hay nada que indique que la presciencia de Dios en cuanto a estos individuos específicos existiera mucho antes del tiempo de la concepción. Además, esa presciencia parecía atañer a sus actividades en vez de a sus destinos finales; mientras que la predestinación atañe a los destinos finales, y eso “sin ninguna previsión de fe o buenas obras, o perseverancia en cualquiera de ellas, o cualquiera otra cosa en la criatura.”b La presciencia divina demostrada en estos casos es algo muy diferente a la predestinación.
7. ¿Por qué no le presta apoyo el caso de Esaú y Jacob a la predestinación, y por qué lo manejó Jehová del modo que lo hizo?
7 La declaración concerniente a los gemelos Esaú y Jacob no se hizo antes de la creación de Adán y Eva, sino cuando los bebés se encontraban en el vientre de su madre; tampoco fué concerniente al destino final, sino que fué: “el mayor servirá al menor.” Quiso decir que el menor, en contraste con el proceder acostumbrado, iba a obtener la primogenitura que solía corresponder al hijo primogénito y que le convertía, al morir su padre, en cabeza de la casa de su padre y convertía a sus demás hermanos en subordinados a él. Y todo esto fué “cuando todavía no habían nacido ni practicado cosa buena o mala, para que el propósito de Dios respecto a la selección continuara dependiendo, no de obras, sino de Aquel que llama.” Uno de estos muchachos gemelos obtendría la primogenitura, que en este caso llevaba consigo la promesa abrahámica. Al hacer la selección antes de nacer ellos, antes de que hubieran hecho bien o mal, Jehová demostró que la elección de los que participan de la promesa abrahámica no depende de obras. Esto fué un contraste con el pacto de la Ley, que hizo que los judíos dieran énfasis a las obras. Subrayó la bondad inmerecida o gracia, y el espíritu. Dejó la selección enteramente a aquel que llama candidatos para estas bendiciones, a saber, Jehová Dios. Su libre selección en este asunto, absolutamente sin restricción debido a costumbres o procedimientos acostumbrados de acuerdo con las expectativas de los hombres, tales como dar la primogenitura a los hijos primogénitos, se recalca más por su selección del hijo menor en vez del mayor. De modo que Jehová estaba haciendo claro su propósito concerniente a su pacto, no dando rienda suelta a un antojo, al obrar como lo hizo en el caso de Esaú y Jacob.—Gén. 25:23-26; 27:29, 37; 28:13, 14; Rom. 9:11, NM.
8. ¿Por qué no era esto una condenación eterna de Esaú, y no obstante cómo, en vindicación de la presciencia de Jehová, resultó ser él?
8 La decisión de Jehová de dar la primogenitura a Jacob o el permitir que el mayor, Esaú, fuera un esclavo temporal del menor no predestinó a Esaú a condenación eterna, como los predestinarios tienen que sostener. El estar en una posición subordinada no prohibía a Esaú conseguir la aprobación de Dios. ¿No se adhirieron a Israel algunos de los cananeos, aunque se hallaban bajo una maldición inspirada para servir a los descendientes de Sem, y consiguieron la bendición de Jehová? (Gén. 9:25-27; Jos. 9:27) Y en cuanto a la primogenitura, el recibirla no es un requisito para la salvación. Si lo fuera, entonces sólo los hijos primogénitos se salvarían y todos los demás quedarían condenados automáticamente. Y ¿qué hay de la declaración de Jehová: “Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú”? (Mal. 1:2, 3; Rom. 9:13, NM) El registro no declara específicamente que este juicio quedó asentado mientras los bebés se hallaban en el vientre de Rebeca, que no se esperó a su conducta subsecuente como base para él. Pero prescindiendo de esa posibilidad, la facultad de presciencia poseída por Jehová podía revelarle a él el proceder que cada gemelo adoptaría y suministraría toda la base necesaria para amar a uno y odiar al otro. El poder que él posee de leer las disposiciones inherentes de los bebés antes de que nazcan no puede dudarse. Seguramente Esaú tenía una tal disposición, y ésta persistió a pesar de la buena enseñanza religiosa que recibió de sus padres. En contraste con la fidelidad de Jacob, Esaú fué un cazador irresponsable, buscó las maldecidas mujeres paganas como esposas, demostró desprecio por la promesa abrahámica vendiendo su primogenitura a Jacob, y no obstante después trató de defraudar a Jacob quitándole la primogenitura que era de Jacob mediante compra y dádiva de Dios. De su propio libre albedrío hizo todo esto Esaú y se ganó el odio de Jehová.—Gén. 25:27-34; 26:34, 35; 27:34-36, 46; 1 Sam. 16:7; Job 31:15; Ecl. 11:5.
9. ¿Por qué no prueban los casos de Judas, Pedro y Ciro la predestinación?
9 Jehová Dios profetizó que uno de los apóstoles de Jesús traicionaría a Jesús, pero no se dió específicamente el hombre del que lo haría. (Sal. 41:9; 109:8) No hay evidencia para decir que Jesús sabía cuando escogió a Judas Iscariote que éste iba a ser el traidor. Sin embargo, el poder de Jesús que provenía de Jehová le habilitó a percibir los pensamientos e intenciones de la mente y corazón humanos, y tan pronto como Judas empezó a desviarse en esa dirección Jesús lo supo. Para demostrar que él era el Mesías habló con anticipación de esta traición que vendría: “Desde este momento en adelante se lo digo antes de que suceda, para que cuando suceda ustedes crean que yo soy él.” (Juan 2:24, 25; 6:64, 70, 71; 13:11, 18-30; Apo. 2:23, NM) Las predicciones hechas que identificaron a Judas personalmente como el traidor llegaron después que era adulto, después que fué apóstol. Lo mismo puede decirse de las que implicaron a Pedro personalmente, en cuanto a negar a Cristo, su recobro posterior, y la manera en que moriría. (Mar. 14:30; Luc. 22:31, 32, 34; Juan 21:17-19) Nada de esto podría llamarse predestinación, el fijar los destinos de individuos antes de la fundación del mundo original. En cuanto a Ciro, fué mediante el poder profético de presciencia de Jehová que él fué nombrado como el que derrocaría a Babilonia y libertaría a los cautivos israelitas, y esto unos doscientos años antes de que el suceso aconteciera. Pero la predestinación presbiteriana o calvinista no está implicada en esto. No fijó el destino final de Ciro. Él no llegó a ser un adorador verdadero de Jehová, sino que sirvió a muchos dioses falsos, y nunca llegó a ser de la clase electa de Jehová.—Isa. 45:1-4.
10. A pesar de su calidad de excepcional, ¿qué hay del caso de Jesús?
10 En cuanto a Jesús, su proceder terrestre y destino final como Simiente de la mujer de Dios y Rey del nuevo mundo no fueron predestinados antes de la fundación del mundo original. Fué después de la caída de la primera pareja que empezaron a darse profecías concernientes a Cristo Jesús. (Gén. 3:15) Las Escrituras hebreas lo identifican como el Electo o Escogido de Jehová. (Isa. 42:1) Fué previsto antes de la fundación del nuevo mundo al tiempo de su muerte, y fué “uno entregado por el consejo determinado y presciencia de Dios.” (Hech. 2:23; 1 Ped. 1:20; Apo. 13:8, NM) Sin predestinar a individuos específicos a obrar en contra de él cuando estuvo sobre la tierra, las profecías predijeron muchos de los eventos que sucedieron: “Tanto Herodes como Poncio Pilato con hombres de las naciones y con pueblos de Israel en realidad fueron juntados en esta ciudad en contra de tu santo siervo Jesús, a quien tú hiciste Cristo, a fin de hacer las cosas que tu mano y consejo habían determinado de antemano que acontecieran.” (Hech. 4:27, 28, NM) Pero sea que el caso de Jesús se llame predestinación o presciencia, fué sumamente excepcional y no prueba la predestinación individual para todas las personas desde antes del tiempo de Adán y Eva.
11. ¿Por qué se ejerció presciencia divina en los casos de que ya se ha hablado?
11 En realidad, todos los casos susodichos en que está implicado el ejercicio de presciencia divina tocante al proceder de individuos son muy excepcionales. Estas personas estaban implicadas de maneras especiales en los propósitos de Jehová, siendo tipos o modelos o cumplimientos de profecías, o de alguna otra manera siendo usados para contribuir al esclarecimiento del pueblo de Jehová o manifestar el poder de Jehová. Jehová puede maniobrar y maniobra los sucesos en los asuntos de ellos de modo que todo efectúe el cumplimiento de su presciencia. Pero estos pocos casos excepcionales que implicaron la presciencia de Jehová no pueden usarse para probar con éxito que él haya ejercido un grado semejante de presciencia en el caso de cada criatura humana.
12. ¿Por qué no ayudan Hechos 15:18 y Romanos 8:28 a los predestinarios?
12 En un esfuerzo por probar tal ejercicio completo de presciencia algunos citan Hechos 15:18 (VA): “Conocidas a Dios son todas sus obras desde el comienzo del mundo.” La Traducción del Nuevo Mundo vierte los Hch 15 versículos 17 y 18 como sigue: “Jehová, quien está haciendo estas cosas que él ha conocido desde la antigüedad.” Una lectura marginal es, “quien ha estado dando a conocer estas cosas desde la antigüedad.” No importa qué versión se use, es claro que Jehová aquí está demostrando que él tuvo presciencia de sus obras. No dice que él tiene presciencia de las obras de cada persona. Ni puede usarse correctamente Romanos 8:28 para probar que Dios tuvo presciencia de todos los eventos o actos de los hombres: “Sabemos que todas las cosas cooperan juntas para el bien de los que aman a Dios.” La traducción más acertada manifiesta que son las obras de Dios, no los hechos de hombres que persigan, las que son para el bien de sus siervos: “Nosotros sabemos que Dios hace que todas sus obras cooperen juntas para el bien de los que aman a Dios.” (NM) Jesús manifestó que cuando los hombres caen víctimas de la violencia o accidentes eso no puede atribuirse justamente al fatalismo o la predestinación, sino que está más en armonía con el hecho de que “el tiempo y la casualidad les tocan a todos ellos.”—Ecl. 9:11; Luc. 13:1-5.
13. ¿Por qué no podemos decir que Jehová tuvo presciencia de la caída del querubín cubridor y de Adán y Eva?
13 ¿Puede decirse que Jehová previó que el querubín cubridor colocado sobre Adán y Eva en el Edén se haría rebelde? O ¿que Jehová previó que Adán y Eva sucumbirían a las tentaciones de ese rebelde? No puede sostenerse eso, ni bíblica ni lógicamente. La Biblia manifiesta que la presciencia de Jehová se ejerce tocante a sus obras, pero la rebelión del querubín y la transgresión de Adán y Eva no fueron obras de Jehová. Él no entremetió sus facultades de presciencia en los asuntos de estas criaturas. Él no es un Dios sospechoso, que siempre esté sospechando de sus criaturas, tratando de hallar defectos en la mente y corazón de ellas, buscando dificultades. Él espera y deja que ellas manifiesten sus faltas. Un hombre puede marchar bien hasta que alguna tentación especial se le enfrenta, y entonces se dan a ver las fallas en su integridad. Evidentemente así sucedió con el querubín. Después de ser asignado a su puesto y después que Adán y Eva fueron creados, la situación llegó a ser una tentación para el querubín. No una tentación de parte de Jehová, sino una que los pensamientos y deseos incorrectos del querubín crearon para él mismo. (Sant. 1:13-15; 1 Juan 2:15-17) Él vió a la pareja humana, sabía de su facultad de multiplicarse, el mandato que Dios les dió de hacerlo, y se forjó un cuadro mental de la tierra llena de criaturas humanas. Él quiso su adoración, y procedió a alejar a esta primera pareja de la adoración de Jehová. Pero todo lo que Jehová había preordenado en estos asuntos era que la obediencia significaría la vida y la desobediencia significaría la muerte, y así informó a Adán, y por medio de él a Eva.—Gén. 2:16, 17.
14. ¿Por qué no necesitaría Jehová tener presciencia de la rebelión de ellos para hacerle frente a ella?
14 Ante absolutamente ninguna evidencia bíblica de que Jehová tuviera presciencia de las transgresiones de este trío, ¿sobre qué base puede argüirse que tuvo tal presciencia? Sobre ninguna base sólida. Él no tendría que saber con anticipación de la rebelión de estos tres a fin de hacer frente a ella. Ni habría tenido que saber con anticipación de las obras de los demonios y los hombres en este tiempo a fin de llevar a cabo sus propósitos. Tal como un hombre que tuviera el propósito de cortar la maleza de una porción de terreno para hacer un jardín no necesitaría tener presciencia de los actos de los insectos que moran en la maleza y la cual constituye su hogar. Sin importar lo que hicieran los insectos, no podrían impedir que el hombre cortara la maleza, así como el hombre no puede impedir que Dios lleve a cabo las obras divinas. Dios no necesita tener presciencia de los esfuerzos contrarios del hombre así como el hombre no necesita tener presciencia de los esfuerzos contrarios del insecto. (Isa. 40:22) En cualquier caso el propósito que se quiere llevar a cabo puede efectuarse prescindiendo de la oposición, dado que ésta es tan insignificantemente débil en comparación con el poder del que se propone hacer su voluntad.—Isa. 46:11; 55:11.
[Notas]
a La Constitución de la Iglesia presbiteriana en los Estados Unidos de América, capítulo III, sección 6, página 17.
b Id., capítulo III, sección 5, página 16.