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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1976 | 15 de abril
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Preguntas de los lectores
● ¿Corresponde lo que Jesús dijo en Juan 15:1-6, acerca de que él era la vid y sus discípulos los sarmientos, con el olivo y sus ramas que se describen en Romanos 11:17-24?
En el pasado Juan 15:1-6 se ha usado como ilustración al considerar Romanos 11:17-24. Pero un examen cuidadoso muestra que estos dos pasajes se refieren a cosas diferentes. Uno se concentra en Cristo, y el otro en Abrahán. Consideremos cada pasaje.
En su noche final con los apóstoles Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el cultivador. Todo sarmiento en mí que no lleva fruto él lo quita, y todo el que lleva fruto él lo limpia, para que lleve más fruto. Yo soy la vid, ustedes son los sarmientos. El que permanece en unión conmigo, y yo en unión con él, éste lleva mucho fruto.”—Juan 15:1, 2, 5.
Jesús mismo se comparó con una vid. Sus discípulos, que en el Pentecostés de 33 E.C. fueron engendrados por espíritu santo, llegaron a ser sarmientos de la vid. Cristo instó a que una vez que hubieran llegado a ser sarmientos permanecieran en él y llevaran fruto para que no fueran echados fuera y perdieran la vida eterna. (Juan 15:6) El llevar fruto envolvería el que manifestaran las cualidades que él, Jesús, había desplegado. Al permanecer en unión con él podrían cultivar el fruto del espíritu. (Gál. 5:22, 23) Y estarían activos hablando acerca del Reino.—Luc. 8:8.
Aunque las palabras de Juan 15:1-6 tienen como centro a Jesús, la ilustración del olivo que usa Pablo en Romanos 11:17-24 enfoca en Abrahán. Muestra la importancia de tener fe como la de Abrahán para llegar a ser parte de su descendencia prometida. La ilustración es de un olivo cultivado, o de huerto, del cual algunas ramas naturales fueron desgajadas. Entonces ramas de un acebuche u olivo silvestre fueron injertadas en el lugar de aquéllas. Las ramas naturales representan a los judíos naturales. Las ramas del acebuche representan a los creyentes gentiles que, debido a su fe, reemplazaron a los judíos naturales faltos de fe como parte de la descendencia prometida de Abrahán. Esto se puede apreciar mejor al examinar los tratos de Dios con Abrahán y la actitud de los judíos cuando llegó el Mesías.
Debido a que Abrahán había ejercido fe, Jehová Dios hizo con él un pacto para una “descendencia” por medio de la cual todas las naciones “ciertamente se bendecirán.” (Gén. 22:17, 18; Gál. 3:8) Esto afectó los tratos de Dios con la descendencia natural de Abrahán, sus descendientes, los israelitas. (Deu. 7:7, 8; 2 Cor. 11:22) En el primer siglo los judíos se enorgullecían de poder decir: “Nuestro padre es Abrahán.” (Juan 8:39; Mat. 3:9) Suponían que por ser la descendencia natural de Abrahán tenían seguro un lugar en el favor y tratos de Jehová. Pero, en el libro de Romanos, Pablo mostró que aunque el que fueran descendientes de Abrahán ciertamente era una ventaja, no era suficiente en sí. ¿Por qué?
Esto se debía a que por medio del pacto abrahámico Jehová Dios se propuso producir una descendencia espiritual. El Mesías, Jesús, era el principal de esa descendencia espiritual de Abrahán, como Pablo lo había explicado en su carta anterior a los Gálatas. (Gál. 3:16) Pero Pablo también mostró que la descendencia espiritual era una descendencia compuesta; se componía de Cristo y coherederos de él, de los cuales más tarde se reveló que eran, en número, 144.001 en su totalidad. Pablo escribió: “Si pertenecen a Cristo, realmente son descendencia de Abrahán, herederos con respecto a una promesa.” (Gál. 3:29; Rev. 7:4-8; 14:1) Pero ¿estaría formada enteramente de judíos, miembros de la descendencia natural de Abrahán, la descendencia de éste, los 144.000?
Eso pudo haber sido así. De 29 E.C. a 36 E.C. la oportunidad de componer esa descendencia espiritual se ofreció a los que eran por descendencia natural “hijos del linaje de Abrahán.”a (Hech. 13:26; Mat. 15:24) Pablo, en el libro de Romanos, repetidas veces mencionó este vínculo natural. Habló de la fe de “Abrahán nuestro antepasado según la carne.” (Rom. 4:1) Luego, en Romanos 11:1, dijo: “Dios no rechazó a su pueblo, ¿verdad? ¡Jamás suceda eso! Pues yo también soy israelita, de la descendencia de Abrahán.” Y en la ilustración que sigue, del olivo, continuó enfocando en Abrahán.
Los descendientes naturales de Abrahán eran como ramas de un olivo de huerto. Pero el pacto abrahámico había de producir una descendencia espiritual. Por eso, para ser parte de ella los judíos tenían que aceptar al Mesías, ser engendrados por espíritu santo y ser adoptados como hijos espirituales por el Abrahán Mayor, Jehová Dios. (Rom. 4:16, 17) Solo un resto de los judíos naturales hizo esto y llegaron a ser así ramas permanentes en el olivo. La mayoría de la descendencia natural de Abrahán no ejerció fe en el Mesías. Por consiguiente, según la ilustración, fueron desgajados del olivo y no llegaron a ser parte de la descendencia espiritual de Abrahán.—Mat. 21:43.
Al suceder esto, Dios dirigió su atención a los gentiles. Desde 36 E.C. en adelante, personas no judías que creían pudieron ejercer fe y llegar a ser cristianos ungidos, parte de la descendencia espiritual de Abrahán. (Hech. 10:34-47; 15:14) Pablo comparó a estos cristianos gentiles con ramas de un acebuche que fueron injertadas en el olivo de huerto. Así, pues, aunque no tenían un vínculo carnal con Abrahán, ejercían fe como la de Abrahán y llegaron a ser parte de su descendencia espiritual. De hecho, si más tarde, aun después de haber pasado un período de oportunidad singular, algún judío natural ejercía fe en Jesús, podía ser injertado en el árbol y llegar a ser parte de la descendencia espiritual de Abrahán. (Contraste esto con lo que le resulta a un sarmiento que es desgajado de la vid de Jesús. [Juan 15:6])—Rom. 11:17-24.
De modo que la ilustración de Pablo coloca el énfasis en Abrahán, la “raíz” justa con quien Jehová hizo el pacto y con quien todas las “ramas” tenían que estar unidas por fe.—Rom. 4:9-16; 11:16.
Como podemos discernir ahora, las palabras de Jesús en Juan 15:1-6 recalcan puntos bastante diferentes en comparación con las de Pablo en Romanos 11:17-24. Unas enfocan en Jesús; las otras en Abrahán. Sin embargo, juntas sí muestran enérgicamente que el cristianismo no es una cosa que se pueda dar por supuesta. Se necesita fe, como “la fe de Abrahán.” (Rom. 4:16) También, es indispensable permanecer en unión con Jesús y llevar buen fruto, siguiendo el ejemplo de Jesús.
[Nota]
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