“Nunca devuelvan mal por mal”... ¿por qué?
¡QUÉ diferente sería este mundo si los individuos, las organizaciones y las naciones siguieran el consejo inspirado: “Nunca devuelvan mal por mal”! Pero la triste verdad es que en la actualidad, más que nunca antes en la historia humana, los individuos, las organizaciones y las naciones van en contra de ese consejo sabio.—Rom. 12:17, New English Bible.
¿Qué es toda la destrucción de propiedad y el quitar vidas casi diariamente en Irlanda del Norte tanto de parte de católicos como protestantes sino devolver mal por mal? ¿Qué es toda la lucha sangrienta entre Israel y sus vecinos sino la misma cosa? Cuando, en febrero de 1973, un avión de pasajeros en el Oriente Medio fue derribado, matando a 106 pasajeros, la nación ofendida juró venganza y envió aviones de guerra sobre el Mediterráneo para buscar y derribar un avión de pasajeros de la nación ofensora. Y el devolver mal por mal también origina los disturbios raciales, el sabotaje industrial y también las disputas dentro del círculo familiar, lo cual a veces resulta no solo en la separación de la familia sino en esposos que matan a sus esposas y esposas que matan a sus esposos.
El devolver mal por mal claramente es una manifestación de la ‘sabiduría de este mundo.’ Así es que el lema de las Reales Fuerzas de Escocia dice (traducción literal): “Pago mal por mal a todo hombre.” El mundo también tiene refranes como: “La venganza es dulce,” y “Dulce es la venganza... especialmente para las mujeres.” Un verso para niños norteamericanos lo dice de este modo: “Golpe por golpe. Si matas mi perro, mato tu gato.” En el pasado muchas enemistades, vendettas y duelos se llevaron a cabo con la determinación de devolver mal por mal, especialmente en Córcega y Sicilia, y en Kentucky y Tennessee.
El devolver mal por mal señala la tendencia de un niño pequeño, y a menos que sea corregida por medio de la disciplina, continúa durante toda la vida, empeorando con los años. Sí, debido a la imperfección y al egoísmo heredados la tendencia humana es devolver mal por mal. ¿Se trata a una persona con desprecio? La tendencia es a responder con desprecio. Si se dirige a alguien de un modo brusco, la tendencia de muchos es responder con un tono duro de voz. ¿Se empuja a alguien? La tendencia es empujar a su vez. Las personas avaras tienen la tendencia de hacer avaras a otras, y así sin cesar.
Sin embargo todo esto es muy, muy malo. ¿Por qué? Porque perjudica tanto al que recibe el mal como al que devuelve el mal. Solo empeora las cosas, como se puede ver por las vendettas y enemistades que han durado por años y años. Es por eso que la sabiduría divina aconseja: “Una respuesta, cuando es apacible, aparta la furia, pero una palabra que causa dolor hace subir la cólera.” El que otro cometa un error no es razón para que nosotros cometamos uno, ¿verdad? El responder de la misma manera realmente es el producto de un pensamiento superficial o de no pensar en absoluto, porque también leemos: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión.”—Pro. 15:1; 19:11.
La Biblia aconseja repetidas veces en contra de esta tendencia de devolver mal por mal, sin duda debido a que ésta está tan profundamente arraigada en la naturaleza humana. Así es que a los cristianos en Tesalónica se les dio el siguiente consejo: “Vean que nadie devuelva daño por daño a ningún otro, antes bien sigan siempre tras lo que es bueno los unos para con los otros y para con todos los demás.” Ciertamente el apóstol Pablo tiene que haber sentido fuertemente acerca de ello para escribir de ese modo. Y en su Sermón del Monte, Jesús aconsejó: “No te opongas al que te haga el mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvete y ofrécele la izquierda.” A propósito, estas palabras de Jesús han sido muy mal entendidas. Jesús no estaba predicando pacifismo. Una bofetada era un insulto, no un acto de violencia. Cuando un seguidor de Jesucristo se encuentra con verdadera violencia, ni se desquita ni busca más sino que huye si es posible; si no, hace lo que puede para protegerse.—1 Tes. 5:15; Mat. 5:39, NE.
No solo es imprudente el devolver mal por mal, puesto que meramente agrava una situación mala, sino que también es desamorado. Bien puede ser que el mal que recibimos haya sido cometido sin intención y debido a una equivocación, un descuido o un error al hablar. Puesto que es muy posible que cualesquiera de esas cosas haya sido la causa, ¿por qué no suponer que la otra parte es inocente, ejercer gobierno de uno mismo, resistir el impulso de desquitarse, y proceder como si nada hubiera sucedido? ¿No nos exhorta la Palabra de Dios a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y hacer a otros como quisiéramos que nos hicieran a nosotros? Sí, lo hace, y también nos dice que el ‘amor no lleva cuenta del daño.’—Mar. 12:31; Luc. 6:31; 1 Cor. 13:4, 5.
No solo eso, sino que es muy probable que el que comete la ofensa en contra nuestra no lo haya hecho con mala voluntad; sencillamente pudo haber sido su manera descuidada de hacer las cosas, no escogiéndonos en particular. Pero si devolvemos mal por mal, claramente hay mala voluntad de nuestra parte. Debido a esto, el que devuelve mal por mal de hecho puede ser moralmente más culpable y censurable que el primero.
Y todavía hay una razón más seria y poderosa por la cual no debemos devolver mal por mal. En el contexto de ese mandamiento, el apóstol Pablo continúa diciendo: “No se venguen ustedes mismos, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová.’” (Rom. 12:19; Heb. 10:30) Visto desde este punto de vista, el devolver mal por mal es presuntuosidad; es arrogarse uno mismo la posición que ocupa el Juez Supremo, Jehová Dios. Los cristianos tienen que dejar tanto el juzgar como el castigar en las manos de Dios. Por eso Jesús dijo: “Dejen de juzgar para que ustedes no sean juzgados.”—Mat. 7:1.
Verdaderamente la Palabra de Dios nos da excelente consejo cuando ordena: “Nunca devuelvan mal por mal.” Ciertamente este es el derrotero más prudente, así como el derrotero amoroso y justo.