¿Qué es el espíritu de buen juicio?
A MENUDO se oye que la gente previene: “Ahora bien, use el espíritu de buen juicio.” Quizás este consejo se dé a una persona que parte a un largo viaje. O quizás haya surgido una situación particularmente arriesgada o quisquillosa en que las emociones fácilmente pudieran estallar en conducta violenta. En tales circunstancias ciertamente hay que ejercer el espíritu de buen juicio.
Lo que generalmente se da a entender por esta expresión de buen juicio es ser razonable; no arriesgarse neciamente ni obrar imprudentemente. Por supuesto, eso es buen consejo. Sin embargo, en cierta situación lo que los individuos consideren buen juicio o un proceder razonable a menudo varía mucho. Por eso, ¿cómo habrá uno de determinar lo que realmente es el espíritu de buen juicio?
Por desgracia nadie nace con el juicio verdaderamente bueno. Al contrario, como reconoció el fiel escritor bíblico David: “Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre.” Debido al pecado heredado, el apóstol cristiano Pablo explicó que “no hay justo [quien sea inmaculado y por lo tanto perfectamente bueno en juicio y cuerpo], ni siquiera uno.” Y en vez de que la asociación con este sistema de cosas contribuya al buen juicio, la Biblia dice: “El dios de este sistema de cosas [Satanás el Diablo] ha cegado las mentes de los incrédulos.” Al cegar la mente de la gente a la verdad acerca de Dios y sus propósitos, Satanás la ha mantenido en una condición de desequilibrio mental.—Sal. 51:5; Rom. 3:10; 2 Cor. 4:4.
Pero a pesar de la inhabilidad que comunica la imperfección heredada y la influencia de un mundo injusto, Dios ha hecho posible que haya gente que ejerza el espíritu de buen juicio. “Porque Dios no nos dio espíritu de cobardía,” explica su Palabra, “sino de poder y de amor y de buen juicio.” (2 Tim. 1:7) Pero, ¿cómo es que Jehová Dios imparte buen juicio a su pueblo?
Es por medio de su Palabra inspirada, la Santa Biblia, que el Dios Todopoderoso comunica sus pensamientos al hombre. Esta Palabra contiene Su norma perfecta de verdad y justicia, y por lo tanto es por medio de sus páginas que uno se familiariza con el juicio perfecto de Dios, que es bueno. En consecuencia, a cualquier grado que una persona pueda desechar sus propios juicios y aceptar la dirección del juicio de Dios en cuanto a las cosas, a ese grado tendrá el espíritu o disposición del buen juicio.
Esto no significa que el cerebro de uno sea sometido a alguna suerte de cambio, sino, más bien, que bajo la operación del espíritu de Dios una persona aprende gradualmente a rectificar los errores de su propio juicio con respecto a las diversas cuestiones que surjan. Comienza a hacer decisiones y a obrar en armonía con las enseñanzas de la Palabra de Dios, las cuales son una expresión del juicio perfecto de Dios. Esto causa un cambio en su vida, como se explica en Romanos 12:2: “Cesen de amoldarse a este sistema de cosas, mas transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios.”
De modo que es por medio de ajustar el modo de pensar de uno para que armonice con la norma perfecta, que es el juicio de Dios como se expresa en la Biblia y en la vida de Jesucristo, que un humano imperfecto puede ejercer buen juicio. Como ilustración: Pongamos por caso que tuviéramos un reloj que funcionara mal y no tuviera manera de regularlo. Pero supongamos también que frecuentemente tuviéramos acceso a un cronómetro de absoluta precisión, que nos mostrara que nuestro reloj se atrasaba treinta minutos cada veinticuatro horas. Ahora podríamos aprender a corregir nuestro reloj por medio de ponerlo en hora de vez en cuando. Además, podríamos aprender también a calcular su error en cualquier hora del día.
Así mismo sucede con nuestro juicio en los diversos asuntos y cosas de nuestra vida. Cuando lo medimos con la norma perfecta, hallamos que o nos adelantamos mucho o nos atrasamos mucho, somos demasiado débiles o demasiado fuertes, en nuestras emociones mentales y físicas. Y aunque no podemos igualar el ejemplo perfecto de Jesucristo, no obstante se nos capacita a regular nuestros pensamientos y juicios para que se amolden a la norma perfecta a un grado notable.
Por lo tanto, el cristiano ejerce el espíritu de buen juicio al determinar lo que la evidencia bíblica indica que es la decisión apropiada que se debe hacer, o el proceder que ha de emprenderse. Se pregunta: “¿Qué habría hecho Cristo en una situación semejante? ¿Hay algún principio bíblico que gobierne en este asunto?” Entonces se dirige a Jehová Dios en oración y pide su bendición sobre el proceder que se ha determinado como resultado de consultar su Palabra. Esta es la manera de ejercer el espíritu de un juicio verdaderamente bueno.
Puesto que la mayoría de la gente no usa el cronómetro perfecto, la Palabra de Dios, para gobernar su vida, no sorprende que lo que la gente considere estar ejerciendo el espíritu de buen juicio difiera mucho. Por ejemplo, cuando se expidió una ley en la antigua Persia, proclamando que la oración a alguien salvo al rey sería un crimen que se castigaría con la muerte en el foso de los leones, probablemente muchos raciocinaron que sería usar espíritu de buen juicio el abstenerse de orar a Dios hasta que se levantara la restricción. Pero el fiel hebreo Daniel no razonó así. Él dejó que la Palabra de Dios gobernara sus acciones, y continuó orando a Jehová. Contrario a lo que la mayoría pudo haber pensado, esto fue ejercer espíritu de buen juicio. A Jehová le agradó la fidelidad de Daniel y lo protegió.—Dan. 6:4-28.
Por eso, en vez de dejarse influir por lo que otros humanos imperfectos piensen o por lo que parezca razonable a los propios ojos de uno, acuda a Jehová Dios y a su Palabra para dirección. Oiga el consejo del inspirado proverbio bíblico: “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta.” Al proceder así, usted estará ejerciendo el espíritu de buen juicio.—Pro. 3:5, 6.