Las causas básicas de las tensiones de hoy
¿A QUÉ se debe esta situación? El mundo de hoy disfruta de inventos modernos, comodidades, y mayor tiempo de ocio. Tiene velocidad, fuerza y eficacia. Tiene métodos progresivos de organización en el gobierno y la beneficencia social. Sin embargo es probable que hoy exista más descontento, irritación y frustración en la Tierra que en cualquier tiempo pasado. ¿Por qué? Claramente algo anda mal. Pero, ¿qué?
La causa responsable va mucho más allá de los inventos del hombre o las estructuras gubernamentales y sociales que éste ha edificado.
Llegando a la raíz del problema
Para ilustrar, considere a una compañía de construcción en cierto país que usa cemento de la única fábrica de cemento en ese país. Usando el cemento, la compañía construye un grande edificio gubernamental, entonces una fábrica, más tarde una casa de apartamientos, una escuela y finalmente un puente. Pero, una tras otra, estas construcciones desarrollan debilidades estructurales que resultan en cuarteaduras o hasta en derrumbe. La compañía constructora se esfuerza vez tras vez, reedificando o construyendo estructuras enteramente nuevas, usando nuevos planos, diseños y métodos. Pero los resultados siempre son los mismos.
¿Debería la compañía seguir poniendo a prueba aún otros planos y métodos para resolver el problema? El problema estriba en el material estructural básico: el cemento. Es de fuerza deficiente, funciona más o menos bien en estructuras más pequeñas pero manifiesta más claramente su deficiencia cuando es sometido a la tensión y tirantez de una estructura más grande. Quizás un análisis químico revele su debilidad oculta.
Solo si la compañía encuentra una manera de compensar o contrarrestar esta debilidad en el cemento, quizás añadiendo ciertos ingredientes, podrá lograr cierto éxito.
Lo mismo sucede con la humanidad.
Los hombres han tratado de producir un mundo pacífico, próspero y gozoso. Han formado gobiernos políticos de toda clase y tipos, una sucesión interminable que sigue hasta nuestro día. Han desarrollado muchos otros sistemas —sociales, económicos, educativos y otros— en extensa variedad, todos diseñados con el fin de hacer que la vida en la Tierra sea agradable, próspera y remuneradora. Sin embargo, la historia está llena de la evidencia del derrumbe de uno tras otro de estos gobiernos y sistemas. Hoy vemos que todos ellos muestran señales claras de estar cediendo bajo la presión.
¿Deberíamos esperar que con algunos nuevos planos, diseños o métodos, por cambio o malabarismo de sus líderes políticos, económicos y sociales, puedan los hombres cambiar los asuntos y convertir el fracaso en éxito? No, porque hay algo malo en el material básico que forma a todos estos gobiernos y sistemas. ¿Qué es ese material?
Las criaturas humanas... la gente.
La gente forma los gobiernos y otros sistemas que controlan la vida en la Tierra. Hacen los inventos y máquinas y fábricas y los usan... o los usan incorrectamente.
Esto quizás parezca sencillo. Sin embargo los diseñadores y edificadores del mundo actual consistentemente no abordan este problema básico. Claramente hay un defecto, no solo en ciertos gobernantes, líderes o partidos, sino en la humanidad en general que causa estos fracasos. La Biblia revela lo que es: el pecado. La Biblia también suministra los “ingredientes” que se necesitan para contrarrestar ahora ese defecto de manera mensurable.
¿Objeta el lector a esa explicación? Algunos lo hacen. Pero, ¿en qué situación se hallan al actuar así? ¿Qué otra explicación satisfaciente pueden dar por el fracaso consistente de la humanidad para resolver sus problemas?
El cambio verdadero que se necesita
Realmente, aunque traten de evitar el uso del término “pecado,” los hombres de este mundo están obligados a reconocer que cualquier esfuerzo para lograr verdadero alivio de las condiciones actuales que producen tensión inevitablemente tiene que estar enlazado con un cambio en la gente. Pero, ¿saben cómo producir este cambio? Escuche:
Concerniente a la delincuencia, por ejemplo, el diputado James H. Scheuer de Nueva York dijo lo siguiente: “La delincuencia es un problema social que está entretejido en casi todos los aspectos de la vida norteamericana. . . . controlarla significa cambiar la mente y corazón de los hombres.”—To Walk the Streets Safely, págs. 191, 192.
En cuanto a la deterioración urbana, la famosa autoridad Edward C. Banfield dice: “Sin duda un ‘cambio en el corazón y mente de los hombres’ resolvería muchísimos problemas. Pero, ¿cómo podrá efectuarse ese cambio? Hasta que los medios sean específicos, esta ‘solución’ debe descartarse como utópica.”—The Unheavenly City, pág. 240.
De la guerra y la violencia, el ex-presidente francés Charles de Gaulle escribió: “Aunque tengamos esperanza, ¿qué razón tenemos para pensar que la pasión y el egoísmo, la causa básica del conflicto armado de los hombres y las naciones, cesarán de operar; . . . en resumen, que la naturaleza humana algún día llegará a ser diferente de lo que es?”—The Edge of the Sword, págs. 8, 9.
Sí, la causa básica de las tensiones que pesan tanto sobre nosotros estriba principalmente en la gente y en su “pasión y egoísmo.” Prescindiendo de los términos que usen los hombres, subsiste la verdad bíblica de que el hombre es pecaminoso por naturaleza. ¿Qué exactamente significa “pecado”?
La humanidad ‘yerra el blanco’
En los idiomas en que se escribió la Biblia (hebreo y griego) las palabras traducidas “pecado” simplemente significan “errar,” es decir, en el sentido de errar o no alcanzar cierta meta, camino o blanco.
¿Cuál es la meta, camino o blanco que está errando o que no está alcanzando el género humano?
Es la meta de estar en armonía con su Creador, Jehová Dios, con su personalidad, normas y caminos. La Biblia declara que Dios creó al hombre a su propia imagen, a la semejanza de Dios. Así como un hijo debe asemejarse a su padre, el hombre debe asemejarse a su Creador... no en apariencia, porque Dios es espíritu, sino en Sus caminos, cualidades y normas.—Gén. 1:26, 27; Juan 4:24; 1 Cor. 11:7.
Sin embargo, la Biblia revela que la primera pareja humana se volvió contra su Creador bajo la influencia de un hijo espíritu que había traicionado a Dios. Dios permitió que esa primera pareja humana produjera prole y la Tierra ha llegado a estar poblada con sus descendientes, entre los cuales estamos incluidos nosotros. Pero de la misma manera en que la fábrica de cemento que producía cemento defectuoso, toda la prole de la pareja humana rebelde ha sido defectuosa. Han nacido imperfectos y pecaminosos debido al proceso de la herencia.
Por eso, como escribió el apóstol Pablo, todos los hombres “han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios.” (Rom. 3:23) Yerran el blanco. No solo su cuerpo revela esto debido al hecho de que con el tiempo envejece, degenera y muere, sino que en grado aún mayor los humanos revelan su defecto en su comportamiento, su modo de pensar y las cosas por las que se esfuerzan.
No obstante, ¿cómo explica esto por qué nuestra generación debería ver un aumento tan tremendo de tirantez y tensión? La gente ha estado en la Tierra por miles de años. ¿Por qué han empeorado tan notablemente las cosas en nuestro tiempo?
A esto la Biblia también da una respuesta franca. Su respuesta se resume en esta regla: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.” (Gál. 6:7) Uno no puede sembrar mala hierba y segar trigo, ni puede sembrar hiedra venenosa y cosechar uvas. Y es igualmente cierto que una persona no puede sembrar lo que es malo y segar lo que es bueno.
Lo que aplica a un individuo también aplica a las naciones o a la raza humana en general. Por siglos los hombres y las naciones han hecho a un lado la Palabra de Dios o solo le han rendido homenaje de dientes afuera. No han buscado la guía de Dios ni se han sometido a su voluntad sino que han seguido tras sus propias ambiciones, sus propias ideas. Hoy están segando su cosecha en una escala mundial. El tiempo de la cosecha ha llegado para toda la humanidad. ¿Qué ha producido? ¿Un paraíso de paz, agradabilidad y abundancia? No, sino un sembrado de mala hierba de delincuencia, familias separadas, crimen y violencia, con ciudades enfermas, corrientes, lagos y tierra contaminados. No podría ser diferente. Pues “de Dios uno no se puede mofar.”—Gál. 6:7.
La otra causa principal de la tensión
Pero, ¿han sido todas estas cosas solo los resultados de la propia imperfección del hombre? ¿Puede esto explicar el principal factor de todos los horrores infligidos a la humanidad a través de la historia, y especialmente en nuestro tiempo? Tan a menudo han sucedido cosas terribles a la familia humana que parece que sus miembros son atraídos a los acontecimientos trágicos como los títeres en una cuerda. ¿Por qué? ¿Por qué es que naciones enteras se lanzan a un derrotero que raya en la locura, cometen horribles atrocidades, atormentan sistemáticamente y matan atrozmente a millones de personas?
¿Es posible que la humanidad haya estado y esté bajo la influencia de fuerzas que están más allá del control humano? ¿Están fuerzas invisibles manipulando a las naciones, acarreándoles tensión?
No estamos sugiriendo tensiones procedentes de algunas criaturas imaginarias que vivan en otros planetas.
Sin embargo subsiste el siguiente hecho: a través de la historia humana hombres y naciones que han llevado a cabo actos de violencia y crueldad casi increíbles han expresado su creencia en poderes superiores al hombre.
Quizás se incline a descartar como pura superstición e imaginación la posibilidad de que existen fuerzas espíritus anti-Dios. Pero, ¿a qué se debe que, a pesar de abandonar centenares de supersticiones, a pesar de cambios en sus religiones y en los nombres de sus dioses, los hombres hayan seguido recurriendo a dichas fuerzas espirituales invisibles por miles y miles de años hasta hoy día? ¿Por qué es que esa adoración ha desempeñado un papel tan importante y persistente en todos los períodos de la historia humana? ¿Por qué es que hasta hombres educados de tiempos modernos —incluso muchos atletas universitarios y profesionales, militares y hombres en una extensa variedad de profesiones— llevan “amuletos de la buena suerte”?
Un ejemplo notable de un individuo que buscaba la ayuda de fuerzas invisibles fue Hitler, de quien se sabe que fue sumamente devoto de la astrología y otras prácticas ocultas. Todos conocemos las atrocidades que se cometieron durante su régimen.
Más recientemente, cuando tuvo lugar una atroz matanza en masa que se calculó en 400.000 personas en Indonesia, uno de los más distinguidos escritores de Indonesia comentó: “Hay un diablo dentro de nosotros y cuando se desata, podemos atacar a diestra y siniestra en masa.”
Solo la Biblia suministra una explicación sólida de todo esto. Muestra que el derrotero pecaminoso del hombre realmente ha empeorado por fuerzas espirituales y que ésta es la segunda causa básica subyacente de las tensiones actuales.
Por esa razón, se insta a los cristianos en Efesios 6:11, 12: “Pónganse la armadura completa que proviene de Dios para que puedan estar firmes contra las maquinaciones del Diablo; porque tenemos una pelea, no contra sangre y carne, sino contra los gobiernos, contra las autoridades, contra los gobernantes mundiales de esta oscuridad, contra las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales.”
Aquí la Palabra de Dios muestra la necesidad de protegernos de las inicuas fuerzas espirituales en los lugares celestiales, los “gobernantes mundiales de esta oscuridad.” La verdadera pelea no es contra los humanos sino contra estas fuerzas invisibles encabezadas por Satanás el Diablo. Jesús habló de Satanás como “el gobernante del mundo.”—Juan 14:30.
Pero, ¿cómo, en vista de lo todopoderoso que es Dios, podría existir tal condición? La Biblia muestra que se debe a las cuestiones que suscitó Satanás cuando se rebeló por primera vez contra Dios. Especialmente impugnó la legitimidad del régimen de Jehová. Luego indujo a otros hijos espíritus de Dios a unirse a su rebelión.
La profecía bíblica del libro de Revelación también revela que estas fuerzas invisibles desempeñan un papel importante en el aumento de las tensiones que se sienten hoy. Muestra que en nuestro tiempo estas fuerzas espíritus han sido echadas de los cielos y derribadas a la vecindad de la Tierra. La evidencia ya presentada señala al año 1914 como el tiempo en el cual esta profecía se cumplió. Después de describir el derribamiento de las fuerzas demoníacas, el registro dice: “Ay de la tierra y del mar, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo.”—Rev. 12:10, 12.
Como un criminal acorralado, el adversario de Dios desata su furia en un esfuerzo desesperado. Sigue la norma de ‘gobernar o arruinar.’ Siguiendo el mismo proceder de algunos criminales humanos, está determinado a que si ha de perecer, también perecerán todos los demás. Por eso se esfuerza por contaminar no solo la Tierra sino especialmente todos sus habitantes, haciéndolos así inaceptables a Dios, dignos de que Él los destruya.
Esto ciertamente podría explicar por qué es que el mundo de la humanidad ha llegado a esos extremos de maldad y ha obrado con tanta falta de cordura desde el año 1914 en adelante.
¿Nos deja eso sin ninguna salida de las tensiones? No, el Libro que señaló este mismísimo tiempo, y que muestra las verdaderas causas de estas tensiones insuperadas, también muestra la única fuente de verdadero y completo alivio de toda tirantez y tensión perjudiciales.
[Ilustración de la página 19]
Si hay una debilidad seria en el cemento, un edificio puede venirse abajo. Un defecto en la humanidad es una razón para el derrumbe de tantos gobiernos y sistemas
[Ilustración de la página 21]
Hitler, que acudía a las prácticas ocultas en busca de guía, promovió los horribles campos de concentración