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Aguantando hasta el finLa Atalaya 1952 | 15 de diciembre
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Si volvemos atrás no nos ayudaremos a nosotros mismos ni a nadie más a la salvación. Pero mediante el continuar en el servicio de Jehová como sus ministros, a pesar de lo que tengamos que afrontar o soportar, nos mantenemos en línea para la salvación así como también ayudamos a otros en el camino a la salvación, mediante nuestra predicación a ellos y mediante nuestro ejemplo.—2 Tes. 1:4.
La promesa de Dios de vida eterna en su nuevo mundo es segura. Las muchas bendiciones de servir a Dios al tiempo presente las tenemos con nosotros. El hecho de que la obra de predicar las buenas nuevas se extienda un poco más de lo que en un tiempo pensamos no debe disminuir nuestro celo y entusiasmo. De modo que, hasta que veamos a los carros de guerra de Jehová ponerse en acción contra la organización visible de Satanás y la hagan lamer el polvo de la derrota, que no haya una vuelta atrás de nuestra parte, sino más bien aguante fiel en nuestros puestos de servicio—para la vindicación del nombre de Jehová, para la salvación de otros, para nuestra propia salvación.—Isa. 21:8, 9.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1952 | 15 de diciembre
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Preguntas de los lectores
● 1 Corintios 7:14 (Mod) dice que el cónyuge incrédulo es santificado por el cónyuge creyente, y también los hijos de esa unión. La Atalaya ha manifestado que tales hijos quizás sean preservados a través del Armagedón debido al mérito de familia resultante del padre creyente. ¿Significa también que tal mérito de familia hará que el cónyuge incrédulo sea salvado en el Armagedón, o precisamente qué bien le resulta a tal cónyuge?—L. R., Idaho.
El matrimonio es una institución divina, puesto que Dios la estableció. Él ha prescrito ciertas reglas relativas a deberes de esposa y esposo, y el cónyuge creyente será especialmente diligente en tratar el matrimonio como sagrado cumpliendo con los requisitos divinos. El creyente diligentemente hace esto como si fuera para el Señor Dios, a quien está dedicado a servir. Cuando uno de los cónyuges se dedica a Dios, entonces el otro, siendo de una sola carne con el dedicado, es afectado, ya que este cónyuge trata con el otro desde un nuevo punto de vista. Pablo estaba escribiendo a cristianos a quienes Dios había santificado como miembros del cuerpo de Cristo. (1 Cor. 6:11; 12:27, NW) El santificado ciertamente le es de provecho al otro, porque esto querrá decir que habrá una oportunidad especial para que éste aprenda de Dios y Cristo y posiblemente entre a una condición santificada él mismo. Hasta que lo hace, él es “santificado en relación con” su cónyuge.—NW.
Es semejante al tiempo de Sodoma precisamente antes de ser destruída. Se hizo posible que los dos hombres paganos que se habían casado con las hijas de Lot recibieran consideración especial. Ellos estuvieron en posición de ser preservados por causa de su matrimonio con mujeres dispuestas hacia lo justo. Pero se mofaron de la amonestación. (Gén. 19:14) Perecieron. Rechazaron el mérito que les daba oportunidad especial; éste no efectuó su preservación puesto que rehusaron escuchar la amonestación de Dios. Así será ahora en el caso de un cónyuge incrédulo. Él tiene ventajas especiales, pero si éstas son rechazadas él morirá en el Armagedón. Es mayor de edad y responsable por sí mismo, no como los niños irresponsables que se consideran santos debido al padre santificado que les ha enseñado la verdad al grado de su capacidad mental.
De modo que el cónyuge creyente sólo puede ser diligente en cumplir con todas las obligaciones matrimoniales, testificar al cónyuge si quiere escuchar, vivir una vida cristiana limpia que mediante acción y buena conducta recomendará la verdad, y enseñar a los niños la verdad. El apóstol Pedro instó a seguir en este curso cuando les dijo lo siguiente a mujeres creyentes casadas con hombres que “no son obedientes a la palabra”, o que no estaban en la verdad: “De la misma manera, ustedes esposas, sométanse a sus propios esposos, para que, si algunos no son obedientes a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, por haber sido testigos oculares de su conducta casta junto con profundo respeto. Y que no sea su adorno el de trenzados externos del pelo ni el de ponerse ornamentos de oro ni el usar prendas
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