Mantenga la vista fija en el premio
“¿No saben que los corredores en una carrera todos corren, pero sólo uno recibe el premio? Corran de tal modo que puedan alcanzarlo.”—1 Cor. 9:24.
1. ¿Por qué usa la Biblia a menudo palabras relacionadas con una carrera a pie?
CORRAN, correr, carrera—éstas son palabras que usted probablemente ha observado muchas veces en su lectura de la Biblia, especialmente en las epístolas del apóstol Pablo. ¿Por qué usa él frecuentemente palabras relacionadas con una carrera? Porque una carrera ilustra bien el derrotero que está puesto ante el cristiano; porque el correr expresa movimiento, acción, ir adelante; porque correr es una de las palabras más potentes, más notables que el apóstol pudo usar para expresar cómo tiene que esforzarse el cristiano para ganar el premio de vida eterna en el nuevo mundo de Dios.
2, 3. ¿Cuánto sabían los antiguos corintios acerca de la carrera, y por eso qué consejo dió el apóstol a los cristianos corintios?
2 Para animar a los cristianos de Corinto a correr a fin de ganar el premio, Pablo usó el lenguaje pintoresco de los antiguos juegos. De los cuatro juegos más famosos del mundo antiguo, uno se efectuaba cerca de Corinto, en el estadio del Istmo de Corinto. Una de las competencias más altamente estimadas de los juegos ístmicos era la carrera. Casi todo corintio, en una ocasión u otra, había concurrido a los juegos y había presenciado una carrera. Para el corintio no cristiano era la cosa que hacer; era el pasatiempo o deporte nacional, pero las competencias eran más importantes que el deporte según lo conocemos hoy día; pues esas competencias estaban asociadas profundamente con la antigua religión griega. Puesto que sabía que sus lectores estaban enterados de los detalles de la carrera, Pablo pudo preguntar aptamente:
3 “¿No saben que los corredores en una carrera todos corren, pero sólo uno recibe el premio?” Ellos lo sabían. Aquellos corintios cristianos sabían que muchos corredores corrían en una carrera, pero que sólo uno recibía el premio; ellos sabían que cada corredor hacía los esfuerzos más estrenuos para ganar ese premio; ellos sabían que los corredores corrían para ganar el premio. Los cristianos, Pablo muestra, tienen que correr de manera semejante: “Corran de tal modo que puedan alcanzarlo.” ¡Sí, corra para ganar! Distinta de la antigua carrera, en la cual sólo uno recibía el premio, la carrera cristiana ofrece un premio a todos los que corren bien, a todos los que llegan a la raya de la meta.—1Cor.9:24.
4. En la antigua carrera, ¿cuál era la costumbre en cuanto al premio, y cómo afectaba esto a los corredores?
4 No hay duda acerca de ello: aquellos antiguos corredores griegos corrían para ganar el premio; no corrían con la sencilla idea de estar en la carrera. ¡Cuán afanosamente buscaban el premio! ¡Con qué resolución corrían! ¡Cómo mantenían la vista directamente en frente! En el mismísimo punto donde la carrera terminaba se acostumbraba poner el premio en un lugar descollante. El tenerlo a la vista excitaba a los contendientes a someter a esfuerzo todo nervio, a olvidar todo salvo su único objeto—ganar el premio. Corrían con la vista puesta en el premio. ¡Cuánto más debe hacerlo el cristiano!
5. ¿Por qué clase de premio corrían los antiguos?
5 Pues, comparado con el premio de los cristianos, ¿qué era el premio que aquellos corredores buscaban tan afanosamente? “Ahora, ellos,” dice el apóstol, “lo hacen para que puedan obtener una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible.” Para el antiguo corredor el premio era una corona o guirnalda de olivo, laurel o pino. En los juegos ístmicos la corona era de pino. Era esta corona y la gloria que le traía al que la poseía por lo que corrían con todas sus fuerzas los antiguos corredores. Y no obstante aun la corona de pino se marchitaba y se secaba con el tiempo. ¡Su premio se marchitaba, se secaba, perecía! Una corona que se marchitaba—y no obstante ¡cuán vigorosamente se esforzaban por ganar esa corona, corriendo con la vista puesta en el premio!—1 Cor. 9:25.
VALORANDO EL PREMIO
6. En contraste con el premio que se daba a los corredores paganos, ¿cuál es el galardón amoroso que Dios da por correr bien?
6 En contraste con la corona que se marchitaba de los antiguos juegos, el apóstol dice a los cristianos que un premio aguarda a los que corren la carrera hasta el fin, un premio que jamás perecerá. Con referencia a esta corona, el apóstol Pedro escribió: “Cuando haya sido manifestado el pastor principal, ustedes recibirán la corona inmarcesible de gloria,” o, como muestra la nota al pie de la página, “se llevarán como premio” la corona inmarcesible. ¡Qué premio para los cristianos ungidos, para los llamados al reino celestial! ¿Podría algún premio que este mundo ofrece compararse con el premio que Dios ofrece—el premio de incorruptibilidad, el premio de vida eterna en gloria celestial con Cristo el Rey? Hoy hay centenares de miles de corredores cristianos que no están ungidos por Dios para ser sus hijos espirituales en el reino celestial; Dios también les ofrece un premio imperecedero. Es vida eterna en perfección sobre la tierra bajo el reino del cielo. No importa sobre cuál de estos premios tenga puesta la vista el corredor cristiano, vale la pena gastar tanto vigor y energía como gastaban los corredores de los antiguos juegos; en verdad, el cristiano debe correr con mayor determinación y vigor, porque el premio que Dios promete amorosamente jamás se marchitará: “Esta es la cosa prometida que él mismo nos prometió, la vida eterna.”—1 Ped. 5:4; 1 Juan 2:25.
7, 8. Según el ejemplo que puso el apóstol Pablo, ¿desde qué punto de vista debe ver el corredor cristiano el premio que Dios ofrece?
7 Con tal premio incomparable ante el corredor cristiano, ¿cuál debe ser su punto de vista en cuanto a los premios de este mundo? Debe ser como el de Pablo, quien dijo: “Verdaderamente considero también que todas las cosas son pérdida a causa del valor sobresaliente del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he aceptado la pérdida de todas las cosas y las considero un montón de basura.” Y por eso ¿cómo corrió Pablo? “Hermanos, todavía no me considero como si ya la hubiera asido; pero hay una cosa en cuanto a esto: Olvidando las cosas que están atrás y esforzándome hacia adelante a las cosas que están más allá, prosigo hacia la meta para alcanzar el premio.”—Fili. 3:8, 13, 14.
8 Así como los corredores de los antiguos juegos corrían con la vista puesta en el premio, sin pensar en todos los otros premios, olvidándose de todas las cosas del pasado y esforzándose hacia adelante a las cosas que estaban más allá, del mismo modo corría Pablo. Parafraseando las palabras del apóstol: ‘Créanme, hay sólo una cosa que vale la pena en todo el mundo—el premio en que tengo la vista fija. Nada puede compararse con éste, absolutamente nada. Todo lo que este mundo ofrece, sin importar cuán fino sea el auto, cuán espaciosa la mansión, cuán resplandeciente la indumentaria o cuán exquisitos los placeres, considero todo ello como simple basura, desperdicios que han de ser desechados, para que pueda concentrarme en ganar el premio. De modo que no estoy corriendo irregular, indiferentemente, como si mi meta estuviese en duda. Estoy corriendo con pleno propósito de corazón, mirando a una sola cosa. Tengo la meta en mira. ¿Por qué debería retirar la vista de ella? De modo que vivo, corro—¡con la vista puesta en el premio!’
9. ¿A qué peligro se enfrenta el corredor cristiano, por lo cual es vital que él obtenga la correcta actitud mental?
9 Pablo vió desde un punto de vista práctico lo que tenía que ver con el premio. Lo valorizó correctamente. Vió desde el punto de vista correcto también los premios que ofrece este mundo. Le dice al corredor cristiano que haga lo mismo: “Que nosotros, pues, cuantos seamos maduros, seamos de esta actitud mental.” ¡Cuán vital es esto en este “tiempo del fin” cuando los premios del mundo se han multiplicado—premios en las profesiones, premios en los placeres, premios en las posesiones! De modo que vemos el peligro: el peligro de que el corredor cristiano comience la carrera con gozo y vigor pero más tarde permita que los premios de este mundo lo distraigan y retire la vista del premio de la vida. Entonces ¿qué sucede? El corredor afloja el paso hasta una simple caminata, un andar despacio y descuidado. Cuán inciertamente corre él ahora. Ya no corre como una persona que trata de ganar el premio de la vida. Las cosas de atrás, los premios de este viejo mundo, lo han distraído, haciendo que él pierda ese estímulo y aliciente para correr que sólo viene por medio de mantener la vista fija en las cosas que están adelante, en el premio que Dios ofrece. Demas, el corredor asociado de Pablo, retiró la vista del premio; los premios de este mundo lo distrajeron, y dejó de correr. Tenemos que conseguir la correcta actitud mental en lo que concierne a los premios de este mundo, “porque todo en el mundo—el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno—no se origina del Padre, sino que se origina del mundo. Además, el mundo está desapareciendo y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—Fili. 3:15; 2 Tim. 4:10; 1 Juan 2:16, 17.
10, 11. (a) ¿Por qué no es ningún premio del mundo de tanto valor que le valga la pena a uno retirar la vista del premio que Dios ofrece? (b) ¿Cómo se sienten a menudo las personas que han seguido tras el premio de la riqueza cuando se acercan al fin de su vida, en contraste con la expresión del apóstol?
10 De modo que ¿de qué valor son los premios de este mundo, premios que están condenados a desaparecer y marchitarse tan seguramente como la corona vegetal de los antiguos corredores? ¿Verdaderamente es el premio más grande que ofrece este mundo—la meta de la vida de tantas personas hoy día, la llamada seguridad económica—de tanto valor que valga la pena el que retiremos la vista del premio de la vida? ¡Ni por un instante! Es preciso que el corredor cristiano provea para las necesidades de la vida y sin embargo al mismo tiempo que jamás retire la vista del premio. Pablo hacía tiendas de campaña para proveer para algunas de sus necesidades; no obstante, jamás permitió que el hacer tiendas de campaña hiciera que él retirara la vista del premio. De modo que Pablo no siguió tras la meta infructuosa de la seguridad económica; él sabía que el dinero, las riquezas y posesiones no son de ningún valor sin la vida. Aun los que logran lo que según ellos es seguridad económica por medio de acumular millones de dólares a menudo llegan a comprender cuán rápida y fácilmente se marchita el premio que gastaron toda una vida para ganar. En el volumen Treasury of the Christian World aparece el siguiente renglón: “El Sr. T. P. O’Connor informa de una entrevista con el Sr. Andrés Carnegie: ‘Al viajar en automóvil a la estación estaba diciéndole yo cuánto le envidiaba su riqueza. Él dijo: “No he de ser envidiado. ¿Cómo puede ayudarme mi riqueza? Tengo sesenta años, y no puedo digerir mi alimento. Daría todos mis millones si pudiera tener juventud y salud.” Luego jamás olvidaré su siguiente declaración. Habíamos viajado en silencio algunos metros, cuando el Sr. Carnegie de súbito se volvió, y en voz baja, y con amargura e intensidad de sentimiento bastante indescriptibles, dijo: “Si pudiese efectuar el pacto de Fausto, lo haría. Gozosamente vendería cualquier cosa para volver a vivir mi vida.” Lo vi apretar el puño al decir eso.’”
11 Cuán diferente fué la expresión del apóstol Pablo, quien, después de gastar su vida en seguir tras el premio celestial, pudo decir: “He corrido la carrera hasta el fin, he observado la fe. De este tiempo en adelante está reservada para mí la corona de justicia, que el Señor, el justo juez, me dará como galardón en aquel día.”—2 Tim. 4:7, 8.
AGUANTE POR VISTA CONCENTRADA EN UN SOLO FIN
12. ¿A qué debía en gran parte Pablo sus facultades de aguante?
12 Pablo debía su extraordinario aguante al hecho de que estaba concentrado en un solo propósito. Y logró aferrarse a un solo propósito por medio de mantener la vista fija en el premio. De modo que el mantener la vista fija en el premio afecta vitalmente nuestras facultades de aguante. No se equivoque acerca de ello: hay que tener aguante. “Corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros.” La carrera cristiana no es una carrera corta; es larga y difícil. Debido a que el premio no se gana hasta que la línea final ha sido cruzada, puede haber aflojamiento de esfuerzo a lo largo del camino. Entre las más penetrantes parábolas de Jesús se hallaban aquellas en que señalaba el fracaso de los que habían comenzado bien pero no pudieron continuar esa actividad hasta el fin.—Heb. 12:1.
13. En la parábola del sembrador, ¿qué mostró Jesús que podía hacer que un corredor tropezara y perdiera el premio y qué consejo dió en cuanto a las posesiones?
13 En su parábola del sembrador, Jesús, al explicar el significado de las semillas que cayeron en suelo peñascoso y entre los espinos, dijo: “En cuanto al que es sembrado sobre los lugares peñascosos, éste es el que oye la palabra y la acepta al instante con gozo. Pero no tiene raíz en sí mismo sino que continúa por un tiempo, y después que ha surgido tribulación o persecución a causa de la palabra tropieza al instante. En cuanto al que es sembrado entre los espinos, éste es el que oye la palabra, pero la ansiedad de este sistema de cosas y el poder engañoso de la riqueza ahogan la palabra, y se hace infructífero.” De modo que algunos corredores se salen de la carrera, porque los hacen tropezar la “tribulación o persecución.” Otros pierden sus facultades de aguante a causa de “la ansiedad de este sistema de cosas.” Después de considerar las parábolas que tratan acerca de edificar una torre y de un rey que va a la guerra, Jesús comentó: “Por consiguiente, puedes estar seguro, ninguno de ustedes que no le diga adiós a todas sus posesiones puede ser mi discípulo.”—Mat. 13:20-22; Luc. 14:33.
14. ¿Desde qué punto de vista debe ver el cristiano las posesiones materiales?
14 El corredor cristiano no está bajo ninguna obligación de regalar sus posesiones materiales, pero sí está bajo el principio que Jesús dictó: Si ve que sus posesiones le están haciendo retirar la vista del premio de la vida, entonces más bien les diría adiós o se despediría de esas posesiones que lo distraen en vez de retenerlas y arriesgar el perder la carrera. Jamás debe permitirse que posesión alguna, que pertenencia material alguna, llegue a ser tan importante, tan grande en la vida de uno, que haga que el corredor retire la vista del premio. En el mundo de hoy, sin embargo, no es probable que una sola posesión haga que uno retire la vista del premio; es la multitud de cosas, pertenencias, placeres, aficiones y las ansiedades y distracciones de la vida. En conjunto la multiplicidad de distracciones ejerce fuerte poder, haciendo difícil—y no obstante al mismo tiempo más vital que nunca—obedecer el mandato bíblico para la carrera: “En cuanto a tus ojos, directamente adelante deberían mirar, sí, tus propios ojos brillantes deberían contemplar directamente en frente de ti. Allana la ruta de tu pie, y establézcanse firmemente todos tus propios caminos. No te inclines a la mano derecha ni a la izquierda.” Cómo conseguir esta vista concentrada en un solo fin que contribuye tanto a nuestras facultades de aguante—ése es el problema que cada corredor tiene que resolver.—Pro. 4:25-27.
ERA DE DISTRACCIONES
15. ¿Qué ha dicho un orador del mundo acerca de “la ansiedad de este sistema de cosas”?
15 Un comentario sobre la “ansiedad de este sistema de cosas” proviene de Bernardo M. Baruch. Hablando a un grupo de estudiantes de enseñanza superior en el City College de Nueva York, él declaró: “Jamás en la historia se ha jactado el género humano de superiores medios de comunicación, rotativas de alta velocidad, revistas profusamente ilustradas, la radio, el cine, la televisión. No obstante, todas estas milagrosas formas de comunicación parecen menos conducentes a pensar que un tronco en el bosque. Casi, de hecho, estos medios de comunicación de propulsión a chorro, aerodinámicos, parecen ser los enemigos del pensar. Nos bombardean diariamente con nuevas distracciones. . . . Nuestras energías . . . son disipadas en cuestiones secundarias. . . . No hace mucho tiempo, se creía afectuosamente que nuestra época era ‘La era del esclarecimiento.’ Más y más está llegando a ser ‘La era de la distracción.’”—Vital Speeches of the Day, junio de 1953.
16, 17. (a) Los que son distraídos por muchas cosas deberían aceptar ¿qué consejo de Jesús? (b) ¿Qué dijo una escritora concerniente a las distracciones en una civilización moderna?
16 Mientras más distracción hay más difícil es lograr la concentración de la vista en un solo fin como se precisa para la carrera cristiana. Obviamente, hay más distracciones hoy que en el día de Jesús; y no obstante la gente se distraía en el día de Jesús también. En una ocasión Jesús entró en cierta aldea y “cierta mujer llamada Marta lo recibió en la casa como invitado. Esta mujer también tenía una hermana llamada María, quien, sin embargo, se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. Marta, por otra parte, estaba distraída atendiendo a muchos deberes. Así que se acercó y dijo: ‘Señor, ¿no le importa a usted que mi hermana me haya dejado sola para atender las cosas? Dígale, por lo tanto, que me ayude.’ En respuesta el Señor le dijo: ‘Marta, Marta, estás inquieta y perturbada en cuanto a muchas cosas. Sin embargo, sólo se necesitan unas cuantas cosas, o una nada más. Por su parte, María escogió la porción buena, y no se le quitará.’” María se desprendió de las distracciones para aguzar su visión espiritual; Marta estaba demasiado distraída con muchas cosas para sentarse a los pies del Maestro y adquirir conocimiento, la única cosa que ella realmente necesitaba.—Luc. 10:38-42.
17 Este mundo moderno tiene más Martas que Marías. Las distracciones son la razón. Comentando sobre algunas de las distracciones a que se enfrenta una moderna ama de casa, Ana Morrow Lindbergh escribe en Gift from the Sea: “Me propongo vivir una vida sencilla. . . . Pero no la vivo. . . . La vida que he escogido como esposa y madre pone en acción una entera caravana de complicaciones. Implica una casa en las afueras y faena penosa doméstica o sirvientes. . . . Implica alimento y abrigo; comidas, planear, ir al mercado, cuentas, y calcular de mil modos para pasarla con lo que uno tiene. Implica no sólo al tablajero, al panadero, al fabricante de candeleros, sino a un sinnúmero de otros expertos el que mi casa moderna con sus ‘simplificaciones’ modernas (electricidad, plomería, refrigerador, estufa de gas, quemador de petróleo, lavadora automática de trastos, radios, automóvil y otros numerosos aparatos que ahorran trabajo) siga funcionando apropiadamente. Implica la salud; doctores, dentistas, citas, medicina, aceite de hígado de bacalao, vitaminas, viajes a la farmacia. Implica la educación, espiritual, intelectual, física; escuelas . . . la institutriz; campamentos de vacaciones, equipo y transporte para los campamentos. Implica la ropa, ir de compras, lavado de ropa, aseo de trajes y vestidos, remendar, el soltar las faldas y el poner botones, o conseguir a alguien que lo haga. Implica a amigos, los de mi esposo, los de mis hijos, los míos, e interminables arreglos para reunirse; cartas, invitaciones, llamadas telefónicas y transporte de acá para allá. . . . No sólo la norteamericana se enfrenta al problema de la multiplicidad de la vida, sino también el norteamericano. Y no sólo es preocupación de los norteamericanos, sino de toda nuestra civilización moderna.”
NECESARIO DESPRENDERSE DE LAS DISTRACCIONES
18. ¿Cómo son valiosos para nosotros el ejemplo y amonestación de Pablo, y qué tiene que aprender el corredor cristiano?
18 En medio de los cuidados y distracciones de la vida moderna el corredor cristiano tiene que mantenerse concentrado en un solo propósito. Y tiene que estar seguro de que está progresando hacia su meta. Jamás permitió el apóstol Pablo que la “ansiedad de este sistema de cosas” le hiciera quitar la vista del premio. “El modo en que estoy corriendo,” dijo él, “no es incierto.” Pablo tenía su meta en mira; nunca hubo duda acerca de ello. Nosotros tenemos que correr con semejante determinación para ganar el premio, con semejante concentración de vista. Pero, ¿cómo puede uno hacer esto, cuando el caso es que las distracciones vienen de todas partes y muchas de ellas son obligaciones que no se pueden poner a un lado? Se puede aplicar el principio que se encuentra en el consejo que Pablo dió a los corredores cristianos: “Quitémonos también todo peso y el pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros.” A fin de lograr aguante, entonces, el corredor cristiano tiene que aprender el arte de desprenderse de las distracciones, el arte de quitarse los pesos—aquellas cosas que, en conjunto, tienden a hacer que uno retire la vista del premio y lo detienen en la carrera por la vida.—1 Cor. 9:26; Heb.12:1.
19. ¿Cómo rigió este asunto de la distracción el consejo que Pablo dió sobre el matrimonio? Por eso, ¿qué es fundamental en la vida del cristiano?
19 Por medio de reducir las distracciones ganamos tiempo para concentrarnos en correr la carrera y ganar el premio. Es este asunto de mantener a un mínimo las distracciones el que entra en tantas facetas de la vida del cristiano. El apóstol Pablo sabía que el matrimonio traía muchas distracciones; de modo que aconsejó la soltería como el mejor derrotero a causa de que permite “el atender constantemente al Señor sin distracción.” No obstante, por otra parte, Pablo sabía que la pasión era una distracción y que podía ser peligrosa; por consiguiente él escribió: “Es mejor casarse que estar encendido con pasión.” El tratar de escaparse de las distracciones—eso es fundamental en la vida del cristiano.—1 Cor. 7:35, 9.
20. Para comprar el tiempo, el cristiano debe estar anuente a hacer ¿qué? ¿y qué hay de las posesiones no esenciales?
20 A fin de retener la vista fija en el premio el corredor cristiano debe estar anuente a determinar qué distracciones puede desechar legítima y provechosamente. Por medio de desprenderse de éstas él se compra el tiempo, en consonancia con el mandato: “Vigilen estrechamente que su manera de andar no sea cual personas imprudentes sino cual personas prudentes, comprando el tiempo oportuno que queda para ustedes mismos, porque los días son malos.” Deberíamos atender con ahinco este asunto de comprar el tiempo, siempre estando alerta para mantener al mínimo las distracciones. Puesto que la gente tiende a ser adquisitiva, ¡qué distracciones puede amontonar una persona a modo de posesiones únicamente! ¡Qué vasta cantidad de aparatos, revistas, libros, ropa, atavíos de aficiones y efectos inclasificables puede acumular uno! A menudo sorprende cuántas cosas tiende uno a acumular que no son verdaderamente útiles. Aun apiladas en un armario, las cosas que no se necesitan en realidad son una distracción: no sólo requieren espacio, sino que toman tiempo—quitándoles el polvo, limpiándolas, volviéndolas a arreglar, etc. Por medio de desprendernos de las distracciones, por medio de limitar las posesiones a las que son necesarias, nos sentimos más felices y, sobre todo, estamos mejor capacitados para mantener nuestra vista fija en el premio.—Efe. 5:15, 16.
21. ¿Cómo nos podemos ayudar a mantener al mínimo las distracciones?
21 El saber escoger es una ayuda importante en mantener al mínimo las distracciones. Los mercantilistas del mundo no quieren que uno escoja con reflexión; están haciendo cuanto pueden para atraer a la gente y hacer que amontone adquisiciones sea que las necesite o no. Por eso tenemos que escoger con cuidado al comprar, escoger con cuidado lo que leemos, escoger con cuidado el modo en que usamos nuestro tiempo. Recuerde que sólo “unas cuantas cosas” se necesitan, como dijo Jesús.
DETERMINACIÓN Y ENTRENAMIENTO
22. ¿Qué dijo un corredor moderno concerniente al correr y al entrenar, y por qué aplica el mismo principio a la carrera del cristiano?
22 El tiempo que compramos por medio de desprendernos de las distracciones nos capacita a concentrarnos en la carrera. Puesto que la palabra “correr” abarca el entero modo de vivir del cristiano, especialmente nuestros esfuerzos vigorosos por predicar las buenas nuevas, es imperioso que nos entrenemos para la carrera. Ningún corredor corre bien sin entrenarse. En 1954 Rogerio Bannister, el primer hombre que ha corrido una milla medida en menos de cuatro minutos, le dijo a un reportero, después de su victoria: “No hay objeto en correr una carrera a menos que uno se proponga ganar. Para lograr eso hay que entrenarse. Si uno no tiene tiempo para entrenarse no debe entrar en las carreras.” ¿Es la carrera cristiana realmente diferente? “Corran de tal modo que puedan alcanzarlo,” dijo Pablo concerniente al premio. Él también aconsejó: “Ve entrenándote teniendo como mira la devoción piadosa.” Por eso, ¿por qué entrar en la carrera cristiana a menos que usted esté determinado a ganar el premio? Y si usted está determinado a ganar, ¿por qué correr sin entrenarse? No obstante, algunos corredores han tratado de correr sin entrenarse; no se valen del entrenamiento espiritual que está disponible en las reuniones de congregación de la sociedad del nuevo mundo. Estas reuniones sirven para una función vital: nos ayudan a mantener nuestra vista fija en el premio. Con razón los que se ausentan con regularidad de las reuniones a menudo se salen de la carrera; pierden la vista clara del premio y se les debilitan sus facultades de aguante.—1 Cor. 9:24; 1 Tim. 4:7.
23. Para estímulo, ¿en qué ejemplos de vista concentrada en una sola mira debemos reflexionar?
23 Al entrenarnos para la carrera tenemos que reflexionar sobre los ejemplos de los que corrieron bien, como Abrahán y Moisés. Abrahán “esperaba la ciudad que tiene fundamentos verdaderos,” y Moisés “miraba resueltamente hacia el pago del galardón.” ¡Ellos tuvieron la vista puesta en el premio! Especialmente necesitamos reflexionar sobre el ejemplo del corredor perfecto, Cristo Jesús. “Corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros, mientras miramos atentamente al caudillo y perfeccionador de nuestra fe, Jesús. Por el gozo que fué puesto delante de él aguantó el madero de tormento, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.” Sea Jesús el dechado suyo.—Heb. 11:10, 26; 12:1, 2.
24. ¿Por qué no debe haber demora en correr la carrera ahora, y cómo debemos correr?
24 Jesús, Pablo y los testigos fieles de tiempos primitivos, todos corrieron con la vista puesta en el premio. Corra como ellos corrieron. Disponga tiempo para correr de ese modo ahora. No tenemos la seguridad de que las circunstancias nos favorecerán con menos distracciones mañana. Las distracciones probablemente aumentarán a medida que este mundo se acerque a su destrucción. Mientras todavía es hoy, compre el tiempo para correr. Valore el premio correctamente. Entrénese regularmente. Despréndase de pesos y distracciones. Elimine todo salvo lo necesario. Corra para ganar: ¡Corra usted con la vista puesta en el premio!