La carrera por el premio de la vida
SEGUN LO RELATO OTTO MÄKELÄ
ERA a principios del otoño de 1919. Ocupé mi lugar en la línea de partida para una carrera de 3.000 metros. No pensaba ni en ganar ni en siquiera recibir un premio, porque creía que los que conmigo corrían eran mejores corredores que yo. Cuando se dio la señal de partida, me dejaron atrás. Se me hacía muy fácil correr, y cuando habíamos corrido dos kilómetros sin haber aumentado en absoluto la velocidad que llevábamos, decidí acercarme a los que estaban al frente para ver qué estaba sucediendo allá. Aunque alcancé al grupo que iba al frente, todavía todos seguían manteniendo el mismo paso lento. Esto no me lo explicaba, pero pasé a tomar la delantera, sin comprender aún que los otros simplemente no podían correr más aprisa, y yo me encontraba en mi mejor forma.
A unos 400 metros de la meta di rienda suelta a toda mi potencia de corredor, dejé a todos los demás atrás, y gané la carrera. Fue una verdadera sorpresa enterarme, también, de que el tiempo en que había logrado aquello había sido el récord de aquel año en Finlandia. Me regocijé por el logro y pensé: “¿Tendré ante mi ahora un gran tiempo de éxitos y alcanzaré pronto records mundiales?” De ningún modo podía yo saber todavía que para fines de ese año se me abriría la oportunidad de correr en una pista mejor.
SUCESOS MÁS TEMPRANOS DE MI VIDA
Desde niño siempre me había interesado en correr, pero también me interesaban los asuntos de más seriedad acerca de los cuales a menudo hablaban los adultos. Cuando venían a mi casa personas que hablaban de cosas serias yo dejaba la compañía de los otros niños, me metía inadvertidamente en un lugar donde no me vieran y escuchaba la conversación. Algunos defendían a Dios y la Biblia, otros lo negaban. Los oía hablar acerca de un infierno de tormento eterno, espiritismo y otros asuntos. Para cuando llegué a los ocho o diez años de edad ya debatía en mi mente si serviría a Dios o no. Cuando despertaba por las noches y tenía miedo, la idea del fuego del infierno me preocupaba.
Cuando tenía diez años gradualmente acepté la idea de que la Biblia solo era el producto de la imaginación de los hombres y que había sido un instrumento que se había usado para gobernar y oprimir a los hombres. Después, cuando cumplí doce años, oí a algunos misioneros jóvenes, luteranos y evangélicos, hablar acerca de su partida a tierras paganas. Lo que dijeron me impresionó intensamente; tanto, que me “convertí” y empecé a leer la Biblia. Mi maestro, al enterarse de esto, se alegró mucho y prometió matricularme en la escuela misional tan pronto tuviera yo suficiente edad. Sin embargo, con los años vinieron muchos cambios. Mi maestro murió. Tuve muchos problemas, aunque seguía leyendo la Biblia, sin entender mucho.
Más tarde me aficioné tanto a los deportes que ese tema dominó mi mente al grado de excluir casi todo lo demás. No obstante, mi conciencia me molestaba de vez en cuando. ‘¿No será el trabajo misional la voluntad de Dios para ti?’ me seguía recordando ésta. Había orado por esa carrera durante diez años ya.
Un día, cuando estaba por salir para una carrera, una señora vino a mi casa y me ofreció literatura religiosa. Si no hubiera convenido con anticipación en estar en la carrera, gozosamente hubiera oído todo lo que ella quería decir. Resultó que compré el libro The Finished Mystery (El misterio terminado), que, entre otras cosas, consideraba el libro bíblico de Revelación. Leí ávidamente, y no me ofendió en lo más mínimo la condenación que hacía la Biblia de las religiones de la cristiandad. Por otra parte, la “consagración” (dedicación) a Dios parecía un paso muy grande para mí. Comencé a sospechar que una aplicación de los principios cristianos podría resultar en que uno renunciara a los deportes de competencia. Me parecía que nunca podría hacer eso, de modo que descontinué del todo la lectura del libro.
Poco después de esto asistí a un discurso público que dio en nuestra aldea un representante de la Asociación Internacional de los Estudiantes de la Biblia. Fue el mejor sermón que había oído, pero todavía no efectuó ningún cambio en mí; seguí con los deportes.
SE HACE ACCESIBLE OTRA PISTA
Uno de mis mejores amigos, uno que compartía mi interés en los deportes, prácticamente era incrédulo. Por esta razón yo siempre había titubeado en cuanto a hablar de religión con él. Temía que esto fuera a acabar con nuestra amistad. Cuando me encontré con él de nuevo, después de una larga separación, me enteré de que había cambiado de parecer en cuanto a casarse con cierta muchacha. Su respuesta de cinco palabras a las preguntas que atónito le hice fue: “Soy Estudiante de la Biblia” (como entonces se llamaban los testigos de Jehová). Parecía que la muchacha con quien planeaba casarse no estaba de acuerdo con su nueva religión. Él quería cumplir con la exhortación bíblica de casarse solo “en el Señor,” es decir, casarse con alguien de la misma fe.—1 Cor. 7:39.
Este hombre realmente había cambiado. Yo me preguntaba cómo era posible que una persona pudiera renunciar aun a sus más preciadas perspectivas solo debido a lo que dice la Biblia. La profunda impresión que esta circunstancia me produjo me hizo considerar de nuevo el asunto de la dedicación. De nuevo recordé la pregunta: ¿Seguiría la carrera que me había propuesto en los deportes de competencia? La Biblia señalaba una carrera mucho más apropiada: “¿No saben ustedes que los corredores en una carrera todos corren, pero solo uno recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcancen. Además, todo hombre que toma parte en una competencia ejerce gobierno de sí mismo en todas las cosas. Pues bien, ellos, por supuesto, lo hacen para obtener una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible.”—1 Cor. 9:24, 25.
Ante mí había dos pistas, una que me ofrecía fama y gloria del mundo; la otra que ofrecía al vencedor la aprobación de Dios y la vida eterna. No podía correr en ambas a la vez. La experiencia de mi amigo fue una maravillosa lección para mí. Decidí dedicar mi vida a Dios y me puse a aprender todas las reglas de mi nueva carrera.
LA SEÑAL DE PARTIDA DE LA LARGA CARRERA
Pronto obtuve los siete tomos de Estudios de las Escrituras, publicados por la Sociedad Watch Tower, y para principios de 1920 los había leído todos. Quedé completamente convencido de que el infierno de la Biblia no era otra cosa sino el sepulcro común de toda la humanidad, y de que en vez de que la gente poseyera almas, cada uno era un alma. Ahora muchas otras verdades bíblicas brillaron claramente. En abril de ese año fui bautizado en agua como símbolo exterior de la dedicación que había hecho. Para mi aquello fue como la señal de partida para este nuevo concurso, la carrera para el premio de la vida.
No se me hizo fácil todo. Mi padre había muerto en 1914, y puesto que yo era el mayor de seis hijos, tenía que colaborar con mi madre para ganar la subsistencia de la familia. Parecía que estaría sujeto a esta situación por largo tiempo, aunque yo anhelaba participar en el trabajo misional. En aquellos días no todos los Estudiantes de la Biblia participaban en la predicación de casa en casa; solo ciertos representantes de tiempo cabal de la Sociedad Watch Tower lo hacían. Sin embargo, me resolví a participar a algún grado en esparcir el conocimiento que había adquirido, aunque me limitaba el pequeño negocio que manejábamos. Coloqué literatura bíblica con muchos de nuestros clientes y tuve muchas conversaciones interesantes. Sin embargo, no quedé satisfecho.
Durante 1920 el amigo que ya mencioné y yo estuvimos asociándonos con un grupito de Estudiantes de la Biblia de la localidad, en su mayor parte mujeres. Éramos muy tímidos y relativamente nuevos; de modo que las mujeres conducían las sesiones de estudio. Nos instaron a dirigir la oración y a conducir las reuniones, pero al principio los dos creíamos que no estábamos capacitados para tal responsabilidad. Cuando finalmente accedí, descubrí que ahora me tocaba tomar la delantera en el grupo. Comenzamos a efectuar alguna predicación de casa en casa y la congregación aumentó, primero a veinte personas, y luego se hizo tan grande que hubo que organizar tres grupos separados dentro de un radio de diez kilómetros.
Puesto que el negocio de nuestra familia no tenía gran auge al principio del año, decidí pasar enero y febrero de 1921 en algún territorio lejano donde pudiera predicarle a la gente que todavía no se había enterado acerca de algunas de las maravillosas promesas de la Biblia. Mi hermana se encargó de atender los asuntos en casa. El territorio que escogimos estaba a aproximadamente 200 kilómetros de distancia. Me resolví a decirle a la gente tanto como pudiera de las cosas que había aprendido de la literatura de la Sociedad Watch Tower. La gente era muy receptiva, hablaba gozosamente acerca de la Biblia y estaba dispuesta a obtener literatura.
Muchas fueron las experiencias felices que tuve durante aquellos meses, y unas cuantas bastante extrañas. Por ejemplo, me encontré con una señora que estaba en las garras de los demonios y amenazó con paralizarme para que no pudiera moverme. Pero todos los esfuerzos por hechizarme fracasaron, y cuando le expliqué con la Biblia acerca de los demonios y la esclavitud en la cual ponen a los humanos, se puso a llorar.
NUEVOS CAMPOS HECHOS ACCESIBLES
En casa de nuevo después de aquel maravilloso intermedio de dos meses en la obra misional, recibí una sorprendente carta de la sucursal de la Sociedad Watch Tower en Helsinki. ¿Podría ser uno de sus representantes viajeros especiales por dos semanas, viajar a través del país y dar discursos bíblicos en aldeas, pueblos y aun ciudades? Aunque titubeé al principio, razoné que, si ésta era la voluntad del Señor, entonces podría contar con que su espíritu me ayudaría. Convine en aceptar y tuve el privilegio de hablar a enormes auditorios sobre el tema “¡Ha llegado el anticristo!... ¿qué? ¿cuándo? ¿dónde?”
Las dos semanas pasaron rápidamente, y regresé de nuevo a casa. Pero otro mensaje inesperado provino de Helsinki, esta vez invitándome a ser representante viajero regular en lo que entonces se llamaba el trabajo de “peregrino.” Mi responsabilidad para con la familia descollaba como barrera insuperable, pero, para mi gran sorpresa, los miembros de mi familia convinieron en compartir la carga y dejarme libre para la obra en que anhelaba participar. Tenía veinticuatro años entonces, y me las arreglé para continuar durante cinco años, en los cuales llegué a conocer a casi todos los Testigos de Finlandia. A veces tenía auditorios hasta de mil personas. La obra era sumamente satisfactoria; en realidad, era conmovedor ver a la gente responder así al mensaje bíblico de liberación.
Entretanto, la situación en casa me produjo gozo también. Mi madre comenzó a leer regularmente La Atalaya. Mi hermana también progresó hasta dedicarse. De hecho, aquella pequeña congregación resultó ser una escuela de entrenamiento de la cual salían Testigos experimentados para participar en la predicación de tiempo cabal en otras partes del campo. Algunos fueron como misioneros a Estonia, y varios otros, incluso mi mejor amigo, fueron invitados al servicio de “peregrinos.”
Al fin de cinco años fui invitado a venir a la oficina central de la Sociedad en Helsinki para ayudar en los muchos rasgos de la obra administrativa. Ahora puedo mirar atrás a veinte años de tal actividad privilegiada como un excelente período de entrenamiento. Ante todo aprecié la oportunidad de observar desde cerca la dirección del espíritu de Jehová en los asuntos de su pueblo sobre la Tierra. Luego, también, desde ese punto ventajoso pude notar la conmovedora expansión que tuvo lugar en Finlandia.
MÁS GOZOS Y RESPONSABILIDADES
Me casé cuando tenía cuarenta años, y aunque esto implicó responsabilidades adicionales no estorbó mi ministerio de tiempo cabal. Con gusto mi esposa me ayudó en mis negocios seglares. Con el tiempo tuvimos cuatro hijos, dos muchachos y dos muchachas. Durante este período pasé mucho tiempo en la sucursal de la Sociedad en Helsinki. Sin embargo, también pasaba tiempo con mi familia cada semana, entrenando y ayudando a los niños a tener cada vez mayor aprecio a la adoración verdadera de Dios. Las dos muchachas con el tiempo se hicieron misioneras, así como uno de los muchachos. Aun mi esposa, con todos sus deberes adicionales, encontraba tiempo de vez en cuando para pasar un mes en la predicación de casa en casa. Jehová ciertamente bendijo todos nuestros esfuerzos.
En 1958, con excepción de un muchacho, toda la familia tuvo el privilegio de asistir a la gran asamblea internacional que se celebró en Nueva York. ¡Qué inolvidable experiencia fue ésa! Los recuerdos e impresiones que recibimos los recordamos vez tras vez. Proveyó estimulo refrescante para el resto de la carrera por la vida que todavía yacía en el futuro.
Los años habían pasado rápidamente, sí, aun décadas habían pasado rápidamente. Veintisiete años después de nuestro matrimonio, nuestros cuatro hijos se casaron; cada uno escogió un cónyuge dedicado a Jehová. Una de mis hijas todavía está en la obra misional de tiempo cabal, y mi esperanza es que los otros todavía escojan ésa como la carrera de su vida.
Otras cosas han sucedido también. Knorr, el presidente de la Sociedad Watch Tower, visitó a Finlandia e hizo algunos nuevos arreglos para la obra del Reino. Tuve el privilegio de servir nuevamente como representante viajero, visitando y ayudando a las congregaciones a aumentar y mejorar su ministerio. Esto contribuyó muchísimo a mi crecimiento a la madurez. Aprendí a entender las muchas distintas y difíciles circunstancias en las que los Testigos se esfuerzan por agradar a Dios. Observé que el buen ejemplo a menudo es más valioso que las palabras. Me he regocijado con la abundancia rebosante de alimento espiritual, a medida que la luz sobre la Palabra escrita de Dios se ha hecho más y más brillante.
En 1958 comencé a preocuparme en cuanto al hecho de que a causa de mi edad tendría que comenzar a aflojar el paso en la carrera. El representante de la sucursal de la Sociedad me explicó que sería posible continuar en el servicio de tiempo cabal en un solo lugar, si creía que no tenía suficientes energías para viajar tanto. Presenté el asunto a Jehová en oración, porque no quería aflojarme adoptando el proceder más cómodo y fácil en esta etapa de la carrera.
Para este tiempo el presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, instó a la sucursal finlandesa a localizar otro lugar y edificar una nueva oficina y una nueva fábrica para atender la obra que se estaba ensanchando. Recordé un sitio ideal para este propósito, y me alegró saber que habían aceptado mi sugerencia. Pronto se construyó una hermosa nueva oficina de sucursal y casa Betel. Solo este poco de estímulo pareció sacarme de aquel breve período de preocupación en que me sumí debido a la salud. Me resolví a continuar con nuevo aliento, por decirlo así. Sin interrupción de propósito, sin flaquear en celo hasta llegar a la meta... ésa es la voluntad de Jehová, y mi mayor felicidad es cumplir su voluntad.
De modo que otra vez fui representante viajero de la Sociedad, y parece que mi carrera va mejor que nunca. Y nueve años más han pasado en este trabajo en el que he tenido el privilegio de servir durante veinte años. Ahora tengo setenta años, y puedo decir que he estado en la pista durante cuarenta y siete años en total.
Compañeros Testigos que saben de mi aparentemente larga carrera a menudo preguntan: “¿No te cansas?” A mí me parece que podría continuar indefinidamente en la carrera como predicador de tiempo cabal o en cualquier otro campo de servicio que esté disponible para mí. Por supuesto, comprendo que mucho depende de mis fuerzas y salud físicas, y depende aun más de lo que la voluntad de Dios sea para mí.
Ahora he tenido la experiencia en dos distintas pistas, y por eso puedo explicar a compañeros Testigos, como a menudo lo hago, que la carrera por el premio de la vida difiere radicalmente de la carrera física. En la carrera física, aparte de obtener el nuevo aliento, la fuerza de uno no aumenta durante la carrera. Pero en la carrera por el magnífico premio de la vida Jehová sigue dando nueva fuerza a los corredores fieles. Como Isaías el profeta declaró por inspiración para nuestro estímulo: “Está dándole poder al cansado; y al que se halla sin energía dinámica hace que abunde en plena potencia. Los muchachos se cansarán y también se fatigarán, y los jóvenes mismos sin falta tropezarán, pero los que están esperando en Jehová recobrarán el poder. Se remontarán con alas como águilas. Correrán y no se fatigarán.”—Isa. 40:29-31.