¿Cómo hace usted las decisiones?
TODO el mundo tiene que hacer decisiones. Algunas son bastante fáciles y hasta agradables de hacer, tales como qué ropa ponerse, de qué recreación disfrutar, o qué amigos escoger. Otras son más difíciles y algunas son muy desagradables. Los enredos emocionales hacen que muchas decisiones sean difíciles. Jóvenes enamorados se encuentran ante el obstáculo de diferente posición social o diferente religión y se preguntan qué hacer para el mejor resultado. Un hombre o una mujer que tiene un cónyuge infiel se pregunta si ha de tratar de “recoger los pedazos” de un matrimonio desbaratado y empezar de nuevo o pedir el divorcio.
Con la variedad de problemas que la gente afronta, no sorprende el que tengan muchas maneras de hacer decisiones. Algunos hacen lo que les llama más la atención al instante, o emprenden el derrotero que ofrece beneficios inmediatos, o la senda de menor resistencia. Otros hacen lo que a sus amigos o familia les gustaría que hicieran. Por eso, ¿cuál es el mejor modo de hacer decisiones?
Muchas decisiones envuelven asuntos de principio. A veces es un asunto bastante sencillo de qué es lo bueno o qué es lo malo: sea el hacer declaraciones verdaderas o falsas de impuestos; sea observar prácticas comerciales honradas o de dudosa moralidad. Otras decisiones quizás no sean asuntos claros de qué es lo bueno o lo malo, pero todavía envuelven principios. Al hacer tales decisiones es vital tener una norma que lo guíe a uno. De otra manera, inevitablemente las decisiones son influidas por las tendencias de la carne, como egoísmo, temor, orgullo y celos, y los resultados no producen felicidad.
La Norma más excelente es la Palabra de Dios, la Biblia. (Sal. 119:105) Es la acumulada sabiduría de Jehová, el Dios verdadero, y proporciona dirección sana para hacer toda clase de decisiones que envuelven principios correctos. Para los que creen que la Biblia es anticuada en relación con los problemas modernos, el sabio Salomón contesta: “No hay nada nuevo bajo el sol.” (Ecl. 1:9) Los principios no cambian, y los principios bíblicos aplican a nuestros problemas hoy en día exactamente tan bien como aplicaron a los problemas humanos del día de Salomón. Si queremos hacer decisiones sabias tenemos que conocer la norma requerida por Dios y aplicarla correctamente para resolver nuestros problemas.
Considere el asunto de escoger uno su religión, una de las decisiones más importantes y una decisión que cada uno de nosotros tiene que hacer. Muchos escogen automáticamente la religión de sus padres sin inquirir si es correcta o no. Algunos ingresan en una religión que parece satisfacer sus necesidades o que es provechosa en sus relaciones comerciales. Otros escogen para agradar a su cónyuge o a causa de las súplicas emocionales de un evangelizador. Pero la adoración correcta es asunto de lo que le agrada a Dios, no de lo que nos agrada a nosotros. El apóstol Pablo, que había hecho una selección sabia en cuanto a religión y que por lo tanto estaba bien capacitado para aconsejarnos, dijo: “Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor.” Sí, en religión Dios viene primero. Mostrando que el conocimiento de Jehová es esencial al escoger la religión correcta, Jesús dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.” Estudie la Palabra de Dios y ‘esté lleno del conocimiento exacto de su voluntad’ para que usted haga una selección sabia en cuanto a religión.—Efe. 5:10; Juan 17:3; Col. 1:9.
Cuando se hace una decisión siempre es prudente considerar el resultado probable, y no solo la ganancia inmediata. ¿Por qué despojarse de algo valioso por un placer temporal? “Existe un camino que es recto delante del hombre, pero los caminos de la muerte son el fin de él después.” (Pro. 16:25) La juventud impetuosa, en particular, tiene que estar en guardia para no hacer decisiones necias, hechas de repente, que solo pueden resultar en vergüenza y congoja después.
Muchas de nuestras decisiones tienen efectos de mucho alcance en otros y esto tiene que considerarse, especialmente por los que son cabezas de familia y superintendentes espirituales. El rey David no consideró esto cuando, temerariamente, contó a los varones combatientes de Israel en violación de la voluntad de Jehová, y acarreó muerte prematura a setenta mil súbditos suyos. ¡Qué terrible castigo por la decisión imprudente de un solo hombre! (2 Sam. 24:1-15) Quizás los cónyuges a veces crean que su matrimonio ha llegado al punto de la separación. Pero una decisión apresurada para separarse pudiera evitarse si se pusieran a considerar el efecto que esto tendría en sus hijos.
Pero el hacer nuestras decisiones debe ser influido principalmente por el conocimiento de que toda cosa que hacemos afecta nuestra relación con Dios. (1 Cor. 10:31; Col. 3:17) Por esta razón un cristiano maduro no hace sus decisiones solo a la base de si algo es correcto o incorrecto, sino de si ello lo acercará más a Dios o lo alejará de él. Como lo expresó Pablo: “Todas las cosas son lícitas; pero no todas las cosas son ventajosas. Todas las cosas son lícitas; pero no todas las cosas edifican.” (1 Cor. 10:23) La relación estrecha, personal, del cristiano para con Dios es su posesión más atesorada y él no debe hacer ninguna decisión que pudiera perjudicar ese vínculo. Su actitud se expresa mediante las palabras del salmista: “He puesto a Jehová en frente de mí constantemente. Porque él está a mi mano derecha, no se me hará bambolear.” (Sal. 16:8) El que permanece así de cerca de Dios naturalmente que se dirigirá a él para hacer decisiones. Sin importar cuán dura sea la decisión, el conocimiento de que ésta es la voluntad de Dios de seguro que lo fortalecerá para continuar en ella hasta el fin. Las decisiones hechas de esta manera no solo resultan en placer temporal sino en felicidad y satisfacción verdaderas, duraderas, porque le agradan a Jehová.
Estos son días peligrosos en los que tenemos que hacer muchas decisiones difíciles, y esto requiere claras habilidades de pensar y un buen entendimiento de la Palabra de Dios y su norma perfecta. Cuando afronte la necesidad de hacer una decisión, conozca los principios envueltos, considere el resultado de cada derrotero posible, tanto para usted mismo como para otros que puedan ser afectados; pero, sobre todo, considere cómo afectará ésta su relación para con Dios. Entonces, usted podrá hacer decisiones correctas y edificativas.