“Háganse imitadores de Dios”
ALGUNAS personas dicen cosas menospreciativas acerca de la tendencia humana de imitar. Pero el imitar puede ser un cumplido verdadero. Al imitar uno muestra que tiene en tan alta estima lo que otro hace que desea tratar de hacer lo mismo.
Los niños instintivamente imitan a sus mayores. Esto coloca una responsabilidad fuerte sobre sus padres. ¿Mienten, defraudan, o hurtan los padres, o usan lenguaje obsceno, profano o vulgar? Uno puede estar seguro de que sus hijos harán las mismas cosas. ¿Llevan los padres vidas honradas y limpias, adhiriéndose cuidadosamente a los principios bíblicos? Entonces hay una probabilidad muy fuerte de que sus hijos crezcan haciendo lo mismo.
Respecto a la imitación se ha dicho: ‘El que imita lo malo a menudo va más allá del ejemplo puesto, mientras que el que imita lo bueno a menudo no alcanza a imitar el buen ejemplo.’ Para ilustrar: el problema de tratar de imitar un buen ejemplo es especialmente evidente a todos los cristianos que quieren hacer caso de la exhortación del apóstol Pablo: “Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo.”—1 Cor. 11:1.
Puesto que a menudo no alcanzamos a imitar un buen ejemplo, ¿no sería prudente el tratar de imitar el ejemplo óptimo que hay, el más grande, el más noble, el más sabio, el más justo, el más amoroso y altruista de todos? Precisamente quién suministra ese ejemplo ha de ser evidente a la mayoría de los lectores de esta revista, a saber, el Creador, Jehová Dios. Sin embargo, inmediatamente surgen preguntas. ¿Cómo podría ser posible cosa semejante? ¿No es pura presunción el siquiera pensar en imitar a Dios? ¿No causaría tanto desaliento como frustración el siquiera tratar de hacerlo?
No, de ninguna manera. La Santa Biblia misma nos insta: “Háganse imitadores de Dios, como hijos amados.” De hecho, Jehová Dios manda: “Tienen que ser santos, porque yo soy santo.”—Efe. 5:1; 1 Ped. 1:16.
SIENDO AMOROSOS Y PERDONADORES
Pero, ¿cómo pueden llevarse a cabo estos mandatos divinos, puesto que todos somos imperfectos? No podemos imitar a Dios en su calidad de todopoderoso, ni estamos libres de pecado, como él lo está. Pero podemos aspirar a imitarlo en sus cualidades morales. Por ejemplo, podemos esforzarnos por imitar a Dios siendo amorosos, teniendo el amor que se basa en principios, que en griego se llama agape. El ser amoroso significa ser altruista, interesarse en el bienestar de otros. Seamos ricos o pobres, viejos o jóvenes, fuertes o débiles, podemos esforzarnos por ser altruistas. Dios nos puso un maravilloso ejemplo en esto, pues dio el tesoro más querido de su corazón para redimir a la humanidad, tal como leemos: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.”—Juan 3:16; compare con Hechos 14:17.
Podemos imitar a Jehová Dios en cuanto a su altruismo por medio de obedecer el mandato bíblico: “Realmente, pues, mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos.” (Gál. 6:10) La Biblia describe cómo se demuestra el amor divino: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor . . . no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño.” Al grado que practiquemos el amor de esta clase, a ese grado estaremos imitando a Jehová Dios.—1 Cor. 13:4-7; 1 Juan 4:8.
El estar dispuestos a perdonar es una faceta del amor, y en esto también tenemos que imitar a Dios. ¿Tenemos? Sí, porque a menos que lo imitemos respecto a esto Él no nos perdonará. Jesucristo repetidas veces recalcó este principio. Dijo que a menos que un individuo perdone a otros, Dios no lo perdonará a él. (Mat. 6:12-15) En otra ocasión Jesús dio una parábola extensa sobre este asunto, que concluyó con su advertencia: “Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano.” (Mat. 18:35) Es en este mismísimo respecto de perdonarnos los unos a los otros que el apóstol Pablo nos insta a ser imitadores de Dios: “Háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros así como Dios también por Cristo libremente los perdonó a ustedes. Por lo tanto, háganse imitadores de Dios, como hijos amados, y sigan andando en amor.”—Efe. 4:32; 5:1.
ODIEN LO QUE DIOS ODIA
Otra manera en la cual nosotros que somos mortales imperfectos y débiles podemos imitar a Dios es odiando lo que él odia. ¿También odia Dios? Sí, él odia la iniquidad y a los voluntariosamente inicuos, incluso a los hipócritas religiosos. ¿No imitó Jesús a su Padre en este respecto y no odió a los hipócritas religiosos? Ciertamente que sí, diciendo repetidas veces: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!”—Mat. 23:13-33; Juan 5:19.
El hecho de que Jehová Dios mismo realmente odia la iniquidad y a los practicantes de lo inicuo se ve en Proverbios 6:16-19: “Hay seis cosas que Jehová de veras odia; sí, siete son cosas detestables a su alma: ojos altaneros, una lengua falsa, y manos que derraman sangre inocente, un corazón que fabrica proyectos perjudiciales, pies que se apresuran a correr a la maldad, un testigo falso . . . y cualquiera que envía contiendas entre hermanos.”
Si odiamos estas cosas, ¿qué estaremos haciendo? Por una parte tendremos cuidado de no practicar nosotros mismos ninguna de estas cosas, y, por otra parte, evitaremos el tener como compañeros a los que practican tales cosas inicuas. “Porque ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero?” Verdaderamente, podemos imitar a Dios siendo leales a sus principios justos y así ‘ser santos, como él es santo.’—2 Cor. 6:14; 1 Ped. 1:16.
IMITADORES EN AGUANTE
Mencionando solo una manera más en la cual nosotros los humanos podemos imitar a Dios, hay la cualidad de aguante, de perseverancia, la virtud de adherirnos a nuestras tareas, pagando nuestros votos y permaneciendo fieles a nuestras promesas. ¿Realmente aguanta cosas Jehová el Dios Todopoderoso, sapientísimo? Bueno, si algo nos molesta y podemos detenerlo, pero lo toleramos por alguna buena razón, se puede decir que estamos aguantando esa molestia, ¿no es verdad? Así sucede con Jehová Dios. Toda la iniquidad, todas las injusticias, todo el sufrimiento y especialmente toda la persecución de sus siervos fieles le es doloroso. Podría detenerlo inmediatamente exterminando a todos los inicuos, pero al proceder así privaría a otros de la oportunidad de salvarse. Por eso leemos: “No es lento Jehová respecto a su promesa,” como, por ejemplo, su promesa de acabar con la iniquidad y restaurar condiciones paradisíacas a esta Tierra. “Sino que es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido, sino desea que todos alcancen el arrepentimiento.”—2 Ped. 3:9.
También, por tener Jehová Dios empatía, se ha visto en la situación de tener que aguantar. Por eso leemos que cuando Israel, su pueblo, sufría, él también sufría: “Durante el tiempo de toda la angustia de ellos le fue angustioso a él.” (Isa. 63:9) También ha aguantado en el sentido de que por casi seis mil años ha tolerado el que su nombre sea vituperado, desde el tiempo en que Satanás el Diablo en el jardín de Edén llamó mentiroso a Dios hasta el tiempo presente cuando muchos promulgan una teología de que “Dios está muerto.”—Gén. 3:1-5.
Debemos imitar a Dios en este sentido. Debemos mostrar empatía al tolerar pacientemente las inconveniencias y las molestias que nos causan las faltas de otros. No debemos irritarnos debido a que los inicuos prosperan, ni debemos levantarnos en violencia contra los gobiernos debido a lo que permiten, sino, más bien, debemos ejercer aguante. Si no podemos corregir los asuntos en armonía con los principios bíblicos, entonces imitemos a Jehová manifestando esta divina cualidad de aguante. Acuérdense de que Dios ha prometido: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será.”—Sal. 37:1-11.
El que de veras es posible que los humanos imperfectos imiten a Dios en estos y otros sentidos lo están demostrando diariamente más de un millón y medio de testigos cristianos de Jehová. Aman a Dios y a sus semejantes tanto que altruistamente dedican todo el tiempo que pueden a predicar las buenas nuevas del reino de Dios y a hacer discípulos. Imitan a Dios siendo perdonadores, no desquitándose de los que los persiguen. E imitan el odio de Dios a lo malo por medio de practicar la justicia. Manifiestan aguante y perseverancia al llevar a cabo su actividad ordenada por Dios, año tras año, prescindiendo de la persecución, aguardando pacientemente a que Jehová Dios enderece los asuntos.
¿Por qué no se pone usted en contacto con los testigos de Jehová tan pronto como le sea posible? Invítelos a pasar a su casa la siguiente vez que llamen a su puerta, o haga arreglos para que lo visiten. Búsquelos en su guía de teléfonos. Ellos le mostrarán cómo usted también puede hacerse imitador de Dios, para gloria de Dios y para la propia y eterna salvación y bendición de usted.