La expresión del amor
“Ahora pues permanecen la fe, la esperanza, y el amor, estas tres; pero la mayor de ellas es el amor.”—1 Cor. 13:13.
1. ¿Qué espera Dios que ejercitemos y así ser aptos para qué?
JEHOVÁ Dios es la fuente del amor. Como Creador, él implantó en sus criaturas esa maravillosa cualidad que se llama el “amor”. Sin ella el hombre perfecto no hubiera sido creado a la imagen de Dios y conforme a su semejanza. El gran enemigo invisible del hombre, el opositor inicuo de Dios que se llama Satanás el Diablo, ha obrado por miles de años tratando de pervertir y borrar esta cualidad de Dios del corazón humano. Se ha esforzado por hacer que toda la humanidad odie a Dios o que le amen con amor hipócrita. Dios la Fuente es el Único que puede reavivar o cultivar el amor puro en el corazón humano. Por medio de su propia demostración él nos manifiesta lo que es el amor, de modo que los que ahora están dedicados a él justamente dicen: “Nosotros le amamos á él, porque él nos amó primero.” (1 Juan 4:19, Valera) Él no espera que seamos maravillosamente sabios; no espera que seamos fuertes y poderosos físicamente; no espera que en nuestra imperfección llenemos en medida exacta los requisitos de la justicia y que nunca pequemos. Pero sí espera que ejercitemos el amor con un corazón puro. Esto es de primera importancia, si es que deseamos probar que somos aptos para la vida eterna en su justo nuevo mundo.
2. ¿Cómo y a quién se impartieron dones? ¿Qué otra cosa bacía falta?
2 El espíritu de Dios es su fuerza activa invisible. Es la energía que él utiliza para cumplir su voluntad y propósito. Con esto él hace muchas cosas que son milagrosas para el hombre hasta en este siglo veinte. En el primer siglo, por medio de su espíritu santo, Jehová Dios confirió su poder sobre los que llegaron a ser seguidores de su Hijo amado Jesucristo. Por medio de ese espíritu él les concedió instantáneamente diversos dones que esta edad electrónica no puede duplicar. Hubo dones de poder para sanar a personas enfermas o cojas, sí, hasta para resucitar a los muertos; dones de poder para profe tizar o para dar información y conocimiento especiales; dones para poder hablar en lengua extranjera y para traducir lenguas. Estos se dieron a los que creyeron en Jehová Dios y en Jesucristo. Ellos dedicaron su vida a Dios para servirle de la manera que su Hijo nos ha enseñado, y Dios los aceptó por medio del sacrificio y rectitud de su Hijo. Se les impartieron dones milagrosos a ellos por medio de los doce apóstoles de su Hijo Jesucristo. Estos dones se usaron para probar que el cristianismo procedía del Dios vivo y verdadero y que era el camino para conseguir la vida eterna. Pero un cristiano en aquel entonces podía tener cualquiera o todos estos dones del espíritu y, sin embargo, eso en sí mismo no sería una garantía de vida eterna para él. Era menester que usara esos dones de la debida manera, es decir, con un móvil adecuado. Mientras que usaba estos dones tenía que ejercitar y cultivar la cualidad de toda importancia, el amor. De otro modo el ejercicio de sus dones espirituales y el desempeño de las obras notables serían sin valor para con Dios. Él sería nada y terminaría en nada. Sólo el amor podía hacer que fuera algo. ¿Qué cosa, pues, es el amor, no aquello que los hombres mundanales llaman por ese nombre, sino lo que Jehová Dios llama “amor”?
3. ¿Cómo se define el amor, y por qué es importante?
3 Fuera del diccionario, se ha definido como la “expresión perfecta de altruísmo”. Necesariamente es altruísta, pero el amor tiene que ser, no negativo, sino positivo. Tiene que expresarse, en vez de retenerse cuando hay algún bien que puede hacerse. Aunque no busca algo para sí egoístamente, sí tiene que buscar activamente la gloria de Dios el Creador y el bienestar duradero de sus otras criaturas. Si no hace esto, entonces le falta mucho para que sea amor perfecto. Por esto el amor es aquella cualidad que se ha implantado en nosotros y que se expresa por nuestra adhesión inquebrantable a Jehová Dios y a su organización teocrática y por las obras altruístas que hacemos a favor de otros y por el interés activo que tenemos en el bienestar eterno de otras criaturas. Puede definirse de la mejor manera explicando cómo obra; y, conociendo esto, podemos juzgar si nuestras palabras, actos y actitudes provienen del amor. Tenemos que cultivar esta cualidad diaria y continuamente, si es que deseamos llegar a ser dignos de que Dios nos conceda el don de la vida eterna. El amor es de primera importancia para gozar de dicha vida. Ninguna clase de egoísmo puede contribuir a la vida. Esto se prueba por el hecho de que el egoísmo es lo que por fin está arruinando al mundo y que amenaza causar la muerte de toda la gente. Era de esperarse que así sucediera con el tiempo. El amor de Dios es la única cosa que salvará a los hombres de buena voluntad.
4. En este sentido, ¿cómo nos afecta el verdadero cristianismo?
4 El capítulo trece de la primera carta de Pablo a los corintios es famoso debido a la descripción que da de cómo actúa y cómo no actúa el verdadero amor. En los primeros versículos de este capítulo notable el apóstol menciona un número de los dones del espíritu, a saber, lenguas, profecía, entendimiento de todos los misterios y de todo conocimiento, y fe. Prestamente nos asegura que la posesión de éstos no resulta en bien duradero si no tenemos amor. El cristianismo no es un sistema sin corazón que no hace más que obrar maravillas y que mantiene a la gente en su organización porque desempeña milagros que inspiran temor reverente. Más bien causa cambios en la vida, haciendo que seamos como Dios en esa cualidad que tanto ha distinguido a Dios en sus tratos con la humanidad. Su amor no es algo que se muestra solamente con los labios. No está satisfecho con no más declarar nonadas que tienen un sonido dulce, tales como “Te amo”. No es solamente una palabra fría que se declara. No; porque si verdaderamente amamos a una persona, esto se expresará con acción. El amor produce acción, produce fuerza, hace que el que ama se mueva a favor del objeto de su amor. Cuando damos algo con amor hay un sentimiento altruísta, hay amistad, hay devoción, hay calor cariñoso. Cuando damos de nosotros mismos con amor, hay más probabilidad de que se corresponda con algo. Este atributo divino es lo que hace que valga la pena vivir. El desarrollo de esto es lo que hace que seamos algo a la vista de Dios nuestro Dador de vida. Veamos, pues, lo que Él inspiró al apóstol que dijera concerniente al amor.
5. El amor es un fruto de ¿qué? y ¿cómo se obtiene y perfecciona?
5 Al examinar lo que debe ser la conducta del amor a todo tiempo, tanto en el primer siglo como en este siglo veinte, vemos que produce en nuestras vidas lo que el apóstol Pablo en otro lugar llama el fruto del espíritu de Dios. Note lo que es este fruto según lo describe el apóstol, en Gálatas 5:22, 23, al decir: “Mas el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad [benevolencia], bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza [gobierno de sí mismo]: contra tales cosas no hay ley.” Siendo que las expresiones del amor corresponden al fruto del espíritu, entonces sigue que para amar tenemos que tener el espíritu de Dios. Su fuerza activa invisible tiene que operar sobre nosotros y tiene que obrar por medio de nosotros. No puede existir duda de esto, porque se dice claramente: “El amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el espíritu santo que nos fué dado.” (Rom. 5:5, Hisp.-Am.) Pero es menester recordar que esta cualidad no es un don milagroso del espíritu, como lo son los dones de lenguas, profecías, traducciones, curaciones, etc. Por esto no podemos orarle a Dios, pidiendo que nos llene de ella súbitamente y luego esperar que nos llene cabal y perfectamente en un instante. Es un “fruto” del espíritu, lo cual significa que si tenemos su espíritu entonces tendremos esa cualidad que se asemeja a Dios. Pero la podemos perder si no nos protegemos contra el egoísmo innato que Satanás desearía reavivar en nosotros. Por esto tenemos que cultivar el amor para que more en nosotros y crezca hacia la perfección. Ciertamente podemos esperar, sin desilusión, tener más amor si oramos por más del espíritu de Dios, deseando su fruto en nuestras vidas.
PACIENTE, BONDADOSO, GENEROSO
6, 7. ¿Cómo tiene longanimidad el amor, según se demuestra por Dios y se requiere de nosotros?
6 Teniendo presente ahora lo que es el fruto del espíritu podemos ver cómo el espíritu de Dios se manifiesta en amor, según dice el apóstol: “El amor es sufrido y benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se ensoberbece.” (1 Cor. 13:4) Puede esperarse que el espíritu de Dios nos impulse a una conducta que se asemeje a la de él y que él manda. Desde que el hombre cayó en el pecado y la muerte Dios ha sido muy sufrido con nosotros, teniendo mucha y larga paciencia, y el propósito de todo esto ha sido la salvación eterna de los que tiene un corazón recto. Si él no hubiera tenido longanimidad y la buena voluntad para soportarnos con tanta paciencia, ninguno de nosotros estaríamos hoy en el camino de la salvación. Podemos considerar que su longanimidad y paciencia significan la salvación no solo para nosotros sino también salvación para otros que aun oirán antes que termine su tiempo de longanimidad. (2 Ped. 3:15, Ver. Hisp.Am.) Él espera que otros aprovechen la oportunidad para salvación que les ofrece su paciencia.
7 Dios es nuestro ejemplo en esto, de modo que si tenemos amor, nosotros, también hemos de tener longanimidad y paciencia. Mostraremos esto, esperando que otros mejoren en su conducta según vayan aprendiendo y observando. Con gusto soportamos muchas cosas que ellos hacen, porque tenemos la esperanza de que por fin sean salvos y nuestro deseo es ayudarles en esa dirección. No nos olvidamos cuánta longanimidad y paciencia ha tenido Dios con nosotros, y nuestro deseo es ser como él para con los demás. De modo que nos aguantamos para poder servir a otra persona. Si esta persona no progresa por el camino recto con la rapidez que habíamos esperado, pues, el amor nos ayuda para mostrar paciencia. Si en el hogar donde vivimos no hace las cosas precisamente de la manera que nosotros deseamos, lo soportamos, aguardando el tiempo cuando haya un cambio para el bien. No somos exigentes; no tratamos de forzarlo a nuestra voluntad. Y si las personas no se asen de la verdad tan prontamente como les hemos recomendado; y si no progresan en su estudio de la verdad con la rapidez que nosotros deseamos, seguimos sirviéndoles la verdad al grado que nos sea posible. El amor nos hace mostrar longanimidad y paciencia con ellos. Hace que nuestra conducta sea correcta.
8. ¿Con quién tiene que ser bondadoso el amor, y a pesar de qué?
8 El amor es benévolo, y la benevolencia o benignidad es parte del fruto del espíritu de Dios. Hay bastante oportunidad para el ejercicio de esto, porque a veces hay que mostrárselo a nuestros hermanos cristianos así como a los de afuera. Si no fuera así, entonces, ¿por qué escribiría el apóstol a sus hermanos diciendo: “Y sed benignos los unos para con los otros, compasivos, perdonándoos los unos a los otros, así como Dios también en Cristo os ha perdonado a vosotros”? (Efe. 4:32) Con tal condición de corazón considerarnos a nuestros hermanos con benevolencia. Tomamos en cuenta que igual que nosotros ellos todavía están en la carne imperfecta que se inclina hacia el pecado y que nosotros no podemos exigir de ellos más de lo que Dios exige de nosotros. No importa si al momento no agradecen ellos nuestra benignidad. Dios, también, es benigno para con los ingratos y hasta con los malos. Si somos hijos de él, manifestaremos este atributo como él lo manifiesta. (Luc. 6:35) Sí, estamos manifestando nuestro agradecimiento a Dios y estamos respondiendo a su llamada de salvación, pero con todo esto no podemos desempeñar obras de justicia con perfección para así adquirir la salvación por derecho. De manera que tiene que tratarnos benigna o bondadosamente, con misericordia. De otra manera su justicia nos destruiría. ¡Con qué sentimiento se pronuncian las palabras inspiradas que nos dicen: “Empero cuando fué manifestada la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia los hombres, no a causa de obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino conforme a su misericordia él nos salvó”! “Para que, en los siglos venideros, hiciese manifiesta la soberana riqueza de su gracia, en su bondad para con nosotros en Jesucristo.”—Tito 3:4, 5; Efe. 2:7.
9. ¿Cómo debe afectarnos la bondad? pero, ¿cómo podríamos abusar de la bondad de Dios?
9 Observando cómo afecta el tratamiento a la gente, se nota que la rudeza endurece y amarga a la mayor parte de las personas. Pero el uso de la bondad y benignidad, especialmente cuando la justicia fría o el espíritu de volver ojo por ojo quizás demandaría un tratamiento distinto, sirve para ablandar a la persona hacia quien se muestra. Sirve para calentar y para atraer a las personas, y es lo que nos atrae a Dios en arrepentimiento por nuestros pecados, deseando el perdón por medio del sacrificio expiador de su Hijo. Si se nos avisa acerca de su arreglo bondadoso y seguimos en la mundanalidad y en desobediencia a él, lo despreciamos. Es posible que ese asunto pase de los límites y que perdamos la oportunidad de aprovechar del propósito de su arreglo. Hacemos bien en considerar estas preguntas como si se dirigieran a nosotros: “¿Te supones, oh hombre, que cuando juzgas a los que hacen tales cosas y tú mismo las haces, que evitarás el juicio de Dios? ¿o desprecias la riqueza de su benignidad, y longanimidad, y paciencia? ¿Ignoras que la benignidad de Dios tiene como mira conducirte al arrepentimiento?” (Rom. 2:3, 4, Ver. Norm. Rev. [en inglés]) Puesto que el amor de Dios se nos revela de esta manera, sólo le estamos copiando cuando manifestamos bondad a otros en vez de mostrar impaciencia y rudeza.
10. ¿Cómo tendremos éxito en llevarnos con otros de una manera provechosa?
10 Cuando el apóstol informó al joven Timoteo, que era superintendente en una congregación, lo que debía hacer, le instruyó que se portara bondadosamente para con cada persona individualmente, a saber: “No reprendas al anciano, sino antes exhórtale como a padre; a los jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza. Honra con socorros a las viudas que son en verdad viudas.” (1 Tim. 5:1-3) Cuando existe el verdadero cariño entre los miembros de una familia, éstos se tratan los unos a los otros de una manera benigna, bondadosa, considerada. Así es cómo debemos de tratarnos los unos a los otros en una congregación cristiana, algunos con el mismo respeto y bondad como si fueran nuestros padres, algunas como si fueran nuestras madres, otros como nuestros hermanos carnales, y otras como si fueran hermanas carnales. Quizás estemos colocados de manera que tengamos contacto cercano y continuo unos con otros, diremos, en una casa Betel de la Sociedad Watch Tówer, o en un hogar de misioneros o de precursores, o en un establecimiento de Sucursal, o en una congregación organizada de cristianos. Pero es menester que esta asociación y familiaridad tan estrechas no produzcan desprecio de uno para con otro. No; sino que tenemos que tratarnos los unos a los otros con consideración cariñosa si es que deseamos llevarnos bien y mantenernos unidos en el servicio de Dios. Si mostramos longanimidad, paciencia, benignidad y bondad, y no somos exigentes y rudos, todo marchará bien entre nosotros y nuestros compañeros. Es posible que los demás tengan alguna dificultad para llevarse bien con nosotros, pero nosotros haremos un esfuerzo para llevarnos bien con ellos. Tal proceder es de provecho para nosotros, y hace que las cosas nos sean más llevaderas.
11. ¿De qué cosas no tiene envidia el amor, y por qué no?
11 El amor es generoso. No tiene envidia, por cuanto la envidia no es un fruto del espíritu sino una obra de nuestra carne depravada. “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, riñas, celos, iras, facciones, divisiones, sectas, envidias, embriagueces, orgías y otras cosas semejantes: respecto de las cuales os amonesto de antemano, así como os lo he dicho antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gál. 5:19-21) El reino de Dios es una región de amor. En ella no hay lugar para envidia. El amor se siente satisfecho cuando Dios coloca a las personas en su organización donde a él le place. No se siente disgustado debido a la posición, las condiciones o posesiones que tiene otra persona, ni desea esas cosas para sí. No se perturba porque la otra persona las tiene, ni siente que no las merece y que la persona está fuera de su lugar. El latido egoísta del corazón comenzó con el adversario principal de Dios, Satanás el Diablo, y en ese momento se desvaneció todo el amor que tenía para Dios. Tuvo envidia de la posición de Dios y quiso ser semejante a él, no en cuanto a su amor sino en cuanto a su posición alta y su autoridad. El amor no copia al peor enemigo de Dios.
NO SE JACTA NI SE ENSOBERBECE
12, 13. ¿De qué manera no se jacta el amor?
12 Una persona puede verdaderamente haber logrado algo en el servicio de Dios. Podrá tener un registro de servicio muy halagador. Podrá tener una buena adquisición personal y ocupar una posición de importancia en la organización del pueblo de Dios. Pero si tiene amor, no se jacta ni hace alarde. “El amor no se vanagloría.” (1 Cor. 13:4, Ver. Hisp.Am.) No procura obtener el aplauso y la admiración de las criaturas. No se eleva ante los demás de una familia o de un hogar o de una compañía cristiana para hablar de sí mismo de una manera vanagloriosa. La persona que tiene amor no expone ante otros la opinión alta que tiene de sí mismo ni trata de menospreciar a otras personas de quien tiene envidia o a quien desprecia. No se jactará porque otra persona ha sido removida y porque él mismo ahora ha sido colocado en el puesto favorecido de dicha persona. Más bien, será cauto y temeroso no sea que él, también, sea removido. (Rom. 11:18) Mediante la jactancia quizá hagamos que otros crean que somos tan importantes como pretendemos, pero si tenemos amor no haremos alarde de nuestros méritos. No importa qué gozosos y exaltados nos sintamos debido a nuestras adquisiciones o hazañas, tendremos cuidado de ejercitar el fruto del espíritu que es templanza o gobierno de nosotros mismos. De modo que reprimiremos toda tendencia a la fanfarronería y a la jactancia.
13 Una persona que tiene amor no se jactará de los guías humanos que son idolatrados y seguidos por otras personas. (Sal. 97:7) Si tenemos confianza y certeza en nosotros mismos, no hablaremos jactanciosamente acerca de lo que haremos mañana o en nuestro nuevo empleo. Nos refrenaremos, sabiendo que no conocemos lo que mañana traerá, y por esto diremos, “Si Dios quiere.” (Pro. 27:1; Luc. 12:19, 20; Sant. 4:13-16) Si hemos de jactarnos o gloriarnos, nos gloriaremos en Jehová Dios, porque Él es quien lleva a cabo su obra por medio de nosotros usando el poder de su espíritu. “En Dios nos gloriarnos todo el día, y para siempre confesaremos tu nombre.” (Sal. 44:8) Este curso producirá el mejor efecto en las personas humildes que nos escuchan: “En Jehová se gloriará mi alma; oiránlo los mansos, y se alegrarán.”—Sal. 34:2.
14, 15. ¿Cómo no se hincha el amor por causa de sí mismo ni por causa de otros, y por qué no?
14 Otra razón por qué el amor resguarda a uno y resulta en la conducta apropiada es que “no se ensoberbece”, o “hincha”. (Hisp.-Am.) Nunca lo verá hacer gala, ostentarse, exhibirse, o portarse arrogantemente. La culpa por toda esta conducta inapropiada descansa en la mente. Eso es lo que se infla. Cuando esto sucede hace que su dueño se sienta importante. Considerándose con demasiada seriedad, se inclina hacia la arrogancia y exige de los otros más de lo que debe. Esta conducta manifiesta un ánimo carnal, y no el espíritu de Dios. (Col. 2:18) Cuando un cristiano se esfuerza por ser una persona distinta y por manifestar amor, se revestirá de un ánimo humilde. Si procede de esta manera se desinflará y estimará que los demás son mejores que él. (Col. 3:12; Fili. 2:3) Hará esto en el interés de la unidad del pueblo de Dios. Resistirá cualquier tendencia por inflarse que pueda deberse a algún conocimiento superior, y tratará de edificar a los demás. Reconoce que Dios no eleva a las personas hinchadas de orgullo, sino que las degrada y eleva a los de ánimo humilde. (Efe. 4:1-3; 1 Ped. 5:5) Aunque una persona no se engríe por causa de sí misma, puede engreírse a favor de cierto guía y en contra de otro.
15 El apóstol Pablo conocía que algunos en Corinto tenían esta actitud egoísta, y él trató de refrenarla, no porque algunos se habían engreído a favor de otro persona y por esto en contra de Pablo, sino porque era egoísmo y conducía a la desunión. Ilustro cómo él y Apolos eran, no guías, sino siervos del verdadero Guía Jesucristo, y luego añadió: “Y estas cosas, hermanos, las aplico por vía de ejemplo a mí y a Apolos por amor a vosotros; para que en nosotros aprendáis aquello de ‘No más allá de lo que está escrito,’ a fin de que nadie se engría a favor del uno en contra del otro. Mas algunos se han envanecido como si yo no hubiera de ir a vosotros; pero iré presto a vosotros, si el Señor quisiere; y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos.” (1 Cor. 4:6, 18, 19, Ver. Hisp.Am.) No es extraño, entonces, que el apóstol temiera que cuando llegara a Corinto encontrara entre los cristianos profesos toda clase de envanecimiento, arrogancia, engreimiento, y la división y desorden que puede producir un ánimo hinchado. Este estado de las cosas no provenía del amor, porque el amor produce paz y unidad. El amor retiene a los cristianos en unidad y los impele a trabajar juntamente y a luchar contra el enemigo común, y no a luchar el uno contra el otro. Es un lazo perfecto que une a los seguidores de Cristo, y por esto Pablo les exhorta más que cualquier otra cosa, que se revistan de eso. “Y sobre todas estas cosas, revestíos de amor, que une a todo en armonía perfecta.”—Col. 3:14, Ver. Norm. Rev. (en inglés).
NO MAL PORTADO, EGOÍSTA, ENOJADIZO, RESENTIDO
16, 17. ¿Cómo “no se porta Indecorosamente” el amor?
16 Continuando su descripción de cómo se expresa esta cualidad de Dios, Pablo dice: “El amor . . . no se porta indecorosamente, no busca lo suyo propio, no se irrita, no hace caso de un agravio.”—1 Cor. 13:4, 5.
17 Diríamos, por lo tanto, que no es mal portado en ningún sentido. Cuando personas cometen abusos sexuales entre ellos, obran indecorosamente y al fin de las cuentas ciertamente recibirán el pago por todas sus violaciones de la ley natural. Del registro de Pablo tenemos que admitir que hasta cierto grado hubo abusos sexuales en la congregación cristiana primitiva, y el apóstol protestó en su contra. Mas para portarnos indecorosamente con nuestros hermanos o con los de afuera, no tendríamos que cometer abusos sexuales e inmoralidades. Podíamos ser rudos, podíamos ser insolentes, toscos, vulgares, groseros, y eso ciertamente no sería amable para con otros, ¿verdad? En las reuniones de la congregación así como también después de las reuniones el amor nos impulsará a portarnos de una manera decente y servicial. Cuando las reuniones están en progreso tendremos cuidado de no causar un disturbio o portarnos ruidosamente para así no impedir que los demás reciban el beneficio completo de lo que se está diciendo o demostrando. No trataremos de ser la atracción principal llamando la atención hacia nosotros mismos y así desviar el pensamiento y la atención de los hermanos lejos del conductor de la reunión o del que está autorizado para hablar en su lugar. “Mas háganse todas las cosas decorosamente y con orden,” y eso quiere decir durante las reuniones de la congregación y por los que forman la congregación. Estos deben de participar en la reunión de una manera ordenada y respetuosa, respondiendo a las preguntas o hablando y dando una demostración, cada uno en su turno para que todos puedan recibir el beneficio cabal de la reunión para que el tiempo sea bien usado.—1 Cor. 14:40.
18. ¿Como miembros de qué nos trataremos los unos a los otros, y por qué?
18 De modo que no seremos rudos o irrespetuosos con los demás, ni siquiera con el más débil o menos atractivo entre nosotros. Nos portaremos los unos con los otros de la manera en que se portan los miembros de nuestro cuerpo humano los unos con los otros. Ningún miembro de nuestro cuerpo trata a otro miembro de una manera abusiva o vergonzosa. “Al contrario, son mucho más necesarios aquellos miembros que parecen ser muy débiles; y a aquellas partes del cuerpo que reputamos ser menos honrosas, las revestimos con más abundante honra; y nuestras partes feas tienen más abundante compostura; al paso que nuestras partes agraciadas no tienen necesidad: pero Dios ha atemperado el cuerpo consigo mismo, dando mayor honra a la parte donde le faltaba; para que no haya cisma en el cuerpo, sino que los miembros tengan el mismo cuidado los unos por los otros.” (1 Cor. 12:22-25) Si nos tratamos de esta manera los unos a los otros, haremos que todos se sientan agustos entre nosotros. Cubriremos bondadosamente a cualquiera que sea como una mancha para nuestra congregación o que pueda causar embarazo o vergüenza, para que los de afuera no se ofendan. Deseamos proceder honorablemente para con todos como en la claridad del día, sin cosa alguna de qué avergonzarnos. Deseamos proceder honorablemente a la vista de los de afuera. (Rom. 13:13; 1 Tes. 4:12) Esa cualidad divina nos hace tener el deseo de portarnos decorosamente.
19, 20. ¿Cómo “no busca lo suyo propio” el amor, y con provecho para sí?
19 En este asunto de no buscar lo suyo propio, el amor “nunca es egoísta”. (Móffatt [en inglés]) Por lo tanto Pablo no se contradice cuando declara, en Filipenses 2:4: “No mirando cada uno de vosotros por lo que es suyo propio, sino cada uno también por lo que es de los demás,” y en 1 Corintios 10:24: “No busque nadie lo suyo propio, sino cada cual el bien del prójimo.” Puesto que el amor es altruísta, no siempre está buscando lo que es para su propio bien, ni es eso lo único que busca, sino que también busca lo que es para el bienestar y edificación de los demás. Quiere que otros también ganen el premio de la vida y que gocen ahora de las bendiciones espirituales y de las buenas cosas materiales que Dios concede en este día a los que le sirven. De modo que el amor busca, no sólo la ventaja personal, sino también la de su prójimo. Si cada uno aplica esto a sí mismo, no importa dónde esté, dónde trabaje, o a qué compañía asista, estará manifestando su amor en este sentido. Estará feliz. Gozará más de la vida, y el amor que él manifiesta a los demás hallará su contestación porque otros individuos también manifestarán esa misma cualidad a él.
20 No insistirá egoístamente en sus derechos ni en sus propias ideas. El amor no hace eso. Algunas veces quizás sentiremos que nuestra idea es la mejor o que tenemos ciertos derechos. Quizá haya reglas y reglamentos que sirven de guía para todos los interesados y éstos nos dan ciertos derechos. Pero el amor puede hacer a un lado los derechos que le pertenecen bajo estos reglamentos y reglas, para ser bondadoso y para que no sea difícil que la amistad y las relaciones pacíficas continúen. ¿Por qué insistir en nuestra propia idea si esa idea sirve de tropiezo para otros? ¿Por qué no conformarse a las costumbres locales si eso ayudará a los que se asocian con esa persona? Donde el principio de la justicia no estaba implicado, Pablo en su obra misionera trató de agradar a toda persona que buscaba la verdad, y nos lo dice. Él no dice, ‘Trato de hacer que todos me agraden a mí.’ No; pero porque buscaba no lo suyo propio, sino el bien de sus oyentes, él dijo: “A todos me he hecho todo, para que de todos modos salve a algunos. Y todo lo hago por causa de las buenas nuevas, para que yo pueda participar de sus bendiciones junto con los demás.” (1 Cor. 9:22, 23, Una Tradu. Amer. [en inglés]) Él tenía las buenas nuevas, el mensaje de la vida, y las estaba llevando al mundo. Para no estorbar a la gente de diferentes nacionalidades en su aceptación del mensaje, él amorosamente mantuvo sus propias ideas y derechos en posición subordinada y trató de agradar a sus oyentes. Esto sirvió de ventaja para ayudarles a aceptar el mensaje. Manifestando amor de esta manera, él mismo no sería desechado después de haberle predicado a tanta gente. El amor nos aprovecha, aunque tengamos que privarnos de nuestra propia idea o derechos personales para el bien de otros.
21, 22. (a) ¿Cómo es que el amor “no se irrita”, y por qué no? (b) ¿Cómo es que, como en el caso de Pablo y Bernabé, el amor “no hace caso de un agravio”?
21 Produciendo aquel fruto del espíritu, a saber, la templanza o gobierno de sí mismo, el amor “no se irrita”. No es irritable y no se enoja. No es movido por erupciones de ira. Gálatas 5:19, 20 dice que la ira es una de las obras de la carne caída. Por esto los padres tendrán cuidado de no castigar a sus hijos desobedientes con cólera o enojo violento, haciendo explosión con amenazas de pegarle al desobediente “¡hasta que esté casi muerto!” Cuando estamos desequilibrados por el enojo o la irritación, no estamos en condición para obrar con justicia o con misericordia y hacer la voluntad de Dios. Estamos más propensos a no ser amables y de obrar sin amor. Si tenemos una medida amplia del espíritu de Dios eso nos ayudará a ser más lentos en el enojo para que no seamos impelidos a cometer el mal. Su espíritu nos ayudará a producir el fruto agradable de la mansedumbre o de una disposición moderada. Nos ayudará a retener el respeto y el afecto de otros y hará que no nos teman o que no nos consideren con disgusto ni cesen su expresión fácil y libre con nosotros. Nos ayudará para mantener amistades y asociaciones felices. Una vez pasó un paroxismo de enojo entre Pablo y su conmisionero. Bernabé insistió en su propia idea de llevar a su primo Juan Marcos con ellos en un viaje propuesto de misionero, pero Pablo insistió en llevar a un hombre más confiable. La contienda entre Pablo y Bernabé llegó a ser tan acalorada que se separaron y cada uno prosiguió su propio camino en el servicio de Jehová. El lector puede leer el registro en Hechos 15:36-41 y determinar para sí mismo a quién le faltó amor en esa ocasión; pero sólo el amor pudo sanar la división o herida entre los dos misioneros más tarde.
22 Si hubiese habido resentimiento entre Pablo y Bernabé, la disensión entre ellos nunca se hubiera sanado. Pero el amor vino a su ayuda durante el tiempo de su separación, porque “no hace caso de un agravio”. No considera que ha sido perjudicado de modo que reserva ese perjuicio como algo que tiene que resolverse al debido tiempo y que hasta ese entonces no pueden existir relaciones entre el perjudicado y el perjudicador. No siente enojo con una persona haciendo que ésta sufra en consecuencia y estirando las relaciones hasta el punto de rompimiento. A veces es muy fácil imputarle un móvil malo a otra persona, pero el amor no hará eso sin motivo apropiado. No imputará bajeza ni acusará a otro de malas intenciones, sino que se inclinará hacia la indulgencia y aceptará las excusas razonables que ofrezcan los demás. Le da al otro el beneficio de la duda. Si procede de esta manera el cristiano quizá sea engañado en algunos casos, pero el ser engañado por esta razón no resultará en verdadero perjuicio para él, porque mediante tal experiencia él ha progresado en el cultivo del amor.
DISPUESTO HACIA LA JUSTICIA Y VERDAD
23, 24. ¿De qué manera es que el amor “no se regocija en la injusticia”?
23 Existe toda clase de injusticia dentro y fuera de la cristiandad, y la oposición a la verdad va en aumento. Pero el amor no tiene parte en eso. “No se regocija en la injusticia, mas se regocija con la verdad”. (1 Cor. 13:6) En el conflicto entre lo incorrecto y lo correcto siempre se pone de parte de lo correcto. Satanás el Diablo se regocija en la iniquidad e injusticia. También lo hace aquel gran sistema de religión organizada que forma el “hombre de pecado”. Pero no lo hace el amor. No halla placer en ninguna clase de injusticia, ni siquiera para con nuestros enemigos y perseguidores. Es posible que podamos fruncir el labio y decir: ‘Ojalá que esa persona reciba lo que merece.’ Es verdad, la persona ha hecho algún mal y merece castigo. No hay duda acerca de eso. Pero el verdadero amor no se sentirá feliz debido a un abuso de la justicia, o una injusticia que sufra el malhechor. No estamos en la organización de Dios para luchar contra la gente con injusticia. Esto no quiere decir que la justicia no debe ejercitarse, y cuando Jehová Dios permite que la retribución venga sobre sus enemigos nosotros reconoceremos su justicia. Pero la justicia puede templarse con la misericordia.
24 Reconociendo que ésta ha sido la manera que Dios ha procedido con nosotros, los que nos hemos arrepentido, no vamos a deleitarnos por causa de la reprensión que alguien reciba como castigo. Preferiremos que dicha persona reconozca que la reprensión fué merecida y que corrija su camino. No iremos a la persona que ha sido corregida para decirle: ‘Bueno, esto no debe haber sucedido. Él no debe haberle hablado ni tratado a usted de esa manera.’ Si la persona mereció la reprensión y ésta se hizo bíblicamente, entonces dejemos que reciba la reprensión para su propio bien. No se ponga a sollozar con él y al mismo tiempo censurar y regañar a la persona que tiene autoridad para corregir. Sería injusto hacer esto, y el amor no hará tal cosa para así crear en la persona corregida la idea de que no se le trató de la debida manera. Supongámonos que se nos ha tratado mal. Pues, el amor mejor sufre un mal que violar los reglamentos del Señor Dios haciendo mal a otros. Ese es el significado del argumento del apóstol concerniente a litigios entre miembros de la organización de Dios: “El tener pleitos unos con otros, es ya de todo punto un defecto en vosotros. ¿Por qué no sufrís antes la injusticia? ¿Por qué más bien no os dejáis defraudar? Vosotros, al contrario, cometéis injusticia y defraudáis; y esto, a hermanos.” (1 Cor. 6:7, 8, Ver. Hisp.-Am.) El pleito quizá era justo, pero colocó a la organización de Dios ante la vista del público de una manera que trajo reproche. El que tiene amor no está regocijándose en la injusticia o ilegalidad cuando aguanta un mal, porque tiene en la mente una consideración altruísta.
25, 26. ¿En qué se regocija el amor, y cómo y por cuánto tiempo?
25 Uno de los frutos del espíritu es gozo, y por esto el amor es gozoso. (Gál. 5:22) Pero, ¿de dónde proviene su gozo? Pues, de la verdad, de la justicia. Por esa razón se regocija en Jehová, porque él es el Dios vivo y verdadero y la Fuente eterna de la verdad. Ansiosamente procura enterarse de la verdad de la Palabra de Dios y de su propósito. Cuando discierne la verdad, se regocija, no importa que la verdad derroque declaraciones que hayamos hecho con anterioridad o creencias que habíamos tenido. Para tener parte en vindicar el nombre, la palabra y la soberanía de Jehová, el amor expone las mentiras que Satanás el Diablo y sus paniaguados han forjado contra Jehová y su Cristo. No busca compañía con los guías religiosos que pretenden representar a Dios pero que propagan mentiras religiosas acerca de Él y luchan contra la verdad, tratando de estorbarla y de suprimirla.—Rom. 1:18.
26 Deseoso de tener y de retener la verdad, el amor prueba todas las cosas que se profetizan y que se le predican pero retiene únicamente lo que es bueno. No acepta maliciosamente una mentira concerniente a otro, ni trata de forjar una mentira en contra de otra persona basándose sobre evidencia circunstancial. Pero si se descubre la verdad y se declara y eso perjudica a otro y se le castiga por esa causa, nosotros continuaremos felices en esa verdad. No podemos cambiar la Palabra y el propósito de Dios, y Dios no ajustará su Palabra y propósito a nuestro antojo. Nosotros tenemos que ceder o acomodarnos para estar en completo acuerdo con su Palabra y propósito. Estaremos ansiosos de hacerlo si tenemos amor, que proviene de él. Si hacemos esto tendremos la seguridad de que la vida será un gozo, porque con la vida tenemos el amor y la verdad y estamos de parte de lo correcto. La verdad permanecerá para siempre, y por eso el amor tendrá razón eterna para gozarse. La justicia pronto triunfará sobre la injusticia por dondequiera, para la vindicación de la soberanía universal de Jehová, dándonos todavía más razón para gozar.
FUERTE, CONFIADO, ESPERANZADO
27, 28. ¿Cómo es que el amor “todo lo cubre”, y por qué es así ahora?
27 ¿Cómo podría Satanás el Diablo matar o vencer el amor cuando, según dice el apóstol por fin, el amor “todo lo soporta [lo cubre], todo lo cree, todo lo espera, todo lo sufre”? (1 Cor. 13:7, Ver. Hisp.Am.) Porque el amor es muy sufrido, el cristiano que lo cultiva será lento en exponer ante los demás a uno que le ha perjudicado. Seguirá la regla establecida por Jesús en Mateo 18:15-17 y tratará de allanar la dificultad personalmente con el que le ofendió. De esa manera no expone ante los representantes de la congregación cristiana el mal que todavía no se ha corregido hasta que no sea como último recurso. Entonces lo hará únicamente porque es para el bienestar del ofensor. Si no es demasiado serio, excusará la ofensa con amor, sin más rodeos. El amor es bondadoso en este sentido: “puede pasar por alto las faltas.” (Weymouth [en inglés]) Excusará ofensas. Esto no significa que el amor cubrirá la mala conducta y las violaciones que correctamente deben divulgarse a los que tienen autoridad, que deben estar enterados acerca de estas cosas y dar pasos para el bien de todos en la organización. El interés que tenemos para el bienestar de la mayoría debe impulsarnos a divulgar estas cosas a las personas autorizadas.
28 Pero la persona que tiene amor tendrá cuidado de no avergonzar o menospreciar al ofensor ante el público si el asunto puede arreglarse de una manera callada y más fácil que no causará una riña o división entre los que podrían tomar lados en el asunto. Proverbios 10:12 dice: “El odio suscita rencillas; mas el amor cubre toda suerte de ofensas.” Cuando una persona se arrepiente de su ofensa después que se la indicamos en privado, y si confiesa su mal y pide perdón y hace restitución por cualquier perjuicio, ¿por qué hemos de divulgar la ofensa a cualquiera? ¿Por qué chismear o escribir cartas acerca de eso? El amor no hace tal cosa. Así manifestará que su perdón es verdadero, que por completo ha cubierto el asunto igual como lo hizo Dios. Ya que hemos llegado al fin de este mundo, se nos exhorta especialmente que sigamos este proceder pacífico: “el fin de todas las cosas se acerca; sed pues sobrios, y vigilantes en las oraciones: teniendo, ante todo, ferviente amor entre vosotros; porque el amor cubre una multitud de pecados.”—1 Ped. 4:7, 8.
29, 30. ¿Cómo es que el amor “todo lo cree”? y ¿cómo lo acepta?
29 Pero, ¿nos hace crédulos, aceptando todo lo que se dice, ya que el apóstol dice que el amor “todo lo cree”? No, pero hace que aceptemos la verdad aunque parezca más extraña que la ficción o aunque todo el mundo descreído se burle de ella. Creer significa tener fe, y la fe es un fruto del espíritu de Dios. De modo que cree todo lo que Dios dice en su Palabra, aunque no nos sea posible entenderlo y aunque parezca imposible debido a que al tiempo presente no conocemos todos los hechos y no se puede explicar de una manera científica. El amor prueba los espíritus o declaraciones inspiradas, y cree los que están en armonía con Dios porque están en armonía con su Palabra escrita. No es como los israelitas fuera de Egipto en el desierto. Los doce espías que fueron enviados por el profeta Moisés regresaron de su reconocimiento de la Tierra Prometida. Diez de ellos rindieron un informe falso acerca de las posibilidades de quitarles la tierra a los ocupantes paganos. Los israelitas creyeron a éstos, la mayoría de los espías, y cedieron al temor y a la rebelión. Pero Josué y Caleb rindieron un informe verdadero y fiel y les animaron a que tuvieran fe en Dios y en su habilidad para darles la tierra. En vista del informe de la mayoría esto parecía ser cosa imposible a los israelitas. De modo que rehusaron creer a Josué y a Caleb. Esto probó que no amaban a Dios, porque rehusaron creer en su habilidad para sojuzgar a los enemigos que estaban en la tierra y para cumplir su pacto de darles la tierra. No amaron a los que hablaron la verdad, y por consecuencia perdieron en cuanto a la verdad y en cuanto a la Tierra Prometida. (Núm. 13:1 a 14:12) El amor no tiene un corazón descreído.
30 Por supuesto, no acepta todo lo que se predica y profetiza, porque sabe que el enemigo Satanás el Diablo ha enviado a personas falsas por todo el mundo para engañar. De manera que fortifica a los cristianos contra el ser crédulos dirigiéndolos a la Palabra de Dios para que prueben todo mediante esta norma de verdad inspirada e infalible. Cree todas las cosas en la Palabra de Dios porque es la verdad. Si no creyera todas las cosas en esa Palabra, no la usaría como la autoridad máxima para determinar qué cosa es la verdad. Cuando Pablo predicó la Palabra a la gente sincera de Berea en aquel entonces, ellos manifestaron que tenían un amor razonable, porque “recibieron la palabra con la mayor prontitud, examinando las Escrituras diariamente para ver si estas cosas eran realmente así. Por lo cual muchos de ellos creyeron.” (Hech. 17:11, 12) De modo que hoy creemos amorosamente todo lo que nos viene por medio de la organización teocrática de Jehová y que se basa sobre su Palabra de verdad.
31. ¿De qué maneras es verdad que el amor “todo lo espera”?
31 La creencia o la fe es la substancia o base de cosas que se esperan. De manera que, igual que creer todas las cosas, el amor “todo lo espera”. Eso incluye todas las cosas que Dios ha prometido en su Palabra y que están en armonía con lo que él ha prometido. Por esta razón nuestras esperanzas no son falsas. En este sentido nuestra esperanza es un yelmo para nuestra cabeza o mente. (1 Tes. 5:8) Tenemos razón en cuanto a lo que deseamos y esperamos, principalmente el reino de Dios mediante Cristo Jesús, el cual vindicará Su nombre y soberanía y bendecirá a todos los hombres de buena voluntad. De modo que esta esperanza nunca nos desilusionará ni nos dejará avergonzados. Nos da confianza, nos hace gozosos, nos sustenta. Nos hace esperar el fruto con paciencia, entre tanto que seguimos con el trabajo de predicar la verdad. El amor nos impele a decirles a otros con mansedumbre y reverencia el motivo de la esperanza que tenemos, y nos hace esperar lo mejor para toda la gente querida parecida a ovejas que encontramos y que escuchan nuestro mensaje de verdad. Luchamos contra la impaciencia en cuanto a ellos, y deseamos y esperamos lo mejor para los que son débiles en fe entre nosotros. (Heb. 3:6; Rom. 12:12; 1 Ped. 3:15) De esta manera nuestras esperanzas no nos impelen hacia la acción egoísta, porque todo lo que nosotros deseamos y esperamos son las mismas cosas que el amor tiene asidas con confianza.
32. ¿Cómo es que el amor “todo lo sufre”, y por qué?
32 Fortalecidos de esta manera y apoyados por el gozo, la fe y la esperanza, el amor “todo lo sufre”. De modo que se requiere amor para mantener nuestra integridad para con Jehová Dios, porque la prueba de integridad hacia él es una de perseverancia. Siendo que aguanta todas las cosas, entonces no hay cosa alguna que el Diablo pueda hacer para probar la sinceridad de nuestra devoción y fidelidad a Dios que el amor no pueda sufrir, manteniéndonos de esa manera leales a Dios. La tribulación, una lucha poderosa de aflicciones, la crucifixión, la contradicción de pecadores, la disciplina de Dios, la tentación del Diablo, la opresión y las privaciones, sufrimientos inmerecidos por causa de nuestra conciencia, todas éstas son cosas que la Biblia menciona que el amor soportará. Es invencible. Sólo por medio del amor es posible recibir la vida eterna de Dios mediante Cristo, porque el amor cumple todos los requisitos de Dios. Para que podamos expresarlo para siempre jamás, Dios nos dará el poder de la vida eterna.