El camino más excelente de amor
“Y un camino todavía más excelente os voy a mostrar.”—1 Cor. 12:31.
1. Para conseguir vida eterna ¿a quién tenemos que amar y por qué?
JEHOVÁ tiene su camino y es el de amor. Por medio de él se ha distinguido, y es sobre esta base de amor que él opera el universo. Es un camino excelente para gobernar a todas sus criaturas inteligentes. Es mediante este camino que él mantiene a todas sus fieles criaturas unidas a él de una manera inquebrantable. El suministra el modelo de amor, y requiere que todas sus criaturas inteligentes le copien. Únicamente a los que hacen esto se les permitirá vivir para siempre. Es menester que le amen como el merecedor de su afecto y devoción completos, así correspondiendo de una manera apropiada el amor grande que él tiene para ellos. Es menester que amen a sus prójimos de la misma manera que él los ama. De este modo se asemejan a Dios. El Hijo amado de Dios dijo que los dos grandes mandamientos eran éstos: (1) “Amarás a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas.” (2) “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Deu. 6:5 y Lev. 19:18; Mat. 22:37-40) Para que cualquiera de nosotros lleguemos a ser dignos de vida eterna en cualquier parte del universo de Dios, tenemos que guardar estos mandamientos y seguir este camino excelente de amor.
2, 3. ¿Cuál organización ha experimentado más el amor de Dios? ¿Por qué?
2 No hay otra organización en toda la creación que haya sentido este atributo tierno de Dios más que su congregación o iglesia ni que haya aprovechado tanto debido a él. Aunque fué traída a la existencia en el primer siglo de nuestra era común, esta congregación o iglesia se prefiguró muchos siglos antes de eso por la congregación del antiguo pueblo escogido de Jehová, la nación de Israel. Los cuidó a ellos porque quería a sus antepasados. Su profeta Moisés dijo a la nación: “Por cuanto amó a tus padres, por tanto escogió su simiente después de ellos, . . . por el amor de Jehová hacia vosotros, y por guardar el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó Jehová con mano fuerte, y os redimió de la casa de servidumbre.”—Deu. 4:37 y 7:8.
3 Sólo un resto pequeño de esa nación favorecida resultó digno de ser recibido en la nueva congregación o iglesia para formar el núcleo de ella. La voluntad de Dios en cuanto a la nueva organización que él escogía era que debía ser perfeccionada en su devoción a él y en todas las cualidades de Dios, especialmente la de amor. Al referirnos a esta nueva organización no queremos decir la que se llama la “cristiandad”, porque ella no es Su organización así como no lo es el resto del mundo del cual ella forma la parte dominante. Queremos decir la verdadera organización mesiánica o cristiana, la “iglesia de Dios”, establecida en el primer siglo. Existe una vasta diferencia entre la cristiandad y la verdadera congregación de Jehová Dios. La cristiandad nunca ha seguido el camino de la excelencia, sino que ha sido egoísta y cruel y mundana. A pesar de estar entre la cristiandad la verdadera iglesia de Dios no ha formado parte de ella, sino que sinceramente ha tratado de copiar a Dios y de seguir su camino excelente. Debido a la mundanalidad egoísta y cruel de la cristiandad ella no ha copiado a Jehová Dios para ser una bendición a la humanidad y será destruída en breve en la batalla del Armagedón. Pero la iglesia verdadera permanecerá eternamente para alabar a Jehová y para bendecir a todos los hombres de buena voluntad.
4, 5. ¿Cómo probó Dios que había tomado la nueva organización?
4 No es cosa fácil establecer una nueva organización y demostrar que Dios ha transferido su favor y bendición a ella después de haber tratado exclusivamente con otra organización por más de mil setecientos años. De modo que, para probar que la recién establecida iglesia cristiana ahora era su congregación escogida y para ayudarle a través del período dificultoso de su infancia y a pasar del viejo sistema de cosas al nuevo, Jehová Dios produjo una manifestación especial de su espíritu o fuerza activa sobre la nueva organización de su pueblo devoto, los seguidores del Mesías, Jesucristo.
5 Como nueve siglos antes de llegar los últimos días de la vieja organización y los primeros días de la nueva, Dios había inspirado a Joel para que profetizara acerca de esta operación prodigiosa de la fuerza activa divina sobre la iglesia cristiana, diciendo: “Acontecerá después de esto, que derramaré mi espíritu sobre toda carne; y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas: vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y las siervas, en aquellos días, derramaré mi espíritu. Y manifestaré maravillas . . . antes que venga aquel grande y espantoso día de Jehová. Y sucederá que todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo.” (Joel 2:28-32) Los hechos registrados de la historia manifiestan que esta profecía comenzó a cumplirse sobre el resto judío de los seguidores de Jesús el día de la fiesta de Pentecostés en 33 d. de J.C. Estando bajo el poder de ese espíritu derramado de Jehová Dios, esos seguidores judíos de Jesús comenzaron a hablar repentinamente en lenguas extranjeras, de una manera milagrosa. Además, bajo el poder de esa energía divina, el apóstol Pedro y otros se pusieron de pie y profetizaron o explicaron un número de profecías concernientes a Jehová Dios y Cristo Jesús, a la muchedumbre de personas que se congregó allí. También se les concedió allí mismo y al momento ciertos dones de conocimiento por esa misma fuerza activa invisible para que impartieran conocimiento a ese gentío. Toda esta manifestación predicha del espíritu de Dios era prueba de que él ahora había escogido esta congregación de Jesús el Mesías, y ese mismo día tres mil judíos y prosélitos fueron convencidos de este hecho y cambiaron de la vieja organización rechazada a la nueva congregación cristiana.—Hech. 2:1-41.
UN CAMINO DE CRECIMIENTO MEDIANTE DONES
6. Por medio del espíritu ¿qué se impartió a la iglesia primitiva?
6 Así es cómo la nueva organización fué establecida, y mediante los dones del espíritu tan milagrosos y convincentes concedidos a los miembros de la organización se demostró que de allí en adelante ésa era la organización escogida de Dios. El apóstol Pablo fué uno de sus miembros posteriores, y él habló más que cualquier otro escritor cristiano acerca de estos dones milagrosos del espíritu. En el capítulo doce de su primera carta a los cristianos en Corinto, él escribe: “Y respecto de los dones espirituales, hermanos, no quiero que estéis ignorantes. Mas hay diversidad de dones, pero uno mismo es el espíritu: y hay diversidad de ministraciones, pero uno mismo es el Señor; y hay diversidad de operaciones, mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos. A cada uno empero le es dada la manifestación del espíritu para el provecho de todos. Porque a uno, por medio del espíritu, le es dada palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia, según el mismo espíritu; a otro, fe, por el mismo espíritu; a otro dones de curaciones, por el mismo espíritu; a otro: facultades de obrar milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las obra aquel uno y mismo espíritu.” (1 Cor. 12:1, 4-11) La vieja organización judía rechazada se opuso, pero no pudo detener la manifestación del espíritu de Jehová en la forma de dones milagrosos que se concedieron a los nuevos creyentes cristianos, ni tampoco pudieron hacerlo las organizaciones religiosas paganas. A pesar de la envidia y del antagonismo de los descreídos judíos y paganos, el Dios Todopoderoso manifestó sobre quién descansaba su poder y espíritu. De modo que los dones del espíritu se siguieron impartiendo y ejerciendo por los seguidores de su Hijo durante los días apostólicos.
7, 8. ¿Qué preguntas surgen debido a la falta de dones ahora? ¿Cómo respondemos?
7 Al considerar los testigos de Jehová Dios la organización de Dios en este siglo veinte, tenemos que admitir que no posee ni ejerce esos dones milagrosos del espíritu que sirvieron para marcar e identificar la organización de sus testigos en el primer siglo. No entendiendo algunos por qué faltan dichos dones hoy día podrán preguntar, ¿No son iguales el cristianismo de hoy y el cristianismo de aquel tiempo pasado? ¿No sufre una falta vital ahora la iglesia cristiana de Jehová porque no posee esos dones espirituales convincente con qué operar y predicar “este evangelio del reino”? En este tiempo tan crítico cuando el comunismo impío y la mundanalidad religiosa se extienden por todo lugar, ¿no podríamos nosotros dar un testimonio más efectivo a favor de su reino si tuviésemos el apoyo de aquellos dones milagrosos del espíritu para convencer a los que dudan?
8 Contestamos que el cristianismo puro (pero no el iglesianismo) es igual hoy a lo que era el cristianismo en su infancia. No ha sufrido ningún revés, ninguna cojera, ninguna debilidad porque la fuerza activa de Dios o sea su espíritu no opera ahora mediante dones espirituales milagrosos. La ausencia de dichos dones no nos sorprende. Fué predicha por el apóstol Pablo en el primer siglo, al decir: “Mas ora que haya profecías, terminarán; ora que haya lenguas, cesarán; ora que haya ciencia, terminará.” (1 Cor. 13:8) La cesación de los dones de lenguas y la terminación de los dones de profecía y de ciencia o conocimiento no constituye una señal del disfavor de Dios ni de alguna impotencia o debilidad de su espíritu. No era de esperarse que todos los cristianos tuviesen esos dones milagrosos, y no todos los han tenido. Hablando de su propio día Pablo pregunta: “¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿son todos maestros? ¿son todos obradores de milagros? ¿tienen todos dones de curar? ¿hablan todos diversas lenguas? ¿interpretan todos?” (1 Cor. 12:29, 30) El apóstol propone estas preguntas de tal manera que la respuesta tiene que ser ¡No! Por esto la falta de uno o de todos estos dones no sería evidencia de que Dios estaba disgustado sino que manifestaría que tiene una manera diferente de operar. No nos toca a nosotros mandar en cuanto a la administración de esos dones milagrosos ni en cuanto a la administración de cierto don especial, sino a Dios, teocráticamente. Él equipa a los miembros de su iglesia como a él le place, desde Jesucristo para abajo. Y hoy su espíritu puede operar y de hecho opera tan poderosamente sin esos dones espirituales como lo hacía con ellos en el primer siglo. En realidad, el fiel resto de la verdadera iglesia cristiana hoy está llevando a cabo, mediante el espíritu de Jehová Dios, un testimonio más enérgico a favor de su nombre y reino que nunca antes en la era cristiana.
9. ¿Qué hace que la iglesia sea igual hoy día, sin ninguna pérdida verdadera?
9 Puesto que los dones milagrosos del espíritu cesaron hace mucho por no ser necesarios en este día avanzado de la verdadera iglesia, sería por demás en este día que un cristiano consagrado deseara sinceramente tener cualquiera de ellos, como, por ejemplo, el don de lenguas extranjeras, la habilidad para traducirlas, el poder para sanar, el de profetizar o predicar por inspiración, etc. El tiempo para tales cosas ha pasado, y Jehová Dios nunca contestaría la oración que las pidiera. El camino bueno y efectivo que se usó para establecer y edificar la congregación cristiana hace diecinueve siglos fué el de dar a sus miembros aquellos dones del espíritu que infundían reverencia. Pero hoy día el resto de la iglesia verdadera que procede bajo la guía de Dios y por su espíritu está siguiendo un camino más excelente que el de usar dones espirituales. Es el camino de amor. Esto es lo que hace que la iglesia cristiana sea igual hoy a lo que fué en el primer siglo, en su infancia cuando le hacían falta las señales de los dones milagrosos del espíritu. En este día la iglesia verdadera posee la misma cualidad esencial de amor que poseía en los días apostólicos. Su edificación se debe al camino de amor así como también el desempeño de todas las obras que hace en obediencia a Dios y en imitación de Jesucristo. Este es el camino permanente y sumamente importante que ella ha tratado de seguir durante todos estos diecinueve siglos. Es un camino más excelente que el de operar sencillamente por dones del espíritu. Por esto al seguir este camino exclusivamente ahora durante la culminación de la era cristiana, la iglesia no ha sufrido ninguna pérdida efectiva, ningún estorbo o daño por falta de los dones. Está tan llena del espíritu hoy como en cualquier otro tiempo. Su fe y esperanza tienen la misma fuerza y brillantez que antes si es que no son mayores, ahora que hemos llegado al fin de este mundo cuando las profecías se están cumpliendo cabalmente.
10. ¿Cómo se compara el camino del amor con los dones espirituales, y por qué?
10 A esto se refiere el apóstol cuando manifiesta que hay una variedad de dones espirituales y luego pregunta si todos los cristianos poseen todos y los mismos dones. Existiendo una variedad de dones, cierto es que unos se iban a preferir sobre otros. Pero a pesar de lo mucho que deberían desearse tales dones, hay otra cosa mucho más importante y vital que no debería perderse de vista. Era correcto desear los dones superiores durante el tiempo que éstos se concedían, pero hay una cosa mucho más excelente que los dones milagrosos, y por esto algo que uno debería desear y esforzarse sobremanera por conseguir. De manera que el apóstol lo llama a nuestra atención, diciendo: “Mas desead ardientemente los mejores dones. Y un camino todavía más excelente os voy a mostrar.” (1 Cor. 12:31) Nosotros, los cristianos de hoy, podemos seguir la exhortación del apóstol y tratar de conseguir eso con la misma sinceridad y confianza que mostraron nuestros hermanos de su día. Aunque carecemos de dones milagrosos, nosotros hoy en día podemos andar tan completa y fielmente por el camino más excelente como ellos lo hicieron en los tiempos apostólicos y de esta manera resultar dignos de la salvación eterna. El camino es el camino de Dios, el de amor.
NO HAY GANANCIA PROPIA SIN ÉL
11, 12. ¿Cómo podía uno hablar en lenguas y con todo no ser nada? ¿Por qué?
11 Para manifestar lo superior que es este camino, el apóstol ilustra lo necesario que es. Supongámonos que uno tuviera algunos o todos los dones concedidos milagrosamente por el espíritu de Dios. No obstante, si le faltara el cultivo de esta cualidad vital, el amor, vendría a ser nada. Hablando todavía de los dones del espíritu, el apóstol principia el capítulo trece de su epístola y dice: “Si yo hablare las lenguas de los hombres, y de los ángeles, mas no tuviere amor, soy como bronce que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviere el don de profecía, y supiere todos los misterios, y toda la ciencia; y si tuviere toda la fe, de modo que pudiese remover montañas, mas no tuviere amor, nada soy.” (1 Cor. 13:1, 2) Si hubo alguien capacitado para escribir de esta manera, fué el apóstol Pablo, porque él tenía todos los dones que menciona aquí, y en medida más abundante. Por la expresión “lenguas de los hombres” él no se refería a la oratoria o elocuencia, con las cuales se encanta a un auditorio o se le induce a aceptar cualquier opinión o acción, porque el apóstol no pretendía tener éstas. Algunos de los corintios a quienes Pablo escribía dijeron de él: “Sus cartas son de peso y fuertes; mas su presencia corporal es débil, y su palabra despreciable.” Hasta Pablo admitió esto, diciendo: “Pero aunque yo sea tosco en el hablar, no lo soy empero en el saber.” (2 Cor. 10:10 y 11:6) Por “lenguas de los hombres” el apóstol se refería a dones concedidos milagrosamente que capacitaban a uno para hablar en lenguas extranjeras de los hombres, y en dichas “lenguas de los hombres” él podía hablar por el espíritu o energía invisible de Dios. En el capítulo siguiente él clama: “Gracias doy a Dios de que hablo lenguas extrañas más que todos vosotros.”—1 Cor. 14:18.
12 ¿Qué sería si Pablo hablara toda la diversidad de lenguas por el espíritu y luego no las interpretara o no tuviera alguien en su auditorio que interpretara por él? No sería de beneficio para ellos sino que sería igual que escuchar a un bárbaro pagano. “El que habla en una ‘lengua’ se dirige a Dios, no a los hombres; nadie le entiende; habla de secretos divinos en el espíritu. El que habla en una ‘lengua’ se edifica a sí mismo, . . . Así el hombre que habla en una ‘lengua’ debe orar por el don de interpretarla. Porque si yo oro en una ‘lengua’, mi espíritu ora, sin duda, pero mi mente no le sirve a nadie.” Ahora si Pablo persistiera en hablar en lenguas sin el acompañamiento de una interpretación, ciertamente que demostraría falta de amor de su parte. Sus oyentes no recibirían ningún beneficio aparte de observar una señal de la operación del espíritu sobre el apóstol, y Pablo nada más estaría tratando de ostentar su don. Este curso no serviría para edificarlo en el amor y por eso no sería de beneficio permanente para él. Debido a que él tenía amor para los que buscaban la edificación espiritual y la salvación, Pablo añadió esta resolución: “Gracias a Dios, yo hablo en ‘lenguas’ más que cualquiera de vosotros; pero en la iglesia mejor desearía decir cinco palabras con mi propia mente para la instrucción de otras personas que diez mil palabras en una ‘lengua’.”—1 Cor. 14:2, 4, 13, 14, 18, 19, Móffatt (en inglés).
13, 14. ¿Cuál tiene la preeminencia, profecía o lenguas? ¿Por qué es eso?
13 Por la misma razón sabia y amorosa el predicador del reino de Dios debe esforzarse por usar el lenguaje común, que es usado y entendido por la gente, más bien que usar el lenguaje que es propio de la ciencia superior, cosa que, por cierto, ostentaría su educación superior pero que sería como una lengua extraña para la gente. Teniendo esto presente la Escuela Bíblica de Galaad de la Wátchtower trata de impartirles a los misioneros que ella gradúa el conocimiento básico de la lengua de los países a donde ellos serán enviados. Los ángeles tienen su lengua propia, pero si Pablo o algún otro hablara en esa lengua celestial, quizá manifestaría un don superior, pero ¿qué criatura sobre la tierra sacaría provecho de lo que estaba diciendo? En ese caso él sería para los demás igual que un bronce que resuena o un címbalo que retiñe. No sería más que eso a la vista de Dios. Cuando los ángeles de Dios aparecieron a hombres y mujeres, hablaron en lenguas que estos humanos podían entender, para que pudieran recibir el mensaje de Dios y sacar provecho de él.
14 El don de profecía era superior al de lenguas extrañas. “El que profetiza se dirige a los hombres en palabras que edifican, estimulan y consuelan. El que habla en una ‘lengua’ se edifica a sí mismo, entre tanto que el que profetiza edifica a la iglesia. Ahora yo desearía que todos vosotros hablaran con ‘lenguas,’ pero mejor preferiría que profetizaran. El hombre que profetiza es superior al hombre que habla con ‘lenguas’ —a menos que este último interpreta, para que la iglesia pueda recibir edificación. . . . Fijad vuestro corazón en el don profético, y no impidáis el habla de ‘lenguas’.” (1 Cor. 14:3-5, 39, Móffatt [en inglés]) El don de profecía debería desearse sobre varios otros dones debido a que tenía poder para edificar a los hermanos en el lenguaje que ellos podían entender. De hecho, Pablo enumera a los del don profético inmediatamente después de los apóstoles, diciendo: “Dios ha puesto los miembros en la iglesia, primero apóstoles, segundo profetas, tercero maestros.” Él enumera las lenguas de diversas clases en el lugar octavo que fué el último. El don de profetizar se impartió tanto a hombres como a mujeres. La profecía de Joel 2:28, 29 predijo que el espíritu sería derramado sobre ambos sexos y que los hijos e hijas y los siervos y las siervas profetizarían. Asimismo el registro manifiesta que tanto las mujeres como los hombres participaron de este don. Las cuatro hijas vírgenes de Felipe el evangelista profetizaron. Y Pablo escribió para ordenar la parte profetizadora que tenían las mujeres entre la congregación de los corintios, diciendo que debían cubrirse con velo cuando profetizaban, respetando así a los hombres consagrados que representan a la Cabeza de la iglesia, Jesucristo. Él dice: “La cabeza de la mujer es el hombre, . . . toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza.”—1 Cor. 11:3-5; Hech. 21:8, 9.
15. ¿Cómo podía usarse el don de profecía sin recibir beneficio el usador?
15 Pablo llevaba la delantera entre los que profetizaban por el don del espíritu. Él reconocía, sin embargo, que tenía que tener el móvil adecuado cuando profetizaba, si es que él mismo había de recibir provecho. Los que oían su predicación inspirada podían ser edificados en fe y conocimiento, pero si el móvil que infundía en Pablo el deseo de ser esta clase de profeta y de prestarse para ello no era el amor, entonces su predicación inspirada no hubiera proporcionado ningún provecho para sí mismo. Posiblemente hubiera sido igual que el profeta antiguo Balaam en los días cuando Moisés estaba guiando a los israelitas fuera de Egipto a la Tierra Prometida. Balaam buscaba una ganancia material egoísta y se prestó al rey Balac de Moab para maldecir a los israelitas. Pero, contrario a la idea mala que tenía Balaam, el espíritu abrumador de Dios le hizo profetizar una bendición sobre los israelitas. El corazón de Balaam no se hallaba en esa profecía de bendición. Poco después fué muerto como profeta que amaba el pago de la injusticia y que trató de impedir la bendición, enlazando a los israelitas benditos en idolatría inmoral. (Núm. 22:1 a 25:3; 31:8; Apo. 2:14; 2 Ped. 2:15, 16) De modo que el apóstol les dijo a los corintios que para impedir que su carne egoísta guiara sus móviles, él trataba su cuerpo severamente y lo vencía, no sea que, “después de predicarle a otra gente, yo mismo sea descalificado.”—1 Cor. 9:15-18, 26, 27, Móffatt (en inglés).
16, 17. ¿Con qué móvil y de qué manera debemos predicar el Reino? ¿Por qué?
16 El don de profetizar o de predicar por inspiración cesó después que murieron los apóstoles del Cordero Jesucristo; pero hoy, por el poder del espíritu de Dios, se lleva a cabo como nunca antes la predicación del evangelio del Reino para la salvación de la humanidad. La predicación desde las plataformas públicas y de casa en casa para la edificación de otros continúa, pero el punto en cuestión que debe contestar cada hombre y mujer que participa en la predicación es, ¿Con qué móvil lo hago?
17 Bien podemos haber desarrollado el poder para dar una conferencia o un testimonio excelente a favor de la verdad. Quizás tengamos un argumento destacante para convencer a otros que bíblicamente tenemos razón. Quizás seamos capaces para explicar las verdades de la Biblia para que sean claras e inteligibles a otros. De esta manera quizá podamos hasta ayudar a otros a aceptar la verdad, ayudándoles a ver el privilegio que tienen de dedicarse cabalmente a Dios y de servirle. Podemos hacer todo esto para bien de otro. No obstante, si no tenemos amor perdurable, ¿de qué nos sirve a nosotros? Será de provecho para otros, pero también debe resultar en el mayor provecho para nosotros. Tenemos interés no sólo en la salvación de otros sino también en la de nosotros mismos. Amamos la vida, y deseamos tenerla eternamente. Pero es menester que nuestra vida sea una de amor. Es menester que sea una que exprese amistad a los demás que también buscan la vida. De manera que nuestra predicación tiene que ser calurosa con amor, sintiendo un verdadero interés en el bienestar duradero de los que nos escuchan. No es asunto sencillamente de colocar ante nuestros oyentes los hechos fríos y luego decir, en efecto: “¡Allí lo tiene! ¡Acéptelo o rechácelo!” Tenemos que dar algo más. En nuestra predicación tenemos que hablar a nuestros oyentes desde lo más profundo del corazón, dejando que ellos se den cuenta de que nuestro verdadero interés es que ellos vivan para siempre por medio de conocer y servir a Dios y Cristo. Si lo hacemos así, el amor será lo que apoya nuestra predicación hoy día, y ese amor no sólo ayudará a otros sino que también será de mayor provecho para nosotros, para vida eterna.
MISTERIOS
18, 19. ¿Cómo no usó Pablo el conocimiento de misterios incorrectamente?
18 Un don de Dios debe usarse de la manera correcta por todos, es decir, amando primeramente a Dios y amando a su prójimo. De otro modo, el uso del don no aprovechará al que lo usa, ni siquiera el don de conocer todos los misterios sagrados. Al amonestarnos Pablo, él debe saber de qué habla. Él podría haberse exaltado debido a la abundancia de revelaciones que recibió por el espíritu de Dios. Él no quería que sus hermanos lo estimaran a él exageradamente debido a que él conocía muchos misterios o verdades secretas con tanta claridad. Por esto dijo: “La manera correcta que debe pensar de nosotros cada hombre es como siervos de Cristo, y administradores autorizados para distribuir las verdades secretas de Dios. Y además, lo que siempre se requiere de los administradores es que sean confiables.”—1 Cor. 4:1, 2, Una Tradu. Amer. (en inglés).
19 Al instruir de este modo a sus hermanos, Pablo estaba actuando de una manera amorosa para con ellos y para con Dios en cuanto al uso que hacía de las verdades secretas. Él podría haber usado este conocimiento para hacer que los hermanos le siguieran a él y formaran una secta, estimándolo como maravillosamente sabio, y como uno que tenía conexiones especiales con Dios que lo ponían al tanto de todas las cosas, en el círculo interior y secreto de los expertos. Pero tal proceder sería uno de egoísmo, de exaltación propia. Hubiera guiado por fin a su ruina bajo el disfavor de Dios. Para impedir que sus hermanos adoptaran una actitud incorrecta hacia él, una de adoración, el apóstol talentoso los hizo recordar que los misterios no venían de su propia sabiduría o discernimiento, sino que Cristo nada más se los había confiado. Por esto él era simplemente un siervo común de Cristo y tenía la obligación de distribuir el conocimiento de estos misterios a los que buscaban la verdad. De modo que el crédito por haber recibido este conocimiento se debía, no a Pablo que era sencillamente el siervo, sino a Cristo el Revelador de los secretos sagrados. Se requirió que Pablo fuera fiel a su Señor Cristo Jesús en la distribución del conocimiento de estos misterios a los seguidores de Cristo. Pero porque lo hacía con fidelidad y confiabilidad no era motivo para que Pablo fuera idolatrado, adorado ni seguido como un guía sectario. Sólo estaba cumpliendo su deber a Cristo, y Cristo es quien debía recibir las gracias, ser alabado, honrado y seguido. Si Pablo amaba a Dios y a Cristo y a sus hermanos, usaría estos misterios altruístamente, no para exaltarse entre los hombres, sino para engrandecer a Dios quien revela los secretos sagrados por medio de Cristo. Esto sería de provecho para Pablo.
20. ¿Cómo usó Jesús dicho conocimiento, y cómo lo recibimos nosotros ahora?
20 Cristo Jesús le dijo a sus fieles seguidores: “A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros les hablo por parábolas; para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.” (Luc. 8:10) Jesús conocía estos misterios del Reino. Con todo no usó su conocimiento de ellos de manera egoísta. No; sino que manifestó su conocimiento de una manera amorosa. Bien podría haber usado estos misterios egoístamente y haberse edificado un gran cuerpo de seguidores nominales. Lejos de seguir este curso, él contó los misterios a la vasta multitud en parábolas y dichos profundos y luego personalmente explicó los misterios solamente a los pocos escogidos a quien Dios quería que se concediera el conocimiento de ellos. Hoy los seguidores de Cristo son ayudados para entender los secretos sagrados de la Palabra y propósito de Dios, no por dones inspirados de conocimiento, sino por el poder iluminador de Su espíritu. De modo que todavía es verdad: “Está escrito: Cosas que ojo no vió, ni oído oyó, y que jamás entraron en pensamiento humano—las cosas grandes que ha preparado Dios para los que le aman. Pero a nosotros nos las ha revelado Dios por medio de su espíritu; porque el espíritu escudriña todas las cosas, y aun las cosas profundas de Dios.”—1 Cor. 2:9, 10.
21, 22. ¿Cómo hemos de usar dicho conocimiento de misterios hoy día, y por qué?
21 Una vez adquirido, el conocimiento de los misterios maravillosos que suministran la llave para entender la Biblia podría usarse egoístamente. Con nuestra habilidad especial para explicarlos a otros podríamos hacer una gran exhibición propia para conseguir alabanza y admiración. O podríamos ceder a los gustos y aversiones y no compartirlos igualmente con cualquiera y con todos los que inquieren y desean conocer. O, por temor de los hombres, podríamos rehusar declarar esos misterios que descubren a la organización y a las actividades de los enemigos de Dios. De este modo manifestaríamos que no amamos a Dios. Porque “no hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor; por cuanto el temor tiene en sí castigo: el que teme, no ha sido hecho perfecto en el amor. En esto es consumado el amor para con nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio.”—1 Juan 4:17, 18.
22 En esta conexión Pablo pidió que sus hermanos cristianos suplicaran a Dios por él, diciendo: “por mí, para que se me conceda libertad de palabra, en abrir mi boca con denuedo, para dar a conocer el misterio del evangelio.” Pidió sus oraciones, “para que Dios nos abra puerta para la palabra, a fin de hablar el misterio de Cristo.” (Efe. 6:19; Col. 4:3) Sin duda, junto con un vasto conocimiento de los misterios, Pablo también tenía un amor que le hacía abnegarse; y ciertamente los esposos y esposas cristianos que hoy día conocen el misterio de Cristo y de su iglesia tienen que manifestar amor usando ese conocimiento en sus tratos los unos con los otros. Al explicarlo Pablo dijo: “Este es un gran misterio; yo hablo empero con respecto a Cristo y a la iglesia. Sin embargo, en cuanto a vosotros también, amad cada uno individualmente a su propia mujer como a sí mismo; y vea la mujer que reverencie a su marido.” (Efe. 5:32, 33) Para que sea de provecho para nosotros mismos así como para los demás tenemos que usar nuestro conocimiento de estos secretos profundos de Dios de una manera amorosa.
CONOCIMIENTO
23, 24. ¿Qué otro conocimiento podríamos tener, según lo demostraron Jesús y Pedro?
23 Hay otro conocimiento aparte del de los misterios sagrados, y aquí es donde surge la pregunta pertinente, ¿Cómo debemos aplicar e impartir ese conocimiento? Pablo dijo que si él poseía todo el conocimiento pero no tenía amor, resultaría ser nada a la vista de Dios, sin importar lo sabio que lo consideraran los hermanos cristianos. En esto se refería particularmente a los dones de conocimiento que de vez en cuando impartía milagrosamente el espíritu, dones que debían de cesar después de un tiempo.
24 Por ejemplo, Jesús tuvo momentáneamente un don especial de conocimiento cuando exclamó concerniente a Natanael al acercarse éste: “He aquí verdaderamente un israelita, en quien no hay engaño.” “Dícele Natanael: ¿De dónde me conoces?” Sí, ¿cómo lo conoció Jesús si no fué por el espíritu de Dios? Por esto pudo demostrar Jesús lo bien que conocía a Natanael al responder a su pregunta: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te ví.” (Juan 1:47, 48) También, después que el espíritu santo fué derramado el día del Pentecostés, cuando los dos discípulos Ananías y Safira conspiraron para dar la apariencia de que estaban donando su todo al servicio de Dios, el apóstol Pedro tuvo un don oportuno de conocimiento. Éste le capacitó para exponer el engaño. Cuando el hombre entregó sólo una parte de la donación con el fin de crear una impresión falsa, Pedro sabía lo que estaba sucediendo. Él dijo: “Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para que mintieses al espíritu santo, y sustrayeses parte del valor del campo? Quedándose como estaba, ¿no se te quedaba para ti? y vendido, ¿no estaba en tu mismo poder? ¿Cómo es que has concebido esta cosa en tu corazón? ¡no has mentido a los hombres, sino a Dios!” Ananías cayó muerto; y más tarde cuando su esposa Safira se mostró ser partidaria de la conspiración, Pedro le dijo a ella: “¿Cómo es que habéis convenido entre vosotros para tentar al espíritu del Señor?” Ella también cayó muerta, pero no porque Pedro haya usado el conocimiento sin amor.—Hech. 5:1-10.
25, 26. ¿Cómo usó Pablo dicho conocimiento y qué comento hizo acerca del conocimiento?
25 Una de las ocasiones en que recibió el apóstol Pablo un don oportuno de conocimiento fué cuando estaba en la nave en camino a Roma. Cuando el naufragio parecía inescapable y el oficial militar y sus hombres estaban a punto de desertar la nave, Pablo les dijo: “Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podréis salvaros.” Y cuando amaneció el día del naufragio Pablo dijo a todos los que estaban a bordo: “Hace hoy catorce días que habéis estado aguardando, permaneciendo ayunos, y sin tomar nada. Por lo cual os ruego que toméis alimento: porque esto es para vuestra salud; pues no se perderá un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros.” “Mas hemos de ser echados en cierta isla.” (Hech. 27:31, 33, 34, 26) ¡Qué providenciales podrían ser los dones de conocimiento, y qué excelente sería poseer todo el conocimiento necesario!
26 Pablo bien conocía el peligro de tener conocimiento, porque pudo decir de sí mismo: “No soy orador, quizás, pero sí poseo conocimiento; nunca falté en hacerme inteligible a vosotros.” (2 Cor. 11:6, Móffatt [en inglés]) Pero si conocemos más que otros somos capaces de hincharnos para perjuicio nuestro. Y poseyendo una persona conocimiento superior y la conciencia ilustrada que esto da, podría actuar egoístamente. Podría ejercitar las libertades permitidas por su conciencia sin importarle que sus acciones libres causen el tropiezo de otros que no conocen tanto como él y que por eso tienen temores de conciencia. De manera que el conocimiento debe ser balanceado y dirigido por el amor. Acerca de esto el apóstol dice, discutiendo el problema de alimentos: “En cuanto a comida que se ha ofrecido a ídolos. ¡En esto, por supuesto, ‘todos tenemos conocimiento’! El conocimiento hincha, el amor edifica. El que se imagina que ha adquirido cierto grado de conocimiento, no posee el verdadero conocimiento todavía; pero si uno ama a Dios, es conocido por Él . . . Pero acuérdense, no todos tienen este ‘conocimiento.’” (1 Cor. 8:1-7, Móffatt [en inglés]) Los que poseen conocimiento deben considerar con amor la ignorancia de otros.
27, 28. ¿Cómo puede perjudicar el conocimiento al que lo posee? ¿Cómo puede ser de ayuda?
27 Hinchada por lo que conoce correctamente, una persona egoísta podrá decir: “Voy a divertirme. ¿Por qué debo molestarme por lo que otros piensan de mí? Yo sé que estoy en lo correcto al hacer esto. Si otros son ignorantes, yo no soy el responsable de eso. ¿Por qué debo permitir que su ignorancia y conciencia no instruída pongan límites a mi libertad e impidan que goce de las cosas que tengo derecho de gozar?” Puesto que este proceder no resultaría en edificar a otros sino que posiblemente dañaría hasta a los que son cristianos, no sería un proceder amoroso. Porque no sufre su propia conciencia, debido al conocimiento que tiene, él podrá creer que no se está perjudicando. Pero sí se está perjudicando, porque está estorbando su propio crecimiento en amor, y Dios podría considerarlo responsable de la destrucción espiritual de otra persona por haber obrado de una manera egoísta en las cosas que él conocía como lícitas.
28 El conocimiento debe ayudarnos a expresar nuestro amor de una manera más servicial. Si el esposo conoce y entiende el caso de la mujer, él puede manifestar su cariño de una manera más sabia. Pedro aconseja a los esposos que hagan precisamente eso. Él dice: “Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia [conocimiento], dando honor á la mujer como á vaso más frágil, y como á herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas. Y finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables.” (1 Ped. 3:7, 8, Valera) Muy en armonía con la superioridad que tiene el amor sobre el conocimiento, Pedro manifiesta cómo los cristianos deben de crecer y obrar para no dejar de alcanzar el galardón celestial, y luego menciona el amor como el punto culminante. Dice que deben añadir diligentemente a su fe la virtud, y a su virtud el conocimiento, y luego al conocimiento no sólo el gobierno de sí mismos, la paciencia, y la piedad, sino también el cariño fraternal, y al cariño fraternal la cualidad coronaria de amor.—2 Ped. 1:5-7, margen.