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El propósito de la transfiguraciónLa Atalaya 1974 | 1 de octubre
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Moisés, con una justa Tierra paradisíaca precisamente adelante para los que ahora lo aceptan y siguen su guía. ¿Toma usted en serio la palabra profética y la palabra veraz de los testigos presenciales de su majestad? ¿Discierne usted la presencia invisible de él en poder del Reino? Si es así, usted está altamente favorecido ahora, y todavía tiene una maravillosa expectativa delante de usted.
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El orgullo es peligrosoLa Atalaya 1974 | 1 de octubre
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El orgullo es peligroso
¿SE SIENTE usted atraído a personas que dan la apariencia de siempre estar en lo correcto? Más bien, ¿no lo repelen los que continuamente hacen alarde de sus habilidades, logros, riquezas o posición? ¿No le incomoda a usted que algunas personas están muy prestas a señalar los errores de otros pero rehúsan reconocer sus propios errores, hasta ofendiéndose cuando se llama a su atención alguna flaqueza?
Sí, tales expresiones de orgullo repelen e irritan. No puede haber duda de que el orgullo tiene un mal efecto en otros, derribando más bien que edificando. Puede dar origen a rencores y con el tiempo puede arruinar las buenas relaciones con los semejantes.
¿Qué es exactamente orgullo? Es excesiva autoestimación; un sentimiento irrazonable de superioridad en cuanto a los talentos, sabiduría, belleza, riqueza y rango de uno. Por lo general se despliega exteriormente por un porte arrogante, engreído, presumido.
Dado que el orgullo es una falta común entre los hombres imperfectos, hacemos bien en controlarlo y así evitar sus efectos perjudiciales. Esto requiere que desarrollemos o mantengamos un reconocimiento sincero del hecho de que el orgullo no tiene base sana. Prescindiendo de raza, nacionalidad, educación, habilidades, logros o circunstancias económicas, todos los humanos somos pecadores y prole de pecadores. Eso no es motivo para alardear, ¿verdad?
Sin embargo alguien quizás diga: ‘He trabajado duro por la posición o prominencia de que disfruto ahora.’ Pero ¿le da eso alguna base para ser orgulloso? Bueno, ¿se dio él mismo la capacidad para desarrollar algún talento o habilidad? Si hubiera nacido con grandes limitaciones mentales o físicas, ¿lo habrían capacitado sus esfuerzos más concienzudos para siquiera acercarse a sus logros presentes? Un argumento registrado en las Santas Escrituras presenta el modo equilibrado de ver esto. Leemos: “¿Quién hace que tú difieras de otro? En realidad, ¿qué tienes tú que no hayas recibido? Si, pues, verdaderamente lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?”—1 Cor. 4:7.
Además de una evaluación apropiada de uno mismo, el respeto a la dignidad del prójimo es vital para controlar el orgullo. El consejo de la Biblia es: “No [hagan] nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes.”—Fili. 2:3.
Es bueno que el cristiano reconozca que otros compañeros creyentes pueden tener ciertas cualidades superiores a las suyas. Quizás sean dechados en mostrar amor,
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